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13.1.16

Víctor Hugo: vivir ocultando el pasado es un infierno grande

En una de sus verborrágicas diatribas contra Relato Oculto, a Víctor Hugo Morales se le escapó decir que había creído que el libro tendría más fotos suyas con militares. Ahora sé por qué lo dijo.
En base a distintas pistas que los lectores me han ido acercando, he podido confirmar dos novedades respecto a Morales. La primera es que sus relaciones de amistad y compañerismo con personal militar durante la dictadura no estuvieron acotadas al batallón Florida. La segunda es que a fines de los años 90 el relator deportivo impidió que se publicara una biografía realizada por uno de los más prestigiosos periodistas uruguayos, para que no se recordaran aspectos de su vida que en ese momento consideraba inconvenientes de rememorar.

Donde calienta el sol

Además de la intensa vida social que desarrolló en el batallón Florida y con sus integrantes en la noche montevideana durante 1975, 76 y 77, tal como lo documenta Relato Oculto con once testimonios de personas que lo atestiguan con nombre y apellido, tres de ellos de civiles, además de fotos y la grabación de un discurso suyo en ese cuartel, Víctor Hugo Morales también frecuentó otras unidades militares durante la dictadura, entre ellas el batallón 13 de Infantería del Ejército.
Su concurrencia a este cuartel se prolongó durante dos o tres años, entre 1976 y 1979, según estimaron las fuentes consultadas. Víctor Hugo, con el equipo de Canal 4 eran infaltables participantes de unos campeonatos de fútbol cuadrangulares que se realizaban en ese cuartel, y que siempre terminaban con un asado de camaradería convocado con el pretexto de entregar los premios. Tales festejos se celebraban en una barbacoa ubicada dentro del predio militar que era conocida como el Rancho 12.
Allí también todos los viernes se celebraba una comida a las que en ocasiones también asistía Víctor Hugo Morales y otras figuras de Canal 4, como el periodista Imazul Fernández.
Según recuerda el hoy general retirado Mario Aguerrondo, jefe del Batallón de Infantería 13 en esos años,  Víctor Hugo “iba a jugar al fútbol y también alguna vez fue al Rancho 12, donde se hacía un almuerzo todos los viernes. Era amigo de los oficiales. Aunque yo no participaba de los campeonatos de fútbol, más de una vez lo vi en el batallón”.
“En una reunión social de la que participó me acuerdo hasta hoy de ver a Víctor Hugo comentando que se iba a casar con una muchacha de 16 años. Me impresionó por la edad de la muchacha, supongo que por eso me quedó grabado”, dijo Aguerrondo.
Víctor Hugo se casó en 1978, según relató su esposa en una entrevista publicada por la revista Para Ti el 3 de julio de 2006. Allí cuenta que conoció y se enamoró de Víctor Hugo en una clase de inglés cuando tenía 14 años.
El segundo jefe de la unidad en aquel entones, el hoy teniente coronel retirado Eduardo Gre, un experto tirador que ha representado a Uruguay en campeonatos mundiales y Juegos Panamericanos, también recuerda al relator. “Aquellos campeonatos de fútbol se hicieron por lo menos durante tres años. Víctor Hugo participaba siempre. En una de las entregas de premios se sacó fotos poniéndose nuestros correajes”.
El correaje es el cinturón del uniforme militar en el cual se colocan el sable y el revólver.
Gre, que en aquellos años tenía el grado de mayor y en 1981 decidió dejar la carrera militar en busca de otros horizontes profesionales, recuerda que, además de Canal 4, otros dos de los participantes en aquellos campeonatos eran la Contaduría General de la Nación y el propio Batallón 13 de Infantería.
La elección de los participantes no era casual. La Contaduría era la oficina que liberaba el dinero para pagar los sueldos y venía bien confraternizar con sus integrantes. Respecto a Canal 4 las implicancias son obvias.
Aguerrondo y Gre señalaron que el nexo de su unidad militar con los equipos invitados a participar de aquellos amistosos torneos cívico- militares era el entonces capitán Mario Frachelle, hoy coronel retirado, quien hizo saber a través de un allegado que prefería no hacer declaraciones.
La presencia de Víctor Hugo Morales en el 13 de Infantería fue confirmada por otros dos oficiales de aquel momento. Fredy de Castro, que revistó en esa unidad como teniente entre 1975 y 77, y luego en 1979, recuerda haber visto varias veces al relator de fútbol.
“Lo conocí allí. Eso lo declaro hasta en el Tribunal de La Haya”, afirmó. “Era un bohemio, un pesado, un hombre de la noche. En aquellos años el sol calentaba para ese lado y se acercaba allí. Hoy el sol calienta para otro lado y se acerca a Cristina”.
También el hoy coronel retirado Mario Cola Silvera confirmó la presencia de Morales en el 13 de Infantería: “Jugaba al fútbol con nosotros, sin ningún titubeo, no había dictadura ni nada. Es un mentiroso. Pero no quiero ni recordarlo. De esto no quiero hablar más nada”.
El Batallón 13 de Infantería, ubicado entonces y hoy sobre avenida de las Instrucciones, ha sido denunciado como un centro importante de detención y torturas durante la dictadura por lo cual se ganó el mote de “Infierno grande”. Se lo vincula a la Operación Morgan, iniciada en 1975 contra el Partido Comunista, en el marco de la cual desaparecieron o fallecieron una veintena de militantes de esa organización política.
Aguerrrondo declaró, tal como ha señalado otras veces, también en la Justicia, que su unidad no participó de la Operación Morgan. Sostuvo que los comunistas apresados fueron encerrados en un predio lindero a su batallón, perteneciente al Servicio de Material y Armamentos del Ejército. “Era otra unidad. Había un coronel a cargo, el coronel May. No tenía que ver con nosotros. Siempre me quedó la espina de saber por qué llaman Infierno al 13”.
Gre dijo que el Batallón 13 se limitaba a brindarle la custodia perimetral a sus vecinos del Servicio de Material y Armamento.

Biografía prohibida

 En setiembre de 1998 la revista Guambia publicó una entrevista a Víctor Hugo Morales. El relator deportivo había llegado a Montevideo a presentar su libro Un grito en el desierto. Respecto a futuras obras, en la entrevista Morales dijo:
“No pienso escribir hasta el año que viene, porque no le puedo salir al cruce a un libro que va a sacar César Di Candia sobre mí. Una cosa insólita”.
Sin embargo, han pasado 14 años desde entonces y el libro de Di Candia sobre Víctor Hugo nunca se publicó.
No hay que presentar a César Di Candia, uno de los periodistas más respetados y prestigiosos del Uruguay. Supongo que Víctor Hugo Morales no podrá decir que es derecha ni que está comprado por Clarín. En el escritorio donde trabaja Di Candia, en el fondo de su casa, abundan las fotos de Zelmar Michelini y Líber Seregni.
La relación entre Di Candia y Víctor Hugo Morales comenzó mucho antes de aquel libro que nunca se publicó.
En 1979 Di Candia era el editor de Ediciones de la Plaza, el sello editorial del diario El País. Los dueños del diario le habían dado ese puesto porque temían emplearlo como periodista dadas sus ideas y la censura reinante. “Me dijeron que no podía escribir ni siquiera la leyenda de una foto”, recuerda el reconocido entrevistador, autor de numerosos libros.
Fue Di Candia quien le sugirió a Víctor Hugo que escribiera El Intruso, su primera autobiografía, en la que cuenta su enfrentamiento con los dirigentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol, la prohibición que estos le impusieron en 1978 de entrar al estadio a relatar los partidos y la casi inmediata rehabilitación decretada por el gobierno dictatorial.
“La dictadura, en una reunión del gobierno en Rivera, lo salvó de una especie de cese de funciones a la que lo había condenado la AUF”, recordó Di Candia. “Jamás de los jamases la dictadura lo persiguió”.
Veinte años después de aquellos acontecimientos, Di Candia comenzó a escribir una biografía de Víctor Hugo Morales, con su colaboración y aquiescencia. La obra sería publicada por la uno de los sellos de la editorial Santillana.
“Viajé muchas veces a Buenos Aires a entrevistarlo. Estuve varias veces en su hermoso apartamento de Belgrano, en un piso muy alto, desde donde se ve incluso la costa uruguaya. Hablamos mucho y me contó un montón de cosas. También entrevisté a familiares, amigos, a sus maestras de la escuela, conversé con muchísima gente”.
Di Candia además consiguió un material muy valioso: una valija con todas las entrevistas que le habían realizado a Morales desde que había llegado a la Argentina, lo que le permitió organizar el libro en dos partes: la biografía en sí misma y un apéndice con opiniones del relator sobre los temas más variados.
La sorpresa llegó cuando terminó de escribir el libro. Di Candia le entregó el original a Santillana y la editorial se lo mostró a Víctor Hugo Morales.
“A él no le gustó que yo tomara algunos pasajes de El Intruso y los incluyera en la biografía. Eran cosas que él mismo había escrito y contado en su propio libro”, rememoró el reconocido escritor, uno de los mejores entrevistadores que ha dado el Uruguay.
Según recuerda el periodista, los pasajes tomados de El Intruso que molestaban a Morales eran aquellos que narraban que, cuando era joven, se colaba en cines y espectáculos varios, y robaba objetos diversos de los comercios en su pueblo. (Esos avatares están relatados en el capítulo 2 de Relato Oculto, tomando como fuente El Intruso y una entrevista realizada a Morales por el propio Di Candia en Búsqueda, en 1987).
Víctor Hugo Morales dijo que si esos pasajes no eran eliminados del libro, el libro no podría salir a la venta.
“Yo le respondí que no iba a sacar absolutamente nada, porque todo era cierto, tan cierto que él mismo lo había escrito”, recordó Di Candia.
La editorial presionó buscando que se llegara a un acuerdo, pero las posiciones se mantuvieron incambiadas. Víctor Hugo Morales sostenía que no era conveniente para su figura que se recordara lo que él mismo había escrito años atrás. Finalmente el libro nunca se publicó y a Di Candia se le pagaron algo más de 2.000 dólares a modo de compensación por el trabajo realizado.
“Era poco dinero tomando en cuenta que se trataba de un libro que podía haber hecho mucha plata”, relató.
La historia que cuenta Di Candia es valiosa porque retrata a un personaje que siempre está retocando su pasado, ocultando y borrando partes de su vida según su conveniencia presente. Apelando incluso a su poder de censura para frenar la publicación de un libro que solo citaba lo que él mismo había escrito antes.
Borrar el propio pasado e inventarse uno nuevo puede parecer fácil. Pero vivir pendiente de que el invento no se desmorone es una carga muy pesada. Un verdadero infierno grande.

Voces, Víctor Hugo Morales, dictadura
Publicado en el semanario Voces, el 13 de setiembre de 2012.









24.11.15

VHM: eterno maquillador de su pasado

El método de Víctor Hugo Morales siempre es el mismo: de a poco va torciendo los hechos de su pasado, dándole giros, acentuando ciertos detalles, omitiendo otros, torciendo un poco más lo que antes ya había torcido un poco, así hasta que la mentira se transforma en verdad y viceversa.
En una entrevista que se publicó el fin de semana en el Sábado Show del diario El País, al relator le preguntaron por qué no se presentó en el juzgado el día que debía dirimirse la demanda penal que él mismo había presentado contra Luciano Álvarez y contra mí.
El diálogo fue así:

—Hace tres años, el libro Relato Oculto señalaba algunos vínculos suyos con militares en tiempos de la dictadura uruguaya. Usted entabló una demanda contra los autores pero no se presentó, ¿por qué?
—Porque entendí que lo único que hacía era fomentar la promoción del tema. Yo había pedido que fuera una cosa absolutamente sin participación periodística. No quería una situación escandalosa porque de ese río revuelto siempre se sale mal. Para colmo tenía un cólico nefrítico. Había gente que me decía "¿para qué vas a ir?"  Yo estaba en la duda. Estaba enfermo y tenía miedo a la exposición...

La ausencia del relator de fútbol en el juzgado de la calle Bartolomé Mitre para comparecer en su propia demanda ya fue explicada otras veces por él mismo de un modo distinto. Primero le dijo al diario El País que no vino a Montevideo debido a "un alto nivel de contractura y de estrés". Solo después la contractura y el estrés se tornaron "cólico nefrítico" y aparecieron los consejos de sus "políticos amigos".
Como siempre, el relator reescribe los hechos.
Hace unos días en una entrevista radial que me hizo el programa Segunda Pelota conté como fueron las horas previas al juicio. Lo repetiré ahora para que los lectores puedan comprender mejor por qué Morales no vino a impulsar la demanda penal que él mismo había iniciado.
Un par de días después de ponernos la denuncia, el relator nos hizo llegar a Luciano y a mí, a través de sus abogados y del nuestro, una propuesta de conciliación.
Era un documento de tres puntos que él y nosotros firmaríamos y entonces él desistiría de querer enviarnos a la cárcel.
¿Qué decía esa fórmula de paz?
Básicamente, afirmaba que nuestro libro era una "investigación histórica seria y objetiva" y admitía la participación del relator en "algunas reuniones sociales" celebradas en el batallón Florida entre 1975 y 1977. Pero también agregaba que de los hechos narrados en el libro no se podían sacar conclusiones generales sobre la personalidad de Morales ni dudar de su fe democrática ni concluir que fue "complaciente o condescendiente con la dictadura militar".
Cuando uno tiene que presentarse en un juzgado penal con la eventual posibilidad de ir preso, uno tiende a buscar una salida. La declaración, por otra parte, reconocía que el libro que algunos habían denostado con tanta virulencia es serio y solo cuenta hechos reales.
Pero cuando uno analizaba el asunto con un poco más de calma surgían las dudas. ¿Luciano y yo teníamos que firmar un documento avalando las credenciales democráticas de Víctor Hugo Morales? ¿Por qué?
Visto en perspectiva, la respuesta era: No.
Nosotros habíamos hecho un trabajo serio y documentado, que -por otra parte- no solo trataba sobre los famosos episodios del batallón Florida. A pesar de todo el escandalete montado, nadie le había podido rebatir ni una línea (hasta hoy). Si Morales es un demócrata o no, si el haber vivido de fiesta con los militares en los años más duros de la dictadura, si haberse olvidado luego de esos amigos justo cuando el viento cambió, si mentir sobre su pasado, si decir que lo prohibió la dictadura cuando en verdad lo prohibió la AUF y la dictadura fue corriendo a rescatarlo, etc., etc. si todo eso lo hacen un demócrata, un buen o mal tipo, un embustero, el Che Guevara o un acomodaticio, eso no lo teníamos que decir ni Luciano Álvarez ni yo. Eso lo tenía que decidir el público.
Entonces dijimos que no firmábamos nada.
Que íbamos a juicio.
Que Morales demostrara en el juzgado que nos habíamos equivocado.
Que dijera y demostrara dónde y cómo.
Que probara que había difamación e injurias ante un juez del Uruguay, no ante la tribuna de alcahuetes.
Entonces fue en ese momento, en ese preciso momento, justo ahí, lo que son las cosas, no se puede creer, en un periquete aparecieron la contractura, el estrés, el cólico nefrítico, las ganas de no hacer bulla y el consejo de los "amigos políticos".
Que cada uno saque sus conclusiones.

Víctor Hugo Morales denuncia relato ocuto
Walkover. Todos en el juzgado menos el denunciante.
Foto: Nicolás Garrido

21.7.13

Carta abierta a Víctor Hugo Morales

Víctor Hugo Morales:

Sé que a usted no le importa, pero acabo de publicar una historia de Peñarol para niños. Recién volví de tres días de trabajo en Buenos Aires, donde pasé encerrado en una biblioteca, revisando papeles viejos para otro libro (para adultos) que estoy escribiendo. (Quédese tranquilo: no tiene nada que ver con usted, ni con ningún tema que se le relacione, como el fútbol, la ópera, Roland Garros o los presidentes que agitan banderas de izquierda mientras ellos y sus amigos se hacen millonarios en el ejercicio del poder).
Le cuento esto para que entienda que usted ya es parte de mi pasado. O al menos debería serlo. Créame que así lo deseo de corazón.
Pero llego a Montevideo y tengo decenas de mensajes en las redes sociales comentando las cosas que usted dijo en una entrevista en la radio Océano, en la que se molestó cuando hablaron de Relato Oculto y se puso a darle lecciones de periodismo a Mariano López, uno de los colegas que lo estaba entrevistando. Una periodista amiga me cuenta que usted dijo que Relato Oculto vendió solo 80 ejemplares. Un amigo me dice que usted dijo que soy de derecha, y que debo responderle porque habrá gente que le creerá. Otro me dice que lo escuche, que me divertiré mucho.
Entonces -muy a mi pesar- tuve que escuchar toda esa entrevista larguísima, en la que usted habló sin parar durante horas. Mi amigo, el que dijo que me iba a divertir, se equivocó. No me divirtió nada. Tampoco me sorprendió. No me sorprendió su verborragia (la de siempre,  lo felicito). Ni que intentara descalificar al único periodista del grupo que se atrevió a interrogarlo en serio (siempre hace lo mismo). Tampoco me sorprendió que se pusiera sucesivamente en los roles de profesor (que no es), de víctima inocente (¡qué injusta que es la vida con usted!) y de inmaculado izquierdista (caviar, le faltó agregar).
Usted ya me aburrió. Cuando tenía 12 años me dormía con la radio pegada a la oreja escuchándolo en Hora 25. Hoy no podría. En aquel entonces usted blandía su espada sagrada contra los corruptos del fútbol uruguayo. Hoy blande una espadita de plástico fluo en defensa de su Sacrosanta Imagen. Me da un poco de pena y de vergüenza ajena.
El lío comenzó cuando le preguntaron por qué no vino al juicio penal que usted nos entabló a Luciano Álvarez y a mí por el contenido de Relato Oculto. (Le regalo una copia de la foto. Verá que estamos todos, menos usted. Mire a la derecha, el rostro de su abogado).

Víctor Hugo Morales, Relato Oculto
Walkover. Foto de Nicolás Garrido










Usted dijo que hubo varias razones para su ausencia en el juicio. Que sus amigos de la cadena de librerías Cúspide le aconsejaron no presentarse: "Me decían: cualquier cosa que hagas servirá para que vendan algún libro, vendieron (solo) 88 libros en tres meses en diez librerías del grupo". Agregó que "muchísimos colegas me decían: 'no hagas vos un juicio'" porque sino usted aparecería como queriendo limitar la libertad de expresión. Habló de la mala fe de sus propios abogados (si no entendí mal). Y por último agregó:
"Y además extraordinariamente me enfermé, porque yo pensaba ir, estaba en un mar de dudas toda esa semana, y decidió la salud que... quizás no hubiera ido lo mismo, porque estaba muy deseoso... muy arrepentido del paso que iba a dar".
Es muy linda esta oración, que está grabada y cualquiera puede escuchar. Porque es imposible pensar venir y al mismo tiempo estar en un mar de dudas. Y, sobre todo, es imposible estar deseoso de venir y arrepentido al mismo tiempo. De verdad, Víctor Hugo: eso no es posible, incluso para alguien tan Importante, Inmaculado, Honesto y Ético como usted. Es imposible. No se puede. Son cosas contradictorias, no pueden ocurrir al mismo tiempo, ni siquiera para Víctor Hugo Morales.
No sé si usted recuerda un sketch del Negro Olmedo en el cual hacía de un operario cordobés que acompañaba a su patrón (interpretado por Eddie Pequenino) a realizar trabajos de reparación a domicilio. Pequenino hablaba en italiano y daba unas explicaciones larguísimas e incomprensibles al dueño de casa respecto al desperfecto del aparato a arreglar. Olmedo gesticulaba y luego resumía todo en una frase de apenas tres o cuatro palabras, con acento cordobés: "Dice que estáá roooto". Usted habla tanto como Eddie Pequenino en aquel sketch y yo le voy a hacer de operario cordobés. ¿Sabe por qué no vino al juicio?
-Porque saaabía que iba a peeerder.
Por eso. Porque usted sabe que todo lo que dice el libro es cierto.
Pero déjeme decirle algo más respecto a los otros motivos que usted invoca ahora para no venir al juicio. Dice que algunos de sus amigos le aconsejaron no presentar una demanda porque quedaría como un enemigo de la libertad de expresión. Esos amigos son gente sabia. Escúchelos más a menudo. Porque, más allá de todo su palabrerío, la verdad es que usted NO les hizo caso. Usted hizo el juicio, un juicio penal, y en efecto, quedó como un enemigo de la libertad de expresión. Que no se presentara a la audiencia no borra la demanda presentada. Pregúntele a sus amigos de verdad. No a los alcahuetes que, por conveniencia política o comercial, salieron a descalificar el libro y luego confesaron no haberlo leído.
En cuanto a las ventas de Relato Oculto, sus cifras son falsas. Porque si bien el libro no ha sido, hasta ahora, un best seller, tampoco es cierto que haya vendido 88 ejemplares en toda una de las mayores cadenas de librerías de la Argentina.
El libro se publicó en agosto. Hasta diciembre se habían vendido en Argentina 1.079 libros y en Uruguay 1.731. Esas son las ventas en papel, sin contar los libros digitales. En estos días se nos pagará la liquidación de lo vendido entre enero y junio de 2013 y podré pasarle nuevas cifras.

derechos de autor
Liquidación hasta diciembre 2012 de Relato Oculto: Argentina y Uruguay















Puede preguntarme cuando quiera. Pero por favor: no lance públicamente más cifras falsas, porque eso es mentir. Aunque, claro, eso es lo que ha hecho desde que salió el libro y tampoco me sorprende. (¿Ya no dice más que Clarín  nos pagó?)
En la entrevista, usted se molestó con el periodista Mariano López porque le dijo que no había leído todo su folleto Uruleaks y, en cambio, había leído un resumen. Pero en la entrevista, sobre Relato Oculto, usted mismo dijo: "Tengo entendido, porque yo no lo leí, que todo el libro está estructurado sobre lo que yo he contado de mi vida".
¡Ah, tololo! Los demás tienen que leer todo. Pero San Víctor Hugo Morales puede juzgar, condenar y arrojar a las llamas del fuego eterno a autores de libros que destruye y abomina sin siquiera haberlos leído.
Sin dudas estamos ante un ser muy especial.
¿Y por qué no lee el libro, Víctor Hugo? ¿A qué le teme? ¿A encontrarse con un retrato de sí mismo no tan perfecto como el dios que siente haber construido?
Respecto a su relación con los militares, a las razones por las cuales fue preso, a la prohibición de relatar que impuso la AUF, no repetiré acá todos los datos, documentos y testimonios que aparecen en Relato Oculto. Los que quieran saber más leerán el libro. Me limitaré a precisar un par de cosas, para que en la próxima entrevista usted pueda responder en forma más precisa.
Por ejemplo, le dijo a los muchachos de Océano que cuando usted iba al cuartel Florida "el batallón ya estaba abierto a la gente, ya tenía una función completamente distinta, cuando ya hacía dos o tres años que nada ocurría".
Claro, como no leyó el libro no sabe. Pero entre 1975 y 1977 cuando usted iba casi todos los fines de semana a divertirse al cuartel, allí había gente presa. En el libro (eso de hablar de lo que no se lee tiene sus bemoles) lo cuentan los militares y lo cuentan también los presos. Si no quiere leer, pregúntele a la hermana de su gran amigo, el senador Rafael Michelini. Ella era una de las detenidas.
Su gran reclamo es que todos lean Uruleaks. En eso coincido con usted cien por ciento. A todas las personas que veo, a todos los que me preguntan, en cada entrevista, yo les pido a todos, y lo hago ahora también en esta carta abierta: ¡por favor todos lean el folleto Uruleaks!
Porque del prontuario que los servicios de inteligencia hicieron de usted no se desprende que usted haya sido el perseguido político que dice haber sido.
El suyo, Víctor Hugo, es un caso excepcional. Fue perseguido por una dictadura cuya plana mayor se reunió para dictar un decreto en su defensa y rehabilitarlo como relator cuando la AUF lo había prohibido. Fue un perseguido que hizo un libro (El Intruso) con frases de una alcahuetería asqueante al gobierno dictatorial. Fue un perseguido político que buscó refugio en la Argentina de Videla, a cuyo gobierno sangriento tanto había elogiado durante el Mundial '78.


¡Usted, Víctor Hugo, se sentía perseguido en el Uruguay y se refugio en la Argentina de Videla!
¡Qué grande lo suyo!
(Dicho sea de paso: ¿por qué no reimprime El Intruso? Seguro que se puede vender muy bien. Pregúntele a sus amigos de librerías Cúspide).
Sé que esta carta es larga, pero ya termino. Es curioso que diga que no leyó el libro pero tenga convicciones muy firmes respecto a su contenido. Dijo, por ejemplo: "Yo creo que el libro fue preparado desde la Argentina" y para incidir en la política argentina.
El dios Víctor Hugo, el santo, el que lo sabe todo sin investigar nada, sin leer siquiera. Se equivoca, señor relator, barrilete cómico. Lo hicimos pensando en Uruguay, descartando cualquier referencia a la política argentina, solo por honor a la verdad, para poner las cosas en su justo lugar. Por asco a la falsedad. Por eso hicimos el libro.
Al fin de toda su cháchara, usted afirma que todo este episodio le vino bien (¿y entonces por qué se enoja tanto?) y que el libro hoy es apenas una "anécdota más del periodismo enfermo, del periodismo fascista, del periodismo que es capaz de cualquier cosa con tal de destruir a una persona porque en la vieja oposición de izquierda y derecha, la derecha siempre va a tener poco para decir".
Sabe, Morales: no me va a dar lecciones de periodismo. De usted, podría recibir solo clases de relato de fútbol, nada más. No le reconozco otros méritos que el saber contar como nadie el devenir de la pelota (en eso me saco el sombrero).
Usted no sabe lo que es buen periodismo y no sabe distinguirlo del malo. Para usted lo bueno es lo que lleva agua para su molino. Así es hoy, como ha sido siempre, en 1978 y en 2013. Relato Oculto permite entender esa clave y eso es lo que lo enfurece tanto. Teme al reflejo que emana de las propias páginas que usted escribió. No sé en qué sala VIP de qué aeropuerto de Europa consiguió su patente de Periodista Inmaculado y Referente de Izquierda. Para mí, cualquiera de las dos vale menos que una moneda falsa. ¡Qué tupé el suyo, darme lecciones de periodismo y pretender definirme políticamente! Cuando usted era el periodista más influyente del Uruguay, su gran aporte a sacarnos de la dictadura en el plebiscito de 1980 fue... ¡¡¡¡pasar un jingle durante el Mundialito que decía 'Uruguay te queremos ver campeón'!!!! Lo felicito, ¡qué coraje el suyo! Yo tenía 16 años y salía con mis amigos en bicicleta a pegar carteles por el No. El verdadero fascista, Morales, es el que miente. El que aplica, como Gooebels, la máxima de miente, miente, miente, que algo va a quedar.
Haga un favor, si puede: cállese un poco y mírese en el espejo.

Saludos,
Leonardo Haberkorn



14.4.13

El chico empleado de Víctor Hugo Morales ataca de nuevo

Víctor Hugo Morales tiene un chico empleado que se llama Julián Capasso.
Mientras escribía junto con Luciano Álvarez el libro Relato Oculto, las desmemorias de Víctor Hugo Morales, este chico me envió un mail pidiéndome que tuviera una "charla de café" con su empleador, donde el relator me explicaría el contexto en el que había escrito sus elogios a la dictadura uruguaya, y me mostraría una entrevista que le había hecho la agencia Télam donde había explicado eso mismo.
La nota de Télam ya la conocía y el contexto de la dictadura también, así que le respondí a Capasso que no veía razón para tal "charla de café", pero que podía hacerle una entrevista a su jefe. Nunca respondieron, ni el empleado ni el empleador.

Julian Capasso, empleado de Víctor Hugo Morales






¿Por qué Víctor Hugo quería tener una "charla de café" conmigo pero no una entrevista? Cada uno sacará sus conclusiones.
Después que eso, el chico empleado del formidable relator se dedicó durante unos cuantos días a enviarme insultos variados a través de Facebook. Comenzó antes de que se publicara el libro y continuó después.

Los insultos de Capasso, el empleado de Víctor Hugo Morales
















Ahora Capasso va a publicar una biografía de su patrón. (Lo hará el mismo día en que el periodista Pablo Sirvén presentará Converso, un libro que también cuenta la vida del relator y explica cómo se convirtió en fervoroso propagandista de los K.). Hoy Capasso me envió esta invitación. Ya pueden imaginar cómo será su libro.

Lo presentannAdrián Paenza, Roberto Perfumo, Diego Fucks y Alejandro Apo

31.12.12

Crónica de una infamia

Cuatro días antes de que se publicara Relato Oculto, Víctor Hugo Morales dedicó buena parte de su programa de radio a insultarnos a Luciano Álvarez y a mí.
Dijo que habíamos sido "alquilados" por el "Yabrán de los medios de comunicación" y producidos por el "Periodista Rata". Afirmó, con la soltura de quien pasa el reporte del tiempo, que detrás del libro había "periodistas que de una manera realmente increíble y demencial se prestaron a esta campaña, entregados totalmente a vivir de rodillas frente a ese Yabrán de los medios de comunicación que, ahí, teniéndolos de rodillas los acaricia con las manos, de alguna manera, pegoteadas de sangre".
Luego se refirió concretamente a mí. Habló de lo que él definió como "la capacidad de mentira, de invención y de fabulación del periodista alquilado desde Buenos Aires (o sea, yo), a través de los mecanismos que les he mencionado, para escribir un libro contra mí".
Para sostener sus afiebradas injurias, leyó unos pasajes inconexos y descontextualizados de Milicos y tupas, buscando ridiculizarlos, aprovechándose del lógico desconocimiento del público argentino sobre la historia reciente uruguaya. "Escuchen lo que les voy a leer de este libro de Haberkorn, porque también tienen ustedes derecho a reírse, pero sobre todo a tomar la dimensión de fabulación, de capacidad de mentira, de sesgo derechoso y absolutamente perturbado, de uno de los dos periodistas alquilados por el Yabrán de los medios de comunicación de Argentina, a través del Periodista Rata".
Luego agregó: Haberkorn "es el hombre que se alquiló desde Buenos Aires".
Estos delirios difamatorios continuaron en los días siguientes a través de las ondas de radio Continental de Buenos Aires. Víctor Hugo Morales nunca aportó una sola prueba que sustentara sus dichos. No lo hizo ni lo hará, porque no existen. No nos alquiló Clarín ni nadie en Argentina y tampoco en Uruguay. Pero al igual que Goebbels, el relator de fútbol apostó a repetir mil veces una mentira para transformarla en verdad. Todavía hoy los periodistas y la gente común nos siguen preguntando si Clarín está detrás del libro.
Tras esta primera andanada, el espiral de descalificaciones se multiplicó en las dos orillas del Plata. Una larguísima lista de personajes notables, más argentinos que uruguayos, grabaron o divulgaron mensajes de solidaridad con Víctor Hugo Morales. Ninguno rebatió una sola línea del libro, pero de un modo u otro todos se prestaron para intentar descalificar un trabajo profesional, serio y documentado. Susana Rinaldi nos tildó de talibanes. Un tal Beto Casella de miserables. La lista de detractores de nuestro libro incluyó a Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini, Federico Luppi, Fito Páez, Adrián Paenza, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Daniel Tognetti, Alejandro Apo, Hugo Arana, Horacio Fontova, Antonio Birabent, Pancho O' Donnell, Leonardo Sbaraglia, Miguel Ángel Solá, Sandra Russo, Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Rodolfo Braceli, etc., etc. Todos ellos firmaron una solicitada denunciando "las calumnias" que se estaban diciendo sobre Víctor Hugo Morales. ¿Cuáles calumnias? ¿Qué parte concreta del libro? ¿Acaso lo habían leído?

Sbaraglia, Federico Luppi, Hugo Arana, Luis Almagro




















En un gesto sin precedentes y cuya calificación dejo al público, el ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, Luis Almagro, grabó un video con la bandera nacional detrás, como si se tratara de una comunicación oficial de la República. En la grabación, que se emitió en la televisión argentina, el canciller calificó al libro como una "reacción del sistema". ¿Lo había leído? ¿Qué parte estaba mal?




La sensación de impunidad de la patota que se arrojó contra Relato Oculto llegó al punto de que el músico Jaime Roos sostuvo en Página 12 que no había leído el libro, que ni siquiera sabía de qué libro estaba hablando, pero que igual era todo "un invento", "un disparate" y una "operación mediática".
Los ataques continuaron, incluso a pesar de que dos de los tres medios más respetables de la izquierda uruguaya -Brecha y La Diaria- elogiaron el trabajo, y el tercero, el semanario Voces, decidió publicar una doble página con sus principales hallazgos.
Así fue hasta que el periodista Jaime Clara entrevistó a dos de las importantes es personalidades uruguayas que habían calificado de "infamia" a Relato Oculto: los senadores del Frente Amplio Rafael Michelini y Mónica Xavier.
Clara, en su programa de los sábados en radio Sarandí, hizo lo que hasta ese momento nadie se había atrevido a hacer: preguntarle a los tan categóricos detractores del libro si lo habían leído. Xavier respondió que no. Michelini dijo que había leído "algunos párrafos". Comenzaba a quedar claro de qué lado estaban las "calumnias".

Las confesiones de Michelini y Xavier motivaron una carta del periodista y escritor Miguel Ángel Campodónico, publicada en el correo de lectores del semanario Búsqueda:
.
Rafael Michelini, Mónica Xavier, Jaime Clara, Miguel Ángel Campodónico

No me consta que en Argentina alguien le haya hecho una pregunta semejante a los firmantes de la famosa solicitada. De hecho, a diferencia de lo que ocurrió en Uruguay, pocos medios de prensa se tomaron la molestia de leer Relato Oculto y reseñarlo para sus lectores. Que yo sepa, solo dos: los diarios La Nación y La Capital de Rosario.
Finalmente, Víctor Hugo Morales presentó una denuncia penal por difamación e injurias contra Luciano Álvarez y contra mí. En las décadas que los dos llevamos en el periodismo y la docencia, ninguno de los dos había nunca sido denunciado penalmente. El "Oráculo de Cardona", envalentonado con el apoyo de sus laderos, todos cercanos a los dos gobiernos del Plata, pretendía enviarnos a la cárcel.
Pese a todo, el mal momento, el inevitable perjuicio para nuestro trabajo, podía tener una recompensa: por fin sabríamos qué parte de nuestro trabajo estaba mal y si en algo nos habíamos equivocado.
La primera sorpresa fue leer la demanda presentada por el relator ante la Justicia uruguaya: había en ella muchas palabras, mucha cháchara, pero no se señalaba ni siquiera una sola equivocación concreta, ni un solo error en el libro. ¡Ni uno! ¿Y las calumnias que habían asegurado que existían los Fito Páez y los Pancho O'Donell dónde estaban? ¿Y los inventos de Jaime Roos? No había nada. Nada de nada.
Llegó el día del juicio y el señor Víctor Hugo Morales, en un gesto que se califica solo, no se presentó a respaldar la causa que él mismo había iniciado. Ni siquiera le avisó a sus propios abogados, que concurrieron al juzgado abochornados. Obviamente, ante el abandono del denunciante, el fiscal y el juez decidieron archivar el caso. En esta cobertura de Telenoche 4 pueden ver las palabras de los abogados de Víctor Hugo Morales durante la audiencia, seguidas por la de nuestro abogado, la del fiscal y por último al juez dando por cerrado.



 

Luego, Víctor Hugo Morales declaró a la prensa que no había venido a Montevideo porque tenía una contractura y estrés. Luego dijo que tenía un cólico. Qué personaje tan poco serio.

La verdad es que no tenía lo que reclamar. Que sabía que el libro no mentía. Que no tenía ni siquiera un solo testigo que pudiera desmentir apenas una línea de todo lo que habíamos publicado con el apoyo de documentos y decenas de testimonios.

La verdad es que Morales había intentado, en forma desesperada, llegar a un acuerdo con nosotros: él retiraba su demanda si nosotros reconocíamos su fe democrática. No aceptamos. No teníamos por qué hacerlo.
Después de tanta campaña de desprestigio, de mentiras, de linchamiento mediático y de descalificaciones ad hominem basadas en falsedades y calumnias, por fin todo quedó bien claro.
Lo que dice Relato Oculto es cierto, es verdadero. Para quienes lo leyeron, el desenlace de la demanda no es sorpresa, ya que cada afirmación (el libro no solo trata de lo que pasó en el batallón Florida) está bien documentada. Para eso estuvimos trabajando un año.
Una cosa es el periodismo serio. Otras cosas son la deshonestidad intelectual y la conveniencia política.
Nosotros somos periodistas. 

A mucha honra.

20.11.12

Víctor Hugo Morales: denunciante renunciante

La Justicia archivó la denuncia penal que Víctor Hugo Morales realizó contra Luciano Álvarez y contra mí por el contenido del libro Relato Oculto.
El juez Gabriel Ohanian tomó tal decisión luego de que el relator no se presentó en el juzgado a respaldar su propia denuncia.
El abogado de Morales, Pablo Donnangelo, no pudo explicar su ausencia y sostuvo que en las 24 horas previas al juicio, el relator dejó de responder sus mensajes y llamadas telefónicas.
El siguiente video emitido por Telenoche 4 permite ver escenas de la audiencia judicial y las declaraciones posteriores de los involucrados... que asistieron a la cita judicial.





Tras el fin del caso, Morales dijo al diario El País que no vino a Montevideo debido a "un alto nivel de contractura y de estrés". Sin embargo, horas más tarde achacó su ausencia a un cólico nefrítico y a sugerencias de "políticos amigos".
Desde el momento en que me enteré de la noticia de la demanda dije dos cosas: a) que confiaba en la Justicia uruguaya y b) que todo lo que dice Relato Oculto es cierto y está documentado.
Ha quedado claro.

23.8.12

Cuando el estadio Centenario silbó a Víctor Hugo Morales

Yo estuve allí esa noche. Era 1985 y recién habíamos recuperado la democracia. Por primera vez desde el golpe de Estado de 1973, Mercedes Sosa volvía a cantar en Uruguay y el estadio Centenario estaba repleto. Yo no era un fanático de la Negra. Lo mío era el rock, no me perdía un recital de Los Estómagos. Pero aquella era una fiesta de la democracia recuperada, otra más, y no se podía faltar. Se llevaban las banderas y los pins que todavía decían "Se va a acabar".
El estadio estaba lleno, gente de todas las edades, amantes de la música y fanáticos del canto popular, estudiantes, militantes, mucha gente del Frente Amplio y también de los partidos tradicionales. Hoy a los jóvenes les cuesta imaginarlo, pero en aquellos años blancos y colorados tenían cada uno su ala de izquierda y una militancia fuerte.
Víctor Hugo Morales, que había organizado el espectáculo, subió al escenario para presentar a Mercedes Sosa. No recuerdo qué dijo o qué quiso decir. Lo que no puedo olvidar fue la prolongada y ruidosa rechifla que recibió de parte de aquel público militante. No fue un abucheo común y corriente. Fue una silbatina unánime y rotunda que bajó desde todas las tribunas al mismo tiempo. Había 50.000 personas esa noche en el Centenario.
En El Intruso Víctor Hugo elogia a la dictadura¿Por qué aquel público rabiosamente democrático, con un alto porcentaje de gente de izquierda, silbó de ese modo al relator que ya entonces había empezado a proclamarse izquierdista?
La respuesta exacta hoy es imposible de dar. Pero lo que es seguro es que todos quienes estaban en el Centenario aquella noche de 1985 recordaban bien la carrera uruguaya de Víctor Hugo, su historia reciente antes de emigrar a Argentina, su modo ejercer el periodismo, su cobertura de Argentina 78, sus dichos en El Intruso, los favores que había recibido de parte de la dictadura militar y la alcahuetería con la que los había agradecido. Los que leyeron Relato Oculto saben con lujo de detalles a qué me refiero.
Hace unos días, una fuente le alcanzó a Luciano Álvarez, coautor del libro, la fotocopia de una entrevista que le realizó a Víctor Hugo Morales en 1987 el semanario uruguayo La Razón, una desaparecida publicación del Movimiento Nacional de Rocha. En ella el periodista Danilo Iglesias le pregunta al relator por las razones de aquella silbatina.
Las respuestas de Morales desnudan al mismo personaje de siempre, el retrato nunca deja de coincidir.
El estadio entero lo abuchea. ¿Habrá hecho algo malo? No, jamás. Víctor Hugo Morales nunca tiene nada que reprocharse a sí mismo. Es el público uruguayo el equivocado, responde. Pero, ¿por qué lo silban de ese modo? Arriesga dos respuestas. Porque lo asocian con Argentina, dice. Pero, cómo, ¿acaso esa multitud no está allí reunida para vivar y celebrar a Mercedes Sosa, que es un símbolo inmenso de la Argentina? Víctor Hugo no se lo pregunta. El relator arriesga también otra explicación. Lo silban por envidia, por culpa de su éxito. ¿Y por qué el éxito de la Negra solo genera admiración? Tampoco se lo pregunta.
¿No lo estarán asociando a la dictadura? -lo interroga el periodista.
Víctor Hugo monta en cólera y arremete con furia ciega, como siempre cuando detecta algo o alguien que osa mancillar su propio inmaculado relato vital. Su respuesta no tiene desperdicio. Él, que como descubre Relato Oculto iba a divertirse a lo grande a un cuartel donde había gente presa, él acusa a toda esa gente que llena el Centenario de haber sido cómplice de la dictadura, de ser "culpable" de su ominosa duración. Hay que leerlo para creerlo.
Vale la pena repasar aquella entrevista publicada el 15 de mayo de 1987:

-¿Como le fue?
-Me fue muy bien, gané mucho dinero. Además creo que hicimos una buena cosa. […] Yo lo hice como una ilusión, pensé: ¿Qué puedo llevar al Uruguay, que cosa grandiosa? Como una forma de decir: les traigo esto como una especie de regalo. Inclusive las entradas fueron muy baratas, mi propósito era que sucediera lo que sucedió: que fueran 50.000 personas. […]
-Contrariamente a tus buenas intenciones, el público uruguayo tuvo un mal recibimiento hacia vos. ¿Qué sentiste?
-Un gran dolor y una gran incertidumbre acerca del porque de ese trato. Confusiones políticas sobre mi persona no las ha habido.
La explicación que me doy es que he sido muy argentinista en mis apreciaciones, muy porteñista, Y sé que en Uruguay cuesta mucho asimilar –por una cuestión de complejo casi provinciano—al vecino grande.
No sé si fue por eso que me recibieron mal. Otra posibilidad es porque me va bien, por un resentimiento raro o porque no les gustan ciertas actitudes mías. Creo que públicamente me muestro todavía más cauteloso de lo que soy, no me llevo el mundo por delante.
Es muy doloroso y es una cosa que me provocó un grave divorcio con el Uruguay. Desde entonces he ido una tarde para visitar a mi abuela, lo más que me he quedado es una noche. No tengo interés porque me miro con la gente y la sensación es de que, vaya a saber si este que está ahí es uno de los que estaba ese día en el estadio, silbándome sin que yo supiera por qué.
Era una manera extraña de volver; parándome en medio del estadio Centenario y presentando a Mercedes Sosa como final de todo el oprobio de la dictadura… No sé me parecía un festejo muy lindo para mí y me lo hicieron mierda.
-¿Te parece que puede tener alguna connotación política esa actitud del público? Tal vez se piense que como vos relataste el Mundialito en el 80, que fue visto como una treta de la dictadura para dfistraer a la población…
-Mirá, un pueblo absolutamente pancista como el uruguayo, un pueblo que sólo peleó contra la dictadura cuando le faltó seriamente el alimento, un pueblo que se permitió vivir todas las humillaciones y que ahora en general permite que tengamos una salida tan poco digna, en ningún momento, ninguno de esos que estaba sentado ahí me puede juzgar.
Yo estuve en lo más alto de la consideración pública en cuanto a notoriedad y trayectoria en el Uruguay, dentro de lo que hacía y jamás en mi programa habló un militar, jamás se me escuchó decir algo que sugiriese complicidad con los militares. Yo no relaté la ceremonia previa al Mundialito porque era una ceremonia hecha por los militares.
Que vos seas un relator fervoroso, que veas ganar a Uruguay y que veas un estadio feliz te contagia y digas que es un triunfo estupendo como lo fue, no creo que dé lugar a acusarme de promilitarista.
El uruguayo ha sido un pueblo pancista, culpable sin ningún tipo de dudas de la permanencia y de la continuidad de los militares en el gobierno. Por supuesto, estoy hablando en general, hay gente que individualmente tiene su dignidad, pero ¿cómo pueblo? Dignidad pueden esgrimir los chilenos que se hacen matar todos los días en la calle, pero no el Uruguay.
Todo lo que hicieron fue golpear cacerolas cuando el régimen se venía abajo. Los militares se llenaron de deudas y dijeron: “Ahora no queremos más el gobierno, vengan ustedes y ocúpenlo por diez o quince años, que cuando arreglen un poco la economía de este desastre ya encontraremos el pretexto para acogotarlos de nuevo y volver”.

El cinismo de Víctor Hugo sigue asombrando. Si los uruguayos fueron "pancistas", según su criterio, ¿qué podemos decir de él? ¿Qué podemos decir de quién aduló por escrito a Aparicio Méndez, de quien buscó el brazo protector de la dictadura en su pelea contra la AUF, de quién iba a divertirse a los cuarteles mientras había gente presa?
La pregunta sigue en pie: ¿por qué aquellas 50.000 personas lo silbaron en aquella fiesta del retorno a la democracia?
Relato Oculto aporta los datos para encontrar la respuesta.

3.8.12

Relato Oculto: las tres preguntas de Brecha

Relato Oculto, Víctor Hugo Morales, semanario BrechaBrecha publicó hoy una reseña de Relato Oculto. Las desmemorias de Víctor Hugo Morales. El semanario dedicó tres páginas de su edición al libro.
Como parte de esa cobertura, Brecha nos envió a Luciano Álvarez y a mí un cuestionario con tres preguntas. Estas son esas interrogantes y estas fueron nuestras respuestas:



1. ¿Cuáles dirían que son las razones de ser de este libro?
Este es un libro hecho en nombre y en defensa de la ética periodística, por amor al buen periodismo y para ayudar al verdadero conocimiento de la historia reciente.
De un tiempo a esta parte VHM se ha autoproclamado patrón de la ética periodística, modelo del buen periodismo y descarga sus iras contra todo aquel que opina o actúa del modo que “él” decide que no es correcto. En particular ha propuesto su desempeño en Uruguay durante la dictadura como medida del decoro periodístico.  En su libro autobiográfico Víctor Hugo por Víctor Hugo Morales, de 2009, se retrata a sí mismo como un periodista que clavaba aguijonazos, pocos pero memorables, contra el régimen, y que buscaba desafiar la censura imperante cada vez que podía.
Nosotros habíamos leído la primera autobiografía de VHM titulada El Intruso, de 1979  y en el caso de Luciano lo había vivido directamente ya que era periodista en radio Sarandí.  Los dos teníamos bien presente sus agradecimientos a la dictadura, las menciones elogiosas a sus personajes más altos, su festejo a la Junta Militar argentina durante la Copa del Mundo de 1978.
También recordábamos que cuando los dirigentes del fútbol habían respondido con una sanción comercial  a su ensañamiento con figuras del deporte que nada tenían que ver con el régimen, había sido la dictadura la que corrió en su auxilio. Más tarde vino su burda mentira convertida en sonsonete incansable diciendo que poco menos se había tenido que exiliar cuando la dictadura lo metió preso. En realidad fue preso por una de las tantas peleas a piñazos en las que se vio envuelto y se “exilió” en la Argentina de Jorge Rafael Videla, extraño exilio si los hubo.
Como periodistas que quieren a su profesión, sentimos que era necesario revisar y recordar todo lo que escribió Víctor Hugo Morales en aquellos años; todo en contradicción con la actual versión de su propia carrera. Por eso comenzamos a cotejar sus dichos de hoy con sus propios escritos y hechos de aquellos años. El resultado fue más impresionante de lo que pensábamos porque además  descubrimos otras relaciones con el régimen de las cuales no teníamos idea cuando comenzamos.

2. ¿Cómo evaluaron al momento de decidir su publicación la evidente incidencia que un libro de esta naturaleza tendría en el contexto polarizado del periodismo argentino tras la ley de medios, y la administración de los Kirchner en general?
El puntapié inicial de este libro fue la publicación del libro Víctor Hugo por Víctor Hugo Morales. Tras su lectura, uno de nosotros –Leonardo -- escribió el 13 de abril de 2010 un artículo en su blog titulado: “Víctor Hugo, la historia olvidada”.   Luego de publicar el artículo, el otro –Luciano-- propuso escribir juntos un libro sobre VHM. Somos amigos desde hace muchos años, nos conocemos bien, incluso hemos hecho trabajos juntos. Así nació este proyecto. En aquel momento, VHM era crítico al gobierno de los Kirchner: su historia argentina nada tuvo que ver con el proyecto. En el libro no hay ni siquiera una mención a las múltiples polémicas que VHM ha tenido y tiene hoy en el país vecino. El libro lo hubiéramos escrito de cualquier manera. Resulta que al tomarlo una editorial internacional surgió, un poco sorpresivamente, el interés en Buenos Aires, que aumentó cuando leyeron el borrador.

3. El libro supone la revisión de la conducta ética de un periodista en el contexto de la dictadura. ¿Sería para ustedes deseable que el libro inspirara más trabajos sobre esta misma conducta entre civiles, periodistas o no periodistas, durante la dictadura uruguaya?
Sí, sería muy deseable. Los abismos en los que cayó el Uruguay en los años de violencia política y dictadura militar no tienen como únicos protagonistas a  militares y tupamaros.  Hay otros actores que también tuvieron su cuota parte de responsabilidad. Los medios de comunicación fueron, sin duda, uno de ellos.
Por supuesto que hubo responsabilidades de distintas magnitudes. Pero exigir que solo “milicos y tupas” den cuenta de sus actos es una trampa muy cómoda para algunos.
En cuanto a la prensa, en este libro aparecen casos dignos de estudio: el escandalete fuera de toda proporción montado cuando a VHM se le prohibió relatar en el estadio, y las menciones realizadas entonces a la libertad de trabajo y de expresión, que aparecieron en algunos medios citados en el libro, hoy parecen chistes de humor negro. Pero fueron la triste realidad de aquel Uruguay.
En este sentido hay otro punto significativo, mientras VHM era protegido por el régimen hubo decenas de periodistas que día a día se las veían en figurillas para informar, para soplar un aliento de esperanza en la gente, mediante la lectura “entrelíneas”. Ninguno de ellos salió posteriormente a sacarse lustre contando cada “entrelínea” que fabricó, cada agravio que sufrió, cada plantón o aun la pérdida de su fuente de trabajo. En cambio VHM aprovecha todas las ambigüedades del lenguaje para fabricarse el héroe que estuvo lejos de ser. Nos pareció que esa desmesura debía de ser estudiada, aunque más no fuera como un homenaje a tantos y tantos que enfrentaron la dictadura y no fueron a pedir la escarapela, porque en última instancia sabían que habían cumplido con su deber.

La crítica que el periodista de Brecha Aníbal Corti escribió sobre Relato Oculto puede leerse aquí:
El libro puede encargarse por mail desde esta página.

30.7.12

Algunos pasajes de Relato Oculto: las desmemorias de Víctor Hugo Morales

Salidas nocturnas


El relator también visitaba el cuartel cuando se organizaban reuniones sociales y veladas de gala para escuchar a algún cantante. A veces llegaban al batallón Florida cantantes de fama de Argentina. Ahí cantó Roberto Goyeneche, dijo Grosso. Y Enrique Dumas era una visita recurrente. Existen fotos y grabaciones que lo atestiguan. De esas veladas participaba Crespo, el dueño de la cantina Mario y Alberto, que hacía la comida, y también amistades civiles de los militares.
“El petiso Crespo hacía unos capeletis a la Caruso que ni te cuento”, relató el excomandante Rosales. “Y Dumas venía muy seguido, con su pianista. Nosotros lo íbamos a buscar al aeropuerto. Después –agregó– se hacía una cadena de llamados por teléfono para que todos los amigos vinieran. Después de la actuación en el cuartel todos salíamos para la tanguería La Cumparsita. Víctor Hugo venía siempre con nosotros”.
Para los oficiales más jóvenes, como Rosales, Pla y Beneditto, aquellas salidas nocturnas a la tanguería eran un clavo. “Nos acostábamos tardísimo, y al otro día teníamos que madrugar como siempre. Apenas dormíamos un par de horas. ¡Y el tango no era nuestra música preferida!”
Pero nadie podía fallar. “Aquello era una barra de amigos, y si se salía de noche había que estar".

Despedida del mayor Grosso


“Luego Ximena volvió a tomar el micrófono y anunció: “Llegó el momento de tener que presentarles a alguien muy conocido, un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida, y muy especialmente del mayor Juan Carlos Grosso. Es Víctor Hugo Morales, que nos va a dirigir unas palabras”.
Ximena y el conspicuo amigo del batallón intercambiaron saludos:
–Mucho guuusto.
–Muchas graacias.
Luego el relator tomó el micrófono. Hay una foto que lo muestra de pie, en pleno discurso; detrás de él, en la pared que hace de fondo de la imagen, aparecen dos cuadros de temática militar.
La voz de Víctor Hugo suena inconfundible en los viejos casetes que el coronel retirado Grosso tuvo en un cajón durante más de 30 años. El periodista que le juró a Ramón Mérica, por lo que más quería en el mundo, que nunca había tenido agendado el teléfono de un militar, comenzó su discurso con el verso inmortalizado por el cantautor Alberto Cortez:

“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío. Mayor Grosso: no lo podrá llenar la presencia de otro amigo. Me gustaría poder dedicarle, como los artistas, canciones o poemas [...][1] que no sabe hacer cosas artísticas. Igualmente quiero dirigir unas palabras para quien, en muchas oportunidades, yo sé que es algo que le tiene que haber pasado a muchos de los presentes, cuando he tenido algún problema o alguna dificultad –humana, profesional, familiar– ha estado a través del teléfono o de su propia presencia personal para decirme qué necesitás, qué te hace falta, en qué te puedo ayudar. Esa es simplemente una de las tantas facetas del mayor Grosso.
Me imagino que el comandante Sequeira y todos los amigos del batallón Florida dejarán muy listo su escritorio, dejarán muy pronta la canchita de básquetbol donde tantas veces, tantas mañanas, nos entreveramos en picados inolvidables, que ahora se nos van a hacer todavía más gratas en el recuerdo porque no estará presente quien no solamente desparramaba una calidad humana excepcional, sino también algunas buenas condiciones futbolísticas. Yo, que no estoy acostumbrado al halago, puedo decirlo. ¡Mayor Grosso! El deseo de todos los que estamos aquí, el deseo de los que no han podido venir, es que en la India, allá muy lejos, sepa que nos quedamos todos esperándolo, con los brazos abiertos, para preguntarle cómo le fue, convencidos de que le va a ir muy bien, convencidos de que va a hacer una muy linda experiencia para después repartirla entre todos nosotros y para beneficio del país. Le entrego un gran abrazo, todo el cariño de todos nosotros, le digo que le vaya muy bien, y que la vuelta será todavía más linda, porque en este año, todo lo que lo vamos a recordar nos permitirá ir acumulando ese cariño que se ha sabido ganar hasta este día. ¡Suerte mayor Grosso!”
[1] La grabación tiene aquí un pequeño salto.

Comandante en jefe Jorge Rosales

(El hoy general retirado Jorge ) Rosales fue enviado en 1978 a hacer un curso a Brasil y desde entonces nunca más habló con Víctor Hugo Morales.
“Nunca más tuve ningún contacto con él. Todos estos recuerdos duelen muchísimo, porque uno se entregó a una relación de verdadera amistad, que ahora parece que de su parte no era tal. Lo que me rebela es que haya hecho un uso tan torcido. Cuando uno recuerda toda aquella época y la compara con lo que Víctor Hugo dice hoy, uno siente dentro que algo se rebela. Él nos usó”.
Rosales cuenta que Víctor Hugo nunca lo volvió a contactar, tampoco cuando asumió como comandante. "Si me hubiera llamado, no sé si lo hubiera atendido. Pero si lo hubiera hecho, si volviera a hablar con él alguna vez más, sería solo para preguntarle por qué hizo todo lo que hizo".

Mundial 78, Mundial 1978, Víctor Hugo Morales
. Mundocolor, 26 de junio de 1978.

Mundial '78


En concordancia con tales antecedentes, Víctor Hugo celebró con fervor a los organizadores militares de la Copa del Mundo de Argentina, por haber dejado de lado a la tradicional dirigencia deportiva del país.
 “Nuestros vecinos hicieron nada menos que un mundial y en el futuro servirá como modelo de organización el esquema, la infraestructura y hasta el espíritu de los argentinos. Como broche de oro a tan destacado proceso, bien respaldados desde arriba, sus jugadores y Menotti pudieron trabajar como quisieron para ganar finalmente el campeonato. Nombres desconocidos hasta ahora como los de (el general Antonio) Merlo y (el vicealmirante Carlos Alberto) Lacoste, sustituyeron a los eternos mandamases de siempre[1]”.
[1] Mundocolor, 4 de julio de 1978.

 
 
 
 

La AUF lo suspende, la dictadura lo rehabilita


Esa misma jornada, El Día publicó unas breves declaraciones del comandante en jefe de la Armada, el inefable vicealmirante Hugo Márquez [1], explicando por qué se había obligado a la AUF a dar marcha atrás en su sanción a Paullier y Víctor Hugo Morales.
Márquez señaló que en nuestro país ese tipo de resoluciones o prohibiciones corresponden a las autoridades nacionales [2].
En otras palabras: somos nosotros los que podemos prohibirle a alguien trabajar, pero nadie más puede.
No hacía falta que lo dijera: todo el país lo sabía.
El País también reprodujo declaraciones del vicealmirante Márquez:  “Siempre se acusa a los militares [de] querer limitar la libertad de expresión pero fueron los civiles los que limitaron a estos periodistas. Ahora es el gobierno cívico-militar el que les permite hacer uso de ese derecho consagrado en la Constitución”[3].
Víctor Hugo Morales, mientras tanto, comentó la decisión de Aparicio Méndez y los comandantes de las Fuerzas Armadas en un artículo que publicó el 20 de julio en Mundocolor.
Ante la decisión del gobierno dictatorial, Víctor Hugo –según escribió– sintió vergüenza. Pero no por haber obtenido el amparo de un gobierno que violaba todos los derechos que él mismo invocaba para relatar.
“Sentí una cierta vergüenza por haber distraído [a] nuestros gobernantes en un tema infinitamente menor al que les ocupa día a día”, escribió sin pudor.
 Y agregó:

“El gobierno nacional no me ha condecorado, ni respaldado. Debió actuar muy por encima de eso [...] Sería veleidoso suponer que conocen mis crónicas. Por eso las felicitaciones están de más, son casi absurdas. Yo no fui respaldado en mi prédica. Apenas (pero eso sí, grandemente) fui defendido en los mismos derechos que usted goza…[4]”.
¡Los mismos derechos que usted goza!

[1]Entre otros aspectos menos pintorescos de su trayectoria, la leyenda popular le atribuye al vicealmirante Márquez el haber dicho cierta vez que Uruguay se hallaba al borde del precipicio, pero gracias a la intervención militar había dado un paso adelante. También, que el gobierno castrense le había dado al país un giro de 360 grados.
[2] El Día, 20 de julio de 1978.
[3] El Día, 20 de julio de 1978.
[4] Mundocolor. Reproducido en El Intruso, pp 278-282.

Lea la contratapa del libro escrita por Jorge Lanata.
Comentarios de la crítica y entrevistas a los autores.

28.7.12

Lanata escribe sobre Relato Oculto

Conocí a Jorge Lanata cuando Canal 12 suspendió el programa que había venido a hacer a Uruguay. Luego de que le levantaran el ciclo, le hice una entrevista. Meses después lo invité a dar una conferencia en la Universidad ORT: fue una charla brillante de la cual solo trascendió en la prensa que Lanata había fumado en un lugar cerrado violando las leyes vigentes. Luego realicé desde Montevideo algunos reportajes y crónicas para C, la revista dominical del diario Crítica que Lanata dirigía. No se pude decir que seamos amigos, pero una cosa y la otra fueron tejiendo cierta relación. Aprovechándome de ella fue que le pregunté si aceptaba redactar el texto de contratapa de Relato Oculto. Las desmemorias de Víctor Hugo Morales. Aceptó, y esto es lo que escribió:

Relato Oculto, la verdadera historia del formidable relator
Tapa del libro Relato Oculto
"Y un día cambió. Dijo que fue después de una conversación telefónica con Néstor Kirchner, entonces presidente, quien lo llamó para explicarle por qué había comprado dos millones de dólares después de una
operación inmobiliaria. El Gobierno, entonces para usar un término de la militancia política, lo empezó a 'atender': se encontró con algunos ministros, habló con otros funcionarios y se produjo la magia.
Si ser kirchnerista se convirtió en un adjetivo, tan kirchnerista se hizo Víctor Hugo Morales que, en un discurso a la Nación, Cristina sugirió que iba a tomar su propuesta y pesificar sus ahorros en dólares, en medio de una corrida cambiaria. Los motivos de la conversión son un enigma: hay quienes creen que su odio a Clarín es tan grande que transformó en amor al odio de su adversario.
Frente a la mención de la palabra Clarín, Víctor Hugo reacciona como un niño adoptivo al que le mintieron toda la vida. La hipótesis sería verosímil si el propio Víctor Hugo no hubiera, hace algunos años, tratado de negociar con radio Mitre, con quien no llegó a un acuerdo económico.
Pero, y entonces, ¿quién es Víctor Hugo Morales, vecino de Buenos Aires y de Nueva York, melómano aficionado -acomplejado, creen algunos-, uruguayo de nacimiento y kirchnerista por adopción? ¿Es cierto que no tiene en su agenda 'ni el teléfono de un militar' el relator estrella de la televisión uruguaya durante la dictadura? Solo periodistas uruguayos podían correr ese velo. Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez lo hacen.
Siempre me pregunté por qué Víctor Hugo reaccionaba tan violentamente cuando Pablo Sirvén lo calificaba de 'converso'. En este libro encontré la respuesta".

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