Nadie tiene el monopolio del doble discurso. Pero los españoles están bien arriba en el ranking.
Hace poco lo vimos con claridad: mientras el juez Baltasar Garzón investigó las violaciones a los derechos humanos en las dictaduras sudamericanas, fue un héroe mundial, el símbolo viviente de lo avanzada y progresista que es la España de hoy. Eso sí, apenas se puso a investigar las violaciones a los derechos humanos en la dictadura española, lo degradaron, lo echaron y de un modo humillante lo pusieron de patitas en la calle.
Así de avanzada y progresista es la España de hoy.
No es el único caso de flagrante doble discurso. Los dos grandes diarios españoles,
El País y
El Mundo, siempre llaman a la ETA “banda terrorista”. La “banda terrorista” hizo esto. La “banda terrorista” hizo aquello. Eso sí, jamás emplean esa terminología para denominar a ningún otro grupo terrorista del mundo. No la usan para las FARC, no la usan para Hamas. Al parecer la sangre española tiene un valor comercial más alto.
Solo en base a un notorio doble discurso es posible tratar a “la banda terrorista” ETA y al “grupo integrista” Hamas como si fueran dos cosas de categorías muy distintas. En cuanto a los objetivos de cada grupo, las similitudes son evidentes. Si Hamas lucha por la independencia palestina, ETA lucha por la independencia vasca. En cuanto a los métodos de lucha, las similitudes son mayores todavía: no hay duda de que ETA practica el terrorismo. Su atentado más sangriento ocurrió cuando voló un supermercado en Barcelona en 1987 y mató a 21 personas inocentes. Hamas, mientras tanto, ha puesto bombas en ómnibus y bares. Su atentado más sangriento ocurrió cuando voló una discoteca en Tel Aviv en 2002 y mató a 21 personas inocentes. ¿Por qué uno es terrorista y el otro no? Hay que leer la prensa española para averiguarlo.
En Uruguay conocemos bien otro caso de doble discurso español. Durante décadas España se aprovechó del tratado firmado con Uruguay en 1870 para que todo aquel español que lo necesitara pudiera venir a trabajar aquí, y vinieron cientos de miles. Pero cuando las condiciones económicas se invirtieron –y el trabajo comenzó a abundar allá y a faltar acá- España desconoció olímpicamente los compromisos asumidos y hoy deja entrar solo al uruguayo que ella quiere, aunque el tratado que firmó y usó durante más de un siglo dice lo contrario. Si la actual crisis que ha llevado a que España tenga más de 20% de desocupados se prolonga, ya veremos como el Aznar o Zapatero de turno viene a recordarnos la vigencia del viejo tratado de 1870.
La prensa y la opinión pública en España, mientras tanto, exigen que Israel termine de una vez de desocupar los territorios palestinos, y yo estoy de acuerdo.
Lo curioso es que, al mismo tiempo que esto se reclama, España mantiene bajo su poder los enclaves de Ceuta y Melilla, dos territorios en el norte de África que ocupó siglos atrás y hoy considera que le pertenecen.
Aunque nadie organiza convoyes de ayuda humanitaria, Marruecos nunca ha dejado de reivindicar esos territorios como propios. España se niega, con el argumento de que ocupó ambas posiciones mucho antes del nacimiento del actual Marruecos independiente (con el mismo argumento mañana vuelven a ocupar Montevideo, Buenos Aires, Lima y así hasta México). El primer ministro marroquí, Abbas el Fassi, ha dicho recientemente que la situación de Ceuta y Melilla es igual a la de Palestina. “Marruecos pide a España negociar el fin de la ‘ocupación’ de Ceuta y Melilla”, tituló
El País de Madrid. Es decir, Palestina está ocupada, a secas. En cambio Ceuta y Melilla están “ocupadas”, con comillas. Sutilezas del doble discurso.
¿Qué pasaría si un día Marruecos comenzara a disparar cohetes sobre España?
Ojalá eso nunca suceda. Pero si ocurre, me gustaría leer qué escriben
El Mundo y
El País.
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