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19.6.24

Cuando reencontré a Juan Ángel Miraglia (1922-2024)

Lo había escuchado mucho de niño y adolescente en Hora 25, en radio Oriental. Lo distinguía por sus juicios categóricos y tajantes. La mayor parte de las veces, estaba de acuerdo con él. Con toda seguridad, su tarea periodística era mucho más rica de lo que yo entonces estaba capacitado para comprender. A mí lo que me impactaba de Juan Ángel Miraglia, el más veterano de aquel equipo radial, era su implacable crítica y su vocación de llamar las cosas por su nombre, doliera a quien pudiera dolerle.

Muchos, pero muchos, años después, yo era el editor del suplemento Qué Pasa. Un día de 2004 recibí una carta depositada en el correo en Maldonado.

Juan Ángel Miraglia
Estaba firmada por un tal Juan Ángel Miraglia. No podía ser él, pensé. Hacía años que le había perdido la pista y que no tenía noticias suyas. Calculé que si estaba vivo tendría que haber pasado ya los 80 años. Era muy improbable que fuera él quien me escribía.

Pero había en la carta algo que agitaba al Miraglia de mi memoria. Me felicitaba por algo que yo había escrito y protestaba contra el estado actual del periodismo.

"... si nos atenemos a la chatura, la incapacidad, la insulsez o la falta de valentía de los actuales 'comunicadores' radiales, escritos o televisivos, que en la mayoría de los casos son lamentables", escribía.

Ese parecía ser el Miraglia de mis recuerdos.

Decidí llamar al número de teléfono (fijo) que colocaba debajo de su firma. Y en efecto. ¡Aquel corresponsal era un jubilado Juan Ángel Miraglia, que seguía indignándose por las cosas mal hechas y que mantenía su pluma tan afilada como 40 o 30 años atrás.

Conversamos y le dije que para mí sería un honor publicarlo en Qué Pasa. Me dijo que estaba jubilado, pero no me costó convencerlo. Seguía las noticias con atención y todavía levantaba temperatura con las indignidades de todos los días. Pasó un tiempo y comencé a recibir, cada tanto, un sobre desde Maldonado con una columna del viejo periodista: siempre duras, siempre certeras, siempre afiladas, siempre dando en el blanco.

Juan Ángel  Miraglia falleció el 18 de junio en Maldonado, a los 101 años de edad.

Para mí fue un honor haber publicado sus notas en el Qué Pasa. Nunca fueron sobre fútbol o deporte, sino sobre la realidad nacional. Copio aquí una de ellas, publicada el sábado 23 de octubre de 2004.

El derroche de siempre

Juan Ángel Miraglia

En el asunto que abordaré no temo las réplicas ni la descalificación a que pueda exponerme frente a un decadente periodismo al que asistimos todos los días a través de ese "eufemismo" que se ampara y que se define de un tiempo a esta parte, en la simple y condensada expresión de "medios de comunicación". En los que sobreabundan los que parece han asistido a la "sorbona" de la frivolidad, de la inconsistencia, de la ignorancia y hasta de la cobardía.

No se sabe a veces muy bien si porque no se tiene "eso que hay que tener" para llamarle a las cosas por su nombre o por desconocimiento grave de la obligación que impone el encarar una función llamada periodismo, que muy pocos saben ejercer.

Dentro de esos diplomados en la escuela de la frivolidad, están los que cortan "grueso", los que tienen como aliada permanente a la chabacanería o los que la van de audaces tomando siempre por el camino de la complacencia. También están los que se han especializado en "levantar centros" para que los entrevistados de turno salgan del paso en la forma más cómoda posible. O como no ven más allá de sus narices, no se les ocurre otra cosa que plantear sandeces a las gentes, resultando así exquisitos ejemplares del famoso "no te metás" que tiene abundantes cultores
.

Están también los que la van de "intelectuales del quehacer y del pensamiento" que —so pretexto de una objetividad inquebrantable— se dedican a hacer reportajes o entrevistas a supuestos técnicos o entendidos en materia de política (nacional o internacional), de economía, de filosofía, de literatura o de arte o ciencia si viene al caso.

En los diarios, televisión y en particular en la radio, asistimos con excesiva frecuencia a los rebuznos (con perdón de los asnos), de quienes son considerados y se consideran a sí mismos, conductores de la opinión y de los intereses públicos.

No faltarán los que se preguntarán con qué derecho el firmante formula tantas severas críticas al periodismo de la actualidad. Simplemente por el derecho que me dan más de 40 años del ejercicio, responsable y serio, de un periodismo que la jubilación no ha podido impedirme que lo siga viviendo todos los días.

Todo este largo "introito" o prefacio, está originado en la gran interrogante que se me ha planteado en las últimas semanas a propósito de la fabricación o elaboración de nafta en el Uruguay.

Hasta hace muy poco teníamos entendido que eso estaba sólo a cargo de Ancap. Pero de acuerdo a las "grandes pautas" publicitarias mediante las cuales el cuestionado y problemático organismo (antes con plomo y ahora sin plomo), publicita las grandes ventajas de sus productos nafteros, concluimos que en nuestro país debe haber surgido una nueva empresa competidora. Porque, que se sepa, nadie gasta una fortuna en publicitar sus productos si no tiene competencia.

Es entonces que nos preguntamos: ¿qué otra productora de nafta existe en el Uruguay? ¿Dónde está ubicada? ¿Quién la autorizó a funcionar? ¿Cuál es su nombre o su marca? ¿Es que hay otra productora de nafta que explique y justifique la campaña publicitaria de Ancap? ¿A ningún periodista se le ocurrió preguntar por qué yo, él o el pueblo tenemos que pagar esa publicidad?

Hasta ayer mismo creíamos que Ancap tenía el monopolio de la elaboración de nafta. Seguramente estábamos equivocados. Porque el periodismo de la tontería, de la frivolidad y de la ignorancia de las cosas que importan, no supo enterarnos de esa equivocación.


Por último y por las dudas: no nos duelen prendas políticas de ninguna índole en el enfoque del tema. Nos duelen los dineros del pueblo que se dilapidan sin ninguna razón.

24.10.17

Petróleo en Uruguay

Que se encontró petróleo en Uruguay es algo que se ha anunciado decenas de veces.
En 1990 quien insistía en que había oro negro en su departamento era el diputado del Partido Nacional por Lavalleja, Gonzalo Piana Effinger.
Piana era un firme convencido de que había petróleo debajo de Poblado Colón, una localidad minuana por entonces de unos 500 habitantes perdida entre Pirarajá y Mariscala.
En enero en 1960, de una modesta perforación que en busca de agua que se realizaba en una vivienda de Poblado Colón, había manado un denso líquido oscuro que se prendía fuego: petróleo.
Sin embargo, 30 años después Ancap aseguraba que allí no había nada, aunque Piana lo discutía y en el pueblo todos seguían convencidos de vivir sobre un gran pozo petrolero.
En aquel entonces yo trabajaba en la revista Punto y Aparte y fui enviado a aquel paraje para escribir una crónica respecto al lugar donde se suponía que yacía (¿yace?) el inexplotado hidrocarburo oriental.
No había hotel en el pueblo y me dejaron dormir en la escuela pública.
La nota se publicó en la edición de setiembre de 1990 con el título de "El suelo puede esperar" y hoy está incluida en el libro Historias uruguayas.
Entonces no existía Google ni internet y no era tan sencillo documentarse sobre un tema cualquiera. Había que recorrer bibliotecas, archivos y contactar a personas que antes hubieran estudiado el mismo asunto.
Para escribir aquella nota, además de ir a Poblado Colón y entrevistar al entusiasta Piana, visité a Raúl Irureta Goyena, quien vivía en Malvín y presidía lo que hoy sería considerado una ONG: la Comisión Nacional del Petróleo.
Irureta Goyena estaba convencido de que muchas veces se había descubierto petróleo en Uruguay, pero la presión de otros países y de grandes empresas multinacionales había hecho que los hallazgos se ocultaran y los datos se tergiversaran. En su casa, que estaba sobre avenida Italia, Irureta tenía decenas y decenas de recortes de prensa que hablaban de hallazgos petrolíferos, hoy olvidados.
Las ilustraciones que reproduzco debajo son fotocopias del que era su archivo. El recorte que habla de la escuela de Pajas Blancas no tiene fecha. Las dos páginas extraídas del folleto de una compañía petrolera uruguaya son de 1959.

Petróleo Uruguay

Petróleo en Uruguay

Petróleo en Uruguay

El suelo puede esperar, Petróleo en Uruguay


6.9.17

Más allá de Sendic

Sendic tiene tres grandes frentes abiertos: su inexistente título de licenciado en genética, sus decisiones como presidente de Ancap y el uso que hizo de las tarjetas corporativas de esa empresa estatal.

El título

Raúl Sendic, Ancap, licenciado
Foto: prensa Senado
A esta altura está claro que Sendic no es licenciado y que mintió durante años cuando se presentó de esa manera, e incluso cuando hizo alarde de su condición de licenciado en genética humana en el Parlamento.
Fue el propio Sendic quien le dijo a la periodista Patricia Madrid, en El Observador, que nunca había cumplido una verdadera licenciatura.
Luego, en lugar de mantenerse en eso, de disculparse y decir que él había dicho la verdad la primera vez que alguien le había preguntado concretamente por el punto, fue y vino, dijo que sí era licenciado, que mostraría el título, habló de reválidas, de cursillos dados y cursos futuros, que sí, que no, todo un fárrago de explicaciones contradictoras que solo empeoraron su situación.
El título nunca apareció. Se demostró que la carrera en la que durante años dijo haberse licenciado ni siquiera existe en Cuba.
Que un político -un vicepresidente y presidente del Parlamento- mienta en algo tan concreto, personal y tangible no es un tema menor. La mentira lo tiñe todo. Siembra el descrédito, la desconfianza. Es imposible construir sobre ella.
La mentira de Sendic arrastró hacia ese fango a todos los que salieron en su defensa.
A la senadora Lucía Topolansky, que dijo que había visto el inexistente título. A la fiscalía y la justicia que, con una sorprendente interpretación del código penal, determinaron que Sendic no había incurrido en el delito de usurpación de título porque la carrera de licenciado en genética humana no existe en Uruguay. Y al Frente Amplio todo, porque su plenario -en lugar de hacer lo que correspondía- se mintió a sí mismo, desconoció los datos de la realidad y afirmó que todo era un complot golpista de la prensa y la oposición.
Con ese elevadísimo costo para su partido y para las instituciones, Sendic logró sortear la crisis de su falsa licenciatura ante su partido y ante la ley.
Pero no ante la opinión pública, donde todo el mundo tiene muy clara la verdad.

Tarjetas corporativas

Los otros dos frentes de Sendic están vinculados entre sí y tienen que ver con su gestión en Ancap, pero son radicalmente distintos en su alcance e importancia.
De lo que estamos hablando hoy es del uso que hizo Sendic de la tarjeta corporativa de la petrolera, con las que hizo compras insólitas para un presidente de una empresa pública y que el propio Sendic no pudo explicar ante el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio, que analizó este caso.
De lo que se habla menos es de algo más importante: el manejo de dinero en las compras e inversiones de Ancap mientras Sendic fue su presidente, que terminaron generando un agujero de casi 900 millones de dólares.
Eso no ha sido analizado por el Frente Amplio. Está en manos de la justicia penal porque lo denunciaron los partidos de la oposición.
Ambas cosas tienen relación con Ancap y con Sendic, pero no son iguales.
Cuando Sendic decidió adquirir un short en La Paloma con dinero de Ancap es de suponer que no consultó con nadie más, que por algún motivo poderoso decidió que estaba en su derecho a usar ese dinero público para ese curioso fin.
Lo mismo cuando pasó la tarjeta de Ancap por la caja en Devoto, en Divino y en tiendas de ropa y aparatos electrónicos en distintos lugares del mundo.
No es un asunto menor. Porque los funcionarios públicos -incluso los más elevados- no deben olvidar que el dinero que manejan es el de todos, que deben rendir cuentas de lo que hacen, que el Estado no es su feudo.
Es importante también porque con las carencias que padece el Estado uruguayo en áreas básicas, como salud, seguridad, justicia y enseñanza, indigna que el dinero se gaste en shorts de baño.
Pero estos fueron actos individuales. Hechos protagonizados por un individuo que decía ser licenciado de una carrera inexistente. Anécdotas.

Ancap

Lo que pasó en la gestión de Ancap, en cambio, no es una anécdota. No es anecdótico que el Estado haya tenido que poner 872 millones de dólares para que la compañía no quebrara, tal era su déficit.
No es anecdótico que todos los uruguayos estamos pagando hoy, cada día, de modo directo o indirecto, uno de los combustibles más caros del mundo para tapar este agujero. Y que esa contribución al salvataje de Ancap nos chupe parte de nuestros sueldos.
Semejante déficit no se generó por decisiones aisladas, curiosas, individuales de Raúl Sendic. Primero, porque en Ancap existía un directorio, también integrado por la oposición.
Segundo, porque la magnitud de los negocios e inversiones emprendidos por la mayor empresa pública del Uruguay durante la presidencia de Sendic, no podía ser desconocida para el presidente José Mujica ni para el vicepresidente Danilo Astori ni para el equipo económico y otras autoridades.
Cuando el dinero de todos los uruguayos se usó para comprar un short en La Paloma, todos pueden decir que no sabían.
Pero no pueden decir lo mismo de la millonaria campaña publicitaria en televisión de Ancap, pagada con dinero público y cuyo eslogan luego fue usado por el propio sector de Sendic.
No pueden decir lo mismo de la millonaria fiesta que realizó Ancap con nuestro dinero en honor de la entonces presidente argentina Cristina Fernández.
Y los ejemplos podrían seguir con los negocios de la cal, los contratos con la Armada, ALUR, etc, etc.
El plenario del Frente Amplio analizará el sábado el "caso chico" de Ancap (el short de La Paloma y las otras compras) pero estará sobrevolando el "caso grande" (872 millones de dólares).
El propio dirigente y exsenador del MPP Ernesto Agazzi dijo a Montevideo portal respecto a cómo analiza el expresidente Mujica la actual situación: "Mujica era el superior jerárquico de Sendic, cuando él era presidente de la República y Sendic el director de Ancap. Creo que el enfoque de Mujica es ese y él tiende a mirarlo desde ahí".
Hablando de otro desastre de gestión pública, Mujica había dicho que se haría responsable de todo lo ocurrido en Pluna.
Pero, a la hora de la verdad y ante la justicia, no fue así y los únicos responsables fueron Fernando Lorenzo y Fernando Calloia, sacrificados por la causa.
¿Pasará lo mismo en Ancap?
Son los cálculos que algunos están haciendo esta semana: en estas horas el "caso grande" de Ancap explica muchas de las posiciones del "caso chico".
¿Quién pagará? ¿Quién se hará responsable? ¿Qué podemos hacer para que el incendio no siga creciendo? ¿Hasta dónde llegará la historia?

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