Lo solía ver haciendo las compras en el supermercado. Flaco, desgarbado, vestido como uno más, de short y zapatillas en verano, desaliñado a veces. Pero no para hacer bulla con eso o para hacerse el pobre o el popular, sino porque era así: sencillo, austero, sin la más mínima pose.
Para quien no lo conocía, los jóvenes o los turistas, nada transmitía que ese hombre era uno de los políticos más respetados del país, uno de los poquísimos políticos apreciados por casi toda la ciudadanía.
A pesar de que intentaba pasar desapercibido, algunas personas lo saludaban. Él siempre respondía con pudor y una sonrisa.
La última vez que lo vi fue hace unas pocas semanas en la Tienda Inglesa de Lagomar. La misma pinta de siempre. Un hombre se acercó, le dio la mano y le dijo "Gracias".
Yo se lo mostré a mi hija:
-¿Ves ese flaco ahí, vestido así nomás? Ese hombre, aunque no parezca, fue diputado, senador y ministro. Fue el ministro de Economía en el peor momento de la peor crisis que pasó el Uruguay. Parece increíble, en este país siempre tan dividido, pero lo aprecian en todos los partidos.
Quería que ella viera en la figura de ese flaco, que todo eso es posible.
20.2.17
Alejandro Atchugarry
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3.2.17
Sbaraglia está en Montevideo
Leonardo Sbaraglia está en Montevideo. Un buen actor. No he tenido la suerte de verlo en el teatro, pero lo he visto en varias películas y siempre me ha gustado su trabajo.
Sin embargo, desde hace unos años, ver a Sbaraglia ya no me remite al buen cine sino a otra cosa.
Cuando en 2012 con Luciano Álvarez publicamos el libro "Relato Oculto" sobre la peripecia de Víctor Hugo Morales antes de emigrar a Argentina, vivimos una experiencia única.
Ya antes de que el libro se publicara nos vimos envueltos en una campaña mediática en nuestra contra, pletórica de insultos y calumnias.
Uno de los capítulos más notables fue una solicitada firmada por una larga lista de personalidades argentinas que se apresuraban a condenar el libro sin siquiera haberlo leído.
En aquella solicitada, Sbaraglia y otros afirmaron que el libro contenía "injurias" que eran parte de una "campaña" de gente que "pretende continuar imponiendo su visión del mundo".
Junto con Sbaraglia, firmaron esa disparatada carta de linchamiento Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini, Fito Paez, Jorge Taiana, Federico Luppi, Adrián Paenza, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Rafael Bielsa, Pacho O’Donnell, Antonio Birabent, Daniel Tognetti, Milagro Sala, Alejandro Apo, Hugo Arana y Horacio Fontova, entre muchos otros.
En Uruguay hubo un grupo más pequeño de personas también importantes que hicieron lo mismo: condenar el libro sin haberlo leído. El escritor Miguel Ángel Campodónico les dedicó una carta.
Hoy cuando veo a Sbaraglia en el cine o haciéndose el simpático en la rambla de Montevideo, ya no pienso en un buen actor.
Pienso en alguien que -por fanatismo o por conveniencia- es capaz de firmar en contra de un libro que no leyó. Pienso en alguien deshonesto intelectualmente. En un patotero, un tramposo.
Sin embargo, desde hace unos años, ver a Sbaraglia ya no me remite al buen cine sino a otra cosa.
Cuando en 2012 con Luciano Álvarez publicamos el libro "Relato Oculto" sobre la peripecia de Víctor Hugo Morales antes de emigrar a Argentina, vivimos una experiencia única.
Ya antes de que el libro se publicara nos vimos envueltos en una campaña mediática en nuestra contra, pletórica de insultos y calumnias.
Uno de los capítulos más notables fue una solicitada firmada por una larga lista de personalidades argentinas que se apresuraban a condenar el libro sin siquiera haberlo leído.
En aquella solicitada, Sbaraglia y otros afirmaron que el libro contenía "injurias" que eran parte de una "campaña" de gente que "pretende continuar imponiendo su visión del mundo".
Junto con Sbaraglia, firmaron esa disparatada carta de linchamiento Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini, Fito Paez, Jorge Taiana, Federico Luppi, Adrián Paenza, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Rafael Bielsa, Pacho O’Donnell, Antonio Birabent, Daniel Tognetti, Milagro Sala, Alejandro Apo, Hugo Arana y Horacio Fontova, entre muchos otros.
En Uruguay hubo un grupo más pequeño de personas también importantes que hicieron lo mismo: condenar el libro sin haberlo leído. El escritor Miguel Ángel Campodónico les dedicó una carta.
Hoy cuando veo a Sbaraglia en el cine o haciéndose el simpático en la rambla de Montevideo, ya no pienso en un buen actor.
Pienso en alguien que -por fanatismo o por conveniencia- es capaz de firmar en contra de un libro que no leyó. Pienso en alguien deshonesto intelectualmente. En un patotero, un tramposo.
Semanario Búsqueda, 23 de agosto de 2012 |
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