Dicen que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa, y esta no fue la excepción. Esta nueva viralización fue más esquemática, torpe y grotesca que las anteriores.
Salvo por un par de excepciones notables, colegas a los que fue un placer atender, en general me tocó padecer al periodismo de hoy en carne propia.
Durante tres días eternos decenas de medios llamaron sin cesar a mi celular desde las seis de la mañana a las diez de la noche. Productores radiales desesperados por poner al aire en vivo al "profesor que renunció por los celulares". Gente que llamaba sin haberse tomado la molestia de leer bien la nota, ni sus comentarios, ni los artículos posteriores que yo había escrito sobre el tema. Brillantes columnistas que rebatían lo que nunca dije. Tipos que deban lecciones desde sus prejuicios, expertos en sacar conclusiones tajantes sobre una realidad sobre la cual no se habían informado. Toda su investigación había sido leer -apurado y mal- el artículo hecho virus.
Un periodista de uno de los dos principales diarios de Argentina -un medio que ya había escrito sobre mi artículo hace diez meses, cuando lo publiqué- me mandó un cuestionario por mail. Una de las preguntas era: "¿Y vos a qué te dedicás?".
El teléfono sonó una vez más.
Atendí.
"Hola, profe, le hablo de la radio xxxx de Paraguay". "No soy profe, soy periodista como vos", le respondí. "Ah, disculpe, me dieron este número", me dijo, consternada.
Me llamaban sin haberse tomado la molestia de entrar un segundo a cualquiera de mis perfiles en cualquiera de las redes sociales, donde siempre la primera palabra es: periodista.
Cuando unos minutos después abrí mi mail, tenía un mensaje de esta misma colega:
-Buen día Profe, te saluda xxxx, Productora General de Radio xxxx del Parguay, deseo comunicarme contigo a fin de lograr una entrevista y poder viralizarla a través de nuestra agencia...
El periodismo se supone que trabaja para aportarle a la gente información que le permita entender mejor el mundo en el que vive.
Hoy parece que ya no. El periodismo trabaja para viralizar y ser viralizado. Estamos pasando de servicio público a enfermedad.
Hay medios que por un click matan a la madre. Y de ahí para adelante, todo. Me vi envuelto en notas escandalosas, acusaciones insostenibles, títulos de enchastre. Colegas capaces de escribir sobre uno sin siquiera detenerse un segundo a pensar si lo que están escribiendo puede sostenerse mínimamente. Sin levantar siquiera el tubo del teléfono para preguntarte si tenés algo que decir al respecto.
Otra vez -como cuando el libro de Víctor Hugo Morales- caí en la grieta argentina. Del otro lado del Plata ya no hay grises. La era K dinamitó los matices. Todo es black or white. Todo es veloz, histérico, tajante, furtivo, excitado. Se lo hacen a Messi, imaginate a un periodista cualunquen. Juicio sumario y pena capital.
Lo peor, con todo, vino desde Miami.
El productor de un programa de la CNN en español me escribió por mensaje de Twitter:
- Soy productor de CNN en Miami. Un programa llamado Camilo entrevistas. ¿Pasas por Miami con frecuencia? Me gustaría invitarte al programa y entrevistarte.
No. No paso por Miami con frecuencia.
Poco después vi que el conductor de ese programa, un periodista llamado Camilo Egaña había escrito un artículo sobre mí en la web de CNN. Como me habían invitado al programa, lo leí. El artículo mezclaba (lo pueden visitar, aunque no lo recomiendo) una serie de sucesos difíciles de asociar: desde el cáncer a mi renuncia pasando por Susan Sontag. No lo entendí. Él tampoco me entendió a mí. Decía, en forma totalmente equivocada, que yo reniego de las redes sociales.
Le escribí entonces a su productor. Le dije que no era así. Le mandé un par de enlaces a artículos que ya tienen varios meses y que están vinculados al artículo original, donde aclaraba ese punto.
El productor acusó recibo. Me dijo que se lo mostraría al tal Camilo.
¿Ustedes creen que se corrigió?
No, por supuesto.
El enrevesado camelo de Camilo sigue allí, en la web de CNN, presentándome como lo que no soy, haciéndome decir lo que nunca dije, dando información errada.
A sabiendas.
A sabiendas.
Luego nos preguntamos por qué cae la confianza en los medios.
Es el periodismo viral. La enfermedad del periodismo.