Texto de la contratapa En Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas, Leonardo Haberkorn presenta una rigurosa investigación periodística sobre los trágicos hechos ocurridos en el mayor de los refugios del MLN-T, la joya de la corona tupamara, el escondite subterráneo construido en la cabaña Spartacus, cerca de Pan de Azúcar. El libro ilumina como nunca antes dos casos funestos que ensombrecen la historia del Caraguatá. Uno de ellos es un episodio central en el periplo del MLN-T: el asesinato del peón rural Pascasio Ramón Báez Mena. El otro es un acontecimiento hoy casi olvidado: la muerte del tupamaro Walter Sanzó a manos de los militares durante el asalto a la tatucera. Dos de los tupamaros implicados directamente en estos eventos, Ismael Bassini y Enrique Osano, quienes hasta ahora habían guardado un silencio absoluto sobre lo que vivieron en la cabaña Spartacus, toman la palabra. Sus versiones contrapuestas se entretejen aquí con las voces de otros implicados —entre los que se cuentan varias fuentes militares— que Haberkorn ordena para elaborar un relato coral, tan lúcido e incisivo como revelador y necesario.
16.12.23
Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas.
24.10.17
Petróleo en Uruguay
En 1990 quien insistía en que había oro negro en su departamento era el diputado del Partido Nacional por Lavalleja, Gonzalo Piana Effinger.
Piana era un firme convencido de que había petróleo debajo de Poblado Colón, una localidad minuana por entonces de unos 500 habitantes perdida entre Pirarajá y Mariscala.
En enero en 1960, de una modesta perforación que en busca de agua que se realizaba en una vivienda de Poblado Colón, había manado un denso líquido oscuro que se prendía fuego: petróleo.
Sin embargo, 30 años después Ancap aseguraba que allí no había nada, aunque Piana lo discutía y en el pueblo todos seguían convencidos de vivir sobre un gran pozo petrolero.
En aquel entonces yo trabajaba en la revista Punto y Aparte y fui enviado a aquel paraje para escribir una crónica respecto al lugar donde se suponía que yacía (¿yace?) el inexplotado hidrocarburo oriental.
No había hotel en el pueblo y me dejaron dormir en la escuela pública.
La nota se publicó en la edición de setiembre de 1990 con el título de "El suelo puede esperar" y hoy está incluida en el libro Historias uruguayas.
Entonces no existía Google ni internet y no era tan sencillo documentarse sobre un tema cualquiera. Había que recorrer bibliotecas, archivos y contactar a personas que antes hubieran estudiado el mismo asunto.
Para escribir aquella nota, además de ir a Poblado Colón y entrevistar al entusiasta Piana, visité a Raúl Irureta Goyena, quien vivía en Malvín y presidía lo que hoy sería considerado una ONG: la Comisión Nacional del Petróleo.
Irureta Goyena estaba convencido de que muchas veces se había descubierto petróleo en Uruguay, pero la presión de otros países y de grandes empresas multinacionales había hecho que los hallazgos se ocultaran y los datos se tergiversaran. En su casa, que estaba sobre avenida Italia, Irureta tenía decenas y decenas de recortes de prensa que hablaban de hallazgos petrolíferos, hoy olvidados.
Las ilustraciones que reproduzco debajo son fotocopias del que era su archivo. El recorte que habla de la escuela de Pajas Blancas no tiene fecha. Las dos páginas extraídas del folleto de una compañía petrolera uruguaya son de 1959.
20.11.16
Gavazzo. Sin Piedad en San José y Maldonado
En San José, la presentación se realizó el 28 de octubre y estuvo a cargo de Salomón Reyes, guionista y director cinematográfico mexicano radicado en Salto.
"Algunos críticos del libro han dicho que parece un guión de cine, y si me preguntan -yo que estoy más metido en lo audiovisual- el personaje de Gavazzo es un personaje complejo que bien podría ser un personaje de cine", dijo Reyes.
En una exposición que también fue una especie de entrevista en público, Reyes agregó:
"Una cosa que me llama la atención es cómo pudiste mantenerte siempre del lado del periodista, y no convertirte en el interrogador, como él lo era, o en el policía que pudiste ser".
Para el autor mexicano, "el silencio y la mentira están impregnadas en toda la novela (de no ficción). Hay una revoltura de tripas cuando uno lo lee. es escalofriante las narraciones que se hacen. No digo que no haya otros libros que lo hagan, pero éste es un libro en el que hay capítulos fuertes, muy muy fuertes. Y que para la gente que tiene más conocimiento de esos días aciagos, debe ser muy triste y doloroso recordarlos. pero para los que no los tenemos, como es mi caso, me impacta muchísimo la forma como lo haces. Es muy limpia, muy clara, y no te guardaste ningún epíteto, ningún adjetivo. Todo está ahí, como se debe contar. Y eso es una virtud".
Ante el público que se acercó a la feria maragata, Reyes agregó: "Hay gente me que dice que lo leyó de un solo tirón, yo casi estuve a punto de hacerlo. Es realmente muy, muy, interesante la forma en que lo vas narrando, te atrapa, y quieres seguir sabiendo qué sigue, qué sigue. Es novelesco en ese sentido".
La presentación en la feria del libro de Maldonado, el 12 de noviembre, estuvo a cargo de Andrés Rapetti, director de educación de la intendencia local.
"Este libro no me aporta certezas, sino felizmente muchas dudas", dijo el presentador. "Es un período tan jorobado, donde pasó tanto, y donde las Fuerzas Armadas salieron tan magulladas -creo que son las más magulladas de esta historia-, el libro tiene algunos apartados muy valiosos. En ellos el autor incluye testimonios de oficiales y de soldados, de todos los rangos, que estando en los cuarteles en los momentos de mayores apremios, más duros de la represión, donde los detenidos eran masacrados, tuvieron gestos humanitarios".
Rapetti concluyó su exposición citando el testimonio de Martín Castellini, hijo de Eduardo Pérez Silveira -una de las víctimas de Gavazzo según él mismo asume en el libro-, cuya historia es una de las que vertebra la obra: "Para terminar voy a citar palabras del hijo del Gordo Marcos, cuando dice en el libro; la vida es una sola y yo no puedo pasarla sintiendo odio. Claro, es muy fácil decirlo cuando uno lo mira a la distancia, pero creo que es un ideal. Recomiendo especialmente este libro porque nos expone a la peor cara de la especie humana".
Ir a críticas de la prensa y lectores,
4.5.16
"Terroristas lucrativos"
¿Cómo se mantiene Creative Commons, bienintencionada ONG progresista, principal impulsora de la ley que quiere autorizar a cualquiera a copiar cualquier obra por cualquier motivo?
No es difícil saberlo. Ellos mismos lo cuentan en su web. Los principales sostenes económicos de Creative Commons son la crema de la crema del capitalismo mundial: la Fundación Arcadia (Jacob Rothschild integra su consejo asesor), la Fundación Ford, la fundación de uno de los creadores de Google (Brin Wojcicki) y la propia Google.
En el debate mediático de la ley que pretende permitir cualquier copia (no solo con fines educativos), el diputado comunista suplente Gerardo Núñez usó la expresión "terrorismo lucrativo".
¿La usó para referirse a la alianza financiada por Rothschild/Ford/Google?
No. La usó para referirse a los que defienden el salario de los autores.
Si el siglo XX fue cambalache, ¿qué palabra podría definir al siglo XXI?
6.8.15
Otra historia épica de los tupamaros
En el primer tercio Marius cuenta la historia del MLN-Tupamaros. Para hacerlo se basa en algunas de las versiones ya conocidas, pero en forma fundamental incorpora el punto de vista de Amodio Pérez. Se puede decir que esa primera parte del libro es la historia del MLN tal como la contaría hoy Amodio.
El segundo tercio del libro lo constituye una larga entrevista de Marius al exguerrillero, acusado de traidor por sus ex compañeros. El autor lo interroga sobre temas de la historia del MLN y le pide su opinión sobre los tupamaros más notorios: Mujica, Fernández Huidobro, Zabalza, Engler, Rosencof, etc.
Por último, el libro se cierra con un apéndice documental donde la pieza principal es la historia del MLN que Amodio escribió en 1972.
El efecto general es algo redundante. En líneas generales, podría decirse que OTRA historia épica del MLN, un movimiento que fracasó porque Sendic, Fernández Huidobro y otros no supieron escuchar sus consejos, lineamientos y advertencias.
No hay en el libro una autocrítica seria sobre los efectos que tuvo para la historia del Uruguay y para la vida de los uruguayos (¡hasta hoy!) la decisión tomada en 1963 de alzarse en armas contra la la democracia uruguaya de los años 60, a pesar de que les aconsejó que no lo hicieran.
Amodio no dice estar arrepentido al respecto.
Un ejemplo de esta falta de reflexión sobre las consecuencias de la violencia política es cuando Marius analiza, con la óptica de Amodio Pérez, la toma de Pando, una acción de 1969 que le costó la vida a cinco personas -tres guerrilleros, un policía y un civil- pero que los tupamaros todavía festejan.
En el libro se critica que la dirección del MLN priorizara el efecto de "marketing" del golpe por sobre su seguridad militar: por eso se decidió usar coches fúnebres en lugar de vehículos preparados y veloces.
Más de dos páginas del libro se van en este asunto: con autos veloces -que por supuesto Amodio aconsejó usar- se podrían haber evitado las muertes de los tres tupamaros que cayeron en la operación.
Sin embargo, ni Marius ni Amodio dedican una sola línea a Carlos Burgueño, un ciudadano inocente que había salido de su casa para inscribir en el Registro Civil a a su hijo recién nacido y murió por el tiroteo generado entre policías y tupamaros. Es decir: murió en vano porque el MLN decidió tomar Pando, con marketing o sin marketing, con seguridad militar o sin ella. Lo mató la violencia política, de la cual Amodio es tan responsable como los otros líderes del MLN con los que hoy se enfrenta.
Vale la pena recordar que José Mujica, en la biografía Mujica escrita por el periodista Miguel Ángel Campodónico, también se explaya a lo largo de tres páginas sobre los errores que él cree que se cometieron en Pando y tampoco siquiera menciona a Burgueño.
Podemos concluir que si se sentaran a discutir Mujica y Amodio sobre la toma de Pando, estarían horas hablando de errores tácticos y militares y no dirían una palabra sobre el inocente que perdió la vida por culpa de la aventura en la que embarcaron al país entero.
***
Lo mismo que en los relatos oficiales del MLN, Marius mitifica acciones del MLN que en realidad fueron más patéticas que heroicas. Así por ejemplo se destaca la toma del aeropuerto de Paysandú.
"El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!"
Amodio dice que comenzó a hacer la autocrítica de su pasado guerrillero en 1997. Para los 18 años que han pasado el resultado parece escaso.
Sin embargo, al menos reconoce que fue un horror el haber reinstaurado la pena de muerte en el Uruguay, un demérito que el MLN comparte con el fascista Escuadrón de la Muerte y que hoy casi nadie se atreve a recordar.
Dice Amodio al respecto: "Creímos que por poner nuestras vidas al servicio de una causa que creíamos justa teníamos derecho a disponer de las vidas de los que valorábamos como enemigos y eso nos llevó a no valorar la vida de nadie, ni tan siquiera las de nuestros propios compañeros. Eso es para mí uno de los mayores horrores, con h y con o, que hemos cometido".
Lamentablemente, no se profundiza en el tema. El libro elude referirse la mayor parte de las víctimas del MLN. Se dice, por ejemplo, que las armas se conseguían por "expropiaciones". Se omite relatar todos los policías y hasta coleccionistas de armas que fueron asesinados para robarles un revólver o una pistola vieja.
***
Algunas de las historias que cuenta ya eran conocidas, otras no. Algunas tienen más sustento que otras.
A Sendic lo retrata como un líder torpe y belicista. Lo hace responsable indirecto del asesinato de los cuatro soldados del jeep.
A Rosencof y Engler los acusa de haber integrado la dirección del MLN que ordenó ejecutar a Roque Arteche y a Pascasio Báez.
A Fernández Huidobro lo acusa de haber delatado ante los militares cuáles eran los tupamaros que habían cometido delitos de sangre.
Sin embargo, sus acusaciones flaquean y su relato todo pierde credibilidad al no lograr explicar en forma convincente las acusaciones que pesan sobre sí mismo. Sobre las desaparecidas libras de Mailhos reconoce que las escondió, pero no tiene una explicación cierta sobre su desaparición.
Sobre las acusaciones de traición que le pesan dice que son una leyenda negra urdida por sus enemigos dentro de la organización. Quien de verdad delató a todo el mundo fue Píriz Budes, señala una y otra vez.
Píriz Budes es el Amodio Pérez de Amodio Pérez.
Sobre la acusación de que salía a la calle junto a unidades militares para ayudar a detener a otros tupamaros, afirma que lo confundían con Donato Marrero y Rodolfo Wolf, que eran de físico parecido.
Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)
En definitiva, insiste, él no delató a nadie; solo se limitó a ordenar información que los militares ya tenían y a "asesorarlos".
No queda claro, entonces, por qué fue el único tupamaro al que se le permitió salir casi inmediatamente del país, con su pareja, con una nueva identidad, para recomenzar una nueva vida libre de toda carga en la dorada Europa.
29.7.15
Piglia en Acción, tercera parte
1) Piglia en Acción
2) Más Piglia en Acción
En algunos medios se dijo que lo realizado por Piglia es un plagio. Yo evité usar esa palabra u otro adjetivo. Sé cómo son las cosas en el periodismo, pero en la literatura hay más de una opinión sobre estos temas. Y preferí mostrar los hechos, sin emitir opinión.
Fabián Banga, profesor de literatura en el Berkeley City College, de California, me escribió a través de Twitter. Me dijo que los dos artículos escritos en este blog le resultaban interesantes y que los compartiría con sus colegas. Agregó que se equivocan quienes señalan que se trata de un plagio de Piglia, ya que el autor advierte en el epílogo de su novela que usó artículos periodísticos, entre otros medios del diario Acción.
Banga me envió por Twitter la foto de la página:
Admito que no volví a leer el epílogo de la novela antes de escribir las dos entradas de mi blog sobre este tema (sí lo había leído anteriormente, pero no recordé el pasaje de las citas).
Quizás se deba a que el epílogo de Plata quemada es muy complicado de digerir para un periodista.
La página que me envió Banga es un buen ejemplo: en ella es difícil que el lector sepa qué es verdad y qué es mentira.
Dice que la policía uruguaya colocó micrófonos en el apartamento donde se desencadenó la batalla contra los pistoleros, y eso es mentira. En ese procedimiento policial todo fue apurado, desorganizado, un verdadero caos como saben los que leyeron Liberaij. Por eso nadie grabó nada de lo que ocurrió dentro del apartamento y por lo tanto Piglia no pudo escuchar nunca ninguna grabación. La entrevista de Carlos María Gutiérrez (periodista verdadero) al radio telegrafista Roque Pérez (personaje inventado), a la que Piglia alude, nunca existió.
En el epílogo Piglia dice también que conoció la historia de boca de Blanca Galeano, que había sido novia de uno de los pistoleros, durante un viaje en tren a Bolivia.
Galeano sí existe y de verdad fue novia de uno de los pistoleros, pero jamás viajó en tren a Bolivia y nunca habló con Piglia. Los hechos falsos que Piglia le adjudicó en el epílogo de su novela hicieron que Galeano le entablara un juicio -donde el escritor admitió que no había hablado nunca con ella- y que el filósofo Tomás Abraham escribiera un brillante ensayo donde cuestiona los límites éticos de jugar con la verdad y la mentira en la literatura y en la vida de la gente. En la última edición, actualizada y ampliada de Liberaij, se incluye por primera vez el testimonio de Blanca Galeano.
Al parecer, una de las pocas cosas ciertas del epílogo es cuando Piglia escribe: "He reproducido libremente esos materiales" (refiriéndose a las notas de prensa).
(Cabría preguntarse cómo hace el lector para saber cuándo un dato es verdadero y cuándo no, pero dejo esa pregunta en mano de los especialistas).
Más allá de la estupenda crónica de Acción que se citó en las dos entradas anteriores, he encontrado otros ejemplos. En estos casos, no son notas memorables. Son típicas crónicas policiales sin brillo literario. Piglia las tomó, las editó, las hizo lucir generalmente un poco mejor y las incluyó en su libro, sin citas.
Encontré otras de Acción y de El Día antes de decidir no seguir buscando más. Es posible que haya otras.
Acción, 6 de noviembre de 1965.
Otra prueba de que se hallan en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que, hallándose en una situación tan difícil, anoche cuando el Jefe de Policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí... estamos comiendo pollos y tomando whisky, mientras ustedes están ahí, abajo, pasando hambre. Suban que los invitamos...!
Plata quemada
Otra prueba de que se encuentran en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que hallándose en una situación tan difícil, hoy (por ayer) a la noche, cuando el jefe de policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí, estamos comiendo pollo y tomando whisky, mientras ustedes están ahí abajo, pasando hambre.
- ¡Suban que los invitamos...!
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo inundar el apartamento con una manguera y seguir arrojando bombas de gases
Plata quemada
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo atacar a los sitiados.
La atmósfera se hizo irrespirable. Por el boquete, además, se les hizo fuego y lo mismo desde el apartamento 11, situado más allá del ocupado por los pistoleros.
Plata quemada
Alimentado por un motor rodante fue introducido en la finca un martillo neumático. Se lo llevó al corredor del segundo piso que da sobre el techo de uno de los dormitorios del apartamento 9.
Se aplica el martillo, se trabaja febrilmente y los pocos minutos se abre un boquete. Los pistoleros tratan de impedir esta maniobra apenas ven que el boquete abría luz. El intenso fuego a través de las ventanas que dan sobre los pozos de aire les impedía colocarse en posición de acertar con sus balas y alcanzar a los obreros
A partir de ahí sus minutos quedaron contados. Por el boquete se arrojaron varias botellas conteniendo nafta a la que se les aplicó fuego mediante una mecha. Como se comprobó después, se incendiaron las tablas del piso, diversos objetos, los muebles y ropas. La atmósfera se hizo irrespirable.
Por el boquete además se les disparó y lo mismo desde el apartamento 11, situado junto al ocupado por los pistoleros.
El Día, 7 de noviembre de 1965
Es de señalar que se habían arrojado algunas granadas de pequeño poder pero, finalmente, se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. Tenemos entendido que esta labor la realizó el comisario Uruguay Genta que, con riesgo de su vida, la deslizó -más que tirarla- por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 3. El artefacto estalló con precisión y dio muerte al pistolero Brignone o lo obligó a lanzarse hacia el living, donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora.
Plata quemada
La policía arrojó algunas granadas de pequeño poder pero al final se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. El comisario Lincoln Genta la deslizó por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 13. El artefacto estalló con precisión y obligó a Brignone a lanzarse corriendo hacia el living donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora cerca de la puerta del baño.
Como se puede apreciar, a estas crónicas no muy pulidas, Piglia le aplicó el lápiz corrector de un buen editor.
No lo hizo así con la brillante crónica anónima de Acción del 6 de noviembre de 1965 que, reproducida casi sin cambios, termina siendo una de las mejores páginas de Plata quemada.
En el amable e instructivo intercambio en Twitter con el profesor Banga, éste me señalaba que justamente lo atractivo de esta novela es la ruptura de límites entre la realidad y la ficción.
No tengo dudas de que en el campo de la literatura de ficción -de la que solo soy un agradecido lector- la opinión de Banga es mucho más sólida y relevante que la mía.
Yo soy periodista y por eso escribí Liberaij. Cuando leo un libro que dice contar hechos reales me gusta que sea exacto. Cuando leo una obra de ficción me gusta que la haya escrito el escritor.
21.7.15
Más Piglia en Acción
15.7.15
Ricardo Piglia en Acción
Para escribir Liberaij revisé las colecciones de todos los diarios que por entonces se publicaban en Montevideo, Buenos Aires y La Plata, más de una docena de publicaciones, la mayor parte de ellas hoy desaparecidas.
Cuando leía la crónica del tiroteo que publicó el diario Acción de Montevideo, varias cosas llamaron mi atención.
Pero lo que más me llamó la atención fue que al leer la crónica sentí la viva sensación de ya haberla leído antes. Había imágenes poderosas, frases cargadas de simbolismo y violencia, palabras rara vez usadas en castellano, todas cosas que yo sentía ya conocer.
¿Cómo podía ser posible? ¿Dónde podía haber leído esa crónica antes?Estuve días pensando en eso. Revisé recortes de otros diarios, apuntes, monografías sobre este caso policial, hasta que decidí volver a las páginas de la novela Plata quemada, del escritor argentino Ricardo Piglia, que se centra en este mismo episodio de la crónica roja rioplatense.
Ahí estaba la respuesta que estaba buscando.
En las páginas de Liberaij apenas consigné este asunto en una nota al pie, porque no quería que se impusiera por sobre el relato y la trama de mi libro. Ahora, un año y medio después de la publicación, no encuentro razones para no compartirlo:
Crónica del diario Acción de Montevideo del 6 de noviembre de 1965:
“Se lanzó sobre el miserable una avalancha de pasión que fue casi imposible de contener.
Entre cuatro o cinco que nunca se sabrá quiénes son, el pistolero herido, el asesino, era un baño de sangre viva y palpitante todavía. La avalancha lo rodeó y millares de voces se alzaron hasta el sol pesado de la tarde pidiendo su muerte.
—¡Que lo maten!... ¡Mátenlo!... ¡Que lo maten!...
Nunca habíamos visto una cosa semejante, pero debemos decir también que ese momento de descontrol colectivo se justificaba por el daño terrible y cruelmente causado a la sociedad y a sus leyes.
El deseo de venganza, que acaso sea la primera chispa en el relámpago de la mente humana cuando está lesionada, corría con velocidad eléctrica por entre la muchedumbre.
Y la muchedumbre empujó: varios miles de hombres y mujeres de toda traza y tipo clamando la venganza.
Fueron inútiles entonces los propios cordones policiales y sobre el montón sanguinolento de Mereles y Brignone –ya no importa- llovieron de todas partes los golpes, las patadas, los puñetazos, los escupitajos y los insultos.
Eran las 14 horas y minutos de la tarde y la ambulancia donde lograron tirarlo se perdía en un mar humano de las cabezas con ira”.
Y luego en un recuadro:
“El jefe de Policía habló y su voz fue una copa de aceite sobre la muchedumbre alucinada.
Pedía calma, pedía sosiego para la labor de la Justicia, pedía tiempo para la meditación y la pena profunda que viene ahora por la memoria de los muertos.
—Yo le di el último puñetazo —dijo el Jefe.
Y sobre las cabezas de la muchedumbre, mostró en el aire caliginoso de la tarde el puño derecho, tinto en sangre.
Diario Acción, 1965 |
Plata quemada, 1997 |
Plata quemada:
“Se lanzó sobre el miserable una avalancha de pasión que fue casi imposible de contener.
Entre cuatro o cinco policías y periodistas lo golpearon con sus armas y sus cámaras, el pistolero herido era un baño de sangre viva y palpitante todavía, que parecía sonreír y murmurar. Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores, rezaba el Gaucho. Veía la iglesia y el cura que lo esperaba en la parroquia. Tal vez si pudiera confesarse podría hacerse perdonar, podría explicar al menos por qué había matado a la colorada, porque las voces le dijeron que ella no quería seguir viviendo. Pero él en cambio ahora quería seguir vivo. Quería volver a estar con el cuerpo desnudo del Nene, los dos abrazados en la cama, en algún hotel perdido en la provincia.
La avalancha lo rodeó y cientos de voces se alzaron hasta el sol pesado de la tarde pidiendo su muerte.
—¡Que lo maten!... ¡Mátenlo!... ¡Que lo maten!...
Nunca se había visto una cosa semejante, en ese momento el descontrol colectivo se justificaba según algunos por el daño terrible y cruelmente causado a la sociedad y a sus leyes, por los delincuentes.
El deseo de venganza, que acaso sea la primera chispa en el relámpago de la mente humana cuando está lesionada, corría con velocidad eléctrica por entre la muchedumbre. Y la muchedumbre empujó: varios cientos de hombres y mujeres de toda traza y tipo clamando venganza.
Fueron inútiles entonces los propios cordones policiales y sobre el montón sanguinolento de Dorda llovieron de todas partes los golpes, las patadas, los puñetazos, los escupitajos y los insultos.
Por fin fue sacado del tumulto y llevado a una ambulancia para su traslado al Maciel. Eran las dos y cuarto de la tarde y la ambulancia donde lograron tirarlo se perdía en un mar humano.
Entonces el jefe de la policía argentina habló y su voz fue una copa de aceite sobre la muchedumbre alucinada.
Pedía calma, pedía sosiego para la labor de la Justicia, pedía tiempo para la meditación y la pena profunda por la memoria de los muertos.
—Yo le di el último puñetazo —dijo Soria.
Y sobre las cabezas de la muchedumbre, mostró en el aire caliginoso de la tarde el puño derecho, tinto en sangre.
21.4.15
Las venas abiertas y la noticia (no) deseada
En Twitter al miles de ejemplos al respecto:
Murió el autor del libro que todo revolucionario debe leer..LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA...Paz a sus restos! pic.twitter.com/CLSnlFKmJM
— LUIS MOTTA DOMINGUEZ (@LMOTTAD) abril 13, 2015
En Bolivia, un director teatral inició una campaña para que "Las venas abiertas...." sea distribuido masivamente entre todos los estudiantes de Secundaria.
BOLIVIA Piden distribuir 'Las venas abiertas de América Latina' en colegios http://t.co/gjwkdZAaUW
— Huilqui Pérez (@huilquiperez) abril 17, 2015
En Argentina, al morir Galeano, el diario La Nación dedicó un artículo a Las venas abiertas.... Su autora, Ana María Vara, escribió que Galeano "estaba cansado de hablar de Las venas... Ya no se sentía cerca de esa forma de escritura y, como todo artista que se renueva, quería cantar sus nuevas canciones".
La noticia deseada.
´
Hace muchos años, cuando trabajaba en la revista Tres, escribí un reportaje sobre la influencia de los charrúas en el Uruguay actual. Debí leer muchos libros, entrevistar a especialistas, historiadores, antropólogos y también a militantes de la causa indígena.
Entre todo lo que leí, había un texto de Galeano sobre el triste destino de los cuatro charrúas llevados a París para ser exhibidos como rarezas ante los europeos. Está incluido en Memorias del Fuego. Es un texto breve, contundente, conmovedor, con la prosa ágil y sugestiva tradicional de Galeano. Tiene el timing y el punch exactos, el golpe de efecto preciso, todos recursos que Galeano siempre manejó con maestría.
Pero lo que dice no es exactamente la realidad. Tampoco es falso o mentira. Pero en muchos datos hay un detalle, una conjetura, una omisión más o menos relevante. Al final, la suma de todas esos desajustes con la realidad, terminan por conformar una realidad diferente. No sé si soy claro. Pueden leer aquí lo que escribí entonces sobre ese pequeño texto y entenderán mejor a qué me refiero.
Años después, una editorial con la que yo ya había publicado un libro, me planteó que escribiera otro. Le propuse una idea a la editora, una mujer joven. Le mostré mi breve artículo sobre Galeano y los charrúas y le dije:
-Hagamos lo mismo con Las venas abiertas de América Latina. Tomemos el texto y busquemos si los datos están correctos, si hay imprecisiones, sesgos, omisiones pequeñas o importantes.
Me miró con cara de horror.
"Yo amo a Galeano", dijo. "Y vos estás loco. ¿Cuál sería el sentido de ese libro? ¿Querés que te odie todo el mundo?".
Pocas veces recibí un rechazo tan tajante. Si había una noticia allí, insistió la editora con otras palabras, sería una noticia no deseada.
Tenía mucha razón.
No se la han creído ni al propio Galeano.
20.3.14
Liberaij. La verdadera historia del caso Plata Quemada. Entrevistas, reseñas, críticas
Un policía golpea con su zapato lustroso al moribundo Mereles, cuando lo sacan del Liberaij. La foto la publicó el diario La Razón de Buenos Aires. En Uruguay nadie la difundió. |
Entrevista con el periodista Álvaro Carballo, en TNU (ex Canal 5):
Así quedó la cocina del apartamento 9 del Liberaij. Foto del diario La Razón de Buenos Aires. |
Crónica de la presentación de la primera edición del libro, a cargo del periodista Miguel Arregui en El País:
Los hijos del agente Francisco Otero, asesinado en el asalto de San Fernando, donde comenzó todo. Foto del diario La Razón de Buenos Aires. |
Entrevista con el periodista Jorge Traverso, en el programa Tiempo Presente, en radio Oriental:
Entrevista del periodista Valentín Trujillo en el diario El Observador:
18.3.14
Liberaij. La verdadera historia del caso Plata quemada.
Ayer presenté mi nuevo libro, Liberaij. La verdadera historia del caso Plata quemada. Fue un momento de mucha satisfacción, después de una investigación trabajosa, que procura reconstruir con la mayor precisión histórica aquel episodio policial que afectó por igual a Argentina y Uruguay en 1965.
Quiero agradecer a todos los que me acompañaron, me hicieron sentir muy feliz y rodeado de cariño. Y hacerlo en forma especial al periodista Jorge Traverso y a la psicóloga Claudia Dorda, hija de uno de los protagonistas de esta violenta historia, que compartieron conmigo la tarea de presentar el libro.
Para los que no pudieron ir, aquí se pueden ver algunos momentos.
El libro puede encargarse por mail desde esta página:
Las primeras palabras estuvieron a cargo de Virginia Sandro, editora y representante de editorial Sudamericana.
Luego Jorge Traverso habló del libro:
Traverso le pregunta a Claudia Dorda:
Y me pregunta a mí si conseguí todo lo que buscaba averiguar:
Y luego pregunta mi opinión sobre los libros periodísticos y el periodismo narrativo (yo le explico qué es lo que no me gusta de algunos libros hechos desde el periodismo), y sigue con Claudia Dorda:
Lo que parecía ser la despedida:
Cuando ya parecía que nos íbamos, varias personas del público (vecinas del edificio, la hija de uno de los policías muertos por los pistoleros) pidieron para intervenir. Aquí lo manifestado por una de las habitantes del Liberaij aquel día de 1965:
28.10.13
Hugo Batalla: "Brilló en la oscuridad"
Conocí a Hugo Batalla a mediados de los años 80, cuando él ya era uno de los hombres más prestigiosos y más queridos en todo Uruguay y yo apenas un muchacho que empezaba en el periodismo.
No recuerdo con precisión cuándo fue la primera vez que lo vi en persona, pero pienso que debe haber sido en la redacción de la revista Zeta, la publicación oficial de la lista 99.
Yo buscaba hacerme un lugar el mundo del periodismo, era colaborador del semanario Aquí y, en el afán por publicar también en Zeta, había presentado a los responsables de la revista la idea de escribir una sección de humor. Proponía hacer una especie de “frases de la semana” pero con frases falsas, que provocaran la risa. Se trataba de parodiar refranes, discursos políticos, eslóganes partidarios y avisos comerciales. Todavía no sé cómo aceptaron mi idea, pero la sección comenzó a publicarse. A falta de un nombre mejor, alguien le puso “Las frases de Leonardo”.
Nunca nada de lo que hice en el periodismo me provocó tanta angustia. Pasaba las semanas pensando oraciones y me costaba encontrar alguna que de verdad hiciera reír. Hoy recuerdo aquella sección como muy mala y espero que a nadie se le ocurra rescatarla del olvido.
Lo bueno fue que allí, en la redacción de Zeta, entregando mis frases y algunas notas serias que también escribí, comencé a ver a Hugo Batalla.
Yo sentía cierta desconfianza de la aureola que lo rodeaba: el tal Hugo no podía ser tan fenómeno, tan crack, tan buen tipo como todo el mundo decía.
Pero me llevé una sorpresa. Es cierto que, conforme me fui formando como periodista, comencé a conocer más la historia reciente y con ella todo lo que Batalla había hecho en la dictadura. Pero lo que me hizo cambiar mi primer prejuicio de desconfianza no fue aquello, sino el modo en que Batalla me trataba cuando me veía en la revista. ¡Leonardo!, decía y yo casi que no podía créelo. Yo era el último orejón del tarro en aquella redacción pero Batalla siempre me saludaba por mi nombre, ¡y hasta me felicitaba por mi sección! Y no era falso: me constaba porque me comentaba las frases, las repetía, se reía a carcajadas y me preguntaba qué tenía para la próxima entrega.
Ni que decir tengo que empecé a sentirme halagado. Pero lo que más me sorprendía era que ese hombre con miles y miles de votos fuera de tan fácil acceso, tan sencillo, tan llano, tan poco agrandado y tan distinto a todos los políticos que yo ya había comenzado a conocer.
Una cosa me llamaba mucho la atención: Batalla no tenía idea de si yo lo votaba o no. Nunca jamás me lo preguntó, ni se interesó por saberlo, lo que no lo influía para nada en el trato que me dispensaba.
Me salteo unos años. Estamos en enero de 1989. El Frente Amplio está en crisis y a punto de quebrarse. La 99 -el Partido por el Gobierno del Pueblo- se apresta a abandonar la coalición junto con el Partido Demócrata Cristiano. Yo ya logré ingresar a la plantilla fija del semanario Aquí y me encargan que entreviste a Batalla, sobre este tema, el asunto político del momento. Es difícil concretar la entrevista, porque la mitad de los periodistas del país están detrás suyo y porque las reuniones políticas que lo tienen como protagonista se suceden día tras día.
No existía el teléfono móvil en 1989. Lo llamo a Batalla a su despacho, a su casa, y siempre acepta ponerse al teléfono. Nunca dice que no está. Sin embargo, no tiene un espacio libre en su agenda y es verdad.
Al fin me dice que vaya al Parlamento a las cinco menos diez, conversaremos antes del comienzo de la sesión del Senado. Pero llega tarde y la sesión ya comenzó. Lo acompaño a su despacho. A cada dos pasos alguien lo detiene. Hay periodistas que le preguntan qué novedades hay de la crisis del Frente. Batalla responde. Un movilero de un informativo de televisión (en aquellos años esa palabra no se usaba) le pide que le explique qué se está decidiendo en el Senado, porque no sabe qué va a decir cuando salga al aire. El senador Batalla, el político del momento, le explica como si fuera un maestro de escuela. Una secretaria la avisa que una organización social lo invita a un almuerzo. Batalla le dice que no tiene tiempo y pide si el almuerzo se puede cambiar por un café, porque no quiere fallarle a esa gente.
La entrevista la hice así, acompañándolo por los pasillos del Palacio y hasta en el baño, siendo interrumpido decenas de veces por decenas de personas con decenas de motivos diferentes, y Batalla siempre atendiéndolos a todos. Sonriendo, a pesar de que aquellos días no eran sencillos.
Días atrás, en una conferencia de prensa, alguien le había preguntado si era agente de la CIA. Conforme se hacía evidente que la 99 se iría del Frente Amplio (¡las cosas que decía entonces Batalla se parecen tanto a las que dice hoy Asamblea Uruguay!) habían comenzado a aparecer los carteles de “traidor”. “Tengo toda una vida detrás, y quiero que se me juzgue por toda una vida. No quiero que se me juzgue por solo un acto”, pidió Batalla en aquella entrevista. Le dije que muchos decían que era un buen tipo, honesto, macanudo, pero que no servía para líder político. Respondió: “Un hombre inteligente es siempre importante. Un hombre bueno es siempre mucho más importante”.
Salto otra vez en el tiempo. Vamos al 3 de octubre de 1998, el día de la muerte de Hugo Batalla. A la tristeza que me provoca su fallecimiento, se suma el dolor de notar demasiadas ausencias en su entierro.
Qué país de mierda.
Este libro de Leonel García salda parte de la deuda que Uruguay tiene con ese gran hombre que fue Hugo Batalla. Se trata de una obra completa, documentada y escrita con las mejores características del buen lenguaje periodístico. Leyendo estas páginas, volví a ver al Batalla que veía en Zeta. Disfruté de la lectura y reí a carcajadas con las ocurrencias del Hugo, sus chistes y su humor absurdo y volví a sentir aquella felicidad que sentía cuando me comentaba “las frases de Leonardo”.
Recordé al Batalla político, al hombre que prefería tender puentes que dinamitarlos. Cómo no sentir indignación, al leer el libro, ante aquellos que impulsados por la nefasta lógica del todo o nada boicotearon el proyecto Zumarán-Batalla para castigar las violaciones más graves a los derechos humanos durante la dictadura. Ellos también son corresponsables de la espantosa ley de Caducidad, aunque no lo admitan.
El libro entero vale la pena ser leído. Pero me gustaría destacar una frase. El capítulo que cuenta la vida de Batalla durante la dictadura militar lleva un gran título. Son apenas cuatro palabras que lo dicen todo: “Brilló en la oscuridad”. Porque Hugo Batalla alumbró con su coraje nuestra noche más oscura. Eso es algo que nunca debió ser olvidado, más allá de los vaivenes de la política. Los testimonios que recoge al respecto Leonel García mueven a conmoverse ante la generosidad y la valentía de un gran hombre que nunca posó de tal.
Porque Leonel García es un buen periodista también fue a buscar la otra campana. Y allí aparece otra vez, todavía, irracional, desagradecida, tan vacía de cariño como de argumentos, la helada mezquindad que terminó por expulsar a Batalla de su querido barrio de La Teja. Los hechos, relatados con precisión y detalle en el libro, hablan por sí solos y ponen la historia en su justo lugar.
En aquella entrevista que le realicé yendo de aquí para allá por el Palacio Legislativo, Batalla respondió a los que ya comenzaban a negarlo:
“Muchos confunden blandura con tolerancia. Yo soy un hombre tolerante, y me honro y enorgullezco de serlo. ¿Blando? ¡La puta! Acá hay que ver si todos pusieron lo que tiene que poner un hombre sobre la mesa en la dictadura. Ahora es facilísimo ser revolucionario. Y yo estuve en la primera línea de lucha. Y a nadie le pedía clemencia. Nunca. Acá me jugué las cartas, porque entendí que era mi obligación de hombre, más que como ciudadano o como abogado. ¿Te das cuenta? Por eso estoy en paz con mi conciencia. De noche me acuesto y duermo”.
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12.10.13
Fabián O´Neill: una historia triste y la previa perfecta
Sin embargo, conforme avanzaba las páginas, me invadió una enorme tristeza. Hasta la última gota, de Federico Castillo y Horacio Varoli, es un libro triste, muy triste.
Quiero explicarme bien. El libro no es malo, al contrario: está muy bien escrito y es un buen resumen de la vida de O'Neill. Pero lo que te angustia es lo que se cuenta, porque la vida de este crack es un catálogo de penurias, no falta casi ninguna.
El resumen podría ser así: Fabián O´Neill era un muchacho bueno y dotado de una doble condición tan rara como extraordinaria: una impresionante fuerza física y una notable habilidad para jugar al fútbol, la mezcla perfecta, una combinación improbable, casi imposible, entre Messi y el Indio Olivera.
Pero no resultó bien. No obtuvo grandes títulos ni grandes triunfos. Las anécdotas que se recuerdan de su carrera, la mayoría, son más patéticas que risueñas: jugar un partido borracho y rogarle al técnico para salir por no poder tenerse en pie, por ejemplo. Pasó por Italia sin conocer el país y sus maravillas, prefería quedarse encerrado en los hoteles. Tampoco aprendió el italiano: otros futbolistas uruguayos, de origen tan humilde como el suyo, sí aprendieron y le traducían. Se retiró a los 29 años cuando los cracks están en su esplendor. Hoy tiene 39 y ya perdió los diez millones de dólares acumuló como futbolista profesional. También las propiedades. Fue procesado por la Justicia. Tiene dos hijas adolescentes a las que casi no ve y con las que tiene un trato frío, lejano, distante.
La vida entera sacrificada en el altar del alcohol. Todo muy triste para un muchacho que, además, todos dicen que es un gran tipo.
El libro, por suerte, termina con una luz de esperanza. O´Neill tiene una esposa que lo quiere, un hijo chico al que está criando y, lo más importante, dice que no está tomando más.
Esperanza que se encargaron de destruir un sinfín de programas televisivos que, como buitres, corrieron presurosos detrás de O´Neill para mostrarlo una y otra vez, sin pudor y sin piedad, tomado, contando historias de borrachos y explicando que nunca dejará la bebida. ¿No tienen vergüenza en ganar puntitos de rating de un modo tan bajo?
Hasta la última gota debería usarse como texto en los liceos. Porque no hay mejor retrato de los peligros del alcoholismo. La lectura deja en claro que ser borracho no es divertido, tal como parecen sugerir los conductores televisivos que se matan de risa mientras curran en forma alevosa mostrando hoy al ex futbolista.
O´Neill tuvo una infancia díficil, según cuenta el libro, y comenzó a beber a los 9 años. Vamos camino a tener muchas historias como la suya. Las estadísticas de la Junta Nacional de Drogas dicen que cada vez los chicos se inician antes en el alcohol. Ahora estamos en los 12 años. A los 14 años los que beben llegan al 54%. El 60% de los liceales que toma (o el 29% del total) bebió al menos una vez en el último mes una cantidad peligrosa de alcohol: eso implica meterse en el cuerpo, en una misma ocasión, más de dos litros de cerveza, o 3/4 litros de vino o cuatro o más medidas de bebidas destiladas. Toman para emborracharse. Los comas alcohólicos entre adolescentes uruguayos son casi tan frecuentes como la gripe. Las muertes por accidentes de tránsito debidas al alcohol son una epidemia. Mientras tanto, hay empresas que hacen avisos como éste, pregonando con alevosía que "la previa 100% perfecta" (los chicos de 12 y 13 ya hacen previas) es con vodka, sobre todo, y también con whisky.
Responsabilidad empresarial. Autorregulación publicitaria. Infotainment televisivo. Hay muchos cretinos alrededor nuestro.
Ojalá O´Neill no dé más entrevistas.
Ojalá deje la bebida.
Ojalá tenga suerte con su hijo chico.
Ojalá su historia no se repita.
La noche es de los que salen, pero la vida es un drama para los niños que beben y para todos los alcohólicos.
5.7.13
Ya están (luciéndose) en las librerías
Piendibene |
La delantera de la Máquina del 49: Hohberg, Vidal, Míguez, Ghiggia y Schiaffino. |
Alberto Spencer |
Fernando Morena |
Diego Aguirre |
Otras láminas retratan a Juan Delgado, Isabelino Gradín, Gideon Silva, Lorenzo Fernández, Álvaro Gestido, Obdulio Varela, Pedro Virgilio Rocha, Ladislao Mazurkiewicz, Pepe Sasía, Roberto Matosas, Pocho Cortés, Luis Cubilla, el Pardo Abbadie, Tito Goncalvez, Pablo Bengoechea y Antonio Pacheco. El diseño de interiores es de Ana Botella. Aquí pueden leer un adelanto. También pueden visitar la página en Facebook.
Ojalá les guste.
@leohaberkorn
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30.6.13
Dos de fútbol y uno que no
El resultado llegará este miércoles 3 a las librerías con el título de Carbonero querido y con ilustraciones de Federico Murro. En la página web de la editorial puede leerse un adelanto.
Tapa de Carbonero querido |
La Máquina del 49 |
Quiso la casualidad que el lanzamiento de este libro infantil coincidiera con una nueva reedición, después de diez años de estar agotado, del libro Pablo Bengoechea, la clase del Profesor, que también llegará a las librerías esta semana.
Tapa y contratapa de La clase del Profesor |
Pero no me estoy dedicando solo al fútbol. Mientras tanto, y con la alegría que me dan estas nuevas publicaciones, estoy escribiendo un libro para adultos cuya temática nada tiene que ver con el deporte. El trabajo ya está muy avanzado. Lo que puedo adelantar por ahora es que será otro libro de no-ficción, sobre hechos reales, aunque en este caso no vinculados a la historia política reciente del Uruguay (como Historias tupamaras o Milicos y tupas), sino a un caso policial. Algo en la línea de Crónicas de sangre, sudor y lágrimas: periodismo narrativo y de investigación, pero esta vez será una sola historia en lugar de varias. Si todo sale bien, el libro estará pronto para fin de año.
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Entrevistas
Crónicas y reportajes
- Montevideo: casi el paraíso
- El último Hitler uruguayo
- 1966: Uruguay versus Inglaterra
- Whisky Ancap: metáfora del desarrollo latinoamericano
- Julio Ribas: el Gladiador
- Tónica Paso de los Toros: una historia dulce y amarga
- La fortaleza de llamarse Árbol
- El pueblo que quiso salir en televisión
- Corre Ghiggia Corre
- Los otros sobrevivientes de los Andes
- Ratas: chillidos bajo el asfalto
- El Conrad por dentro: vip, hot, slot
- 1989: Crónica de la primera Intifada