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8.6.24

1989: en Israel y Cisjordania en la primera Intifada

 

Israel. territorios ocupados. Punto y aparte
En 1989, durante la primera Intifada palestina, escribí esta crónica tras pasar varios días recorriendo la región y entrevistando israelíes y palestinos en Jerusalén, Belén, Kiriat Arba, Hebrón y en un ómnibus rumbo a El Cairo. 
Se publicó en la edición de abril de 1990 en la revista Punto y Aparte con el título: "Los territorios ocupados, las ruinas circulares". Tal como fue publicada entonces, salvo un par de correcciones, se reproduce hoy aquí.

 

Territorios ocupados, ruinas circulares

En 1948 las Naciones Unidas votaron la partición de Palestina en dos estado: uno árabe y uno judío. El plan, que tuvo el apoyo de 33 países -Estados Unidos y la Unión Soviética incluidos- y la oposición de 13 -la mayoría pertenecientes a la Liga Árabe- excluía la ciudad de Jerusalén del reparto, manteniéndola como zona internacional.

Los judíos lo aceptaron.

Los árabes de Palestina, no. Eran mayoría en el país (los judíos lo habían sido siglos atrás antes de que los romanos los dispersaran por el mundo) y sostenían tener derecho a un estado soberano propio en toda Palestina. Los países árabes vecinos les prometieron arreglar el problema con una rápida victoria militar. Muchos palestinos dejaron sus casas pensando en volver muy pronto. 

El 15 de mayo de 1948 Egipto, Siria, Jordania, Líbano, Arabia Saudita e Irak mandaron sus tropas a cumplir sus promesas. Tenían todo -incluyendo una abrumadora superioridad numérica- para ganar la guerra, pero la perdieron. El estado árabe palestino no llegó nunca a conformarse. Tras la guerra los judíos victoriosos retuvieron parte de la tierra consolidando la existencia de Israel. El resto quedó en manos de estado árabes: Egipto retuvo la Franja de Gaza, donde se habían refugiados 190.000 palestinos. Jordania se quedó con Cisjordania, incluyendo la parte sagrada de Jerusalén y otros 280.000 refugiados.

En 1967, tras una brillante gesta militar, Israel conquistaría conquistará ambos territorios. Seis días apenas llevó a los israelíes ganar aquella guerra. En cambio, para comprender lo duro que puede ser el peso de algunas victorias, han demorado 22 años.
 

"Ciudad de mierda"

Jerusalén. Declarada "capital eterna" de Israel por su parlamento. Como en cualquier otro lugar del país, los chicos y chicas de 18 años no llevan libros sino una ametralladora en la espalda. En Tel Aviv, sin embargo, uno casi puede olvidarse de la guerra. Basta salir a pasear por su centro tan europeo, basta no prender el televisor, no leer el diario. En Jerusalén no. No se puede olvidarla.

"Esta es una ciudad de mierda", dice Mónica, una joven judía proveniente de América del Sur. "No veo la hora de irme Hace dos años que vivo acá y nunca pude entrar a la ciudad antigua. Tenés miedo. La situación es horrible, vivís pensando cuántas bombas, cuántos muertos va a haber cada día". 

Un impresionante despliegue militar garantiza la seguridad de los judíos que van a rezar al Muro de los Lamentos. En el resto de la ciudad antigua casi no se ve un solo israelí, excepción hecha, claro, de las patrullas del ejército.
 

Signos

Una milenaria muralla divide la ciudad árabe antigua de la judía moderna. Entre 1948 y 1967 ese fue el límite entre Israel y Jordania. 

Es última hora de la tarde. Dentro de la antigua ciudad amurallada no hay nadie. Solo silencio. Demasiado silencio. Cualquiera que hubiera estado allí un par de años antes no podría reconocer la vieja Jerusalén. El bullicio oriental de sus callejuelas ya no existe, las tiendas están cerradas al igual que el mercado árabe. Ya no se escuchan los gritos, el regateo de precios, el árabe, el inglés ni el hebreo. De los miles de turistas parece no quedar ninguno.

Las amarillentas paredes están tapadas de graffitis. Los tacharon y los volvieron a pintar varias veces. Son frases indescifrables en árabe. Sin embargo hay dos signos que se repiten una y otra vez y que son fácilmente identificables: uno es la bandera Palestina; el otro es la V de la victoria.
 

Centímetros sagrados

Las callejuelas serpentean. Apenas un recodo divide una zona judía de una árabe. Los judíos rezan con fervor en el Muro de los Lamentos. A menos de 100 metros, en la mezquita de cúpula dorada de Omar, los musulmanes le piden a Alá las mismas cosas para sus familias, las opuestas para el país. Es una guerra por distancia de centímetros. 

A pocas cuadras de allí, tres jóvenes dejan pasar el tiempo contra una pared. Uno que sabe hablar inglés señala uno de sus compañeros.
-El hermano de él está preso.Se lo llevaron de esta casa. Lo acusaron de hacer bombas y ponerlas del otro lado de la ciudad.
-¿Y era cierto?
 Se miran. El hermano del preso desconfía. Está muy serio.
 -Sí, trabajaba para la OLP.
 La conversación se ve interrumpida por una patrulla de tres soldados. Dos llevan ametralladoras, el otro un lanzagranadas. Los cinturones y los bolsillos van repletos de municiones. Les pidan los documentos. Preguntan qué están haciendo. Ellos responden en perfecto hebreo.

Buena vecindad

No importa cuánto se odien. Ambos pueblos conviven bajo este sistema desde 1967. Decenas de miles de palestinos abandonan todos los días los territorios ocupados para ir a trabajar a Israel. En sus pueblos arrojan cócteles molotov y piedras a los israelíes; fuera de Gaza y Cisjordania trabajan para ellos. Como mozos, en la construcción, en todos aquellos trabajos que los israelíes desprecian.

-Mirá, éste es nuestro mercado de esclavos -dice irónico David, un israelí de 27 años, uno de los que sostienen que "los palestinos tienen razón".

A pocas cuadras del centro de la Jerusalén judía, una decena de palestinos muy pobremente vestidos esperan parados en una vereda que algún israelí se acerque para contratarlos para una mudanza, cargar bolsas de arena o cualquier otra cosa. La paga invariablemente será miserable.

Los que tienen más suerte pueden escapar del mercado de esclavos y conseguir en Tel Aviv un empleo algo mejor.
"Yo trabajo en un salón de fiestas en Te Aviv y tengo muy buenos amigos judíos, buenos tipos que van al ejército solo porque los obligan", dice un chico musulmán de 16 años. Como todos los palestinos, teme dar su nombre. Recostado contra una pared de la ciudad vieja, participa de una escena poco común para los tiempos que corren. Despreocupadamente él, un chico árabe cristiano y otro joven judío hablan de fútbol. 

En la conversación se mezclan amigablemente el árabe y el hebreo. El musulmán habla: "La situación es mala muy mala. El hermano de él -señala al cristiano- está preso desde hace un mes porque estaba sin cédula en la calle. Esa es la razón de la Intifada: te llevan preso por nada. Entonces es mejor que nos lleven por tirar piedras", dice. "Los soldados israelíes son lo peor, pero no todos los judíos son así. Nosotros solo queremos vivir en igualdad. Con eso bastaría para que todo estuviera bien, pero las diferencias son demasiadas: ellos pueden tener armas, nosotros no; nosotros trabajamos para ellos, pero ellos no trabajan para nosotros". 

El judío tiene 16 años, es inmigrante colombiano. Escucha lo que dicen sus amigos sin hablar. 

"Qué querés que te diga. Yo estoy acá, vos ves que no hago diferencia con mis amigos. Pero yo no decido a nada. Es el gobierno, es su asunto. El día que me llamen al ejército voy a ir".

El color de mi cédula

-¿Cómo te llamas? 

-No, el nombre no. Poné Mohammed, el nombre del profeta,

Se ríe. Tiene 20 años. Su inglés es excelente. Era estudiante universitario, pero desde el comienzo de la Intifada, todas las universidades en los territorios ocupados cerraron. Sus calificaciones -recuerda- eran sobresalientes. Ha intentado continuar su carrera en Estados Unidos, pero no consiguió la visa. "Nunca se la dan un palestino", se resigna. 

-Nosotros le debemos todo a la Intifada. Muchas veces, de muchos modos, habíamos intentado conseguir nuestra liberación sin éxito. La Intifada ha cambiado la opinión pública mundial. Ahora son muchos los que están de nuestro lado. Entienden que luchamos por lo que nos corresponde. Somos un pueblo, una nación, no podemos estar siempre bajo el gobierno de otro. Creo que hemos encontrado el camino. La OLP ofrece ahora la paz. Pese a lo duro que la Intifada está golpeando a los judíos, dice: queremos la paz, queremos compartir esta tierra con ustedes. Porque queremos la paz. Quiero vivir en un lugar donde no me paren todos los días los policías que pasan por la calle, donde no tenga una cédula de un color distinto, donde no sea un ciudadano de segunda. En una verdadera democracia. No sé quién tiene más derecho sobre esta tierra. Ya no importa. Podemos compartirla sí es en igualdad.

-La ONU en 1948 dividió el país en dos estados. ¿No era una buena solución?

- Sí, era buena. No sé qué pasó entonces que nos quedamos sin nada.
 

Tatuaje falso 

Mohammed nos guía entre el laberinto de calles. Quedamos en volvernos a encontrar. En un comercio, extrañamente abierto, un hombre mira el noticiero en un pequeño televisor. Empieza con la fórmula habitual: el informe de los muertos del día. Hoy: dos palestinos muertos y nueve heridos en Nablús. Mohammed se despide. "Si querés ver la Intifada tenés que ir ahí a Belén o Hebrón, Esta es la capital y hay demasiado soldados. Tratan de conservar el poco turismo que va quedando. Y acá casi no hay piedras en la calle".

Antes de seguir el consejo, consulté al corresponsal de la agencia EFE en Jerusalén, el experiente periodista Elías Zardívar. "yo antes iba mucho a los territorios ocupados. Ahora ya no. Los palestinos desconfían mucho, incluso de los periodistas. Hace poco fueron a Belén cuatro soldados israelíes disfrazados de periodistas: carnés, grabadores, cámara de fotos. Nadie sospechó. Después sacaron una ametralladora y mataron a uno en el mercado. Ya no creen en los periodistas. Tenés que tener mucho cuidado. 

-¿Vos sabés hablar hebreo? 

-Algo.

-No se te vaya a escapar una palabra.

Bienvenidos

Los soldados me interrogan. Tantas vueltas en espera de Mohammed, que ha prometido acompañarme a Belén ("conviene que ahí andes con un árabe") han llamado su atención. Desconfían de mí. Luego de largos minutos de preguntas me devuelven el pasaporte y tratan de ser corteses.

-¿Toda su familia vive allá en África?

Mohammed ha faltado a la cita. Debo ir a Belén solo. La terminal de ómnibus árabes está a pocas cuadras. De allí parten los coches a sus pueblos en los territorios ocupados. Son vehículos viejos, notoriamente peores que los ómnibus israelíes.

El coche que va a Betlehem -nombre árabe y hebreo de Belén- arranca. Su destino final es Beith Saur, una pequeña localidad árabe cristiana sitiada por el ejército y vedada a cualquier visitante, incluida la prensa. Allí han inventado un método no violento y especialmente temible de rebelión contra la administración israelí: no pagan sus impuestos.

Por fin arranca. No hay en todo el pasaje una sola persona con aspecto occidental. Al pasar frente a una iglesia la mayoría se persigna: son cristianos. En pocos minutos el vehículo llega al límite de Jerusalén. Hacia un costado se puede ver uno de los barrios más nuevos de la ciudad: zona judía. Por la ventanilla del conductor ya se vislumbra Belén. Menos de diez kilómetros separan el fin de la capital eterna hebrea del comienzo de uno de los principales focos de la Intifada palestina.

La mínima "tierra de nadie" termina pronto. El árido paisaje muestra ahora las primeras casas de Belén. Al llegar a algo parecido a una terminal de ómnibus, bajo. La puerta del coche se abre solo para mí. Me recibe el cañón de una ametralladora.

-Andate de acá.

El soldado mueve su arma frente a mi cuerpo, reforzando el sentido de sus palabras. Contra una pared cuatro compañeros suyos tienen a diez o doce árabes con las piernas y los brazos extendidos.

-Andate de acá.

-Soy periodista.

-Andate.

 Obedezco y cruzo la vereda. La terminal de ómnibus es una desierta explanada de concreto. No hay ningún coche. Ningún pasajero. A unos 150 metros un fotógrafo rubio dispara nervioso su cámara. Un cartel anuncia unos lugares más sagrados del cristianismo: "Iglesia de la Natividad a 500 metros". De pronto, una lluvia de piedras empieza a caer sobre los soldados. No se ve a nadie en la calle. Por sobre las azoteas solo se ve el cielo celeste y el abrumador sol del desierto. Pero las piedras siguen cayendo. Bienvenido a la Intifada.

El rebaño

El lugar donde nació Cristo se encuentra en una plaza. No es una plaza cualquiera, es casi una fortaleza. A su frente se ubica el el cuartel de la policía israelí. Está rodeado por una enorme alambrada de unos tres metros de altura. En un costado hay un camión del ejército, rodeado de soldados armados a guerra. Varias casas que rodean la plaza tienen, en sus azoteas, puestos del ejército con hombres armados.

Las excursiones con turistas llegan a la plaza. Los pasajeros reciben instrucciones claras: deben bajar en fila. Sin salirse de ella, entrar a la iglesia. Terminado el paseo, retornar, todos juntos al ómnibus. El conductor arrancará rápidamente de regreso a Jerusalén.

La mayoría de los comercios que rodean la plaza están cerrados desde hace mucho tiempo. Los turistas ya no se acercan, ni visitan tampoco el resto de la ciudad.

-Mire, mire lo que están haciendo de este país.

Una monja me habla y señala la gigante valla de alambre. "Mire lo que han hecho, mire esos pobres muchachos..."

En la comisaría, detrás de las rejas, cuatro jóvenes están arrodillados en el piso. Tienen las manos atadas a su espalda. Los ojos mirando a una pared gris. El sol cayéndoles a plomo sobre sus cabezas. Un soldado monta guardia.

"Usted mire, mire y cuente. Yo ahora no puedo hablar. Pero usted hágalo por nosotros".

La monja se va.

Un vehículo del ejército, mezcla de jeep y camión, llega.

Los detenidos son sacados de la comisaría y llevados hacia él. Uno de ellos tiene como mucho 10 años, quizás 9, quizás 8. Los van subiendo de a uno. El carro militar es alto, y sin poder utilizar sus manos -las tienen atadas- los detenidos tienen problemas para subir. Hay cinco mujeres árabes que se han parado a unos diez metros de la escena y la contemplan, rígidas. Los pocos habitantes de Belén que están en las calles miran en silencio. Solo los turistas siguen cumpliendo, sin cambios, su ritual de folletos y cámaras de fotos. Ahora llega el turno del niño. Con las manos atadas, va rodeado por los soldados. Diez, nueve, quizás ocho años. Las mujeres explotan: 

-Animales.

-Animales.

-¡Animales  animales, animales!

El límite

Los israelíes han atravesado muchas guerras. En cada una de ellas murieron cientos de sus soldados, a veces miles. Sin embargo, nunca un joven se había cuestionado la prestación del servicio militar. Debían ir al ejército, y también a la guerra, por causas justas, moralmente superiores, porque sus enemigos no les daban más remedio, entendían.

Desde el comienzo de la Intifada eso ha cambiado. Por primera vez jóvenes israelíes prefieren la cárcel a tener que cumplir con su servicio en los territorios ocupados.Rami Hasson ha pasado 140 días en la cárcel desde diciembre de 1987, en que se negó por primera vez a tomar parte en la represión de la Intifada. Ahora ha sido convocado nuevamente para ser carcelero en Hebrón. "Prefiero ser un prisionero en una cárcel militar que un carcelero en los territorios ocupados", dice. Es activista de un movimiento llamado Yesh Gvul, que en hebreo quiere decir "hay un límite". 

De todos modos la gran mayoría del país sigue cumpliendo con sus servicios militares.

"Es un trabajo sucio. Yo me siento como un monstruo de dos cabezas. Con una hago todo aquello para lo que he recibido órdenes y con la otra hago todo lo que tengo que hacer para que no me maten. Se supone que tenemos que correr a los chicos que nos tiran piedras. Cuando lo hago, las botas me pesan, y la ropa, y el fusil. Ojalá siempre lograran escaparse. No me gusta eso de tener que arrestar nenes de 10 años". 

La prensa israelí sigue siendo independiente. El testimonio lo recogió, de boca de un oficial del ejército, el periodista Mijail Myron en la Franja de Gaza en los mismos días en Punto y Aparte estuvo en Cisjordania. 

Pero no todos los soldados se muestran tan contemplativos. El mismo periodista israelí recogió otro caso. Un hombre palestino llevaba en Gaza un tatuaje con la V de la victoria. Los soldados lo detuvieron.

"Me hicieron tirar al piso. Me palparon de armas. Uno pisó mi codo izquierdo, mientras el otro buscaba algo en su bolsillo. Creí que buscaba una lapicera, que me iba a pedir el nombre, documentos o algo así. Pero sacó una navaja y comenzó a arrancarme el tatuaje, con carne y músculos. Grité del dolor, que era horrible. Mi hija me miraba desde el umbral. Y decía: 'Papá, papá'. Salió mi mujer y también se puso a gritar. La golpearon con un bastón de madera".

Myron fue enviado a Gaza dos días después de que un niño palestino muriera baleado en el campo de Shati. Un niño de 3 años.

Error

El jeep se ha ido. El silencio vuelve a Belén. Uno de los soldados que monta guardia en la plaza se acerca, mira mi carné de periodista y me canta: "hijo de puta, hijo de puta". Llega un oficial. Con calma despliega un papel escrito en hebreo ante mis ojos.

-Desde hoy a las 11 Belén ha sido declarada zona militar cerrada a la prensa. Debe irse. No puede estar acá.

Pegado a las paredes bordeo la plaza alejándome del oficial, del puesto militar y de la Iglesia de la Natividad. La ciudad se abre, al otro lado de la plaza. Tratando de disimular, escondiéndome de la vista de los soldados, dejo la plaza y me meto en una callecita. El aspecto es desolador. Las calles mugrientas y abandonadas. Casi no hay nadie. Algunos, escondidos detrás de una esquina, siguen mirando el lugar desde donde recién partió el camión militar con sus presos.

Camino solo. La tensión se respira en el aire. Las ropas me denuncian. Cualquier soldado sabrá que soy un no residente violando el estado de sitio. Los árabes saben que no soy uno de ellos: solo puedo ser un periodista o un agente israelí. Espero no convertirme en un "error" de la Intifada. Los Comités Populares y de Choque que la conducen han ordenado el asesinato de presuntos colaboradores con las autoridades. Pocas pruebas, ningún juicio y acciones rápidas. Muchas ejecuciones luego fueron admitidas como "errores".

El quinto hijo

Hay dos mujeres árabes en la esquina. Al verme empiezan a hablar con nerviosismo. Gesticulan. Creo reconocer entre sus frases la palabra sahafi, que en árabe quiere decir periodista. Es imposible estar seguro. Una se va. La otra queda parada en una esquina. Yo enfrente.

La mujer vuelve con una chica. Ésta intenta hablar en inglés, pero apenas si sabe algunas palabras: soldados, madre, muertos. Me pregunta si quiero ir.

Ellas van adelante. En cada esquina miran para los dos lados. No hay casi autos en Belén. Esquivan soldados. Llegamos a una puerta. Entran. Entro.

Es una pieza casi vacía. Una cama, una mesita, algunas sillas. En una pared, la foto de un joven con una leyenda en árabe. Hay una mujer que llora. Nunca había visto llorar así. Grita. Sacude los brazos y llora siempre otra vez. En la cama hay tres muchachos jóvenes. Al lado de la mujer, hay otra. En un costado hay un anciano. Me quedo parado en un rincón. Me ofrecen un banquito. Quieren hablar pero no saben inglés. Quiero hablar pero no sé árabe. Los gritos de la mujer no escuchan los consuelos de quienes la acompañan. A veces dice algo y la otra mujer también se pone a llorar.

Miro impotente las paredes y la única foto que adorna el cuarto y espero. Cada minuto es eterno. Una joven de unos 20 años, morocha y bastante bonita, llega a la casa. Dice algo y los otros me señalan. Después sonríe y saluda en perfecto inglés.

Hablan. Los jóvenes sentados en la cama son tres de los cinco hijos de la mujer que todavía llora. Uno de los muchachos que se acaba de llevar el camión del ejército israelí es uno de los dos hijos que no están presentes.

Descargan todas unas palabras atragantadas y la chica casi no puede traducir tantas cosas que le dicen. Las palabras se mezclan con los llantos. "Mire lo que es esta casa, acá acá vivimos 14 personas". Llanto. "Los muchachos no pueden salir a trabajar porque cualquier joven que anda por la calle termina preso". Llanto. "Entran a las casas, le pegan a las mujeres. Dicen que son una democracia, pero qué democracia es esta que se lleva a niños presos". Llanto.

La mujer se seca las lágrimas y señala la foto que está en la pared. El coro de familiares y vecinos se detiene un segundo. "Este era mi otro hijo, el quinto. Tenía 18 años. Lo llevaron preso. Una semana antes de que terminara la condena... una semana antes... en la cárcel, lo mataron".

Uno de sus hijos vivos trata de consolarla. Los otros bajan la vista con impotencia. Las venas de los brazos parecen a punto de estallar. La mujer apenas recupera el aliento para agregar, llorando de nuevo: -Y al que se llevaron hoy también me lo van a matar...

Círculo I

"El problema acá es que pasan los meses pasan los años y las soluciones no llegan. Medio país está dispuesto a negociar con la OLP y el otro medio país lo impide. Estamos estancados en ese punto. Indefectiblemente, negociar con la OLP implica la creación, a corto plazo o mediano plazo, de un estado palestino independiente. Y acá nadie está seguro de lo que eso puede implicar. Porque ya tuvieron un estado en 1948 y no les sirvió y nos invadieron siete países. Porque en el 67 quedaron bajo gobierno de Jordania Y tampoco fue la solución y vino el terrorismo. Quizás ahora, después de vivir tantos años de miseria y de opresión, haya comprendido que la paz se encuentra siempre en alguna solución intermedia. El dilema de Israel es cómo saber si realmente es así. Mientras tanto la Intifada sigue y nuestro desgobierno también. Si la derecha pudiera hacer lo que quiere, ya habría matado a todos los que tiran piedras. ¿Y qué? El problema reaparecería con mayor violencia dentro de unos años. Si la izquierda fuera gobierno, ya les habría dado su estado independiente. ¿Sería esa la solución definitiva o el comienzo de un nuevo conflicto? Eso es lo que te deprime de vivir acá: ver que no hay soluciones, que no hay salida", dice angustiado un israelí de 30 años.

Círculo II

Después de unos minutos los ánimos en la habitación de Belén se han tranquilizado algo. Una niña trae un refresco envasado en Cisjordania (los palestinos realizan un monolítico boicot a la industria israelí). Ellos toman café. Son hospitalarios. La mujer ha dejado de llorar. Le digo a la chica traductora que les pregunte si aceptarían, como solución de paz, compartir el país con los israelíes. Ella traduce. Lamento haber hecho la pregunta. La mujer explota otra vez en su locura de gritos y lágrimas. 

-Después de que han matado a mi hijo, ¿cómo puedo compartir el país con ellos? No tienen alma.

Descansa en paz 

Jerusalén, Tiberíades, Safed y Hebrón son las cuatro ciudades santas para los hebreos. En ellas la vida judía no sufrió interrupción alguna desde la época bíblica

El 24 de agosto de 1929 Hebrón quedó sin judíos por primera vez en 5000 años. Una revuelta árabe mató a 59 de ellos, incluyendo mujeres y niños. De ellos al menos 23 fueron torturados, mutilados, y luego, descuartizados. Los pocos sobrevivientes escaparon

Tras la independencia israelí, Hebrón quedó en mano jordanas. Cuando los israelíes volvieron a la región en 1967 fundaron, a un kilómetro de ella, una nueva ciudad: Kiriat Arba. 

Hebrón sigue siendo sagrada, tanto para los musulmanes como para los judíos: allí está la tumba de Abraham, el primer monoteísta de la humanidad.

El ómnibus para Kiriat Arba sale desde Jerusalén. Como todos los ómnibus israelíes es confortable y moderno. Sin embargo tiene un detalle curioso: todos los vidrios de las ventanas están rajados.

La temperatura es alta, el sol cae a plomo sobre el coche. A pesar de ello, apenas abandona los límites de Jerusalén y se interna de los territorios ocupados, los pasajeros cierran sus ventanillas. La temperatura sube. Espero que las piedras se estrellen de un momento a otro punto, que los vidrios vuelen. Esta vez no lo hacen.

Kiriat arba es una ciudad de edificios todos iguales. Una especie de Parque Posadas en la mitad del desierto. Está completamente rodeada de altas alambradas y torretas de vigilancia. Desde su entrada principal se ven las primeras casas de Hebrón.

-Antes vivíamos en buena vecindad con los árabes. Tenía amigos árabes que venían a mi casa. Después empezó la Intifada y todo se arruinó. Si ellos tiran piedras, ¿qué podemos hacer nosotros?

La ciudad aplasta. El calor es insoportable. Caminar no tiene sentido. Hacia cualquier lado solo se ven los mismos, idénticos, edificios y se adivina el desierto y un alto enrejado entre él y nosotros.

Las calles de la ciudad son todas son recorridas una y otra vez por jeeps del ejército. Sus radios no dejan de transmitir claves. Los soldados se detienen a comer algo en un bar. Su dueña lo tiene decorado un modo particular. Un cartel dice: "Amo a todos los judíos". Otro muy grande pregunta: "¿Qué bandera prefiere para su país?" Las opciones son dos: la bandera de Israel o la Palestina con una calavera en el medio.

Dos chicas están sentadas en la vereda. No sienten especial placer en hablar para un periodista extranjero acerca de la Intifada

-¿Intifada? Ellos tiran piedras y nosotros contestamos. Que no se quejen. ¿Qué quieren Si antes tenían de todo.

-No tenían independencia. 

-Este es nuestro país. Si quieren independencia que se vayan a otro.

Los soldados del puesto de vigilancia miran extrañados. No es común que alguien cruce las alambradas de Kiriat Arba para ir caminando a Hebrón. Yo apenas espero que ningún árabe me haya visto salir de la ciudad judía.

Apenas un kilómetro separa una ciudad de otra. El estado de Hebrón es todavía más calamitoso que el de Belén; recuerda, dicen los que han estado allí, a Beirut. Las calles están vacías y llenas de escombros. No hay un solo comercio abierto. Es la desolación absoluta. El grueso de los soldados israelíes en la ciudad están atrincherados en una plaza frente a la mezquita de Abraham, por si algún turista o fiel judío quiere visitar su tumba. Adentro del lugar santo, a pesar de ello y salvo los soldados, todos son musulmanes.

La tumba está recubierta por un lienzo de terciopelo bordado con una leyenda en árabe. Dice: "Esta es la tumba del profeta Abraham, que descanse en paz".

Difícilmente alguien puede hacerlo en Hebrón.
 

El velorio

El abandono de Hebrón es indescriptible. Escombros. Casas ruinosas. Una pintada en cada centímetro de pared disponible. Como siempre: tachadas y vueltas a pintar. Tantas veces como sea necesario.

Por algún altoparlante suena el llamado a la oración de los musulmanes. Lo reciben las calles desiertas.

El carné de periodista colgado de mi cuello no alcanza. Las pocas personas que andan por la calle me miran con desconfianza. Sus miradas aterran. 

"Hey, periodista".

Cinco o seis muchachos, de unos 20 años, se me acercan. Me preguntan qué hago.

-Sahafi

En inglés me invitan a ver al padre de uno que mataron.

Lo sigo. Subimos y subimos por calles bíblicas y estrechas. "Acá nos animan a venir los soldados", dicen. Espero una escena parecida a la de Belén: una casa, una madre llorando. Pero al dar vuelta el enésimo recodo de una esquina, el espectáculo es bien distinto. Cientos de personas están reunidas alrededor de una casa. Banderas palestinas flamean en su techo y en los de las casas vecinas. Un gigantesco pasacalle, con letras árabes, cuelga desafiante. La casa tiene más banderas en sus ventanas. Hay fotos de Yasser Arafat y del asesinado líder palestino Abu Nidhal. Sobre la puerta hay una foto de un chico muy joven, desconocido.

Cincuenta, sesenta palestinos me rodean. Los muchachos que me habían llevado hasta allí discuten con ellos. Las voces de los otros suenan más altas. Por fin uno me habla.

-Tiene que irse de acá.

-¿Usted quién es?

-El tío.

Imbécil. Espero que no sea tarde para haber entendido. Los muchachos me habían llevado a ver al padre de "uno que mataron". Pues ahí estoy: en su velorio. Es el chiquilín de la foto. Me disculpo lo más amablemente posible. Ninguno de los hombres que me rodean se mueve. Unos me miran por sobre los hombros de los otros. Las banderas palestinas flamean sobre nosotros. Por fin el tío me habla.

-Tiene que irse -dice.

Y agrega: 

-No queremos a nadie de Israel acá.

Busqué con la vista a los jóvenes que me habían llevado allí. Así. ¿Qué habían dicho de mí? No los vi. Saqué tan rápido como pude el pasaporte uruguayo y los carné de periodista. Fueron de mano en mano. El tío los miró largo rato. Todos esperaron el veredicto en silencio. Lo pronunció mirándome a los ojos.

-Eres bienvenido.

Italia '90

Dentro de la casa cubierta de banderas palestinas solo hay hombres. El cuerpo ya fue enterrado. Las mujeres -me explican- se reúnen en casa del asesinado para acompañar a su madre. El chico tenía solo 15 años.

El padre del joven muerto saluda a los presentes. Es un hombre mayor con la piel oliva curtida por el sol del Medio Oriente. Está vestido del modo tradicional árabe. Tiene los ojos llenos de lágrimas.

Cuando me voy los muchachos que me habían llevado allí me acompañan.

"Lo mataron ayer. Estaba pintando un graffiti. Un auto con chapa árabe se le acercó. (Las matrículas de los autos israelíes son amarillas mientras que los residentes de los territorios ocupados son celestes). Uno sacó una ametralladora y lo mató. Iban vestidos de civil. 

El Jerusalén Post, un diario independiente, publicó al otro día las dos versiones del caso. El ejército negó los cargos, dijo que no hubo muertos ese día en choques con sus tropas y que solo conocía el caso de un chico herido durante un enfrentamiento con los soldados. Fuentes militares dijeron al post que chicos enmascarados habían tirado piedras a una patrulla. Los soldados dispararon al aire y luego las piernas de los atacantes de sus atacantes. Uno de los jóvenes habría sido herido en una pierna.

La versión recogida por el diario de boca de residentes locales coincidía con la del velorio. Cerca de su casa, un auto Subaru llevando soldados vestidos de civil se acercó al chico y le disparó en una pierna cuando cayó herido los soldados bajaron y dispararon al menos dos veces a quemarropa.

Caminamos. Ahora estamos en el lugar donde el joven cayó muerto. Alguien ha dejado unas piedras y una flor de plástico.

-¿No les da miedo andar por la calle? -les pregunto.

-Miedo tienen ellos.

El espectáculo es deprimente. Las calles están en muchos casos tapiadas por murallas hechas con barriles. "Las hace el ejército para que los que tiran piedras no puedan escaparse tan fácil". Ahora estamos en la casa del chico muerto sobre la que también flamea la bandera palestina. "Ayer dejamos ciego a un soldado tirándole ácido en los ojos"; "cada día matamos a uno acuchillándolo"; "acá el 70% de los jóvenes somos de Hamás", dicen. Hamás es una organización antiisraelí más radical que la OLP que se alimenta de un creciente fundamentalismo islámico y de los pocos éxitos concretos que la nueva estrategia de la OLP ha conseguido. Su crecimiento es mayor cada día, mientras los israelíes se niegan a dialogar con Arafat.

-¿Qué les parece que la OLP haya reconocido la existencia de Israel y busque un acuerdo de paz?

-No creemos en la paz con Israel. La OLP lucha bajo las órdenes de Arafat. Nosotros combatimos bajo las órdenes de Alá. El Corán dice que debemos matar a todos los judíos. Y los vamos a matar.

Caminamos en silencio por calles vacías. Tras una barricada de barriles aparece una desierta canchita de fútbol. Su aspecto resume una insondable tristeza. Es imposible imaginarse a un niño corriendo con la única preocupación de fusilar al golero. El piso es de arena. Uno de mis acompañantes, que me asesinaría apenas adivinara mi origen familiar, me pregunta, sonriendo: 

-¿Uruguay se clasificó al Mundial?

Fin


Un ómnibus de Israel a Egipto, de Jerusalén a El Cairo. Algo que fue impensable y hoy es posible.

El pasaje es variado. Desde dos rubios soldados finlandeses, cascos azules de la ONU de vacaciones de su servicio en el Líbano, hasta un matrimonio uruguayo de origen árabe que por primera vez va a Egipto.

Hay egipcios e israelíes. Hay un grupo de chicas y muchachos árabes israelíes, de la ciudad de Haifa. Van impecablemente vestidos. Viven la Intifada como algo lejano. "¿Es cierto que les pegan?"

Hay un profesor palestino. Viaja a El Cairo invitado por la Unesco para dar una conferencia. Vive cerca de Nablús y asegura que allí es todavía peor que en Hebrón. Estuvo en Jordania cuando su ejército atacó a los palestinos. "Fue muy duro, muy duro", dice, pero prefiere no agregar más y mirar por la ventanilla.

Cuando se llega a la frontera hay que dejar el ómnibus israelí y pasar a uno egipcio. Antes hay que pasar por el control de pasaportes todos toman el suyo. Estamos en Rafah, Rafíah en hebreo.

El pasaporte del profesor palestino es de un país que ya no administra el territorio donde fue expedido. Lo consiguió cuando Cisjordania era parte de Jordania, antes de 1967.


Rafah, Rafiah, Israel, Gaza, Palestina
Los finlandeses, ingleses, uruguayos, egipcios e israelíes, incluidos los chicos árabes de Haifa, cruzan la frontera sin problemas. El profesor, en cambio, es retenido. Su origen, su domicilio, su viejo documento, hacen que deba someterse a mil revisaciones e interrogatorios. Él es distinto a todos nosotros. Su país no existe en los mapas. Por fin, los israelíes lo dejarán cruzar la frontera pero su demora ha sido muy larga. Nuestro ómnibus ha partido rumbo a El Cairo. Él deberá viajar en el próximo.

El nuevo ómnibus tiene asientos reclinables, pero nadie puede dormir ya que por los altoparlantes no deja de sonar música árabe a todo volumen. Todos viajan felices. Un guía egipcio da la bienvenida a todos en árabe y en inglés. Luego se disculpa frente a los israelíes por no poder darla en hebreo: no conoce el idioma. Es un muchacho de unos 18 años, muy simpático. Un turista israelí intenta enseñarle. El guía lo intenta y le sale mal. El israelí vuelve a ayudarlo y el guía lo intenta otra vez. Casi, casi. Al tercer intento el egipcio da a los israelíes una cálida bienvenida en un casi perfecto hebreo. Los israelíes aplauden. 

Ha sido un reconfortante espectáculo. Lástima que el profesor no estuviera para verlo.

24.4.24

Comunidad Jerusalén: el infierno de san Antelo


El podcast Los demonios del padre Antelo, recientemente difundido por El País, ha vuelto a recordar la historia de la Comunidad Jerusalén.

Una de las entradas de este blog ya refería a aquel episodio. Pero el gran interés despertado por el podcast sobre el tema y varias consultas recibidas, me decidieron a hacer públicos diversos materiales sobre aquel episodio.

En los días que siguen publicaré artículos y documentos -algunos ya divulgados en aquel 1996, otros inéditos- sobre Jerusalén y el sacerdote Adolfo Antelo.

Comienzo por un extenso fragmento del reportaje que publiqué en la revista Tres en su primera edición, el 27 de enero de 1996. Se titulaba El infierno de san Antelo y provocó tal revuelo que la justicia inició una investigación sobre las denuncias y Antelo terminó preso. 

Padre Antelo. Adolfo Antelo. Comunidad Jerusalen
Tapa de la revista Tres.

 

 EL INFIERNO DE SAN ANTELO



“Yo nací en España, en una aldeíta allá por la montaña”. Así comenzó a contar su historia el sacerdote Adolfo Antelo, el 15 de abril de 1992, cuando en el canal 5 el periodista Ignacio Suárez le dedicó su programa Un día en la vida. Antelo narró que llegó al Uruguay a los 2 años junto con su familia y que su madre murió cuando tenía 9. Luego, se detuvo en lo que definió como “un gran acontecimiento en mi vida, quizás el más grande”. Era 1972, tenía 22 años y le diagnosticaron cáncer en un pie. Ante las cámaras de televisión, Antelo afirmó que un sacerdote le anunció que moriría en 40 días. “¿Por qué a mí? ¿Por qué no a esos tarados de Pocitos, que no sirven para nada?”, dijo que pensó entonces.
En el hospital escribió una carta a sus amigos, luego reproducida repetidamente en los folletos de la Comunidad Jerusalén, hoy Misioneras de Cristo Resucitado. “Me han dicho que voy a morir. ¡Pero no moriré! (...) No tengan miedo, porque Cristo resucitó y ya todo es posible en nosotros”.
No murió. Los médicos le amputaron el pie y sobrevivió. “¿Hubo un milagro?”, le preguntó Suárez en el programa de televisión. En la pantalla, el rostro del sacerdote se fundió detrás de paisajes paradisíacos y una música celestial invadió los hogares de los televidentes. Antelo dijo:
-No me gusta hablar de la palabra milagro porque hay gente que identifica milagro con cosa rara, superstición y lo que fuera. Creo que hubo un gran don, un gran regalo de Dios. Creo que esos son los verdaderos milagros.

***

Antelo fue ordenado sacerdote el 16 de agosto de 1975, pese a no haber terminado sus estudios religiosos. Quien lo ordenó, el obispo Andrés Rubio, afirmó entonces que con Antelo había sucedido algo divino. “Todos sentimos que se trata de una ordenación especial”, manifestó en la homilía y aseguró que en aquel joven“el amor del Padre (...) se ha expresado en forma divinamente original, humanamente desconcertante”.
-¿Por qué dijo que aquella ordenación fue muy especial?- le pregunté a Rubio, quien me recibió sonriente pero precavido en una de las sedes de la Comunidad Jerusalén.
-Porque era un joven al que se le adelantaba la ordenación, en previsión de una posible muerte próxima. Y porque él había hecho, en el momento en que se vio frente a la muerte, una experiencia de Cristo fortísima.
-Usted también afirmó que Dios se manifestó en Antelo de una manera “divinamente original”.
-Porque fue a través del dolor, cuando le cortaron una pierna, con el peligro de que apareciera en cualquier momento una metástasis y se muriera. Para los creyentes, el camino del dolor es original pero efectivo, porque Cristo nos redime sufriendo y muriendo en la cruz.
Rubio estaba muy orgulloso de haber realizado aquella ordenación.
El nuevo sacerdote se mostró pronto como un cura que podía sortear las barreras generacionales. Su fama creció en el colegio Juan XXIII. Capaz de celebrar una misa incluso en la escollera del puerto, Antelo comenzó a nuclear a su alrededor a muchos jóvenes. También generó sus primeros detractores.
El 25 de enero de 1982, el sacerdote Carlos Techera, superior salesiano, le ordenó, según el propio Antelo ha relatado, “crear un centro de espiritualidad donde comunicara a todos los jóvenes la experiencia de Dios que Él me regaló en el hospital”.
Antelo cumplió el mandato. “Salimos al encuentro de los adolescentes y de los jóvenes donde están: a la salida del liceo, en la casa, en el barrio, en la parroquia, en los grupos”, explicó una de las integrantes de la Comunidad Jerusalén en un reciente video promocional del grupo.
Esas campañas proselitistas fueron un éxito.
“Yo tenía 18 años y me enganché buscando a Dios, un sentimiento que lo tiene cualquier ser humano”, dijo Leonardo Silveira, de 25 años, resumiendo el sentir de la mayoría de los que entraron a la comunidad.

***
Los jóvenes que comienzan a aproximarse a la comunidad -los “participantes”- y los matrimonios que toman parte en sus actividades de fin de semana conocen una Comunidad Jerusalén. Pero quienes dejan sus hogares, se consagran y pasan a vivir dentro de ella, conocen otra muy diferente.
“Antes de ser consagrada todo era muy distinto. Luego, cuanto más tiempo vivís en la comunidad, más te das cuenta de la realidad. Cuando sos un ‘participante’ no te das cuenta de nada”, explicó la ex integrante Ana Coutinho, de 26 años, cuatro de ellos vividos dentro de Jerusalén.
Coutinho cree haber sido presionada para consagrarse. “A través de la dirección espiritual te hacen creer que tu única salvación es entrar a Jerusalén. Después te hacen sentir que la manera de ser fiel a Dios es que te consagres. Y como vos querés ser fiel a Dios, tenés que entrar. No sé cómo, pero lo hacen”, relató, ya liberada, en la plaza de comidas del shopping de Punta Carretas.
Una vez en la comunidad los jóvenes recorren lo que llaman “Proceso de Transformación en Cristo” y que supone “un proceso de diferenciación con la mentalidad que uno había tenido antes y con la del resto del mundo”, explicó Álvaro Vázquez, de 29 años, que vivió durante siete años en Jerusalén y hoy trabaja en la empresa médica de su padre.
Los nuevos integrantes son llevados con frecuencia a las residencias que la comunidad tiene en Buenos Aires o en la ciudad de San Leopoldo, en Río Grande del Sur. Los jóvenes cuyas familias aceptan de buen grado que vivan en la comunidad son alentados a no cortar los lazos familiares. Pero aquellos en cuyos hogares se atisba alguna resistencia son impulsados a separarse.
Vázquez recordó que “Antelo me hizo ir a decirles a mis padres que estaban en contra mío y que eran culpables de todo lo malo que me pasaba”.
Otro día el cura le dijo a Coutinho:
-    Anita, te hace mal ver a tus padres, porque te hacen dudar de tu vocación. No vayas más a tu casa.

 

***
 

Padre Antelo. Adolfo Antelo. Comunidad Jerusalén
En la comunidad la vida es rigurosa. El cronograma diario incluye rígidos horarios para rezar, estudiar, recibir la “dirección espiritual”, escuchar las charlas del líder, grabarlas, desgrabarlas y escribir un diario íntimo que el sacerdote y los directores espirituales pueden revisar en cualquier momento. “Dormíamos poco, era bastante agotador”, dijo Marisol Cedrés, de 28 años, otra ex integrante.
Las charlas toman muchas horas. “Antelo puede hablar seis horas sin parar, sin problema -explicó Álvaro Vázquez-; cuando terminaba todos quedábamos convencidos de lo que había dicho. Tiene un gran poder de convencimiento. Mientras lo oís hablar, es muy difícil ser crítico”.
Coutinho relató que “se tiene un régimen de reuniones permanentes, eternas. A veces se sigue un día entero. Antelo habla, habla, habla, habla, horas y horas”. Otro ex integrante, que prefirió no revelar su nombre, explicó que “si uno se pierde una charla, tiene que escucharla después en un walkman, porque todo se graba. Escuchar todo eso, habiendo dormido poco, va cambiando tu mente”.

Adolfo Antelo Comunidad Jerusalén
Desgrabando a Antelo
A ese régimen agotador se suma una alimentación irregular, a veces deficiente. En algunos hogares de la comunidad se come mejor que en otros, pero en todos ellos las comidas se saltean, ya sea para oír a Antelo o porque se ha descubierto que algún miembro está “endemoniado”.
“Se suponía que se comía todos los días, pero surgían estas crisis y olvidate”, contó Marisol Cedrés.
“La alimentación nunca fue balanceada”, agregó Vázquez. “Antelo decía que no había dinero para la comida, pero después uno se enteraba del dinero que la comunidad tenía en el banco y veía que no era así. El debilitamiento físico terminaba influyendo en tu personalidad”.
Los reglamentos son para todos, menos para Antelo que duerme, come y bebe en abundancia. “Se acuesta a las cinco de la mañana y se levanta a la una de la tarde”, recordó Vázquez. “Toma mucho, mucho vino”, dijo el ex integrante Leonardo Silveira. Coutinho lo vio con sus propios ojos: “Toma whisky, vino, cerveza. Lo vi tomarse dos litros de cerveza de corrido”.
Tales testimonios concuerdan con el que una ex integrante brindó a un grupo de laicos de la Iglesia que, a su vez, lo remitió al arzobispo José Gottardi y a otras autoridades religiosas. En esa declaración se dice que Antelo “en todas las comidas come carne y tiene comida especial porque es enfermo (...) También toma alcohol. A veces le dan de comer en la boca, pero no es lo común”.

***

El miedo comenzó en 1988. “Hasta entonces se había vivido un clima de cierto respeto -si bien muy anormal para lo que es cualquier comunidad de la Iglesia, porque era muy sectario- pero todavía podíamos vivir sin tanto miedo”, recordó Álvaro Vázquez.
Ese año Antelo comenzó a decir que un ex miembro de la comunidad -Mauricio Sampietro- estaba endemoniado y que varios integrantes de la Comunidad Jerusalén seguían sus pasos.
“A raíz de eso empezaron los golpes de Antelo, porque ésa era la forma de terminar con la influencia de Sampietro”, explicó Vázquez.
Para establecer cuáles miembros de la comunidad están creyendo la palabra demoníaca de Sampietro, se realizan extensos interrogatorios destinados a arrancar una confesión.
Cuando Antelo comienza a preguntar “todo el mundo tiembla, porque no sabés si lo que vas a decir le va a gustar o no. De repente, ‘descubre’ que estás ‘endemoniado’ y te cae ahí mismo”, explicó Coutinho.
La tesis a confirmar en los interrogatorios es que Sampietro violó a los miembros de la comunidad -hombres y mujeres- y que por esa vía les inculcó “la palabra del demonio”.
“No puedo creer la barbaridad que llegamos a creer: que Mauricio nos había violado a través de la mirada”, recordó Coutinho. “A mí Antelo me lo hizo creer luego de un interrogatorio de tres o cuatro o cinco horas. Fue tan largo que perdí la noción del tiempo”.
“Al principio decía que Sampietro te había dañado a través de la mirada: te había mirado de arriba abajo. Después era que te había mirado y su pene... pero no hablaba de violación física real... ¡era rarísimo!”, agregó.
Otro joven explicó que “la violación era con la mirada, primero Sampietro te miraba a los ojos, después bajaba la mirada y te hacía mirarle la pija... esa es la palabra que usa Antelo. Entonces con la mirada te hacía sentir que te penetraba y te reventaba... toda una historia. Las mujeres quedaban traumadas y entonces iban a buscar su protección. Ahora me da vergüenza habérmelo creído”.
El asunto obsesionaba a Antelo. En un retiro espiritual que se realizó en Buenos Aires en 1991 hizo que todos contaran cómo Sampietro los había violado. “Tenías que inventar, no había otra”, relató Coutinho.
Vázquez pasó por aquella experiencia antes de escapar de la comunidad: “De cualquier forma hacía que te ‘acordaras’ de la supuesta violación. Podían estar 14 horas interrogándote. Si Antelo salía, otros seguían. Terminábamos inventando cualquier cosa. Eso pasó una y mil veces. Todos sabíamos que inventábamos todo para liberarnos de esa situación”.

***

Cuando los interrogatorios no dan resultado, Antelo recurre a una técnica conocida en psicología como “ensueño dirigido”.
El psicólogo Daniel Corlazolli, de 44 años, ha atendido a cuatro ex integrantes de Jerusalén, algunos de los cuales aún continúan en tratamiento.
“El padre Montes le enseñó a Antelo técnicas de hipnosis y ensueño dirigido... dos armas peligrosísimas en manos de una persona que no sabe usarlas”, explicó Corlazolli. “Lo sabemos por los relatos de las víctimas, porque el ensueño dirigido es consciente. La persona yace tendida, se la van surgiendo fantasías, tiene que elevarse cada vez más a un punto luminoso y después se le van sugiriendo contenidos”.
“Exacto, esa era la técnica que utilizaba -señaló Marisol Cedrés-. En eso se basaban los famosos ‘encuentros con Cristo’. Él te dirigía hacia lo que quería. Es algo muy inteligente... te vas condicionando... tiene una fuerza que hace que vos sientas lo que él te dice, y a la vez te hace idolatrarlo”.
“Era una forma de hacer la dirección espiritual”, dijo Álvaro Vázquez que, al ascender en la comunidad y empezar a dirigir espiritualmente a los más jóvenes, también empleó esa técnica. “Me tocó hacerlo con algunos de los gurises, ahora veo que fue algo totalmente irresponsable”.
(…)
Corlazolli explicó que el ensueño dirigido se usó, por ejemplo, con aquellos que se negaban a aceptar que Sampietro los había violado. “Se le inducía la fantasía de que realmente de una manera mágica, no se sabe muy bien cómo, Sampietro los había poseído con un enorme falo”. El psicólogo dijo que según los casos que conoce los resultados de esta práctica fueron “muy peligrosos”.
El ex integrante de la comunidad Leonardo Silveira relató que jamás en su vida vio a Sampietro pero, ensueño dirigido mediante, acabó por reconocer el daño que aquel le había hecho.
(…)
Mauricio Sampietro tiene 35 años e integró la comunidad durante cinco, hasta 1989. Desde entonces vive en otra comunidad religiosa, en Colombia.
-¿Tú violaste a alguien?- le pregunté en una entrevista telefónica.
-Noooo, imagínate... de allí hasta acá (risas). Evidentemente que no, es ridículo, inverosímil. Es una calumnia, una de las más graves. Pueden preguntarle a cualquiera y cualquiera puede comprobarlo. Quizás haya algunos que no hablen por presión psicológica, por miedo y terror. Hay que comparar la situación que se vive en la comunidad con la tortura. Yo, por suerte, salí en el momento preciso.
Sampietro cree que Antelo “construyó de mí un antimito, porque así, enfrentándose a un antimito, reforzaba su propia imagen mítica”.
Uno de los entrevistados mostró una carta que el propio Antelo le envió años atrás. En ella le decía que Sampietro nunca podría volver a integrarse a la Iglesia uruguaya porque “aquí el ambiente está picado por nuestras calumnias”.

***

Lo peor comienza cuando los miembros de la comunidad, extenuados tras extensos interrogatorios o inducidos psicológicamente, confiesan haber sido violados por Mauricio Sampietro.
“Vi cómo le pegó a mucha gente. Pega cuando dice que la persona no quiere denunciar a Mauricio y al demonio. Porque cuando la persona se pierde en esos interrogatorios eternos, ya no sabe qué decir. Ahí empiezan los golpes”, dijo Coutinho.
“Claro que lo vi pegar y ponerse como loco. Todos lo vieron”, sostuvo Silveira.
Coutinho relató: “Pegaba golpes de puño, patadas y durante mucho rato. Vi dejar gente marcada, con la cara verde de los golpes. Él decía que el Espíritu Santo lo asistía, porque sus golpes no rompían los huesos ni hacían sangrar. Pero yo vi gente a la que le rompió un brazo. Pegaba golpes tremendos. Él mismo llegó a tener las manos quebradas y enyesadas por los golpes que daba” .
Otro entrevistado, un ex integrante del grupo que fue víctima de esas golpizas y hoy es empleado de un comercio, afirmó: “Tiene mucha fuerza, pega con las manos, con las rodillas, con palos o da codazos en la espalda. Una vez le partió la cabeza con un mortero a un muchacho. Cuando te caías te pegaba patadas en los riñones, patadas fortísimas con la pata de palo, con la que puede patear con toda la fuerza sin que le duela. Es el sadismo extremado. A mí me cagó a palos, varias veces me rompió la boca y otra vez me reventó la cabeza contra una pared”.
“No era un juego. Quedaban manchas de sangre en las paredes. Se quebró las manos pegando, y hay que pegar mucho para quebrarse uno mismo”, agregó.
La última noche de Álvaro Vázquez en la comunidad fue pesadillesca. “Vine desde Buenos Aires a un retiro en Montevideo y me encontré con el panorama de siempre: gente con los ojos negros, algún endemoniado de turno. Nos fuimos a otro retiro en Punta del Este. Ahí me tocó a mí. De noche todos comenzaron a interrogarme. Antelo empezó a pegar a las seis de la tarde. Pegó hasta las tres de la mañana. Paró porque se fue a dormir. Cuando terminó, varios estábamos muy golpeados, con las piernas lastimadas y más de uno con los dos ojos negros. Me hicieron dormir en el balcón, a la intemperie. Otras veces había sido peor”.

***
Pero hay otra manera de terminar con la influencia del demonio y de sanar las heridas provocadas por las violaciones de los “endemoniados”.
“Con la excusa de sanar el daño que Sampietro les había hecho, Antelo toca descaradamente a las mujeres. Les toca los senos, la vagina, les mete la mano. A los hombres nos chocaba horriblemente, pero viniendo de él que era tan puro, parecía que estaba más allá de eso. Estábamos ciegos”, dijo un ex miembro.
Álvaro Vázquez explicó que según Antelo “el demonio que tienen las mujeres de la comunidad es muy extraño. Ellas manifiestan cierta aversión hacia su cuerpo y hacia su condición de mujeres. Y entonces... el Manosanta lo cura todo”.
Ana Coutinho tuvo que pasar por aquello. “Hay abrazos, manoseos y besos en la boca. Toca los senos de las mujeres, sin ningún problema. La cola también. Es lo que yo vi y viví. Me lo hizo a mí”.
“En momentos de liberación deja a las mujeres en bombacha y soutien. A mí me dijo que me sacara la ropa, pero no lo hice. Otras chicas lo hicieron porque insistió e insistió. Decía que vos sentías tu cuerpo como malo, porque fuiste violada. Tenías que desvestirte para ver que no era así. A veces –agregó- le pedía a alguna chica que se tocara los senos, para que viera que no eran malos”.
El testimonio recogido y hecho llegar a las autoridades eclesiásticas por el citado grupo de laicos interesados en aclarar la situación de Jerusalén coincide con los de Coutinho y Vázquez: “Mientras el padre Antelo está reunido con algún grupo, en la comunidad, está permanentemente manoseando a una mujer, le mete las manos por debajo de la pollera, le acaricia los senos, es para ayudarla a que el demonio la deje tranquila”.
Ana Coutinho y otros entrevistados dijeron que las mujeres son clasificadas por Antelo de acuerdo al tamaño de sus senos: “Vos los tenés de ping-pong”, “los tuyos son de tenis”, “los tuyos son de básquetbol”.
Los hombres también son tocados. “Te tocaba el traste, o te metía la mano adentro del pantalón, pero los varones siempre saltábamos para atrás”, dijo uno de los afectados.
Para las chicas que pasaron por esa experiencia, no es fácil asumirla. Decenas de ex integrantes de la Comunidad Jerusalén declinaron dar su testimonio. “Lo que me pasó se lo conté sólo a mi psicólogo y a mi confesor. Si hablo contigo voy a ponerme a llorar”, me dijo una ex integrante de Jerusalén que se excusó por no estar en condiciones de compartir sus vivencias dentro del grupo.
Ana Coutinho, en cambio, se atrevió a relatar lo que le hizo Antelo. “Cuando una termina convenciéndose de que realmente fue violada, se siente lo peor del mundo. Entonces ahí él te abraza y te empieza a tocar, como supuesta forma de cariño”, relató. “Hoy veo que me degradó, que me hirió y me da mucha bronca. Pero ahí dentro, la atmósfera de miedo y de tensión es tan grande que, aunque sea difícil de comprender, eso era gratificante. Era estar bien con Dios. Era como si Antelo fuera asexuado, un ángel, un santo. Es increíble. A mí eso me hizo mucho mal. Cuando salí no podía recibir cariño, me sonaba a otra cosa". 

(...)

Continúa.


Fragmento del reportaje El infierno de san Antelo. Publicado originalmente en la revista Tres, el 27 de enero de 1996. La versión completa se encuentra en el libro Un mundo sin Gloria.

Comunidad Jerusalén. Padre Antelo. Adolfo Antelo
Leer también: Los abusos sexuales del cura Antelo.

15.4.15

Montonera de plata

Es una historia nunca antes contada de la dictadura. Tres oficiales del Ejército encargados de la lucha antisubversiva fueron pasados a Tribunal de Honor en 1979 acusados de secuestrar a un argentino, ajeno a toda guerrilla, con el fin de sacarle cuatro millones de dólares. Publiqué este reportaje en la edición de Brecha del 1 de abril. Aquí se reproduce un fragmento.


Coronel Ernesto Ramas. Comisario Campos Hermida
Portada de la edición del semanario Brecha
Verano de 1979. Gobierna la dictadura militar y todavía no hay signos de apertura política en Uruguay. Un señor llamado Luis Camuyrano llega a la Jefatura de Montevideo para hacer una denuncia. En los papeles en los que se basa este reportaje no queda claro si fue el miércoles 14 o el jueves 15 de marzo.
Camuyrano, que es argentino, dice a quien lo atiende en la Jefatura de Policía que en los últimos cuatro días lo han secuestrado dos veces, se lo llevan y lo vuelven a dejar en el hotel donde está alojado, prometiéndole volver a secuestrarlo. Dice que lo extorsionan y que lo tienen amenazado de muerte. Que le han propuesto “un acuerdo para ser liberado a cambio de la entrega a sus captores de cuatro millones de dólares”. Que lo han obligado a enviar un télex a un banco de Europa con ese objetivo. Que cuando el dinero llegue, sus secuestradores se quedarán con él.
Cuenta que se aloja en el hotel Crillón y que en cualquier momento volverán por él, para exigirle el dinero. Si no lo tiene lo matarán. Y acá viene lo más interesante. Dice que sus secuestradores son militares y policías. Que él no tiene nada que ver con los Montoneros ni con ninguna guerrilla. Que está en Montevideo por negocios, una venta de carne, una exportación de grasa para Bolivia.
Obviamente no era fácil en aquellos años llegar a la Jefatura de Policía y denunciar por secuestro y extorsión a policías y militares. Pero Camuyrano –que no era un niño inocente- habrá estimado que esa era la última carta que le quedaba por jugar, que no tenía otro remedio, que de lo contrario lo matarían.
Todo está registrado en unos papeles que pertenecen al propio Ejército. Y demuestran con claridad, ponen en blanco sobre negro, que ciertos oficiales de la Policía y las Fuerzas Armadas -que tenían a su cargo la lucha antisubversiva- amenazaban, secuestraban y extorsionaban. No como parte del combate a los movimientos subversivos. Sino simplemente, como vulgares ladrones, para quedarse con dinero ajeno.

***

No se sabe si Camuyrano habrá tenido tal grado de sinceridad con quien le tomó la denuncia como para contarle que sus propios negocios tampoco solían ser legales. Más que un empresario, él, Luis Felipe Camuyrano De León, argentino residente en Italia, era un delincuente de cuello blanco. Tenía sus códigos. No usaba la violencia. Lo suyo eran estafas, falsificaciones, droga.
Cuando llegó esa tarde de marzo a la Jefatura de Policía de Montevideo, Camuyrano llevaba apenas cinco meses de goce de libertad, luego de haber pasado un lustro preso en Alemania.
Aunque esa historia no está registrada en los papeles del Ejército, sí está en el ejemplar del 18 de octubre de 1973 del diario La Vanguardia de Barcelona. Camuyrano integraba una banda de estafadores que contactaba a los familiares de las víctimas del naufragio del trasatlántico Andrea Doria para sacarles dinero con el fin de solventar una inexistente operación de recuperación del buque. Decía ser dueño de una sólida y experimentada empresa de rescate marítimo, y exhibía documentos que así lo demostraban. Falsos, claro.
Quién sabe en realidad qué “negocio” había traído a Camuyrano a Montevideo. Es probable que la idea de venir a Uruguay fuera del doctor Ferreira Estrada, socio y compinche, también con antecedentes penales varios: estafa, falsificación y contrabando.
Lo más seguro es que todo haya sido una trampa de Ferreira Estrada.

***

Camuyrano terminó de hacer su denuncia y quien la recibió le dio curso.
El jueves 15 de marzo, un comisario de apellido Márquez le pidió al comisario Luis Campos Hermida, jefe de la Brigada de Narcóticos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, que le prestara “grabadores y captores”: los necesitaba porque había un caso de “secuestro en el hotel Crillón” e iban a investigarlo.
Un secuestro en el hotel Crillón. Campos Hermida se dio cuenta de que se trataba de Camuyrano y se desesperó. Él estaba implicado en esa extorsión. Estaba muy involucrado. ¡Toda la historia había comenzado cinco días antes en su propio despacho!
Hay que parar esto ya mismo, pensó y corrió a la oficina del inspector Leonel Luna Méndez, director de Investigaciones, para pedirle que por favor no siguieran adelante.
El inspector Luna Méndez relataría luego, y quedó anotado por escrito, que Campos Hermida llegó a su despacho exhibiendo una “alteración nerviosa”. Le manifestó que “estaba metido” en una extorsión. Tan atormentado estaba que le dijo que “quería pegarse un tiro”.
Luna se contactó entonces con el mismísimo jefe de Policía de Montevideo, el coronel Hugo Arregui, y le relató lo que estaba sucediendo. Campos Hermida fue interrogado entonces por el Jefe de Policía y declaró más o menos lo mismo. Pidió “que el hecho se hiciera pasar como un procedimiento de Sedición a efectos de no ser perjudicado”.
Se puede suponer que allí mismo Campos Hermida le advirtió a los jefes de la Policía montevideana que no se trataba solo de él, sino que también había metida gente del Ejército, de la OCOA ni más ni menos, el poderoso Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas de las Fuerzas Armadas. Estaba metido un comandante de la OCOA, el teniente coronel Ernesto Ramas.
“Ramas sabía que era por dinero”, admitió Campos Hermida ante sus superiores.
Pero, por algún motivo, sus súplicas no fueron oídas y la investigación siguió.
No se sabe qué pasó en la Policía, pero en el Ejército todo terminó en un Tribunal de Honor. Las actas de ese escandaloso Tribunal de Honor, no todas pero casi, son los papeles que respaldan este informe.

***

Todo había comenzado cinco días atrás.
El 10 de marzo un argentino con antecedentes penales llamado Ferreira Estrada llegó a la oficina del comisario Campos Hermida y pidió para hablar con él.
Campos Hermida diría luego que lo atendió porque lo conocía de un trato comercial que habían tenido en 1962, cuando trabajaba manejando un remise.
Según lo que declaró el comisario cuando fue interrogado como testigo por el Tribunal de Honor del Ejército, Ferreira Estrada le contó que estaba en Montevideo con un socio, un tal Luis Camuyrano, que le debía plata a pesar de que tenía millones de dólares depositados en un banco europeo.
Tras la entrevista, Campos Hermida no informó nada a sus superiores en la Policía sino que se puso directamente en contacto con el teniente coronel Ramas, segundo comandante de la OCOA.
Ramas montó un operativo para detener a Camuyrano. Tampoco él le avisó a su superior, el coronel Julio C. González. Participaron, además de Campos Hermida y el propio Ramas, otros dos oficiales del Ejército, el capitán Julio Tabárez y el teniente primero Antranig Ohannessian; y dos agentes policiales al servicio de la OCOA, los sargentos Nurmi Suárez y Washington Grignoli.
Fue un operativo de la OCOA –a espaldas del jefe de la OCOA- para apresar a Camuyrano.

***

La Policía liberó a Camuyrano, que seguramente habrá escapado a Argentina o regresado a Europa.
Los tres oficiales de la Policía implicados en el secuestro fueron interrogados por sus superiores. Un resumen de sus declaraciones fue entregado como insumo a los miembros del Tribunal de Honor del Ejército. Algunos pasajes de esas declaraciones, muy significativas, aparecen en las actas del tribunal.
No consta si los tres policías implicados fueron sancionados. Sí que el sargento Nurmi Suárez pidió o recibió la baja y se fue a vivir a Argentina.
Campos Hermida y Grignoli fueron citados al Tribunal de Honor solo como testigos, ya que esa corte militar solo tenía como cometido juzgar el proceder de los oficiales del Ejército implicados en el caso. Sus declaraciones, de todos modos, están en las actas.
En el Ejército, mientras tanto y antes de que se conformara el Tribunal de Honor, hubo una investigación “sumaria” que determinó sanciones para Ramas, Tabárez y Ohannessian, firmadas por el propio comandante en jefe, el teniente general Luis Vicente Queirolo.
Queirolo firmó el 30 de abril de 1979 una resolución que establecía que “de acuerdo a las conclusiones arribadas con motivo de la información sumaria realizada ante los hechos (…) se servirá disponer las siguientes medidas disciplinarias”:
Al teniente coronel Ramas, 60 días de arresto riguroso por, entre otros, los siguientes motivos:
1) Interrogar a un detenido en una base y no registrar su ingreso a la misma, ocultando también el operativo.
2) Dar lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
3) Actuar con ligereza, falta de tacto e irresponsabilidad, al llevar a cabo un procedimiento conjunto que posteriormente dio lugar a que se pusiera en tela de juicio su honestidad, integridad y lealtad, al verse involucrado con Subalternos y funcionarios policiales.
4) Agravar su situación por ostentar su calidad de Jefe responsable del operativo, comprometiendo a Oficiales Subalternos y Personal Superior y Subalterno de la Policía.
Al capitán Tabárez, 45 días de arresto riguroso por:
1) Siendo oficial del OCOA, tomar parte de un operativos conjuntamente con Personal Policial, durante el cual se realizaron detenciones, y actuar con ligereza y falta de tacto, dando lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
2) Contravenir disposiciones concretas al no registrar el ingreso de un detenido a una base, siendo Oficial de servicio de la misma, motivando que se intentara ocultar el procedimiento.
Al teniente Ohannessian: 45 días de arresto riguroso por:
1) Siendo oficial del OCOA, tomar parte de un operativos conjuntamente con Personal Policial, durante el cual se realizaron detenciones, y actuar con ligereza y falta de tacto, dando lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
2) Ser acusado por Funcionarios Policiales de habérsele encomendado la tarea de realizar averiguaciones en Bancos de plaza para tramitar una transferencia de fondos de un detenido, desde el Exterior a Montevideo, con la presunta finalidad de ser distribuido entre el propio detenido y sus captores”.
Los tres, además, fueron pasados a Tribunal de Honor.

***

El Tribunal de Honor se reunió por primera vez el 11 de junio de 1979 en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas. Lo integraban cuatro coroneles. Como presidente, Doroteo De León. Como vocales, Pedro H. Gonnet y Alfredo A. Rubio. Juan C. Curutchet era vocal secretario.
Oficiaba de auxiliar para el registro de declaraciones y otras tareas de apoyo, pero sin poder de decisión, el mayor Rafael Miranda.
Campos Hermida, cuyo testimonio resultaba clave para saber cómo había comenzado todo, compareció el 24 de julio de 1979.
Hábil declarante, el comisario trató de darle largas al asunto, de diluir el relato y evadir las preguntas con historias laterales exasperadamente largas.
Uno de los coroneles lo interrumpió:
-En forma breve, perdone, quiero que me conteste cómo (Ferreira Estrada) le presentó el caso.
Entonces Campos Hermida contó que Ferreira Estrada fue a verlo a su oficina y le dijo que Camuyrano era un montonero, que “tiene la hija que es montonera, que está en Francia” y que “tiene además 12 millones de dólares en un banco suizo”.
Campos Hermida insistió en que él le pasó al caso al teniente coronel Ernesto Ramas, subjefe de la OCOA, y se desligó del asunto. No le creyeron. Tampoco le creyeron que hubieran secuestrado a Camuyrano pensando de verdad que era montonero. Para el momento de aquella sesión del Tribunal de Honor, más de tres meses después del día en que el argentino se había presentado en la Jefatura de Policía para denunciar su caso, ya estaba del todo claro que Camuyrano no tenía nada que ver con la guerrilla, una información fácilmente comprobable con una llamada de teléfono a los servicios de inteligencia de Argentina.
Por eso mismo, en el Tribunal, en alguna fría sala del Hospital Militar, esos cuatro coroneles le preguntaron una y otra vez a Campos Hermida por qué no había chequeado la información que le había proporcionado un hombre al que no veía desde hacía tantos años, que no era un informante habitual y que tenía antecedentes penales, antes de pasarla a la OCOA y montar un operativo.
Un coronel le dijo al comisario con evidente disgusto:
-Yo lo que no veo claro es cómo ustedes le creen con tanta seguridad a Ferreira Estrada de que el hombre era montonero…
Otro coronel le preguntó si dado que Camuyrano supuestamente era montonero, por qué Ferreira Estrada no lo había denunciado en Argentina y había venido a hacerlo a su oficina.
Las explicaciones de Campos Hermida no resultaron creíbles. Los militares que lo interrogaban no le creyeron nada, según queda claro de la lectura de las actas.
Uno de los coroneles le recordó al comisario su desesperada irrupción en la oficina del inspector Luna, cuando el asunto comenzó a descubrirse:
-Comisario Campos; en determinado momento, ante uno de los Comisarios Inspectores, ante ese camarada usted manifestó con un gesto deprimido que estaba metido en el asunto de la extorsión y que quería pegarse un tiro. ¿Cuál era el motivo de la desesperación, entonces? Está en las declaraciones.
Campos Hermida respondió que no había sido tan así.
-Aunque usted diga que no es así, usted firmó allí- le recordaron- Ya de entrada se sabía que andaba en danza el dinero.
Campos Hermida lo admitió:
-Sí, señor.
Luego trató de hacer una precisión: “había dinero; no era por dinero, había dinero, es distinto”.
Pero reconoció que pensaban hacerse con el dinero de Camuyrano y que le darían una parte a Ferreira Estrada por haberles pasado el dato.
“Si son cinco partes, es una que hay que respetar para el informante”, le explicó Campos Hermida a los coroneles, sin pudor. Y contó que le había dado garantías al informante de que podía confiar en los hombres de la OCOA: ellos respetarían el acuerdo para repartir el dinero y le entregarían su parte. Citándose a sí mismo, el comisario recordó ante el Tribunal de Honor las palabras con la que había tranquilizado a su informante: “En eso usted no va a tener ningún problema Ferreira, con esta gente no va a tener ningún problema, si en caso de que se reciba ese dinero, que ese dinero esté oficialmente, delo por hecho, no le quepa la menor duda”.
-¿Por qué causa –le preguntó uno de los coroneles- se presentó usted en el despacho del señor Jefe de Policía, parece que alterado psíquicamente, y le dio a entender al Señor Jefe de Policía que se podía encontrar involucrado en un hecho delictivo. (…) Y por qué usted (…) le pidió al Señor Jefe de Policía que se hiciera pasar el hecho como de un procedimiento de sedición a efectos de no perjudicarlo.
-Bueno –respondió- yo no recuerdo, no recuerdo que haya dicho esas palabras, que se hiciera pasar un procedimiento….
-Le pidió al Jefe de Policía que hiciera pasar el hecho como un procedimiento de sedición a efectos de no perjudicarlo… -le refrescaron la memoria, mostrándole sus propias declaraciones ante los mandos policiales.
Campos Hermida pasó vergüenza en el interrogatorio. “Yo sé que tal vez ninguno de ustedes crean lo que yo les estoy diciendo”, dijo en un momento.
Por último le preguntaron por el comandante Ramas. En sus declaraciones ante los jefes policiales, Campos Hermida había dado a entender claramente que Ramas solo quería el dinero de Camuyrano. Ahora intentó rebajar sus afirmaciones:
-A mí me preguntan después qué pienso yo, si el comandante Ramas podía haber hecho esto, podía haber hecho una extorsión, yo no creo que él, de ninguna manera, que el comandante Ramas pueda haber hecho una extorsión, no lo puedo creer. (Pienso) que barajaron mal la cosa o que manejaron mal el procedimiento.

***

Leyendo las sucesivas entrevistas realizadas por el Tribunal de Honor se puede reconstruir qué pasó con Camuyrano.
Todo fue muy rápido. Ferreira Estrada habló el sábado con Campos Hermida. El comisario llamó a Ramas y se planificó el operativo. El domingo de noche, a las 21 horas, detuvieron a Camuyrano en la esquina de Uruguay y Paraguay.
Lo llevaron, encapuchado y esposado, no la base de la OCOA sino a la casa de Ramas en El Pinar, sin dar aviso del procedimiento a los superiores de la OCOA ni de la Policía.
Ramas, el dueño de casa, interrogó personalmente a Camuyrano. Es de suponer que habrá empleado los oprobiosos métodos a la usanza del momento. Pero no se puede saber con certeza, porque si bien el interrogatorio de los cuatro coroneles que conformaron el Tribunal de Honor es meticuloso en cuanto a si se cometió o no una extorsión, no hay preguntas sobre malos tratos o torturas al detenido.
Sea como sea que haya sido, en esa primera jornada de interrogatorio en la casa de El Pinar quedó claro que Camuyrano tenía dinero en Europa.
El argentino fue luego llevado al hotel Crillón de modo que pudiera realizar los trámites necesarios para traer los dólares, cuatro millones que se repartirían entre sus secuestradores y Ferreira Estrada.
Según declaró Campos Hermida, “Ramas le manifestó que liberó al detenido para posibilitar algún contacto, que dinero existiría, estando en averiguaciones si se podría transferir…”
El martes 13 volvieron a secuestrar a Camuyrano y esta vez lo llevaron a la “base Roberto” de la OCOA, aunque nuevamente no anotaron su ingreso ni avisaron al coronel al mando.
Volvieron a interrogar al argentino, seguramente preguntándole qué había podido avanzar para traer el dinero a Uruguay. Camuyrano relató a la Policía que tras ese segundo secuestro, el propio Ramas lo llevó de regreso al hotel Crillón y le anticipó que a partir de ese momento los interrogatorios serían a cara descubierta.
Quizás ese detalle fue el que hizo entrar en pánico a Camuyrano y lo decidió a presentarse en la Jefatura de Policía para denunciar su caso.

***

El sargento Grignoli, interrogado como testigo por el Tribunal de Honor acerca de los motivos por los cuales Camuyrano fue detenido, respondió:
-Era un montonero, que estaba acá buscando documentos, tratando de conseguir documentos para presuntamente… habría un dinero de por medio que estaba en Europa que sería de los Montoneros y que habría tratado de recuperarlo…
Antes, cuando sus jefes de la Policía le preguntaron en qué lío andaba metido, Grignoli lo había contado todo. Había dicho entonces que el teniente Ohannessian había quedado encargado de hacer los trámites con el banco en el que Camuyrano tenía los millones, para que los dólares fueran girados a Uruguay.
Los coroneles del Tribunal de Honor, con esas declaraciones en sus manos, le recordaron sus dichos a Grignoli. Uno de ellos le preguntó:
-¿Por quién tuvo conocimiento usted que el Teniente Ohannessian era el encargado de hacer averiguaciones con respecto a la posible transferencia de fondos de Europa hasta acá?
Luego de unos balbuceos, Grignoli respondió que lo presumió porque usualmente Ohannessian se encargaba de ese tipo de trámites.
Uno de los coroneles del tribunal le retrucó:
-Sí, bueno, pero en las declaraciones usted no dice que presume, usted dice que fue él el encargado. ¿Se acuerda en qué momento usted se enteró o de qué forma, expresado correctamente y no presunciones?
-No, Señor, concretamente quién me lo dijo no recuerdo.
-¿Pero usted tenía la seguridad de que él era el encargado?
-Sí, yo pienso que sí, no tengo ninguna otra cosa que pensar, de otra persona que pueda hacerlo, ni que alguien más pudiese…

***

Ohannessian declaró que no hizo ninguna averiguación en los bancos para traer el dinero de Camuyrano desde Europa. Es “totalmente mentira al cien por cien”.
Sin embargo, admitió que Ramas le habló del dinero tras interrogar a Camuyrano.
Las actas de las comparecencias de Ramas y Tabárez ante el Tribunal de Honor faltan en los papeles a los que se accedió. Sin embargo, en sus considerandos finales, el Tribunal repasa los principales datos obtenidos en su pesquisa y allí se citan algunos pasajes de lo que declararon estos dos oficiales.
Ramas, por ejemplo, dijo que aceptó la propuesta de Campos Hermida para detener a Camuyrano porque quería impresionar a sus superiores. Relató que tras el primer interrogatorio en El Pinar, le quedó claro que Camuyrano no era montonero y que le habría dicho a Campos Hermida que era todo un “bolazo”.
Sin embargo, no pudo explicar por qué entonces lo volvió a secuestrar otra vez dos días después.
Según quedó estampado en las conclusiones del Tribunal de Honor, según Ramas “el motivo de esta nueva detención se debió a nuevos informes surgidos de la Policía, pero no puede determinar cuáles fueron, aunque ambos interrogatorios fueron conducidos por él”.
Además, Ramas admitió que en el segundo interrogatorio a Camuyrano, en la base de la OCOA, “se trató la posibilidad de efectuar una transferencia de fondos de bancos europeos”.
Tabárez, por su parte, en su comparecencia ante el Tribunal de Honor, manifestó que Ramas, que era su superior, le ordenó participar del operativo y le dijo que se trataba de detener a un montonero.
Relató haberle preguntado a su jefe qué opinión tenía el coronel González, el jefe de la OCOA, sobre el operativo y recordó que su superior le respondió que “aún no había hablado con el señor Coronel a los efectos de no crear una falsa expectativa”.
Tabárez dijo no haber participado de la sesión de preguntas a Camuyrano pero contó que Ramas le comentó “que del interrogatorio practicado no surgen indicios de valor subversivo”. Y que personalmente escuchó como Camuyrano le decía a Ramas que tenía dinero depositado en Alemania y Suiza.
Además, agregó que luego de la segunda detención del argentino, Ramas le ordenó retirar cierta documentación de la OCOA, al parecer referente al caso.
El Tribunal no interrogó al sargento Nurmi Suárez, porque ya no revestía en la Policía y había emigrado a Argentina. Pero se cita lo que Suárez manifestó cuando fue interrogado por sus superiores de la Jefatura de Policía de Montevideo, declaraciones muy significativas que quizás expliquen por qué Suárez no siguió en la Policía y se marchó del Uruguay. Dice en una de las fojas del Tribunal de Honor.
“El ex sargento Nurmi Suárez, en el interrogatorio primario, admite haber participado en el operativo, conjuntamente con los señores teniente coronel Ernesto Ramas, capitán Julio Tabárez, teniente primero Antranig Ohannessian, comisario Campos Hermida y sargento Primero Washington Grignoli, manifestando que los actuantes en ningún momento hablaron de sedición y sí de reparto de dinero, hecho ratificado en su Acta Policial”.
Suárez también relató que “el Teniente Primero Antranig Ohannessian había manifestado que no había necesidad de viajar a Europa para efectuar la transferencia de los fondos y habría quedado en hacer las averiguaciones al respecto”.

***

Todo lo que ocurrió después no es menos escandaloso. Los coroneles que tan duramente habían interrogado a los testigos y a los acusados, en vistas de las declaraciones obtenidas, debieron necesariamente haber llegado a la conclusión que el secuestro de Camuyrano había tenido como fin principal, o único, el hacerse con su dinero. Un secuestro extorsivo. Un delito común, vulgar y grave.
De hecho, en los vistos y considerandos de su resolución final, todo apunta en ese sentido.
Pero, sin embargo, el Tribunal de Honor emitió un fallo muy benévolo (...)

CONTINÚA

Fragmento del reportaje "Montonera de plata". La versión completa se encuentra en el libro Herencia maldita. Historia de los años duros.

Herencia maldita, Leonardo Haberkorn

 

30.1.15

Cuatro historias Sub20

Marcos Guilherme, Juan Quintero Fletcher, Diego FagúndezMe tocó cubrir el Sudamericano Sub20. Además de informar sobre los resultados de los partidos y los autores de los goles, mis editores de la agencia Associated Press (AP) me encargaron que descubriera cuatro historias de vida entre los jóvenes futbolistas. Son las historias de un brasileño, un colombiano, un uruguayo y un argentino. Dejo varios enlaces por si, como suele ocurrir, alguno deja de funcionar. Las imágenes corresponden a las fichas repartidas por sus respectivas federaciones.


Juan Quintero: capitán holístico de Colombia:

En Yahoo Noticias:
En El País de Cali:
En 20 Minutos.com:



Juan Quintero, Deportivo Cali


Fagúndez: el seleccionado que Uruguay le sacó a Estados Unidos:
En La Voz, de Houston, EE.UU:
En Pulso, de San Luis, México:
En el USA Today (en inglés):

Diego Fagúndez, New England Revolution

Marcos Guilherme: el crack que dormía abrazado a la pelota:
En RPC, de Panamá:
En Netnoticias, de México:
En El Comercio de Lima:

Marcos Guilherme, Atlético Paranaense


Giovanni Simeone: el goleador que solo piensa en fútbol:
En Winnipeg Free Press (en inglés):

Giovanni Simeone, goleador, Argentina, River Plate



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