¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?
La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un
escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.
En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de
Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te
espero, pero de frente no por la espalda”.
Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado
el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba
el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.
Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente,
la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos
tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante
sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la
izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero
recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese
libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José
Mujica y Efraín Martínez Platero.
El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión:
Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías
para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta
Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber
matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al
resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.
Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber
disparado la ráfaga mortal.
En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del
Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:
Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi
respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido,
para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó
en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las
terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política”
por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no
significa ser materialmente responsable”.
Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio
Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir
su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del
Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.
Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue
la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que
había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el
MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue
entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de
Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y
trabajadores…”.
Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica
llegó a la presidencia.
Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día,
en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.
Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité
el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.
Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando
temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para
Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo
colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le
preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.
La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:
“Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo
hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y
varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera
ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y
Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré
quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal
cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio
donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo:
‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía
ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia
dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y
evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo. Y le fue muy bien”.
Vázquez agregó
que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó
sobre el tema.
“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que
había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo
asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’. Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo
que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un
compañero. Y a veces el torturador se
queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no
le interesa indagar más”.
Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron”
torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la
justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus
conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados
por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos
muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?
Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante
la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se
volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído
reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes
de la dictadura.
Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador
haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo
que a decenas de otras personas.
¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.
“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos
presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el
compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo
que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que
no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la
tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.
Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:
“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos
abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no
lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de
cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay
cosas que nosotros no nos contamos”.
En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo
con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido
los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.
Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de
una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes
que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente
inocente y prisioneros inermes.
Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones
que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen
nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les
explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece
tener importancia.
Así como indigna que los militares que tienen información sobre los
desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree
Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No
piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las
heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para
cualquier familia?
En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no
dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego
propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en
esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que
participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que
estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto
de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al
médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo,
es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere
aportar un poquito de nada”.
Y de vuelta el asombro.
Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras
él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y
sustancia al que critica y propone levantar.
Es muy difícil que la verdad avance así.
El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen
ejemplo.