1966: Uruguay versus Inglaterra

Al cumplirse el 50 aniversario de la Copa del Mundo de 1966, el periodista inglés Mark Perryman publicó un libro recordando el medio siglo de la única vez que Inglaterra ganó un Mundial.

La obra recordaba partido a partido el recorrido inglés hacia la consagración. La crónica de cada uno de los partidos le fue confiada a un periodista distinto. Tuve el honor que me encargaran escribir el artículo sobre el primer partido del Mundial: Inglaterra-Uruguay. 

1966 and not all that se publicó en Londres en 2016.


Lentos saleros versus veloces pimenteros

Explicar el fútbol uruguayo no es fácil. Uruguay es el país más chico de América del Sur y su población total es apenas la de un barrio de cualquiera de las grandes ciudades de sus países vecinos. Sin embargo, contra toda lógica, el fútbol uruguayo se ha codeado una y otra vez con la gloria. Uruguay ganó dos veces la medalla de oro en fútbol en los Juegos Olímpicos, dos veces fue campeón de la Copa del Mundo y conquistó 15 veces la Copa América, más que Brasil y Argentina. Además, los dos principales clubes del país, Peñarol y Nacional, han ganado ocho veces la Copa Libertadores de América y seis veces la Copa Intercontinental.
Cuando Uruguay viaja a Inglaterra a disputar el Mundial de 1966, Peñarol acaba de consagrarse campeón de la Copa Libertadores. En la final en Santiago de Chile ha derrotado 4 a 2 al poderoso River Plate de Argentina luego de ir perdiendo 2 a 0.
Clasificar al Mundial de 1966 ha resultado fácil para una selección conformada con la base de aquel Peñarol campeón. Sus rivales en las eliminatorias fueron Perú y Venezuela. Los venció a ambos ida y vuelta: en Montevideo y de visitante en Lima y en Caracas.
Los uruguayos están en Harlow, donde han sido recibidos de maravillas. La selección derrocha confianza en sí misma. En una visita a la sede de la policía local, los jugadores cantan una murga, una típica música del país. Los vecinos ríen y aplauden.
Será la cuarta vez que se enfrenten uruguayos e ingleses, y los celestes llevan ventaja. En 1953 jugaron un amistoso en Montevideo que Uruguay ganó 2-1. Al año siguiente se enfrentaron por la Copa del Mundo, en Suiza. Otra vez ganaron los Celestes, 4-2. En 1964 Inglaterra ganó 2-1 un amistoso en Wembley.
Uruguay se aloja en el hotel Saxon Inn. Allí el director técnico prepara el esquema táctico a desarrollar en el debut mundialista contra el temible equipo local. Para explicarse usa una mesa de ping pong que simula ser el campo de Wembley. Sobre ella coloca once saleros, que representan a los futbolistas uruguayos, y once pimenteros, que simbolizan a los ingleses. Los saleros tienen que neutralizar a los pimenteros, esa es la clave. Ondino Viera mueve los saleros de plástico de acá para allá. Mira a sus jugadores y les repite: “¡Si hacen esto, los ingleses no nos ganan!”.
Huidizo al contacto con los periodistas, Viera no adelanta a la prensa cómo logrará que eso ocurra. Tampoco cuál será el equipo titular. “Nuestra labor debe ser callada y oscura”, le dice a un periodista.
El día del partido, en Harlow, bajo un pabellón nacional y antes de partir hacia Wembley, los jugadores uruguayos juran defender esa bandera con todas sus fuerzas.
Por fin llega el momento. Los saleros salen a la cancha con Ladislao Mazurkiewicz, Horacio Troche, Jorge Manicera, Luis Ubiña, Néstor Goncalvez, Omar Caetano, Julio César Cortés, Milton Viera, Héctor Silva, Pedro Rocha y Domingo Pérez.
Los pimenteros con Banks, Cohen, Stiles, J. Charlton, Wilson, Moore, Bobby Charlton, Ball, Greaves, Hunt y Callaghan.
Los saleros quedan desconcertados cuando ven a sus rivales. Llevan camisetas de seda y vaselina en el rostro para que no los moleste la transpiración. Nunca habían observado algo semejante. ¡Qué sofisticación!
Wembley ruge: “England!, England!”
“Los de afuera son de palo”, piensan los saleros celestes recordando la célebre frase de Obdulio Varela, capitán de la selección uruguaya que ganó el Mundial de 1950 en otro estadio mítico: Maracaná.
Todo Uruguay sintoniza la radio. El partido recién será emitido por la televisión uruguaya dos días después. Comienza el juego. Ya el primer ataque inglés obliga a que intervenga Mazurkiewicz y provoca el primer tiro de esquina. Y en seguida otro corner más. Y pocos minutos después otro más, que Mazurka, como llaman los uruguayos a su golero, descuelga con elegancia.
Esto recién comenzó y ya se nota una gran diferencia entre ambos equipos: Uruguay juega lento, Inglaterra rápido.

Mazurkiewicz saca del arco con la mano, siempre pone la pelota en los pies de un compañero. Esa es la virtud de los saleros: tienen una gran técnica, juegan la pelota con calidad y a ras del suelo, la trasladan con elegancia y la cuidan como un tesoro. No han errado casi ningún pase.
Pero los ingleses están jugando más rápido, mucho más. Es una velocidad desconocida para los uruguayos. Por momentos parece que un equipo jugara a un deporte y el otro a otro. La sal por un lado, la pimienta por otro.
Antes del Mundial Uruguay jugó un amistoso contra España, que empató 1-1. Al terminar el partido le preguntaron al defensa español José Santamaría qué le había parecido Uruguay. “Técnicamente, y como conjunto, me pareció sencillamente estupendo”, respondió. “Pero es de una lentitud espantosa.
Terrible. Así no se puede jugar ya aquí”. Eso mismo se está viendo ahora en Wembley.
Uruguay se refugia tratando de contener a los pimenteros. A los ocho minutos Cortés le pasa la pelota por sobre la cabeza a un rival. Un minuto después los celestes logran salir del asedio y llegan al área inglesa por primera vez. El público suspira con alivio cuando Banks ataja.
Los saleros siguen replegados. A los 13 minutos hay una gran moña de Milton Viera. A los 16 Rocha le quita la pelota de los pies de modo por demás elegante a un inglés y sale jugando con el estilo de un dandy. Pero, tanta calidad es sobrepasada por el despliegue veloz británico y los celestes no logran llegar al área rival. Parece que los pimenteros fueran 12 o 13. “Uruguay juega caminando”
dice el relator de la BBC y tiene razón. Lo mejor de Uruguay en el primer tiempo: un tremendo tiro desde lejos de Cortés que Banks desvía al corner.
Van 32 minutos. Rocha avanza, elegante, eludiendo rivales, pero cuando se acomoda para patear, un inglés que aparece de la nada a la velocidad de jet supersónico y le arrebata la pelota. Se termina el primer tiempo. Cortes da un pase de taco que deja sentado a un inglés.
Calidad versus velocidad.
Cero a cero.

*** 

Uruguay Inglaterra 1966 Wembley
Van dos minutos y medio del segundo tiempo cuando Caetano le pega una fuerte patada a Bobby Charlton. Hay algunos empujones. Un minuto después Ubiña derriba a otro inglés. El público abuchea a los saleros.
Uruguay sigue atrincherado en su campo, resistiendo en base al orden táctico desarrollado con saleros y pimenteros sobre la mesa de ping pong, la determinación de sus futbolistas y su gran destreza técnica.
Pero los celestes sencillamente no tienen la velocidad suficiente como para inquietar a sus rivales. Van 10 minutos. Rocha toca la pelota por el costado de un inglés, hace una pared con Silva, pero un veloz pimentero desbarata el ataque antes de que el uruguayo pueda patear al arco.
A los 14 Ubiña despeja con una chilena. Wembley aplaude.
Ahora van 16 y ocurre algo mágico. Viera le da la pelota a Rocha, que recibe de espaldas al arco inglés. El uruguayo, sin detener el balón, lo levanta por sobre el marcador inglés que tiene detrás suyo y al mismo tiempo gira. Cuando la pelota cae, antes de que vuelva a tocar el piso, Rocha saca un tremendo remate de larga distancia. El tiro se va afuera por unos centímetros. Es la mayor exhibición de
virtuosismo del partido. El público aplaude. “Pedro Rocha from Peñarol, 23 years”, dice el relator de la BBC, que se siente obligado a explicarle a su audiencia quién es ese genio.
Inglaterra responde con su mejor arma: juego veloz y colectivo. Una sucesión de toques rápidos desconcierta a la defensa uruguaya. Van 19 minutos y parece que por fin llega el gol. La defensa celeste logra rechazar y la pelota cae en los pies de Charlton. La calidad no es patrimonio exclusivo de los saleros. El crack inglés le pega de primera, sin detener la pelota. Una gran atajada de
Mazurkiewicz evita el gol. Crece el asedio. Cada vez son más los centros que caen en el área uruguaya. En un raro contragolpe uruguayo, Stiles le pega un codazo a Silva, quien se queda en el
piso un par de minutos. Uruguay recupera fuerzas para los minutos finales.
Faltan solo 15 para que termine. Gran ataque en profundidad de los ingleses, pero Mazurkiewicz ataja otra vez.
Ahora Viera detiene con un faul otro ataque de los pimenteros. Todo Wembley lo abuchea. Faltan cinco. Un cabezazo inglés golpea el travesaño del arco uruguayo. Falta uno. Un cabezazo inglés pasa apenas desviado. Por fin el juez pita el final.
Los uruguayos festejan como si hubieran ganado. Se abrazan efusivamente. Algunos ingleses se van rápido al vestuario, sin saludar ni al árbitro, ni a sus rivales, ni al público. Cuando se realiza una ceremonia final, con los dos equipos formados, los saleros están todos, pero faltan cuatro o cinco pimenteros.
En Uruguay la gente sale a la calle a festejar. El empate es recibido como un triunfo en el pequeño país mal acostumbrado a la gloria. “Otra hazaña de los Celestes”, titula el vespertino El Diario que sale a la venta tras el partido. “Empate con sabor a victoria ante encumbrado rival”, agrega. “Cortes,
Troche y Manicera fueron brillantes figuras”.
Años después el defensa Manicera dirá a en una entrevista que todo lo ocurrido en Wembley fue exactamente lo que el director técnico había previsto sobre la mesa de ping pong, con los saleros y pimenteros: “Salió todo lo que don Ondino había planificado. Era un fenómeno para saber qué podía pasar en cada partido y prever los movimientos de cada uno de nosotros en función de lo que fuera a
hacer el rival”.
Uruguay pasó a la siguiente fase, en la cual fue eliminado por Alemania 4-0 en un partido en el cual los celestes sufrieron dos polémicas expulsiones decretadas un juez inglés. (Mientras un juez alemán tenía un cuestionado arbitraje en el partido en el cual Inglaterra eliminó a Argentina). Varios de los saleros de 1966 se consagrarían cuartos en el Mundial de México
1970.
Sin embargo, conforme se fue apagando aquella generación brillante, quedó en evidencia que el fútbol en cámara lenta de Uruguay ya estaba superado a nivel mundial. La constatación definitiva llegó en el Mundial de Alemania 1974 en el partido contra la Naranja Mecánica de Johan Cruyff, cuando Uruguay fue apabullado y solo perdió 2-0 solo porque uno de los viejos saleros, el golero Mazurkiewicz, tuvo
una actuación brillante y evitó una decena de goles.
Recién en Sudáfrica 2010 Uruguay volvió a estar entre los cuatro mejores de una Copa del Mundo.


 

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