La República me dedicó una nota hace unos días. La firma un tal Roberto Caballero, quien solo se identifica como integrante de la CAP-L y a quien, según me dicen, se lo conoce por haber sido o ser secretario de Eleuterio Fernández Huidobro.
En menos de una carilla de texto, Caballero califica a mi libro Milicos y tupas como “infamia”, “mentira rastrera”, “basura”, “inmundicia”, “cloaca”, “calumnia”, “canallada” y “bazofia literaria”.
Además, y por si la idea no quedó del todo clara, el texto es ilustrado con un contenedor de basura de aspecto pestilente del cual emergen varias letras, destacándose por sobre todas ellas las iniciales LH.
El artículo debería titularse “Insultando a Haberkorn”, pero en un curioso modo de invertir las cosas lleva el paradojal título de “Los insultos de Haberkorn”.
Para responder no descenderé a los abismos desde donde laboran el secretario y el ignoto ilustrador. Tampoco me permitiré el comentario obvio respecto al curioso caso de quienes olfatean “cloacas” y basurales desde las páginas de La República.
Simplemente diré una cosa:
A Caballero le molesta que en Milicos y Tupas se cuente que en 1972, en el cuartel de La Paloma, algunos tupamaros torturaron junto a los militares a civiles detenidos por presuntos delitos económicos.
Pero yo no dije nada al respecto. Quien narró que hubo tupamaros torturadores no fue Leonardo Haberkorn. Quienes lo hicieron son varios ex tupamaros, gente intachable, seria, confiable, personas que pagaron con la cárcel y la tortura su adhesión al MLN y que hoy no tienen ninguna razón para mentir. Personas que, para tranquilidad de Caballero, siguen teniendo ideales de izquierda. Personas que se permiten decir lo que saben y piensan con libertad, quizás porque no son secretarios de nadie.
Todos los que han leído el libro, que ya son miles, saben que esto es así. También pueden atestiguar que en Milicos y tupas éste es un tema colateral y que al respecto se citan otros libros anteriores, que tuvieron menos repercusión, pero en los cuales también existen testimonios adicionales en idéntico sentido.
Una última cosa. Para Milicos y tupas tuve la suerte de mantener una larga entrevista con Henry Engler, uno de los ex integrantes de la dirección del MLN y persona tan representativa del movimiento tupamaro como el jefe del señor Caballero.
A Engler le realicé todas las preguntas que correspondían. Y aunque en un único punto eligió mantener silencio, por lo general sus respuestas me resultaron inteligentes y sinceras.
A diferencia de Caballero, Henry Engler sí estuvo preso en el cuartel de Artillería de La Paloma, donde transcurren los acontecimientos narrados en Milicos y Tupas. Cuando habla, no repite lo que otros le dijeron, sino que habla de lo que vivió en carne propia.
Le dije a Engler que tenía testimonios de tupamaros que contaban que otros tupamaros habían torturado. Me respondió:
-Es espantoso, espantoso. Inadmisible. El MLN siempre descartó la tortura. Eso fue una deformación. El Che Guevara siempre decía: “hay que endurecerse sin perder la ternura”.
Quizás Caballero se salteó esa página.
Es la 187.
Para leer la crítica del semanario
Brecha al libro:
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxtaWxpY29zeXR1cGFzZW5icmVjaGF8Z3g6NDExMmI2NzMyODgzZmJiZA&pli=1
Para leer la crítica de Guillermo Zapiola en
El País: