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13.3.22

Jorge Vázquez: elogio de un pacto de silencio

 ¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?

La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.

En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te espero, pero de frente no por la espalda”.

Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.

Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente, la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José Mujica y Efraín Martínez Platero.

El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión: Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.

Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber disparado la ráfaga mortal.

En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:

 “El candidato del Frente ha designado como futuro ministro del Interior nada más ni nada menos que al senador Bonomi, quien asesinó por la espalda en una parada de ómnibus a un policía, el Jefe de la Cárcel de Punta Carretas”.

Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido, para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política” por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no significa ser materialmente responsable”.

Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.

Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y trabajadores…”.

Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica llegó a la presidencia.

Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día, en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.

Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.

Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.

La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:

 “Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo: ‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo.  Y le fue muy bien”.

Vázquez agregó que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó sobre el tema.

“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’.  Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un compañero.  Y a veces el torturador se queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no le interesa indagar más”.

Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron” torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?

Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes de la dictadura.

Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo que a decenas de otras personas.

Eduardo Bonomi, Rodolfo Leoncino, tupamaros

¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.

“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.

Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:

“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay cosas que nosotros no nos contamos”.

En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.

Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente inocente y prisioneros inermes.

Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece tener importancia.

Así como indigna que los militares que tienen información sobre los desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para cualquier familia?

En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo, es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere aportar un poquito de nada”.

Y de vuelta el asombro.

Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y sustancia al que critica y propone levantar.

Es muy difícil que la verdad avance así.

El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen ejemplo.

8.10.17

Lo que no se dice sobre la falsa toma de Pando

Como cada 8 de octubre, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) - Tupamaros volvió hoy a celebrar la llamada "Toma de Pando", ocurrida en 1969.
Esta vez lo hizo difundiendo en redes sociales un artículo de Julio Marenales, fiel reflejo de la historia oficial de la guerrilla.
Marenales titula su nota como "la toma de Pando" y en su interior habla del "copamiento de la ciudad de Pando". En realidad, ninguna de las dos cosas existió.
Uno de los primeros tupamaros, Aníbal de Lucía, con más sinceridad que los redactores del mítico relato rosa del MLN, ha puesto en sus justos términos lo que fue la acción de Pando: una serie de asaltos simultáneos.
Lo dice en el libro Historias tupamaras:

"El MLN no tomó Pando. Lo que hizo fue ir a la comisaría, a los bomberos, a dos bancos y a la central telefónica, pero cuando vos tomás un pueblo de verdad, te quedás con todo el pueblo, cerrás la entrada y lo mantenés una hora, dos horas, tres horas, lo que te dé la nafta. Pero lo que hicimos nosotros no fue tomar Pando. Tomar Pando es quedarse con Pando, aunque sea por quince minutos. Ser el dueño. Y cuando viene el Ejército, decís, bueno, tenemos tomado esto, vamos a hablar. Pero lo que ocurrió fue mucho menos que eso".

Toma de Pando, MLN, tupamarosEse "mucho menos" real, sin embargo, tuvo un altísimo costo de vidas: cinco muertos.
Marenales, en su artículo, solo recuerda los nombres de los tres jóvenes tupamaros que perdieron la vida en la operación: Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza.
A Carlos Burgueño, un uruguayo cualquiera, que murió baleado por estar en las calles de Pando cuando lo sorprendieron los asaltos tupamaros y la obligada respuesta policial, Marenales no lo nombra. No escribe su nombre ni su apellido, como si no valiera la pena, como si el hombre no hubiera tenido padres, esposa y e hijos, como si su vida hubiera valido menos que las de Cultelli, Salerno y Zabalza.
Para el MLN hay muertos de primera y muertos de segunda.
Burgueño, Marenales, el pobre hombre se llamaba Burgueño.
Marenales apenas alude a su muerte diciendo que durante la operación "hay un enfrentamiento con heridos y un muerto por parte de la Policía".
La muerte de Burgueño fue objeto de versiones contradictorias. Lo que es seguro es que lo mató una bala perdida. Marenales le achaca la muerte a la policía. Pero -incluso suponiendo que así haya sido- Marenales se saltea por completo el hecho de que Burgueño nunca habría muerto si los tupamaros no hubieran ido a Pando aquel día.
Qué facilidad tienen los líderes del MLN para no asumir sus responsabilidades.
No es algo nuevo. Como también consta en Historias tupamaras, en su biografía escrita por Miguel Ángel Campondónico, Mujica se explaya tres páginas sobre los errores que su organización habría cometido en Pando sin nombrar siquiera a Burgueño, ni dedicar una sola palabra a su muerte gratuita.
¡Tres páginas hablando de errores y ni una palabra sobre la muerte de un inocente!
En Pando, además, hubo un quinto muerto: el sargento de la policía Enrique Fernández Díaz, herido por los tupamaros y fallecido tras varios días de agonía. A él, Marenales no refiere ni siquiera en forma anónima como hace con Burgueño. Es como si no hubiera existido, como si no hubiera muerto, como si los tupamaros no hubieran matado, como si los muertos de Pando hubieran sido cuatro y no cinco. 
Para el MLN hay muertos de primera, de segunda y también de tercera.
Reescribir la historia. Moverla. Contarla a piacere. Especialidad de la casa.
Una pequeña muestra adicional: en su artículo, Marenales insiste con una de sus afirmaciones preferidas: "el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros nunca fue una guerrilla". Era solo un grupo político que "realizaba operaciones de pertrechamiento y de propaganda armada".
Debería explicarle su punto de vista a las familias de las decenas de muertos que dejó el accionar de ese grupo de buenos muchachos dedicado apenas al pertrechamiento y la propaganda.
Siguiendo el razonamiento de Marenales, la jornada de Pando fue simplemente un acto propagandístico.
Una acción publicitaria que le costó la vida a cinco personas.

10.9.17

Pero Sendic

Las denuncias en curso por su gestión en Ancap eran (y son) graves, pero la muerte política de Sendic comenzó a gestarse el día que le dijo al diario El Observador que no era licenciado, que nunca había cursado una verdadera licenciatura, y que por lo tanto el título que siempre había esgrimido era falso.
Pero la carrera de Sendic no murió ese día. Todavía hubiera podido salvarse si hubiera hecho lo correcto: reafirmarse en lo que le había dicho a El Observador, admitir su error, decir que todo había sido una equivocación involuntaria y que él había dicho la verdad cuando alguien le había preguntado por primera vez en forma explícita si era licenciado o no.
Pero Sendic no hizo eso.
Por el contrario, se embarcó en una serie de explicaciones contradictorias, dijo que sí era licenciado, anunció que mostraría el título, habló de cursos que había dado y otros que daría, de reválidas, trámites en Cuba y en Uruguay, una letanía de argumentaciones que solo empeoraron las cosas.
Con el paso de los días, las semanas y los meses, quedó claro que el título nunca iba a ser presentado porque no existía. ¡Ni siquiera había una licenciatura en genética humana en Cuba!
El efecto sobre la imagen de Sendic fue demoledor. Ya no solo se trataba de una persona que había mentido una vez sobre su currículum. Ahora era visto como alguien capaz de mentir una y otra vez, incapaz de reconocer sus propios errores, un camandulero dispuesto a embarullarlo todo con tal de salvarse.
Pero Sendic todavía, quizás, habría podido salvar su malherida carrera si se hubiera percatado del rumbo equivocado que había tomado, hubiera vuelto sobre sus pasos, admitiendo su error y pidiendo disculpas.
Pero, apoyado por gente muy importante que le decía que el camino suicida que estaba tomando era el correcto, Sendic no hizo eso.
La senadora Constanza Moreira, por ejemplo, dijo que las críticas que estaba recibiendo el vicepresidente se debían a que era perseguido por "una jauría" y sostuvo que el Frente Amplio tenía que respaldarlo y "punto".
El expresidente Mujica apuntó a minimizar el tema de fondo (la honestidad). Señaló:  “No creo que votemos a alguien porque sea ingeniero, ni porque sea doctor”. Y agregó: "Es la gente que dice que es licenciado. No le doy ninguna importancia”.
La senadora Lucía Topolansky anunció que el título existía porque ella lo había visto.
Raúl Sendic
Foto: Presidencia  
El Plenario del Frente Amplio lo ovacionó y dijo que todo era un complot golpista de la oposición y la prensa, luego de haber escuchado a Sendic pedir disculpas... porque "quizás" había cometido un error al poner en su currículum un titulo que "no estaba documentado en Uruguay" pero él estaba tratando de "reconstruir" en Cuba...
Días después de semejante papelón, el presidente Tabaré Vázquez lo recibió en un consejo de ministros con un efusivo abrazo.
Envalentonado por semejantes respaldos, sin nunca haber aclarado el tema, ni asumido su verdadero error, ni pedido sinceras disculpas, Sendic dijo que el asunto de su licenciatura estaba "cerrado".
Allí murió la credibilidad de Sendic. Ya no quedó nada. Era demasiado para una opinión pública que ya seguía el asunto con una mezcla de estupor, hilaridad y vergüenza ajena.
Cuando los temas de Ancap comenzaron a acumularse sobre la mesa, cuando aparecieron los gastos de tarjeta corporativa, Sendic intentó defenderse diciendo que todo lo había hecho en el marco de sus funciones.
Más que nunca hubiera necesitado tener una voz que fuera oída, pero ya no tenía credibilidad alguna. Siguiendo los consejos equivocados, había gastado hasta la última gota de confianza que alguien había podido tener en su palabra.
Y un político al que nadie le cree, ya no puede defenderse de nada.
Hasta los niños lo saben: es la fábula del pastor mentiroso.
Apenas minutos después de la renuncia de Sendic a la vicepresidencia, Mujica estaba diciendo que todo había sido por un par de calzoncillos.

2.8.16

"No sirve para nada"

"Nos hacen estudiar historia de la dictadura. Es horrible. ¡Son 12 años! ¡Es mucho tiempo! Y no sirve para nada. Además, ya pasó, ya fue, están muertos, no van a aparecer. Queremos algo de ahora, algo moderno. ¡La historia del Pepe, por ejemplo! Eso estaría buenísimo".
Monólogo de una liceal avanzada, a propósito de sus clases de historia. Escuchado el lunes 1° en la cola de una caja del supermercado, mientras la cajera asentía y la madre sonreía como diciendo qué hija tan inteligente que tengo.

9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios en Uruguay, familias sirias

Sirios en Uruguay, familias sirias



18.12.14

El diálogo: contra las medias verdades

El diálogo (Argentina, 2013) es una película, sencilla, valiente y necesaria. Como anuncia el título, se trata de una conversación entre dos personas: Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis.
Son dos veteranos (al momento de la filmación ella tiene 82, él 70) que dialogan sobre la violencia política en Argentina en los años 60 y 70. A veces charlan sobre la base de fotos y películas que ven en una computadora. La cámara los muestra a ellos e intercala imágenes de archivo o tomas de valor más bien simbólico.
El diálogo, Montoneros, Fernández Meijide, Héctor Leis, Mujica
Son dos voces autorizadas para hablar de aquellos años. Graciela Fernández Meijide fue activista destacada en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura y formó parte de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Uno de sus hijos, Pablo, fue secuestrado y desaparecido por fuerzas de la represión.
Leis, mientras tanto, fue militante comunista y peronista en los 60. Tras un pasaje por la cárcel en 1973, integró la organización armada Montoneros hasta que se exilió en Brasil en 1977. Profesor de ciencias políticas, con una maestría en filosofía, se jubiló como docente de la Universidad Federal de Santa Catarina.
Se nota que ambos meditaron mucho sobre su época y sus propios actos. Ya no ven todo en blanco y negro.
“La conducción de Montoneros era muy pobre intelectualmente y con casi ninguna capacidad para entender la realidad”, dice Leis y nos remite a tantas guerrillas sudamericanas que se embarcaron en aventuras violentistas creyendo –en forma equivocada- que el pueblo correría en su apoyo.
El motor de los  Montoneros –continúa- “no era solo militarismo, era aventura también, era una cosa de fascinación con la violencia. La violencia es una droga, literalmente. La violencia seduce: ir con un arma, tirotearse, imagino lo que será torturar, matar en gran escala con una bomba atómica. La violencia seduce y, cuanto más se la practica, más seduce”.
Eso, dice, explica muchos actos de la guerrilla y de los militares.
Meijide cuenta haber visto documentos de Estados Unidos sugiriendo a los militares que llevaran a juicio a sus detenidos. Reflexiona que si Videla y compañía hubieran hecho caso a esa sugerencia, los organismos de derechos humanos habrían tenido dificultades para defender a gente involucrada en hechos de sangre. Pero, inmersos en el espiral de violencia y muerte, los militares prefirieron seguir matando, yendo incluso contra su propia conveniencia.
Leis pone el foco en un tema que es tabú, en Uruguay también. La responsabilidad de los jefes guerrilleros que reclutaron jóvenes y adolescentes y los enviaron a la tortura y a la muerte. “Había un incentivo al heroísmo que era un incentivo a la muerte, esto hay que decirlo bien”, afirma. “Cuando alguien te manda al muere y otro te mata, ¿de quién es la responsabilidad, decime? Es compartida”. (Una pregunta y una respuesta que el extupamaro Luis Nieto comparte en Historias tupamaras).
Leis llora cuando recuerda a chicos menores que él, a los que intentó convencer de que dejaran Montoneros, hoy muertos o desaparecidos. Fernández Meijide llora al recordar cómo se sentía una paria, sin derecho alguno, cuando golpeaba puertas buscando un dato sobre su hijo Pablo, seguramente ya asesinado.
Los dos coinciden en que nadie cuenta la verdad sobre aquellos años. En un momento ven un discurso del presidente uruguayo José Mujica, otro protagonista de esa época, pidiendo no trasladar a los jóvenes de hoy “la mochila” de frustración de los viejos combatientes. Leis se muestra de acuerdo, pero se permite agregar que falta contar muchas verdades para que eso sea posible: “Primero tenemos que entender lo que pasó”.
Cuando termina el documental, Graciela Fernández lleva a Leis en una silla de ruedas. Padecía una enfermedad terminal cuando se filmó la película. Murió en setiembre de 2014. Sus palabras en El diálogo son un legado que vale oro.


Publicado en la edición de noviembre de 2014 de la revista Bla.


El diálogo. Dirección: Pablo Racioppi y Carolina Azzi. Idea original y producción: Pablo Avelutto. 


31.3.13

Comer, beber y respirar en el Uruguay Natural

uruguay natural - eslogan- jabón Lux"Uruguay natural" nunca fue más que un eslogan publicitario, tan verdadero como aquel que dice que nueve de cada diez estrellas usan jabón Lux.
Lo que tenía de "natural" el Uruguay era su atraso, su carencia de industrias, su escaso desarrollo económico. Nunca hubo una política de estado tendiente a asegurar lo "natural" del país. Las leyes ambientales en general estaban rezagadas respecto al resto del mundo. Los organismos que debían preservar los recursos naturales siempre fueron postergados, dotados de escasos recursos y personal insuficiente. Bastaba acercarse a las orillas de los arroyos de Montevideo para ver qué tan pobre era el compromiso nacional con el cuidado de la naturaleza.
Quienes se preocupaban por estos temas nunca fueron tomados en serio. Al doctor Tálice, que intentó impulsar en solitario el Partido Verde, se lo consideraba, en el mejor de los casos, un abuelito simpático y bienintencionado, pero naif, medio chocho e irrelevante en términos políticos. En general, a todo aquel que se definía como ecologista se lo consideraba un despistado o un inútil.
Cuando el desarrollo agroindustrial comenzó a llegar al "Uruguay natural", justo cuando más se necesitaba de organizaciones y científicos preocupados por preservar los recursos naturales, los piqueteros de Gualeguaychú le dieron el golpe de gracia al débil ambientalismo uruguayo.
Ocurrió por dos razones. Primero, por lo exagerado de su prédica. Sus proclamas -que definían la instalación de Botnia como un "genocidio" y un "holocausto"- reforzaron en Uruguay la idea de la falta de seriedad de los ambientalistas, su alarmismo y lo disparatado de sus postulados.
Peor todavía fue que cortaran durante más de tres años el puente entre Fray Bentos y la orilla argentina del río Uruguay. Esta medida, tolerada y alentada por el gobierno de Néstor Kirchner, perjudicó en forma directa la vida económica y laboral de miles de uruguayos inocentes, y fue vivida por todo el país como una agresión ilegal y desmesurada.
En Uruguay había gente preocupada por los efectos ambientales de la industria forestal y de las nuevas mega plantas de celulosa, pero tras el corte del puente se quedaron sin espacio y sin el más mínimo margen de maniobra. Plantear cualquier cuestión ambiental pasó a ser una especie de traición a la patria. Un ambientalista ya no era un hippie despistado, sino un sujeto peligroso, infiltrado, traidor, aliado del enemigo, un cómplice de la patota piquetera.
Néstor Kirchner y Gualeguaychú fueron los principales responsables de esa operación, sí, pero muchos políticos y medios de comunicación uruguayos aprovecharon la coyuntura para demonizar y ridiculizar cualquier reclamo ambiental, mientras abrían el país a todo proyecto que aportara dinero ya, sin evaluar su costo ambiental para las generaciones venideras.
A fines de 2005 el entonces senador Eleuterio Fernández Huidobro, socio y hermano del alma del actual presidente José Mujica, hizo una fuerte defensa de la industria forestal en la que exhibió todo su desprecio por los ambientalistas. Dijo: "será muy difícil que un día dejen de plantarse bosques en Uruguay por más que así lo pretenda la izquierda cholula, amante de los pajaritos y de las ballenas blancas, hija de la bobeta, apartada de la realidad pero debidamente muy bien financiada por las ONG de cada uno de los bloques y la cholulez planetaria (un mercado de sopa boba nada despreciable para pasarla bien diciendo pavadas)".
Y la bola de menoscabo y agresión siguió creciendo. En 2011 fue el propio presidente Mujica quien se burló de los reclamos ecologistas, mientras una claque de alcahuetes aplaudía y sonreía detrás:



Fernández Huidobro y Mujica ganaron. El debate ambiental desapareció del Uruguay durante casi una década. Lo poco que hubo, nadie se lo tomó en serio. El resultado está a la vista.
En estos días la prensa informa de ovejas que mueren después de tomar agua del río Negro. De golpe descubrimos que los agroquímicos y residuos varios han contaminado también el río Santa Lucía, de donde sale el agua potable de medio país. También la laguna del Cisne, otra fuente de agua potable, está contaminada con pesticidas. Un prestigioso científico de la Facultad de Ciencias advierte de no beber más agua de OSE y la vincula con una "epidemia de cáncer".
La playa Ramírez tiene niveles altísimos de contaminación de plomo. Otras van camino a desaparecer. La polución del aire en algunos lugares de Montevideo, medida por científicos uruguayos y extranjeros, es alarmante. En el campo usamos pesticidas que están prohibidos en otras partes del mundo. Comemos manzanas que no están habilitadas para comerse en Europa.
Nuestras leyes ambientales siguen atrasadas y los organismos encargados de hacerlas cumplir continúan sin tener los elementos necesarios. Incluso el escaso poder de control de la Dirección Nacional de Medio Ambiente molesta. El presidente Mujica ya habilitó nuevos eventos transgénicos en contra de la recomendación de los técnicos de la Dinama. Luego propuso trasladar esta oficina y hacerla depender en forma directa de la Presidencia. Ahora, en medio de la polémica por la contaminación de los ríos y el agua potable, el gobierno anuncia, según informa El País, un proyecto tendiente a rebajar sus controles.
Lo que más sorprende es la impunidad. Lo mismo que la gente que en las paradas de avenida Italia se traga sin chistar el humo negro y cancerígeno que despiden autos y ómnibus de grandes empresas que nadie controla.
Nadie dice nada.
Los que estamos preocupados por estos temas puede que seamos una izquierda cholula, hija de la bobeta, amante de los pajaritos y de las ballenas blancas, como dice Fernández Huidobro. Puede ser.
Pero lo que no es cierto es que estemos apartados de la realidad.
Nuestra realidad hoy no tiene nada de Uruguay Natural. Nuestra realidad es el plomo en la playa, el humo cancerígeno en el aire de nuestras avenidas, nuestras manzanas clase B, el agua contaminada con algas tóxicas.
Eso comemos. Eso respiramos. Eso tomamos.
Esa es nuestra verdadera sopa boba.

contaminación algas tóxicas río Negro, Uruguay. Muerte de ovejas.














P.d.:
Respecto a la contaminación en el río Santa Lucía y en la planta de Aguas Corrientes, vale la pena leer el siguiente informe del biólogo Emanuel Machín: http://leonardohaberkorn.blogspot.com/p/canita-voladora-el-posible-origen-de.html

el.informante.blog@gmail.com

5.10.12

El triunfo del viru viru

Al presidente José Mujica no le gusta que los jóvenes estudien periodismo. Tampoco ciencias de la comunicación o humanidades, en general.
"No se puede sacrificar oleadas de jóvenes que inocentemente van a estudiar Ciencias de la Comunicación. No se puede construir algo sólido si no se hace en derredor de las matemáticas y las ciencias", dijo Mujica en 2010 en la ceremonia de asunción del ministro de Educación, Ricardo Ehrlich. Y agregó que Uruguay debía fortalecer el desarrollo de las disciplinas científicas en lugar de continuar dando "bombo" a "un país de viru viru", en referencia a las humanidades.
Aquellas declaraciones no fueron casualidad. En 2011 Mujica insistió en el punto en un discurso que pronunció en el Foro de Innovación de las Américas en el LATU. "Somos afectos a las letras y a todo lo que es viru viru", lamentó entonces.
Poco después, una noche en que el presidente estaba comiendo en el bar La casa del Whisky, en la esquina de Uruguay y Rondeau, dos estudiantes avanzadas de periodismo de la Universidad ORT vieron la oportunidad de hacerle unas preguntas. Quienes acompañaban al presidente les dijeron que preguntas no, pero si querían podían tomarse una foto con el Pepe. Las estudiantes aceptaron, pero tras retratarse con el mandatario comenzaron a interrogarlo. Mujica se sorprendió y les preguntó a ellas:
-¿Qué estudian ustedes?
-Periodismo.
-¡Sáquense eso de la cabeza! No pierdan el tiempo. Estudien ingeniería -les respondió el presidente.
Tal parece que Mujica quisiera un Uruguay sin periodistas.
Si ese país existiera, imaginemos cómo hubiera sido esta semana. Todos habríamos asistido a la televisación en directo del remate de los aviones de Pluna. Habríamos visto por TV como "el señor de la derecha" levantaba la mano y compraba las aeronaves en 137 millones de dólares. Luego nos habríamos enterado, a través de distintos voceros involucrados, que el "señor de la derecha" se llamaba Antonio Sánchez, que representaba a una compañía aérea europea llamada Cosmo y que había adquirido los aviones para organizar vuelos chárter en Europa Oriental y otras lejanas tierras.
Con el paso de las horas, y gracias a algunos obreros del viru viru, nos fuimos enterando que nada de eso era cierto.
restaurante Lindolfo, López Mena, Lorenzo, Pluna, remate
La fotografía de Diego Battiste, fotógrafo de El Observador.
Primero un fotógrafo de prensa de El Observador retrató en una comilona al supuesto comprador español con el ubicuo empresario rioplatense Juan Carlos López Mena y el ministro de Economía, Fernando Lorenzo.
La versión oficial del negocio comenzaba a desmoronarse.
Unas horas después, otros periodistas, esa gente que pierde el tiempo e impide el despegue del Uruguay, esta vez de radio El Espectador, descubrieron que el señor Antonio Sánchez en realidad se llama Hernán Calvo y que fue durante años un empleado de alta confianza de López Mena. El negocio verdadero quedó en evidencia: la realidad no tenía nada que ver con el discurso oficial.
Ese es el mundo que quiere el presidente Mujica y tantos otros poderosos del planeta: de Berlusconi a Chávez, pasando por todos los que se te ocurran. Un mundo donde nadie pueda cotejar las mentiras verdaderas que se arrojan sobre el pueblo, un mundo donde se puede reescribir el pasado a piacere, y redactar el presente a gusto de sus dueños, mientras el pueblo se traga las mentiras por TV. Un mundo donde los que mandan dicen cómo son las cosas, y no se admiten preguntas. Si querés podés sacarte una foto con el Pepe.
Ahora, porque todavía existe el periodismo profesional, sabemos que el negocio no fue como decían que era, y que los aviones no los compró el "hombre de la derecha". Lo que no sabemos todavía es para qué fueron necesarias tantas falsedades y ocultamientos. Quizás, con suerte, algún día lo sabremos. Lo que es seguro es que esa información  no nos llegará de boca del gobierno, ni de la oposición, ni de las empresas involucradas. No nos ayudarán en este caso los grado cinco de matemáticas y física, tan importantes y necesarios, sin ironías. La verdad, o una versión más cercana a la realidad de los hechos, nos llegará otra vez de la mano de un investigador social o de un periodista. El denostado, menospreciado, ridiculizado y atacado viru viru.
No es casualidad que pocos días atrás, casi en forma simultánea, la presidente de Argentina, Cristina Fernández, y el propio Mujica hayan declarado que el periodismo independiente no existe. Para Mujica esto del periodismo independiente es un "invento".
Véalo de esta manera, señor presidente: el invento funcionó esta semana.
Por suerte.

el.informante.blog@gmail.com





16.3.10

La isla de la hipocresía

Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel han firmado un manifiesto que exige al gobierno de Cuba que libere a todos sus presos políticos. La carta, que está disponible en internet, ya ha sido firmada por más de 33.400 personas y por varias celebridades como Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y Antonio Muñoz Molina.
Sin embargo las firmas de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel tienen un significado especial porque los tres artistas españoles son personas identificadas con las ideas progresistas y de izquierda. No debería sorprender: es imposible ser progresista y apoyar a una dictadura cruel que encarcela y lleva a la muerte a quienes piensan distinto.
En 2003, entrevistado en radio Caracol de Colombia, ni más ni menos que Pablo Milanés dijo:
“En Cuba hay errores que tenemos derecho a criticar (...) pero cuando uno lo hace se siente solitario. Hay miedo y tensión y es absurdo, porque no se puede seguir siendo revolucionario y teniendo ideas estalinistas de presiones sobre el pensamiento y la libertad".
"A Fidel le critico la falta de libertad de expresión porque hay tantas cosas bonitas aseguradas por la revolución que, cuando ves que es capaz de encarcelar a un agente durante 20 años porque habló dos o tres mierdas, no lo concibes".
Estalinismo. Miedo. Veinte años de cárcel por hablar. No lo digo yo. Lo dijo uno de los máximos íconos de la Revolución Cubana.
Pero parece que las noticias tardan en llegar a América del Sur.
De visita en Cuba, Lula eligió honrar a la dictadura y burlarse de sus presos políticos. Los comparó con los delincuentes comunes que protestan en las cárceles de San Pablo. La reciente muerte en prisión del preso político Orlando Zapata -tras 85 días de huelga de hambre- no logró matizar su hipocresía y su ignorancia.
El brillante periodista brasileño Elio Gaspari recordó esta semana en O Globo un incidente que retrata hasta qué punto llega la hipocresía de Lula, siempre citado como ejemplo en Uruguay:
En 1998 unos peligrosos delincuentes brasileños que habían secuestrado al empresario Abilio Diniz comenzaron una huelga de hambre en la prisión. Lula, entonces en la oposición, llamó por teléfono al presidente Fernando Henrique Cardoso e intercedió por los secuestradores: “Olha, Fernando, você vai levar para a tua biografia a morte desses caras".
En cambio, Lula pasó por La Habana de banquete en banquete sin realizar el más mínimo gesto de apoyo al periodista cubano y preso de conciencia de la dictadura, Guillermo Fariñas, que hoy sigue en huelga de hambre.
Tras Lula, los que se burlaron de los presos políticos fueron los presidentes de Bolivia y Uruguay, Evo Morales y José Mujica.
Evo, haciéndose eco de la campaña de difamación del gobierno cubano, dijo que Zapata era un “delincuente”. Mujica planteó el asunto como una confabulación del mundo rico contra un país pequeño y pobre. “El mundo rico siempre se arroga el derecho de imponer y juzgar a los demás y no acepta la más mínima responsabilidad y juicio en sus propias filas”.
“Sería bueno –agregó- que el mundo rico se diera cuenta que estamos en una humanidad distinta, diversa, contradictoria, con culturas distintas y que todos debemos ser respetados, pero tal vez nos falta mucho todavía”.
Evo no dijo la verdad. Zapata no era un delincuente. No estaba en la cárcel por robar o matar. Fue detenido en 2003 y condenado a tres años de prisión por “desacato”, “desórdenes públicos” y “resistencia”. Luego se lo sometió a cargos de “desobediencia” y “desórdenes en establecimientos penitenciarios”. Por esos “delitos” –todos típicos cargos de una dictadura- Zapata cumplía una pena de ¡36 años de prisión! Son muchos más años de cárcel que los que recibe un asesino múltiple en Uruguay.
Amnistía Internacional dijo: “El hecho de que Orlando Zapata Tamayo, al verse ante una pena de prisión tan prolongada, sintiera que el único camino que le quedaba era matarse de hambre como protesta constituye una denuncia terrible de la constante represión que sufren los disidentes políticos en Cuba”.
Mujica tampoco dijo la verdad. Las protestas por la libertad de todos los presos políticos en Cuba no forman parte en modo alguno de una batalla entre pobres y ricos. Lo más triste de todo es que Mujica lo sabe.
Zapata Tamayo era un humilde plomero y albañil negro, pobre de toda pobreza. Las fotos de su velorio en una modestísima vivienda conmueven a todo aquel que no tenga ciegos los ojos y el corazón. La oposición cubana, por lo demás, se debate en una lucha muy desigual contra el todopoderoso gobierno de la isla. He visto a la blogger Yoani Sánchez pedir a través de su twitter que alguien en algún lugar del mundo pague una carga para el celular de algún periodista independiente, para que pueda seguir informando. Si alguien tiene dinero en Cuba para agasajar a los presidentes e intelectuales amigos, esos son los dueños del circo y no los desgraciados opositores.
Mujica sabe también que los reclamos por la libertad de los presos políticos cubanos no solo vienen de Europa o de Estados Unidos. Somos miles lo que lo reclamamos desde el mundo pobre. Y eso desde 2003 incluye al propio Pablo Milanés, aunque Lula, Evo y Pepe miren para otro lado. Además, ¿desde cuándo pedir por la libertad los presos políticos es un asunto de ricos o de pobres, de blancos o de negros? ¿Cuando Amnistía Internacional pedía durante la dictadura por los presos políticos en Uruguay estaba mal? ¿Cuando también en la dictadura el rey de España abogó por los rehenes tupamaros estaba mal? Nunca pensé que el propio Mujica pudiera tener estas confusiones.
La carta pidiendo por la libertad de los presos políticos en Cuba se puede firmar en http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/p/carta.html
Como Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel, yo firmé.
Claro, también se puede no firmar. Nadie va a meter 36 años preso a los que no firmen. Eso sí: después, por favor, no me vengan a hablar de derechos humanos, izquierda, progresismo y democracia.
Se puede estar en contra de todas las dictaduras, o se puede estar solo en contra de algunas.
Se puede estar siempre en contra de que haya presos políticos, o se puede estar en contra solo a veces.
Es triste y da vergüenza ver la opción elegida por Lula, Evo y Mujica.


el.informante.blog@gmail.com
Respecto a la firma de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/16/cultura/1268728401.html
Artículo de Elio Gaspari sobre Lula:
http://www.gabeira.com.br/noticias/temas/politica-externa/1979-farinas-qdeclaracoes-de-lula-foram-hipocritasq

18.12.09

La regla de oro del periodismo uruguayo

El 24 y 25 de setiembre de 1993 la Red de Mujeres Políticas del Uruguay realizó un seminario-taller titulado: “¿Tienen las mujeres un estilo diferente de hacer política?”
Una de sus actividades fue un panel que debía responder a la pregunta: “¿Cómo nos relacionamos las mujeres con el poder?”.
Puedo manejar estos detalles con propiedad porque aún tengo guardados la carpeta y el programa que entregaban a los participantes del seminario.
La memoria engaña: yo hubiera jurado que aquella actividad se realizó un día de semana de noche. Sin embargo, el rústico programa (una hoja fotocopiada) indica que fue un sábado a las cuatro de la tarde.
Según ese papel, participaron del panel las sociólogas Carmen Rico y Nea Figueiras y la periodista Sonia Breccia. De Rico y Figueiras aquel día nada recuerdo. Quizás faltaron a la cita, o su participación no dejó huella en mí, o yo llegué tarde o me retiré antes de que ellas hablaran. No lo sé. En cambio, nunca olvidé aquella conferencia de Sonia Breccia.
Su ponencia tuvo dos partes. En una de ellas, para mi sorpresa, Breccia relató cómo durante muchos años le había hecho la guerra interna en radio Sarandí a Néber Araújo, buscando ganar un lugar de mayor importancia en la emisora. Luego –explicó- había dejado de celar y perseguir al pobre Néber y se había dedicado a lo suyo, y fue entonces cuando creció y despegó como periodista, además de sentirse mejor consigo misma. La lección para las mujeres que la escuchaban (creo recordar que yo era el único representante masculino en la sala) era bien clara: hay que preocuparse menos por lo que hacen los hombres y apostar a la propia capacidad femenina.
La otra parte de la ponencia de Breccia fue respecto a su relación con los políticos. Explicó que un periodista que quiere llegar alto tiene que poder entrevistar a todos los grandes líderes.
“Tarde o temprano ese periodista, en una buena, necesita de esa entrevista con un político, porque eso hace a su currículum. Los periodistas se miden por sus entrevistados”, afirmó.
“El periodista –continuó- sabe que si se pone pesado, si se pone impertinente, si se pone cargoso, si se pone cerril, va a haber un momento en que ese hombre político, cuando él quiera la entrevista, le va a decir: no sea pesado”.
La conclusión era clara: en Uruguay un periodista que quiere llegar alto no puede preguntar a fondo a los políticos.
En los países civilizados es exactamente al revés: un periodista que no pregunta con el máximo rigor no tiene público y, por eso mismo, no es contratado por los empresarios. Pero el Uruguay pre-capitalista” no es un país civilizado.
“No estoy diciendo nada nuevo”, agregó Breccia. “Cualquiera de nosotros, con mirar, cuando termina una elección, por donde pasa primero el presidente electo, tiene claras cuáles son las reglas de juego”.
Yo nunca había oído a nadie plantear con tal grado de sinceridad y crudeza las “reglas de juego” no escritas del periodismo uruguayo. Por eso nunca tiré el cassette. Y todavía lo tengo.
Recordé las palabras de Breccia en estos días, pensando en la relación entre políticos y periodistas en la campaña electoral 2009.
Lo dicho en aquella conferencia puede utilizarse para analizar las tres entrevistas más calientes de la campaña: la que Ignacio Álvarez le hizo a Luis A. Lacalle en radio Sarandí; la que Gabriel Pereyra le hizo a José Mujica en VTV antes de la elección, y la que los estudiantes de periodismo ORT de realizaron a Lacalle dentro de un ciclo del canal 20 del cable TCC.
Veamos:
Ignacio Álvarez fue a fondo con Lacalle en una entrevista en radio Sarandí. ¿Qué pasó luego? Mujica nunca aceptó ser entrevistado por Álvarez.
Gabriel Pereyra se le paró firme a Mujica en su programa En la mira en VTV. Como nadie antes, le enrostró su prepotencia para con un muy joven cronista que había osado preguntarle por su relación con los Kirchner. Y cuando Mujica quiso zafar metiéndole el gaucho como suele hacer, Pereyra se plantó firme y no se dejó avasallar. ¿Qué pasó luego? Lacalle no quiso ir al programa de Gabriel Pereyra.
Los estudiantes de periodismo de la universidad ORT le preguntaron sin miedo a Lacalle. Sorprendido, Lacalle se enojó y se mostró como un energúmeno ante un auditorio repleto y frente a las cámaras. ¿Qué pasó luego? Aduciendo problemas de agenda, Mujica no aceptó ser entrevistado… ¡por un grupo de estudiantes de periodismo!
Ahí están, plenamente vigentes, las “reglas de juego” definidas con cruda resignación por Sonia Breccia aquel día.
Reglitas: reglas de juego de un paisito chiquito, con una prensa chiquita y una política chiquita.


12.12.08

"Historias tupamaras": opinan Rilla y Chasquetti

Lo que sigue es la reproducción de lo dicho en una mesa redonda realizada a modo de presentación de mi libro Historias Tupamaras: nuevos testimonios sobre los mitos del MLN en el programa “No toquen nada”, de Océano FM, el lunes 8 de diciembre, con el historiador José Rilla, el politólogo Daniel Chasquetti y el periodista Joel Rosenberg.

Rosenberg: preguntémosle a Chasquetti, en su condición de politólogo, y a Rilla, como académico, qué hay de nuevo acá, que pueden aportar estas Historias Tupamaras.

Chasquetti: este es un gran libro, por varias razones. Primero porque está escrito desde el periodismo, pero de manera prolija, ordenada, sistemática, bien escrito. El método que utiliza Leonardo es fantástico. El libro está ordenado en capítulos, porque el libro está ordenado en seis mitos, los cuales son presentados por sus constructores: Mujica, Rosencof, Fernández Huidobro, la historiadora Clara Aldrighi.

Rosenberg: -Historiadora que integró además el MLN.

Chasquetti: Y que escribió una obra muy influyente en esta reconstrucción histórica. Pero lo que deja en claro Leonardo a través de testimonios y de una reconstrucción muy fina, porque no solo se basa en esos nueve testimonios…

Rosenberg: Hay muchos documentos.

Chasquetti: Hay mucha información, ahí muestra Leonardo todo su oficio de investigador. Lo que hace Leonardo en cada capítulo es desmontar ese mito. Lo cual a mí me parece que es una tarea que excede largamente la labor del periodista, porque ya asume las herramientas y las armas de los cientistas sociales y los historiadores, que tenemos normalmente este tipo de metodología.
Daniel Chasquetti Historias tupamaras, MLN, tupamaros
Daniel Chasquetti
Lo segundo que quería decir es que es un libro muy triste, porque nos obliga a mirar nuestro pasado y ver como una generación de jóvenes se embanderó con una idea que podía parecer muy loable, pero que generó consecuencias dramáticas, que todavía hoy vivimos y sobrellevamos. Me parece que el libro deja muy claro que en verdad Uruguay se podría haber evitado muchas cosas si esta idea de hacer la revolución armada en un país como Uruguay, si estos jóvenes le hubieran hecho caso al Che Guevara, Uruguay se hubiese podido ahorrar mucha cosa.

Rosenberg: Cuando vino en el 61.

Chasquetti: Claro, el Che Guevara vino a Uruguay y en una conferencia en el Paraninfo de la Universidad dijo que no tenía mucho sentido levantarse en armas en una democracia donde funcionaban las instituciones y había libertad. Y esa sensación te queda con este libro. Las historias personales de estos nueve tupamaros son bastante tristes, dramáticas, y me parece que son un retrato de los últimos 30 años de nuestro país.

Rilla: Yo comparto esto que decía Daniel. Es un libro que yo me lo devoré en un día. Y creo que eso le va a pasar a cualquier lector más o menos interesado y honesto. Lo va a leer con mucha avidez. A mí me dejó una sensación ambigua. De tristeza, por aquello de que fue capaz el Uruguay. Hasta me animo a decir, yo que no tuve nada que ver pero me siento parte de eso: aquello de lo que fuimos capaces. Por otro lado, el libro me dejó una sensación de alivio, porque es muy bueno que estas cosas se cuenten, se relaten. No con la pretensión de hacer la última y definitiva historia de este proceso. Se equivocará aquel que piense que esto cierra la narración, la comprensión histórica. No, no, no la cierra. Creo la reabre de una manera muy significativa, que son cosas muy distintas. Uno siente el alivio de ver, desde la otra cara de la luna, como se podían ver las cosas. El punto de partida es un punto terrible, porque es como si la guerra siguiera. Cuando un entrevistado dice: “esta persona es un traidor”, está hablando el lenguaje de la guerra y me parece que es muy inteligente empezar a tirar de esa piola, como lo hace Leonardo, y atravesarla por la idea de los mitos. A mí esa es una cosa que me parece muy interesante, la cuestión de los mitos. Porque los mitos son muy importantes. En el lenguaje vulgar tendemos a hablar mal de los mitos, pero los mitos son relatos muy potentes de los orígenes de las cosas. Entonces, yo no sé qué me da más rabia cuando leo este libro: la mentira con la que hemos convivido, o el hecho de que la mentira haya sido creída entusiastamente por miles y miles de personas. Para un investigador, el segundo desafío es mucho más pesado que el primero. Porque podemos descubrir que tal o cual cosa no era así: este libro lo demuestra. Pero tenemos inmediatamente un problema: ¿cómo explicamos, y ahí está la fuerza de los mitos, que esto haya sido entusiastamente creído por tanta gente hasta el día de hoy? Eso es lo que a uno lo perturba.

Rosenberg: Lo del día de hoy es fuerte porque seguimos conviviendo con algunas de esas historias día a día, en los medios de comunicación. Los seis mitos son:
1) El MLN nació para enfrentar el golpe de estado
2) El MLN es totalmente inocente del ascenso militar
3) El MLN perdió por motivos ajenos a su propuesta política.
4) El asesinato de Pascasio Báez fue un error.
5) El MLN como modelo de virtud y ámbito de felicidad total.
6) Los renunciantes de 1974 le pegaron un tiro en la nuca al MLN.


Rosenberg: vamos a hablar del primer mito, obviamente no vamos a poder hablar de todos: el MLN nació para enfrentar el golpe de Estado. ¿Cuándo nació y para qué nació el MLN?

Chasquetti: Este es uno de los mitos más asombrosos, porque lentamente fue ingresando en la política uruguaya este discurso de que el MLN tenía como objetivo la autodefensa de los movimientos populares y sociales. Y cuando uno lee mínimamente cualquier obra de historia, sea de un historiador de gran reputación o de un desconocido, casi todos llegan a la misma conclusión: el MLN nació en el año 61-62 cuando la idea del golpe de Estado estaba lejos. Es cierto que en el 64 comienzan a surgir rumores, incluso la CNT y el Congreso del Pueblo toman decisiones de que hacer si efectivamente había un golpe de Estado. Pero cuando eso ocurre el MLN ya estaba creado y eso está en los testimonios de los propios integrantes. Yo creo que este mito está muy bien demostrado. Y lo curioso es que si lo vemos así parece una cosa sencilla. Y sin embargo yo escuché a Mujica, a Huidobro, decirlo durante los últimos meses, en charlas, en discusiones. Hay otro mito, del cual Leo no se ocupa, que es que el MLN contribuyó a la fundación del Frente Amplio, lo cual es un disparate porque en realidad a buena parte de la dirección del MLN, sobre todo a Sendic, el Frente Amplio no le caía nada en gracia. Y sobre todo porque el MLN tenía muchos militantes que venían de una raíz nacionalista, no era solamente un grupo de personas provenientes de la izquierda. Entonces, en los últimos años Huidobro y compañía se encargaron en los últimos diez, quince años, escribiendo libros, escribiendo columnas en los diarios, de ir modificando la historia. Yo creo que este libro viene a hacer justicia. Como dice Luis Nieto, uno de los entrevistados: él en un momento utiliza la imagen de que la historia del MLN está envuelta en una gran neblina. Yo creo que está sucediendo eso. Y este libro nos ayuda y nos permite mirar mejor este problema.

Rosenberg: Hablando de este mito, más allá de los testimonios, hay muchos documentos, el documento uno, las 30 Preguntas a un tupamaro de Sendic. El mito está contrarrestado con documentos.

Rilla: Que son demoledores. No son documentos desconocidos para el análisis de este proceso. Habían sido transcriptos en otros textos, pero en otros contextos también. La documentación nunca se coloca de manera ingenua o inocente. Y en todo caso prueba de que no es posible, en este libro se demuestra y en otros libros que han sido bastante maltratados ocurre lo mismo, no hay posibilidad alguna desde el punto de vista empírico inscribir la emergencia del MLN en la tradición de las luchas por la democracia. No hay ninguna posibilidad. Hay tupamaros que saben eso perfectamente y que se han colocado en la otra esquina del ring y reclaman a la actual dirección una fidelidad a la historia. Cuando uno escucha a Zabalza, lo que dice respecto al origen y al transcurso, puede ser efectivamente –como yo lo creo- una demencia lo que él dice, pero dice la verdad. Le está reclamando a los jefes históricos del MLN una fidelidad a la historia de la cual coparticiparon. Le dice: Mujica, por favor, usted está cambiando la versión de los hechos, yo me acuerdo; perdón, Fernández Huidobro, qué me está diciendo, yo me acuerdo, yo estaba allí igual que usted y no decíamos esto.

Rosenberg: Había sido una única voz. Acá aparece un racimo de voces.

Rilla: Un racimo de voces que tiene la ventaja de haberse dispersado luego y estar diseminados en actividades bien diferentes, en oficios bien diferentes, que tienen una relación con la política también distinta, y cierta distancia, cierta capacidad para decir: “en qué locura nos metimos”. Y más que eso, que es un paso moralmente más importante: “en qué locura metimos al país, al Uruguay”. Cuando leo esto y veo que eran chiquilines de 18, de 19, de 20, 21 años, me cuesta imaginarlo. La fuerza que tenía la idea de la insurrección armada era muy seductora. Me parece que queda bastante bien en este libro la posición que tenía al respecto el Partido Comunista, que es como la otra historia de la familia. El Partido Comunista que decía que no había las más mínimas condiciones para esto. Los tupamaros parecen decir: a nosotros no nos importaba demasiado todo el tema de la teoría, nuestra teoría es la acción, como sabemos que se decía. Por lo tanto nuestras lecturas, nuestros estudios eran limitados, a pesar de que pertenecían a la burguesía, a la clase media más o menos ilustrada. La proporción de obreros era mínima.

Rosenberg: Y los peones rurales tampoco los acompañaron.

Rilla: Tampoco. Creo que este libro relativiza un tanto las afirmaciones de la investigación de Hebert Gatto, acerca del peso que el marxismo leninismo tenía en la formación del MLN. No sé si es efectivamente correcto, pero es muy interesante como discusión. ¿Pesaba más el tema ideológico? ¿O pesaba mucho más en el MLN la pasión por el mando, por el poder? Esto que todavía hoy escucho, y me eriza la piel, cuando se habla de los presuntos fracasos del gobierno, se dice: lo que pasa es que tenemos el gobierno, pero no tenemos el poder. Eso lo escuchamos hoy. Y eso es una locura, pero eso no nació hoy, eso está en aquel momento.

Rosenberg: Hablemos del quinto mito: el MLN como modelo de virtud y ámbito de felicidad total.

Historias tupamaras. MLN tupamaros. Leonardo Haberkorn
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Chasquetti: Ese capítulo para mí es asombroso, porque arranca con un testimonio de Yessie Macchi sobre la felicidad y plenitud que el militante puede adquirir al momento de entregar sus vidas, sus horas, su tiempo a la causa. Sin embargo, las opiniones que vienen luego son tremendas. Yo creo que este no es un problema solo del MLN sino de todas las organizaciones que cooptan a sus miembros y los vuelven full time. Esto pasa también con militantes de sectas, es una situación bastante dramática. Me parece que ese capítulo está muy bien, porque lo que muestra es crudamente es la vida que llevaban muchos de los que entraban y luego no podían salir. Hay historias muy tristes, como la de Roque Arteche, un preso común que no tenía forma de salir. Y hay bastantes casos de este tipo. Ahí hay un punto fuerte del libro. Y me parece que a lo largo del libro Leonardo también desmonta esta idea, la de que la felicidad y la plenitud están en la organización. O por lo menos demuestra que el individuo también necesita lo colectivo, pero también su vida individual.
Rilla: (…) Yo conozco a varios de los que están aquí involucrados. De algunos de ellos, y no los conozco mal, los conozco bastante bien, no sabía las historias. Realmente me dejó aterrado. Es decir, en este libro descubrí cosas que le habían ocurrido a personas a las que conozco, a las que conozco más o menos bien, aunque en realidad no las conocía tan bien. ¿Qué le ha pasado al Uruguay que una persona a la que yo me considero cercano no me había relatado lo que le relata a Leonardo? Por eso decía que este libro me deja un poco triste a la vez que aliviado, porque me cuenta una historia que quería escuchar. También creo que es un libro que nos obliga, nos obliga a seguir revisando, a seguir pensando en estas cosas: no a cerrarlas. Y obliga a otros. Porque este libro termina con una especie de ejercicio de fantasía que hace Rodríguez Larreta, pensando en llenar el estadio Centenario, con todos los que de una manera directa o indirecta estuvieron involucrados en aquellos años: que vayan, confiesen lo que hicieron y después es vayan para su casa. Me hace acordar al trámite que tuvo en Sudáfrica esta situación. Y yo creo que este libro obliga a otros a decir. Aquí hay todas una Fuerzas Armadas que no hablan. No hablan. Entonces yo también creo que este libro es una contribución a que hablen.


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