Los relatos sobre los charrúas suelen no ajustarse exactamente a los hechos comprobados. Por ejemplo, el siguiente texto de Eduardo Galeano de las Memorias del Fuego.
“En las puntas del Queguay, la caballería del general Rivera ha culminado, con buena puntería, la obra civilizadora. Ya no queda ni un indio vivo en el Uruguay (1). El gobierno dona los cuatro últimos charrúas a la Academia de Ciencias Naturales de París (2). Los despacha en la bodega de un barco, en calidad de equipaje, entre los demás bultos y valijas (3). El público francés paga entrada para ver a los salvajes, raras muestras de una raza extinguida. Los científicos anotan gestos, costumbres y medidas antropométricas; de la forma de los cráneos, deducen la escasa inteligencia y el carácter violento.
Antes de un par de meses, los indios se dejan morir (4). Los académicos disputan los cadáveres. Solamente sobrevive el guerrero Tacuabé, que huye con su hija recién nacida, llega quién sabe cómo hasta la ciudad de Lyon y se desvanece (5).
Tacuabé era el que hacía música (6). La hacía en el museo, cuando se iba el público. Frotaba el arco con una varita mojada en saliva y arrancaba dulces vibraciones a la cuerda de crines. Los franceses que lo espiaron desde atrás de las cortinas cuentan que creaba sonidos muy suaves, apagados, casi inaudibles, como si estuviera conversando en secreto (7)”.
(1) Durante varios años sobrevivieron grupos pequeños de charrúas libres, que incluyeron a los caciques Rondó, Brown y Sepé. Más de 20 años después de aquellas matanzas Sepé vivía junto a una decena de charrúas en una toldería en Tacuarembó.
(2) No eran los últimos. Además de los que se mantenían libres, otros estaban presos o habían sido entregados para ser “civilizados” a familias de toda la república.
(3) No hay ningún documento que relate cómo fue el viaje.
(4) Senaqué murió dos meses después de llegar a Francia. Vaimaca Perú vivió allí más de cinco meses. Guyunusa sobrevivió un año, un mes y nueve días. Tenía una hija de diez meses y no se dejó morir, murió de tuberculosis.
(5) Se sabe que Tacuabé llegó a Lyon junto con Guyunusa y su hija porque allí los llevó el “empresario” que los exhibía. El francés tenía pensado ir a Estrasburgo, pero tuvo que cambiar de destino porque en esa ciudad había un fuerte movimiento en pro de la libertad de los charrúas. Fueron a Lyon y allí murió Guyunusa. Luego Tacuabé escapó con la niña.
(6) También tiró un gato al fuego para divertirse.
(7) Más allá de la intención de quien lo ejecuta, el llamado arco de Tacuabé, por ser un instrumento sin caja de resonancia, únicamente permite obtener sonidos casi inaudibles.
Publicado en la revista Tres, 20 de marzo de 1998.
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22.3.09
Los últimos charrúas: siete diferencias
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