Los escritores, músicos y autores en general se mantienen (o tratan de hacerlo) con el derecho de autor.
¿Cómo se mantiene Creative Commons, bienintencionada ONG progresista, principal impulsora de la ley que quiere autorizar a cualquiera a copiar cualquier obra por cualquier motivo?
No es difícil saberlo. Ellos mismos lo cuentan en su web. Los principales sostenes económicos de Creative Commons son la crema de la crema del capitalismo mundial: la Fundación Arcadia (Jacob Rothschild integra su consejo asesor), la Fundación Ford, la fundación de uno de los creadores de Google (Brin Wojcicki) y la propia Google.
En el debate mediático de la ley que pretende permitir cualquier copia (no solo con fines educativos), el diputado comunista suplente Gerardo Núñez usó la expresión "terrorismo lucrativo".
¿La usó para referirse a la alianza financiada por Rothschild/Ford/Google?
No. La usó para referirse a los que defienden el salario de los autores.
Si el siglo XX fue cambalache, ¿qué palabra podría definir al siglo XXI?
Mostrando entradas con la etiqueta financiamiento de los partidos políticos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta financiamiento de los partidos políticos. Mostrar todas las entradas
4.5.16
22.4.14
¿Cómo se financia la política uruguaya?
Es un tema del que nunca se habla, aunque es central para tener una democracia sana y creíble: ¿de dónde salen los millones de dólares que financian las campañas políticas en Uruguay?
En las últimas semanas dos importantes politólogos han escrito sobre el asunto, ante la indiferencia de los principales actores políticos, que parecen no entender que en ello va la credibilidad de todo el sistema.
Oscar Bottinelli escribió en El Observador, el 30 de marzo:
"Los costos de las campañas electorales son crecientes, asfixian a los actores políticos, los obligan a recurrir a fuentes privadas de financiamiento con el consiguiente condicionamiento, a otros los lleva a abandonar la carrera. ¿Qué ha hecho el sistema político para resolver un problema que lo agobia? Descargar su furia y su impotencia en privado y no hacer nada en los hechos".
Daniel Chasquetti, por su parte, dedicó una de sus columnas en Montevideo.com a este problema. Recordó que parte del dinero lo aporta el Estado, que paga a los partidos 13 unidades indexadas por voto en las elecciones internas, 87 en las nacionales, diez en el balotaje y 13 en las municipales. En 2009, solo por las elecciones de octubre, recordó Chasquetti, el Estado transfirió a los partidos algo más de 18 millones de dólares.
Pero la ley no fija un tope a lo que se puede gastar en cada campaña, y todos gastan más y más y el dinero que pone el Estado nunca alcanza. Entonces, los partidos recurren a los aportes privados, la mayor parte de ellos proveniente de empresas y empresarios.
Recuerda Chasquetti que la legislación vigente fija un máximo de 300.000 UI, algo más de 36.000 dólares, para cada donación privada. Mientras tanto, las empresas concesionarias de servicios públicos no pueden hacer aportes mayores a 10.000 UI (1.200 dólares).
¿Quién controla esto? La Corte Electoral, un organismo que no tiene ninguna capacidad real para comprobar que lo que declaran los partidos políticos sea cierto. Es como pedirle a la intendencia de Artigas que controle el mar territorial uruguayo. O como encomendar al Municipio G de Montevideo la vigilancia de nuestras fronteras con Brasil.
Para Chasquetti los partidos políticos pusieron a la Corte Electoral a controlar sus gastos de campaña "simplemente porque no desean ser controlados".
"O sea, con la legislación actual se creó una pantalla para que los ciudadanos, los medios y los observadores internacionales digan que Uruguay cuenta con normativa moderna sobre el problema del financiamiento. (...) Los informes que se presentan ante la Corte Electoral además de ser poco exhaustivos suelen ocultar buena parte de los ingresos y egresos. O sea, las declaraciones juradas no solo son imprecisas sino que mienten deliberadamente sobre el monto real que cada partido invirtió en la campaña electoral. Bajo estas condiciones, no deberíamos sorprendernos si un día de estos alguien descubre que los fondos de tal o cual partido provienen de fuentes ilegales".
Lo que dicen Bottinelli y Chasquetti es muy grave y no ha merecido ninguna respuesta de los partidos. Deberían responder. Botinelli habló de "condicionamientos". Es decir: el que pone dinero luego condiciona decisiones.
¿Cuántas cosas que ocurren en los gobiernos uruguayos podrían explicarse mejor si se supiera la verdad sobre la financiación de las campañas?
¿Estará Aratiri financiando alguna campaña? ¿Quizás todas?
Hace unas semanas, Luis Lacalle Pou declaró en Brecha que su sector invertirá -tan solo en las elecciones internas- la tremenda cifra de 1,7 millones de dólares.
Seguramente no sabremos quién puso ese dinero, ni el de los otros precandidatos, porque la ley que sancionó el sistema político uruguayo ("una pantalla", según Chasquetti) no alcanza a las elecciones internas.
Es mucho dinero que sale de la sociedad uruguaya, que pasa por los partidos y que, en un altísimo porcentaje, termina engrosando las arcas de los canales privados de televisión, los grandes beneficiarios de cada campaña electoral y de este sistema opaco e indigno de una verdadera democracia.
¿Quieren que la gente crea en la política?
Entonces, háganle caso a Bottinelli y a Chasquetti y háganla transparente.
el.informante.blog@gmail.com
En las últimas semanas dos importantes politólogos han escrito sobre el asunto, ante la indiferencia de los principales actores políticos, que parecen no entender que en ello va la credibilidad de todo el sistema.
Oscar Bottinelli escribió en El Observador, el 30 de marzo:
"Los costos de las campañas electorales son crecientes, asfixian a los actores políticos, los obligan a recurrir a fuentes privadas de financiamiento con el consiguiente condicionamiento, a otros los lleva a abandonar la carrera. ¿Qué ha hecho el sistema político para resolver un problema que lo agobia? Descargar su furia y su impotencia en privado y no hacer nada en los hechos".
Daniel Chasquetti, por su parte, dedicó una de sus columnas en Montevideo.com a este problema. Recordó que parte del dinero lo aporta el Estado, que paga a los partidos 13 unidades indexadas por voto en las elecciones internas, 87 en las nacionales, diez en el balotaje y 13 en las municipales. En 2009, solo por las elecciones de octubre, recordó Chasquetti, el Estado transfirió a los partidos algo más de 18 millones de dólares.
Pero la ley no fija un tope a lo que se puede gastar en cada campaña, y todos gastan más y más y el dinero que pone el Estado nunca alcanza. Entonces, los partidos recurren a los aportes privados, la mayor parte de ellos proveniente de empresas y empresarios.
Recuerda Chasquetti que la legislación vigente fija un máximo de 300.000 UI, algo más de 36.000 dólares, para cada donación privada. Mientras tanto, las empresas concesionarias de servicios públicos no pueden hacer aportes mayores a 10.000 UI (1.200 dólares).
¿Quién controla esto? La Corte Electoral, un organismo que no tiene ninguna capacidad real para comprobar que lo que declaran los partidos políticos sea cierto. Es como pedirle a la intendencia de Artigas que controle el mar territorial uruguayo. O como encomendar al Municipio G de Montevideo la vigilancia de nuestras fronteras con Brasil.
Para Chasquetti los partidos políticos pusieron a la Corte Electoral a controlar sus gastos de campaña "simplemente porque no desean ser controlados".
"O sea, con la legislación actual se creó una pantalla para que los ciudadanos, los medios y los observadores internacionales digan que Uruguay cuenta con normativa moderna sobre el problema del financiamiento. (...) Los informes que se presentan ante la Corte Electoral además de ser poco exhaustivos suelen ocultar buena parte de los ingresos y egresos. O sea, las declaraciones juradas no solo son imprecisas sino que mienten deliberadamente sobre el monto real que cada partido invirtió en la campaña electoral. Bajo estas condiciones, no deberíamos sorprendernos si un día de estos alguien descubre que los fondos de tal o cual partido provienen de fuentes ilegales".
Lo que dicen Bottinelli y Chasquetti es muy grave y no ha merecido ninguna respuesta de los partidos. Deberían responder. Botinelli habló de "condicionamientos". Es decir: el que pone dinero luego condiciona decisiones.
La famosa foto de El Observador |
¿Estará Aratiri financiando alguna campaña? ¿Quizás todas?
Hace unas semanas, Luis Lacalle Pou declaró en Brecha que su sector invertirá -tan solo en las elecciones internas- la tremenda cifra de 1,7 millones de dólares.
Seguramente no sabremos quién puso ese dinero, ni el de los otros precandidatos, porque la ley que sancionó el sistema político uruguayo ("una pantalla", según Chasquetti) no alcanza a las elecciones internas.
Es mucho dinero que sale de la sociedad uruguaya, que pasa por los partidos y que, en un altísimo porcentaje, termina engrosando las arcas de los canales privados de televisión, los grandes beneficiarios de cada campaña electoral y de este sistema opaco e indigno de una verdadera democracia.
¿Quieren que la gente crea en la política?
Entonces, háganle caso a Bottinelli y a Chasquetti y háganla transparente.
el.informante.blog@gmail.com
7.6.13
Soros y la ley de la marihuana
Había leído en internet un par de artículos que sostienen que detrás de la campaña mundial en favor de la despenalización del consumo de marihuana se halla el interés de la poderosa multinacional Monsanto. Según esos informes, esta empresa multinacional, productora de la semilla de soja transgénica que ha modificado la economía, el paisaje y la ecología de todo el Río de la Plata con efectos ambientales muy polémicos, estaría ahora interesada en patentar una marihuana transgénica, solo cultivable a través de su semilla, y quedarse así con otro millonario negocio, lo mismo que la soja.
La magnitud de la campaña llevó a que muchos se preguntaran quién la financia. El periodista Daniel Castro se lo consultó al abogado Leonardo Costa, exprosecretario de la Presidencia durante el gobierno de Jorge Batlle y expresidente de la Junta Nacional de Drogas, uno de los adherentes a Regulación Responsable. Costa respondió apenas que los avisos se solventaban con ciertos dineros provenientes del Uruguay y otros del extranjero (es la última pregunta de la entrevista).
Sin embargo, en el programa Entrelíneas del canal 20 del cable TCC, el periodista Daniel Rodríguez, citando fuentes de Regulación Responsable, fue mucho más concreto y señaló que la publicidad televisiva, cuyo costo estimó en 100.000 dólares, se solventa con fondos de fundaciones del exterior "que están interesadas en el tema regulacion" y ellas son, dijo, la Drug Policy Alliance y la Open Society Fundation (vean a partir del minuto 4:35).
El video del programa fue luego subido a la página de Facebook de Regulación Responsable, sin enmiendas, apoyando en forma tácita los datos difundidos por el periodista. Fuentes de la ONG han señalado, tal como dio a entender Leonardo Costa, que la campaña tiene también otras fuentes de financiamiento, pero confirman la participación de Open Society y la DPA..
Tal como consta en página web de la Open Society Foundation, su fundador y jefe es el multimillonario George Soros. También hay múltiples referencias del apoyo de Soros a la Drug Policy Alliance.
Hasta allí nada demasiado raro. Pero todo comienza a complicar cuando uno repara en que Soros también es accionista de Monsanto, la multinacional de la soja transgénica, el glifosato y que, algunos dicen, está desesperada por patentar la marihuana transgénica.
A su vez, hay que considerar el proceso que hizo la ley de la marihuana. Se comenzó discutiendo una ley de "autocultivo" o, mejor dicho, cultivo personal. Diputados oficialistas y opositores trabajaron duro para acordar como zanjar la actual contradicción legal: fumar marihuana no es delito, pero cultivarla y comprarla sí. ¿Y entonces cómo puede uno consumirla?
Luego se pasó a una idea más radical: el cultivo personal cayó a un segundo plano, porque el Estado, anunció el presidente Mujica, produciría marihuana en forma masiva.
Pero la ley que ahora se apresta a ser aprobada cambia otra vez las cosas: aunque la opción del cultivo personal se mantiene, el grueso de la producción lo realizarán empresas privadas.
En resumen: en un país cuya principal exportación hoy es la soja transgénica de Monsanto y donde este cultivo se ha expandido pasando por arriba muchas normas ambientales (protección del agua, del monte indígena, de la población vecina a los cultivos, etc.), la televisión emite hoy una campaña financiada con dinero de una fundación que dirige uno de los dueños de Monsanto, para habilitar una ley que, entre otros efectos, hace que los privados se encarguen del nuevo negocio de la marihuana (que algunos paranoicos creen que puede llegar a ser muy parecido al de la soja de Monsanto).
Soros, además, es un personaje difícil de definir. Es sin duda un especulador financiero. En 1992 usó su fortuna para doblegar al mismísimo Banco de Inglaterra: entonces vendió de golpe 10.000 millones de libras lo que llevó a los ingleses a devaluar su moneda. Se dice que ese día muchos se empobrecieron y Soros ganó 1.000 millones de dólares. Es también conocido como filántropo y algunas de sus posiciones políticas están incluso más a la izquierda que las del "progresismo" actual: reclama más impuestos a los ricos, tasas elevadas a las ganancias de la minería, etc. Su fundación Open Society hace muchas cosas buenas en el mundo. Una fuente en la que confío y que viaja por todo el continente, me contó como el dinero de Open Society sirve para organizar a los campesinos de Guatemala para que puedan enfrentar los abusos históricos de los terratenientes. El curriculum de Monsanto, en cambio, es mucho más cuestionable. Basta recordar que antes del glifosato fabricó el tenebroso Agente Naranja usado por Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
El problema es que hay dos Soros, el que dirige Open Society y el que invierte en Monsanto. Él mismo ha dicho: "Como actor del mercado, intento maximizar mis beneficios. Como ciudadano, me preocupan los valores sociales, la paz, la justicia, la libertad".
Ahora Soros, a través de Open Society, entró a la arena política uruguaya (si es que no había entrado antes). Hubiera sido mejor que no lo hiciera en secreto, con tanto misterio. Por lo menos ahora sabemos que está entre nosotros. El problema es determinar cuál Soros es. ¿El ciudadano o el actor de mercado?
el.informante.blog@gmail.com
Pensé que se trataba de otra teoría conspirativa de las que abundan en internet, hasta que noté la siguiente cadena de sucesos.
Comenzó a emitirse en la televisión uruguaya una costosa campaña en favor de la legalización del cultivo de la marihuana. Cada aviso lleva la firma de la ONG "Regulación Responsable". Este es uno, pero hay otros:
Sin embargo, en el programa Entrelíneas del canal 20 del cable TCC, el periodista Daniel Rodríguez, citando fuentes de Regulación Responsable, fue mucho más concreto y señaló que la publicidad televisiva, cuyo costo estimó en 100.000 dólares, se solventa con fondos de fundaciones del exterior "que están interesadas en el tema regulacion" y ellas son, dijo, la Drug Policy Alliance y la Open Society Fundation (vean a partir del minuto 4:35).
El video del programa fue luego subido a la página de Facebook de Regulación Responsable, sin enmiendas, apoyando en forma tácita los datos difundidos por el periodista. Fuentes de la ONG han señalado, tal como dio a entender Leonardo Costa, que la campaña tiene también otras fuentes de financiamiento, pero confirman la participación de Open Society y la DPA..
Tal como consta en página web de la Open Society Foundation, su fundador y jefe es el multimillonario George Soros. También hay múltiples referencias del apoyo de Soros a la Drug Policy Alliance.
Hasta allí nada demasiado raro. Pero todo comienza a complicar cuando uno repara en que Soros también es accionista de Monsanto, la multinacional de la soja transgénica, el glifosato y que, algunos dicen, está desesperada por patentar la marihuana transgénica.
A su vez, hay que considerar el proceso que hizo la ley de la marihuana. Se comenzó discutiendo una ley de "autocultivo" o, mejor dicho, cultivo personal. Diputados oficialistas y opositores trabajaron duro para acordar como zanjar la actual contradicción legal: fumar marihuana no es delito, pero cultivarla y comprarla sí. ¿Y entonces cómo puede uno consumirla?
Luego se pasó a una idea más radical: el cultivo personal cayó a un segundo plano, porque el Estado, anunció el presidente Mujica, produciría marihuana en forma masiva.
Pero la ley que ahora se apresta a ser aprobada cambia otra vez las cosas: aunque la opción del cultivo personal se mantiene, el grueso de la producción lo realizarán empresas privadas.
En resumen: en un país cuya principal exportación hoy es la soja transgénica de Monsanto y donde este cultivo se ha expandido pasando por arriba muchas normas ambientales (protección del agua, del monte indígena, de la población vecina a los cultivos, etc.), la televisión emite hoy una campaña financiada con dinero de una fundación que dirige uno de los dueños de Monsanto, para habilitar una ley que, entre otros efectos, hace que los privados se encarguen del nuevo negocio de la marihuana (que algunos paranoicos creen que puede llegar a ser muy parecido al de la soja de Monsanto).
Soros, además, es un personaje difícil de definir. Es sin duda un especulador financiero. En 1992 usó su fortuna para doblegar al mismísimo Banco de Inglaterra: entonces vendió de golpe 10.000 millones de libras lo que llevó a los ingleses a devaluar su moneda. Se dice que ese día muchos se empobrecieron y Soros ganó 1.000 millones de dólares. Es también conocido como filántropo y algunas de sus posiciones políticas están incluso más a la izquierda que las del "progresismo" actual: reclama más impuestos a los ricos, tasas elevadas a las ganancias de la minería, etc. Su fundación Open Society hace muchas cosas buenas en el mundo. Una fuente en la que confío y que viaja por todo el continente, me contó como el dinero de Open Society sirve para organizar a los campesinos de Guatemala para que puedan enfrentar los abusos históricos de los terratenientes. El curriculum de Monsanto, en cambio, es mucho más cuestionable. Basta recordar que antes del glifosato fabricó el tenebroso Agente Naranja usado por Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
El problema es que hay dos Soros, el que dirige Open Society y el que invierte en Monsanto. Él mismo ha dicho: "Como actor del mercado, intento maximizar mis beneficios. Como ciudadano, me preocupan los valores sociales, la paz, la justicia, la libertad".
Ahora Soros, a través de Open Society, entró a la arena política uruguaya (si es que no había entrado antes). Hubiera sido mejor que no lo hiciera en secreto, con tanto misterio. Por lo menos ahora sabemos que está entre nosotros. El problema es determinar cuál Soros es. ¿El ciudadano o el actor de mercado?
el.informante.blog@gmail.com
9.5.13
Los insultos son anécdota
Enojada porque el presidente José Mujica eligió como viceministro de Economía a un integrante de una minoría disidente de su partido, la diputada socialista Daisy Tourné escribió en un foro socialista:
“Creo que llegó la hora de golpear la mesa con toda nuestra fuerza. Eso debe ser entre las autoridades del PS y el excelentísimo Sr. Presidente. Entre casa y sin anuncios. Algo así: ‘Viejo de mierda te vamos a romper el culo te guste o no’. Por supuesto traducido al socialista, no ésta grosería que él entendería bastante mejor”.
La frase la publicó el semanario Búsqueda y de inmediato estalló en las radios, los portales y las redes sociales.
Unas horas más tarde, el presidente Mujica respondió en radio Sarandí que Tourné "es una gorda macanuda. Es una muchacha a la que le tengo mucha simpatía, a veces se toma un par de copas y se le va un poco la marca".
Tourné en la Presidencia: otros tiempos. Foto: Presidencia |
Sin embargo, por grave que parezca, eso es apenas una anécdota. El tema de fondo, mucho más grave, es cómo se eligen las personas que nos gobiernan. En este caso ni más ni menos que un viceministro de Economía y Finanzas.
Lo que enfurece a Tourné no es que el designado sea un mal candidato o un incapaz, sino que el cargo le sea conferido a un militante socialista que está distanciado de su dirección nacional y que no goza de su respaldo. Como en Cambalache, lo mismo un burro que un gran profesor, siempre y cuando tenga la bendición del partido.
Tourné se siente traicionada, quizás, porque los cargos en el gobierno de José Mujica se han adjudicado una y otra vez dándole prioridad a la cuota política. Basta recordar cómo se seleccionó a Ana Olivera como candidata a la intendencia de Montevideo y la larga, larguísima lista de cuadros del MPP colocados aquí y allá, más allá de sus aptitudes. Como la profesora de educación física a la que se le encomendó ni más ni menos que dirigir la enseñanza secundaria. Todo eso con un agravante: como los militantes del MPP tienen que donar una parte muy alta de su sueldo al partido, queda la duda de hasta qué punto influye la necesidad de la caja partidaria en tales designaciones.
El Frente Amplio se pasó una vida criticando este tipo de "repartijas" por "cuota política". Y una de las razones por las cuales finalmente llegó al poder fue que la ciudadanía toda se hartó de este modo de actuar de blancos y colorados. Con frivolidad, el presidente colorado Jorge Batlle llegó a decir que, en su propio gobierno, los directores de las empresas públicas no sabían nada. Claro: habían sido elegidos por "cuota política".
El Frente Amplio prometió cambiar, pero no lo hizo. Y en el gobierno de Mujica las luchas por cuotas de poder han llegado a límites de tragicomedia.
Cuando era candidato a la Presidencia, en un acto el viernes 29 de setiembre de 2000, Tabaré Vázquez habló sobre este modo de gobernar. Aludió varias veces a la "repartija" entre colorados y blancos y citó a Robespierre: "Si las funciones de administración dejan de ser un deber para convertirse en objeto de ambición, la república está perdida".
En ese punto exacto estamos, mientras el presidente se insulta con sus colaboradores.
el.informante.blog@gmail.com
17.7.12
¿Cómo Astori pudo equivocarse así?
Los mismos argumentos. Las mismas excusas. La misma falta de pudor y autocrítica. Confirmado: tenemos tres partidos tradicionales. Esa es la triste conclusión de la sesión de la Cámara de Diputados en la que se discutió el cierre de Pluna. Allí, el gran argumento de los representantes del Frente Amplio fue recordar a los legisladores colorados y blancos viejos escándalos de los gobiernos de sus partidos. "Miren que ustedes también hicieron cosas horribles, eh". De todo aquello que el Frente Amplio presumió durante décadas que lo distinguía de sus adversarios políticos hoy ya no queda nada.
Ya se había visto antes. Había sido grotesco, por ejemplo, el final del caso de la corrupción en los casinos municipales, con el fiscal llegando fuera de plazo -porque tuvo problemas con su computadora- a presentar su apelación al no procesamiento de varios importantes ex jerarcas del gobierno del Frente Amplio.
Pero el caso Pluna, que terminó por borrar del mapa a la histórica línea aérea uruguaya, lo sobrepasó todo.
Durante días los tres principales responsables políticos de este desastre -Víctor Rossi, Danilo Astori y Tabaré Vázquez- ni siquiera dieron la cara. Ahora, tras muchos días de silencio, Astori escribió una columna en el portal Uy.press donde dice "me equivoqué", pero al mismo tiempo elude todas las grandes interrogantes que deja el caso. Preguntas que el Parlamento tampoco podrá investigar ya que el Frente Amplio, traicionando otro más de sus postulados históricos, se negó a abrir una comisión investigadora.
Lo más insólito, lo que tendría que empezar por explicar Astori, es cómo Campiani llegó a hacerse de Pluna.
Según han admitido varios dirigentes del propio Frente Amplio (el senador comunista Eduardo Lorier por ejemplo) el gobierno del presidente Tabaré Vázquez a través de Astori, que entonces era ministro de Economía, recurrió al broker Paul Elberse, uno de los responsables de la compañía Ficus Capital, para que "encontrara" un inversor interesado en la compañía aérea uruguaya. Fue Elberse quien presentó a Matías Campiani, un hombre de opacos antecedentes empresariales sin la más mínima experiencia en compañías de aviación o cualquier cosa que se le parezca mínimamente. Y el gobierno -el presidente Vázquez, el ministro de Economía Astori y el de Transporte, Víctor Rossi- aceptó la propuesta de Elberse, con los resultados nefastos que hoy conocemos. No hubo licitación. Elberse cobró por su tarea de asesoramiento y búsqueda de un inversor entre 900.000 y 1.000.000 de dólares, según han manifestado diferentes actores políticos.
¿Cómo fue posible que Astori seleccionara a Elberse para esa tarea? ¿Cómo fue posible que el presidente Tabaré Vázquez lo aceptara? ¿Es que acaso sufrieron una poderosa amnesia que les hizo olvidar los antecedentes de este banquero nacido en Holanda y engordado en Uruguay? Esa es una de las grandes preguntas que nadie del Frente Amplio ha logrado responder hasta el momento.
Al parecer Elberse fue muy generoso con sus propios premios porque meses después estalló un escándalo al trascender que, en momentos de enormes penurias para el país, el banquero holando uruguayo estaba cobrando un salario mensual de unos 33.000 o 35.000 dólares por mes, una paga tres veces superior a la del actual presidente Mujica y equivalente a la del presidente de los Estados Unidos, la principal potencia mundial.
Elberse pidió por carta al gobierno que no divulgara su salario oficial, pero el ministro del Tribunal del Cuentas Ariel Álvarez, informó que entre abril y julio de 2003 el banquero había cobrado más todavía: 180.000 dólares (45.000 dólares por mes, en promedio) .
La noticia de los descomunales haberes que se embolsaba Elberse provocó entonces fuertes críticas al gobierno de Jorge Batlle de parte de los legisladores de la oposición. Uno de los más críticos fue el entonces diputado Víctor Rossi.
El ministro de Economía de la época, Isaac Alfie, fue convocado al Parlamento por este tema. Rossi denunció que los haberes de Elberse eran "excesivos e inconvenientes". En medio de fuertes presiones, Alfie le pidió la renuncia. Pero el broker holandés se negó a abandonar su privilegiado cargo y sus surrealistas ingresos. Finalmente Alfie lo despidió, noticia que Rossi celebró por estar en el "camino correcto". Elberse realizó entonces un acción contra el Estado uruguayo ya que su contrato establecía que si era despedido antes de un año se le debía abonar una fuerte suma. Elberse reclamó que se le pagaran... 3,5 millones de dólares. El caso le fue confiado a un tribunal integrado por Julián Moreno, Arturo Caumont y el ex ministro y senador blanco Ignacio de Posadas, este último en representación de Elberse. El laudo llegó a fines de 2004. Moreno votó en contra del holandés, pero Caumont y De Posadas lo hicieron a favor y decidieron que el fundido Estado uruguayo debía pagarle a Elberse la suma de 1,2 millones de dólares.
Aunque parezca mentira, a este señor fue a buscar Danilo Astori para salvar Pluna. No alcanza un "me equivoqué" para explicar cómo pudo ser posible. Astori escribió en su columna autocrítica que todo lo hizo "buscando una salida pensando en el interés nacional". ¿Fue a buscar a Elberse pensando en la patria? Con todo respeto, parece un chiste de humor negro.
¿Y Rossi? ¿Será casualidad su participación en ambos episodios elbersianos?
Está visto que en este país falta memoria. Mucha memoria y bastante vergüenza.
Elberse estudió en Stanford. En Stanford debe existir una materia llamada "Cómo Joder al Uruguay con el Gobierno del Partido que Sea".
Algún día Vázquez, Astori y Rossi deberán explicar por qué confiaron la suerte de Pluna y le pagaron un millón de dólares (¡otro más!) al mismo señor Elberse, a quien antes habían repudiado por sus descarados manejos monetarios con el Estado uruguayo.
Ya se había visto antes. Había sido grotesco, por ejemplo, el final del caso de la corrupción en los casinos municipales, con el fiscal llegando fuera de plazo -porque tuvo problemas con su computadora- a presentar su apelación al no procesamiento de varios importantes ex jerarcas del gobierno del Frente Amplio.
Pero el caso Pluna, que terminó por borrar del mapa a la histórica línea aérea uruguaya, lo sobrepasó todo.
Durante días los tres principales responsables políticos de este desastre -Víctor Rossi, Danilo Astori y Tabaré Vázquez- ni siquiera dieron la cara. Ahora, tras muchos días de silencio, Astori escribió una columna en el portal Uy.press donde dice "me equivoqué", pero al mismo tiempo elude todas las grandes interrogantes que deja el caso. Preguntas que el Parlamento tampoco podrá investigar ya que el Frente Amplio, traicionando otro más de sus postulados históricos, se negó a abrir una comisión investigadora.
Lo más insólito, lo que tendría que empezar por explicar Astori, es cómo Campiani llegó a hacerse de Pluna.
Según han admitido varios dirigentes del propio Frente Amplio (el senador comunista Eduardo Lorier por ejemplo) el gobierno del presidente Tabaré Vázquez a través de Astori, que entonces era ministro de Economía, recurrió al broker Paul Elberse, uno de los responsables de la compañía Ficus Capital, para que "encontrara" un inversor interesado en la compañía aérea uruguaya. Fue Elberse quien presentó a Matías Campiani, un hombre de opacos antecedentes empresariales sin la más mínima experiencia en compañías de aviación o cualquier cosa que se le parezca mínimamente. Y el gobierno -el presidente Vázquez, el ministro de Economía Astori y el de Transporte, Víctor Rossi- aceptó la propuesta de Elberse, con los resultados nefastos que hoy conocemos. No hubo licitación. Elberse cobró por su tarea de asesoramiento y búsqueda de un inversor entre 900.000 y 1.000.000 de dólares, según han manifestado diferentes actores políticos.
¿Cómo fue posible que Astori seleccionara a Elberse para esa tarea? ¿Cómo fue posible que el presidente Tabaré Vázquez lo aceptara? ¿Es que acaso sufrieron una poderosa amnesia que les hizo olvidar los antecedentes de este banquero nacido en Holanda y engordado en Uruguay? Esa es una de las grandes preguntas que nadie del Frente Amplio ha logrado responder hasta el momento.
Sueldo presidencial
El "empresario" Elberse apareció en la escena uruguaya en 2002, como vicepresidente y gerente general del "rescatado" Nuevo Banco Comercial, propiedad del estado uruguayo. designado por el entonces ministro de Economía Alejandro Atchugarry. En junio de 2003 Atchugarry dijo en el Parlamento que se le había fijado a Elberse un sueldo de 20.000 dólares, aunque él y Gustavo Licandro, el presidente del NBC, "estaban habilitados a percibir premios vinculados al éxito de su gestión" que cobrarían ¡cuando ellos mismos lo determinaran!Al parecer Elberse fue muy generoso con sus propios premios porque meses después estalló un escándalo al trascender que, en momentos de enormes penurias para el país, el banquero holando uruguayo estaba cobrando un salario mensual de unos 33.000 o 35.000 dólares por mes, una paga tres veces superior a la del actual presidente Mujica y equivalente a la del presidente de los Estados Unidos, la principal potencia mundial.
Elberse pidió por carta al gobierno que no divulgara su salario oficial, pero el ministro del Tribunal del Cuentas Ariel Álvarez, informó que entre abril y julio de 2003 el banquero había cobrado más todavía: 180.000 dólares (45.000 dólares por mes, en promedio) .
La noticia de los descomunales haberes que se embolsaba Elberse provocó entonces fuertes críticas al gobierno de Jorge Batlle de parte de los legisladores de la oposición. Uno de los más críticos fue el entonces diputado Víctor Rossi.
El ministro de Economía de la época, Isaac Alfie, fue convocado al Parlamento por este tema. Rossi denunció que los haberes de Elberse eran "excesivos e inconvenientes". En medio de fuertes presiones, Alfie le pidió la renuncia. Pero el broker holandés se negó a abandonar su privilegiado cargo y sus surrealistas ingresos. Finalmente Alfie lo despidió, noticia que Rossi celebró por estar en el "camino correcto". Elberse realizó entonces un acción contra el Estado uruguayo ya que su contrato establecía que si era despedido antes de un año se le debía abonar una fuerte suma. Elberse reclamó que se le pagaran... 3,5 millones de dólares. El caso le fue confiado a un tribunal integrado por Julián Moreno, Arturo Caumont y el ex ministro y senador blanco Ignacio de Posadas, este último en representación de Elberse. El laudo llegó a fines de 2004. Moreno votó en contra del holandés, pero Caumont y De Posadas lo hicieron a favor y decidieron que el fundido Estado uruguayo debía pagarle a Elberse la suma de 1,2 millones de dólares.
Aunque parezca mentira, a este señor fue a buscar Danilo Astori para salvar Pluna. No alcanza un "me equivoqué" para explicar cómo pudo ser posible. Astori escribió en su columna autocrítica que todo lo hizo "buscando una salida pensando en el interés nacional". ¿Fue a buscar a Elberse pensando en la patria? Con todo respeto, parece un chiste de humor negro.
¿Y Rossi? ¿Será casualidad su participación en ambos episodios elbersianos?
Está visto que en este país falta memoria. Mucha memoria y bastante vergüenza.
Elberse estudió en Stanford. En Stanford debe existir una materia llamada "Cómo Joder al Uruguay con el Gobierno del Partido que Sea".
Algún día Vázquez, Astori y Rossi deberán explicar por qué confiaron la suerte de Pluna y le pagaron un millón de dólares (¡otro más!) al mismo señor Elberse, a quien antes habían repudiado por sus descarados manejos monetarios con el Estado uruguayo.
24.3.11
Homero Simpson, el candidato que cuida el dinero del Estado
El presidente del BPS, Ernesto Murro, está muy enojado. Casi podría decirse que está furioso con quienes impulsan la candidatura de Homero Simpson al directorio del banco en representación de los trabajadores.
Parece chiste, pero es en serio.
La elección es el domingo. El PIT-CNT decidió presentar un candidato único: Ariel Ferrari, un ex dirigente sindical.
Ferrari tiene el triunfo asegurado porque no tiene rival. Lo pudo haber tenido, si lo hubiera presentado cualquier sindicato con personería jurídica. Pero ningún gremio se interesó en competir contra la central de trabajadores. También lo pudo haber presentado cualquier grupo de ciudadanos, siempre y cuando consiguieran 7.160 firmas, una cantidad desmesurada si el interés real fuera facilitar la multiplicidad de opciones y no otorgarle en bandeja el cargo al PIT-CNT. Pero, que se sepa, nadie se mostró interesado en juntar las firmas.
De un modo u otro, ya no hay alternativa. Es Ferrari o nada. Ferrari o votar en blanco. Ferrari o anular el voto. Ferrari o poner, a modo de protesta, la papeleta con la cara de Homero Simpson.
Murro no debería estar nervioso: su candidato, Ferrari, ya ganó.
Sin embargo, está muy enojado. Acusó a los "partidarios" de Homero de responder a intereses misteriosos, posiblemente antidemocráticos y desestabilizadores. Dijo que están boicoteando la democracia en pro de oscuros intereses económicos.
¿Será que en el fondo todo esto es una cuestión de plata?
En febrero se cerraron las posibilidades de inscribir candidatos. Allí quedó claro que Ferrari no tendría competencia. Sin embargo, el 2 de marzo, cuando ya se sabía que entre trabajadores y empresarios no habría lucha electoral, el directorio del BPS decidió destinar 500.000 pesos uruguayos de estímulo a las listas que se presentan en las elecciones. La decisión se fundamentó resaltando que "se estima pertinente brindar el apoyo al acto eleccionario a través de una contribución económica a las diferentes opciones electorales".
¿Cuál es el sentido de apoyar económicamente a candidatos que, como Ferrari, no tienen ningún rival al cual enfrentarse?
Al ridículo de obligar a la ciudadanía a votar en una elección de candidato único, se le suma ahora el bochorno de gastar el dinero siempre escaso del Estado en financiar una campaña de alguien versus la nada.
Por cada voto que reciba el señor Ferrari, el PIT-CNT embolsará 0,70 pesos. Si 300.000 personas votan al candidato único del PIT-CNT, el Estado transferirá 210.000 pesos a la central obrera a cambio de su esfuerzo en una campaña electoral inexistente.
Mientras en los diarios se publican todos los días noticias de escuelas que son desalojadas por problemas edilicios, mientras el INAU "construye" una nueva cárcel para alojar a los menores infractores dentro de contenedores, mientras se informa que tan solo dos juzgados no dan abasto para luchar contra el crimen organizado, hay dinero para alimentar una farsa electoral de candidato único.
Un voto a Homero significa un ahorro para el Estado.
Un voto a Homero es dinero que deja de ir al PIT-CNT.
¿Será por eso que Murro se enoja tanto?
Parece chiste, pero es en serio.
La elección es el domingo. El PIT-CNT decidió presentar un candidato único: Ariel Ferrari, un ex dirigente sindical.
Ferrari tiene el triunfo asegurado porque no tiene rival. Lo pudo haber tenido, si lo hubiera presentado cualquier sindicato con personería jurídica. Pero ningún gremio se interesó en competir contra la central de trabajadores. También lo pudo haber presentado cualquier grupo de ciudadanos, siempre y cuando consiguieran 7.160 firmas, una cantidad desmesurada si el interés real fuera facilitar la multiplicidad de opciones y no otorgarle en bandeja el cargo al PIT-CNT. Pero, que se sepa, nadie se mostró interesado en juntar las firmas.
De un modo u otro, ya no hay alternativa. Es Ferrari o nada. Ferrari o votar en blanco. Ferrari o anular el voto. Ferrari o poner, a modo de protesta, la papeleta con la cara de Homero Simpson.
Murro no debería estar nervioso: su candidato, Ferrari, ya ganó.
Sin embargo, está muy enojado. Acusó a los "partidarios" de Homero de responder a intereses misteriosos, posiblemente antidemocráticos y desestabilizadores. Dijo que están boicoteando la democracia en pro de oscuros intereses económicos.
¿Será que en el fondo todo esto es una cuestión de plata?
En febrero se cerraron las posibilidades de inscribir candidatos. Allí quedó claro que Ferrari no tendría competencia. Sin embargo, el 2 de marzo, cuando ya se sabía que entre trabajadores y empresarios no habría lucha electoral, el directorio del BPS decidió destinar 500.000 pesos uruguayos de estímulo a las listas que se presentan en las elecciones. La decisión se fundamentó resaltando que "se estima pertinente brindar el apoyo al acto eleccionario a través de una contribución económica a las diferentes opciones electorales".
¿Cuál es el sentido de apoyar económicamente a candidatos que, como Ferrari, no tienen ningún rival al cual enfrentarse?
Al ridículo de obligar a la ciudadanía a votar en una elección de candidato único, se le suma ahora el bochorno de gastar el dinero siempre escaso del Estado en financiar una campaña de alguien versus la nada.
Por cada voto que reciba el señor Ferrari, el PIT-CNT embolsará 0,70 pesos. Si 300.000 personas votan al candidato único del PIT-CNT, el Estado transferirá 210.000 pesos a la central obrera a cambio de su esfuerzo en una campaña electoral inexistente.
Mientras en los diarios se publican todos los días noticias de escuelas que son desalojadas por problemas edilicios, mientras el INAU "construye" una nueva cárcel para alojar a los menores infractores dentro de contenedores, mientras se informa que tan solo dos juzgados no dan abasto para luchar contra el crimen organizado, hay dinero para alimentar una farsa electoral de candidato único.
Un voto a Homero significa un ahorro para el Estado.
Un voto a Homero es dinero que deja de ir al PIT-CNT.
¿Será por eso que Murro se enoja tanto?
21.2.11
Pescado podrido
Por culpa de la empresa Fripur –cuya planta industrial no cumplía con las normas sanitarias vigentes- la Unión Europea suspendió sus compras de pescado uruguayo entre noviembre de 2007 y junio de 2008.
Las irregularidades habían sido denunciadas dos veces por inspectores de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos. Dada la gravedad del asunto, los técnicos aconsejaron multar a Fripur con el máximo monto posible: unos 115.000 dólares.
Pero la Dinara nada hizo hasta que llegó la sanción europea.
Casi tres años después de la denuncia de los técnicos y cuando las exportaciones ya se habían retomado, el gobierno uruguayo multó a Fripur en apenas 2.300 dólares (46.000 pesos): una cifra 50 veces menor a la aconsejada por los técnicos y 34.782 veces más chica que el dinero que, según informó El País, Uruguay perdió por culpa de la empresa: 80 millones de dólares.
El caso fue llevado a la Justicia por el abogado Gustavo Salle.
Ocurre que el presidente José Mujica es muy amigo del señor Alberto Fernández, dueño de Fripur.
Fernández, tan generoso, le prestó una de sus avionetas a Mujica durante la campaña electoral.
Fernández, tan patriota, pagó de su bolsillo la banda presidencial que lució Mujica cuando asumió el 1 de marzo.
Fernández, tan desprendido, colaboró con 15.000 dólares para solventar la fiesta con la cual se celebró la asunción de Mujica.
Y quién sabe qué más. Siempre surgen imprevistos en las campañas electorales.
Y quién sabe qué más. Siempre surgen imprevistos en las campañas electorales.
Mientras la Justicia se toma su tiempo para entender en el caso, en los últimos días han aparecido nuevos datos.
Durante los meses en que sus exportaciones a Europa estuvieron suspendidas, Fripur adulteró las etiquetas de sus productos, de modo de poder vender el mismo pescado una vez reabiertos sus mercados. Eso es lo que se denuncia en la última edición del semanario Brecha, en un completo informe firmado por la periodista Rosario Touriño. El semanario, además, publica las fotos de las etiquetas adulteradas.
Las fotografías fueron tomadas por una inspectora de la Dinara que denunció el caso a sus superiores. Estos archivaron la denuncia sin investigarla. Su jefe le pidió a la inspectora que por favor no le complicara la vida.
Las fotografías fueron tomadas por una inspectora de la Dinara que denunció el caso a sus superiores. Estos archivaron la denuncia sin investigarla. Su jefe le pidió a la inspectora que por favor no le complicara la vida.
Las vidas se complican cuando se controla y se toman fotos en la empresa de alguien tan patriota, tan generoso y tan desprendido como el señor Fernández.
Según cuenta Brecha, la inspectora que constató la nueva irregularidad de Fripur –gracias a la cual Uruguay habría exportado pescado vencido- fue alejada de su tarea, separada de su cargo, destinada a tareas menos comprometedoras en el puerto de Montevideo, bien alejada con toda seguridad de las amistades del presidente.
Todo esto ya ha salido publicado en la prensa, sin mayores repercusiones. Y esto último es lo que más me asombra.
Es algo que cuesta explicar, pero que es cierto: si una historia como ésta hubiera ocurrido en un gobierno de los partidos tradicionales, estaríamos viviendo días de escándalo. Todo el Uruguay estaría hablando de Fripur, los muros de toda la ciudad reflejarían la indignación ante tanto pescado podrido, las redes sociales arderían de comentarios furiosos, mis amigos periodistas no hablarían de otra cosa.
Pero con el Frente Amplio no pasa nada. Hice la prueba. Busqué “Fripur” en Twitter: apenas unos pocos mensajitos descafeinados. Solo uno de mis 1.200 amigos en Facebook divulgó la tremenda nota de Brecha.
Como los doce muertos de la cárcel de Rocha, de esto no habla nadie. Todo está ahí, pero nadie quiere verlo. Ni olerlo.
Hay un electorado cautivo que está siendo abusado: hasta una heladera le pusieron como candidata.
El Partido Colorado gozó del mismo privilegio durante décadas. Tenía una gigantesca masa de votantes incondicionales. Sus líderes también abusaron. No terminaron bien.
El Partido Colorado gozó del mismo privilegio durante décadas. Tenía una gigantesca masa de votantes incondicionales. Sus líderes también abusaron. No terminaron bien.
Hoy los dirigentes del Frente Amplio disfrutan y se sienten impunes. Se sienten tan seguros de su electorado cautivo que, mientras la Justicia estudia las denuncias del escándalo Fripur, ellos, olímpicos, se sacan fotos de sociales con el señor Fernández, tan generoso, tan patriota, tan desprendido.
La revista Caras y Caretas la publicó hace pocas ediciones. Fue tomada en un festejo en honor al general Seregni, pobre. En ella se ve al propietario de Fripur con el sonriente vicepresidente de la República, Danilo Astori; con la sonriente intendenta de Montevideo, Ana Olivera; con el sonriente intendente de Canelones, Marcos Carámbula, y con el sonriente presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto.
Solo falta el presidente Mujica.
Debe ser el que sacó la foto.
Cuando comencé a trabajar como cronista sindical, decir Fripur en el PIT-CNT era una mala palabra. Era peor que decir Sanguinetti o FMI, lo juro. Abundaban las denuncias en contra de la compañía: a las empleadas no las dejaban ir al baño y muchas se orinaban en las líneas de producción.
Hoy Fripur ya no es más la empresa del pichí.
Hoy es la compañía de la avioneta, de la banda presidencial, de la fiesta del Pepe, de las fotos en sociales, de las multas truchas y las denuncias no investigadas.
Felicitaciones.
Han logrado hacer lo mismo que siempre criticaron tanto.
el.informante.blog@gmail.com
el.informante.blog@gmail.com
21.10.10
El Vaticano del Pepe
De la galera. De ahí sacó el presidente José Mujica la idea de designar 18 coordinadores de la Presidencia en cada departamento del interior. Mujica no propuso este proyecto en la campaña electoral, a pesar de que micrófonos le sobraron. Solo para el libro Pepe Coloquios, el hoy presidente concedió 14 entrevistas, 28 horas de grabación, todas sobre cómo sería su gobierno. Allí habló de todo y de todos, incluso lanzó su aspiración de dotar a la Fuerza Aérea de kamikazes. Pero en esa maratón de proyectos no hubo ni siquiera una mención al pasar, ni una línea, ni un renglón, a los 18 coordinadores de la Presidencia. Nada. Si el plan es tan bueno como se dice hoy, ¿para qué ocultárselo a la ciudadanía?
La iniciativa de crear un ejército de coordinadores de la Presidencia parte, qué paradoja, de un presidente que ha hecho de la austeridad una bandera de vida. La gente votó a Mujica con la certeza que bajo su Presidencia ni un peso sería malgastado. Mujica ha hablado una y mil veces, durante años, de la necesidad de achicar los gastos políticos del Estado. Él mismo planteó, por ejemplo, pasar a tener un Parlamento unicameral. Ahora que es presidente y tiene mayorías legislativas y puede hacer lo que tanto prometió, ¿ésta es su manera de achicar la burocracia política?
Choca también ver cómo un Mujica que se ha pasado la vida pregonando la necesidad de buscar puntos de encuentro entre todos los uruguayos se despacha ahora con un proyecto que va en sentido opuesto a uno de los muy pocos asuntos, quizás el único, en el cual estamos todos de acuerdo: tenemos demasiada burocracia. Es hora de achicarla –lo dicen todos, desde Fernández
Huidobro a De Posadas- no de agrandarla. Todos dimos por seguro que Mujica no iba a traicionar ese consenso.
Debido a la oposición que generó, el planteo ha sido rebajado en parte. Ahora se habla de que en lugar de 18 coordinadores departamentales serán “solo” seis y regionales. En eso se basa, por ejemplo, el sector de Jorge Larrañaga para apoyarlo.
Sin embargo, que sean 18 o seis no elimina todo lo anterior ni tampoco hace que la propuesta se transforme en buena. Que sean seis, 11 o 18 no cambia lo básico de este proyecto: es innecesario, superfluo, retrógrado, casi decimonónico. La gran idea del presidente Mujica habría sido útil en la época de los chasques. Pero desde la invención del teléfono dejó de tener sentido.
Gracias al poder enorme de la actual tecnología, tengo un amigo que desde Holanda, él solo, coordina equipos de trabajo en la India, Japón, Estados Unidos, Brasil, México y en otros sitios de Europa. Solo una vez por semana va a su oficina. El resto de los días hace el trabajo desde su casa, con su computadora. Eso hace que cada jornada gane dos horas más de productividad. Hace poco tuvo que venir a Uruguay por unos días. No pidió licencia. Continuó haciendo la misma labor de siempre, solo que desde Montevideo. Ése es el mundo de hoy. En cambio, esta onerosa partitura que se nos quiere imponer, música y letra de Mujica y arreglos de Larrañaga, es de la época de las vitrolas. Es un monumento al Uruguay del atraso.
El proyecto todavía se comprende menos cuando se sabe que la mayor parte de los ministerios ya tiene sus coordinadores departamentales. Están todos reunidos en pequeñas ciudades y son incapaces de coordinar entre ellos. ¡Y la gran solución es crear más cargos en lugar de hacer funcionar bien a los
que ya existen!
***
Lo peor es que, visto desde una perspectiva más amplia, el asunto es aún más preocupante.
El presupuesto nacional que se está discutiendo no solo impone a los coordinadores presidenciales, sino que crea decenas de otros nuevos cargos de confianza política, unos 60 en total según informó la prensa. También elimina una reforma concretada en el gobierno de Tabaré Vázquez por la cual se habían creado unos puestos de “alta especialización” en el Estado –cargos de confianza que debían ser ocupados por técnicos y especialistas de capacidad probada. Estos puestos son ahora transformados lisa y llanamente en cargos de confianza política: auditor interno de la Nación, director de la Propiedad Industrial, director del Museo Histórico Nacional, director técnico del Instituto Nacional de Estadística, inspector general de Trabajo, director técnico de Energía, director de Catastro y director de Pequeña y Mediana Empresa.
Quienes asuman en estas tareas ya no tendrán que exhibir ninguna idoneidad en la materia. Es una resolución curiosa en un presidente que ha repetido muchas veces que necesitamos un estado moderno.
Como ya sucedió con los ocho alcaldes de Montevideo, la mayor parte de estos nuevos cargos serán adjudicados a militantes del MPP. Todos ellos, en especial los delegados del presidente, serán agraciados con sueldos altos y beneficios generosos. Los ocho alcaldes de Montevideo recibieron una retribución de 80.000 pesos mensuales (¡uno de ellos se votó su propio salario en la Junta Departamental!). Si eso es lo que gana un simple alcalde barrial derrotado por el voto en blanco, más vale no imaginar cuánto nos costará cada delegado regional del mismísimo presidente de la República.
Pero los nuevos cargos de confianza política no se llevarán a su casa 80.000 ni 120.000 pesos. Agitando nuevamente la bandera de la austeridad, el MPP tiene topeada la cantidad de dinero que pueden cobrar sus integrantes que ocupan cargos de confianza. Sólo pueden quedarse con 37.000 pesos. El resto va para el propio MPP. Así, cada mes que pasa, este sector político recibe una fortuna, miles y miles de dólares, provenientes de los sueldos de sus cada vez más números cuadros de confianza. Si Mujica es el nuevo Jesús de los pobres como pretenden algunos, el MPP es el Vaticano: lleno de poder y dinero.
La voracidad del MPP parece no tener fin. Aunque el sector niega haber tenido parte en esta decisión, es imposible no asociar la reciente remoción de veinte directores de hospitales y su sustitución, en algunos casos, por enfermeros y militantes sindicales. ¿De qué partido serán?
Los aportes partidarios son la pasta base de la política: siempre se necesita más.
Todo esto no es original. Todo esto ya lo hizo antes el PT en Brasil. Es la receta del éxito, la que permite ganar una elección tras otra. Se copa el Estado. Se multiplican los cargos de confianza. Se designa a los correligionarios. Se les topea el sueldo. El partido absorbe la mayor parte de esos ingresos. El partido se enriquece, acumula un tesoro que se maneja a discrecionalidad pensando siempre en cómo ganar la siguiente elección. Y se gana. Dilma Rousseff le lleva millones de dólares de ventaja a José Serra en cuanto a gastos de campaña.
El esquema, además del peso brutal que supone para todos los ciudadanos, disimulado en estos años de bonanza económica, tiene un talón de Aquiles: la corrupción. En Brasil todo el dinero “caja dos” se ha usado para las mayores chanchadas, incluyendo la compra de votos en el Parlamento. Y todos los escándalos de corrupción del gobierno de Lula, que darían para llenar varias páginas, fueron protagonizados por cargos de confianza política, amables donantes de buena parte de su sueldo al partido. (El PT toma de cada uno un porcentaje preestablecido según el monto de su salario).
Nuestra fiesta no tiene nada de original.
Y tampoco es tan nueva o tan rara. A decir verdad, ya habíamos vivido antes cosas parecidas.
Solo que el presidente Mujica se pasó una década pregonando otra cosa.
el.informante.blog@gmail.com
Sobre el mismo tema: http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2010/09/la-pasta-base-de-la-politica.html
La iniciativa de crear un ejército de coordinadores de la Presidencia parte, qué paradoja, de un presidente que ha hecho de la austeridad una bandera de vida. La gente votó a Mujica con la certeza que bajo su Presidencia ni un peso sería malgastado. Mujica ha hablado una y mil veces, durante años, de la necesidad de achicar los gastos políticos del Estado. Él mismo planteó, por ejemplo, pasar a tener un Parlamento unicameral. Ahora que es presidente y tiene mayorías legislativas y puede hacer lo que tanto prometió, ¿ésta es su manera de achicar la burocracia política?
Choca también ver cómo un Mujica que se ha pasado la vida pregonando la necesidad de buscar puntos de encuentro entre todos los uruguayos se despacha ahora con un proyecto que va en sentido opuesto a uno de los muy pocos asuntos, quizás el único, en el cual estamos todos de acuerdo: tenemos demasiada burocracia. Es hora de achicarla –lo dicen todos, desde Fernández
Huidobro a De Posadas- no de agrandarla. Todos dimos por seguro que Mujica no iba a traicionar ese consenso.
Debido a la oposición que generó, el planteo ha sido rebajado en parte. Ahora se habla de que en lugar de 18 coordinadores departamentales serán “solo” seis y regionales. En eso se basa, por ejemplo, el sector de Jorge Larrañaga para apoyarlo.
Sin embargo, que sean 18 o seis no elimina todo lo anterior ni tampoco hace que la propuesta se transforme en buena. Que sean seis, 11 o 18 no cambia lo básico de este proyecto: es innecesario, superfluo, retrógrado, casi decimonónico. La gran idea del presidente Mujica habría sido útil en la época de los chasques. Pero desde la invención del teléfono dejó de tener sentido.
Gracias al poder enorme de la actual tecnología, tengo un amigo que desde Holanda, él solo, coordina equipos de trabajo en la India, Japón, Estados Unidos, Brasil, México y en otros sitios de Europa. Solo una vez por semana va a su oficina. El resto de los días hace el trabajo desde su casa, con su computadora. Eso hace que cada jornada gane dos horas más de productividad. Hace poco tuvo que venir a Uruguay por unos días. No pidió licencia. Continuó haciendo la misma labor de siempre, solo que desde Montevideo. Ése es el mundo de hoy. En cambio, esta onerosa partitura que se nos quiere imponer, música y letra de Mujica y arreglos de Larrañaga, es de la época de las vitrolas. Es un monumento al Uruguay del atraso.
El proyecto todavía se comprende menos cuando se sabe que la mayor parte de los ministerios ya tiene sus coordinadores departamentales. Están todos reunidos en pequeñas ciudades y son incapaces de coordinar entre ellos. ¡Y la gran solución es crear más cargos en lugar de hacer funcionar bien a los
que ya existen!
***
Lo peor es que, visto desde una perspectiva más amplia, el asunto es aún más preocupante.
El presupuesto nacional que se está discutiendo no solo impone a los coordinadores presidenciales, sino que crea decenas de otros nuevos cargos de confianza política, unos 60 en total según informó la prensa. También elimina una reforma concretada en el gobierno de Tabaré Vázquez por la cual se habían creado unos puestos de “alta especialización” en el Estado –cargos de confianza que debían ser ocupados por técnicos y especialistas de capacidad probada. Estos puestos son ahora transformados lisa y llanamente en cargos de confianza política: auditor interno de la Nación, director de la Propiedad Industrial, director del Museo Histórico Nacional, director técnico del Instituto Nacional de Estadística, inspector general de Trabajo, director técnico de Energía, director de Catastro y director de Pequeña y Mediana Empresa.
Quienes asuman en estas tareas ya no tendrán que exhibir ninguna idoneidad en la materia. Es una resolución curiosa en un presidente que ha repetido muchas veces que necesitamos un estado moderno.
Como ya sucedió con los ocho alcaldes de Montevideo, la mayor parte de estos nuevos cargos serán adjudicados a militantes del MPP. Todos ellos, en especial los delegados del presidente, serán agraciados con sueldos altos y beneficios generosos. Los ocho alcaldes de Montevideo recibieron una retribución de 80.000 pesos mensuales (¡uno de ellos se votó su propio salario en la Junta Departamental!). Si eso es lo que gana un simple alcalde barrial derrotado por el voto en blanco, más vale no imaginar cuánto nos costará cada delegado regional del mismísimo presidente de la República.
Pero los nuevos cargos de confianza política no se llevarán a su casa 80.000 ni 120.000 pesos. Agitando nuevamente la bandera de la austeridad, el MPP tiene topeada la cantidad de dinero que pueden cobrar sus integrantes que ocupan cargos de confianza. Sólo pueden quedarse con 37.000 pesos. El resto va para el propio MPP. Así, cada mes que pasa, este sector político recibe una fortuna, miles y miles de dólares, provenientes de los sueldos de sus cada vez más números cuadros de confianza. Si Mujica es el nuevo Jesús de los pobres como pretenden algunos, el MPP es el Vaticano: lleno de poder y dinero.
La voracidad del MPP parece no tener fin. Aunque el sector niega haber tenido parte en esta decisión, es imposible no asociar la reciente remoción de veinte directores de hospitales y su sustitución, en algunos casos, por enfermeros y militantes sindicales. ¿De qué partido serán?
Los aportes partidarios son la pasta base de la política: siempre se necesita más.
Todo esto no es original. Todo esto ya lo hizo antes el PT en Brasil. Es la receta del éxito, la que permite ganar una elección tras otra. Se copa el Estado. Se multiplican los cargos de confianza. Se designa a los correligionarios. Se les topea el sueldo. El partido absorbe la mayor parte de esos ingresos. El partido se enriquece, acumula un tesoro que se maneja a discrecionalidad pensando siempre en cómo ganar la siguiente elección. Y se gana. Dilma Rousseff le lleva millones de dólares de ventaja a José Serra en cuanto a gastos de campaña.
El esquema, además del peso brutal que supone para todos los ciudadanos, disimulado en estos años de bonanza económica, tiene un talón de Aquiles: la corrupción. En Brasil todo el dinero “caja dos” se ha usado para las mayores chanchadas, incluyendo la compra de votos en el Parlamento. Y todos los escándalos de corrupción del gobierno de Lula, que darían para llenar varias páginas, fueron protagonizados por cargos de confianza política, amables donantes de buena parte de su sueldo al partido. (El PT toma de cada uno un porcentaje preestablecido según el monto de su salario).
Nuestra fiesta no tiene nada de original.
Y tampoco es tan nueva o tan rara. A decir verdad, ya habíamos vivido antes cosas parecidas.
Solo que el presidente Mujica se pasó una década pregonando otra cosa.
el.informante.blog@gmail.com
Sobre el mismo tema: http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2010/09/la-pasta-base-de-la-politica.html
3.5.08
Todos de acuerdo
Al menos desde la recuperación de la democracia en 1985, los tres grandes partidos uruguayos nunca se pusieron de acuerdo en nada. Ríos y ríos de tinta se gastaron en analizar a un país siempre trancado y dividido en tercios o en mitades. Cuando una mitad conseguía algo, la otra le organizaba un referéndum en contra.
Muchos llamaron, hasta con desesperación, a encontrar el mínimo común denominador que permitiera unir dos visiones de país tan opuestas. Era necesario para poder sacar el Uruguay adelante.
Ahora, por fin, el mínimo común denominador ha aparecido: se llama Botnia y Ence.
Como nunca antes en ningún otro asunto, los tres grandes partidos uruguayos están monolíticamente de acuerdo en defender, a capa y espada, la instalación de las gigantescas plantas de celulosa en el río Uruguay. No existe ningún otro asunto en el cual la opinión del presidente Vázquez, la de Lacalle y la de Sanguinetti sean tan idénticas. Y también la de Fernández Huidobro y Jorge Batlle. Y la de todos los demás, del primero hasta el último.
Los líderes que nunca lograron ponerse de acuerdo en cómo frenar la delincuencia, en cómo detener la debacle del sistema educativo, en cómo solucionar el caos de la salud pública, en impulsar una política energética que no ahogue al país, en cómo reformar el asfixiante aparato estatal uruguayo, ahora están de acuerdo en algo. Cien por ciento de acuerdo. Una ola de optimismo recorre la República: ahora todos los problemas serán solucionados.
El gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, sugirió que "a lo mejor hay algún incentivo" para que el gobierno uruguayo promueva con tanto fervor la instalación de las plantas.
El gobierno, el Partido Nacional, el Partido Colorado y también el Independiente pusieron el grito en el cielo. El gobierno llamó al embajador uruguayo en Buenos Aires. Por primera vez una decisión de Vázquez fue aplaudida por toda la oposición. "Hace muy bien el Uruguay en protestar", dijo Sanguinetti. "En estas cosas tenemos que estar todos espalda contra espalda", afirmó el líder del Partido Independiente, Pablo Mieres. El Partido Nacional, a través del diputado Gustavo Borsari, organizó... ¡una interpelación a favor del gobierno!, para que quedara bien en claro el monolítico respaldo del Parlamento al nuevo Mínimo Común Denominador de la Orientalidad.
Busti luego dio marcha atrás. Dijo que usó la palabra "incentivos" refiriéndose a los beneficios económicos obvios que una inversión tan grande puede generar. No quiso arrojar ninguna sospecha de corrupción, ni ninguna sombra de duda sobre las razones que hay detrás del apoyo uruguayo a las polémicas plantas.
Pero que Busti no tenga dudas, o que exista una unanimidad que funciona como aplanadora, no quiere decir que las cosas estén claras.
En la edición pasada de Qué Pasa, el propio Pablo Mieres reclamó la urgencia de sancionar una ley que aclare cómo se financia la política uruguaya: una ley en serio, no un chiste como la anterior.
Mieres dijo que eso era necesario "para evitar situaciones sospechosas".
—¿Qué garantías tiene la ciudadanía de que las decisiones de los partidos y del gobierno no estén influidas por el dinero de las contribuciones recibidas en la campaña? —se le preguntó.
—Ninguna. Esa es la realidad. Queda en creer o no creer. No tenemos lo que una democracia debe tener: un conjunto de procedimientos institucionales que den la certeza de que no están ocurriendo injerencias indebidas en la toma de decisiones públicas —respondió.
Creer o no creer. ¿Cuál será la razón por la cual el dueño de Buquebus, Juan Carlos López Mena, pasó de ser un empresario demonizado por el Frente Amplio a ser un prohombre al que el gobierno del propio Frente Amplio le asigna concesiones del Estado? ¿Por qué el funcionario que logró que los casinos municipales dieran pérdidas fue premiado y puesto a dirigir los casinos del Estado? ¿Será que los partidos políticos uruguayos no tienen "una caja dos" como los brasileños, o será que Uruguay no tiene una revista como Veja, fuerte económicamente, con un tiraje de millones, no dependiente de los avisos ni de los préstamos estatales, y con un plantel suficiente de periodistas capaz de descubrirla?
La política argentina no es el desideratum de la transparencia. La presente edición de Qué Pasa le dedica una página a su reciente campaña electoral: la nueva política prometida por Kirchner se parece demasiado a la vieja: el Estado puesto al servicio de los candidatos oficiales, promesas electorales demagógicas y millonarias, acusaciones falsas contra la oposición y ausencia de un debate medianamente serio.
Algunos creen que la política uruguaya es muy distinta a la argentina y la brasileña. Hace poco, sin embargo, muchos hablaban de las grandes similitudes del Mercosur "progresista".
Si el gobierno y los políticos uruguayos no quieren que un Busti cualquiera siembre dudas sobre sus decisiones, no tienen que rasgarse las vestiduras, ni inflamarse de patriotismo, ni gastar la plata del Estado en hacer ir y venir a los embajadores.
Tienen que crear una Junta Anticorrupción que de verdad funcione. Tienen que hacer del Tribunal de Cuentas algo más que un organismo testimonial. Tienen que permitir que todo ciudadano tenga acceso a los documentos públicos. Tienen que respetar la Constitución. Y, de una vez por todas, tienen que sancionar una ley que aclare de dónde sale el dinero que mueve la política uruguaya.
Pueden hacerlo. El Frente Amplio se pasó 20 años hablando de estos temas, y hoy tiene mayoría absoluta en el Parlamento para lograrlo. Incluso puede contar con el apoyo de la oposición. Ahora que todos han demostrado que pueden ponerse de acuerdo en algo.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el suplemento Qué Pasa del diario El País, 5 de noviembre de 2005.
Muchos llamaron, hasta con desesperación, a encontrar el mínimo común denominador que permitiera unir dos visiones de país tan opuestas. Era necesario para poder sacar el Uruguay adelante.
Ahora, por fin, el mínimo común denominador ha aparecido: se llama Botnia y Ence.
Como nunca antes en ningún otro asunto, los tres grandes partidos uruguayos están monolíticamente de acuerdo en defender, a capa y espada, la instalación de las gigantescas plantas de celulosa en el río Uruguay. No existe ningún otro asunto en el cual la opinión del presidente Vázquez, la de Lacalle y la de Sanguinetti sean tan idénticas. Y también la de Fernández Huidobro y Jorge Batlle. Y la de todos los demás, del primero hasta el último.
Los líderes que nunca lograron ponerse de acuerdo en cómo frenar la delincuencia, en cómo detener la debacle del sistema educativo, en cómo solucionar el caos de la salud pública, en impulsar una política energética que no ahogue al país, en cómo reformar el asfixiante aparato estatal uruguayo, ahora están de acuerdo en algo. Cien por ciento de acuerdo. Una ola de optimismo recorre la República: ahora todos los problemas serán solucionados.
El gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, sugirió que "a lo mejor hay algún incentivo" para que el gobierno uruguayo promueva con tanto fervor la instalación de las plantas.
El gobierno, el Partido Nacional, el Partido Colorado y también el Independiente pusieron el grito en el cielo. El gobierno llamó al embajador uruguayo en Buenos Aires. Por primera vez una decisión de Vázquez fue aplaudida por toda la oposición. "Hace muy bien el Uruguay en protestar", dijo Sanguinetti. "En estas cosas tenemos que estar todos espalda contra espalda", afirmó el líder del Partido Independiente, Pablo Mieres. El Partido Nacional, a través del diputado Gustavo Borsari, organizó... ¡una interpelación a favor del gobierno!, para que quedara bien en claro el monolítico respaldo del Parlamento al nuevo Mínimo Común Denominador de la Orientalidad.
Busti luego dio marcha atrás. Dijo que usó la palabra "incentivos" refiriéndose a los beneficios económicos obvios que una inversión tan grande puede generar. No quiso arrojar ninguna sospecha de corrupción, ni ninguna sombra de duda sobre las razones que hay detrás del apoyo uruguayo a las polémicas plantas.
Pero que Busti no tenga dudas, o que exista una unanimidad que funciona como aplanadora, no quiere decir que las cosas estén claras.
En la edición pasada de Qué Pasa, el propio Pablo Mieres reclamó la urgencia de sancionar una ley que aclare cómo se financia la política uruguaya: una ley en serio, no un chiste como la anterior.
Mieres dijo que eso era necesario "para evitar situaciones sospechosas".
—¿Qué garantías tiene la ciudadanía de que las decisiones de los partidos y del gobierno no estén influidas por el dinero de las contribuciones recibidas en la campaña? —se le preguntó.
—Ninguna. Esa es la realidad. Queda en creer o no creer. No tenemos lo que una democracia debe tener: un conjunto de procedimientos institucionales que den la certeza de que no están ocurriendo injerencias indebidas en la toma de decisiones públicas —respondió.
Creer o no creer. ¿Cuál será la razón por la cual el dueño de Buquebus, Juan Carlos López Mena, pasó de ser un empresario demonizado por el Frente Amplio a ser un prohombre al que el gobierno del propio Frente Amplio le asigna concesiones del Estado? ¿Por qué el funcionario que logró que los casinos municipales dieran pérdidas fue premiado y puesto a dirigir los casinos del Estado? ¿Será que los partidos políticos uruguayos no tienen "una caja dos" como los brasileños, o será que Uruguay no tiene una revista como Veja, fuerte económicamente, con un tiraje de millones, no dependiente de los avisos ni de los préstamos estatales, y con un plantel suficiente de periodistas capaz de descubrirla?
La política argentina no es el desideratum de la transparencia. La presente edición de Qué Pasa le dedica una página a su reciente campaña electoral: la nueva política prometida por Kirchner se parece demasiado a la vieja: el Estado puesto al servicio de los candidatos oficiales, promesas electorales demagógicas y millonarias, acusaciones falsas contra la oposición y ausencia de un debate medianamente serio.
Algunos creen que la política uruguaya es muy distinta a la argentina y la brasileña. Hace poco, sin embargo, muchos hablaban de las grandes similitudes del Mercosur "progresista".
Si el gobierno y los políticos uruguayos no quieren que un Busti cualquiera siembre dudas sobre sus decisiones, no tienen que rasgarse las vestiduras, ni inflamarse de patriotismo, ni gastar la plata del Estado en hacer ir y venir a los embajadores.
Tienen que crear una Junta Anticorrupción que de verdad funcione. Tienen que hacer del Tribunal de Cuentas algo más que un organismo testimonial. Tienen que permitir que todo ciudadano tenga acceso a los documentos públicos. Tienen que respetar la Constitución. Y, de una vez por todas, tienen que sancionar una ley que aclare de dónde sale el dinero que mueve la política uruguaya.
Pueden hacerlo. El Frente Amplio se pasó 20 años hablando de estos temas, y hoy tiene mayoría absoluta en el Parlamento para lograrlo. Incluso puede contar con el apoyo de la oposición. Ahora que todos han demostrado que pueden ponerse de acuerdo en algo.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el suplemento Qué Pasa del diario El País, 5 de noviembre de 2005.
12.12.07
Hablando de Svetogorsky
Un puñado de especialistas extranjeros descubrió que el financiamiento de los partidos políticos es un tema que no interesa en Uruguay.
Fui invitado a participar de un seminario sobre financiamiento de los partidos políticos organizado por la ONG Uruguay Transparente. La propuesta era interesante: durante el seminario, unos 30 especialistas extranjeros dictarían conferencias sobre una materia en la que Uruguay está muy atrasados respecto al resto del mundo.
No es un asunto cualquiera. Una democracia en la que no se sabe quién y cómo aporta el dinero que financia las campañas electorales es una democracia turbia, renga, incompleta en el mejor de los casos. ¿Cómo sabemos que un legislador o el mismo presidente no están actuando en favor de quien, en secreto, le donó el dinero que hizo posible que fuera electo?
En esa penosa situación nos encontramos hoy en Uruguay.
Las conferencias se realizarían en el Palacio Legislativo, el 27 y 28 de noviembre. Luego de cada exposición, un panel integrado por un legislador, un académico y un periodista uruguayos debía hacerle preguntas al experto extranjero para que la concurrencia sacara más y mejores conclusiones. Me invitaban a ser uno de los periodistas que haría esas preguntas. Lo consideré todo un honor. Trasparentar el financiamiento de nuestra democracia es un capítulo pendiente y una tarea ineludible si se quiere que Uruguay avance en serio.
La conferencia en la que me tocaba participar era a las 15.00 horas del martes 28. Llegué a las 15.02 minutos y noté algo raro.
La sala del edificio anexo del Poder Legislativo en la que se iba a desarrollar el simposio estaba casi desierta. La mayor parte del centenar de cómodas butacas giratorias, cada una con su respectivo escritorio y micrófono, estaban vacías. Apenas había cuatro o cinco personas desperdigadas en el salón. Dos de ellos dormían, tirados en las butacas y con los pies sobre el escritorio.
Pensé que me había equivocado de lugar y le pregunté a una secretaria, que estaba sentada fuera. Me dijo que no había error. La conferencia era allí. Me pidió que aguardara, la actividad estaba un poco atrasada.
Entré en silencio, tratando de no despertar a quienes dormían.
La sala era moderna, con mobiliario nuevo y alfombrada con una gruesa moquette color granate. Sin embargo, no lucía muy prolija. Aquí y allá había vasos de plástico sin dueño, ejemplares del diario El Observador abandonados sobre los escritorios y unos platitos con sándwiches a medio comer.
A las 15.10 uno de los que dormía se despertó. Algunos de los pocos presentes comenzaron a hablar entre sí: por los acentos de sus voces ninguno de ellos era uruguayo. Un hombre de unos 30 años, anglófono, salió y le preguntó a la secretaria si la conferencia si dictaría o no.
Le dijeron que la actividad estaba un poco atrasada.
A las 15.12 llegó otra persona. A las 15. 18 llegaron dos más.
Los presentes comenzaron a hacer bromas entre ellos: “el seminario ya terminó”, dijo uno. “Por qué no me avisaron”, retrucó otro. Una de las mujeres presentes se quejaba de que la conexión a internet inalámbrica no funcionaba y no podía usar su laptop. Un hombre tomó un ejemplar de El Observador y leyó en voz alta: “No soy un piojo resucitado”. Leía el título de una nota que ocupaba una página entera sobre el trascendente cruce de acusaciones entre las vedettes orientales Mónica Farro y Claudia Fernández. Sentí un poco de pudor por los diarios uruguayos, el periodismo uruguayo y el Uruguay todo. En la sala, no éramos ni siquiera diez y había uno que seguía durmiendo.
A las 15.23 llegó al fin alguien que parecía ser uno de los organizadores, una mujer. La señora se me acercó, me dio la mano y me preguntó:
-¿Usted es Obando?
-No.
-Ahh. No es Obando.
-No.
-¿Usted es uruguayo?
-Sí.
-Entonces no le puedo dar un juego con las ponencias. Son para los extranjeros.
Volví a acomodarme en mi asiento. ¿Quién sería Obando? ¿Dónde estaban el académico uruguayo y el legislador uruguayo que debían hacer las preguntas conmigo?
En la sala había un gran cartel. Según se leía en él, el seminario era auspiciado por Canal 12, radio El Espectador y El Observador. También por la Presidencia de la República y la Intendencia de Montevideo. Pero allí no había un solo periodista o directivo de Canal 12, El Espectador o El Observador. Tampoco ningún funcionario o jerarca de la Presidencia o la Intendencia de Montevideo.
A las 15.26 llegó otra persona, recogió unas cosas que tenía en la sala, se despidió de los demás y se fue. También entró un mozo que se llevó los sándwiches a medio comer y no dejó nada a cambio.
A las 15.28 llegaron dos hombres que unos cinco minutos después anunciaron que empezaría la conferencia.
Se suponía que iba a hablar un periodista colombiano premiado por sus trabajos sobre el financiamiento de la política en su país y la influencia de los paramilitares, pero comenzó a hablar un hombre sobre las leyes que regulan los aportes a los partidos en el Perú.
En la sala, no había más de diez o doce personas, contando al que todavía dormía. Quizás uno de ellos fuera el señor Obando, no estoy seguro. Pero en cambio puedo dar fe que entre el público presente no había ningún legislador uruguayo, ni ningún dirigente político. Tampoco había ningún periodista. Y no había ningún académico que yo conociera. Sólo había un puñado de especialistas extranjeros aburridos y que ya habrían descubierto que en Uruguay el modo en que se financian los partidos políticos no le interesa a nadie. Cada país tiene la democracia que se merece.
Tomé mis cosas y me fui sin hacer ruido. Nunca hice las preguntas que tenía preparadas.
Que el puerto de Montevideo no pueda tener un scanner como la gente, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Que el contrabando sea un mal endémico, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué la DGI sea tan diligente con Tienda Inglesa y tan lenta con Tenfield, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el monopolio que domina la televisión abierta haya sido beneficiado por los políticos con el gracioso oligopolio de la televisión por cable, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué Cutcsa sea celebrada por líderes de todos los partidos como una empresa modelo cuando ni siquiera coloca sus horarios en las paradas, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el ministro Danilo Astori defienda tanto al señor Bengoa, ¿tendrá que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Es lo que tiene la falta de transparencia. Alienta la suspicacia.
Paré un taxi. Subí. Como antes, como siempre, en la radio hablaban de Svetogorsky.
Qué raro.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 7 de diciembre de 2007.
Un puñado de especialistas extranjeros descubrió que el financiamiento de los partidos políticos es un tema que no interesa en Uruguay.
Fui invitado a participar de un seminario sobre financiamiento de los partidos políticos organizado por la ONG Uruguay Transparente. La propuesta era interesante: durante el seminario, unos 30 especialistas extranjeros dictarían conferencias sobre una materia en la que Uruguay está muy atrasados respecto al resto del mundo.
No es un asunto cualquiera. Una democracia en la que no se sabe quién y cómo aporta el dinero que financia las campañas electorales es una democracia turbia, renga, incompleta en el mejor de los casos. ¿Cómo sabemos que un legislador o el mismo presidente no están actuando en favor de quien, en secreto, le donó el dinero que hizo posible que fuera electo?
En esa penosa situación nos encontramos hoy en Uruguay.
Las conferencias se realizarían en el Palacio Legislativo, el 27 y 28 de noviembre. Luego de cada exposición, un panel integrado por un legislador, un académico y un periodista uruguayos debía hacerle preguntas al experto extranjero para que la concurrencia sacara más y mejores conclusiones. Me invitaban a ser uno de los periodistas que haría esas preguntas. Lo consideré todo un honor. Trasparentar el financiamiento de nuestra democracia es un capítulo pendiente y una tarea ineludible si se quiere que Uruguay avance en serio.
La conferencia en la que me tocaba participar era a las 15.00 horas del martes 28. Llegué a las 15.02 minutos y noté algo raro.
La sala del edificio anexo del Poder Legislativo en la que se iba a desarrollar el simposio estaba casi desierta. La mayor parte del centenar de cómodas butacas giratorias, cada una con su respectivo escritorio y micrófono, estaban vacías. Apenas había cuatro o cinco personas desperdigadas en el salón. Dos de ellos dormían, tirados en las butacas y con los pies sobre el escritorio.
Pensé que me había equivocado de lugar y le pregunté a una secretaria, que estaba sentada fuera. Me dijo que no había error. La conferencia era allí. Me pidió que aguardara, la actividad estaba un poco atrasada.
Entré en silencio, tratando de no despertar a quienes dormían.
La sala era moderna, con mobiliario nuevo y alfombrada con una gruesa moquette color granate. Sin embargo, no lucía muy prolija. Aquí y allá había vasos de plástico sin dueño, ejemplares del diario El Observador abandonados sobre los escritorios y unos platitos con sándwiches a medio comer.
A las 15.10 uno de los que dormía se despertó. Algunos de los pocos presentes comenzaron a hablar entre sí: por los acentos de sus voces ninguno de ellos era uruguayo. Un hombre de unos 30 años, anglófono, salió y le preguntó a la secretaria si la conferencia si dictaría o no.
Le dijeron que la actividad estaba un poco atrasada.
A las 15.12 llegó otra persona. A las 15. 18 llegaron dos más.
Los presentes comenzaron a hacer bromas entre ellos: “el seminario ya terminó”, dijo uno. “Por qué no me avisaron”, retrucó otro. Una de las mujeres presentes se quejaba de que la conexión a internet inalámbrica no funcionaba y no podía usar su laptop. Un hombre tomó un ejemplar de El Observador y leyó en voz alta: “No soy un piojo resucitado”. Leía el título de una nota que ocupaba una página entera sobre el trascendente cruce de acusaciones entre las vedettes orientales Mónica Farro y Claudia Fernández. Sentí un poco de pudor por los diarios uruguayos, el periodismo uruguayo y el Uruguay todo. En la sala, no éramos ni siquiera diez y había uno que seguía durmiendo.
A las 15.23 llegó al fin alguien que parecía ser uno de los organizadores, una mujer. La señora se me acercó, me dio la mano y me preguntó:
-¿Usted es Obando?
-No.
-Ahh. No es Obando.
-No.
-¿Usted es uruguayo?
-Sí.
-Entonces no le puedo dar un juego con las ponencias. Son para los extranjeros.
Volví a acomodarme en mi asiento. ¿Quién sería Obando? ¿Dónde estaban el académico uruguayo y el legislador uruguayo que debían hacer las preguntas conmigo?
En la sala había un gran cartel. Según se leía en él, el seminario era auspiciado por Canal 12, radio El Espectador y El Observador. También por la Presidencia de la República y la Intendencia de Montevideo. Pero allí no había un solo periodista o directivo de Canal 12, El Espectador o El Observador. Tampoco ningún funcionario o jerarca de la Presidencia o la Intendencia de Montevideo.
A las 15.26 llegó otra persona, recogió unas cosas que tenía en la sala, se despidió de los demás y se fue. También entró un mozo que se llevó los sándwiches a medio comer y no dejó nada a cambio.
A las 15.28 llegaron dos hombres que unos cinco minutos después anunciaron que empezaría la conferencia.
Se suponía que iba a hablar un periodista colombiano premiado por sus trabajos sobre el financiamiento de la política en su país y la influencia de los paramilitares, pero comenzó a hablar un hombre sobre las leyes que regulan los aportes a los partidos en el Perú.
En la sala, no había más de diez o doce personas, contando al que todavía dormía. Quizás uno de ellos fuera el señor Obando, no estoy seguro. Pero en cambio puedo dar fe que entre el público presente no había ningún legislador uruguayo, ni ningún dirigente político. Tampoco había ningún periodista. Y no había ningún académico que yo conociera. Sólo había un puñado de especialistas extranjeros aburridos y que ya habrían descubierto que en Uruguay el modo en que se financian los partidos políticos no le interesa a nadie. Cada país tiene la democracia que se merece.
Tomé mis cosas y me fui sin hacer ruido. Nunca hice las preguntas que tenía preparadas.
Que el puerto de Montevideo no pueda tener un scanner como la gente, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Que el contrabando sea un mal endémico, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué la DGI sea tan diligente con Tienda Inglesa y tan lenta con Tenfield, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el monopolio que domina la televisión abierta haya sido beneficiado por los políticos con el gracioso oligopolio de la televisión por cable, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué Cutcsa sea celebrada por líderes de todos los partidos como una empresa modelo cuando ni siquiera coloca sus horarios en las paradas, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el ministro Danilo Astori defienda tanto al señor Bengoa, ¿tendrá que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Es lo que tiene la falta de transparencia. Alienta la suspicacia.
Paré un taxi. Subí. Como antes, como siempre, en la radio hablaban de Svetogorsky.
Qué raro.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 7 de diciembre de 2007.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Entrevistas
Crónicas y reportajes
- Montevideo: casi el paraíso
- El último Hitler uruguayo
- 1966: Uruguay versus Inglaterra
- Whisky Ancap: metáfora del desarrollo latinoamericano
- Julio Ribas: el Gladiador
- Tónica Paso de los Toros: una historia dulce y amarga
- La fortaleza de llamarse Árbol
- El pueblo que quiso salir en televisión
- Corre Ghiggia Corre
- Los otros sobrevivientes de los Andes
- Ratas: chillidos bajo el asfalto
- El Conrad por dentro: vip, hot, slot
- 1989: Crónica de la primera Intifada
Etiquetas
33 Orientales
Accidente en Young
accidentes de tránsito
Adolfo Antelo
Alejandro Atchugarry
Alejandro Vegh Villegas
Alemania
Alimentación
Álvaro Moré
Amodio Pérez
Ancap
Andes
Antonio Mercader
Árboles autóctonos del Uruguay
Argentina
Artigas
aviación
Bicentenario
Bolivia
Brasil
Caraguatá
cárceles
Carlos Koncke
Carlos Liscano
Cesáreo Berisso
charrúas
Che Guevara.
Checoslovaquia
Chespirito - Roberto Gómez Bolaños
Chueco Maciel
Ciudad de la Costa
Comunidad Jerusalén
Creative Commons
Crónicas de sangre sudor y lágrimas
Crónicas y reportajes
Cuba
Cultura
Daniel Castro
Daniel Chasquetti
Daniel Vidart
Daniel Viglietti
delincuencia
Democracia
derecha radical
Derechos humanos
diarios
dictadura
dictadura.
Doble discurso europeo
Drogas
Eduardo Bonomi
Eduardo Galeano
Eduardo Pérez Silveira
educación
El Chavo
Elon Musk
empleados públicos
Engler
Enrique Tarigo
entrevistas
ETA
Evo Morales
Fernández Huidobro
Fernando Parrado
financiamiento de los partidos políticos
Fito Páez
Fuerzas Armadas
Fútbol
Gabriel Ohanian
Gabriel Pereyra
Gavazzo
Gavazzo Sin Piedad
Gente que no sabe leer y tergiversa lo que uno escribe
Gerardo Caetano
Grasas trans (transexuales)
guaraníes
Guido Manini Ríos
Günter Wallraff
Gustavo Zerbino
Herencia maldita
Historia
historia reciente
Historias tupamaras
Hospital Filtro
Hotel Carrasco
hotel Conrad
Hugo Alfaro
Hugo Batalla
Hugo Bianchi
Identidad Soberana
Inmigrantes. Dominicanos
Intendencia de Canelones
internet
Israel
Italia
Jaime Roos
Javier Milei
Joel Rosenberg
Jorge Batlle
Jorge Lanata
Jorge Vázquez
Jorge Zabalza
José Mujica
José Rilla
Juan Ángel Miraglia
Juan Martín Posadas
Juan Miguel Petit
Juan Salgado
La República
Leonardo Sbaraglia
Líber Seregni
Liberaij
Libros
Literatura
Luca Prodan
Luis Almagro
Luis Lacalle
Luis Lacalle Pou
Luis Suárez
Madonna
Maltrato animal
Maracaná
Marcelo Estefanell
Mario Bardanca.
Mario Benedetti
Medicina
Medio ambiente
Mercedes Sosa
México
Michael Jackson
Miguel Ángel Campodónico
Milicos y tupas
MLN-T
Montevideo
Música
Neber Araújo
Nelson Sosa
nombres disparatados
nombres raros
Óscar Padrón Favre
Oscar Tabárez
Pablo Cuevas
Paco Casal
Palestina
Paraguay
Partido Colorado
Partido Comunista
Paso de los Toros
Paz
Peñarol
periodismo
periodismo cloacal
Perú
PIT-CNT
Plagios y otras situaciones dudosas
Pluna
Política
Política uruguaya
Pollo homosexualizante
Populismo
Primavera de Praga
publicidad
Punta del Este
Racismo
Radio
Raúl Sendic
redes sociales
Relato Oculto
Renzo Pi Hugarte
Ricardo Piglia
Roberto Canessa
Rock
Rodolfo Leoncino
Rómulo Mangini
sabihondos
Salud
Sin comentarios
Sindicalismo
sindicatos
Sirios en Uruguay
Sobre lo políticamente correcto
Sonia Breccia
Sumo
Televisión
Tenis
terrorismo
Tomás Eloy Martínez
tortura
trabajo
Tragedia de los Andes
Tupamaros
Twitter
Un mundo sin Gloria
Uruguay
Venezuela
Víctor Hugo Morales
Villanueva Saravia
Violencia doméstica
zoológico
Atención
Los derechos de los textos
publicados en El Informante
pertenecen a Leonardo Haberkorn.
No se permite la reproducción
sin autorización del autor.