El fiscal militar Héctor Borgatto envió el 22 de julio de 1987 un oficio al director general de Información de Defensa, preguntándole si el 31 de octubre o el 1 de noviembre de 1977 habían detenido a la ciudadana Amelia Sanjurjo. Cumplía con un mandato emanado del artículo 4to de la Ley de Caducidad, que exigía al Poder Ejecutivo investigar el destino de los desaparecidos.
El oficio de Borgatto, quien también tenía encomendada la investigación de la desaparición de Eduardo Pérez Silveira, fue respondido apenas un día después, el 23 de julio de 1987. El país llevaba más de dos años de recuperada la democracia.
La respuesta tenía la firma del director general de Información de Defensa, general Juan A. Zerpa. El documento está en el rollo 814 de los llamados Archivos del Terror y se reproduce aquí. Dice que “la persona no fue detenida por personal de esta Dirección General "ni en esas fechas ni en ninguna otra oportunidad". Y agrega:“Asimismo se deja constancia que en esta Dirección General no existe información que la persona mencionada anteriormente hubiese estado detenida en alguna otra repartición militar”.
El 6 de junio de 2023, 36 años después, un esqueleto fue hallado en el Batallón 14. Hoy se supo que eran los restos de Amelia Sanjurjo, la mujer que el Ejército había desaparecido en 1976 y sobre la que había mentido en 1987.
28.5.24
Amelia Sanjurjo: mentiras verdaderas
16.12.23
Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas.
Texto de la contratapa En Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas, Leonardo Haberkorn presenta una rigurosa investigación periodística sobre los trágicos hechos ocurridos en el mayor de los refugios del MLN-T, la joya de la corona tupamara, el escondite subterráneo construido en la cabaña Spartacus, cerca de Pan de Azúcar. El libro ilumina como nunca antes dos casos funestos que ensombrecen la historia del Caraguatá. Uno de ellos es un episodio central en el periplo del MLN-T: el asesinato del peón rural Pascasio Ramón Báez Mena. El otro es un acontecimiento hoy casi olvidado: la muerte del tupamaro Walter Sanzó a manos de los militares durante el asalto a la tatucera. Dos de los tupamaros implicados directamente en estos eventos, Ismael Bassini y Enrique Osano, quienes hasta ahora habían guardado un silencio absoluto sobre lo que vivieron en la cabaña Spartacus, toman la palabra. Sus versiones contrapuestas se entretejen aquí con las voces de otros implicados —entre los que se cuentan varias fuentes militares— que Haberkorn ordena para elaborar un relato coral, tan lúcido e incisivo como revelador y necesario.
13.3.22
Jorge Vázquez: elogio de un pacto de silencio
¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?
La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un
escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.
En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de
Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te
espero, pero de frente no por la espalda”.
Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado
el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba
el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.
Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente,
la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos
tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante
sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la
izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero
recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese
libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José
Mujica y Efraín Martínez Platero.
El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión:
Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías
para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta
Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber
matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al
resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.
Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber
disparado la ráfaga mortal.
En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del
Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:
Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi
respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido,
para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó
en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las
terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política”
por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no
significa ser materialmente responsable”.
Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio
Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir
su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del
Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.
Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue
la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que
había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el
MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue
entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de
Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y
trabajadores…”.
Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica
llegó a la presidencia.
Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día,
en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.
Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité
el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.
Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando
temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para
Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo
colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le
preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.
La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:
“Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo
hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y
varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera
ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y
Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré
quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal
cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio
donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo:
‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía
ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia
dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y
evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo. Y le fue muy bien”.
Vázquez agregó
que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó
sobre el tema.
“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que
había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo
asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’. Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo
que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un
compañero. Y a veces el torturador se
queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no
le interesa indagar más”.
Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron”
torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la
justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus
conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados
por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos
muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?
Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante
la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se
volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído
reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes
de la dictadura.
Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador
haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo
que a decenas de otras personas.
¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.
“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos
presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el
compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo
que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que
no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la
tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.
Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:
“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos
abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no
lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de
cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay
cosas que nosotros no nos contamos”.
En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo
con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido
los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.
Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de
una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes
que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente
inocente y prisioneros inermes.
Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones
que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen
nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les
explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece
tener importancia.
Así como indigna que los militares que tienen información sobre los
desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree
Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No
piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las
heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para
cualquier familia?
En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no
dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego
propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en
esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que
participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que
estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto
de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al
médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo,
es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere
aportar un poquito de nada”.
Y de vuelta el asombro.
Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras
él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y
sustancia al que critica y propone levantar.
Es muy difícil que la verdad avance así.
El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen
ejemplo.
4.3.18
El Chueco Maciel y la "noticia deseada"
El coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, Felipe Michelini, negó que Maciel hubiera estado en la nómina de víctimas de represión.
"Acribillado en un tiroteo con la policía en la madrugada del viernes cayó Nelsón Julio Maciel Rodriguez (casado, 20 años) quién cómo infanto juvenil hace más de tres años cobró popularidad conociéndosele como 'Chueco Maciel'. La trágica muerte del joven acechó a las 2:40 del viernes en (la calle) Juan Acosta (Cerrito). Una media hora antes el 'Chueco' y otros dos jóvenes se desplazaban por el Cerrito de Victoria armados con revólveres al parecer también una arma larga. En Juan R. Rosas y Chimborazo interceptaron al guardia de Amdet, Mario Romero (casado, 43 años). Lo despojaron de unos 9.000 pesos, pero no conformes con eso exigieron a Romero que se dirigiese a su domicilio.
La esposa del trabajador sospechó que algo estaba pasando y no quiso abrir la puerta. El 'Chueco Maciel' y su compañero le dijeron: 'abra o le volamos los sesos a su marido'. A la señora no le quedó otra que franquearles el paso. En la casa el dúo obtuvo otros 40.000 pesos y entre otras cosas una batidora. Antes de irse balearon a Romero, dejándole una herida en la cabeza.
(...)
Los policías comenzaron a patrullar la zona hasta que avistaron a los rapiñeros. Dos de ellos huyeron a la carrera apenas vieron la camioneta policial. Pero Nelson Julio Maciel lanzó un disparo contra la camioneta con el revólver. La respuesta policial fue fulminante. Uno de los cuantos balazos que alcanzaron al joven le perforó el occipital (...).
Rodeado desde su infancia de miserables condiciones, ya los 15 años Maciel Rodríguez era un infanto juvenil que daba dolores de cabeza en los cantegriles. Se fugó varias veces de albergues del Consejo del Niño. Junto a él actuaron varios otros menores en rapiñas y hurtos diversos. Posteriormente pasaron a perpetrar toda clase de tropelías contra sus propios vecinos, particularmente en los cantegriles de Aparicio Saravia, Enrique Castro y adyacentes.
En la temporada de 1969 incursionó en Punta del Este y otros balnearios. Ese año se entregó a la policía y fue procesado por desacato. Pocos meses después salió de la cárcel pero sin otros horizontes que habían signado su infancia y su adolescencia".
7) Mi aporte a aquel esfuerzo colectivo del ex equipo de Nuevo Siglo fue ubicar a Ponce de León. Lo localicé y lo invité a dar su testimonio en el desaparecido programa Off the record (uno de los discontinuados de NSTV).
8) Una vez que se conoció el segundo testimonio de Ponce de León, el de 2017, comenzó la cantinela de los cultores de "la noticia deseada": ¿por qué hay que creerle?, ¿por qué habla ahora?, ¡esto es una campaña de la derecha contra Viglietti!
En un muro de Facebook leí que uno de los muchos que se negaban a creerle a Ponce de León escribió algo así cómo: la historia del Chueco Maciel es verdadera y quien la conoce es Nelson "Cateta" Sosa, el último sobreviviente de la banda, que vive en Suecia. ¿Por qué la prensa mentirosa y siempre al servicio de la derecha y el imperio no se anima a llamar al Cateta?
En noviembre de 2017 le escribí un mensaje a "Cateta", diciéndole que me interesaba conocer su testimonio y saber cómo habían sido las cosas.
Allí nació la crónica publicada en El Observador y en Herencia Maldita.
Quienes la leyeron habrán sabido que de sorpresa visitamos el cantegril con "Cateta" y aparecimos, sin que ella nos esperara, en la casa de Angélica Ferreira, una vieja vecina del "cante". "Cateta" le dijo : "Contale quién era el Chueco Maciel".
"Era solo un chorrito de barrio", responde ella. "Era bajito y siempre andaba de sombrero. Tuvo cosas buenas y malas", agrega. Las buenas no las enumera. Las malas: le pegaba a su mujer y, la peor, una vez dejó que la policía se llevara de los pelos a su propia madre en lugar de entregarse.
"¿Repartía el botín en el cante?", pregunta Cateta. "¡Qué iba a repartir!", se ríe Angélica. "Yo le dije a Viglietti una vez que vino: Hiciste una canción hermosa, pero es mentira".
9) El primer desmentido de Ponce de León fue publicado por Marcha, con una pequeña nota de los responsables de la redacción que se burlaban de él por ser joven. Pocos meses después, basándose al pie de la letra en la nota de Alfaro, Viglietti escribió la canción del Chueco Maciel, que dio nombre al disco Canciones Chuecas y se transformó en un éxito inmediato, un himno para la juventud rebelde.
La nota de Alfaro y la canción de Viglietti calzaban como anillo al dedo a las necesidades revolucionarias del momento: ponían foco en la miseria del cantegril, menoscababan a la policía y a las instituciones, justificaban la violencia como respuesta un régimen oprobioso e injusto. Tanto es así que el 1 de enero de 1972, cuando el MLN toma el aeropuerto de Paysandú y declara la guerra a las Fuerzas Armadas (recomiendo la descripción de este episodio que el recientemente fallecido Aníbal de Lucía hace en Historias Tupamaras), difunde una proclama que menciona en forma explícita al Chueco Maciel: "Cuando un hambriento del cantegril roba para comer (...) lo asesinan, como asesinaron al Chueco Maciel".
Ese verano, la murga La Soberana le cantó al Chueco Maciel: "El Chueco luchaba de noche y de día / la vida expropiaba y la repartía".
Luego, para completar la obra iniciada por Alfaro, Fernández Huidobro haría aparecer en uno de sus libros al Chueco Maciel como simpatizante del MLN.
10) Resumiendo: La leyenda en torno al Chueco Maciel fue iniciada por Hugo Alfaro desde Marcha. Viglietti se basó en ella para su canción. No es que ahora 40 años después alguien haya decidido desmentirla. El primer desmentido a la construcción de Alfaro fue inmediato y se publicó en Marcha una semana después.
No es solo Cateta quien desmiente que el Chueco Maciel haya sido Robin Hood. Por ahora, son tres personas con nombre y apellido: Nelson Sosa, Rodolfo Ponce de León y Angélica Ferreira. Todos son fuentes muy calificadas. Testigos o protagonistas de primera mano. Que hablan con nombre y apellido. A eso hay que sumarle las notas en la prensa de la época, incluyendo a El Popular, el diario del mismísimo Partido Comunista.
Del otro lado no hay nada. Ni siquiera un solo nombre puso Alfaro.
Cada uno sacará sus conclusiones.
8.10.17
Lo que no se dice sobre la falsa toma de Pando
Esta vez lo hizo difundiendo en redes sociales un artículo de Julio Marenales, fiel reflejo de la historia oficial de la guerrilla.
Marenales titula su nota como "la toma de Pando" y en su interior habla del "copamiento de la ciudad de Pando". En realidad, ninguna de las dos cosas existió.
Uno de los primeros tupamaros, Aníbal de Lucía, con más sinceridad que los redactores del mítico relato rosa del MLN, ha puesto en sus justos términos lo que fue la acción de Pando: una serie de asaltos simultáneos.
Lo dice en el libro Historias tupamaras:
"El MLN no tomó Pando. Lo que hizo fue ir a la comisaría, a los bomberos, a dos bancos y a la central telefónica, pero cuando vos tomás un pueblo de verdad, te quedás con todo el pueblo, cerrás la entrada y lo mantenés una hora, dos horas, tres horas, lo que te dé la nafta. Pero lo que hicimos nosotros no fue tomar Pando. Tomar Pando es quedarse con Pando, aunque sea por quince minutos. Ser el dueño. Y cuando viene el Ejército, decís, bueno, tenemos tomado esto, vamos a hablar. Pero lo que ocurrió fue mucho menos que eso".
Marenales, en su artículo, solo recuerda los nombres de los tres jóvenes tupamaros que perdieron la vida en la operación: Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza.
A Carlos Burgueño, un uruguayo cualquiera, que murió baleado por estar en las calles de Pando cuando lo sorprendieron los asaltos tupamaros y la obligada respuesta policial, Marenales no lo nombra. No escribe su nombre ni su apellido, como si no valiera la pena, como si el hombre no hubiera tenido padres, esposa y e hijos, como si su vida hubiera valido menos que las de Cultelli, Salerno y Zabalza.
Para el MLN hay muertos de primera y muertos de segunda.
Burgueño, Marenales, el pobre hombre se llamaba Burgueño.
Marenales apenas alude a su muerte diciendo que durante la operación "hay un enfrentamiento con heridos y un muerto por parte de la Policía".
La muerte de Burgueño fue objeto de versiones contradictorias. Lo que es seguro es que lo mató una bala perdida. Marenales le achaca la muerte a la policía. Pero -incluso suponiendo que así haya sido- Marenales se saltea por completo el hecho de que Burgueño nunca habría muerto si los tupamaros no hubieran ido a Pando aquel día.
Qué facilidad tienen los líderes del MLN para no asumir sus responsabilidades.
No es algo nuevo. Como también consta en Historias tupamaras, en su biografía escrita por Miguel Ángel Campondónico, Mujica se explaya tres páginas sobre los errores que su organización habría cometido en Pando sin nombrar siquiera a Burgueño, ni dedicar una sola palabra a su muerte gratuita.
¡Tres páginas hablando de errores y ni una palabra sobre la muerte de un inocente!
Una pequeña muestra adicional: en su artículo, Marenales insiste con una de sus afirmaciones preferidas: "el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros nunca fue una guerrilla". Era solo un grupo político que "realizaba operaciones de pertrechamiento y de propaganda armada".
Debería explicarle su punto de vista a las familias de las decenas de muertos que dejó el accionar de ese grupo de buenos muchachos dedicado apenas al pertrechamiento y la propaganda.
Siguiendo el razonamiento de Marenales, la jornada de Pando fue simplemente un acto propagandístico.
Una acción publicitaria que le costó la vida a cinco personas.
12.4.17
La poesía revolucionaria del Gordo Marcos
A Pérez Silveira, a quienes sus compañeros llamaban "el Gordo Marcos", lo mataron y desaparecieron en 1974 en circunstancias que el libro relata y explica. Tenía 24 años. La última vez que se lo vio fue en el Hospital Militar. Según la versión que da el propio Gavazzo en el libro, implicándose en su muerte, a Pérez Silveira lo llevaron allí de urgencia porque padecía una crisis respiratoria provocada por una granada de gas que él mismo arrojó dentro del cuartel de Artillería 1, conocido como La Paloma. Otros testimonios establecen, que más allá de la granada, a Pérez Silveira se lo torturó con saña en ese cuartel, donde Gavazzo era el segundo jefe. El libro da más datos y testimonios al respecto.
Los que leyeron Gavazzo. Sin Piedad, además, saben también que el Gordo Marcos escribía canciones y poemas. Pero no pudieron leer ninguna de sus obras porque los familiares y amigos entrevistados habían perdido todo registro de aquellos versos.
Sin embargo, hace unas semanas, uno de los amigos de Pérez Silveira, Juan Chiriff, me llamó para darme una noticia: él sí conservaba algunos escritos del Gordo Marcos.
En aquellos años, Chiriff había anotado con lapicera en un cuaderno las composiciones de su amigo. Y hasta hoy ha cuidado de ese cuaderno como un tesoro: "Yo lo admiraba", me dijo. "No porque era guerrillero, sino porque lo quería. Sin ser homosexual, yo amé a ese hombre. Era más que un hermano".
Su testimonio y los poemas encontrados de Pérez Silveira permitirán ampliar la próxima edición del libro. Adelanto aquí tres de ellos que, como todos, son fiel reflejo de una época y del modo de sentir de los jóvenes que se sumaron al MLN.
Como me duele
ay tu ser, en agonía
cómo enfría mi mente,
la tuya, prostituta y madre
todos los instantes
Como me calientan
los vericuetos de tu
fantástica experiencia... paupérrima
y esos seres que creas... al fin
inconcebibles
sus genitales vírgenes
cabezas putrefactas
cómo me duelen
Cómo sufro
los exóticos jardines
que toman forma en ti
y se van en el aire
ideas palidísimas
ornamentadas siempre
de infinitos, lánguidos brazos
y el disfraz
que las cubre
de colores radiantes
y los sombríos rincones
donde a veces te escondes
y tus inmensos ojos
y tu rostro
tan dulce, tan inocentemente irónico
Cómo me revuelvo
cómo me caliento
cómo te conozco
y...
ninguna lágrima
solo una carcajada
y después...
recordar que tus inmensos ojos
nunca vieron
morir un niño
deshidratado,
ni falta de medicamentos
reventar una anciana
ni los "pueblos perdidos"
Recordar
que tus manos suavísimas
nunca escarbaron tierra
ni tocaron la escarcha
ni la bichera de una oveja
ni las tetas de una vaca
ni un pico
ni una pala
ni un torno
ni una fragua
ni un martillo
Recordar
que en los vericuetos de tu mente blanca
no existen torturadores
que revientan los güevos
siembran choques eléctricos
"sueros de la verdad"
disparan por la espalda
maniatan y escupen a la cara
y después se maquillan la propia
para hacer uso
de cualquier pantalla
o carraspean sobriamente
y escupen mierda
en alguna radio,
que lucen sus mejores galas
y adoptan poses
para los fotógrafos
de los grandes diarios
Que pagan con mendrugos
una vida
que reparten tarjetas
para "leche barata"
o "carnet de pobreza"
y dan limosna
Y recordando,
entonces...
ya vislumbro
y comprendo
¡Sé por qué no soportas
a tu hermano guerrero!
¡Cómo te perdono!
...y si es necesario
en seguida te mato!
y después que me juzguen
... ¡si es necesario!!
***
POEMA SIMPLE
Hoy tengo a mi derecha
y frente al mundo,
las dos mujeres
que alguna vez soñé
y que no quise nunca
Y bebiéndome ¡el mundo!
con los ojos
y gastando a conciencia
kilómetros de espacio
bebe todo mi ser
la horrible angustia
de no tener a mi izquierda
y frente al mundo
la única que puedo
compartir a conciencia
kilómetros de espacio
para beber ¡la vida!
con la carne y el alma
***
RUTINA
Ay, de tu voz
delgado estilete
que lastima mis tímpanos...
rutina
Ay, de tu cuchicheo infernal
poderoso boomerang
alado,
que pasa lastimando
y vuelve
Ay, de tu cara lavada
y tu insípida boca
ay de tu corto camino
tu cuerpo incoloro
y tu entraña gomosa
Ay, de tu voz
inmundicia dulzona
que repite incansable
escóndete
tras la buena mentira,
que no te encontrarán
y serás libre
Ay rutina inconsciente
sé que detrás de ti,
está tu muerte,
y sé que te desgarro
si doy un paso al frente
¡¡Y te desgarro y grito!!
...mi triunfo...
a los que estructuraron
tu mansedumbre inconcebible
inerte...
Y si en ellos revives
un poema
entre los labios
tengo...
¡Una hoguera en las manos!
Y si canto, despierto
Y cuando canto, hiero
Y cuando toco, entibio
Y cuando quiero, quemo
2.8.16
"No sirve para nada"
"Nos hacen estudiar historia de la dictadura. Es horrible. ¡Son 12 años! ¡Es mucho tiempo! Y no sirve para nada. Además, ya pasó, ya fue, están muertos, no van a aparecer. Queremos algo de ahora, algo moderno. ¡La historia del Pepe, por ejemplo! Eso estaría buenísimo".
Monólogo de una liceal avanzada, a propósito de sus clases de historia. Escuchado el lunes 1° en la cola de una caja del supermercado, mientras la cajera asentía y la madre sonreía como diciendo qué hija tan inteligente que tengo.
3.6.16
Gavazzo. Sin Piedad: reseñas, críticas y entrevistas
Después de más de dos años de trabajo, se presentó el libro Gavazzo. Sin piedad. La presentación fue radial, realizada en el programa No toquen nada, con el periodista Joel Rosenberg, el historiador José Rilla y el politólogo Daniel Chasquetti. Lo dicho fue resumido en esta nota del portal 180.
Crítica y reseñas
Crítica en La Diaria.
Crítica en el semanario Brecha: (compartida con autorización).
Reseña en El País.
Opinión de los lectores:
Entrevistas a propósito del libro:
Con Edmundo y Estefanía Canalda en 2030, en radio El Espectador.
Con Nicolás Lussich, en radio Carve.
Con Efraín Chury Iribarne, en radio Centenario.
Con Álvaro Carballo, en Televisión Nacional
Con Aldo Silva en Fuentes confiables, radio Universal
Foto: radio Universal |
Con Daniel Figares y Pablo Alfano en Rompkbezas, de radio El Espectador.
Con Elio García Clavijo, en Carmelo Portal.
Con María Inés Obaldía, en La Mañana en Casa, en Canal 10.
Con Christian Font, Soledad Ortega y Federico Paz, en Buen día Uruguay, Canal 4.
.
10.10.15
Corrección a Jorge Zabalza
-En el marco de la llamada "tregua" del año 72 estuvieron los trabajos conjuntos de militares y tupamaros en el Florida contra los "ilícitos económicos", por los cuales se llegó a detener gente. ¿Tenés constancia de que tupamaros hayan participado en torturas a detenidos por este motivo?
Zabalza respondió:
-No tengo testimonio directo de eso. Hubo gente que participó en el levantamiento y análisis de las declaraciones. Eso sí lo tengo claro. El que dice eso es el coronel Agosto (en el libro Milicos y tupas, de Leonardo Haberkorn). No he oído a ninguno de los compañeros que estuvo detenido en esos lugares -que fueron el Batallón Florida, el cuartel de La Paloma, el 9.º de Caballería y el Ingenieros I- hablar de que hayan participado en la tortura.
La respuesta de Zabalza es equivocada, lo que dice no es cierto, y eso me obliga a escribir esta aclaración.
Milicos y tupas no fue escrito para denunciar que hubo tupamaros torturadores, que los hubo.
El libro ha tenido lectores atentos y críticos que han captado bien su espíritu general. Invito a los que tengan curiosidad a leer aquí las críticas de Guillermo Zapiola en El País y de Salvador Neves en Brecha, por ejemplo. O la presentación que hizo del libro el historiador Gerardo Caetano.
Pero el tema de los tupamaros torturados-torturadores vuelve una y otra vez.
Y entonces Zabalza dice lo que dice. Y lo que dice no es verdad.
Lo que el hoy coronel retirado Luis Agosto, que en 1972 era capitán, afirma en el libro respecto a la colaboración de tupamaros a la hora de interrogar a los detenidos por supuestos "ilícitos económicos" está en la página 156 del libro.
Cito en forma textual:
"Según el coronel Agosto varios tupamaros ayudaron en la tarea de teatralizar la tortura:Es decir, lo que Agosto recordó en el libro es que hubo tupamaros que colaboraron para interrogar a los supuestos delincuentes económicos, pero él no dijo que hayan torturado junto con los militares.
-Los tupas se prestaban para estar en celdas cercanas y gritar en esos momentos. Desde la pieza de al lado a la que usábamos para interrogar a los ilícitos, los tupas gritaban: '¡No, no me mates!, ¡no me mates!', y los tipos se asustaban y declaraban sin que les hiciéramos nada. Los tupas gritaban y los tipos se cagaban y pedían para confesar".
Los que sí dijeron eso, y no puedo entender cómo Zabalza lo olvidó, fueron otros tupamaros, asqueados por los recuerdos de aquella situación.
En Milicos y tupas se recoge el testimonio del contador Carlos Koncke, preso en aquel entonces por tupamaro. Su testimonio está en la página 157:
"A mí los militares quisieron llevarme a interrogar, pero yo les dije que de ninguna manera, que eso era cosa de ellos. Pero recuerdo a un tupa que sí aceptó interrogar a los ilícitos, y fue. Yo lo vi. ¡Lo vi yo mismo! Era un tipo muy especial, un verdadero rico tipo. Y cuando volvió se ufanaba: '¡Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!'. Estaba orgulloso de lo que había hecho".
También en el libro se incluye el testimonio de una tupamara que no quiso presentarse con su nombre verdadero, el único caso en el libro. Yo acepté su anonimato porque conozco los problemas que le sobrevendrían si se presentara en público con su nombre, Ojalá se hubiera atrevido a hacerlo, pero no se animó.
La llamé "Mónica" en el libro y su testimonio coincide con el de Koncke. Sus dichos refieren al trato que recibió en el cuartel de La Paloma el contador León Buka, uno de los detenidos durante la tregua entre militares y tupamaros.
El testimonio de "Mónica" está en la página 158:
"Buka fue torturado por gente del MLN. La idea era mostrarle al resto de los compañeros que la cosa iba en serio, que eso era una nueva revolución que se estaba llevando adelante. 'A estos hijos de puta les va a pasar esto de ahora en más'. Ese era el mensaje. Cuando lo devolvían de la tortura, una compañera que sacaba medicamentos de la enfermería le daba analgésicos y Valiums a Buka. '¿Qué estás haciendo?', le decían. 'Estoy ayudando a un pobre tipo' -respondía ella; la tortura nunca es admisible'".
En Milicos y tupas se recoge también el testimonio del tupamaro Pedro Montero, incluido en el libro Ecos revolucionarios (2003), de Rodrigo Vescovi.
Montero coincide con Koncke y con Mónica.
La cita está en la página 158 de Milicos y tupas. Le dijo Montero a Vescovi:
"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura. Recuerdo que dentro del batallón Artillería 2 viví la tortura de civiles de derecha y a eso me opuse. El contador de Peirano fue defenido por mí dentro de Artillería 2 (...) Y lo que no puede ser es que hubiese compañeros nuestros haciendo, digamos, de soporte asistencial a los torturadores y preguntando. Y eso para mí, que me disculpen, no lo paso ni lo dejo pasar, lo denuncio. (...) Era infame".
Espero que la memoria de Zabalza se haya refrescado.
No es el coronel Agosto quien dice en mi libro que hubo tupamaros torturadores.
Son otros tupamaros quienes lo cuentan.
11.8.15
Media hora en la conferencia de Amodio
Amodio llega a la conferencia. Foto: Matilde Campodónico |
"A eso sumale el machismo, porque siendo esposa de alguien estabas a salvo, pero mujer sola y clandestina era lo peor que te podía pasar, porque eras un ser despreciable o tenías que estar dispuesta a ver con quién te ibas a acostar para sobrevivir. Fue tan duro que tuve ganas de suicidarme...Me fui a Kibón a pegarme un tiro pero no pude. Así era el estado de desconcierto que tenía".
También lanzó una advertencia profética: "Cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
El divorcio recién comenzó en 1972, una vez que llegó la inevitable derrota y todos cayeron presos. A Amodio lo acusan múltiples testimonios de delatar a compañeros y colaborar con los militares para apresarlos. Él lo niega y acusa a otros delatores, algunos de los cuales hoy la van de héroes. Sin embargo, no ha logrado dar una explicación convincente de por qué fue el único líder tupamaro al cual los militares permitieron dejar el país sin castigo, junto a su compañera, con una nueva identidad y la vida entera por vivir en Europa.
Amodio llevaba hablando más de media hora y el momento de las preguntas ni siquiera había comenzado. Como dije, yo no podía quedarme más tiempo.
6.8.15
Otra historia épica de los tupamaros
En el primer tercio Marius cuenta la historia del MLN-Tupamaros. Para hacerlo se basa en algunas de las versiones ya conocidas, pero en forma fundamental incorpora el punto de vista de Amodio Pérez. Se puede decir que esa primera parte del libro es la historia del MLN tal como la contaría hoy Amodio.
El segundo tercio del libro lo constituye una larga entrevista de Marius al exguerrillero, acusado de traidor por sus ex compañeros. El autor lo interroga sobre temas de la historia del MLN y le pide su opinión sobre los tupamaros más notorios: Mujica, Fernández Huidobro, Zabalza, Engler, Rosencof, etc.
Por último, el libro se cierra con un apéndice documental donde la pieza principal es la historia del MLN que Amodio escribió en 1972.
El efecto general es algo redundante. En líneas generales, podría decirse que OTRA historia épica del MLN, un movimiento que fracasó porque Sendic, Fernández Huidobro y otros no supieron escuchar sus consejos, lineamientos y advertencias.
No hay en el libro una autocrítica seria sobre los efectos que tuvo para la historia del Uruguay y para la vida de los uruguayos (¡hasta hoy!) la decisión tomada en 1963 de alzarse en armas contra la la democracia uruguaya de los años 60, a pesar de que les aconsejó que no lo hicieran.
Amodio no dice estar arrepentido al respecto.
Un ejemplo de esta falta de reflexión sobre las consecuencias de la violencia política es cuando Marius analiza, con la óptica de Amodio Pérez, la toma de Pando, una acción de 1969 que le costó la vida a cinco personas -tres guerrilleros, un policía y un civil- pero que los tupamaros todavía festejan.
En el libro se critica que la dirección del MLN priorizara el efecto de "marketing" del golpe por sobre su seguridad militar: por eso se decidió usar coches fúnebres en lugar de vehículos preparados y veloces.
Más de dos páginas del libro se van en este asunto: con autos veloces -que por supuesto Amodio aconsejó usar- se podrían haber evitado las muertes de los tres tupamaros que cayeron en la operación.
Sin embargo, ni Marius ni Amodio dedican una sola línea a Carlos Burgueño, un ciudadano inocente que había salido de su casa para inscribir en el Registro Civil a a su hijo recién nacido y murió por el tiroteo generado entre policías y tupamaros. Es decir: murió en vano porque el MLN decidió tomar Pando, con marketing o sin marketing, con seguridad militar o sin ella. Lo mató la violencia política, de la cual Amodio es tan responsable como los otros líderes del MLN con los que hoy se enfrenta.
Vale la pena recordar que José Mujica, en la biografía Mujica escrita por el periodista Miguel Ángel Campodónico, también se explaya a lo largo de tres páginas sobre los errores que él cree que se cometieron en Pando y tampoco siquiera menciona a Burgueño.
Podemos concluir que si se sentaran a discutir Mujica y Amodio sobre la toma de Pando, estarían horas hablando de errores tácticos y militares y no dirían una palabra sobre el inocente que perdió la vida por culpa de la aventura en la que embarcaron al país entero.
***
Lo mismo que en los relatos oficiales del MLN, Marius mitifica acciones del MLN que en realidad fueron más patéticas que heroicas. Así por ejemplo se destaca la toma del aeropuerto de Paysandú.
"El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!"
Amodio dice que comenzó a hacer la autocrítica de su pasado guerrillero en 1997. Para los 18 años que han pasado el resultado parece escaso.
Sin embargo, al menos reconoce que fue un horror el haber reinstaurado la pena de muerte en el Uruguay, un demérito que el MLN comparte con el fascista Escuadrón de la Muerte y que hoy casi nadie se atreve a recordar.
Dice Amodio al respecto: "Creímos que por poner nuestras vidas al servicio de una causa que creíamos justa teníamos derecho a disponer de las vidas de los que valorábamos como enemigos y eso nos llevó a no valorar la vida de nadie, ni tan siquiera las de nuestros propios compañeros. Eso es para mí uno de los mayores horrores, con h y con o, que hemos cometido".
Lamentablemente, no se profundiza en el tema. El libro elude referirse la mayor parte de las víctimas del MLN. Se dice, por ejemplo, que las armas se conseguían por "expropiaciones". Se omite relatar todos los policías y hasta coleccionistas de armas que fueron asesinados para robarles un revólver o una pistola vieja.
***
Algunas de las historias que cuenta ya eran conocidas, otras no. Algunas tienen más sustento que otras.
A Sendic lo retrata como un líder torpe y belicista. Lo hace responsable indirecto del asesinato de los cuatro soldados del jeep.
A Rosencof y Engler los acusa de haber integrado la dirección del MLN que ordenó ejecutar a Roque Arteche y a Pascasio Báez.
A Fernández Huidobro lo acusa de haber delatado ante los militares cuáles eran los tupamaros que habían cometido delitos de sangre.
Sin embargo, sus acusaciones flaquean y su relato todo pierde credibilidad al no lograr explicar en forma convincente las acusaciones que pesan sobre sí mismo. Sobre las desaparecidas libras de Mailhos reconoce que las escondió, pero no tiene una explicación cierta sobre su desaparición.
Sobre las acusaciones de traición que le pesan dice que son una leyenda negra urdida por sus enemigos dentro de la organización. Quien de verdad delató a todo el mundo fue Píriz Budes, señala una y otra vez.
Píriz Budes es el Amodio Pérez de Amodio Pérez.
Sobre la acusación de que salía a la calle junto a unidades militares para ayudar a detener a otros tupamaros, afirma que lo confundían con Donato Marrero y Rodolfo Wolf, que eran de físico parecido.
Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)
En definitiva, insiste, él no delató a nadie; solo se limitó a ordenar información que los militares ya tenían y a "asesorarlos".
No queda claro, entonces, por qué fue el único tupamaro al que se le permitió salir casi inmediatamente del país, con su pareja, con una nueva identidad, para recomenzar una nueva vida libre de toda carga en la dorada Europa.
15.4.15
Montonera de plata
Portada de la edición del semanario Brecha |
Camuyrano, que es argentino, dice a quien lo atiende en la Jefatura de Policía que en los últimos cuatro días lo han secuestrado dos veces, se lo llevan y lo vuelven a dejar en el hotel donde está alojado, prometiéndole volver a secuestrarlo. Dice que lo extorsionan y que lo tienen amenazado de muerte. Que le han propuesto “un acuerdo para ser liberado a cambio de la entrega a sus captores de cuatro millones de dólares”. Que lo han obligado a enviar un télex a un banco de Europa con ese objetivo. Que cuando el dinero llegue, sus secuestradores se quedarán con él.
Cuenta que se aloja en el hotel Crillón y que en cualquier momento volverán por él, para exigirle el dinero. Si no lo tiene lo matarán. Y acá viene lo más interesante. Dice que sus secuestradores son militares y policías. Que él no tiene nada que ver con los Montoneros ni con ninguna guerrilla. Que está en Montevideo por negocios, una venta de carne, una exportación de grasa para Bolivia.
Obviamente no era fácil en aquellos años llegar a la Jefatura de Policía y denunciar por secuestro y extorsión a policías y militares. Pero Camuyrano –que no era un niño inocente- habrá estimado que esa era la última carta que le quedaba por jugar, que no tenía otro remedio, que de lo contrario lo matarían.
Todo está registrado en unos papeles que pertenecen al propio Ejército. Y demuestran con claridad, ponen en blanco sobre negro, que ciertos oficiales de la Policía y las Fuerzas Armadas -que tenían a su cargo la lucha antisubversiva- amenazaban, secuestraban y extorsionaban. No como parte del combate a los movimientos subversivos. Sino simplemente, como vulgares ladrones, para quedarse con dinero ajeno.
***
No se sabe si Camuyrano habrá tenido tal grado de sinceridad con quien le tomó la denuncia como para contarle que sus propios negocios tampoco solían ser legales. Más que un empresario, él, Luis Felipe Camuyrano De León, argentino residente en Italia, era un delincuente de cuello blanco. Tenía sus códigos. No usaba la violencia. Lo suyo eran estafas, falsificaciones, droga.
Cuando llegó esa tarde de marzo a la Jefatura de Policía de Montevideo, Camuyrano llevaba apenas cinco meses de goce de libertad, luego de haber pasado un lustro preso en Alemania.
Aunque esa historia no está registrada en los papeles del Ejército, sí está en el ejemplar del 18 de octubre de 1973 del diario La Vanguardia de Barcelona. Camuyrano integraba una banda de estafadores que contactaba a los familiares de las víctimas del naufragio del trasatlántico Andrea Doria para sacarles dinero con el fin de solventar una inexistente operación de recuperación del buque. Decía ser dueño de una sólida y experimentada empresa de rescate marítimo, y exhibía documentos que así lo demostraban. Falsos, claro.
Quién sabe en realidad qué “negocio” había traído a Camuyrano a Montevideo. Es probable que la idea de venir a Uruguay fuera del doctor Ferreira Estrada, socio y compinche, también con antecedentes penales varios: estafa, falsificación y contrabando.
Lo más seguro es que todo haya sido una trampa de Ferreira Estrada.
***
Camuyrano terminó de hacer su denuncia y quien la recibió le dio curso.
El jueves 15 de marzo, un comisario de apellido Márquez le pidió al comisario Luis Campos Hermida, jefe de la Brigada de Narcóticos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, que le prestara “grabadores y captores”: los necesitaba porque había un caso de “secuestro en el hotel Crillón” e iban a investigarlo.
Un secuestro en el hotel Crillón. Campos Hermida se dio cuenta de que se trataba de Camuyrano y se desesperó. Él estaba implicado en esa extorsión. Estaba muy involucrado. ¡Toda la historia había comenzado cinco días antes en su propio despacho!
Hay que parar esto ya mismo, pensó y corrió a la oficina del inspector Leonel Luna Méndez, director de Investigaciones, para pedirle que por favor no siguieran adelante.
El inspector Luna Méndez relataría luego, y quedó anotado por escrito, que Campos Hermida llegó a su despacho exhibiendo una “alteración nerviosa”. Le manifestó que “estaba metido” en una extorsión. Tan atormentado estaba que le dijo que “quería pegarse un tiro”.
Luna se contactó entonces con el mismísimo jefe de Policía de Montevideo, el coronel Hugo Arregui, y le relató lo que estaba sucediendo. Campos Hermida fue interrogado entonces por el Jefe de Policía y declaró más o menos lo mismo. Pidió “que el hecho se hiciera pasar como un procedimiento de Sedición a efectos de no ser perjudicado”.
Se puede suponer que allí mismo Campos Hermida le advirtió a los jefes de la Policía montevideana que no se trataba solo de él, sino que también había metida gente del Ejército, de la OCOA ni más ni menos, el poderoso Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas de las Fuerzas Armadas. Estaba metido un comandante de la OCOA, el teniente coronel Ernesto Ramas.
“Ramas sabía que era por dinero”, admitió Campos Hermida ante sus superiores.
Pero, por algún motivo, sus súplicas no fueron oídas y la investigación siguió.
No se sabe qué pasó en la Policía, pero en el Ejército todo terminó en un Tribunal de Honor. Las actas de ese escandaloso Tribunal de Honor, no todas pero casi, son los papeles que respaldan este informe.
***
Todo había comenzado cinco días atrás.
El 10 de marzo un argentino con antecedentes penales llamado Ferreira Estrada llegó a la oficina del comisario Campos Hermida y pidió para hablar con él.
Campos Hermida diría luego que lo atendió porque lo conocía de un trato comercial que habían tenido en 1962, cuando trabajaba manejando un remise.
Según lo que declaró el comisario cuando fue interrogado como testigo por el Tribunal de Honor del Ejército, Ferreira Estrada le contó que estaba en Montevideo con un socio, un tal Luis Camuyrano, que le debía plata a pesar de que tenía millones de dólares depositados en un banco europeo.
Tras la entrevista, Campos Hermida no informó nada a sus superiores en la Policía sino que se puso directamente en contacto con el teniente coronel Ramas, segundo comandante de la OCOA.
Ramas montó un operativo para detener a Camuyrano. Tampoco él le avisó a su superior, el coronel Julio C. González. Participaron, además de Campos Hermida y el propio Ramas, otros dos oficiales del Ejército, el capitán Julio Tabárez y el teniente primero Antranig Ohannessian; y dos agentes policiales al servicio de la OCOA, los sargentos Nurmi Suárez y Washington Grignoli.
Fue un operativo de la OCOA –a espaldas del jefe de la OCOA- para apresar a Camuyrano.
***
La Policía liberó a Camuyrano, que seguramente habrá escapado a Argentina o regresado a Europa.
Los tres oficiales de la Policía implicados en el secuestro fueron interrogados por sus superiores. Un resumen de sus declaraciones fue entregado como insumo a los miembros del Tribunal de Honor del Ejército. Algunos pasajes de esas declaraciones, muy significativas, aparecen en las actas del tribunal.
No consta si los tres policías implicados fueron sancionados. Sí que el sargento Nurmi Suárez pidió o recibió la baja y se fue a vivir a Argentina.
Campos Hermida y Grignoli fueron citados al Tribunal de Honor solo como testigos, ya que esa corte militar solo tenía como cometido juzgar el proceder de los oficiales del Ejército implicados en el caso. Sus declaraciones, de todos modos, están en las actas.
En el Ejército, mientras tanto y antes de que se conformara el Tribunal de Honor, hubo una investigación “sumaria” que determinó sanciones para Ramas, Tabárez y Ohannessian, firmadas por el propio comandante en jefe, el teniente general Luis Vicente Queirolo.
Queirolo firmó el 30 de abril de 1979 una resolución que establecía que “de acuerdo a las conclusiones arribadas con motivo de la información sumaria realizada ante los hechos (…) se servirá disponer las siguientes medidas disciplinarias”:
Al teniente coronel Ramas, 60 días de arresto riguroso por, entre otros, los siguientes motivos:
1) Interrogar a un detenido en una base y no registrar su ingreso a la misma, ocultando también el operativo.
2) Dar lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
3) Actuar con ligereza, falta de tacto e irresponsabilidad, al llevar a cabo un procedimiento conjunto que posteriormente dio lugar a que se pusiera en tela de juicio su honestidad, integridad y lealtad, al verse involucrado con Subalternos y funcionarios policiales.
4) Agravar su situación por ostentar su calidad de Jefe responsable del operativo, comprometiendo a Oficiales Subalternos y Personal Superior y Subalterno de la Policía.
Al capitán Tabárez, 45 días de arresto riguroso por:
1) Siendo oficial del OCOA, tomar parte de un operativos conjuntamente con Personal Policial, durante el cual se realizaron detenciones, y actuar con ligereza y falta de tacto, dando lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
2) Contravenir disposiciones concretas al no registrar el ingreso de un detenido a una base, siendo Oficial de servicio de la misma, motivando que se intentara ocultar el procedimiento.
Al teniente Ohannessian: 45 días de arresto riguroso por:
1) Siendo oficial del OCOA, tomar parte de un operativos conjuntamente con Personal Policial, durante el cual se realizaron detenciones, y actuar con ligereza y falta de tacto, dando lugar a que un ciudadano extranjero se presentara en la Jefatura de Policía de Montevideo y denunciara haber sido privado de su libertad en dos oportunidades, extorsionado y amenazado de muerte.
2) Ser acusado por Funcionarios Policiales de habérsele encomendado la tarea de realizar averiguaciones en Bancos de plaza para tramitar una transferencia de fondos de un detenido, desde el Exterior a Montevideo, con la presunta finalidad de ser distribuido entre el propio detenido y sus captores”.
Los tres, además, fueron pasados a Tribunal de Honor.
***
El Tribunal de Honor se reunió por primera vez el 11 de junio de 1979 en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas. Lo integraban cuatro coroneles. Como presidente, Doroteo De León. Como vocales, Pedro H. Gonnet y Alfredo A. Rubio. Juan C. Curutchet era vocal secretario.
Oficiaba de auxiliar para el registro de declaraciones y otras tareas de apoyo, pero sin poder de decisión, el mayor Rafael Miranda.
Campos Hermida, cuyo testimonio resultaba clave para saber cómo había comenzado todo, compareció el 24 de julio de 1979.
Hábil declarante, el comisario trató de darle largas al asunto, de diluir el relato y evadir las preguntas con historias laterales exasperadamente largas.
Uno de los coroneles lo interrumpió:
-En forma breve, perdone, quiero que me conteste cómo (Ferreira Estrada) le presentó el caso.
Entonces Campos Hermida contó que Ferreira Estrada fue a verlo a su oficina y le dijo que Camuyrano era un montonero, que “tiene la hija que es montonera, que está en Francia” y que “tiene además 12 millones de dólares en un banco suizo”.
Campos Hermida insistió en que él le pasó al caso al teniente coronel Ernesto Ramas, subjefe de la OCOA, y se desligó del asunto. No le creyeron. Tampoco le creyeron que hubieran secuestrado a Camuyrano pensando de verdad que era montonero. Para el momento de aquella sesión del Tribunal de Honor, más de tres meses después del día en que el argentino se había presentado en la Jefatura de Policía para denunciar su caso, ya estaba del todo claro que Camuyrano no tenía nada que ver con la guerrilla, una información fácilmente comprobable con una llamada de teléfono a los servicios de inteligencia de Argentina.
Por eso mismo, en el Tribunal, en alguna fría sala del Hospital Militar, esos cuatro coroneles le preguntaron una y otra vez a Campos Hermida por qué no había chequeado la información que le había proporcionado un hombre al que no veía desde hacía tantos años, que no era un informante habitual y que tenía antecedentes penales, antes de pasarla a la OCOA y montar un operativo.
Un coronel le dijo al comisario con evidente disgusto:
-Yo lo que no veo claro es cómo ustedes le creen con tanta seguridad a Ferreira Estrada de que el hombre era montonero…
Otro coronel le preguntó si dado que Camuyrano supuestamente era montonero, por qué Ferreira Estrada no lo había denunciado en Argentina y había venido a hacerlo a su oficina.
Las explicaciones de Campos Hermida no resultaron creíbles. Los militares que lo interrogaban no le creyeron nada, según queda claro de la lectura de las actas.
Uno de los coroneles le recordó al comisario su desesperada irrupción en la oficina del inspector Luna, cuando el asunto comenzó a descubrirse:
-Comisario Campos; en determinado momento, ante uno de los Comisarios Inspectores, ante ese camarada usted manifestó con un gesto deprimido que estaba metido en el asunto de la extorsión y que quería pegarse un tiro. ¿Cuál era el motivo de la desesperación, entonces? Está en las declaraciones.
Campos Hermida respondió que no había sido tan así.
-Aunque usted diga que no es así, usted firmó allí- le recordaron- Ya de entrada se sabía que andaba en danza el dinero.
Campos Hermida lo admitió:
-Sí, señor.
Luego trató de hacer una precisión: “había dinero; no era por dinero, había dinero, es distinto”.
Pero reconoció que pensaban hacerse con el dinero de Camuyrano y que le darían una parte a Ferreira Estrada por haberles pasado el dato.
“Si son cinco partes, es una que hay que respetar para el informante”, le explicó Campos Hermida a los coroneles, sin pudor. Y contó que le había dado garantías al informante de que podía confiar en los hombres de la OCOA: ellos respetarían el acuerdo para repartir el dinero y le entregarían su parte. Citándose a sí mismo, el comisario recordó ante el Tribunal de Honor las palabras con la que había tranquilizado a su informante: “En eso usted no va a tener ningún problema Ferreira, con esta gente no va a tener ningún problema, si en caso de que se reciba ese dinero, que ese dinero esté oficialmente, delo por hecho, no le quepa la menor duda”.
-¿Por qué causa –le preguntó uno de los coroneles- se presentó usted en el despacho del señor Jefe de Policía, parece que alterado psíquicamente, y le dio a entender al Señor Jefe de Policía que se podía encontrar involucrado en un hecho delictivo. (…) Y por qué usted (…) le pidió al Señor Jefe de Policía que se hiciera pasar el hecho como de un procedimiento de sedición a efectos de no perjudicarlo.
-Bueno –respondió- yo no recuerdo, no recuerdo que haya dicho esas palabras, que se hiciera pasar un procedimiento….
-Le pidió al Jefe de Policía que hiciera pasar el hecho como un procedimiento de sedición a efectos de no perjudicarlo… -le refrescaron la memoria, mostrándole sus propias declaraciones ante los mandos policiales.
Campos Hermida pasó vergüenza en el interrogatorio. “Yo sé que tal vez ninguno de ustedes crean lo que yo les estoy diciendo”, dijo en un momento.
Por último le preguntaron por el comandante Ramas. En sus declaraciones ante los jefes policiales, Campos Hermida había dado a entender claramente que Ramas solo quería el dinero de Camuyrano. Ahora intentó rebajar sus afirmaciones:
-A mí me preguntan después qué pienso yo, si el comandante Ramas podía haber hecho esto, podía haber hecho una extorsión, yo no creo que él, de ninguna manera, que el comandante Ramas pueda haber hecho una extorsión, no lo puedo creer. (Pienso) que barajaron mal la cosa o que manejaron mal el procedimiento.
***
Leyendo las sucesivas entrevistas realizadas por el Tribunal de Honor se puede reconstruir qué pasó con Camuyrano.
Todo fue muy rápido. Ferreira Estrada habló el sábado con Campos Hermida. El comisario llamó a Ramas y se planificó el operativo. El domingo de noche, a las 21 horas, detuvieron a Camuyrano en la esquina de Uruguay y Paraguay.
Lo llevaron, encapuchado y esposado, no la base de la OCOA sino a la casa de Ramas en El Pinar, sin dar aviso del procedimiento a los superiores de la OCOA ni de la Policía.
Ramas, el dueño de casa, interrogó personalmente a Camuyrano. Es de suponer que habrá empleado los oprobiosos métodos a la usanza del momento. Pero no se puede saber con certeza, porque si bien el interrogatorio de los cuatro coroneles que conformaron el Tribunal de Honor es meticuloso en cuanto a si se cometió o no una extorsión, no hay preguntas sobre malos tratos o torturas al detenido.
Sea como sea que haya sido, en esa primera jornada de interrogatorio en la casa de El Pinar quedó claro que Camuyrano tenía dinero en Europa.
El argentino fue luego llevado al hotel Crillón de modo que pudiera realizar los trámites necesarios para traer los dólares, cuatro millones que se repartirían entre sus secuestradores y Ferreira Estrada.
Según declaró Campos Hermida, “Ramas le manifestó que liberó al detenido para posibilitar algún contacto, que dinero existiría, estando en averiguaciones si se podría transferir…”
El martes 13 volvieron a secuestrar a Camuyrano y esta vez lo llevaron a la “base Roberto” de la OCOA, aunque nuevamente no anotaron su ingreso ni avisaron al coronel al mando.
Volvieron a interrogar al argentino, seguramente preguntándole qué había podido avanzar para traer el dinero a Uruguay. Camuyrano relató a la Policía que tras ese segundo secuestro, el propio Ramas lo llevó de regreso al hotel Crillón y le anticipó que a partir de ese momento los interrogatorios serían a cara descubierta.
Quizás ese detalle fue el que hizo entrar en pánico a Camuyrano y lo decidió a presentarse en la Jefatura de Policía para denunciar su caso.
***
El sargento Grignoli, interrogado como testigo por el Tribunal de Honor acerca de los motivos por los cuales Camuyrano fue detenido, respondió:
-Era un montonero, que estaba acá buscando documentos, tratando de conseguir documentos para presuntamente… habría un dinero de por medio que estaba en Europa que sería de los Montoneros y que habría tratado de recuperarlo…
Antes, cuando sus jefes de la Policía le preguntaron en qué lío andaba metido, Grignoli lo había contado todo. Había dicho entonces que el teniente Ohannessian había quedado encargado de hacer los trámites con el banco en el que Camuyrano tenía los millones, para que los dólares fueran girados a Uruguay.
Los coroneles del Tribunal de Honor, con esas declaraciones en sus manos, le recordaron sus dichos a Grignoli. Uno de ellos le preguntó:
-¿Por quién tuvo conocimiento usted que el Teniente Ohannessian era el encargado de hacer averiguaciones con respecto a la posible transferencia de fondos de Europa hasta acá?
Luego de unos balbuceos, Grignoli respondió que lo presumió porque usualmente Ohannessian se encargaba de ese tipo de trámites.
Uno de los coroneles del tribunal le retrucó:
-Sí, bueno, pero en las declaraciones usted no dice que presume, usted dice que fue él el encargado. ¿Se acuerda en qué momento usted se enteró o de qué forma, expresado correctamente y no presunciones?
-No, Señor, concretamente quién me lo dijo no recuerdo.
-¿Pero usted tenía la seguridad de que él era el encargado?
-Sí, yo pienso que sí, no tengo ninguna otra cosa que pensar, de otra persona que pueda hacerlo, ni que alguien más pudiese…
***
Ohannessian declaró que no hizo ninguna averiguación en los bancos para traer el dinero de Camuyrano desde Europa. Es “totalmente mentira al cien por cien”.
Sin embargo, admitió que Ramas le habló del dinero tras interrogar a Camuyrano.
Las actas de las comparecencias de Ramas y Tabárez ante el Tribunal de Honor faltan en los papeles a los que se accedió. Sin embargo, en sus considerandos finales, el Tribunal repasa los principales datos obtenidos en su pesquisa y allí se citan algunos pasajes de lo que declararon estos dos oficiales.
Ramas, por ejemplo, dijo que aceptó la propuesta de Campos Hermida para detener a Camuyrano porque quería impresionar a sus superiores. Relató que tras el primer interrogatorio en El Pinar, le quedó claro que Camuyrano no era montonero y que le habría dicho a Campos Hermida que era todo un “bolazo”.
Sin embargo, no pudo explicar por qué entonces lo volvió a secuestrar otra vez dos días después.
Según quedó estampado en las conclusiones del Tribunal de Honor, según Ramas “el motivo de esta nueva detención se debió a nuevos informes surgidos de la Policía, pero no puede determinar cuáles fueron, aunque ambos interrogatorios fueron conducidos por él”.
Además, Ramas admitió que en el segundo interrogatorio a Camuyrano, en la base de la OCOA, “se trató la posibilidad de efectuar una transferencia de fondos de bancos europeos”.
Tabárez, por su parte, en su comparecencia ante el Tribunal de Honor, manifestó que Ramas, que era su superior, le ordenó participar del operativo y le dijo que se trataba de detener a un montonero.
Relató haberle preguntado a su jefe qué opinión tenía el coronel González, el jefe de la OCOA, sobre el operativo y recordó que su superior le respondió que “aún no había hablado con el señor Coronel a los efectos de no crear una falsa expectativa”.
Tabárez dijo no haber participado de la sesión de preguntas a Camuyrano pero contó que Ramas le comentó “que del interrogatorio practicado no surgen indicios de valor subversivo”. Y que personalmente escuchó como Camuyrano le decía a Ramas que tenía dinero depositado en Alemania y Suiza.
Además, agregó que luego de la segunda detención del argentino, Ramas le ordenó retirar cierta documentación de la OCOA, al parecer referente al caso.
El Tribunal no interrogó al sargento Nurmi Suárez, porque ya no revestía en la Policía y había emigrado a Argentina. Pero se cita lo que Suárez manifestó cuando fue interrogado por sus superiores de la Jefatura de Policía de Montevideo, declaraciones muy significativas que quizás expliquen por qué Suárez no siguió en la Policía y se marchó del Uruguay. Dice en una de las fojas del Tribunal de Honor.
“El ex sargento Nurmi Suárez, en el interrogatorio primario, admite haber participado en el operativo, conjuntamente con los señores teniente coronel Ernesto Ramas, capitán Julio Tabárez, teniente primero Antranig Ohannessian, comisario Campos Hermida y sargento Primero Washington Grignoli, manifestando que los actuantes en ningún momento hablaron de sedición y sí de reparto de dinero, hecho ratificado en su Acta Policial”.
Suárez también relató que “el Teniente Primero Antranig Ohannessian había manifestado que no había necesidad de viajar a Europa para efectuar la transferencia de los fondos y habría quedado en hacer las averiguaciones al respecto”.
***
Todo lo que ocurrió después no es menos escandaloso. Los coroneles que tan duramente habían interrogado a los testigos y a los acusados, en vistas de las declaraciones obtenidas, debieron necesariamente haber llegado a la conclusión que el secuestro de Camuyrano había tenido como fin principal, o único, el hacerse con su dinero. Un secuestro extorsivo. Un delito común, vulgar y grave.
De hecho, en los vistos y considerandos de su resolución final, todo apunta en ese sentido.
Pero, sin embargo, el Tribunal de Honor emitió un fallo muy benévolo (...)
CONTINÚA
Fragmento del reportaje "Montonera de plata". La versión completa se encuentra en el libro Herencia maldita. Historia de los años duros.
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