En una entrevista que se publicó el fin de semana en el Sábado Show del diario El País, al relator le preguntaron por qué no se presentó en el juzgado el día que debía dirimirse la demanda penal que él mismo había presentado contra Luciano Álvarez y contra mí.
El diálogo fue así:
—Hace tres años, el libro Relato Oculto señalaba algunos vínculos suyos con militares en tiempos de la dictadura uruguaya. Usted entabló una demanda contra los autores pero no se presentó, ¿por qué?
—Porque entendí que lo único que hacía era fomentar la promoción del tema. Yo había pedido que fuera una cosa absolutamente sin participación periodística. No quería una situación escandalosa porque de ese río revuelto siempre se sale mal. Para colmo tenía un cólico nefrítico. Había gente que me decía "¿para qué vas a ir?" Yo estaba en la duda. Estaba enfermo y tenía miedo a la exposición...
La ausencia del relator de fútbol en el juzgado de la calle Bartolomé Mitre para comparecer en su propia demanda ya fue explicada otras veces por él mismo de un modo distinto. Primero le dijo al diario El País que no vino a Montevideo debido a "un alto nivel de contractura y de estrés". Solo después la contractura y el estrés se tornaron "cólico nefrítico" y aparecieron los consejos de sus "políticos amigos".
Como siempre, el relator reescribe los hechos.
Hace unos días en una entrevista radial que me hizo el programa Segunda Pelota conté como fueron las horas previas al juicio. Lo repetiré ahora para que los lectores puedan comprender mejor por qué Morales no vino a impulsar la demanda penal que él mismo había iniciado.
Un par de días después de ponernos la denuncia, el relator nos hizo llegar a Luciano y a mí, a través de sus abogados y del nuestro, una propuesta de conciliación.
Era un documento de tres puntos que él y nosotros firmaríamos y entonces él desistiría de querer enviarnos a la cárcel.
¿Qué decía esa fórmula de paz?
Básicamente, afirmaba que nuestro libro era una "investigación histórica seria y objetiva" y admitía la participación del relator en "algunas reuniones sociales" celebradas en el batallón Florida entre 1975 y 1977. Pero también agregaba que de los hechos narrados en el libro no se podían sacar conclusiones generales sobre la personalidad de Morales ni dudar de su fe democrática ni concluir que fue "complaciente o condescendiente con la dictadura militar".
Cuando uno tiene que presentarse en un juzgado penal con la eventual posibilidad de ir preso, uno tiende a buscar una salida. La declaración, por otra parte, reconocía que el libro que algunos habían denostado con tanta virulencia es serio y solo cuenta hechos reales.
Pero cuando uno analizaba el asunto con un poco más de calma surgían las dudas. ¿Luciano y yo teníamos que firmar un documento avalando las credenciales democráticas de Víctor Hugo Morales? ¿Por qué?
Visto en perspectiva, la respuesta era: No.
Nosotros habíamos hecho un trabajo serio y documentado, que -por otra parte- no solo trataba sobre los famosos episodios del batallón Florida. A pesar de todo el escandalete montado, nadie le había podido rebatir ni una línea (hasta hoy). Si Morales es un demócrata o no, si el haber vivido de fiesta con los militares en los años más duros de la dictadura, si haberse olvidado luego de esos amigos justo cuando el viento cambió, si mentir sobre su pasado, si decir que lo prohibió la dictadura cuando en verdad lo prohibió la AUF y la dictadura fue corriendo a rescatarlo, etc., etc. si todo eso lo hacen un demócrata, un buen o mal tipo, un embustero, el Che Guevara o un acomodaticio, eso no lo teníamos que decir ni Luciano Álvarez ni yo. Eso lo tenía que decidir el público.
Entonces dijimos que no firmábamos nada.
Que íbamos a juicio.
Que Morales demostrara en el juzgado que nos habíamos equivocado.
Que dijera y demostrara dónde y cómo.
Que probara que había difamación e injurias ante un juez del Uruguay, no ante la tribuna de alcahuetes.
Entonces fue en ese momento, en ese preciso momento, justo ahí, lo que son las cosas, no se puede creer, en un periquete aparecieron la contractura, el estrés, el cólico nefrítico, las ganas de no hacer bulla y el consejo de los "amigos políticos".
Que cada uno saque sus conclusiones.
Walkover. Todos en el juzgado menos el denunciante. Foto: Nicolás Garrido |
No hay mucho que agregar. A buen entendedor...
ResponderEliminarA buen entendedor...
ResponderEliminarLlegué hasta aca por una nota sobre su post de diciembre del año pasado que salió en el diario infobae de Argentina... Me encantó lo poco que leí hasta acá... Seguiré leyendo. Saludos
ResponderEliminarLamentablemente la tecnología está entorpeciendo la comunicación. Hoy se privilegia rapidez ( Google) y no contenido.
ResponderEliminarEl tan temido momento presentido por Einstein ha llegado.
Lo que a mí me preocupa es que esta generación en unos años será dirigencia. No va resultar extraño ver muchos Trumps.. o
Mis hijos treintaneros sin cultos, informados pero esclavos de los juegos...
Mis nietas adolescentes no levantan la vista ..sólo miran el celular. Creo que el desinterés en el mundo es total.