No es normal que la ciudad de Salto ocupe el centro de la atención continental, pero eso ocurrió el martes 23 cuando Uruguay amaneció con la trágica noticia del accidente protagonizado por el padre de Edinson Cavani que le costó la vida a un joven de 19 años.
El papá del futbolista había bebido y sin embargo conducía una camioneta cuando atropelló y mató al joven motociclista. Para cuando el asunto se hizo público, Luis Cavani ya estaba detenido en espera de ser trasladado ante un juez.
La noticia provocó de inmediato el interés en el resto del mundo, por el impacto que podía tener en el desempeño de Edinson Cavani, uno de los más reconocidos integrantes de la selección uruguaya que estaba disputando la Copa América.
Como mi trabajo de corresponsal en Uruguay de la agencia Associated Press supone no informar de noticias que no estén confirmadas, busqué la confirmación oficial sobre el accidente en el juzgado y la policía de Salto.
Fue así que recibí el comunicado matutino de la Jefatura de Policía de esa ciudad, donde se relatan los acontecimientos de la noche anterior. Todos los días la policía salteña emite esos comunicados, una rutina a la que nadie presta demasiada atención. Si el padre de Cavani no hubiera atropellado al motociclista yo jamás lo habría leído.
Pero lo leí.
Salto es una ciudad importante en Uruguay, pero en términos mundiales o continentales es una ciudad mediana o incluso pequeña. Allí viven unos 100.000 habitantes, lo que la hace unas 13 o 14 veces menos poblada que Montevideo. Pero el comunicado matutino de la Jefatura está lejos de pintar la noche de una ciudad bucólica.
Para empezar, se denunciaron siete robos.
El dueño de una chacra de la avenida Concordia sorprendió a dos hombres que le estaban robando morrones. Pudo detener a uno, pero el otro escapó. Un hombre denunció que otro le puso algo en el vino y aprovechó para robarle la billetera. Otro salteño se presentó ante la policía y relató que ladrones entraron a su casa y lo despojaron de una larga lista de objetos y joyas, también de dos cajas de balas una calibre 22, otra calibre 38 y un rifle. A otro hombre le robaron el celular en su lugar de trabajo. Un comerciante denunció que los ladrones rompieron el techo de su comercio y se llevaron dos cajas registradoras. A otro hombre le entraron al galpón contiguo a su casa y le robaron gran cantidad de herramientas de trabajo.
Además, la policía recuperó una moto robada y logró detener a un menor adicto a las drogas que se encontraba fugado del INAU.
El comunicado abunda en incidentes violentos.
En la calle República Italiana al 1100, una patrulla encontró a un hombre tirado en el piso con un "corte profundo en la cabeza". Lo llevaron a un hospital, pero se fugó antes de poder ser visto por los médicos.
Otro hombre llegó a una dependencia policial y denunció que ocho menores de edad le apedrearon su domicilio en la calle Valentín, provocando daños en el techo de chapa. No era la primera vez que le hacían algo parecido.
Un motociclista agredió a los inspectores que lo detuvieron por circular sin casco y fue detenido.
Un borracho, que quemaba cartones en la calle, intentó arrancar el contador de UTE de la fachada de un comercio, en pleno centro.
Muchos de los actos de violencia consignados en el comunicado ocurrieron en los hogares salteños.
Una mujer denunció que su hijo, menor de edad se peleó con su hermano, y cuando ella intentó calmarlo, él la insultó, la empujó con violencia y luego tomó una madera y rompió todo lo que encontró cerca.
Un hombre denunció que su ex pareja, una mujer, fue a su casa por la noche y lo agredió verbalmente "a los gritos" y "con el más bajo vocabulario". Luego le tiró una piedra en la cabeza.
Una mujer denunció a su esposo por "reiteradas agresiones verbales y físicas". La pareja ya está disuelta, explicó ella, pero siguen viviendo bajo el mismo techo porque él tiene otro lugar donde ir.
Eso es lo que consigna el comunicado. Cabe imaginar cuántos robos no habrán sido siquiera denunciados y cuántos casos de violencia familiar habrán quedado guardados, criando rencor, sepultados por el pudor, la vergüenza o el miedo.
Una noche en Salto. Una noche en la que la única noticia que llegó a los medios fue la del padre de Cavani.
Más o menos lo mismo que pasó en Salto habrá ocurrido también en las otras capitales departamentales que tiene el país. Y habrá pasado multiplicado por 12, 13, 14 o 15 en Montevideo.
Los casos de violencia doméstica -de los que todas las semanas tenemos ejemplos trágicos- merecen un renglón aparte. Hombres contra mujeres, mujeres contra hombres, hermanos contra hermanos y contra sus madres.
Los casos de violencia doméstica en Salto se multiplicaron por dos entre 2011 y 2014, informó el 9 de marzo el diario local El Pueblo. En 2014 hubo 2.673 denuncias.
Y no es solo en Salto. Hace unos días el diario El Observador, citando un estudio presentado en el Palacio Legislativo, informó que las muertes por este tipo infame de violencia en Uruguay son proporcionalmente cinco veces las de Chile y diez veces las de España. ¿Qué es lo que ocurre en este país para que dentro de sus propios hogares los uruguayos se comporten de un modo tan ruin y violento con sus propia familia?
La respuesta -que no debe ser simple- seguro no está en las toneladas de propaganda oficial y publicidad autocomplaciente con la que somos bombardeados día y noche, la machacona y anestesiante prédica de un Uruguay idílico que en realidad no existe.
Más que a la tanda de la televisión, Uruguay se parece a los modestos comunicados que cada día redacta un policía salteño para que nadie lea, salvo que el horror alcance de costado a un futbolista famoso. Habría que leerlos más, porque el primer paso para solucionar cualquier problema siempre es asumirlo.
el.informante.blog@gmail.com
29.6.15
Una noche en Salto
Labels:
Derechos humanos,
Uruguay,
Violencia doméstica
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