Leopoldo Galtieri invadió las Malvinas como un gesto desesperado por revertir la mala imagen de su gobierno y lograr que la dictadura continuase en el poder.
Puede parecer descabellado y lo fue, pero en principio la jugada no le salió mal: cientos de miles de argentinos, representantes de una abrumadora mayoría, fueron a la Plaza de Mayo a vivarlo como a un campeón. Claro, hoy a nadie le gusta recordar que semejante personaje de manos sanguinolentas fue, por unos días, el mayor héroe de la nación. Nadie estuvo ese día en la Plaza de Mayo.
Hoy, a la luz del escandalete de Papel Prensa, parece evidente que el matrimonio K. desempolva viejos temas de hace treinta años haciendo cálculos como Galtieri los hizo, entre whisky y whisky, en 1982.
Los K., como los militares entonces, quieren ganar tiempo en el poder. El tiempo es muy importante para el matrimonio K. entre otras cosas porque cada año que pasan en la Presidencia su patrimonio crece en millones de dólares, como se ha demostrado. El modo en que se ha enriquecido esta pareja presidencial, suerte de Pimpinelas de la política y del Progresismo, amigos de nuestro presidente, no recuerda ya a Galtieri, sino a Carlos Saúl Menem.
Cuando los argentinos lo reeligieron, toda la inmoralidad que rodeaba a Menem y su séquito estaba a la vista, rompía los ojos. Sin embargo, allá fue la mayoría a votarlo, a darle un segundo mandato, a renovar el contrato con la corrupción, la pizza con champán y el baile con las odaliscas.
Después, cuando el castillo de naipes se derrumbó y el pillaje quedó a la vista, nadie fue. Salvo excepciones, ningún argentino dice hoy: yo voté dos veces a Menem. Lo mismo que aquella tarde en que Galtieri fue coronado en la Plaza de Mayo, nadie estuvo, nadie fue, nadie tiene nada de que arrepentirse.
Con los K. pasará lo mismo. Ya llegará el día en que la feroz propaganda, las enconadas luchas contra molinos de viento y el ejército de alcahuetes (uruguayos incluidos) no podrán ocultar como la democracia argentina se ha rebajado en estos años, mientras el matrimonio presidencial llenaba sus depósitos bancarios de millones y millones de dólares, como si de cambio chico se tratara.
Ese día va a llegar. Y cuando llegue, nadie habrá sido. Como ocurrió con Galtieri, como ocurrió con Menem, todos en Argentina serán inocentes y dirán: ¡Qué horror! ¡Cómo pudo pasarnos esto!
Artículo de Leonardo Haberkorn
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