Salvo por un breve encuentro que al parecer habíamos tenido más de 20 años atrás, y que yo no pude recordar, no nos conocíamos. Hablamos de cosas que nada tenían que ver con la política. Cuando terminamos y ya nos íbamos a despedir, me dijo:
-Antes de irme quiero felicitarte por tu libro.
Le pregunté por cuál. Se refería a Historias Tupamaras. Me dijo, palabras más, palabras menos (yo no estaba grabando ni tomando apuntes ya que no se trataba de una charla periodística):
-Yo en aquellos años era “bocamaro”, es decir tupamaro de boca. Y por mi propia experiencia sé que muchas cosas fueron exactamente como se cuentan en el libro. Otras no las viví, pero los testimonios que recogés son categóricos. Es una vergüenza cómo los tupamaros han reescrito la historia, contando un cuento de hadas que nada tiene que ver con lo que pasó en la realidad. Y que los jóvenes de hoy se lo creen todo. Que ellos nacieron para luchar contra la dictadura, por ejemplo. Claro, el cuento de hadas es mucho más lindo que la realidad...
No es la primera vez que me pasa. Muchos frenteamplistas me han dicho lo mismo. Saben que el relato rosa que se ha inventado el MLN es mentira. Agradecen que Historias Tupamaras se atreviera a enfrentar los mitos del MLN.
No me parece raro, ya que el libro no es de izquierda ni de derecha, sino que simplemente intenta aportar testimonios, documentos y una nueva óptica sobre una parte importante de la historia reciente.
El filósofo argentino José Pablo Feinmann, un referente del progresismo, escribió días atrás en Página 12 respecto a cómo debería ser la militancia izquierdista hoy:
“Si quieren admirar al Che como símbolo de la rebelión, perfecto. Si lo toman como el héroe y el mártir de la lucha armada y el foco (teoría que le dio un francesito de esos años: Regis Debray y que Guevara perfeccionó y llevó a la práctica, una práctica desastrosa en la que sin duda tuvo la dignidad impecable de morir, de poner su cuerpo al lado de sus ideas, penosamente equivocadas, de aquí que ese cuerpo terminara acribillado por un pobre y asustado soldadito boliviano) el camino será otra vez el del desastre. Si insistimos tanto en la militancia territorial y no en la violencia, es porque la violencia fue un mal camino”.
Ése, exactamente, es el tema de fondo de Historias Tupamaras.
Por eso cada vez que algún militante o adherente frenteamplista notorio me felicita en privado por el libro, además de la lógica satisfacción, siempre me asalta la misma pregunta: ¿por qué las instituciones de la izquierda frentista que no es pro MLN han ignorado a Historias Tupamaras? ¿Por qué sus partidos, sus dirigentes, sus periodistas y sus intelectuales, salvo un par de notorias excepciones, no han dicho nunca nada sobre el libro?
Llama la atención: seis ediciones consecutivas, casi 6.500 ejemplares vendidos, miles de frenteamplistas agradecidos y, sin embargo, ese profundo silencio.
-Antes de irme quiero felicitarte por tu libro.
Le pregunté por cuál. Se refería a Historias Tupamaras. Me dijo, palabras más, palabras menos (yo no estaba grabando ni tomando apuntes ya que no se trataba de una charla periodística):
-Yo en aquellos años era “bocamaro”, es decir tupamaro de boca. Y por mi propia experiencia sé que muchas cosas fueron exactamente como se cuentan en el libro. Otras no las viví, pero los testimonios que recogés son categóricos. Es una vergüenza cómo los tupamaros han reescrito la historia, contando un cuento de hadas que nada tiene que ver con lo que pasó en la realidad. Y que los jóvenes de hoy se lo creen todo. Que ellos nacieron para luchar contra la dictadura, por ejemplo. Claro, el cuento de hadas es mucho más lindo que la realidad...
No es la primera vez que me pasa. Muchos frenteamplistas me han dicho lo mismo. Saben que el relato rosa que se ha inventado el MLN es mentira. Agradecen que Historias Tupamaras se atreviera a enfrentar los mitos del MLN.
No me parece raro, ya que el libro no es de izquierda ni de derecha, sino que simplemente intenta aportar testimonios, documentos y una nueva óptica sobre una parte importante de la historia reciente.
El filósofo argentino José Pablo Feinmann, un referente del progresismo, escribió días atrás en Página 12 respecto a cómo debería ser la militancia izquierdista hoy:
“Si quieren admirar al Che como símbolo de la rebelión, perfecto. Si lo toman como el héroe y el mártir de la lucha armada y el foco (teoría que le dio un francesito de esos años: Regis Debray y que Guevara perfeccionó y llevó a la práctica, una práctica desastrosa en la que sin duda tuvo la dignidad impecable de morir, de poner su cuerpo al lado de sus ideas, penosamente equivocadas, de aquí que ese cuerpo terminara acribillado por un pobre y asustado soldadito boliviano) el camino será otra vez el del desastre. Si insistimos tanto en la militancia territorial y no en la violencia, es porque la violencia fue un mal camino”.
Ése, exactamente, es el tema de fondo de Historias Tupamaras.
Por eso cada vez que algún militante o adherente frenteamplista notorio me felicita en privado por el libro, además de la lógica satisfacción, siempre me asalta la misma pregunta: ¿por qué las instituciones de la izquierda frentista que no es pro MLN han ignorado a Historias Tupamaras? ¿Por qué sus partidos, sus dirigentes, sus periodistas y sus intelectuales, salvo un par de notorias excepciones, no han dicho nunca nada sobre el libro?
Llama la atención: seis ediciones consecutivas, casi 6.500 ejemplares vendidos, miles de frenteamplistas agradecidos y, sin embargo, ese profundo silencio.