10.10.15

Corrección a Jorge Zabalza

Jorge Zabalza fue entrevistado por el periodista Gerardo Tagliaferro, en su ya tradicional espacio en Montevideo.com llamado "Las 40". Allí el periodista le hace 40 preguntas a su entrevistado y en este caso la pregunta 18 fue:
-En el marco de la llamada "tregua" del año 72 estuvieron los trabajos conjuntos de militares y tupamaros en el Florida contra los "ilícitos económicos", por los cuales se llegó a detener gente. ¿Tenés constancia de que tupamaros hayan participado en torturas a detenidos por este motivo?
Zabalza respondió:
-No tengo testimonio directo de eso. Hubo gente que participó en el levantamiento y análisis de las declaraciones. Eso sí lo tengo claro. El que dice eso es el coronel Agosto (en el libro Milicos y tupas, de Leonardo Haberkorn). No he oído a ninguno de los compañeros que estuvo detenido en esos lugares -que fueron el Batallón Florida, el cuartel de La Paloma, el 9.º de Caballería y el Ingenieros I- hablar de que hayan participado en la tortura.
Milicos y tupas, de Leonardo HaberkornLa respuesta de Zabalza es equivocada, lo que dice no es cierto, y eso me obliga a escribir esta aclaración.
Milicos y tupas no fue escrito para denunciar que hubo tupamaros torturadores, que los hubo.
El libro ha tenido lectores atentos y críticos que han captado bien su espíritu general. Invito a los que tengan curiosidad a leer aquí las críticas de Guillermo Zapiola en El País y de Salvador Neves en Brecha, por ejemplo. O la presentación que hizo del libro el historiador Gerardo Caetano.
Pero el tema de los tupamaros torturados-torturadores vuelve una y otra vez.
Y entonces Zabalza dice lo que dice. Y lo que dice no es verdad.
Lo que el hoy coronel retirado Luis Agosto, que en 1972 era capitán, afirma en el libro respecto a la colaboración de tupamaros a la hora de interrogar a los detenidos por supuestos "ilícitos económicos" está en la página 156 del libro.


Cito en forma textual:
"Según el coronel Agosto varios tupamaros ayudaron en la tarea de teatralizar la tortura:
-Los tupas se prestaban para estar en celdas cercanas y gritar en esos momentos. Desde la pieza de al lado a la que usábamos para interrogar a los ilícitos, los tupas gritaban: '¡No, no me mates!, ¡no me mates!', y los tipos se asustaban y declaraban sin que les hiciéramos nada. Los tupas gritaban y los tipos se cagaban y pedían para confesar".
Es decir, lo que Agosto recordó en el libro es que hubo tupamaros que colaboraron para interrogar a los supuestos delincuentes económicos, pero él no dijo que hayan torturado junto con los militares.
Los que sí dijeron eso, y no puedo entender cómo Zabalza lo olvidó, fueron otros tupamaros, asqueados por los recuerdos de aquella situación.
En Milicos y tupas se recoge el testimonio del contador Carlos Koncke, preso en aquel entonces por tupamaro. Su testimonio está en la página 157:

"A mí los militares quisieron llevarme a interrogar, pero yo les dije que de ninguna manera, que eso era cosa de ellos. Pero recuerdo a un tupa que sí aceptó interrogar a los ilícitos, y fue. Yo lo vi. ¡Lo vi yo mismo! Era un tipo muy especial, un verdadero rico tipo. Y cuando volvió se ufanaba: '¡Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!'. Estaba orgulloso de lo que había hecho".

También en el libro se incluye el testimonio de una tupamara que no quiso presentarse con su nombre verdadero, el único caso en el libro. Yo acepté su anonimato porque conozco los problemas que le sobrevendrían si se presentara en público con su nombre, Ojalá se hubiera atrevido a hacerlo, pero no se animó.
La llamé "Mónica" en el libro y su testimonio coincide con el de Koncke. Sus dichos refieren al trato que recibió en el cuartel de La Paloma el contador León Buka, uno de los detenidos durante la tregua entre militares y tupamaros.
El testimonio de "Mónica" está en la página 158:

"Buka fue torturado por gente del MLN. La idea era mostrarle al resto de los compañeros que la cosa iba en serio, que eso era una nueva revolución que se estaba llevando adelante. 'A estos hijos de puta les va a pasar esto de ahora en más'. Ese era el mensaje. Cuando lo devolvían de la tortura, una compañera que sacaba medicamentos de la enfermería le daba analgésicos y Valiums a Buka. '¿Qué estás haciendo?', le decían. 'Estoy ayudando a un pobre tipo' -respondía ella; la tortura nunca es admisible'".

En Milicos y tupas se recoge también el testimonio del tupamaro Pedro Montero, incluido en el libro Ecos revolucionarios (2003), de Rodrigo Vescovi.
Montero coincide con Koncke y con Mónica.
La cita está en la página 158 de Milicos y tupas. Le dijo Montero a Vescovi:

"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura. Recuerdo que dentro del batallón Artillería 2 viví la tortura de civiles de derecha y a eso me opuse. El contador de Peirano fue defenido por mí dentro de Artillería 2 (...) Y lo que no puede ser es que hubiese compañeros nuestros haciendo, digamos, de soporte asistencial a los torturadores y preguntando. Y eso para mí, que me disculpen, no lo paso ni lo dejo pasar, lo denuncio. (...) Era infame".

Espero que la memoria de Zabalza se haya refrescado.
No es el coronel Agosto quien dice en mi libro que hubo tupamaros torturadores.
Son otros tupamaros quienes lo cuentan.

15.9.15

Cuando tupamaros torturaron con militares

Milicos y tupas, tregua, ejército, MLNEn Milicos y tupas cuento la vida de dos tupamaros y un militar que coincidieron en 1972 en Artillería N°1, el cuartel conocido como "La Paloma".
Esa fue una de las unidades donde prendió fuerte la tregua alcanzada entre el Ejército y el Movimiento de Liberación-Tupamaros, que en aquel año trabajaron juntos, se prepararon para un eventual gobierno que los tendría como aliados y emprendieron una campaña de captura de supuestos delincuentes económicos, los famosos "ilícitos".
Los tupamaros que en el cuartel de Artillería N°1 trabajaron codo a codo con los militares lo hicieron siguiendo una orden de la dirección tupamara. Como en todos los puntos que trata el libro, hay testimonios con nombre y apellido que lo relatan.
Es una historia incómoda, que a ninguna de las dos partes le gusta reconocer. Pero que es tan sorprendente como verdadera.

Cuando los supuestos delincuentes económicos comenzaron a llegar al cuartel fueron interrogados con los mismos métodos que se habían empleado contra los tupamaros. Fueron torturados. Se les aplicó el "submarino", un tormento que consiste en sumergir la cabeza al interrogado en un tanque de agua hasta que siente que se ahoga.
En la aplicación del submarino a los supuestos delincuentes económicos participaron algunos tupamaros detenidos. Hay testimonios con nombres y apellidos en Milicos y tupas. Gente que lo vio con sus propios ojos.
La denuncia de que tupamaros torturaron junto con los militares ya la había hecho antes otro tupamaro, Juan Pedro Montero en el libro Ecos Revolucionarios (2003), escrito por Rodrigo Vescovi.
"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura", dice en ese libro Montero, que estuvo preso en otra unidad militar.
Montero cuenta que se indignó y denunció la situación. Luego de la publicación de Milicos y tupas, agregó que los tupamaros que él vio torturar donde él estuvo preso fueron "menos de cinco".
En el libro de Vescovi también el hoy ministro de Defensa y líder histórico tupamaro, Eleuterio Fernández Huidobro, cuenta como él mismo presenció una sesión de tortura a la que fue sometido un "ilícito". "Nosotros -relata- vimos torturar horriblemente al contador de varias empresas".
Vale la pena recordar todo a raíz de la polémica generada por el procesamiento de Amodio Pérez.

 



9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios en Uruguay, familias sirias

Sirios en Uruguay, familias sirias




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