Una sola vez fui a una embajada a firmar un libro de condolencias: fue cuando mataron a Isaac Rabín, el primer ministro de Israel.
No recuerdo si escribí algo o solo firmé aquel cuaderno, pero sí tengo presente el dolor que sentía aquel día, el pecho oprimido por la angustia y las ganas de llorar.
No solo se trataba de la muerte injusta de un hombre bueno y valiente. Sabía -porque era fácil darse cuenta- que aquel asesinato tendría consecuencias funestas.
A Rabín, que había tenido la visión y el coraje de negociar la paz con los palestinos, lo asesinó el 4 de noviembre de 1995 un malnacido llamado Igal Amir, un fanático, un fundamentalista, un racista, que veía al primer ministro israelí como si fuera el diablo por haber buscado y trabajado por un entendimiento entre los dos pueblos.
Recuerdo con exactitud que hacía yo el 13 de setiembre de 1993, cuando Rabín y Arafat se dieron la mano.
Trabajaba en el semanario Búsqueda y muchos de mis compañeros se reunieron en una salita que tenía un televisor para ver ese momento en vivo y en directo. Por lo general, las mayores convocatorias de la salita se daban cuando había un partido de fútbol importante. Pero aquel día éramos muchos. Era Historia, con mayúsculas, como cuando el hombre llegó a la Luna, como cuando cayó el Muro de Berlín: historia de la grande, verdadera. La paz.
Tuve que levantarme antes, para que no vieran que se me estaban cayendo las lágrimas.
Hoy frente al televisor las lágrimas no brotan de la emoción sino de rabia y dolor.
Igal Amir, maldito: tu obra está hecha.
Un hombre puede cambiar el mundo. Para bien o para mal.
31.7.14
Un hombre puede cambiar el mundo
22.4.14
¿Cómo se financia la política uruguaya?
Es un tema del que nunca se habla, aunque es central para tener una democracia sana y creíble: ¿de dónde salen los millones de dólares que financian las campañas políticas en Uruguay?
En las últimas semanas dos importantes politólogos han escrito sobre el asunto, ante la indiferencia de los principales actores políticos, que parecen no entender que en ello va la credibilidad de todo el sistema.
Oscar Bottinelli escribió en El Observador, el 30 de marzo:
"Los costos de las campañas electorales son crecientes, asfixian a los actores políticos, los obligan a recurrir a fuentes privadas de financiamiento con el consiguiente condicionamiento, a otros los lleva a abandonar la carrera. ¿Qué ha hecho el sistema político para resolver un problema que lo agobia? Descargar su furia y su impotencia en privado y no hacer nada en los hechos".
Daniel Chasquetti, por su parte, dedicó una de sus columnas en Montevideo.com a este problema. Recordó que parte del dinero lo aporta el Estado, que paga a los partidos 13 unidades indexadas por voto en las elecciones internas, 87 en las nacionales, diez en el balotaje y 13 en las municipales. En 2009, solo por las elecciones de octubre, recordó Chasquetti, el Estado transfirió a los partidos algo más de 18 millones de dólares.
Pero la ley no fija un tope a lo que se puede gastar en cada campaña, y todos gastan más y más y el dinero que pone el Estado nunca alcanza. Entonces, los partidos recurren a los aportes privados, la mayor parte de ellos proveniente de empresas y empresarios.
Recuerda Chasquetti que la legislación vigente fija un máximo de 300.000 UI, algo más de 36.000 dólares, para cada donación privada. Mientras tanto, las empresas concesionarias de servicios públicos no pueden hacer aportes mayores a 10.000 UI (1.200 dólares).
¿Quién controla esto? La Corte Electoral, un organismo que no tiene ninguna capacidad real para comprobar que lo que declaran los partidos políticos sea cierto. Es como pedirle a la intendencia de Artigas que controle el mar territorial uruguayo. O como encomendar al Municipio G de Montevideo la vigilancia de nuestras fronteras con Brasil.
Para Chasquetti los partidos políticos pusieron a la Corte Electoral a controlar sus gastos de campaña "simplemente porque no desean ser controlados".
"O sea, con la legislación actual se creó una pantalla para que los ciudadanos, los medios y los observadores internacionales digan que Uruguay cuenta con normativa moderna sobre el problema del financiamiento. (...) Los informes que se presentan ante la Corte Electoral además de ser poco exhaustivos suelen ocultar buena parte de los ingresos y egresos. O sea, las declaraciones juradas no solo son imprecisas sino que mienten deliberadamente sobre el monto real que cada partido invirtió en la campaña electoral. Bajo estas condiciones, no deberíamos sorprendernos si un día de estos alguien descubre que los fondos de tal o cual partido provienen de fuentes ilegales".
Lo que dicen Bottinelli y Chasquetti es muy grave y no ha merecido ninguna respuesta de los partidos. Deberían responder. Botinelli habló de "condicionamientos". Es decir: el que pone dinero luego condiciona decisiones.
¿Cuántas cosas que ocurren en los gobiernos uruguayos podrían explicarse mejor si se supiera la verdad sobre la financiación de las campañas?
¿Estará Aratiri financiando alguna campaña? ¿Quizás todas?
Hace unas semanas, Luis Lacalle Pou declaró en Brecha que su sector invertirá -tan solo en las elecciones internas- la tremenda cifra de 1,7 millones de dólares.
Seguramente no sabremos quién puso ese dinero, ni el de los otros precandidatos, porque la ley que sancionó el sistema político uruguayo ("una pantalla", según Chasquetti) no alcanza a las elecciones internas.
Es mucho dinero que sale de la sociedad uruguaya, que pasa por los partidos y que, en un altísimo porcentaje, termina engrosando las arcas de los canales privados de televisión, los grandes beneficiarios de cada campaña electoral y de este sistema opaco e indigno de una verdadera democracia.
¿Quieren que la gente crea en la política?
Entonces, háganle caso a Bottinelli y a Chasquetti y háganla transparente.
el.informante.blog@gmail.com
En las últimas semanas dos importantes politólogos han escrito sobre el asunto, ante la indiferencia de los principales actores políticos, que parecen no entender que en ello va la credibilidad de todo el sistema.
Oscar Bottinelli escribió en El Observador, el 30 de marzo:
"Los costos de las campañas electorales son crecientes, asfixian a los actores políticos, los obligan a recurrir a fuentes privadas de financiamiento con el consiguiente condicionamiento, a otros los lleva a abandonar la carrera. ¿Qué ha hecho el sistema político para resolver un problema que lo agobia? Descargar su furia y su impotencia en privado y no hacer nada en los hechos".
Daniel Chasquetti, por su parte, dedicó una de sus columnas en Montevideo.com a este problema. Recordó que parte del dinero lo aporta el Estado, que paga a los partidos 13 unidades indexadas por voto en las elecciones internas, 87 en las nacionales, diez en el balotaje y 13 en las municipales. En 2009, solo por las elecciones de octubre, recordó Chasquetti, el Estado transfirió a los partidos algo más de 18 millones de dólares.
Pero la ley no fija un tope a lo que se puede gastar en cada campaña, y todos gastan más y más y el dinero que pone el Estado nunca alcanza. Entonces, los partidos recurren a los aportes privados, la mayor parte de ellos proveniente de empresas y empresarios.
Recuerda Chasquetti que la legislación vigente fija un máximo de 300.000 UI, algo más de 36.000 dólares, para cada donación privada. Mientras tanto, las empresas concesionarias de servicios públicos no pueden hacer aportes mayores a 10.000 UI (1.200 dólares).
¿Quién controla esto? La Corte Electoral, un organismo que no tiene ninguna capacidad real para comprobar que lo que declaran los partidos políticos sea cierto. Es como pedirle a la intendencia de Artigas que controle el mar territorial uruguayo. O como encomendar al Municipio G de Montevideo la vigilancia de nuestras fronteras con Brasil.
Para Chasquetti los partidos políticos pusieron a la Corte Electoral a controlar sus gastos de campaña "simplemente porque no desean ser controlados".
"O sea, con la legislación actual se creó una pantalla para que los ciudadanos, los medios y los observadores internacionales digan que Uruguay cuenta con normativa moderna sobre el problema del financiamiento. (...) Los informes que se presentan ante la Corte Electoral además de ser poco exhaustivos suelen ocultar buena parte de los ingresos y egresos. O sea, las declaraciones juradas no solo son imprecisas sino que mienten deliberadamente sobre el monto real que cada partido invirtió en la campaña electoral. Bajo estas condiciones, no deberíamos sorprendernos si un día de estos alguien descubre que los fondos de tal o cual partido provienen de fuentes ilegales".
Lo que dicen Bottinelli y Chasquetti es muy grave y no ha merecido ninguna respuesta de los partidos. Deberían responder. Botinelli habló de "condicionamientos". Es decir: el que pone dinero luego condiciona decisiones.
La famosa foto de El Observador |
¿Estará Aratiri financiando alguna campaña? ¿Quizás todas?
Hace unas semanas, Luis Lacalle Pou declaró en Brecha que su sector invertirá -tan solo en las elecciones internas- la tremenda cifra de 1,7 millones de dólares.
Seguramente no sabremos quién puso ese dinero, ni el de los otros precandidatos, porque la ley que sancionó el sistema político uruguayo ("una pantalla", según Chasquetti) no alcanza a las elecciones internas.
Es mucho dinero que sale de la sociedad uruguaya, que pasa por los partidos y que, en un altísimo porcentaje, termina engrosando las arcas de los canales privados de televisión, los grandes beneficiarios de cada campaña electoral y de este sistema opaco e indigno de una verdadera democracia.
¿Quieren que la gente crea en la política?
Entonces, háganle caso a Bottinelli y a Chasquetti y háganla transparente.
el.informante.blog@gmail.com
15.4.14
Ruleta rusa en la Ciudad de la Costa
Hace unos días el Uruguay entero se conmovió con la muerte de una familia entera, una madre y sus tres hijos chicos, atropellados por un automovilista que perdió el control de su vehículo, en la ruta 8, en Villa García.
La muerte gratuita de tres niños de 1, 3 y 4 años, junto a su madre, una joven de 24, horrorizó a todo el país. Los vecinos luego denunciaron la falta de señalización y de control del lugar, donde los autos circulan a alta velocidad a pesar de ser una zona urbanizada.
A la luz de esta tragedia, vale la pena contar lo que hoy está pasando en la Ciudad de la Costa.
Luego de muchos años de promesas, comenzó a instalarse la red de saneamiento. Las calles que se ven beneficiadas con esta conexión, son también pavimentadas.
¿Qué puede tener esto de malo?
Mucho, porque esta obra tan beneficiosa y tan esperada está siendo llevada adelante con una asombrosa falta de respeto por la vida humana.
Las calles en los balnearios de la costa nunca tuvieron veredas. La gente caminaba por las calles, pero los pozos obligaban a los autos a ir muy despacio. No era una situación ideal, pero tampoco representaba un gran peligro para los peatones.
Ahora, con el saneamiento, cada calle fue dotada a sus costados de dos grandes canales abiertos que recogen el agua de la lluvia. A diferencia de lo que ocurre en el resto de las ciudades del Uruguay, estos canales corren a cielo abierto, no son subterráneos. Las calles se angostaron para colocar estos zanjones. Y se pavimentaron. Pero no se le hicieron veredas.
Ahora los autos pueden ir rápido. Es cierto que se colocaron carteles indicando que la velocidad máxima es 30 kilómetros por hora. Pero nadie fiscaliza y muchos conductores, liberados de la pesadilla de los pozos que los atormentaron durante décadas, obviamente van más rápido. En el medio, entre los autos y las motos, van los niños que van a la escuela, los padres con sus cochecitos de bebé, los adolescentes que andan en skate.
Es INCREÍBLE que los responsables de obras de la Intendencia de Canelones (ampulosamente auto rebautizada Comuna Canaria) no se hayan detenido un segundo a pensar en las vidas de los peatones. ¿Creen acaso normal que la gente deba caminar entre los autos? ¿En qué lugar del mundo se inspiraron para llevar adelante semejante proyecto?
Como era evidente que ocurriría, ya hubo un muerto, una profesora del liceo de Solymar que se dirigía a dar clase. Un muerto por la falta de veredas. Una persona que murió por estar obligada a caminar entre los autos, en calles de lustroso pavimento, con zanjones de desagüe, pero sin veredas.
Las fotos muestran, para los que no frecuentan la zona, las escenas que, como una ruleta rusa, se repiten cientos de veces cada día en la Ciudad de la Costa. ¿Cuántos muertos más tendrá que haber para que la Intendencia de Canelones se dé cuenta que la gente y los autos no puede circular por la misma vía?
el.informante.blog@gmail.com
La muerte gratuita de tres niños de 1, 3 y 4 años, junto a su madre, una joven de 24, horrorizó a todo el país. Los vecinos luego denunciaron la falta de señalización y de control del lugar, donde los autos circulan a alta velocidad a pesar de ser una zona urbanizada.
A la luz de esta tragedia, vale la pena contar lo que hoy está pasando en la Ciudad de la Costa.
Luego de muchos años de promesas, comenzó a instalarse la red de saneamiento. Las calles que se ven beneficiadas con esta conexión, son también pavimentadas.
¿Qué puede tener esto de malo?
Mucho, porque esta obra tan beneficiosa y tan esperada está siendo llevada adelante con una asombrosa falta de respeto por la vida humana.
Las calles en los balnearios de la costa nunca tuvieron veredas. La gente caminaba por las calles, pero los pozos obligaban a los autos a ir muy despacio. No era una situación ideal, pero tampoco representaba un gran peligro para los peatones.
Ahora, con el saneamiento, cada calle fue dotada a sus costados de dos grandes canales abiertos que recogen el agua de la lluvia. A diferencia de lo que ocurre en el resto de las ciudades del Uruguay, estos canales corren a cielo abierto, no son subterráneos. Las calles se angostaron para colocar estos zanjones. Y se pavimentaron. Pero no se le hicieron veredas.
Los niños juegan por donde pasan los autos |
Es INCREÍBLE que los responsables de obras de la Intendencia de Canelones (ampulosamente auto rebautizada Comuna Canaria) no se hayan detenido un segundo a pensar en las vidas de los peatones. ¿Creen acaso normal que la gente deba caminar entre los autos? ¿En qué lugar del mundo se inspiraron para llevar adelante semejante proyecto?
Como era evidente que ocurriría, ya hubo un muerto, una profesora del liceo de Solymar que se dirigía a dar clase. Un muerto por la falta de veredas. Una persona que murió por estar obligada a caminar entre los autos, en calles de lustroso pavimento, con zanjones de desagüe, pero sin veredas.
Las fotos muestran, para los que no frecuentan la zona, las escenas que, como una ruleta rusa, se repiten cientos de veces cada día en la Ciudad de la Costa. ¿Cuántos muertos más tendrá que haber para que la Intendencia de Canelones se dé cuenta que la gente y los autos no puede circular por la misma vía?
Autos, bicicletas, gente, todos mezclados |
Un automóvil esquiva a una familia |
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