A propósito de la entrada anterior, sobre el cruce de opiniones entre la periodista Lorena Bello y el humorista y comunicador Salvador Banchero, me acabo de enterar de que Banchero envió una carta de disculpas a Bello por los exabruptos personales que antes le había dirigido. La carta fue enviada poco después de la carta original, y antes de que yo publicara la entrada anterior, pero lamentablemente recién tomé conocimiento de su existencia ahora.
"Sé que fui totalmente desmesurado en mi respuesta", dice Banchero en su segunda carta dirigida a Bello. "Reitero mis más sinceras disculpas por ello entonces. Pero por sobre todas las cosas quiero pedirte disculpas por otra cosa que creo no me tiene a mi a secas como único responsable sino también a mi incapacidad para medir contextos: evidentemente tomaste mi comentario sobre el 'paseo de tetas' como una lectura poco elegante de 'andabas loqueando o revolcándote entre bastidores', pero la verdad es que era fundamentalmente una contraposición entre la imagen de un muchacho que ni siquiera había visto una y otra que ya las tenía consigo, nada más que eso, porque a pesar de que me lleves dos añitos son esos los que hacen una diferencia clara entre lo que puedo haber pasado yo y lo que podés haber pasado vos (era la diferencia entre poder estar o no estar). Igualmente sé que atacar a una mujer con su edad tiene muy mala prensa, pero como yo realmente vivo en función de una igualdad plena de género no hago distinciones por respeto. Pero bueno, igual es una grosería como vos decís con razón, pasa que yo soy un grosero cuando me dan ganas de serlo y hoy me dieron ganas. Ahora ya ves que estoy mucho menos belicoso".
Agrega: "Estiro mi mano en señal de reconocimiento por lo que considero un muy disfrutable intercambio de barbaridades".
La carta completa puede leerse en:
http://www.facebook.com/notes/laurita-romero/confesiones-de-una-persona-horrible/203950243190
2.1.10
Segunda carta de Salvador Banchero
Labels:
periodismo,
Uruguay
1.1.10
Una carta desdichada
Aunque se trate de un asunto de aparente poca importancia, vale la pena dedicar unas líneas al cruce de opiniones entre la periodista Lorena Bello y el humorista y comunicador Salvador Banchero.
Los dos se pelean en internet a raíz de un recital que el grupo de rock Los Traidores ofreció en el Teatro de Verano del Parque Rodó.
El concierto fue transmitido por Océano FM, la radio donde trabaja Banchero (es uno de los dos conductores del muy exitoso programa Justicia Infinita; el otro es Gonzalo Cammarota).
Justamente Banchero y Cammarota fueron los conductores de la transmisión radial del recital, deficiente según Lorena Bello.
La periodista escribió en internet una dolida carta relatando los errores que detectó en la emisión. Según ella “la transmisión de Océano FM desde el festival del Teatro de Verano dejó en evidencia la ignorancia de sus conductores, confirmando el vacío y la agonía del periodismo musical”. En su carta, Bello dice todas las canciones que cantaron Los Traidores fueron mal anunciadas: “La muerte elegante” lo fue como “La Muerte”; “Bailando en la oscuridad” como “Bailando”; “Solo fotografías” como “Fotografías”; “Viviana es una reaccionaria” como “Viviana”; “Profunda medianoche” como “En la profunda”; “Enemigo del mundo” como “Enemigo” . Y “Fundas plásticas” fue presentada como “Canción rebelde”.
En base a eso, Bello acusó a los conductores de exhibir una “ignorancia infinita”.
La carta de Bello trasunta un algo excesivo sentimiento de alarma por los errores del programa radial. Viendo el asunto en perspectiva, uno no puede sorprenderse. Ese –y no otro- es el nivel habitual de los medios de comunicación uruguayos también en asuntos mucho más importantes que un concierto de Los Traidores. Basta recordar cuando un informativo dio la noticia de que Uruguay abandonaba el Mercosur. O cuando un diario publicó el primera plana que los piqueteros de Gualeguaychú habían comprado misiles. Hace pocos meses los tres noticieros de los canales privados –Telemundo, Subrayado y Telenoche- acusaron ante todo el país a un pobre hombre de haber violado y matado a su hijita, cuando la pobre niña había muerto de una infección y el pobre padre, perseguido por los reporteros de nuestros canales, era solo una sufriente víctima más de la tragedia. Y a ninguno de los responsables de los tres noticieros se les movió un pelo.
Aunque Bello hace bien en protestar -porque la rebaja de calidad a la que nos someten los medios no debería ser tolerada en silencio como en general ocurre- todo este asunto del recital de Los Traidores sería solo una anécdota si no fuera por la respuesta que escribió Salvador Banchero.
Su carta comienza diciendo que “Lorena Bello tiene razón, cometimos errores… no hay problema en reconocerlo”. Pero por desgracia no termina allí.
Banchero, en una explicación que está de moda, aduce que ni él ni su compañero son periodistas y que eso los exculpa de lo deficiente de su trabajo.
“Nosotros nunca fuimos, ni somos, ni seremos ‘periodistas musicales’ (…) sólo somos unos señores que trabajan en el mundo del entretenimiento fundamentalmente desde el humor”.
Está claro que Banchero es humorista y no periodista (aunque en una entrevista en La República le preguntaron si es humorista o comunicador, y él respondió: comunicador). Pero si acepta hacer un trabajo de periodista, de conductor, de informador o de comunicador, debería hacerlo bien. O de lo contrario, dejar que lo haga otro.
Banchero va más allá todavía: “Puedo afirmar que a nosotros el ‘periodismo musical’ nos es tan ajeno como el golf o el cricket (…) Podemos cometer uno o dos mil quinientos errores sin necesidad de autoflagelarnos…”
Y agrega: “A nosotros, a Justicia Infinita, el ‘periodismo musical’ (o cualquier otro, dicho sea de paso) como dicen los españoles ‘nos la suda’, no nos interesa, no es nuestro terreno…”
Lo escrito de puño y letra por Banchero sirve como retrato perfecto de un espíritu que cada día gana más espacio en los medios de comunicación en el Uruguay de hoy. A cualquiera le confían cualquier tarea para que la haga de cualquier manera. Y el resultado, por pésimo que sea, a nadie le importa nada.
Como si lo escrito no fuera ya suficiente bochorno, Banchero se mete también con la vida personal de la periodista que señaló sus errores:
“Lorena Bello es una chica con problemas… si hubiese una teletón para personas con grandes resentimientos seguro la conocerían todos porque sería la cara elegida para representarla todos los años, pero como no hay, casi todo el mundo no tiene la más pálida idea de quién es esta señora”.
Y, cayendo a un nivel imposible ya de justificar, se mete con la vida sexual de Lorena Bello: “Nosotros todavía no habíamos visto ni una teta y con seguridad las tuyas ya se paseaban entre todos los bastidores de la escena rockera nacional”.
Finalmente le aconseja que se mate: “Aceptá mi consejo y seguí la lógica del rock que tanto venerás, el de verdura: consumite rápido. Comprate un revólver o un frasco de pastillas que seguro será más glamoroso…”.
Tantos exabruptos no parten de cualquiera. Salvador Banchero es una figura importante de los medios de comunicación. El diario El País lo definió junto con Cammarota como los “referentes de una generación” de jóvenes. Su carta, la de un referente, es solo un signo más de hasta qué punto Uruguay se ha vuelto un país analfabeto en materia de debatir, discutir y argumentar.
A diferencia de él, que quiere que Lorena Bello se mate, yo quiero que Salvador Banchero viva muchos años. Que se dedique al humor. Que si todos los días va a reírse del trabajo ajeno, trate de hacer un poco mejor el propio. Y que, por favor, no escriba más cartas.
Artículo de Leonardo Haberkorn
Derechos exclusivos blog El Informante.
Los dos se pelean en internet a raíz de un recital que el grupo de rock Los Traidores ofreció en el Teatro de Verano del Parque Rodó.
El concierto fue transmitido por Océano FM, la radio donde trabaja Banchero (es uno de los dos conductores del muy exitoso programa Justicia Infinita; el otro es Gonzalo Cammarota).
Justamente Banchero y Cammarota fueron los conductores de la transmisión radial del recital, deficiente según Lorena Bello.
La periodista escribió en internet una dolida carta relatando los errores que detectó en la emisión. Según ella “la transmisión de Océano FM desde el festival del Teatro de Verano dejó en evidencia la ignorancia de sus conductores, confirmando el vacío y la agonía del periodismo musical”. En su carta, Bello dice todas las canciones que cantaron Los Traidores fueron mal anunciadas: “La muerte elegante” lo fue como “La Muerte”; “Bailando en la oscuridad” como “Bailando”; “Solo fotografías” como “Fotografías”; “Viviana es una reaccionaria” como “Viviana”; “Profunda medianoche” como “En la profunda”; “Enemigo del mundo” como “Enemigo” . Y “Fundas plásticas” fue presentada como “Canción rebelde”.
En base a eso, Bello acusó a los conductores de exhibir una “ignorancia infinita”.
La carta de Bello trasunta un algo excesivo sentimiento de alarma por los errores del programa radial. Viendo el asunto en perspectiva, uno no puede sorprenderse. Ese –y no otro- es el nivel habitual de los medios de comunicación uruguayos también en asuntos mucho más importantes que un concierto de Los Traidores. Basta recordar cuando un informativo dio la noticia de que Uruguay abandonaba el Mercosur. O cuando un diario publicó el primera plana que los piqueteros de Gualeguaychú habían comprado misiles. Hace pocos meses los tres noticieros de los canales privados –Telemundo, Subrayado y Telenoche- acusaron ante todo el país a un pobre hombre de haber violado y matado a su hijita, cuando la pobre niña había muerto de una infección y el pobre padre, perseguido por los reporteros de nuestros canales, era solo una sufriente víctima más de la tragedia. Y a ninguno de los responsables de los tres noticieros se les movió un pelo.
Aunque Bello hace bien en protestar -porque la rebaja de calidad a la que nos someten los medios no debería ser tolerada en silencio como en general ocurre- todo este asunto del recital de Los Traidores sería solo una anécdota si no fuera por la respuesta que escribió Salvador Banchero.
Su carta comienza diciendo que “Lorena Bello tiene razón, cometimos errores… no hay problema en reconocerlo”. Pero por desgracia no termina allí.
Banchero, en una explicación que está de moda, aduce que ni él ni su compañero son periodistas y que eso los exculpa de lo deficiente de su trabajo.
“Nosotros nunca fuimos, ni somos, ni seremos ‘periodistas musicales’ (…) sólo somos unos señores que trabajan en el mundo del entretenimiento fundamentalmente desde el humor”.
Está claro que Banchero es humorista y no periodista (aunque en una entrevista en La República le preguntaron si es humorista o comunicador, y él respondió: comunicador). Pero si acepta hacer un trabajo de periodista, de conductor, de informador o de comunicador, debería hacerlo bien. O de lo contrario, dejar que lo haga otro.
Banchero va más allá todavía: “Puedo afirmar que a nosotros el ‘periodismo musical’ nos es tan ajeno como el golf o el cricket (…) Podemos cometer uno o dos mil quinientos errores sin necesidad de autoflagelarnos…”
Y agrega: “A nosotros, a Justicia Infinita, el ‘periodismo musical’ (o cualquier otro, dicho sea de paso) como dicen los españoles ‘nos la suda’, no nos interesa, no es nuestro terreno…”
Lo escrito de puño y letra por Banchero sirve como retrato perfecto de un espíritu que cada día gana más espacio en los medios de comunicación en el Uruguay de hoy. A cualquiera le confían cualquier tarea para que la haga de cualquier manera. Y el resultado, por pésimo que sea, a nadie le importa nada.
Como si lo escrito no fuera ya suficiente bochorno, Banchero se mete también con la vida personal de la periodista que señaló sus errores:
“Lorena Bello es una chica con problemas… si hubiese una teletón para personas con grandes resentimientos seguro la conocerían todos porque sería la cara elegida para representarla todos los años, pero como no hay, casi todo el mundo no tiene la más pálida idea de quién es esta señora”.
Y, cayendo a un nivel imposible ya de justificar, se mete con la vida sexual de Lorena Bello: “Nosotros todavía no habíamos visto ni una teta y con seguridad las tuyas ya se paseaban entre todos los bastidores de la escena rockera nacional”.
Finalmente le aconseja que se mate: “Aceptá mi consejo y seguí la lógica del rock que tanto venerás, el de verdura: consumite rápido. Comprate un revólver o un frasco de pastillas que seguro será más glamoroso…”.
Tantos exabruptos no parten de cualquiera. Salvador Banchero es una figura importante de los medios de comunicación. El diario El País lo definió junto con Cammarota como los “referentes de una generación” de jóvenes. Su carta, la de un referente, es solo un signo más de hasta qué punto Uruguay se ha vuelto un país analfabeto en materia de debatir, discutir y argumentar.
A diferencia de él, que quiere que Lorena Bello se mate, yo quiero que Salvador Banchero viva muchos años. Que se dedique al humor. Que si todos los días va a reírse del trabajo ajeno, trate de hacer un poco mejor el propio. Y que, por favor, no escriba más cartas.
Artículo de Leonardo Haberkorn
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Cultura,
Música,
periodismo,
Uruguay
18.12.09
La regla de oro del periodismo uruguayo
El 24 y 25 de setiembre de 1993 la Red de Mujeres Políticas del Uruguay realizó un seminario-taller titulado: “¿Tienen las mujeres un estilo diferente de hacer política?”
Una de sus actividades fue un panel que debía responder a la pregunta: “¿Cómo nos relacionamos las mujeres con el poder?”.
Puedo manejar estos detalles con propiedad porque aún tengo guardados la carpeta y el programa que entregaban a los participantes del seminario.
La memoria engaña: yo hubiera jurado que aquella actividad se realizó un día de semana de noche. Sin embargo, el rústico programa (una hoja fotocopiada) indica que fue un sábado a las cuatro de la tarde.
Según ese papel, participaron del panel las sociólogas Carmen Rico y Nea Figueiras y la periodista Sonia Breccia. De Rico y Figueiras aquel día nada recuerdo. Quizás faltaron a la cita, o su participación no dejó huella en mí, o yo llegué tarde o me retiré antes de que ellas hablaran. No lo sé. En cambio, nunca olvidé aquella conferencia de Sonia Breccia.
Su ponencia tuvo dos partes. En una de ellas, para mi sorpresa, Breccia relató cómo durante muchos años le había hecho la guerra interna en radio Sarandí a Néber Araújo, buscando ganar un lugar de mayor importancia en la emisora. Luego –explicó- había dejado de celar y perseguir al pobre Néber y se había dedicado a lo suyo, y fue entonces cuando creció y despegó como periodista, además de sentirse mejor consigo misma. La lección para las mujeres que la escuchaban (creo recordar que yo era el único representante masculino en la sala) era bien clara: hay que preocuparse menos por lo que hacen los hombres y apostar a la propia capacidad femenina.
La otra parte de la ponencia de Breccia fue respecto a su relación con los políticos. Explicó que un periodista que quiere llegar alto tiene que poder entrevistar a todos los grandes líderes.
“Tarde o temprano ese periodista, en una buena, necesita de esa entrevista con un político, porque eso hace a su currículum. Los periodistas se miden por sus entrevistados”, afirmó.
“El periodista –continuó- sabe que si se pone pesado, si se pone impertinente, si se pone cargoso, si se pone cerril, va a haber un momento en que ese hombre político, cuando él quiera la entrevista, le va a decir: no sea pesado”.
La conclusión era clara: en Uruguay un periodista que quiere llegar alto no puede preguntar a fondo a los políticos.
En los países civilizados es exactamente al revés: un periodista que no pregunta con el máximo rigor no tiene público y, por eso mismo, no es contratado por los empresarios. Pero el Uruguay “pre-capitalista” no es un país civilizado.
“No estoy diciendo nada nuevo”, agregó Breccia. “Cualquiera de nosotros, con mirar, cuando termina una elección, por donde pasa primero el presidente electo, tiene claras cuáles son las reglas de juego”.
Yo nunca había oído a nadie plantear con tal grado de sinceridad y crudeza las “reglas de juego” no escritas del periodismo uruguayo. Por eso nunca tiré el cassette. Y todavía lo tengo.
Recordé las palabras de Breccia en estos días, pensando en la relación entre políticos y periodistas en la campaña electoral 2009.
Lo dicho en aquella conferencia puede utilizarse para analizar las tres entrevistas más calientes de la campaña: la que Ignacio Álvarez le hizo a Luis A. Lacalle en radio Sarandí; la que Gabriel Pereyra le hizo a José Mujica en VTV antes de la elección, y la que los estudiantes de periodismo ORT de realizaron a Lacalle dentro de un ciclo del canal 20 del cable TCC.
Veamos:
Ignacio Álvarez fue a fondo con Lacalle en una entrevista en radio Sarandí. ¿Qué pasó luego? Mujica nunca aceptó ser entrevistado por Álvarez.
Gabriel Pereyra se le paró firme a Mujica en su programa En la mira en VTV. Como nadie antes, le enrostró su prepotencia para con un muy joven cronista que había osado preguntarle por su relación con los Kirchner. Y cuando Mujica quiso zafar metiéndole el gaucho como suele hacer, Pereyra se plantó firme y no se dejó avasallar. ¿Qué pasó luego? Lacalle no quiso ir al programa de Gabriel Pereyra.
Los estudiantes de periodismo de la universidad ORT le preguntaron sin miedo a Lacalle. Sorprendido, Lacalle se enojó y se mostró como un energúmeno ante un auditorio repleto y frente a las cámaras. ¿Qué pasó luego? Aduciendo problemas de agenda, Mujica no aceptó ser entrevistado… ¡por un grupo de estudiantes de periodismo!
Ahí están, plenamente vigentes, las “reglas de juego” definidas con cruda resignación por Sonia Breccia aquel día.
Reglitas: reglas de juego de un paisito chiquito, con una prensa chiquita y una política chiquita.
Una de sus actividades fue un panel que debía responder a la pregunta: “¿Cómo nos relacionamos las mujeres con el poder?”.
Puedo manejar estos detalles con propiedad porque aún tengo guardados la carpeta y el programa que entregaban a los participantes del seminario.
La memoria engaña: yo hubiera jurado que aquella actividad se realizó un día de semana de noche. Sin embargo, el rústico programa (una hoja fotocopiada) indica que fue un sábado a las cuatro de la tarde.
Según ese papel, participaron del panel las sociólogas Carmen Rico y Nea Figueiras y la periodista Sonia Breccia. De Rico y Figueiras aquel día nada recuerdo. Quizás faltaron a la cita, o su participación no dejó huella en mí, o yo llegué tarde o me retiré antes de que ellas hablaran. No lo sé. En cambio, nunca olvidé aquella conferencia de Sonia Breccia.
Su ponencia tuvo dos partes. En una de ellas, para mi sorpresa, Breccia relató cómo durante muchos años le había hecho la guerra interna en radio Sarandí a Néber Araújo, buscando ganar un lugar de mayor importancia en la emisora. Luego –explicó- había dejado de celar y perseguir al pobre Néber y se había dedicado a lo suyo, y fue entonces cuando creció y despegó como periodista, además de sentirse mejor consigo misma. La lección para las mujeres que la escuchaban (creo recordar que yo era el único representante masculino en la sala) era bien clara: hay que preocuparse menos por lo que hacen los hombres y apostar a la propia capacidad femenina.
La otra parte de la ponencia de Breccia fue respecto a su relación con los políticos. Explicó que un periodista que quiere llegar alto tiene que poder entrevistar a todos los grandes líderes.
“Tarde o temprano ese periodista, en una buena, necesita de esa entrevista con un político, porque eso hace a su currículum. Los periodistas se miden por sus entrevistados”, afirmó.
“El periodista –continuó- sabe que si se pone pesado, si se pone impertinente, si se pone cargoso, si se pone cerril, va a haber un momento en que ese hombre político, cuando él quiera la entrevista, le va a decir: no sea pesado”.
La conclusión era clara: en Uruguay un periodista que quiere llegar alto no puede preguntar a fondo a los políticos.
En los países civilizados es exactamente al revés: un periodista que no pregunta con el máximo rigor no tiene público y, por eso mismo, no es contratado por los empresarios. Pero el Uruguay “pre-capitalista” no es un país civilizado.
“No estoy diciendo nada nuevo”, agregó Breccia. “Cualquiera de nosotros, con mirar, cuando termina una elección, por donde pasa primero el presidente electo, tiene claras cuáles son las reglas de juego”.
Yo nunca había oído a nadie plantear con tal grado de sinceridad y crudeza las “reglas de juego” no escritas del periodismo uruguayo. Por eso nunca tiré el cassette. Y todavía lo tengo.
Recordé las palabras de Breccia en estos días, pensando en la relación entre políticos y periodistas en la campaña electoral 2009.
Lo dicho en aquella conferencia puede utilizarse para analizar las tres entrevistas más calientes de la campaña: la que Ignacio Álvarez le hizo a Luis A. Lacalle en radio Sarandí; la que Gabriel Pereyra le hizo a José Mujica en VTV antes de la elección, y la que los estudiantes de periodismo ORT de realizaron a Lacalle dentro de un ciclo del canal 20 del cable TCC.
Veamos:
Ignacio Álvarez fue a fondo con Lacalle en una entrevista en radio Sarandí. ¿Qué pasó luego? Mujica nunca aceptó ser entrevistado por Álvarez.
Gabriel Pereyra se le paró firme a Mujica en su programa En la mira en VTV. Como nadie antes, le enrostró su prepotencia para con un muy joven cronista que había osado preguntarle por su relación con los Kirchner. Y cuando Mujica quiso zafar metiéndole el gaucho como suele hacer, Pereyra se plantó firme y no se dejó avasallar. ¿Qué pasó luego? Lacalle no quiso ir al programa de Gabriel Pereyra.
Los estudiantes de periodismo de la universidad ORT le preguntaron sin miedo a Lacalle. Sorprendido, Lacalle se enojó y se mostró como un energúmeno ante un auditorio repleto y frente a las cámaras. ¿Qué pasó luego? Aduciendo problemas de agenda, Mujica no aceptó ser entrevistado… ¡por un grupo de estudiantes de periodismo!
Ahí están, plenamente vigentes, las “reglas de juego” definidas con cruda resignación por Sonia Breccia aquel día.
Reglitas: reglas de juego de un paisito chiquito, con una prensa chiquita y una política chiquita.
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