La Justicia archivó la denuncia penal que Víctor Hugo Morales realizó contra Luciano Álvarez y contra mí por el contenido del libro Relato Oculto.
El juez Gabriel Ohanian tomó tal decisión luego de que el relator no se presentó en el juzgado a respaldar su propia denuncia.
El abogado de Morales, Pablo Donnangelo, no pudo explicar su ausencia y sostuvo que en las 24 horas previas al juicio, el relator dejó de responder sus mensajes y llamadas telefónicas.
El siguiente video emitido por Telenoche 4 permite ver escenas de la audiencia judicial y las declaraciones posteriores de los involucrados... que asistieron a la cita judicial.
Tras el fin del caso, Morales dijo al diario El País que no vino a Montevideo debido a "un alto nivel de contractura y de estrés". Sin embargo, horas más tarde achacó su ausencia a un cólico nefrítico y a sugerencias de "políticos amigos".
Desde el momento en que me enteré de la noticia de la demanda dije dos cosas: a) que confiaba en la Justicia uruguaya y b) que todo lo que dice Relato Oculto es cierto y está documentado.
Ha quedado claro.
En internet todo es rápido, instantáneo y, en forma paradójica, para siempre. Las cosas se hacen muchas veces casi sin pensarlas, en un segundo, y los efectos pueden ser eternos y devastadores.
El caso de la niña canadiense Amanda Todd, que se suicidó a los 15 años luego de vivir acosada durante tres, ejemplifica bien esta contradicción.
La historia muchos ya la conocerán.
Amanda tenía 12 años cuando accedió a mostrarle sus pechos, a través de una webcam, a una persona con la que estaba chateando. Ella no lo supo de inmediato, pero el hombre del chat la grabó mientras lo hacía.
Durante un tiempo no pasó nada, pero un año después, el sujeto reapareció para acosarla con una amenaza: si ella no se desnudaba frente a las cámaras, él divulgaría aquella imagen que había grabado.
La niña hizo lo que los expertos en internet recomiendan: negarse a cumplir con el chantaje. Se supone que los acosadores desaparecen ante una negativa cerrada.
Sin embargo, éste no fue el caso. La amenaza se cumplió y la imagen de Amanda enseñando sus pechos fue enviada al correo de sus familiares, amigos, compañeros de colegio y profesores.
A partir de ese momento comenzó una pesadilla que Amanda narró, sin hablar, solo mostrando unos pequeños carteles con frases cortas escritas con un marcador, en un estremecedor video que grabó un mes antes de quitarse la vida.
El resumen: todos en su colegio le dieron la espalda, se quedó sin amigos, comenzó a ser humillada y acosada en internet y en la vida real. Sus padres se mudaron de ciudad y la cambiaron de escuela. Pero el acosador anónimo no tardó en enviar las mismas imágenes a sus nuevos compañeros y maestros. Otra vez Amanda volvió a ser el centro de las burlas. Sus compañeros del nuevo colegio fueron especialmente crueles. Una vez se corrió el rumor de que Amanda quería quitarle el novio a una compañera y 50 personas la esperaron en la puerta de la institución para ridiculizarla y golpearla, mientras grababan un nuevo video infamante. La chica se quiso matar ese día tomando lavandina. Esa vez la salvaron. Pero el acoso no se detuvo. Ni siquiera luego del desgarrador video. Amanda tenía apenas 15 años cuando se quitó la vida.
El caso conmovió a Canadá primero y luego al resto del mundo. Con la misma ligereza con que ocurre todo en internet, muchos -expertos incluidos- comenzaron por culpar a los padres.
Los datos parciales que se conocen, sin embargo, muestran que los padres se preocupaban por la situación de Amanda: la habían cambiado de colegio, se habían mudado de ciudad (la madre, con Amanda), habían llevado el caso a la Policía (que nunca pudo hallar al culpable), habían puesto a la niña bajo tratamiento psicológico.
En las redes sociales, conforme algunos cuestionaban a los padres, el clamor de justicia era generalizado. Miles de personas a lo largo y ancho del mundo se preguntaban por la identidad del acosador que había llevado a Amanda a su muerte. Debía ser castigado. Debía morir también él. Rápido. Sin pensar demasiado.
Casi nadie, en cambio, se detuvo a pesar en los cientos de niños y adolescentes normales y "sanos" que habían hecho una pesadilla la vida de Amanda, escribiéndole en Facebook que merecía morir, agrediéndola en la calle, ahondando su desgracia. Y en la cantidad de padres de familia que miraron para el costado.
No tardó en aparecer Anonymous: el grupo de cyber vigilancia y justicia en la red. A través de un video, Anonymous divulgó la identidad del acosador. Hubo algarabía en Twitter y en Facebook: "Anonymous hace lo que no hicieron los padres".
Los vigilantes Anónimos divulgaron la identidad del acosador, su nombre, su dirección de correo electrónico, su cuenta en Facebook, en Twitter, en Google +, sus fotos, su lugar de residencia. Se trataba de un hombre de 32 años, ex empleado de Facebook, domiciliado en New Westminister, Canadá.
La revelación se transformó en un escrache mundial. El nombre del sujeto que había empujado a Amanda al suicido rebotó en millones de computadoras de todo el planeta, los medios de comunicación enviaron periodistas al nido de la rata, la policía canadiense se apresuró a llegar antes de que escapara. Ahí fue cuando se descubrió un pequeño error: la dirección no era la correcta. Allí vivía otra persona.
Suerte que a nadie se le ocurrió prender fuego la casa.
Anonymous, a través de la página en Facebook de su filial de New Jersey, admitió su error y pidió que no se publicara más la dirección de New Westminister, porque no ea la correcta.
La declaración de Anonymous tenía otros errores. El acusado no tenía 32 años sino 19. Se trata de un joven que ya compareció ante la Justicia en dos ocasiones: una por asalto sexual y otra por "interferencia sexual" con una persona menor de 16 años. El supuesto acosador fue perseguido por la prensa y admitió haber conocido a Amanda Todd a través de internet, pero negó ser quien tomó y divulgó una y otra vez las imágenes que infiernizaron a la niña. La Policía canadiense dijo que el joven -que a esa altura ya había recibido cientos de amenazas de muerte a través de sus cuentas de mail y Facebook- no tenía relación con el caso y que las acusaciones en su contra no eran fundadas.
Las cyber patrullas lograron sin embargo un éxito: el diario The Globe and Mail, en una nota que cuestionó el rumbo que estaban tomando las cosas en la red, informó que un empleado de una tienda de Ontario fue despedido luego de que ser denunciado como el imbécil que escribió que Amanda merecía morir en una página web dedicada a su memoria.
Rápido. Sin pensar demasiado.
El Globe recordó el caso de una pareja de 70 años que fue amenazada de muerte luego de que su dirección fuera divulgada en internet, en forma errónea, como la de un hombre que había disparado y matado a un adolescente en la Florida. El director de cine Spike Lee fue uno de los que propagó la versión errónea: le envió por Twitter la dirección de la pareja de ancianos, señalando que era la del asesino, a sus 240.000 seguidores. Luego se disculpó.
La muerte de Amanda ha conmovido hasta tal punto al Canadá que el caso llegó al Parlamento. La primera ministra de la provincia de la Columbia Británica, Christy Clark, pidió un gran debate nacional "sobre si debemos criminalizar o no el ciberbulliying”. En las últimas horas, ocho jóvenes fueron apresados por otros casos de hostigamiento escolar.
El acosador de Amanda aún no ha sido identificado. La Policía de Canadá, según reprodujo el diario VancouverSun, ha dicho que su gran desafío es tratar de bucear la verdad entre la información falsa que algunos están haciendo circular por internet en su propio beneficio. La madre del muchacho de 19 años señalado como el acosador dijo que su familia está siendo víctima de un linchamiento. La Policía afirmó que las fotos de la supuesta autopsia de Amanda que circulan por internet no son verdaderas. Pidió por favor que no sigan siendo divulgadas porque le generan un dolor extra a la familia de la niña y dificultan la investigación. La Policía también advirtió que se han creado varias páginas web que pretenden recaudar dinero en memoria de Amanda, pero son todas falsas, engaños para quedarse con el dinero de la gente. En realidad, hay una sola cuenta verdadera: la que la familia abrió en el Royal Bank of Canada para recaudar fondos contra el acoso escolar.
Las fotos de Amanda Todd mostrando sus pechos a los 12 años todavía circulan por internet.
Rápido. Sin pensar demasiado.
Instantáneo. Muy democrático.
Y muy peligroso.
El diario La Capital de la ciudad de Rosario publicó, en su suplemento cultural Señales, una crítica de Relato oculto, las desmemorias de Víctor Hugo Morales. La reseña fue realizada por el periodista y escritor Osvaldo Aguirre quien afirma que el libro realiza una tarea "exhaustiva y rigurosa". La crítica fue acompañada de una breve entrevista que se me realizó y aquí transcribo:
—En una intervención en la web dijiste que el tema de Relato oculto es la honestidad. ¿Qué dice al respecto la historia de Víctor Hugo?
—Que es una persona de probada deshonestidad intelectual, que acomoda los hechos en función de su conveniencia. Por ejemplo, en su libro Víctor Hugo por Víctor Hugo Morales dice que, antes de emigrar a la Argentina, fue jefe del suplemento de espectáculos de un diario comunista y que aconsejó al Partido Comunista respecto a sus políticas editoriales. En el libro documentamos que el diario no era de ese partido, que no tenía suplemento de espectáculos sino unas páginas dedicadas al tema, y que los jefes de esas páginas eran otros periodistas uruguayos muy conocidos. Víctor Hugo era un apenas un notero, un novato que escribía muy mal y que publicaba en forma esporádica. Y, por supuesto, nunca aconsejó nada al Partido Comunista. Y este es solo un ejemplo de lo que descubrimos. Todo su relato de que fue un periodista opositor a la dictadura se basa en tergiversaciones de este tipo. —¿Intentaron hablar con él antes de publicar el libro?
—Mientras escribía, uno de sus empleados me propuso tener una "charla de café" con él. Le pregunté para qué y me reenvío un mail de Víctor Hugo donde decía que quería explicarme el contexto histórico en el cual había escrito una nota adulando a la dictadura uruguaya. Como ese contexto lo conozco, respondí que no le veía sentido a la "charla de café". Propuse, en cambio, hacerle una entrevista. Nunca respondió. —Víctor Hugo los llamó sicarios de Clarín.
—Miente. Ni Luciano ni yo tenemos ningún vínculo con Clarín. —También dijo que el artículo sobre el mundial de la dictadura donde nombró a Lacoste y Merlo fue "modificado de manera bastarda", entre otras descalificaciones.
—Víctor Hugo elogió a la dictadura en muchas de sus notas sobre el Mundial 78. En una festejó que el gobierno militar organizara el Mundial dejando de lado a los dirigentes de los clubes y escribió con regocijo: "Nombres desconocidos hasta ahora como los de Merlo y Lacoste sustituyeron a los eternos mandamases de siempre". A esa cita en el libro se le agregó, entre paréntesis, el grado y el nombre de pila de ambos militares, que faltaban en el original. Es algo habitual en periodismo para completar datos que faltan en una cita. Por supuesto, se puso entre paréntesis para aclarar que es un agregado. Y además la cita está en cursiva y el agregado en recta. Eso es todo. De las decenas de denuncias que le hace el libro esto es lo único que retrucó Víctor Hugo. Es patético. ¿Por qué no habla de cuando escribió que la dictadura de Videla "no mató a nadie para organizar" la Copa, o cuando afirmó que los jugadores campeones eran "soldados" porque habían traído "la paz y la esperanza"? Si fuera honesto reconocería que se equivocó al aplaudir a la dictadura en 1978, que actuó cegado por el odio a los dirigentes del fútbol uruguayo porque ansiaba que en Uruguay el régimen militar hiciera lo que hizo Videla: tomar las riendas del fútbol dejando a los dirigentes de lado. Pero su ego no le deja admitir su error. Prefiere seguir mintiendo, repitiendo que no sabía que había dictadura en Argentina. —El libro fue difundido en Buenos Aires por la prensa opositora al gobierno, y considerado como mínimo sospechoso por la oficialista. ¿Fue utilizado en el contexto del debate de la ley de medios y del enfrentamiento entre prensa opositora y oficialista?
—Subestimamos el grado de polarización que hay en Argentina. En Uruguay, por suerte, no estamos divididos de un modo tan tajante, de un lado o del otro. La realidad es que el libro no refiere ni una sola vez al gobierno argentino, ni a la ley de medios. Cualquier persona que ame la verdad histórica y al periodismo puede y debería leerlo.