29.4.24

Los defensores del cura Antelo

Segunda entrega de la serie sobre la Comunidad Jerusalén y el sacerdote Adolfo Antelo, a propósito del interés que el podcast del diario El País ha generado sobre el tema.

Tras la publicación del reportaje de la revista Tres que evidenció la magnitud de la violencia y los abusos que habían padecido y padecían los integrantes de la Comunidad Jerusalén, se desató una batalla informativa.

Desde el grupo religioso y sus allegados se buscó desacreditar a los exintegrantes que habían dado testimonio de las situaciones de violencia que habían visto y padecido.

“Estoy convencido de que son calumnias, salvando la buena voluntad de los que las dicen, que tal vez creen que están diciendo la verdad”, había declarado el obispo emérito de Mercedes, Andrés Rubio, uno de los principales soportes de Antelo.

Y esa fue la tónica: acusar a los acusadores de mentirosos y calumniadores, una versión que encontró amplio espacio en muchos medios.

Una semana después del informe, en los diarios La Mañana y El País, se publicó una carta firmada por decenas de padres y madres de integrantes de la Comunidad que insistían en definir a las denuncias como “calumnias”. Todo era una “campaña difamatoria”, decían.

En los días siguientes, me dediqué a conseguir testimonios que reforzaran lo que ya estaba claro: la Comunidad Jerusalén se había transformado en una secta en la que su líder, el sacerdote Antelo, violentaba y abusaba sexualmente de muchos de los que eran captados.

Casi en todas las ediciones de la revista Tres desde enero hasta mayo, se publicaron novedades sobre el caso.

En la del 2 de marzo se reprodujo el testimonio completo de un exintegrante, recogido en la investigación interna que la Iglesia uruguaya había realizado sobre el grupo. El testimonio no se conocía porque la Iglesia nunca había hecho públicas aquellas actuaciones.

 

 

Comunidad Jerusalén, Adolfo Antelo, Cura Antelo

 

Comunidad Jerusalén, Adolfo Antelo, Cura Antelo

Comunidad Jerusalén, Adolfo Antelo, Cura Antelo

Comunidad Jerusalén, Adolfo Antelo, Cura Antelo


Una semana después se publicó el testimonio de Eduardo Bello, que había estado en Jerusalén entre 1985 y 1993: “Estábamos en la casa que la comunidad tiene en San Leopoldo, Brasil, y Antelo me empezó a interrogar para que confesara que había hecho un pacto con el demonio para destruirlo a él y a la comunidad. Como eso nunca había ocurrido, empecé a inventar cosas. Como eso no lo convenció empezó a pegarme. Primero me pegó con las manos. Me partió el labio, todavía se ve la cicatriz. Cuando ya estaba en el suelo, empezó a darme patadas. Después siguió con un palo de escoba. En un momento levanté la mano para protegerme y me la quebró de un golpe”.

Bello conservaba las placas radiográficas que atestiguaban aquella fractura. Las publicamos en la revista.

En la edición del 29 de marzo, agregamos el testimonio de Solis Vidarte, un hombre que había trabajado como cocinero de la comunidad en 1993. Por primera vez un testigo que no había formado parte del grupo confirmaba la veracidad de las denuncias.

Vidarte había oído fuertes golpes, había visto jóvenes con la cara amorotanada  y “manchas de sangre en las paredes”.

“Ahí fui dejando de ir -recordó- porque creo que a nadie le gusta ver cosas anormales”.

El 27 de abril, Tres publicó el testimonio de Carlos Villar, un exintegrante que relataba como Antelo los había obligado a mentir en el juicio interno de la Iglesia. También había sido testigo de cómo para esa ocasión se limpiaron las manchas de sangre que regaban la sede de la avenida Suárez.

Villar también había sido golpeado. “Antelo se quebró las dos manos pegando. Casi siempre empezaba pegando piñas, ganchos de izquierda y de derecha. Por eso se quebró. Cuando ya le dolían las manos, pegaba con la pata ortopédica, con un palo de escoba, con un tronco de leña, lo que tuviera a mano”. También había presenciado como el sacerdote tocaba los órganos sexuales de los hombres del grupo para “sanarlos”.

Defensores de Antelo

Pero más allá de lo concluyente de los testimonios, Antelo seguía teniendo defensores.

El 12 de abril, El Observador publicó una carta de Rodolfo Katztenstein, ex secretario general de la Asociación Cristina de de Dirigentes de Empresa, en la que decía: “Me duele en el alma toda esta guerra contra el querido Padre Adolfo Antelo”.

“Me duele en el alma porque en estos momentos todo se ha borrado; parece de mal gusto recordar y evocar todo lo bueno que hizo en nuestro medio, en nuestra Iglesia, en el marco de una óptica distinta –y ese fue su pecado más grave- una óptica alegre, contagiosa".

El 17 de abril se publicó otra carta de padres de integrantes de la Comunidad. Decían que las acusaciones venían de “fuentes cuestionables” y que "ciertos medios" de prensa habían transformado rumores en verdades.

Dos días después, la Comunidad publicó un librillo para su propia defensa, con prólogo de Rubio, el obispo emérito de Mercedes.

El librillo incluía un artículo laudatorio sobre Jerusalén y Antelo firmado por el historiador y filósofo Alberto Methol Ferré.

El escrito era de diciembre de 1994, antes de la aparición del reportaje de la revista Tres, pero cuando las denuncias sobre la violencia y abusos de Antelo ya habían estallado en el seno de la Iglesia.

Methol explicaba así “la animadversión” que existía contra el grupo: “Hay una hostilidad profunda porque la consagración absoluta de hombres y mujeres a Dios es una realidad intolerable para la sociedad secularista. De tal modo, que todo es interpretado de modo perverso. Una interpretación perversa solo puede generar perversiones, actos hipócritas”.

Agregaba: “Durante un tiempo los miembros dela Comunidad eran, con el Padre Antelo, el rostro más visible de la Iglesia, por la Misa en televisión los domingos. Ningún cura era más visto en el pueblo uruguayo que Antelo. Adquiría entonces importancia para los sectores eclesiásticos enemigos y para los enemigos de la Iglesia ‘que Antelo muriera’”.

También desde las páginas de La República, el periodista Carlos Santiago fue otro defensor de Antelo. El 20 de marzo de 1996 definió lo que estaba ocurriendo como “una caza de brujas desembozada” favorecida por el supuesto silencio de los integrantes de la Comunidad que no se defendían ante la opinión pública.

“Con medias palabras, con acusaciones sin responsables que las avalen, con campañas periodísticas con objetivos poco claros, no es que se construye una sociedad plural”, decía Santiago.

Pero más sorprendente fue la posición que tomó el líder tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro desde las páginas de Mate Amargo, la publicación oficial del MLN-T.

El 15 de febrero de 1996, dos semanas después del reportaje de Tres, Fernández Huidobro publicó un extenso artículo denigrando a la revista y su trabajo periodístico. El título era “Carroñeros”.

Acostumbrado a hacer de la conspiración su método histórico de acción política, el líder tupamaro veía una rebuscada trama detrás del reportaje de Tres. Para Fernández Huidobro el artículo era al mismo tiempo una operación del Partido Colorado contra la Iglesia, una disputa por el poder eclesiástico entre blancos y colorados, y un lío interno de la Comunidad Salesiana. Se explayaba en dos largas páginas, pero no lograba explicar las razones ni los procedimientos del afiebrado complot.

En su nota, que nunca condenaba a Antelo, Fernández Huidobro se mofaba del periodista Emiliano Cotelo que había dado seguimiento a las denuncias de Tres en su programa En Perspectiva, en radio El Espectador: “CX 14 por obra de Emiliano quedó escorada y anda comprando quilos de vaselina”, escribía, elegante.

Fernández Huidobro se reía en varios pasajes de las denuncias de abusos sexuales. Escribía: “En este país hay culitos y culitos. Algunos más que otros. Y hay cuernos y cuernos. Lo que nadie admite es llevarlos de garrón a favor de un cura rengo”. Y también: "Si esto sigue así los orientales terminaremos discutiendo (...) un asunto que en realidad está fuera de discusión: si se fornicaba o no en la Comunidad Jerusalén. Asunto importantísimo. ¿Qué duda cabe?". La verborragia, sin embargo, se le terminaba cuando llegaba el momento de hablar de las denuncias de las víctimas de Antelo. Entonces Fernández Huidobro se limitaba a decir que ya las conocía y que analizarlas era “entrar en el juego de los fariseos”.

Mate Amargo continuó en sucesivas ediciones con su prédica conspirativa sobre el tema. El grado de delirio llegó a su máxima expresión cuando en un artículo publicado el 21 de marzo, el periodista Rolando W. Sasso sostuvo que equipos de inteligencia del gobierno habían robado de una caja fuerte de la Universidad Católica toda la información sobre la investigación interna que la Iglesia había hecho a la Comunidad Jerusalén. Y sugería que ese dossier había sido entregado a la revista Tres.

Mi trabajo de meses, llamando a decenas y decenas de personas, rastreando por todo el país a posibles víctimas dispuestas a hablar, había sido reducido por el tal Sasso a la entrega de un sobre por un espía. El refrán lo anticipó: cree el ladrón que todos son de su condición.

Para ese entonces, el caso ya estaba en la órbita de la Justicia. El categórico auto de procesamiento con prisión de Antelo, dictado por el juez José Balcaldi, terminaría por poner las cosas en su lugar.

24.4.24

Comunidad Jerusalén: el infierno de san Antelo


El podcast Los demonios del padre Antelo, recientemente difundido por El País, ha vuelto a recordar la historia de la Comunidad Jerusalén.

Una de las entradas de este blog ya refería a aquel episodio. Pero el gran interés despertado por el podcast sobre el tema y varias consultas recibidas, me decidieron a hacer públicos diversos materiales sobre aquel episodio.

En los días que siguen publicaré artículos y documentos -algunos ya divulgados en aquel 1996, otros inéditos- sobre Jerusalén y el sacerdote Adolfo Antelo.

Comienzo por un extenso fragmento del reportaje que publiqué en la revista Tres en su primera edición, el 27 de enero de 1996. Se titulaba El infierno de san Antelo y provocó tal revuelo que la justicia inició una investigación sobre las denuncias y Antelo terminó preso. 

Padre Antelo. Adolfo Antelo. Comunidad Jerusalen
Tapa de la revista Tres.

 

 EL INFIERNO DE SAN ANTELO



“Yo nací en España, en una aldeíta allá por la montaña”. Así comenzó a contar su historia el sacerdote Adolfo Antelo, el 15 de abril de 1992, cuando en el canal 5 el periodista Ignacio Suárez le dedicó su programa Un día en la vida. Antelo narró que llegó al Uruguay a los 2 años junto con su familia y que su madre murió cuando tenía 9. Luego, se detuvo en lo que definió como “un gran acontecimiento en mi vida, quizás el más grande”. Era 1972, tenía 22 años y le diagnosticaron cáncer en un pie. Ante las cámaras de televisión, Antelo afirmó que un sacerdote le anunció que moriría en 40 días. “¿Por qué a mí? ¿Por qué no a esos tarados de Pocitos, que no sirven para nada?”, dijo que pensó entonces.
En el hospital escribió una carta a sus amigos, luego reproducida repetidamente en los folletos de la Comunidad Jerusalén, hoy Misioneras de Cristo Resucitado. “Me han dicho que voy a morir. ¡Pero no moriré! (...) No tengan miedo, porque Cristo resucitó y ya todo es posible en nosotros”.
No murió. Los médicos le amputaron el pie y sobrevivió. “¿Hubo un milagro?”, le preguntó Suárez en el programa de televisión. En la pantalla, el rostro del sacerdote se fundió detrás de paisajes paradisíacos y una música celestial invadió los hogares de los televidentes. Antelo dijo:
-No me gusta hablar de la palabra milagro porque hay gente que identifica milagro con cosa rara, superstición y lo que fuera. Creo que hubo un gran don, un gran regalo de Dios. Creo que esos son los verdaderos milagros.

***

Antelo fue ordenado sacerdote el 16 de agosto de 1975, pese a no haber terminado sus estudios religiosos. Quien lo ordenó, el obispo Andrés Rubio, afirmó entonces que con Antelo había sucedido algo divino. “Todos sentimos que se trata de una ordenación especial”, manifestó en la homilía y aseguró que en aquel joven“el amor del Padre (...) se ha expresado en forma divinamente original, humanamente desconcertante”.
-¿Por qué dijo que aquella ordenación fue muy especial?- le pregunté a Rubio, quien me recibió sonriente pero precavido en una de las sedes de la Comunidad Jerusalén.
-Porque era un joven al que se le adelantaba la ordenación, en previsión de una posible muerte próxima. Y porque él había hecho, en el momento en que se vio frente a la muerte, una experiencia de Cristo fortísima.
-Usted también afirmó que Dios se manifestó en Antelo de una manera “divinamente original”.
-Porque fue a través del dolor, cuando le cortaron una pierna, con el peligro de que apareciera en cualquier momento una metástasis y se muriera. Para los creyentes, el camino del dolor es original pero efectivo, porque Cristo nos redime sufriendo y muriendo en la cruz.
Rubio estaba muy orgulloso de haber realizado aquella ordenación.
El nuevo sacerdote se mostró pronto como un cura que podía sortear las barreras generacionales. Su fama creció en el colegio Juan XXIII. Capaz de celebrar una misa incluso en la escollera del puerto, Antelo comenzó a nuclear a su alrededor a muchos jóvenes. También generó sus primeros detractores.
El 25 de enero de 1982, el sacerdote Carlos Techera, superior salesiano, le ordenó, según el propio Antelo ha relatado, “crear un centro de espiritualidad donde comunicara a todos los jóvenes la experiencia de Dios que Él me regaló en el hospital”.
Antelo cumplió el mandato. “Salimos al encuentro de los adolescentes y de los jóvenes donde están: a la salida del liceo, en la casa, en el barrio, en la parroquia, en los grupos”, explicó una de las integrantes de la Comunidad Jerusalén en un reciente video promocional del grupo.
Esas campañas proselitistas fueron un éxito.
“Yo tenía 18 años y me enganché buscando a Dios, un sentimiento que lo tiene cualquier ser humano”, dijo Leonardo Silveira, de 25 años, resumiendo el sentir de la mayoría de los que entraron a la comunidad.

***
Los jóvenes que comienzan a aproximarse a la comunidad -los “participantes”- y los matrimonios que toman parte en sus actividades de fin de semana conocen una Comunidad Jerusalén. Pero quienes dejan sus hogares, se consagran y pasan a vivir dentro de ella, conocen otra muy diferente.
“Antes de ser consagrada todo era muy distinto. Luego, cuanto más tiempo vivís en la comunidad, más te das cuenta de la realidad. Cuando sos un ‘participante’ no te das cuenta de nada”, explicó la ex integrante Ana Coutinho, de 26 años, cuatro de ellos vividos dentro de Jerusalén.
Coutinho cree haber sido presionada para consagrarse. “A través de la dirección espiritual te hacen creer que tu única salvación es entrar a Jerusalén. Después te hacen sentir que la manera de ser fiel a Dios es que te consagres. Y como vos querés ser fiel a Dios, tenés que entrar. No sé cómo, pero lo hacen”, relató, ya liberada, en la plaza de comidas del shopping de Punta Carretas.
Una vez en la comunidad los jóvenes recorren lo que llaman “Proceso de Transformación en Cristo” y que supone “un proceso de diferenciación con la mentalidad que uno había tenido antes y con la del resto del mundo”, explicó Álvaro Vázquez, de 29 años, que vivió durante siete años en Jerusalén y hoy trabaja en la empresa médica de su padre.
Los nuevos integrantes son llevados con frecuencia a las residencias que la comunidad tiene en Buenos Aires o en la ciudad de San Leopoldo, en Río Grande del Sur. Los jóvenes cuyas familias aceptan de buen grado que vivan en la comunidad son alentados a no cortar los lazos familiares. Pero aquellos en cuyos hogares se atisba alguna resistencia son impulsados a separarse.
Vázquez recordó que “Antelo me hizo ir a decirles a mis padres que estaban en contra mío y que eran culpables de todo lo malo que me pasaba”.
Otro día el cura le dijo a Coutinho:
-    Anita, te hace mal ver a tus padres, porque te hacen dudar de tu vocación. No vayas más a tu casa.

 

***
 

Padre Antelo. Adolfo Antelo. Comunidad Jerusalén
En la comunidad la vida es rigurosa. El cronograma diario incluye rígidos horarios para rezar, estudiar, recibir la “dirección espiritual”, escuchar las charlas del líder, grabarlas, desgrabarlas y escribir un diario íntimo que el sacerdote y los directores espirituales pueden revisar en cualquier momento. “Dormíamos poco, era bastante agotador”, dijo Marisol Cedrés, de 28 años, otra ex integrante.
Las charlas toman muchas horas. “Antelo puede hablar seis horas sin parar, sin problema -explicó Álvaro Vázquez-; cuando terminaba todos quedábamos convencidos de lo que había dicho. Tiene un gran poder de convencimiento. Mientras lo oís hablar, es muy difícil ser crítico”.
Coutinho relató que “se tiene un régimen de reuniones permanentes, eternas. A veces se sigue un día entero. Antelo habla, habla, habla, habla, horas y horas”. Otro ex integrante, que prefirió no revelar su nombre, explicó que “si uno se pierde una charla, tiene que escucharla después en un walkman, porque todo se graba. Escuchar todo eso, habiendo dormido poco, va cambiando tu mente”.

Adolfo Antelo Comunidad Jerusalén
Desgrabando a Antelo
A ese régimen agotador se suma una alimentación irregular, a veces deficiente. En algunos hogares de la comunidad se come mejor que en otros, pero en todos ellos las comidas se saltean, ya sea para oír a Antelo o porque se ha descubierto que algún miembro está “endemoniado”.
“Se suponía que se comía todos los días, pero surgían estas crisis y olvidate”, contó Marisol Cedrés.
“La alimentación nunca fue balanceada”, agregó Vázquez. “Antelo decía que no había dinero para la comida, pero después uno se enteraba del dinero que la comunidad tenía en el banco y veía que no era así. El debilitamiento físico terminaba influyendo en tu personalidad”.
Los reglamentos son para todos, menos para Antelo que duerme, come y bebe en abundancia. “Se acuesta a las cinco de la mañana y se levanta a la una de la tarde”, recordó Vázquez. “Toma mucho, mucho vino”, dijo el ex integrante Leonardo Silveira. Coutinho lo vio con sus propios ojos: “Toma whisky, vino, cerveza. Lo vi tomarse dos litros de cerveza de corrido”.
Tales testimonios concuerdan con el que una ex integrante brindó a un grupo de laicos de la Iglesia que, a su vez, lo remitió al arzobispo José Gottardi y a otras autoridades religiosas. En esa declaración se dice que Antelo “en todas las comidas come carne y tiene comida especial porque es enfermo (...) También toma alcohol. A veces le dan de comer en la boca, pero no es lo común”.

***

El miedo comenzó en 1988. “Hasta entonces se había vivido un clima de cierto respeto -si bien muy anormal para lo que es cualquier comunidad de la Iglesia, porque era muy sectario- pero todavía podíamos vivir sin tanto miedo”, recordó Álvaro Vázquez.
Ese año Antelo comenzó a decir que un ex miembro de la comunidad -Mauricio Sampietro- estaba endemoniado y que varios integrantes de la Comunidad Jerusalén seguían sus pasos.
“A raíz de eso empezaron los golpes de Antelo, porque ésa era la forma de terminar con la influencia de Sampietro”, explicó Vázquez.
Para establecer cuáles miembros de la comunidad están creyendo la palabra demoníaca de Sampietro, se realizan extensos interrogatorios destinados a arrancar una confesión.
Cuando Antelo comienza a preguntar “todo el mundo tiembla, porque no sabés si lo que vas a decir le va a gustar o no. De repente, ‘descubre’ que estás ‘endemoniado’ y te cae ahí mismo”, explicó Coutinho.
La tesis a confirmar en los interrogatorios es que Sampietro violó a los miembros de la comunidad -hombres y mujeres- y que por esa vía les inculcó “la palabra del demonio”.
“No puedo creer la barbaridad que llegamos a creer: que Mauricio nos había violado a través de la mirada”, recordó Coutinho. “A mí Antelo me lo hizo creer luego de un interrogatorio de tres o cuatro o cinco horas. Fue tan largo que perdí la noción del tiempo”.
“Al principio decía que Sampietro te había dañado a través de la mirada: te había mirado de arriba abajo. Después era que te había mirado y su pene... pero no hablaba de violación física real... ¡era rarísimo!”, agregó.
Otro joven explicó que “la violación era con la mirada, primero Sampietro te miraba a los ojos, después bajaba la mirada y te hacía mirarle la pija... esa es la palabra que usa Antelo. Entonces con la mirada te hacía sentir que te penetraba y te reventaba... toda una historia. Las mujeres quedaban traumadas y entonces iban a buscar su protección. Ahora me da vergüenza habérmelo creído”.
El asunto obsesionaba a Antelo. En un retiro espiritual que se realizó en Buenos Aires en 1991 hizo que todos contaran cómo Sampietro los había violado. “Tenías que inventar, no había otra”, relató Coutinho.
Vázquez pasó por aquella experiencia antes de escapar de la comunidad: “De cualquier forma hacía que te ‘acordaras’ de la supuesta violación. Podían estar 14 horas interrogándote. Si Antelo salía, otros seguían. Terminábamos inventando cualquier cosa. Eso pasó una y mil veces. Todos sabíamos que inventábamos todo para liberarnos de esa situación”.

***

Cuando los interrogatorios no dan resultado, Antelo recurre a una técnica conocida en psicología como “ensueño dirigido”.
El psicólogo Daniel Corlazolli, de 44 años, ha atendido a cuatro ex integrantes de Jerusalén, algunos de los cuales aún continúan en tratamiento.
“El padre Montes le enseñó a Antelo técnicas de hipnosis y ensueño dirigido... dos armas peligrosísimas en manos de una persona que no sabe usarlas”, explicó Corlazolli. “Lo sabemos por los relatos de las víctimas, porque el ensueño dirigido es consciente. La persona yace tendida, se la van surgiendo fantasías, tiene que elevarse cada vez más a un punto luminoso y después se le van sugiriendo contenidos”.
“Exacto, esa era la técnica que utilizaba -señaló Marisol Cedrés-. En eso se basaban los famosos ‘encuentros con Cristo’. Él te dirigía hacia lo que quería. Es algo muy inteligente... te vas condicionando... tiene una fuerza que hace que vos sientas lo que él te dice, y a la vez te hace idolatrarlo”.
“Era una forma de hacer la dirección espiritual”, dijo Álvaro Vázquez que, al ascender en la comunidad y empezar a dirigir espiritualmente a los más jóvenes, también empleó esa técnica. “Me tocó hacerlo con algunos de los gurises, ahora veo que fue algo totalmente irresponsable”.
(…)
Corlazolli explicó que el ensueño dirigido se usó, por ejemplo, con aquellos que se negaban a aceptar que Sampietro los había violado. “Se le inducía la fantasía de que realmente de una manera mágica, no se sabe muy bien cómo, Sampietro los había poseído con un enorme falo”. El psicólogo dijo que según los casos que conoce los resultados de esta práctica fueron “muy peligrosos”.
El ex integrante de la comunidad Leonardo Silveira relató que jamás en su vida vio a Sampietro pero, ensueño dirigido mediante, acabó por reconocer el daño que aquel le había hecho.
(…)
Mauricio Sampietro tiene 35 años e integró la comunidad durante cinco, hasta 1989. Desde entonces vive en otra comunidad religiosa, en Colombia.
-¿Tú violaste a alguien?- le pregunté en una entrevista telefónica.
-Noooo, imagínate... de allí hasta acá (risas). Evidentemente que no, es ridículo, inverosímil. Es una calumnia, una de las más graves. Pueden preguntarle a cualquiera y cualquiera puede comprobarlo. Quizás haya algunos que no hablen por presión psicológica, por miedo y terror. Hay que comparar la situación que se vive en la comunidad con la tortura. Yo, por suerte, salí en el momento preciso.
Sampietro cree que Antelo “construyó de mí un antimito, porque así, enfrentándose a un antimito, reforzaba su propia imagen mítica”.
Uno de los entrevistados mostró una carta que el propio Antelo le envió años atrás. En ella le decía que Sampietro nunca podría volver a integrarse a la Iglesia uruguaya porque “aquí el ambiente está picado por nuestras calumnias”.

***

Lo peor comienza cuando los miembros de la comunidad, extenuados tras extensos interrogatorios o inducidos psicológicamente, confiesan haber sido violados por Mauricio Sampietro.
“Vi cómo le pegó a mucha gente. Pega cuando dice que la persona no quiere denunciar a Mauricio y al demonio. Porque cuando la persona se pierde en esos interrogatorios eternos, ya no sabe qué decir. Ahí empiezan los golpes”, dijo Coutinho.
“Claro que lo vi pegar y ponerse como loco. Todos lo vieron”, sostuvo Silveira.
Coutinho relató: “Pegaba golpes de puño, patadas y durante mucho rato. Vi dejar gente marcada, con la cara verde de los golpes. Él decía que el Espíritu Santo lo asistía, porque sus golpes no rompían los huesos ni hacían sangrar. Pero yo vi gente a la que le rompió un brazo. Pegaba golpes tremendos. Él mismo llegó a tener las manos quebradas y enyesadas por los golpes que daba” .
Otro entrevistado, un ex integrante del grupo que fue víctima de esas golpizas y hoy es empleado de un comercio, afirmó: “Tiene mucha fuerza, pega con las manos, con las rodillas, con palos o da codazos en la espalda. Una vez le partió la cabeza con un mortero a un muchacho. Cuando te caías te pegaba patadas en los riñones, patadas fortísimas con la pata de palo, con la que puede patear con toda la fuerza sin que le duela. Es el sadismo extremado. A mí me cagó a palos, varias veces me rompió la boca y otra vez me reventó la cabeza contra una pared”.
“No era un juego. Quedaban manchas de sangre en las paredes. Se quebró las manos pegando, y hay que pegar mucho para quebrarse uno mismo”, agregó.
La última noche de Álvaro Vázquez en la comunidad fue pesadillesca. “Vine desde Buenos Aires a un retiro en Montevideo y me encontré con el panorama de siempre: gente con los ojos negros, algún endemoniado de turno. Nos fuimos a otro retiro en Punta del Este. Ahí me tocó a mí. De noche todos comenzaron a interrogarme. Antelo empezó a pegar a las seis de la tarde. Pegó hasta las tres de la mañana. Paró porque se fue a dormir. Cuando terminó, varios estábamos muy golpeados, con las piernas lastimadas y más de uno con los dos ojos negros. Me hicieron dormir en el balcón, a la intemperie. Otras veces había sido peor”.

***
Pero hay otra manera de terminar con la influencia del demonio y de sanar las heridas provocadas por las violaciones de los “endemoniados”.
“Con la excusa de sanar el daño que Sampietro les había hecho, Antelo toca descaradamente a las mujeres. Les toca los senos, la vagina, les mete la mano. A los hombres nos chocaba horriblemente, pero viniendo de él que era tan puro, parecía que estaba más allá de eso. Estábamos ciegos”, dijo un ex miembro.
Álvaro Vázquez explicó que según Antelo “el demonio que tienen las mujeres de la comunidad es muy extraño. Ellas manifiestan cierta aversión hacia su cuerpo y hacia su condición de mujeres. Y entonces... el Manosanta lo cura todo”.
Ana Coutinho tuvo que pasar por aquello. “Hay abrazos, manoseos y besos en la boca. Toca los senos de las mujeres, sin ningún problema. La cola también. Es lo que yo vi y viví. Me lo hizo a mí”.
“En momentos de liberación deja a las mujeres en bombacha y soutien. A mí me dijo que me sacara la ropa, pero no lo hice. Otras chicas lo hicieron porque insistió e insistió. Decía que vos sentías tu cuerpo como malo, porque fuiste violada. Tenías que desvestirte para ver que no era así. A veces –agregó- le pedía a alguna chica que se tocara los senos, para que viera que no eran malos”.
El testimonio recogido y hecho llegar a las autoridades eclesiásticas por el citado grupo de laicos interesados en aclarar la situación de Jerusalén coincide con los de Coutinho y Vázquez: “Mientras el padre Antelo está reunido con algún grupo, en la comunidad, está permanentemente manoseando a una mujer, le mete las manos por debajo de la pollera, le acaricia los senos, es para ayudarla a que el demonio la deje tranquila”.
Ana Coutinho y otros entrevistados dijeron que las mujeres son clasificadas por Antelo de acuerdo al tamaño de sus senos: “Vos los tenés de ping-pong”, “los tuyos son de tenis”, “los tuyos son de básquetbol”.
Los hombres también son tocados. “Te tocaba el traste, o te metía la mano adentro del pantalón, pero los varones siempre saltábamos para atrás”, dijo uno de los afectados.
Para las chicas que pasaron por esa experiencia, no es fácil asumirla. Decenas de ex integrantes de la Comunidad Jerusalén declinaron dar su testimonio. “Lo que me pasó se lo conté sólo a mi psicólogo y a mi confesor. Si hablo contigo voy a ponerme a llorar”, me dijo una ex integrante de Jerusalén que se excusó por no estar en condiciones de compartir sus vivencias dentro del grupo.
Ana Coutinho, en cambio, se atrevió a relatar lo que le hizo Antelo. “Cuando una termina convenciéndose de que realmente fue violada, se siente lo peor del mundo. Entonces ahí él te abraza y te empieza a tocar, como supuesta forma de cariño”, relató. “Hoy veo que me degradó, que me hirió y me da mucha bronca. Pero ahí dentro, la atmósfera de miedo y de tensión es tan grande que, aunque sea difícil de comprender, eso era gratificante. Era estar bien con Dios. Era como si Antelo fuera asexuado, un ángel, un santo. Es increíble. A mí eso me hizo mucho mal. Cuando salí no podía recibir cariño, me sonaba a otra cosa". 

(...)

Continúa.


Fragmento del reportaje El infierno de san Antelo. Publicado originalmente en la revista Tres, el 27 de enero de 1996. La versión completa se encuentra en el libro Un mundo sin Gloria.

Comunidad Jerusalén. Padre Antelo. Adolfo Antelo
Leer también: Los abusos sexuales del cura Antelo.

16.12.23

Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas.

El Caraguatá fue el mayor refugio subterráneo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y su historia quedó signada por dos episodios trágicos. Allí fue asesinado por el MLN-T el peón rural Pascasio Báez. Y allí fue herido de muerte por el Ejército el integrante del MLN-T, Walter Sanzó. El libro reconstruye la historia del "Caragua" en base a documentos históricos y a los testimonios de protagonistas de estos y otros hechos allí ocurridos, y pone especial foco en ambos casos. Hay dos testimonios que sobresalen por sobre los demás: los de Ismael Bassini Campiglia y Enrique Osano Larrosa. Tanto es así que el subtítulo "Una tatucera. Dos vidas" puede entenderse como una alusión a las muertes de Pascasio Báez y Walter Sanzó, pero también a las vidas de Bassini y Osano. El libro es una historia del Caraguatá y al mismo tiempo es una biografía de estos dos militantes históricos del MLN que nunca antes habían hablado en público de estos temas.
Libro Caraguatá, de Leonardo Haberkorn

  Texto de la contratapa En Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas, Leonardo Haberkorn presenta una rigurosa investigación periodística sobre los trágicos hechos ocurridos en el mayor de los refugios del MLN-T, la joya de la corona tupamara, el escondite subterráneo construido en la cabaña Spartacus, cerca de Pan de Azúcar. El libro ilumina como nunca antes dos casos funestos que ensombrecen la historia del Caraguatá. Uno de ellos es un episodio central en el periplo del MLN-T: el asesinato del peón rural Pascasio Ramón Báez Mena. El otro es un acontecimiento hoy casi olvidado: la muerte del tupamaro Walter Sanzó a manos de los militares durante el asalto a la tatucera. Dos de los tupamaros implicados directamente en estos eventos, Ismael Bassini y Enrique Osano, quienes hasta ahora habían guardado un silencio absoluto sobre lo que vivieron en la cabaña Spartacus, toman la palabra. Sus versiones contrapuestas se entretejen aquí con las voces de otros implicados —entre los que se cuentan varias fuentes militares— que Haberkorn ordena para elaborar un relato coral, tan lúcido e incisivo como revelador y necesario.

21.11.23

Novedades sobre mi (vieja) renuncia a dar clase

Cada tanto ocurre: vuelve a circular, como si fuera nuevo, el texto de 2015 en el cual anuncié que no daría más clases de periodismo en la universidad.

Eso está ocurriendo en estos días.

Ante eso, dos puntualizaciones. La primera, la ya dicha: aquella catarsis ya tiene unos cuantos años. No me envíen el pésame ahora porque aquello ya está muy asumido, masticado y procesado.

La segunda anotación es más novedosa: el año pasado, un exalumno me pidió que fuera el tutor de su proyecto final para licenciarse.

La propuesta me tomó por sorpresa. Salvo algunos talleres realizados en empresas o por mi cuenta, llevaba ya siete años alejado de la docencia formal. Aceptar ser tutor en una instancia tan importante, suponía un gran desafío.

Mi primera reacción fue la de decir que no. Pero aquel joven, que hoy ya ejerce el periodismo, siempre había sido un buen estudiante y su proyecto era interesante y desafiante. No encontré ninguna razón para negarme.

Ser tutor implicaba volver a ser registrado como docente. Y di el paso. No me resultó fácil el retorno al ruedo académico. Pero por suerte, mérito del estudiante, el proyecto final fue aprobado.

La Universidad ORT, con gran generosidad, me incorporó además a dos tribunales que debían analizar otros dos proyectos finales.

Resumiendo, no volví a dar clases del modo tradicional, en un aula repleta de estudiantes. Pero de algún modo volví a la docencia. Dado que el texto de renuncia anda circulando en su enésima viralización, me pareció importante compartirlo.

24.8.22

Mercader y el último golpe tupamaro

Antes de ser político, Antonio Mercader fue un muy buen periodista. Siendo joven llegó a estar al frente de la redacción del vespertino El Diario, en una época en que cada tarde se vendían 150.000 ejemplares o más, cifra utópica para la prensa uruguaya desde hace ya muchos años.

Mercader, que falleció en 2019, solía decir que el periodismo es una gran profesión para saber dejarla a tiempo.

Él presumía de haberlo hecho. Pronto abandonó la prensa y se dedicó a la publicidad. Luego pasó a la política. Pero en su libro póstumo editado en 2021, El último golpe tupamaro, “Manino” volvió a usar aquellas herramientas de su primer oficio, y lo hizo con una gran calidad y destreza.

El libro tiene como epígrafe una frase de Hannah Arendt: “Ninguna filosofía, análisis o aforismo, por profundo que sea, puede compararse en intensidad y riqueza de significado, con una historia bien narrada”.

Y eso es lo que Mercader logró con esta obra.

El último golpe tupamaro es un libro ágil y muy bien escrito, que se lee muy rápido. Claro, ordenado e inteligente, es un trabajo muy serio, pero con algunos toques de humor irónico que lo enriquecen. Es una obra muy útil como fuente de consulta ya que resume muy bien un hecho importante al que cada tanto vuelve el debate público: la tragedia del Filtro.

La culminación del relato son los violentos sucesos de la noche del 24 de agosto de 1994, cuando una multitud resistió la extradición a España de tres miembros del grupo terrorista vasco ETA, y el joven Fernando Morroni, de 24 años, murió baleado por la policía.

 

País tupper

 “El último golpe tupamaro” es un libro muy documentado. Mercader revisó la prensa uruguaya y la española, los libros ya publicados sobre el tema y los documentos fundamentales, incluyendo las sentencias de la justicia. Sumó alguna entrevista propia, la principal de ellas al hoy también fallecido Eleuterio Fernández Huidobro.

La fortaleza del trabajo no está en nuevas grandes revelaciones. Que el MLN hizo en el Filtro su último ensayo de lucha callejera, de asonada violenta, ya lo ha admitido Jorge Zabalza y lo han documentado académicos como Fito Garcé.

Lo que hizo Mercader en esta obra fue unir todos los puntos dispersos, darles una hilación y un sentido. Vincular lo ocurrido con los antecedentes, con las consecuencias, con el contexto uruguayo, español e internacional, para hacer que todo el episodio adquiera un sentido completo. Narrar la historia como pedía Hannah Arendt.

En el centro de la trama están la ETA y el MLN, la relación entre ambas organizaciones y cómo esas vinculaciones confluyeron en el Filtro. Aquel día de 1994, casi una década después de recuperada la democracia, los tupamaros todavía seguían sin renunciar del todo a la violencia como herramienta política.

Mercader buceó en los archivos de la prensa española para historiar las actividades de ETA en Uruguay, su nexo con el MLN y otras organizaciones. Al respecto el libro documenta mucho y al mismo tiempo deja la sensación de que todavía hay piezas que faltan.

Los etarras en Uruguay intercambiaban mensajes secretos con un código cifrado. En esos crípticos telegramas a Argentina le decían Asia; a Estados Unidos, Estocolmo; a Venezuela, Valencia. Siempre tomaban la primera letra de cada nombre para buscar la palabra alternativa. Sin embargo, a Uruguay, no se sabe por qué, le decían Tupperware. A partir de esa revelación, Mercader -con humor- pasa a llamar Tupperware a Uruguay, el país-tupper, la comarca cerrada donde la información que el mundo tiene por buena no cuenta. No asumimos los hechos a veces porque los desconocemos, y otras porque –a pesar de conocerlos- elegimos ignorarlos para no violentar la corrección política.

Los datos de la realidad indicaban que ETA no era ni nunca había sido la genuina representante del pueblo vasco. Que asesinaba sin piedad. Y que en España, un país con separación de poderes, los etarras tendrían un juicio justo. Pero la propaganda pro ETA de esos días machaba con todo lo contrario. Y en el país tupper algunos prefirieron hacerse los otarios.

Cuarenta y ocho parlamentarios de todos los partidos firmaron una solicitada que reclamaba el asilo político para los etarras. El senador blanco Alberto Zumarán hizo gestiones por ellos. Hugo Batalla fue a darles apoyo. Seregni y Tabaré Vázquez también.

Ante un episodio clave, la política oriental no supo discernir entre dictadura y democracia. España era una democracia, como lo es hoy, pero muchos políticos uruguayos actuaron como si no lo fuera. Igualaron la voz del Estado español con la de una organización terrorista.  

También la Universidad de la República se sumó a la confusión. El PIT CNT decretó con una huelga general por tiempo indeterminado. Se organizó una marcha que encabezó José D´Elía y que culminó en un acto en el que habló Juan José Bentancor.

No se me ocurren dos sindicalistas con mejores credenciales democráticas que D´Elía y Bentancor, un dirigente al que traté y siempre fue ejemplo de caballerosidad, mesura, tolerancia y pluralismo.

¿Cómo dos personas así pudieron involucrarse en un acto en favor de tres integrantes de un grupo terrorista que ya había asesinado a más de 700 personas?

 

El “otro” muerto

Aunque el foco del libro está puesto sobre el MLN, la policía es otro de sus temas. Aquella noche, ante la violencia organizada, las fuerzas de seguridad abrieron fuego sobre la multitud en forma indiscriminada. Las balas mataron a Morroni, pero pudieron haber matado a muchos más. El homicidio del muchacho permanece impune hasta hoy.

Mercader retrata en el libro a una policía atrasada y con una falta de preparación lindante con lo criminal. No tenía ni carros lanza agua ni munición no letal. Enfrentadas a la asonada, las fuerzas policiales reaccionaron como un malón, disparándole a quemarropa a la multitud.

El libro es también una denuncia sobre el Uruguay de hoy. Cuando Mercader lo terminó de escribir, durante la presidencia de José Mujica, ninguna editorial se animó a publicarlo. Eso dice mucho sobre el país en que vivimos.

Mujica formó parte del accionar planificado por el MLN en apoyo de los etarras, un ingrediente central del cóctel que terminó en tragedia.

Tengo dos historias personales sobre esa noche.

Los sucesos ocurrieron una noche de miércoles. Yo trabajaba en el semanario Búsqueda y ese era el día de cierre. Por eso, aunque ya hubiéramos terminado nuestro trabajo, los miércoles todos los periodistas debíamos permanecer en la redacción hasta la medianoche, cuando la edición entraba en la imprenta. Nos quedábamos llamando a nuestras fuentes, buscando alguna noticia de último momento.

Recuerdo muy claro cuando el cronista judicial regresó del Filtro y contó de los violentos incidentes. Lo habían enviado a cubrir la extradición de los vascos porque aquello era un procedimiento judicial: pedido por la justicia española y ordenado por la uruguaya, no por el gobierno de Uruguay.

A todos los que estábamos en la redacción nos encargaron alguna tarea vinculada a conseguir información sobre lo que había ocurrido. Se decía que había dos muertos, Morroni y Roberto Facal.

Me encomendaron ir al velorio de Facal. Se presumía que podía ocurrir allí algún incidente violento.

Llegué. No había manifestantes. Entré a la sala velatoria. Había poca gente, mucho silencio y un lógico ambiente de pesar. Me senté. Nadie hablaba. Un familiar se me acercó y me preguntó qué hacía allí. Le dije que era periodista. Me manifestó que esa muerte no tenía nada que ver con el Filtro y me pidió que por favor me retirara.

Años después entrevisté a otro allegado a Facal que me dijo lo mismo: su muerte, apuñalado, no tuvo que ver con la represión policial.

Mercader publica en su libro la sentencia judicial del caso Facal, en la que se condenó a dos personas ajenas a los episodios político-policiales.

Pero la insistencia en decir que hubo un segundo muerto persiste.

 

Las bases del PIT-CNT

El otro episodio personal tiene que ver con la huelga decretada por el PIT-CNT en favor de los vascos. Tras las primeras 24 horas de paro general se convocó a una Mesa Representativa. Se hizo en la sede de la federación del transporte. Yo era el cronista sindical de Búsqueda y ahí estuve. El clima era muy tenso. Se vetó la presencia de periodistas. Pero varias fuentes me contaron lo que ocurrió: muchos sindicalistas relataron que sus bases no entendían por qué el PIT-CNT estaba haciendo esa huelga a favor de tres etarras. Si el paro seguía, se corría el riesgo de que muchos trabajadores lo desacataran. Se votó darlo por concluido.  

A propósito del libro de Mercader, Martín Aguirre escribió en El País que los episodios del Filtro demuestran que “la grieta” en 1994 era mayor que ahora.

Creo que no. La mayoría de la gente, incluyendo a miles de trabajadores afiliados al PIT-CNT, no querían hacer un paro por ETA. Nadie lo entendía. Pero la política había sido ganada por un microclima ajeno a la realidad.

Más allá de la asonada del MLN y su apoyo a la ETA, ese es el gran tema del libro: cómo una eficaz mezcla de desinformación y propaganda, mucha manija bien atizada con sentimientos de justicia y defensa del más débil, puede llevar a un país por caminos insospechados y trágicos.

También pesó el silencio de todos los que callaron para no llevarle la contra a los abanderados de la corrección política.

Mercader cita una frase autocrítica del exdiputado y ministro socialista José Díaz: “Todos los que, como en mi caso, no participamos de las manifestaciones, tenemos nuestra cuota parte de culpa por no habernos explicado con más contundencia y (no) haber generado ámbitos de debate sobre el tema de fondo que consiste en señalar que la causa de los etarras no es la del pueblo vasco”.

Salvando las distancias, hoy pasa algo parecido con los anti vacunas: desinformación, manija, apelaciones a dictaduras que no son tales, líderes de grupos minoritarios azuzando las aguas y mandando a otra gente al muere. Mañana, ¿cuál será el tema?

En ese sentido, el libro de Mercader deja una sensación de angustia. Somos manipulables y también lo son nuestros líderes. Pasó y puede volver a pasar.

La verdad, el debate, la información, el no callarse por miedo a la reacción de la propia tribu, son los mejores antídotos.

 

Nota publicada en diario El Este, 13 de noviembre de 2021 


MLN ETA FILTRO
Tapa del libro


19.8.22

Miguel Ángel Campodónico (1937-2022)

 Alto, muy serio y con cara de pocos amigos, la primera impresión que te causaba Miguel Ángel Campodónico era la de un hombre hosco y huraño. Yo lo conocí a mediados de los 80 en la redacción del semanario Aquí. Yo tenía apenas más de 20 y el casi 50. No me llevó mucho tiempo descubrir que detrás de esa fachada seria y dura había un hombre muy generoso, con una ética intachable y un compromiso total con el trabajo periodístico.

Siempre ponía la lupa en los problemas sociales. Sus notas solían denunciar las carencias de asilos, hospitales públicos o barrios olvidados. Se ponía en la piel de los más pobres y tenía poca paciencia para las excusas y explicaciones de los políticos funcionarios implicados.

Era duro para juzgar esas injusticias, a las que el periodismo muchas veces termina por resignarse, por la fuerza de los hechos.

Miguel Ángel no. “El periodismo es una máquina de hacer enemigos”, decía, con cierta pesadumbre, no comprendiendo por qué algunos de los implicados se enojaban tanto con sus notas, si él había dicho la verdad.

Nunca olvidé esa frase y hasta hoy me sirve de apoyo, por su evidente exactitud.

Era generoso y abierto a desafiar sus propios esquemas. Signo de aquellos tiempos, la sección cultural de Aquí tenía dos espacios diferentes, con editores distintos. Una de las secciones estaba volcada a la literatura, con un enfoque más tradicional. El otro, con gente más joven, hacía énfasis en el rock. Miguel Ángel escribía en el sector tradicional. Yo, de vez en cuando, en el del rock.

Cuando murió Luca Prodan, publiqué una semblanza basada en una entrevista que le había hecho cuando vino al primer Montevideo Rock. Era la típica nota que solía ser recibida con mucha frialdad en la sección de cultura “tradicional”. Por eso temí cuando Miguel Ángel me dijo que quería hablar conmigo. Pero lo que quería decirme es que Luca Prodan le había resultado alguien muy interesante, con “algo especial”.

Era hincha de Peñarol. Recuerdo una tarde que trabajamos en el mismo escritorio. La radio estaba prendida con el relato de un partido entre Nacional y Progreso, en el Paladino. No le dábamos mucha importancia, hasta que -para nuestra felicidad- los goles de Progreso comenzaron a sucederse uno tras otro, hasta encajarle un histórico 6 a 1 a Nacional. El puntero Johnny Miqueiro hizo tres goles esa tarde. Luego del partido declaró que había jugado casi en ayunas, porque le dolía el estómago. Cada vez que nos veíamos, Miguel Ángel recordaba aquella anécdota a las risas.

Era un hombre de izquierda en sus ideas, pero no se casaba con nadie. Publicó muchas biografías, de Mauricio Rosencof a Julio Sánchez Padilla, pero la más popular, traducida y vendida fue la de José Mujica. Eso no le impidió opinar en 2016 que la presidencia del extupamaro había sido la peor desde 1985 hasta ese momento.

Hace pocos años lo recomendé como columnista para el portal Ecos. Ya tenía casi 80 años, pero su impronta seguía siendo la misma: la denuncia de la injusticia, el olvido de los postergados, la frivolidad y el doble discurso político.

En el gesto y en la pluma, fue un duro hasta el final.

Un gran periodista y un gran tipo.

Miguel Ángel Campodónico
Gentileza de la familia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en el semanario Brecha, edición del 12 de agosto de 2022, acompañando una nota de Alicia Torres sobre la obra literaria de Campodónico.

3.5.22

Abrazados a las redes sociales

La pérdida de confianza en las instituciones es una tendencia mundial.

Una reciente encuesta de Equipos, que divulgó Subrayado, mostró que 60% de los uruguayos tiene poca o ninguna confianza en la Iglesia, un 57% se siente igual respecto a los sindicatos y un 50% descree de los partidos políticos.

Equipos no midió la desconfianza hacia los medios de comunicación, pero otros ya lo han hecho otras veces. Un informe de Reuters, por ejemplo, mostró que entre 2017 y 2020 la confianza en los medios informativos experimentó notorias caídas en Argentina y Chile.

Algunas de las razones por las cuales los medios hipotecan la confianza del público son bastante obvias: medios que priorizan un proyecto político-partidario por sobre la información, medios que han desertado de territorios enormes (investigación, debate, cultura), medios que han sacrificado la calidad en pro de una reducción de costos sin fin.

Hay medios que quieren, pero no pueden. La publicidad migró a los gigantes de internet. La prensa –de cuyos contenidos se valen los nuevos ricos de la web- cada vez es más pobre. Sin dinero, la calidad informativa cae en picada. Y sin información no hay democracia.

Ante ese panorama, muchos han visto en las redes sociales una esperanza.

En las redes –dicen- todas las voces tienen un lugar, todos podemos decir lo que queremos, no hay censura ni filtros. Muchos las han abrazado con un fervor sin límites.

Es una nueva religión y Elon Musk es uno de sus profetas.

Muchos que descreen por igual de políticos, partidos, sindicatos y periodistas, tienen una fe ciega en lo que hará un multimillonario del que apenas conocen unos pantallazos de su vida.

Es cierto que en Twitter uno puede oír todas las campanas. Todas, incluyendo la de millones de cuentas creadas por quién sabe quién, operadas quién sabe dónde, que replican discursos destinados a diseminar el odio, la información falsa o a acabar con el prestigio de personas inconvenientes: políticos, jueces, científicos, periodistas.

¿Cómo se ha aprovechado este menú súper plural?

Muchos de los que han desertado de los medios por entender que les falta apertura e imparcialidad se han volcado a las redes donde –algoritmo mediante- se han encerrado en burbujas mucho menos plurales.

Lejos de favorecer la diversidad de puntos de vista, las redes sociales, a través del “me gusta” y sus algoritmos, promueven que uno se enclaustre cada vez más en un círculo viciado y vicioso. ¡Es tan lindo oír lo que quieren nuestros oídos!

Millones que huyeron de los medios porque los entienden sesgados, hoy se empachan en las redes leyendo y oyendo una y otra vez a los que piensan igual que ellos. Es la nueva plaza pública, dice el profeta Musk. Una plaza pública donde cada día se lapida al que piensa distinto.

Hace unas semanas, la senadora colorada Carmen Sanguinetti fue objeto de una furibunda campaña de denostación en las redes por haber expuesto en el Parlamento como las mujeres se ven más perjudicadas por el cambio climático.

La furia con que fue atacada resultó difícil de entender. La senadora apenas si habló de ese tema en lo que se llama la “media hora previa”, un espacio que tienen los legisladores para plantear ideas o pensamientos propios, sin ninguna consecuencia ulterior.

Tras el bullying recibido, Juan Moreno, un diputado colorado, presentó un proyecto para castigar penalmente a los que insultan y atacan en las redes.

En Argentina, algo similar había propuesto días antes un representante del gobierno.

El secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, anunció un plan para que las redes sean usadas “para el bien común” y “dejen de intoxicar el espíritu de nuestra democracia”.

Ambas iniciativas fueron sepultadas en un mar de críticas. Regular las redes sociales es un problema, porque la libertad de expresión está en juego.

En la reciente cumbre de la Unesco, el presidente Lacalle Pou se manifestó por no regular nada relacionado con estos temas. Admitió que ve como un problema que la gente viva inmersa en burbujas donde todos piensan lo mismo. Reconoció que ese fenómeno es alentado y potenciado por las empresas mediante la inteligencia artificial. Sin embargo, propuso combatir ese mal tan solo con “educación”.

No creo que la educación pueda tanto. Los centros de estudio en Uruguay -y en menor medida, en todo el mundo- tienen enormes problemas para enseñar a escribir, leer y multiplicar. Es demasiado pretender que, además, logren desbaratar los esquemas montados por los especialistas que trabajan para las empresas más poderosas del mundo.

En la divulgación de discursos de odio a través de las redes, la creación y distribución de información falsa a través de ellas, la generación de burbujas informativas y en la agonía de la prensa, la democracia tiene un problema de primer orden. No es admisible que los gobiernos miren para el costado y le tiren semejante fardo a la educación. O al mercado.

Otros creen que la solución vendrá para todo el mundo de la mano de un multimillonario generoso y benefactor.

Prefiero apostar por la república y la democracia.


Tomado de Pink Floyd The Wall

13.3.22

Jorge Vázquez: elogio de un pacto de silencio

 ¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?

La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.

En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te espero, pero de frente no por la espalda”.

Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.

Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente, la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José Mujica y Efraín Martínez Platero.

El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión: Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.

Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber disparado la ráfaga mortal.

En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:

 “El candidato del Frente ha designado como futuro ministro del Interior nada más ni nada menos que al senador Bonomi, quien asesinó por la espalda en una parada de ómnibus a un policía, el Jefe de la Cárcel de Punta Carretas”.

Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido, para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política” por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no significa ser materialmente responsable”.

Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.

Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y trabajadores…”.

Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica llegó a la presidencia.

Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día, en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.

Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.

Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.

La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:

 “Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo: ‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo.  Y le fue muy bien”.

Vázquez agregó que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó sobre el tema.

“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’.  Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un compañero.  Y a veces el torturador se queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no le interesa indagar más”.

Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron” torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?

Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes de la dictadura.

Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo que a decenas de otras personas.

Eduardo Bonomi, Rodolfo Leoncino, tupamaros

¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.

“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.

Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:

“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay cosas que nosotros no nos contamos”.

En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.

Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente inocente y prisioneros inermes.

Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece tener importancia.

Así como indigna que los militares que tienen información sobre los desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para cualquier familia?

En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo, es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere aportar un poquito de nada”.

Y de vuelta el asombro.

Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y sustancia al que critica y propone levantar.

Es muy difícil que la verdad avance así.

El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen ejemplo.


Etiquetas

33 Orientales Accidente en Young accidentes de tránsito Adolfo Antelo Alejandro Atchugarry Alejandro Vegh Villegas Alemania Alimentación Álvaro Moré Amodio Pérez Ancap Andes Antonio Mercader Árboles autóctonos del Uruguay Argentina Artigas aviación Bicentenario Bolivia Brasil Caraguatá cárceles Carlos Koncke Carlos Liscano Cesáreo Berisso charrúas Che Guevara. Checoslovaquia Chespirito - Roberto Gómez Bolaños Chueco Maciel Ciudad de la Costa Comunidad Jerusalén Creative Commons Crónicas de sangre sudor y lágrimas Crónicas y reportajes Cuba Cultura Daniel Castro Daniel Chasquetti Daniel Vidart Daniel Viglietti delincuencia Democracia derecha radical Derechos humanos diarios dictadura dictadura. Doble discurso europeo Drogas Eduardo Bonomi Eduardo Galeano Eduardo Pérez Silveira educación El Chavo Elon Musk empleados públicos Engler Enrique Tarigo entrevistas ETA Evo Morales Fernández Huidobro Fernando Parrado financiamiento de los partidos políticos Fito Páez Fuerzas Armadas Fútbol Gabriel Ohanian Gabriel Pereyra Gavazzo Gavazzo Sin Piedad Gente que no sabe leer y tergiversa lo que uno escribe Gerardo Caetano Grasas trans (transexuales) guaraníes Guido Manini Ríos Günter Wallraff Gustavo Zerbino Herencia maldita Historia historia reciente Historias tupamaras Hospital Filtro Hotel Carrasco hotel Conrad Hugo Alfaro Hugo Batalla Hugo Bianchi Identidad Soberana Inmigrantes. Dominicanos Intendencia de Canelones internet Israel Italia Jaime Roos Joel Rosenberg Jorge Batlle Jorge Lanata Jorge Vázquez Jorge Zabalza José Mujica José Rilla Juan Ángel Miraglia Juan Martín Posadas Juan Miguel Petit Juan Salgado La República Leonardo Sbaraglia Líber Seregni Liberaij Libros Literatura Luca Prodan Luis Almagro Luis Lacalle Luis Lacalle Pou Luis Suárez Madonna Maltrato animal Maracaná Marcelo Estefanell Mario Bardanca. Mario Benedetti Medicina Medio ambiente Mercedes Sosa México Michael Jackson Miguel Ángel Campodónico Milicos y tupas MLN-T Montevideo Música Neber Araújo Nelson Sosa nombres disparatados nombres raros Óscar Padrón Favre Oscar Tabárez Pablo Cuevas Paco Casal Palestina Paraguay Partido Colorado Partido Comunista Paso de los Toros Paz Peñarol periodismo periodismo cloacal Perú PIT-CNT Plagios y otras situaciones dudosas Pluna Política Política uruguaya Pollo homosexualizante Primavera de Praga publicidad Punta del Este Racismo Radio Raúl Sendic redes sociales Relato Oculto Renzo Pi Hugarte Ricardo Piglia Roberto Canessa Rock Rodolfo Leoncino Rómulo Mangini sabihondos Salud Sin comentarios Sindicalismo sindicatos Sirios en Uruguay Sobre lo políticamente correcto Sonia Breccia Sumo Televisión Tenis terrorismo Tomás Eloy Martínez tortura trabajo Tragedia de los Andes Tupamaros Twitter Un mundo sin Gloria Uruguay Venezuela Víctor Hugo Morales Villanueva Saravia Violencia doméstica zoológico

Atención

Los derechos de los textos
publicados en El Informante
pertenecen a Leonardo Haberkorn.
No se permite la reproducción
sin autorización del autor.