20.11.15

La vida por una pizza

El martes casi mato a un repartidor en moto, un delivery.
Yo manejaba, era de noche y su moto no tenía luces, ni atrás ni adelante. En una calle oscura de la Ciudad de la Costa, no lo vi. Por suerte, ambos pudimos esquivarnos. Él no murió, yo no maté a nadie.
Con el corazón todavía en la boca, lo seguí. Frenó apenas una cuadra más adelante, en la casa de un vecino. Venía a entregar un pedido de una pizzería muy exitosa en la zona, siempre merecidamente llena de clientes, la pizzería Portugalia. La moto llevaba el nombre y el logo del restaurante.
Ya he vivido varias situaciones similares. Las motos que circulan sin luces de noche por esta zona de Canelones son legión. Salir a la calle es una ruleta rusa. En el colmo de la hipocresía en la que vivimos sumergidos, es obligación llevar las luces prendidas DE DÍA, pero la Intendencia de Canelones permite circular con las luces apagadas DE NOCHE.
Hace unos meses ya me había pasado lo mismo con otro repartidor de Portugalia. Aquella vez llamé por teléfono a la pizzería y el encargado me pidió disculpas y me dijo que no volvería a ocurrir.
Pero ocurrió.
A pesar de que ya empezaba el partido Uruguay-Chile, al volver a mi casa llamé por teléfono otra vez.
Me atendió una joven.
-Yo soy solo una empleada, le voy a pasar con el encargado.
El encargado se puso al teléfono.
La vez anterior yo había sido amable y considerado. Esta vez no lo fui.
-Recién casi atropello a uno de tus deliverys. Es una vergüenza que una pizzería que factura lo que factura Portugalia no pueda poner 100 o 200 pesos para comprarle una bombita de luz a una moto.
-Lo que pasa es que la moto es del repartidor -me respondió.
-¡Pero comprale una bombita, regalásela! -me indigné-.
Cada vez más enojado, le pregunté al encargado si esas son condiciones de trabajo para alguien, si acaso piensa que seguíamos viviendo en la época de la esclavitud.
Me dijo que no era una pregunta pertinente, que en todo caso debía preguntarle al repartidor. Nunca admitió ninguna responsabilidad en el asunto, que es de vida o muerte.
Ya había empezado el partido Uruguay y Chile. Le dije que ya era suficiente, que siguiera así, que estaba bien, que lo felicitaba: una pizzería que todos los días vende miles de veces el valor de una mísera lamparita de moto manda cada noche a arriesgar su vida a un empleado o servidor tercerizado, arriesgando también arruinarle la vida a cualquier vecino (seguramente un cliente, como yo) que tenga la desgracia de no ver la moto criminal.
Accidentes motos motociclistas
Foto: Unasev
Hay una epidemia de muertes por accidentes de tránsito en Uruguay. En el primer semestre de 2015 260 personas murieron en estas circunstancias. A este ritmo, a fin de año serán más de 500. La mayoría de los muertos son jóvenes. El 54,2% son motociclistas. El porcentaje llega al 59,1% cuando se analizan los accidentes que ocurren en ciudades.
Son cientos de familias arruinadas cada año. Heridas que no cicatrizan jamás.
También en el primer semestre del año hubo 15.594 heridos por accidentes de tránsito, muchos de los cuales quedarán con secuelas por meses, años e incluso por el resto de sus vidas.
La situación en Canelones es tan grave que, con una población mucho menor a la de Montevideo, la cantidad de muertos es muy similar: 75 muertos en Montevideo, 60 en Canelones.
Con excepción de Cerro Largo, Canelones es el departamento donde es menor el porcentaje de motociclistas accidentados que llevaba casco. Solo el 53%. En Montevideo el porcentaje es 79%. En Rivera, 97%
Las cifras son claras: la Intendencia de Canelones debería explicar por qué permite que vehículos y conductores circulen en condiciones tan peligrosas. La Intendencia de Canelones es cómplice de este desastre.
Se me ocurren pocas maneras más extremas de arriesgar la vida de alguien que hacerlo circular sin luces, de noche, por calles estrechas, con suerte mal iluminadas y con la obligación de ir y volver lo más rápido posible. Una y otra vez cada noche. ¿Cuánto tiempo se puede desafiar a la suerte? ¿Se lo preguntará cada noche el encargado de la pizzería?
La vida por una pizza.
En esa miseria estamos.

10.10.15

Corrección a Jorge Zabalza

Jorge Zabalza fue entrevistado por el periodista Gerardo Tagliaferro, en su ya tradicional espacio en Montevideo.com llamado "Las 40". Allí el periodista le hace 40 preguntas a su entrevistado y en este caso la pregunta 18 fue:
-En el marco de la llamada "tregua" del año 72 estuvieron los trabajos conjuntos de militares y tupamaros en el Florida contra los "ilícitos económicos", por los cuales se llegó a detener gente. ¿Tenés constancia de que tupamaros hayan participado en torturas a detenidos por este motivo?
Zabalza respondió:
-No tengo testimonio directo de eso. Hubo gente que participó en el levantamiento y análisis de las declaraciones. Eso sí lo tengo claro. El que dice eso es el coronel Agosto (en el libro Milicos y tupas, de Leonardo Haberkorn). No he oído a ninguno de los compañeros que estuvo detenido en esos lugares -que fueron el Batallón Florida, el cuartel de La Paloma, el 9.º de Caballería y el Ingenieros I- hablar de que hayan participado en la tortura.
Milicos y tupas, de Leonardo HaberkornLa respuesta de Zabalza es equivocada, lo que dice no es cierto, y eso me obliga a escribir esta aclaración.
Milicos y tupas no fue escrito para denunciar que hubo tupamaros torturadores, que los hubo.
El libro ha tenido lectores atentos y críticos que han captado bien su espíritu general. Invito a los que tengan curiosidad a leer aquí las críticas de Guillermo Zapiola en El País y de Salvador Neves en Brecha, por ejemplo. O la presentación que hizo del libro el historiador Gerardo Caetano.
Pero el tema de los tupamaros torturados-torturadores vuelve una y otra vez.
Y entonces Zabalza dice lo que dice. Y lo que dice no es verdad.
Lo que el hoy coronel retirado Luis Agosto, que en 1972 era capitán, afirma en el libro respecto a la colaboración de tupamaros a la hora de interrogar a los detenidos por supuestos "ilícitos económicos" está en la página 156 del libro.


Cito en forma textual:
"Según el coronel Agosto varios tupamaros ayudaron en la tarea de teatralizar la tortura:
-Los tupas se prestaban para estar en celdas cercanas y gritar en esos momentos. Desde la pieza de al lado a la que usábamos para interrogar a los ilícitos, los tupas gritaban: '¡No, no me mates!, ¡no me mates!', y los tipos se asustaban y declaraban sin que les hiciéramos nada. Los tupas gritaban y los tipos se cagaban y pedían para confesar".
Es decir, lo que Agosto recordó en el libro es que hubo tupamaros que colaboraron para interrogar a los supuestos delincuentes económicos, pero él no dijo que hayan torturado junto con los militares.
Los que sí dijeron eso, y no puedo entender cómo Zabalza lo olvidó, fueron otros tupamaros, asqueados por los recuerdos de aquella situación.
En Milicos y tupas se recoge el testimonio del contador Carlos Koncke, preso en aquel entonces por tupamaro. Su testimonio está en la página 157:

"A mí los militares quisieron llevarme a interrogar, pero yo les dije que de ninguna manera, que eso era cosa de ellos. Pero recuerdo a un tupa que sí aceptó interrogar a los ilícitos, y fue. Yo lo vi. ¡Lo vi yo mismo! Era un tipo muy especial, un verdadero rico tipo. Y cuando volvió se ufanaba: '¡Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!'. Estaba orgulloso de lo que había hecho".

También en el libro se incluye el testimonio de una tupamara que no quiso presentarse con su nombre verdadero, el único caso en el libro. Yo acepté su anonimato porque conozco los problemas que le sobrevendrían si se presentara en público con su nombre, Ojalá se hubiera atrevido a hacerlo, pero no se animó.
La llamé "Mónica" en el libro y su testimonio coincide con el de Koncke. Sus dichos refieren al trato que recibió en el cuartel de La Paloma el contador León Buka, uno de los detenidos durante la tregua entre militares y tupamaros.
El testimonio de "Mónica" está en la página 158:

"Buka fue torturado por gente del MLN. La idea era mostrarle al resto de los compañeros que la cosa iba en serio, que eso era una nueva revolución que se estaba llevando adelante. 'A estos hijos de puta les va a pasar esto de ahora en más'. Ese era el mensaje. Cuando lo devolvían de la tortura, una compañera que sacaba medicamentos de la enfermería le daba analgésicos y Valiums a Buka. '¿Qué estás haciendo?', le decían. 'Estoy ayudando a un pobre tipo' -respondía ella; la tortura nunca es admisible'".

En Milicos y tupas se recoge también el testimonio del tupamaro Pedro Montero, incluido en el libro Ecos revolucionarios (2003), de Rodrigo Vescovi.
Montero coincide con Koncke y con Mónica.
La cita está en la página 158 de Milicos y tupas. Le dijo Montero a Vescovi:

"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura. Recuerdo que dentro del batallón Artillería 2 viví la tortura de civiles de derecha y a eso me opuse. El contador de Peirano fue defenido por mí dentro de Artillería 2 (...) Y lo que no puede ser es que hubiese compañeros nuestros haciendo, digamos, de soporte asistencial a los torturadores y preguntando. Y eso para mí, que me disculpen, no lo paso ni lo dejo pasar, lo denuncio. (...) Era infame".

Espero que la memoria de Zabalza se haya refrescado.
No es el coronel Agosto quien dice en mi libro que hubo tupamaros torturadores.
Son otros tupamaros quienes lo cuentan.

15.9.15

Cuando tupamaros torturaron con militares

Milicos y tupas, tregua, ejército, MLNEn Milicos y tupas cuento la vida de dos tupamaros y un militar que coincidieron en 1972 en Artillería N°1, el cuartel conocido como "La Paloma".
Esa fue una de las unidades donde prendió fuerte la tregua alcanzada entre el Ejército y el Movimiento de Liberación-Tupamaros, que en aquel año trabajaron juntos, se prepararon para un eventual gobierno que los tendría como aliados y emprendieron una campaña de captura de supuestos delincuentes económicos, los famosos "ilícitos".
Los tupamaros que en el cuartel de Artillería N°1 trabajaron codo a codo con los militares lo hicieron siguiendo una orden de la dirección tupamara. Como en todos los puntos que trata el libro, hay testimonios con nombre y apellido que lo relatan.
Es una historia incómoda, que a ninguna de las dos partes le gusta reconocer. Pero que es tan sorprendente como verdadera.

Cuando los supuestos delincuentes económicos comenzaron a llegar al cuartel fueron interrogados con los mismos métodos que se habían empleado contra los tupamaros. Fueron torturados. Se les aplicó el "submarino", un tormento que consiste en sumergir la cabeza al interrogado en un tanque de agua hasta que siente que se ahoga.
En la aplicación del submarino a los supuestos delincuentes económicos participaron algunos tupamaros detenidos. Hay testimonios con nombres y apellidos en Milicos y tupas. Gente que lo vio con sus propios ojos.
La denuncia de que tupamaros torturaron junto con los militares ya la había hecho antes otro tupamaro, Juan Pedro Montero en el libro Ecos Revolucionarios (2003), escrito por Rodrigo Vescovi.
"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura", dice en ese libro Montero, que estuvo preso en otra unidad militar.
Montero cuenta que se indignó y denunció la situación. Luego de la publicación de Milicos y tupas, agregó que los tupamaros que él vio torturar donde él estuvo preso fueron "menos de cinco".
En el libro de Vescovi también el hoy ministro de Defensa y líder histórico tupamaro, Eleuterio Fernández Huidobro, cuenta como él mismo presenció una sesión de tortura a la que fue sometido un "ilícito". "Nosotros -relata- vimos torturar horriblemente al contador de varias empresas".
Vale la pena recordar todo a raíz de la polémica generada por el procesamiento de Amodio Pérez.



9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios en Uruguay, familias sirias

Sirios en Uruguay, familias sirias



31.8.15

No saber, qué gracioso

El domingo mientras unos cientos de uruguayos -gente interesada en la política y la educación- discutían en Twitter el anuncio de que el gobierno derogaría el decreto de esencialidad en la enseñanza, un número mucho mayor de uruguayos miraba la televisión.
En la pantalla repetían la grabación de un programa en el cual se le hizo una prueba a una notera de la TV. Le mostraron fotos de gente conocida, personajes muy populares. La notera no pudo identificar a casi nadie. Ni siquiera supo reconocer una icónica imagen de Obdulio Varela. "Un Negro que es Jefe", le sopló alguien. No hubo caso.
Obdulio Varela
¿Y este quién es?
Lo peor no fue el desconocimiento de la joven, sino el modo en que quedó en evidencia que hoy en Uruguay no importa exhibirse como ignorante. La notera no parecía muy abochornada por la situación. Quienes estaban con ella en el estudio celebraban su ignorancia, que era motivo de risas y festejos. Y la nota volvió a ser emitida, porque eso sí que es gracioso.
Ese es el mensaje que hoy transmite la televisión uruguaya, buena parte de cuyos espacios centrales -con honrosas excepciones- han sido entregados a gente que no se conforma con no saber, sino que cree que es necesario, provocador y/o divertido hacer alarde de ello.
No hace mucho tiempo otra importante figura de la televisión declaraba en público y con orgullo que nunca había ido al teatro.
Podemos discutir mucho sobre educación, sueldos docentes, planes de estudio, huelgas y responsabilidad sindical, ¿pero por qué un liceal querría estudiar, leer, aprender, estar informado e involucrarse en los problemas de la sociedad, si todos los días ve en la televisión como el no saber es un camino mucho más corto y sencillo hacia la popularidad y el éxito?
¿Para qué gastarse? Alcanza con ser simpático, canchero, entrador, un poco cara rota, decir malas palabras, manejar bien el doble sentido y, en el caso de las chicas, tener tetas grandes, naturales o postizas.
Cada vez es más complicado -me pasa en las clases que doy- explicarle a un joven por qué tiene que estar informado, leer libros, ir al cine y al teatro, visitar exposiciones y escuchar buena música.
Yo mismo comienzo a dudar cada vez que lo digo.
En la radio repiten una publicidad de la empresa Schneck en la cual se ridiculiza a la madre orgullosa de su hijo abanderado y al empleado eficiente que entrega un trabajo en fecha.
No sepas.
No seas abanderado.
No entregues en fecha.
Ese es el mensaje. Esos son nuestros nuevos valores.
En un informativo de televisión vi a una maestra decir que hacía huelga porque "la educación se va al carajo".
Como cantaban los Redondos, el futuro ya llegó.

11.8.15

Media hora en la conferencia de Amodio

Estuve treinta minutos en la conferencia de prensa de Amodio Pérez en el hotel Sheraton. No pude quedarme hasta el final, porque con mucha antelación había comprometido mi presencia en una mesa redonda de periodistas que han escrito sobre casos policiales, a propósito de mi libro Liberaij.
Lo que vi, de todos modos, merece ser contado.
Amodio Pérez apareció rapado y con una voluminosa y pesada pila de libros y carpetas. Antes de permitir que le hicieran preguntas anunció que diría unas palabras.
Comenzó a hablar de 1972 como si hubiera sido congelado en aquel año y lo hubieran descongelado unos minutos antes, en la cocina del Sheraton.
Amodio Pérez, Historias tupamaras
Amodio llega a la conferencia. Foto: Matilde Campodónico
Era difícil seguir el hilo de sus argumentaciones. Hablaba de asuntos y cosas perdidas en la memoria colectiva hace décadas, sin darse cuenta que nadie entendía nada. Nombraba con tal familiaridad al "plan Hipopótamo", uno de los tantos delirios tupamaros olvidados, como si fuera el "plan Ceibal" y todo el mundo lo tuviera presente y comprendiera de qué estaba hablando.
Mientras estuve dijo un par de cosas interesantes. Relató que el máximo líder guerrillero Raúl Sendic dormía cada noche en un local distinto de la organización, para escapar de sus perseguidores. Y allí donde recalaba, dijo, tenía "cama caliente": el derecho a tener relaciones sexuales con las mujeres de la organización que allí tuvieran la suerte o la desdicha de estar.
No sé si la denuncia es verdadera, pero el dato guarda cierta coincidencia con otros testimonios recientes, como el Cristina Cabrera, que en el libro Las rehenas cuenta sobre su vida dentro del MLN:
"A eso sumale el machismo, porque siendo esposa de alguien estabas a salvo, pero mujer sola y clandestina era lo peor que te podía pasar, porque eras un ser despreciable o tenías que estar dispuesta a ver con quién te ibas a acostar para sobrevivir. Fue tan duro que tuve ganas de suicidarme...Me fui a Kibón a pegarme un tiro pero no pude. Así era el estado de desconcierto que tenía".
Lo otro que me llamó su atención es que dijo que las armas que le robaron a la Armada, en una de las más glorificadas acciones de la guerrilla, nunca les sirvieron para nada porque no sabían usarlas y porque les resultaban muy pesadas para cargarlas en sus operaciones.
Sería gracioso si tanto delirio e irresponsabilidad no hubiera costado tanto dolor propio y ajeno, y no hubiera tenido consecuencias trágicas que seguimos pagando hasta hoy.
En 1961 el Che Guevara dijo en Montevideo que en Uruguay no había que hacer la revolución. Apeló a varios argumentos. Afirmó que la democracia uruguaya era única en América y que aquí existía "la posibilidad de avanzar por cauces democráticos", "sin derramamiento de sangre". 
También lanzó una advertencia profética: "Cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Los líderes tupamaros no le hicieron caso al Che. Robando armas que muchos de sus reclutas no sabían usar y basándose en cálculos políticos de ciencia ficción, iniciaron una revolución que llevó a miles de jóvenes a la cárcel, la tortura y la muerte. Amodio Pérez es tan responsable de ello como el resto de los conductores históricos del MLN.
El divorcio recién comenzó en 1972, una vez que llegó la inevitable derrota y todos cayeron presos. A Amodio lo acusan múltiples testimonios de delatar a compañeros y colaborar con los militares para apresarlos. Él lo niega y acusa a otros delatores, algunos de los cuales hoy la van de héroes. Sin embargo, no ha logrado dar una explicación convincente de por qué fue el único líder tupamaro al cual los militares permitieron dejar el país sin castigo, junto a su compañera, con una nueva identidad y la vida entera por vivir en Europa.
Amodio tuvo suerte: aterrizó en una España que pronto, en 1976, comenzaría a recuperar la democracia y florecer en todos los órdenes. Uruguay, en cambio, vivió sumergido hasta 1985 en el caldo podrido que su organización ayudó a cocinar. Y estamos en 2015 y la digestión todavía no termina.
Amodio llevaba hablando más de media hora y el momento de las preguntas ni siquiera había comenzado. Como dije, yo no podía quedarme más tiempo.
Cuando me iba rumbo a la mesa redonda sobre casos policiales para hablar de otros hombres de armas tomar, vi llegar a una periodista, conocida por muy aguerrida y seguidora de estos temas. Salía del ascensor del piso 25 del Sheraton muy acelerada, agitada y a las corridas.
Los presentes me contaron luego que fue ella la que, desafiante, le comunicó al hombre congelado en 1972, el mito de Walt Disney hecho realidad, que estaba citado por la justicia y pronto sería trasladado a los juzgados para ser interrogado.
Era verdad.
En eso anda el hombre desde entonces. No pudo dar las entrevistas que tenía pactadas. No pudo tomarse el avión de regreso a España que tenía programado. Quizás quede preso.
Debería haberlo previsto. El Che Guevara se lo advirtió en 1961: cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último.
Todavía siguen.

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