21.8.24

Armando Miraldi (1942 - 2024)

El 17 de agosto falleció Armando Miraldi.

Profesor de historia e historiador, lector empedernido, con una enorme cultura general, un fino sentido del humor y una conversación siempre interesante. Los que fueron sus alumnos, en Secundaria o en la Facultad de Arquitectura, entre otras instituciones, lo recuerdan con admiración y cariño.

Miraldi fue autor de varios libros. Entre ellos Historia del movimiento obrero del Uruguay. Desde sus orígenes hasta 1930 (en coautoría con Germán D´Elia) y El golfo Pérsico, síntesis histórica de una crisis. También escribió cuentos, algunos de ellos publicados y premiados. Uno de ellos relata la trágica historia de la muerte de Simón Berreta.

Lo entrevisté muchas veces, en especial entre 2010 y 2011, durante la investigación que derivó en el libro Milicos y tupas. Miraldi es uno de sus tres protagonistas. Los otros dos son Carlos Koncke y el coronel Luis Agosto.

En aquel tiempo, el profesor vivía en una casa de altos en la calle Ejido, en el barrio Sur, con su señora y un perro que amaba. Todas las paredes de la vivienda estaban tapizadas de estantes y cientos y cientos de libros. Tenía también fotos de Marx, Lenin, el Che, varias de Sendic y una de Zelmar Michelini.

Armando Miraldi, Mariano Miraldi
Armando Miraldi y su hijo Mariano

Miraldi había integrado el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. En Milicos y tupas contó cómo habían sido sus años de tupamaro y de preso durante la dictadura. No era un arrepentido. Decía que en iguales circunstancias, volvería a hacer lo mismo una vez más. Pero era inteligente y honesto. No ocultaba errores ni horrores, ni propios ni de la organización. Le había tocado estar en un par de episodios importantes. Había sido elegido por la dirección del MLN-T para trabajar junto con los militares en la siempre negada, soslayada o tergiversada tregua con el Ejército en 1972. Lo que contó sobre lo que vivió en aquel momento, sumado a los otros testimonios que aporta el libro, es clave para cualquier estudio serio sobre el pasado reciente.

También había vivido muy de cerca el caso de Roque Arteche, un preso común primero reclutado y luego ejecutado a sangre fría por el MLN-T. Él en persona lo había dejado en manos de la dirección de la Orga. Le habían prometido respetar su vida. No perdonaba que le hubieran mentido.

De todo eso y mucho más, Miraldi habló en Milicos y tupas.

También de los años de cárcel, durante los cuales escribió un meticuloso diario y leyó cientos de libros, cuyos títulos anotó uno por uno. Más que de la tortura, que sufrió, prefería recordar anécdotas y momentos de absurda comicidad que también vivió en los años de encierro.

Nunca lo vi de mal humor. Cuando Milicos y tupas se publicó, me envió algunas correcciones menores sin el menor atisbo de enojo o reproche. Cuando el libro desató una ola furibunda de enojos y descalificaciones, seguía divertido y con atención mis polémicas con la larga fila de ofendidos (Zabalza) y celosos defensores del relato único y la historia oficial (Fernández Huidobro, su secretario Roberto Caballero, Marcelo Estefanell, etc, etc.). Él solo tenía felicitaciones.

Nunca pude cumplirle su deseo de hacer un libro basándome en lo que llamaba su "maletín negro", que me regaló. Era  una valija llena de recortes de diarios y anotaciones propias sobre asesinatos no aclarados. Un tema que lo obsesionaba. Intentaba establecer nexos y conexiones entre casos misteriosos e impunes, que en Uruguay son demasiados. En cambio, sí participé de una actividad nada frecuente que organizó en el pueblo Agraciada, en Soriano: una conferencia donde el coronel Agosto, Miraldi y yo nos sentamos en una misma mesa, en una biblioteca municipal, años después de publicado Milicos y tupas, para hablar de las heridas de pasado reciente. 

Armando Miraldi, Luis Agosto, Leonardo Haberkorn

La última vez que lo vi fue no hace tanto. Mientras investigaba para escribir Caraguatá. Una tatucera, dos vidas, lo fui a visitar. Yo sabía, porque me lo había contado años atrás, que él había llevado, en sucesivos viajes en camión a la cabaña Spartacus, buena parte de los materiales que se usaron en la construcción de aquel sofisticado y trágico escondite. Hacía unos años que no lo veía. Lo encontré mucho más achacado, con dificultades importantes para moverse. Queriendo alcanzarme algo, tropezó y se cayó. 

Me fui con un puñado de anotaciones y una tristeza enorme.

Hasta siempre, Armando. Y gracias.

29.7.24

Pablo Álvarez debe creer que somos idiotas

"Mirando el proceso electoral de Uruguay, y mirando este proceso, te diría que me parece más transparente, o más seguro que el nuestro", dijo Pablo Álvarez al programa radial Así nos va.

Se refería al proceso electoral de Venezuela. 

Las declaraciones mueven al asombro ya que Álvarez es el presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales del Frente Amplio.

Álvarez debe creer que todos somos idiotas: que no sabemos que en la elección venezolana hubo candidatos proscriptos, que no sabemos que se prohibió el ingreso de decenas de observadores internacionales, que no sabemos que el presidente Maduro prometió un baño de sangre si ganaba la oposición.

Álvarez parece no haberse percatado que 24 horas después de cerrados los comicios las actas de los circuitos siguen ocultas y nadie puede realmente auditar el resultado.

¿Y a título de qué tiene la osadía de comparar ese proceso grotesco con las elecciones uruguayas? Y no solo, también el tupé de decir que el nuestro sistema electoral es peor que esa caricatura de una democracia.

Acá en Uruguay, Álvarez, la única vez que hubo candidatos proscriptos fue porque así lo puso como condición una dictadura.

Pablo Alvarez. Nicolás Maduro

Acá no ha habido un solo reclamo sobre los resultados electorales desde 1985.

Acá su partido, Álvarez, ha ganado tres veces en forma consecutiva, y luego ha perdido y no se sabe de nadie que haya protestado nada.

Acá nadie ha prometido baños de sangre. Todos han ganado y todos han perdido. Todos han entregado el poder. Por lo menos hasta ahora.

Las declaraciones de Álvarez son tan transparentes como las elecciones venezolanas. Él conocerá sus razones para defender un proceso electoral truculento y, en definitiva, a un régimen que, según Amnistía Internacional, practica la tortura y la desaparición forzada.

No cualquiera sale a dar lecciones de democracia poniendo como ejemplo al Gavazzo del Caribe.

Lo preocupante es que, con tales criterios, Álvarez sea el presidente de la comisión de asuntos internacionales del Frente Amplio.


P.D.

Recibimos la siguiente respuesta de Pablo Álvarez:

Estimado Leonardo Haberkorn. Recién pude ver la nota de tu blog referido a mis comentarios sobre el proceso electoral de Venezuela. Lamento utilizar este medio, tan incómodo para escribir (celular) como para leer, pero es lo que ahora tengo a mano. 

Mi opinión a la que haces referencia central en tu texto, hizo o pretendió hacer referencia al componente "tecnológico" del procedimiento del voto, su registro y la posibilidad de su auditoría en una operativa correcta. En ningún momento puse ni quise poner, directa o indirectamente, en tela de juicio el sistema electoral de Uruguay, porque lo conozco bien y porque su fortaleza ha sido demostrada a lo largo del tiempo y en diversas circunstancias, tal como señalas y comparto. Incluso recuerdo al profesor Bottinelli comentando algo similar hace algunos años, sin pretender compararme con el profesor naturalmente. Es claro que, además, en el funcionamiento general de un sistema y un proceso electoral no solo importan los "procedimientos" técnicos del voto, sino que también importan y mucho la credibilidad y la legitimidad que los propios partícipes del proceso le confieren (votantes y partidos), y el cuidado que hacen de él a lo largo de todo el proceso. Y esto último jamás lo puse en comparación.

Tampoco pretendí con mis comentarios referirme ni valorar al largo y complejo proceso político a través del cual se llegó finalmente al día de la elección, sino centrarme en lo que pude apreciar durante ese día en que finalmente se realizaron las elecciones, incluso a pesar de todas las dificultades.

Las valoraciones  de lo que pude ver y evaluar durante todo la jornada electoral (razon de mi asistencia) fueron presentadas ante el Frente Amplio, el cual emitió una declaración al respecto que me representa.

Volviendo a lamentar y disculpándome por hacerte leer en este espacio, tan incómodo para escribir a las apuradas (celular) y leer, te hago llegar un saludo. Espero que, al menos, aunque puedas  mantener tu opinión ante estas palabras, sí puedas aceptar de mi parte que estoy lejos de creer lo que el título de tu blog señala.

Pablo Álvarez


Otras entradas: Caraguatá: una tatucera, dos vidas.

21.7.24

Los abusos sexuales del cura Antelo

Tercera -y última- entrega de la serie sobre la Comunidad Jerusalén y el sacerdote Adolfo Antelo, a propósito del interés que el podcast del diario El País ha generado sobre el tema.


E
l caso de la Comunidad Jerusalén tuvo un cierre categórico el 2 de octubre de 1996, cuando el juez José Balcaldi determinó que existían elementos de convicción suficientes para procesar y recluir a su líder, el sacerdote Antelo. "Decrétase el procesamiento y prisión de Adolfo Antelo, imputado de un delito continuado de violencia privada y un delito de lesiones graves", decía el auto de procesamiento firmado por el magistrado.

El podcast del diario El País induce a error al señalar que Antelo "nunca estuvo en prisión. Murió de cáncer, sin condena, unos días después de que un tribunal de apelaciones confirmada su procesamiento".

Padre Adolfo Antelo, cura Adolfo Antelo.
Antelo sí estuvo preso, aunque no en una cárcel. El mismo dictamen del juez Balcaldi agregaba que "en virtud del mal estado de salud del procesado" y de que su enfermedad "requiere tratamiento permanente y es de gravedad", se disponía que permaneciera recluido en el lugar que el arzobispo de Montevideo, José Gottardi, entendiera "más adecuado". Algo parecido a la prisión domiciliaria.

Ese lugar donde Antelo pasó el último tramo de su vida, privado de su libertad, fue un hogar religioso salesiano.

Por lo demás, el auto de procesamiento con prisión del juez Balcaldi fue de tal contundencia que a partir de ese momento los defensores del cura violento se llamaron a silencio. 

Además de múltiples pruebas de las brutales golpizas que el líder de la Comunidad Jerusalén propinaba a sus integrantes, el juez reunió gran cantidad de testimonios respecto a sus abusos sexuales. La nota de la revista Tres que había terminado por llevar el caso a la Justicia tenía respecto a ese punto un único y valiente testimonio, el de Ana Coutinho, pero ante el juez las voces se multiplicaron.

Antelo vivía obsesionado con el sexo. La testigo M. S. declaró que "el padre Antelo en todas las charlas decía malas palabras, los ejemplos que ponía eran permanentemente obscenos, de relaciones sexuales, de homosexualismo". "Un día nos gritaba, nos insultaba y al otro día andaba a los abrazos y un poco más, digo, manoseos, caricias, abrazos, besos, todas esas cosas que uno no esperaba en un sacerdote".

L.T. relató que varias de las integrantes del grupo dormían con Antelo. "Había una cama chica, ellas decían que dormían en un colchón en el piso. Entraban dos o tres, pero pasaba la noche una. Siempre se turnaban". 

"Antelo -mientras hablaba- abrazaba a A.y permanentemente le pasaba la mano por debajo de la pollera. A mí me pasó estar sentada y que me tocaba las piernas, las ponía sobre las suyas estando ambos sentados y me las acariciaba levantándome la pollera, adelanta de todos (...) También era habitual que Antelo les tocara los senos a las chicas para sacarles el mal del cuerpo...".

M.G. declaró que oyó como Antelo le dijo a R. "Qué linda estás hoy, qué tetas lindas tenés y ella se reía como halagada. En esta oportunidad también me dijo: 'A ver cómo las tenés vos'. A mí me molestó tanto que me di vuelta y me fui". Varias veces vio como le tocaba los senos a R. y también a I,

A.P. vio como le tocaba los senos a C. "porque así la sanaba con el amor de Dios".

A.C. relató que una vez la integrante Y. estaba con fiebre en la cama. "Yo iba a entrar al cuarto a buscar algo y en el mismo momento salía Antelo y Y. estaba pálida y mal. Le pregunté qué le pasaba y ella me dijo: 'No sé por qué me hace esto'. Le pregunté: '¿Por qué te hace qué?'. Y me dijo que le había empezado a dar besos recorriéndole la cara, el cuello y todo por dentro del camisón. Y. era una de las chicas que dormía asiduamente con él".

La misma testigo agregó que "se cansó de ver actos obscenos, personas del sexo femenino que pasaban la noche en el dormitorio de Antelo, pero no que las hermanas, por lo menos a ella, le manifestaran ninguna reprobación y que fuera contra su voluntad".

A veces abuso físico y sexual se combinaban. R.G. declaró que vio como a M., antes de someterla a una brutal golpiza, la desnudó.

"Yo me saqué toda la ropa porque tenía miedo", le confirmó M. al juez Balcaldi.

Una vez, Antelo le ordenó a M.G.que se bronceara. "Dejó la orden de que usara un dos piezas para tomar sol, que era prácticamente un tres tiras, o si no que tomara sol desnuda (...) En esta ocasión, por obediencia y presión de las consagradas me dediqué a tomar sol, tanto que tuve quemaduras de segundo grado". Otra vez, Antelo sorprendió a esta integrante regresando de la playa y le ordenó que se quitara la remera y el short. Ante su negativa, le ordenó: "Sacate la ropa que quiero verte la malla". 

 A.V. declaró en el juzgado que "Antelo le tocó a S. la vagina por encima de la pollera y lo hizo para explicar una situación de forma jocosa". También le tocó la vagina a Y. delante de todos, relató D.K.

Antelo era muy consciente de que su conducta era inadmisible. L.T. narró que "nos informaba que eso no debía trascender porque ni en el Vaticano podrían entender (...) la relación que él tenía con las mujeres".

A Antelo también le gustaba tocarle los órganos sexuales a los hombres. 

A.V. y A.P, dos de los hombres del grupo, relataron que Antelo les toqueteó sus genitales.

"En una ocasión Antelo me invitó a que yo tomara sus órganos genitales (con mi mano por arriba de la ropa) y él hizo lo propio conmigo", declaró M.D.L.

A otro de los varones, P.G., lo hizo vivir una situación humillante delante de buena parte de la comunidad, hombres y mujeres. "Antelo me exigió que le mostrara el pene delante de él, en un rincón de la sala donde estaba el resto de las personas observando la espalda del cura. Él me lo exigió una, dos, tres veces. Al final yo le muestro mi pene y luego él mismo saca el suyo y me dice: 'Ves, esto es un macho'. Experiencia por demás humillante y que demuestra el estado de obnubilación en que yo me encontraba entonces, que no le llegué a pegar una trompada".

 




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