Antes de ser político, Antonio Mercader fue un muy
buen periodista. Siendo joven llegó a estar al frente de la redacción del
vespertino El Diario, en una época en que cada tarde se vendían 150.000
ejemplares o más, cifra utópica para la prensa uruguaya desde hace ya muchos
años.Mercader, que falleció en 2019, solía decir que el periodismo
es una gran profesión para saber dejarla a tiempo.
Él presumía de haberlo hecho. Pronto abandonó la
prensa y se dedicó a la publicidad. Luego pasó a la política. Pero en su libro
póstumo editado en 2021, El último golpe tupamaro, “Manino” volvió a
usar aquellas herramientas de su primer oficio, y lo hizo con una gran calidad
y destreza.
El libro tiene como epígrafe una frase de Hannah Arendt:
“Ninguna filosofía, análisis o aforismo, por profundo que sea, puede compararse
en intensidad y riqueza de significado, con una historia bien narrada”.
Y eso es lo que Mercader logró con esta obra.
El último golpe tupamaro es un libro ágil y muy bien
escrito, que se lee muy rápido. Claro, ordenado e inteligente, es un trabajo
muy serio, pero con algunos toques de humor irónico que lo enriquecen. Es una
obra muy útil como fuente de consulta ya que resume muy bien un hecho importante
al que cada tanto vuelve el debate público: la tragedia del Filtro.
La culminación del relato son los violentos sucesos de
la noche del 24 de agosto de 1994, cuando una multitud resistió la extradición
a España de tres miembros del grupo terrorista vasco ETA, y el joven Fernando
Morroni, de 24 años, murió baleado por la policía.
País tupper
“El último golpe tupamaro” es un libro muy
documentado. Mercader revisó la prensa uruguaya y la española, los libros ya publicados
sobre el tema y los documentos fundamentales, incluyendo las sentencias de la
justicia. Sumó alguna entrevista propia, la principal de ellas al hoy también
fallecido Eleuterio Fernández Huidobro.
La fortaleza del trabajo no está en nuevas grandes revelaciones.
Que el MLN hizo en el Filtro su último ensayo de lucha callejera, de asonada
violenta, ya lo ha admitido Jorge Zabalza y lo han documentado académicos como
Fito Garcé.
Lo que hizo Mercader en esta obra fue unir todos los
puntos dispersos, darles una hilación y un sentido. Vincular lo ocurrido con los
antecedentes, con las consecuencias, con el contexto uruguayo, español e
internacional, para hacer que todo el episodio adquiera un sentido completo. Narrar
la historia como pedía Hannah Arendt.
En el centro de la trama están la ETA y el MLN, la
relación entre ambas organizaciones y cómo esas vinculaciones confluyeron en el
Filtro. Aquel día de 1994, casi una década después de recuperada la democracia,
los tupamaros todavía seguían sin renunciar del todo a la violencia como
herramienta política.
Mercader buceó en los archivos de la prensa española
para historiar las actividades de ETA en Uruguay, su nexo con el MLN y otras
organizaciones. Al respecto el libro documenta mucho y al mismo tiempo deja la
sensación de que todavía hay piezas que faltan.
Los etarras en Uruguay intercambiaban mensajes
secretos con un código cifrado. En esos crípticos telegramas a Argentina le
decían Asia; a Estados Unidos, Estocolmo; a Venezuela, Valencia. Siempre
tomaban la primera letra de cada nombre para buscar la palabra alternativa. Sin
embargo, a Uruguay, no se sabe por qué, le decían Tupperware. A partir de esa
revelación, Mercader -con humor- pasa a llamar Tupperware a Uruguay, el
país-tupper, la comarca cerrada donde la información que el mundo tiene por
buena no cuenta. No asumimos los hechos a veces porque los desconocemos, y
otras porque –a pesar de conocerlos- elegimos ignorarlos para no violentar la
corrección política.
Los datos de la realidad indicaban que ETA no era ni
nunca había sido la genuina representante del pueblo vasco. Que asesinaba sin
piedad. Y que en España, un país con separación de poderes, los etarras tendrían
un juicio justo. Pero la propaganda pro ETA de esos días machaba con todo lo
contrario. Y en el país tupper algunos prefirieron hacerse los otarios.
Cuarenta y ocho parlamentarios de todos los partidos
firmaron una solicitada que reclamaba el asilo político para los etarras. El
senador blanco Alberto Zumarán hizo gestiones por ellos. Hugo Batalla fue a
darles apoyo. Seregni y Tabaré Vázquez también.
Ante un episodio clave, la política oriental no supo
discernir entre dictadura y democracia. España era una democracia, como lo es
hoy, pero muchos políticos uruguayos actuaron como si no lo fuera. Igualaron la
voz del Estado español con la de una organización terrorista.
También la Universidad de la República se sumó a la confusión.
El PIT CNT decretó con una huelga general por tiempo indeterminado. Se organizó
una marcha que encabezó José D´Elía y que culminó en un acto en el que habló Juan
José Bentancor.
No se me ocurren dos sindicalistas con mejores
credenciales democráticas que D´Elía y Bentancor, un dirigente al que traté y
siempre fue ejemplo de caballerosidad, mesura, tolerancia y pluralismo.
¿Cómo dos personas así pudieron involucrarse en un
acto en favor de tres integrantes de un grupo terrorista que ya había asesinado
a más de 700 personas?
El “otro”
muerto
Aunque el foco del libro está puesto sobre el MLN, la policía
es otro de sus temas. Aquella noche, ante la violencia organizada, las fuerzas
de seguridad abrieron fuego sobre la multitud en forma indiscriminada. Las
balas mataron a Morroni, pero pudieron haber matado a muchos más. El homicidio
del muchacho permanece impune hasta hoy.
Mercader retrata en el libro a una policía atrasada y
con una falta de preparación lindante con lo criminal. No tenía ni carros lanza
agua ni munición no letal. Enfrentadas a la asonada, las fuerzas policiales reaccionaron
como un malón, disparándole a quemarropa a la multitud.
El libro es también una denuncia sobre el Uruguay de
hoy. Cuando Mercader lo terminó de escribir, durante la presidencia de José Mujica,
ninguna editorial se animó a publicarlo. Eso dice mucho sobre el país en que
vivimos.
Mujica formó parte del accionar planificado por el MLN
en apoyo de los etarras, un ingrediente central del cóctel que terminó en
tragedia.
Tengo dos historias personales sobre esa noche.
Los sucesos ocurrieron una noche de miércoles. Yo
trabajaba en el semanario Búsqueda y ese era el día de cierre. Por eso, aunque ya hubiéramos
terminado nuestro trabajo, los miércoles todos los periodistas debíamos
permanecer en la redacción hasta la medianoche, cuando la edición entraba en la
imprenta. Nos quedábamos llamando a nuestras fuentes, buscando alguna noticia
de último momento.
Recuerdo muy claro cuando el cronista judicial regresó
del Filtro y contó de los violentos incidentes. Lo habían enviado a cubrir la
extradición de los vascos porque aquello era un procedimiento judicial: pedido
por la justicia española y ordenado por la uruguaya, no por el gobierno de
Uruguay.
A todos los que estábamos en la redacción nos encargaron
alguna tarea vinculada a conseguir información sobre lo que había ocurrido. Se
decía que había dos muertos, Morroni y Roberto Facal.
Me encomendaron ir al velorio de Facal. Se presumía
que podía ocurrir allí algún incidente violento.
Llegué. No había manifestantes. Entré a la sala
velatoria. Había poca gente, mucho silencio y un lógico ambiente de pesar. Me
senté. Nadie hablaba. Un familiar se me acercó y me preguntó qué hacía allí. Le
dije que era periodista. Me manifestó que esa muerte no tenía nada que ver con
el Filtro y me pidió que por favor me retirara.
Años después entrevisté a otro allegado a Facal que me
dijo lo mismo: su muerte, apuñalado, no tuvo que ver con la represión policial.
Mercader publica en su libro la sentencia judicial del
caso Facal, en la que se condenó a dos personas ajenas a los episodios
político-policiales.
Pero la insistencia en decir que hubo un segundo
muerto persiste.
Las bases del
PIT-CNT
El otro episodio personal tiene que ver con la huelga
decretada por el PIT-CNT en favor de los vascos. Tras las primeras 24 horas de
paro general se convocó a una Mesa Representativa. Se hizo en la sede de la
federación del transporte. Yo era el cronista sindical de Búsqueda y ahí
estuve. El clima era muy tenso. Se vetó la presencia de periodistas. Pero
varias fuentes me contaron lo que ocurrió: muchos sindicalistas relataron que
sus bases no entendían por qué el PIT-CNT estaba haciendo esa huelga a favor de
tres etarras. Si el paro seguía, se corría el riesgo de que muchos trabajadores
lo desacataran. Se votó darlo por concluido.
A propósito del libro de Mercader, Martín Aguirre escribió
en El País que los episodios del Filtro demuestran que “la grieta” en 1994 era
mayor que ahora.
Creo que no. La mayoría de la gente, incluyendo a
miles de trabajadores afiliados al PIT-CNT, no querían hacer un paro por ETA. Nadie
lo entendía. Pero la política había sido ganada por un microclima ajeno a la
realidad.
Más allá de la asonada del MLN y su apoyo a la ETA, ese
es el gran tema del libro: cómo una eficaz mezcla de desinformación y propaganda,
mucha manija bien atizada con sentimientos de justicia y defensa del más débil,
puede llevar a un país por caminos insospechados y trágicos.
También pesó el silencio de todos los que callaron
para no llevarle la contra a los abanderados de la corrección política.
Mercader cita una frase autocrítica del exdiputado y
ministro socialista José Díaz: “Todos los que, como en mi caso, no participamos
de las manifestaciones, tenemos nuestra cuota parte de culpa por no habernos
explicado con más contundencia y (no) haber generado ámbitos de debate sobre el
tema de fondo que consiste en señalar que la causa de los etarras no es la del
pueblo vasco”.
Salvando las distancias, hoy pasa algo parecido con los
anti vacunas: desinformación, manija, apelaciones a dictaduras que no son tales,
líderes de grupos minoritarios azuzando las aguas y mandando a otra gente al
muere. Mañana, ¿cuál será el tema?
En ese sentido, el libro de Mercader deja una
sensación de angustia. Somos manipulables y también lo son nuestros líderes. Pasó
y puede volver a pasar.
La verdad, el debate, la información, el no callarse
por miedo a la reacción de la propia tribu, son los mejores antídotos.
Nota publicada en diario El Este, 13 de noviembre de 2021
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Tapa del libro
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