3.2.17

Sbaraglia está en Montevideo

Leonardo Sbaraglia está en Montevideo. Un buen actor. No he tenido la suerte de verlo en el teatro, pero lo he visto en varias películas y siempre me ha gustado su trabajo.
Sin embargo, desde hace unos años, ver a Sbaraglia ya no me remite al buen cine sino a otra cosa.
Cuando en 2012 con Luciano Álvarez publicamos el libro "Relato Oculto" sobre la peripecia de Víctor Hugo Morales antes de emigrar a Argentina, vivimos una experiencia única.
Ya antes de que el libro se publicara nos vimos envueltos en una campaña mediática en nuestra contra, pletórica de insultos y calumnias.
Uno de los capítulos más notables fue una solicitada firmada por una larga lista de personalidades argentinas que se apresuraban a condenar el libro sin siquiera haberlo leído.
En aquella solicitada, Sbaraglia y otros afirmaron que el libro contenía "injurias" que eran parte de una "campaña" de gente que "pretende continuar imponiendo su visión del mundo".
Junto con Sbaraglia, firmaron esa disparatada carta de linchamiento Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini, Fito Paez, Jorge Taiana, Federico Luppi, Adrián Paenza, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Rafael Bielsa, Pacho O’Donnell, Antonio Birabent, Daniel Tognetti, Milagro Sala, Alejandro Apo, Hugo Arana y Horacio Fontova, entre muchos otros.
En Uruguay hubo un grupo más pequeño de personas también importantes que hicieron lo mismo: condenar el libro sin haberlo leído. El escritor Miguel Ángel Campodónico les dedicó una carta.
Hoy cuando veo a Sbaraglia en el cine o haciéndose el simpático en la rambla de Montevideo, ya no pienso en un buen actor.
Pienso en alguien que -por fanatismo o por conveniencia- es capaz de firmar en contra de un libro que no leyó. Pienso en alguien deshonesto intelectualmente. En un patotero, un tramposo.



Semanario Búsqueda, 23 de agosto de 2012

3.1.17

Adiós a una joven valiente

Los meses previos a la salida al mercado de la revista Tres, entre 1995 y 1996, fueron increíbles: a una cantidad de periodistas se nos pagó el sueldo durante varios meses sin que la revista se publicara todavía. La idea es que empleáramos ese lapso para crear fuentes, investigar, preparar notas.
Yo dediqué ese tiempo a investigar a la Comunidad Jerusalén, un grupo de la Iglesia católica que orientaba el sacerdote salesiano Adolfo Antelo, un cura carismático, muy popular por oficiar misa por televisión, a través de Canal 4.
Por una casualidad, a comienzos de 1993 me había tocado cubrir ese tema en el semanario Búsqueda, a pesar de que yo era el cronista sindical y pasaba mis semanas confinado en la sede del PIT-CNT, que entonces estaba en la avenida 18 de Julio, y en el bar de enfrente, el Molto Bene, donde siempre había algún dirigente sindical con quien hablar.
En 1993, después de años de recibir denuncias y no darles curso, la Iglesia por fin había decidido investigar lo que ocurría dentro de la Comunidad Jerusalén. Eso motivó el interés de Búsqueda y, como el periodista que se ocupaba de temas eclesiásticos estaba de licencia, me tocó a mí escribir sobre el asunto.
Hice un par de notas sobre el tema. Conté que la investigación abierta se centraba en denuncias de "malos tratos" que algunos ex integrantes de la Comunidad Jerusalén habían realizado. En el segundo artículo, se incluyeron testimonios de varios jóvenes que habían estado en el grupo y habían sufrido los famosos "malos tratos" de Antelo. Quedaba claro que el cura los golpeaba.
Dos años después yo ya no trabajaba en Búsqueda y estaba en el plantel que preparaba Tres.
Cuando llegaron esos meses soñados por todo periodista en los que podía cobrar un sueldo sin las urgencias de publicar todos los días o todas las semanas, le propuse a los directores de la revista, que eran Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit, mi intención de investigar a la Comunidad Jerusalén, porque estaba seguro que aun quedaba mucho que contar.
Sucesivas entrevistas con ex integrantes me sumergieron en un mundo de terror alucinante creado por Antelo dentro de la propia Iglesia y ocultado durante años: las golpizas que sufrían los integrantes del grupo eran tremendas. Antelo les pegaba piñazos y golpes brutales con una pata de palo que llevaba como consecuencia de una amputación y que -parece cómico pero no lo es- oportunamente se quitaba para reventar a sus discípulos. Muchos habían sido fracturados. Las paredes de los locales de la comunidad tenían manchas de sangre. (La reciente publicación del libro El reino del padre Antelo, de Marcelo Di Lorenzo, otro ex integrante de la comunidad, me permitió conocer un nuevo detalle en aquel mundo de horror: Antelo también practicaba el "submarino" con sus víctimas, lo mismo que los torturadores de la dictadura).
Volvamos a 1995. A medida que seguía entrevistando gente y a profundizar en mis preguntas, comenzó a aparecer un asunto nuevo: Antelo también abusaba sexualmente de las mujeres de su comunidad.
Un día se lo conté a Bluth. Me preguntó si alguna de las jóvenes abusadas me había dado su testimonio. Le dije que no, que por el momento lo que tenía era el relato de algunos hombres que habían presenciado manoseos en los genitales y habían visto a Antelo pasar la noche en su dormitorio acompañado de algunas de sus "princesas".
Bluth me respondió tajante, palabras más, palabras menos:
-Si no conseguís una mujer que diga, con nombre y apellido, que Antelo abusó de ella, no vamos a publicar nada de abusos sexuales. El tema es muy grave como para basarnos en fuentes anónimas o testimonios de terceras personas.
A partir de ese momento, mi investigación entró en una fase desesperada. La revista ya tenía fecha de salida para fin de mes y no quedaba mucho tiempo para seguir investigando.
Yo tenía una larga lista de mujeres que habían dejado el grupo y sabía con certeza que varias de ellas habían sido abusadas por Antelo.
Las fui llamando una por una. Ninguna quería hablar. Además de las amenazas de condenarse al infierno eterno que Antelo y sus cómplices lanzaban a todos los disidentes, en este caso se sumaba la vergüenza de tener que contar en público una experiencia traumática y humillante: "Esto no lo puedo hablar con nadie". "No se lo conté ni a mis padres". Algunas me decían que necesitaban pensarlo bien y me pedían que las llamara otra vez en tres o cuatro días. Cuando volvía a telefonearles, me decían que lo habían meditado mucho y que, a pesar de que querían hacerlo o sabían que eso era lo correcto, preferían no hablar.
Ana Coutinho. Comunidad Jerusalén. Revista Tres. AnteloYo iba tachando uno a uno los nombres de mi lista. Tenía tantas jóvenes tachadas que parecía que nunca podría contar las cosas terribles que habían pasado en Comunidad Jerusalén. Comencé a deprimirme.
Un día llamé a una tal Ana Coutinho, otro de los nombres de mi lista. Lo mismo que otras, también me pidió unos días para pensarlo. La volví a llamar por teléfono unos días después, con pocas expectativas.
Me dijo:
-Lo estuve pensando mucho y no es fácil para mí, pero voy a dar mi testimonio...
Quería que a nadie más le pasara lo mismo. Pensaba en las chicas que seguían dentro de la Comunidad.
Por un momento quedé en shock. Cuando reaccioné, nos citamos en la plaza de comidas de un shopping, donde ella dio su testimonio en primera persona, con nombre y apellido.
Recuerdo bien el momento. Ana hablaba sin la excitación que suelen tener los que buscan contar algo en la prensa por ansias de figurar, de ganarse sus 15 minutos de fama. Tampoco estaba apesadumbrada. Contó todo con sobriedad y seriedad, sin aspavientos y sin rehuir preguntas, consciente de los efectos que tendría su declaración. Aceptó pasar unos días después por la redacción de la revista para que se le tomara una foto.
La nota, que se publicó en el primer número de Tres, incluida años después en el libro Un mundo sin Gloriaprovocó un gran impacto. A pesar de que Antelo nunca perdió el apoyo del Vaticano (ni de un variopinto conjunto de influyentes uruguayos que fue desde Canal 4 al semanario tupamaro Mate Amargo), los testimonios en su contra eran categóricos. Fue procesado con prisión y murió en régimen de prisión domiciliaria en un hogar selesiano.
El gesto valiente de Ana Coutinho fue clave para el justo desenlace de esta historia. Me han dicho en la Iglesia que todas aquellas que fueron las "princesas" de aquel hombre enfermo hoy están recuperadas.
Que yo sepa, luego de haber dado aquel testimonio, Ana no volvió a ser noticia. Se dedicó a rehacer su vida y formó una familia. Salvo un par de encuentros casuales, pasaron los años y no supe más de ella.
En diciembre, recibí la llamada de un ex integrante de la Comunidad Jerusalén. Me contó que Ana Coutinho acababa de fallecer, víctima de una enfermedad que se la había llevado en forma muy prematura.
No puedo decir mucho sobre ella. Apenas la conocí. Solo hablé con Ana largo y tendido una única vez, en la plaza de comidas de un shopping. Pero sí puedo decir una cosa: cuando la vida la puso en una encrucijada, por sobre un coro de admoniciones y amenazas, Ana Coutinho tuvo mucho coraje. En medio de una tempestad donde muchos flaquearon, ella desechó la salida fácil y prefirió lo que era mucho más complicado: hacer lo correcto.
Es una medalla que pocos pueden colgarse.

Comunidad Jerusalén. Adolfo Antelo. Padre Antelo


 

20.11.16

Gavazzo. Sin Piedad en San José y Maldonado

Gavazzo, Sin piedad fue presentado en las ferias del libro de las ciudades de San José y Maldonado.
En San José, la presentación se realizó el 28 de octubre y estuvo a cargo de Salomón Reyes, guionista y director cinematográfico mexicano radicado en Salto.
"Algunos críticos del libro han dicho que parece un guión de cine, y si me preguntan -yo que estoy más metido en lo audiovisual- el personaje de Gavazzo es un personaje complejo que bien podría ser un personaje de cine", dijo Reyes.
En una exposición que también fue una especie de entrevista en público, Reyes agregó:
"Una cosa que me llama la atención es cómo pudiste mantenerte siempre del lado del periodista, y no convertirte en el interrogador, como él lo era, o en el policía que pudiste ser".
Gavazzo. Sin Piedad. Haberkorn
Para el autor mexicano, "el silencio y la mentira están impregnadas en toda la novela (de no ficción). Hay una revoltura de tripas cuando uno lo lee. es escalofriante las narraciones que se hacen. No digo que no haya otros libros que lo hagan, pero éste es un libro en el que hay capítulos fuertes, muy muy fuertes. Y que para la gente que tiene más conocimiento de esos días aciagos, debe ser muy triste y doloroso recordarlos. pero para los que no los tenemos, como es mi caso,  me impacta muchísimo la forma como lo haces. Es muy limpia, muy clara, y no te guardaste ningún epíteto, ningún adjetivo. Todo está ahí, como se debe contar. Y eso es una virtud".
Ante el público que se acercó a la feria maragata, Reyes agregó: "Hay gente me que dice que lo leyó de un solo tirón, yo casi estuve a punto de hacerlo. Es realmente muy, muy, interesante la forma en que lo vas narrando, te atrapa, y quieres seguir sabiendo qué sigue, qué sigue. Es novelesco en ese sentido".

Gavazzo. Sin Piedad. Haberkorn. libro
La presentación en la feria del libro de Maldonado, el 12 de noviembre, estuvo a cargo de Andrés Rapetti, director de educación de la intendencia local.
Gavazzo. Sin Piedad. libro. Leonardo Haberkorn"Este libro no me aporta certezas, sino felizmente muchas dudas", dijo el presentador. "Es un período tan jorobado, donde pasó tanto, y donde las Fuerzas Armadas salieron tan magulladas -creo que son las más magulladas de esta historia-, el libro tiene algunos apartados muy valiosos. En ellos el autor incluye testimonios de oficiales y de soldados, de todos los rangos, que estando en los cuarteles en los momentos de mayores apremios, más duros de la represión, donde los detenidos eran masacrados, tuvieron gestos humanitarios".
Rapetti concluyó su exposición citando el testimonio de Martín Castellini, hijo de Eduardo Pérez Silveira -una de las víctimas de Gavazzo según él mismo asume en el libro-, cuya historia es una de las que vertebra la obra: "Para terminar voy a citar palabras del hijo del Gordo Marcos, cuando dice en el libro; la vida es una sola y yo no puedo pasarla sintiendo odio. Claro, es muy fácil decirlo cuando uno lo mira a la distancia, pero creo que es un ideal. Recomiendo especialmente este libro porque nos expone a la peor cara de la especie humana".

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