17.6.08

La fortaleza de llamarse Árbol

Los argentinos suelen asombrarse de los nombres de los uruguayos, y motivos no les faltan. El acervo patronímico oriental ha despertado la curiosidad a lo largo de los años, en el propio Uruguay y en el extranjero.
El primer gran investigador de esta materia fue el médico Roberto Jorge Bouton, que recorrió Uruguay ejerciendo su profesión entre 1913 y 1930. La Revista Histórica, que editaba del Museo Histórico Nacional, publicó en 1958 un trabajo de Bouton que, entre relatos de costumbres y tradiciones camperas, recoge una increíble relación de nombres de personas que él mismo trató. La nómina incluye a los uruguayos Tránsito Caballero, Tresfilos Tabáres, Vinobien Valdenegro, Preciosísima Del Campo, Ermitaña Del Valle, Amigo Blanco, Firmo Aldecoa, Capataz Sotelo, Canuto Arredondo y Subterránea Gadea.
Bouton nombra también a un joven llamado Lazo de Amor Pintos y al señor Felino Valiente. También da cuenta de un hombre bautizado Ciérrense las Velaciones y del tierno caso del señor Caricias de la Quintana, que luego llamó a sus hijos Arador, Enamorado y Mensajero, y a sus hijas Bella y Pasión.
Pero quien piense que estos nombres son cosa del pasado se equivoca. En la última edición de la guía telefónica nacional figuran uruguayos con varios de los nombres que un siglo atrás sorprendieron a Bouton. Allí están Francisco Felino López, Canuto Abreo, Aguinaldo Dupetit, Tranquilo Parolín, Esclavitud Sánchez, América Heroica Llano, Gloria del Tránsito Ortiz y Dólar Anito Marr, por citar sólo algunos.
Lo cierto es que los nombres raros están en cada esquina de este país y siempre parece haber lugar para una nueva sorpresa. En septiembre, a raíz de una huelga, el Ministerio de Salud Publica publicó una lista de funcionarios intimados a reintegrarse al trabajo. Allí figuraban, entre otros, Elpidio Fernández, Oheflec Duarte y Marcos Simbad Delfino. Pitaluga, un conocido dirigente político y ex diputado, lleva el curioso nombre de Lucas Delirio.

En realidad, la variedad es infinita. Un integrante de la Corte Electoral proporcionó una lista de increíbles nombres de ciudadanos registrados en esa oficina, con la condición de no citar sus apellidos. Allí figuran uruguayos llamados Flash, Pejerto, Dulce, No Me Olvides, Teléfono, Filete, Flor de té, Árbol, Oxígeno, Horina, Flor de un día, Dos a uno, Nestos Odio Papito, Esmédico, Democrático Palmera, Potranca Ruana, Chupita, Amada Inglaterra, Julio Treintayuno, Tocayo, Banda Oriental, Circuncisión, Feo Lindo, Sol y Luz, Daniel Pistola y Libre Albedrío.
Y estos nombres tampoco son un asunto de tiempos idos. Y si no, que lo diga Árbol Santos, un montevideano que debe su nombre a la pasión de sus padres por las maravillas naturales.
“Mis padres sentían una gran admiración por la naturaleza y un asombro por todo lo que un árbol puede dar a cambio de un lugar y un poco de agua”, dice Arbol. “Y además tuvieron la decisión y el coraje de ponerle a un hijo este nombre”.
Arbol tiene dos hermanas, cuyos nombres también homenajean lo natural: Rocío y Luz Honor. Y según la guía telefónica, Arbol Santos no está solo en Uruguay: tiene un casi tocayo en Salto: Arbol Marques.

Novelas e historietas

¿Cuál es el origen de estos nombres? Al parecer no hay una única explicación. Miles de uruguayos deben sus insólitas gracias a la costumbre –muy en desuso hoy– de bautizar al recién llegado con el nombre del santo de la fecha. Tal es el caso de Areopajita Beltrán, citado por Bouton, o de Arehopajita Carballo, nacido en Aceguá, en 1923. Este extraño nombre se debe a San Dionisio Areopagita, un integrante del Areópago, un tribunal de la antigua Grecia, que fue convertido al cristianismo por San Pablo y luego canonizado. En la guía de teléfonos de Uruguay todavía hoy figura una señora Dionicia Areopagita Fernández.
Las novelas que apasionaron a algunos padres son responsables de otra buena parte de nombres insólitos. Bouton cita el caso de una mujer que le puso a su hija Misterfanoche y cuando le preguntó por el origen del extravagante nombre, le respondió: “Es una novela que leí hace mucho tiempo”. Hoy en la guía telefónica abundan las Blancanieves y figura D’Artagnan Carballo. También consta en una partida de nacimiento que en Río Branco fue inscripto el niño Aladino Pereira.
Desdichado Cortés es un montevideano de 72 años que debe su nombre a que sus padres adoraron la novela Genoveva de Bravante, de C. Schmidt. Le pusieron a sus hijos los nombres de tres de los protagonistas: Salvador, Sigifredo y Desdichado, el hijo de Genoveva que nace en un calabozo. “Es una novela muy linda”, dice hoy Desdichado. “Yo la tuve, la perdí y ahora siempre la estoy buscando, pero ya no se consigue”, lamenta.
Claro que los padres uruguayos no han leído sólo novelas... también están los fanáticos de las historietas. Así, el 24 de enero de 1956 fue inscripto en Paso de los Toros el niño Roy Rogers Pereira. Y en 1996, la revista Tres entrevistó a un empleado de la telefónica Antel llamado Walt Disney De los Santos.
Walt Disney explicó entonces que su padre era un policía que leía muchas revistas del ratón Mickey. Y relató que tuvo que sacar su nombre de la guía de teléfonos: “Me llamaban mucho, principalmente chiquilines”.

Homenaje a la Coca

También el cine ha sido fuente de inspiración para muchos padres uruguayos.
El trisemanario Atlas de la ciudad de Melo publicó en 1996 el edicto de casamiento de un panadero llamado Glen Ford Silva. Y en Montevideo vive una mujer de apellido Obelar, bautizada con el nombre Isabel Sarli hace 33 años. “Mi papá estaba enamorado de la artista, por eso me puso Isabel Sarli”, explica la señora Obelar. Tan enamorado estaba su padre que, para que no quedaran dudas de la intención de su homenaje, nunca llamó a su hija por su primer nombre, Isabel, sino por el segundo, Sarli. “Mi papá siempre me llamó Sarli y así me llaman todos hoy. La gente siempre se admira de mi nombre”, agrega Obelar.
Ella, a su vez, llamó a su hija Lorena Paola, salvando las distancias. Es que el cine, la televisión y la música argentina han dejado una profunda huella en la nomenclatura uruguaya. Hoy existen unos cuantos orientales llamados Leo Dan o Leodán, nacidos en pleno auge del Club del Clan.
Otros nombres tienen un origen más asombroso, como el de muchos uruguayos llamados Trademar o Trademark.
Trademar Silvera relató su caso en la ya citada nota de la revista Tres. “Soy criado en las costas del río Yaguarón. Mi padre tenía un almacén y contrabandeaba de Brasil. Un día trajo latas de guayabada –un dulce brasileño– que decían “trade mark”, que en inglés quiere decir marca registrada. Mi madre la vio, estaba esperando y dijo: “Si es varón le voy a poner Trademark. Y bueno, cuando me fueron a inscribir, el juez les dijo que era mejor sacar la “k”. Vamos a dejarlo Trademar, les dijo y ellos aceptaron”.
Silvera se llevó la mayor sorpresa de su vida el día que en una oficina pública se encontró con un tocayo. Pero se puede decir que no fue un hecho tan excepcional, si tomamos en cuenta que hoy en la guía de teléfonos hay cinco Trademar y un Trademark.
Otros nombres son inexplicables, salvo desde un extraño sentido del humor. Es el caso del niño de apellido Leche, anotado con el nombre de Tomás en el Registro Civil el 15 de mayo de 1951. O el del difunto cuyo aviso fúnebre atesora el periodista Homero Alsina Thevenet en una colección de desopilantes recortes: el señor Perfecto Gil.

Hitler de izquierda

La geografía ha sido otra fuente de inspiración para los papás de los recién nacidos de este país. Muchos uruguayos llevan nombre de ríos, países y ciudades. Consta en textos de estudio de Derecho el trámite de rectificación de su partida de nacimiento que hizo una señora bautizada Barcelona. Más raro es el caso de una jueza que se llama Addis Abeba Martínez y que ha declarado desconocer por qué su padre la llamó como la capital de Etiopía. Otra conocida afición oriental ha sido el homenajear en el nombre de sus hijos a próceres y prohombres varios. Miles de orientales se llaman Washington, Franklin, Lincoln, Schubert, Darwin, Artigas o Napoleón. Beethoven Javier y Voltaire García fueron futbolistas de renombre que hoy son directores técnicos. En la guía de teléfonos no faltan los Kennedy y los Eisenhower; los Spencer, los Hohberg y los Luis Artime. Y en Pando, el 22 de enero de 1952, fue anotado el niño Carlitos Gardel Hernández.
Claro que hay homenajes de gusto mucho más dudoso. Tal es el caso del señor Hitler Aguirre, un comerciante de Tacuarembó.
“Yo nací en el 40, cuando la guerra. Mi padre y mi tío se pasaban discutiendo: mi padre decía que Hitler era mejor que Mussolini, mi tío decía que Mussolini era mejor que Hitler. Al final mi padre me puso Hitler a mí y mi tío le puso Mussolini a mi primo”, cuenta Aguirre.
Puede decirse que el Hitler uruguayo es el primer Hitler de izquierda en el mundo. En 1971 votó al Frente Amplio y dos años después, cuando sobrevino la dictadura militar, pagó ese pecado con 50 días de cárcel y una inspección impositiva que arruinó el comercio que tenía en aquellos años. Se refugió 27 años en el campo y hoy, de vuelta en la actividad comercial, ya tiene decidido volver a votar al Frente Amplio: “Ya hemos pasado cien años con gobiernos blancos y colorados, ahora hay que probar otra cosa ¿no?”, explica.
Pero tales “ideas extrañas” no impidieron que cuando, hace 35 años nació su primer hijo, también le pusiera de nombre Hitler.
¿Y qué dice su hijo del nombre que le puso? No dice nada. “Nunca me dijo nada, ni sé si le gusta o si no le gusta”.
De todos modos, en la batalla de los nombres, queda claro dónde estaban las mayores simpatías de los uruguayos durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras en la guía telefónica de todo el país figuran apenas un Hitler y un Mussolini, al mismo tiempo hay dos José Stalin, ocho Stalin a secas, un Stalingrado y nueve Churchill o Winston Churchill.

Balance complicado

Muchos de estos nombres se conocen gracias a que algunos funcionarios del Registro Civil llevan años fotocopiando y atesorando para sí mismos algunas de las partidas de nacimientos, casamientos y fallecimientos más increíbles. Así se han inmortalizado los nombres de Nicanor Clandestino Costa, Gaucho Puntiador Techera, Gaucho Carolino Acevedo, Caerte Freire, Pepa Colorada Casas, Selamira Godoy, Termo Piccinini o Johnny Dolars Aguilera.También se sabe que el 13 de julio de 1936 fue inscripto en Tacuarembó el niño Juan Antonio Nicasio Francisco Manuel Antonio Bernardo Mario Héctor César Higinio Molotov Gorki Iglesias Largo Abayubá Yamandú Zapicán Cajals Engels, de apellido Seoane.
Es que la ley uruguaya no pone límites a la cantidad de nombres que puede recibir un niño, ni tampoco coarta la libertad de los padres. Sin embargo, el Registro Civil, en los últimos años, ha comenzado a rechazarlos nombres que pueden ser considerados denigrantes para la persona que los recibe.
Claro que nunca se sabe cómo alguien tomará el nombre que le regalan sus padres. A Hitler Aguirre, por ejemplo, cuando comenzó a ir al liceo todos los profesores querían cambiarle el nombre a toda costa. “¡Qué esperanza!, les dije. Si mi padre quiso para mí ese nombre, yo no me lo voy a cambiar”.
Algo parecido le pasó a Desdichado Cortés. Un primo de su padre era juez de paz y le ofreció hacerle sencillo y económico el largo trámite necesario para cambiarse el nombre. “Yo tenía 20 años y le dije que me dejara pensarlo unos días. Lo pensé mucho y llegué a la conclusión que yo iba a ser el mismo, con este nombre o con cualquier otro. Y me lo dejé. Ahora me gusta, creo que debo ser el único”.
Árbol Santos ha reflexionado mucho en su nombre y se nota. “Tener un nombre así te fortalece, pero también te genera una sensación de sentirte siempre distinto. Es difícil evaluar el efecto total de llevar un nombre tan raro. Yo creo que el balance tira a positivo, pero no dejo de reconocer que tiene un lado muy complicado”.
Por las dudas, cuando nacieron sus hijos, Árbol les puso nombres bien sencillos.

Publicado en el suplemento Radar del diario Página 12 de Buenos Aires, 15 de febrero de 2004.
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1.6.08

Zoológico de Villa Dolores: el silencio de los inocentes

Uno
--¡Está muerta! ¡Está muerta!
Es sábado a primera hora de la tarde y el sol del verano cae pesadamente sobre Montevideo. Una joven pareja está detenida frente a una de las piscinas del zoológico de Villa Dolores. La piscina no tiene agua. En su lecho, una pequeña foca se achicharra bajo el sol. Está quieta, dura, inmóvil, tirada arriba de un montón de hojas secas de eucalipto. Efectivamente parece muerta. La piscina, además de vacía está despintada, rajada y sucia, la falta de agua permite ver mejor sus miserias. El animal continúa sin moverse. Quizás no sea foca y sea un pequeño lobo de mar: como en tantos otros lugares del zoológico, no hay ningún cartel que indique de qué animal se trata.
--¡Está muerta! ¡Está muerta!, insiste la chica.
El muchacho va en busca de auxilio.
Por fin encuentra a uno de los empleados del zoológico, sentado, tomando el sol.
--Ahí hay una foca que se quedó sin agua, parece que está enferma o muerta.
--No está muerta, está bien.
--Pero no tiene agua, con este calor se va a morir...
--No, no se muere. Aguanta.
--¿Y por qué no tiene agua?
--Le están cambiando el agua a la piscina...
--¿Y cuánto va a demorar en tener agua?
--¡Ah! Demora... es grande la piscina.
--¿Cuánto? ¿De noche va a tener agua?
--No, hasta mañana no.
--¿Va a tener que esperar un día?
--Más o menos, por ahí. Pero mire que aguanta.
Ocurrió el sábado 30 de diciembre. El animal que se achicharraba al sol no era una foca ni un lobo de mar autóctono. Era una especie de lobo marino propio de las heladas aguas antárticas. No es de extrañar que pareciera muerto bajo el calcinante sol de la piscina vacía.

Dos
Uno de las primeras cosas que Tabaré Vázquez hizo cuando asumió como intendente, en 1990, fue ir al zoológico. Vázquez hizo una visita sorpresa y constató que más de la mitad de los funcionarios había faltado sin aviso, incluyendo a los 13 veterinarios de entonces. Vázquez se quitó el saco y la corbata y atendió a la elefanta. Fue todo un gesto: el nuevo intendente quiso decir que su administración no toleraría la decadencia del zoológico y el descuido de sus animales. Han pasado 11 años. Pasó toda la administración de Vázquez. Pasó todo el primer gobierno de su sucesor Mariano Arana. Y ya ha comenzado otro. Y la decadencia del zoológico no sólo no se detuvo sino que llegó a límites dolorosos.
Quien dude de esta afirmación puede ir y verlo con sus propios ojos. La entrada vale apenas ocho pesos, pero quizás el lector no tenga que pagarla.
A este cronista, 11 años después, le pasó lo mismo que a Vázquez. Llegó hasta la puerta del zoológico y no había nadie en la boletería. Tampoco en la entrada. El zoológico estaba abierto y había un gran cartel que decía: "Entrada 8 pesos". Pero no había nadie que la cobrara ni nadie que controlara la puerta.
Seguro que los funcionarios tenían algo importante que hacer.
Sábado 30 de diciembre del 2000, tres de la tarde.

Tres
Hoy el zoológico está dirigido por un interventor, Walter Cortazzo. El intendente Arana tomó la decisión de intervenirlo en noviembre, luego que varios ediles de la oposición denunciaron que el parque y sus animales estaban al borde de colapsar debido al grado de abandono reinante.
El edil nacionalista Osvaldo Abi Saab señaló entonces que existían jaulas en estado ruinoso, falta de limpieza y mantenimiento, sectores invadidos por los yuyos y las ratas, peligro para los visitantes debido a la existencia de alambrados rotos, focos de aguas servidas. También dijo que solía no haber funcionarios en la boletería y en la entrada.
A su vez, los trabajadores del zoológico nucleados en el sindicato Adeom denunciaron que los animales habían pasado ocho días sin comida. "Existe insensibilidad con los animales", dijo en noviembre Abi Saab.
La directora de entonces, Araceli Paleo, no concurría a su trabajo desde hacía varios meses en usufructo de una licencia por enfermedad. Arana decidió removerla del cargo. El intendente creó una comisión integrada por representantes de la Intendencia y técnicos universitarios para hacer un proyecto de reestructura total. Y nombró interventor a Cortazzo para que rescatara al zoológico de su degradación.

Cuatro
Viernes 5 de enero, 11 de la mañana. Le están dando de comer a los animales. Hay algunos funcionarios que reparten la comida con evidente cariño; otros la tiran como si fueran piedras.
Están esquilando una oveja criolla en medio de uno de los senderos. "¿Pasa algo?", pregunta prepotente el empleado municipal cuando alguien se acerca a mirar.
Sí, pasan varias cosas. Hay unos papagayos con un cartel que dicen que son palomas. Hay una rata comiéndole la comida al jabalí. Sale de un caño, corre, llega hasta donde hay unas zanahorias, agarra algo y vuelve corriendo a su caño. Repite la operación cada dos o tres minutos, a plena luz del día. Hay una caja de pescado tirada desde hace una semana en el estanque de patos y cisnes. El agua está muy sucia. Hay hojas y ramas tiradas en el suelo desde el temporal del 26 de diciembre. Hay bolsas de portland, nylon y pedazos de bloques tirados en los senderos. Hay que cortar el pasto. La puerta del cerco que rodea la jaula de los leopardos está abierta, cualquier niño puede llegar hasta las rejas y tratar de acariciar a las fieras. Hay una especie de perro que llora. No tiene cartel así que no se puede saber exactamente qué es. Parece un lobo, pero está rengo y tan flaco que parece que cualquier perro de barrio le puede dar una paliza. El interventor explicaría luego que es una loba vieja. Está encerrada en una jaula diminuta, de dos por dos. Se le notan los huesos. Está sola. Va de un lado a otro y llora. Se queda quieta en un rincón y llora. Se para otra vez. Llora.

Cinco
Jueves 4 de enero, 18 horas. Hace dos meses que Walter Cortazzo asumió como interventor del zoológico. "El intendente me pidió que comenzara a trabajar para recuperar el parque, que está muy deteriorado. Vine a aprender, pero soy parte del gobierno municipal. No me voy a fijar objetivos imposibles, pero la responsabilidad que me ha dado la intendencia voy a llevarla a cabo. Voy a recuperar el parque: esto es algo que se merecen los montevideanos, es responsabilidad de la Intendencia de Montevideo y es posible hacerlo".
Cortazzo dice que está trabajando en dos planos: uno a largo plazo, con la comisión que ya elaboró un anteproyecto para reformular el zoológico. Pero pasarán años antes de que ese proyecto pueda ser realidad. Así que su trabajo en lo inmediato es hacer que este zoológico recupere su dignidad largamente perdida.
"Estoy tratando de ver cómo son las cosas, las relaciones con los funcionarios. Va a llevar un tiempo y no será fácil. Como se puede ver, hay muchos lugares donde hace mucho tiempo no se realiza ningún tipo de mantenimiento. Acá parecería que no ha habido ninguna planificación, que no hubo conciencia de la importancia que este lugar tiene para la ciudad".

Seis
"En los últimos cuatro años, el zoológico ha cambiado cinco veces de director y ha sido cerrado tres veces por cuestiones graves", recuerda Abi Saab. En ese lapso se constató la muerte de patos, ñandúes y cisnes de cuello negro devorados por las ratas, una ñiña fue ataca por un mono, desaparecieron animales y la tigresa murió tras un desigual combate contra dos leones: fue un acto de sabotaje criminal, alguien abrió deliberadamente la reja que separaba a las fieras.
"Los directores se sucedieron --continúa el edil--pero nunca hubo una mejora ni una solución. Es un lugar que es visitado por un millón de personas al año, el paseo más visitado de todo el país. Vienen todas las escuelas, los liceos, pero cualquiera ve que no es un lugar adecuado para recibir visitas".
Es cierto: además del espectáculo deprimente que ofrecen los animales encerrados en condiciones indecorosas, en el zoológico faltan los bancos, no hay bebederos ni lugares donde arrojar los residuos, no hay donde comprar un refresco ni donde sentarse a tomarlo o a descansar.
El lugar destinado a ser parador está ocupado desde hace años por la Sociedad de Acuaristas, una institución privada que allí tiene sus peceras. El público, que perdió el parador, no gana nada con que los acuaristas estén allí: el lugar permanece cerrado a las visitas con gruesos candados.
Cortazzo reconoce que allí tiene otro problema. "Un padre que recorrió todo el parque llevando a sus niños y quiere sentarse a descansar unos minutos no puede, no tiene dónde. Si quiere comprar una coca cola, tiene que salir afuera del zoológico".

Siete
La escena se repite decenas de veces por día, siempre igual. Los niños arrastran a los padres hasta el rincón donde están las jaulas de los osos. Cuando llegan frente a las rejas, los niños señalan a los animales:
--Mirá papá, papá. ¡Los osos!
La inmensa mayoría de los padres y las madres se quedan invariablemente unos segundos en silencio: intentan asimilar lo que están viendo. Después, cuando recuperan la voz, le responden a sus hijos, hablando bajito:
--Pobres osos.

Ocho
El interventor informa que las ratas dejaron de ser un problema grave. "Ahora hay pocas", dice.
Pero las ratas se ven a plena luz del día, robándole la comida a los huéspedes del zoológico. Uno se pregunta cómo será de noche.
De todos modos, los animales de Villa Dolores mueren por causas más fáciles de prever y de combatir que los ataques de las ratas.
El temporal del 26 de diciembre dejó un reguero de muertes de animales aplastados por el granizo. "La tormenta nos mató cuatro espátulas rosadas, varias garzas y un lobito de río. Los mató el granizo. Eran animales nuevos en el zoológico, recién habían venido de Tacuarembó y todavía no se habían acostumbrado, no supieron encontrar refugio cuando empezó a granizar", explicó Cortazzo.
Peor todavía: días después otros animales murieron al explotarle literalmente el corazón debido al excesivo calor.
"El jueves 4 se nos murieron tres ovejas criollas. Estaban sin esquilar, con toda la lana, y cuando les hicimos la autopsia resultó que habían tenido un infarto: no habían aguantado el calor y se murieron. Según me dijeron, hasta ahora las ovejas no eran esquiladas en verano porque nunca había pasado nada", afirmó Cortazzo.
Usando el lenguaje de los empleados del zoológico: hasta este verano las ovejas sufrían, pero "aguantaban".
Tras la autopsia, Cortazzo mandó esquilar a las ovejas criollas sobrevivientes. Ahora mismo están esquilando una.
"¿Pasa algo?", pregunta prepotente el funcionario.

NueveLo que pasa, según el edil Abi Saab, es que "la Intendencia no ha sabido cómo hacer trabajar a los funcionarios. Algunos transpiran la camiseta, pero otros no".
Uno de los integrantes de la comisión que está proyectando el zoo del futuro, fue más drástico aun: "esto está en un estado lamentable porque es la Siberia de la Intendencia. Todo el que no sirve, lo mandan aquí".
Pero el interventor Cortazzo es cuidadoso cuando se le pregunta por sus funcionarios:
--Suele decirse que los funcionarios del zoológico no sirven, que son todos los que han sido descartados por otras dependencias de la Intendencia. ¿Usted está de acuerdo?
--Esa es una opinión generalizada, pero yo todavía no sé... yo no comulgo con la idea de que las cosas no se pueden cambiar. Yo he visto funcionarios que son muy buenos cuidando animales y otros que no. En el caso de los que no están preparados, ahora van a tener que hacer cursos para capacitarse como deben. Si son necesarias observaciones fuertes se harán. Si los cursos tienen que generalizarse, también se hará. Pero yo creo que el zoológico se puede recuperar con sus actuales trabajadores.
--Usted defiende la capacidad de los funcionarios. Eso hace pensar que los principales responsables del deterioro fueron los últimos directores.
--Es probable. No sé qué circunstancias impidieron que ellos hicieran bien las cosas.

DiezFelipe lleva más de 21 años encerrado en una celda muy pequeña, en la que apenas puede moverse. Con apenas dar unos pasos, llega de un extremo a otro. Felipe es inocente de todo crimen o pecado, pero la vida se la ha ido tras las rejas. Tiene 22 años y está en Villa Dolores desde los seis meses. Es uno de los tres osos del zoológico. Felipe, el oso baribal; Gallega, la osa parda y el oso tibetano, que no tiene nombre.
Cada uno tiene su jaula, las tres diminutas, desaseadas, despintadas, deprimentes. Cada una con su pileta, sucia, apretada, en la que apenas cabe el cuerpo del animal. Verlos da pena. "Ese es el comentario generalizado", reconoce Cortazzo.
Por algún extraño motivo, las jaulas de los osos son una de las pocas en todo el zoológico que tienen un cartel indicando la especie a la que pertenece el animal y algunas de sus características. Pero cuando uno lee lo que dicen los carteles de Felipe, Gallega y el oso tibetano, preferiría que no existieran.

Once
El sindicato Adeom responsabiliza de la decadencia de Villa Dolores a los intendentes: "La responsabilidad es política, es de la cabeza. Si las cosas no se hacen bien, ellos tiene la responsabilidad de corregirlas", señaló el dirigente Hugo Belli.
La última directora antes de la intervención, Araceli Paleo es ahora la subdirectora de la Escuela de Jardinería de la Intendencia. Fue imposible ubicarla para que explicara cómo su gestión desembocó en la actual crisis.
"Ella salió, se fue a la Intendencia, al centro, a hacer unos trámites para ella. Hoy no vuelve", dijo un día uno de sus funcionarios.
Otro día, el teléfono de la Escuela de Jardinería daba siempre "fuera de servicio", desde primera hora de la mañana hasta última la tarde. De mañana, también el teléfono del vecino Jardín Botánico daba "fuera de servicio". Pero pasado el mediodía alguien atendió allí.
--¿No sabe qué pasa con la Escuela de Jardinería que el teléfono da siempre "fuera de servicio?"
--Lo que pasa es que hoy tuvimos paro y asamblea hasta las 12. Descolgaron el teléfono y no deben haberlo vuelto a colgar.
Por fin un día, a las 10 de la mañana, una funcionaria atendió el teléfono en la Escuela de Jardinería. "La subdirectora no va a llegar hasta las 10 y media, pero deje su mensaje".
--Queremos hablar con ella sobre su gestión en el zoológico.
Araceli Paleo nunca respondió la llamada.

DoceEl zoológico tiene 90 funcionarios: 12 oficinistas (cantidad que parece más que suficiente para que siempre haya alguien en la boletería), cuatro maestros, cinco veterinarios y el resto obreros (cuidadores, carpinteros, herreros). "Quizás sí sea algo desproporcionada la cantidad de administrativos", admite Cortazzo.
Es tarde de sábado y hay muchos funcionarios, pero ninguno barre, corta el pasto o pinta las jaulas, todo lo que haría mucha falta. "Los que trabajan de tarde se dedican a la vigilancia", explica el interventor.
Varios de los empleados municipales están sentados en los bancos, tomando el sol, dejando que el tiempo pase. Ahora uno de ellos y el vendedor de pop mueven juntos el banco ubicado en la puerta del reptilario para ubicarlo bien bajo el sol:
--Parece que no, pero está fresco, che.

TreceQue fresco ni fresco, podría decir Gallega, si hablara. Porque el habitat propio de Gallega es la nieve y no este verano tropical, explica el cartel que la osa parda tiene frente a su celda. El letrero también dice que los osos pardos son muy amantes del agua y Gallega tiene apenas su mísera pileta. Agrega que los osos pardos son "fuertemente monógamos" y Gallega está sola.
El oso tibetano también debe sufrir mucho. Su cartel dice que come pescado, pero le dan pan y manzanas. Agrega que "sus cualidades para escalar y nadar son notables". Pero en su celda no hay nada que pueda escalarse --ni siquiera un tronco viejo-- ni tiene donde nadar tampoco.
Felipe también debe sufrir mucho. Su cartel dice que "es muy juguetón". Pero Felipe vive solo y en su jaula no hay nada --ni un tronco, ni una pelota, ni un palo o una rama. No tiene nadie ni nada para jugar.
Felipe se acerca a la reja y saca sus manos para afuera. Un niño grita:
--Mirá, mamá, ¡el oso!
La madre se queda callada unos segundos y luego con cara de tristeza murmura:
--Pobre oso...

Catorce
"Sí, nos hacen falta juegos. Todos los animales juegan, ahora pusimos una persona que está estudiando cuáles son los juegos mas adecuados para cada especie", reconoce Cortazo.
El interventor admite que existen muchas situaciones a corregir, reconoce su gravedad, pero pide tiempo y reclama que la prensa vuelva regularmente al zoológico para ver cómo van las cosas. "Estamos tratando de ir mejorando la situación de los animales, pero no se puede hacer todo a la vez. Comida no les falta. Y ya se notan algunas mejoras, estamos recuperando la estatuaria. Pintamos el cubo de la entrada. No sé hace cuántos años que no lo pintaban, era todo una mugre..."
Antes de despedirse el interventor señala un banco de plaza, ubicado cerca de la entrada. Está recién pintado y luce espectacular al lado de los bancos vecinos, que están decrépitos. "Mire ese banco cómo quedó. Yo sé que es poco, que con esto todavía no demuestro nada. Pero sí demuestro una cosa: que es posible mejorar el zoológico y que es posible hacerlo con sus trabajadores".
Salgo. Ahora hay un empleado en la boletería.
Me gustaría saber qué piensan Felipe, Gallega, la loba que llora y las ovejas criollas de todo esto.
Sí, las ovejas sobrevivientes, claro.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el suplemento Qué Pasa, del diario El País, el 20 de enero de 2001.

25.5.08

Teoría de los angelitos

Se ha puesto de moda hablar de la “teoría de los dos demonios”. No hay día en que no sea nombrada en los medios, casi siempre para denostarla sin mayores explicaciones. Si se dice de alguien que apoya la teoría de los dos demonios, entonces estamos frente a un cretino, un alcahuete de la dictadura: un facho, en pocas palabras.
Según la definición en uso, la teoría de los dos demonios es aquella que explica la violencia política de los años 60 y 70 por la acción de dos “demonios”, la guerrilla izquierdista y las fuerzas militares que las enfrentaron y las vencieron. En la tan denostada teoría, ambas fuerzas “demoníacas” son equiparadas: ambas provocaron un grave daño a una sociedad más bien indefensa, una empezó la violencia, la otra la continuó. Los años de horror que la sociedad vivió entonces –y los largos años de dictadura subsiguientes- serían responsabilidad del accionar de estos dos “demonios”.
Hoy es “políticamente correcto” descalificar esta teoría, cuyo trasfondo es un poco más complejo de lo que pretenden los actores políticos y los periodistas que la critican a diario.
Es cierto, una de las lecturas de la famosa teoría es injusta. Al equiparar la acción de los dos “demonios”, se pone en pie de igualdad a los guerrilleros y a los represores militares. Y una cosa no fue igual a la otra. El terrorismo de Estado llevado adelante por la dictadura cívico-militar merece una triple condena por su acción más general, más extendida en el tiempo y en el espacio y, sobre todo, por haber cometido los crímenes más abyectos valiéndose de todo el aparato estatal y público, todos los servicios que debieron usarse para bien de la sociedad y no para andar violando presas, desapareciendo gente y secuestrando bebés.
La otra lectura de los dos demonios no es tan sencilla como se pretende en estos días. La teoría culpa del desastre político que nuestros países vivieron desde los 60 hasta mediados de los 80 a dos fuerzas “demoníacas”: la guerrilla izquierdista y las fuerzas armadas. El resto de la sociedad habría sido una víctima pasiva del accionar de los dos demonios violentistas.
No fue así, dicen quienes descalifican a diario a esta teoría. Explican que los dos “demonios” no nacieron de la nada, no aparecieron por decisión divina, hubo muchos otros responsables del desastre político que comenzó a fines de los 60. Toda la sociedad fue responsable, concluyen. Todos tenemos parte de culpa, ése es el mensaje de fondo.
Algo es cierto: en la carrera hacia el abismo que Uruguay emprendió en aquellos años hubo otros responsables. Hubo una clase política envuelta en el clientelismo y la corrupción, hubo una sociedad que toleró con pasividad el deterioro de las instituciones, una prensa insoportablemente maniquea.
Es cierto.
Pero eso no quiere decir que toda la sociedad tenga las mismas culpas. En aquel desastre hubo responsabilidades distintas. Eso es lo que se olvida hoy. Eso es lo que omiten los directamente implicados. Eso es lo que no dicen los periodistas políticamente correctos que hoy abundan y sobreabundan.
No es lo mismo defraudar impuestos que torturar, no es lo mismo ser un periodista pusilánime que hacer desaparecer gente, no es lo mismo quedarse en la casa mirando televisión que salir a matar inocentes.
¿Somos todos responsables? Los uruguayos menores de 33 años no habían nacido cuando Bordaberry (sí, papá Bordaberry) clausuró el Parlamento. Los que tienen 21 años ni siquiera vivieron un solo día de la dictadura.
Yo no había nacido cuando los tupamaros asaltaron el Club de Tiro en Colonia Suiza, tenía siete años cuando ejecutaron a Pascasio Báez, nueve años cuando el golpe de Estado, 12 cuando asesinaron a Michelini y Gutiérrez Ruiz, 20 cuando torturaron hasta la muerte a Vladimir Roslik a pesar de que la pesadilla ya terminaba.
Para los que hoy tenemos entre 38 y 50 años la dictadura fue un espantoso regalo que recibimos sin haberlo pedido ni ganado, un tedioso paréntesis en el que todo estuvo prohibido, la política y el pelo largo, los libros de Traversoni y los de Benedetti, los discos de Los Olimareños y los de los Sex Pistols. Víví desde los 9 hasta los 21 años en un régimen en el que podías ir preso hasta por estar sentado en el cordón de la vereda, solo o con amigos. Ahora gracias a una nueva ley yo tendré que pagar para reparar los daños que hicieron otros. Qué curioso: siempre había pensando que ellos tendrían que pagarme el daño que me hicieron a mí.
Los dos “demonios” no son los únicos culpables, eso es cierto. Y a esta altura, sería bueno que todos los implicados asumieran su cuota parte en el asunto.
Sería bueno que los partidos dejaran de lado de una vez por todas a los políticos que permitieron que la democracia uruguaya cayera en aquella bajada. Hubiera sido tan bueno que la gente no los votara una y otra vez, hasta hoy.
Sería bueno oír la autocrítica de los intelectuales que le hicieron creer a la juventud de los años 60 que no podía haber algo peor que aquel Uruguay modelo 1960 y que no había otra salida que agarrar una ametralladora. Ahora sabemos que hubo un modelo de Uruguay mucho peor que aquel.
Sería bueno escuchar la autocrítica de los medios de comunicación que aplaudieron a la dictadura y la respaldaron durante tantos años. Los que no paran de poner como ejemplo a Chile deberían saber que el Canal 13 de la televisión chilena y la periodista estrella del diario El Mercurio en los años 80 han hecho su público mea culpa por su actuación obsecuente durante la tiranía de Pinochet.
Pero a la hora de rendir cuentas, si es que sirve para algo, debería existir la honestidad intelectual de asumir que acá no hubo dos demonios, pero sí hubo actores principales, responsabilidades mayores, derechos de autor sobre horrores que todavía hoy duelen. Los que se creyeron tan iluminados como para usar la violencia para salvar a una sociedad que nunca se los pidió, matando inocentes en el camino como daños colaterales. Los que montaron una gigantesca operación de terrorismo de Estado y encarcelaron, torturaron y mataron a cientos de inocentes y de paso sumieron a la sociedad en más de una década de oscurantismo.
No les gusta que los llamen “demonios”. ¿Cuál sería entonces la palabra correcta?

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, 13 de abril de 2007

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