Todavía no hace un año desde que Javier Milei asumió la Presidencia argentina y la lista de insultos que ha proferido a diestra y siniestra es interminable.
En una nota que escribió en La Nación, el abogado Roberto Gargarella listó algunos de esos agravios:
“Excusándome por la vergüenza ajena que generan sus términos, cito algunos ejemplos, como forma de dejar en claro el tipo de expresiones a las que me refiero. El Presidente ha aludido, muy habitualmente, al Congreso como un “nido de ratas”; ha dicho que los políticos son “una mierda que la gente desprecia”; se ha referido a los periodistas como “corruptos, soretes y ensobrados” (en el acto de Parque Lezama –y es importante recordar este dato– el Presidente arengó e incitó al público, cuando algunos participantes empezaron a gritar “hijos de puta” contra los periodistas); describió el Estado como “un pedófilo con los nenes encadenados y bañados en vaselina”; se dirigió a las personas de izquierda (“la mayoría del país”, según sus dichos) gritando “detesto a los comunistas: zurdos, hijos de puta tiemblen”; señaló al Papa como un “impresentable” y “comunista”, que “representa al maligno en la tierra” (aunque afirmó esto antes de asumir el cargo y después se desdijo). Y un largo etcétera”.
A la lista de Gargarella habría que sumar que Milei ha llamado “cucarachas” a sus detractores, ha dicho que a los que operaban para la suba de dólar “les dejamos el culo como a un madril” y se ha enorgullecido de que a la prensa ("pedazos de sorete", "corruptos, sucios, prostituidos, mentirosos y extorsivos") le “cerró el orto”.
La catarata escatológica de Milei no se detiene ante fronteras ni investiduras Al presidente de México Andrés Manuel López Obrador lo llamó “patético”, “lamentable”, “repugnante y “zurdo de mierda”. A Lula “zurdo salvaje”. Al presidente de Colombia, Gustavo Petro, “comunista asesino” y “plaga letal”. En España definió al socialismo como “oscuro, negro, satánico, atroz, espantoso, cancerígeno”.
Tampoco la consideración al otro y el respeto básico frenan a Milei. Con frecuencia usa el vocablo minusválido como insulto. A los ancianos los llama “viejos meados”. Hace pocos días, en un acto público, al hablar del exministro de Salud Ginés González, que había fallecido apenas un día antes, lo definió como “impresentable y repugnante” e “hijo de remil putas”.
El efecto de sus palabras es inmediato. Al llamar así a Ginés González recibió una inmediata ovación y gritos de apoyo.
No es sorpresa. En campaña, y también en un acto público, había llamado a su rival político Horacio Rodríguez Larreta como “zurdo de mierda” y “sorete” y le había advertido que podría “aplastarlo”. Los presentes lo ovacionaron.
El círculo se retroalimenta. Milei replica en las redes los insultos que vierten sus partidarios y ellos replican los de su líder.
El fenómeno ha valido unas cuantas notas en medios de prensa de prestigio y algunos análisis políticos respecto a cómo Milei usa la injuria como arma propagandística.
Sin embargo, quizás haga falta un análisis más mundano y familiar. ¿Cómo harán los padres argentinos para educar a sus hijos en el respeto hacia el otro, cuando todos los días aparece en televisión el presidente, la máxima autoridad, llamando “excremento humano” y “ratas” a gente que solo piensa distinto?
¿Cómo harán en sus aulas las maestras y los profesores?
Si fuera un dictador, las respuestas serían más fáciles.
Pero, ¿qué dirán los padres cuando tengan que explicarle a un niño, a sus hijos, cómo y por qué ese señor, que hace todo lo contrario a los que ellos le han enseñado, llegó a ese lugar tan importante?
Cuando -ante cualquier diferencia- el niño señale a otro en la escuela o en el barrio, cuando le diga “sorete” o “hijo de puta”, cuando lo trate de "cucaracha", cuando lo quiera “aplastar”, cuando los demás aplaudan, ¿cuál será el consejo y la explicación?
¿Y si el señalado, el “excremento humano”, la “rata”, el “aplastado” es el hijo de uno?
El experimento está en marcha.
P.d. (En diez años todos serán inocentes).