Sin embargo, y después de tanta celebración al Fantasma del 50, no puedo dejar de decir dos frases al respecto:
a) Después de Maracaná, Brasil ganó cinco Copas del Mundo. Uruguay ninguna.
Brasil sacó, es evidente, las lecciones correctas de aquella dolorosa derrota. Hoy sus equipos son temidos en todas las canchas del mundo, en el campeonato que sea. Aunque su liga no pueda mover el dinero de la española o la italiana, los brasileños son la principal potencia del mundo del fútbol. Se han aburrido de ganar Copas del Mundo. Han compensado con creces Maracaná.
Nosotros, en cambio, nunca más ganamos. Desde hace 63 años vivimos recordando aquel día. Como dijo Pablo Da Silveira cuando comenté esto mismo en Twitter:
Tiene razón Da Silveira. Maracaná -la culpa no la tienen los campeones- nos paralizó. Nos paralizamos, y no solo en fútbol. Llevamos décadas intentando que se repita, que vuelva Maracaná, que regrese el paraíso batllista (¿existió?), que otra vez seamos los campeones del mundo, sin entender siquiera por qué aquello tan maravilloso ocurrió.
Sacamos la lección incorrecta. Mientras las selecciones brasileñas cada vez jugaban mejor, nosotros creímos que la clave de aquella hazaña fue la pelota abajo del brazo del Negro Jefe. Apostamos a la "garra charrúa" mientras se repetía que el exquisito Juan Alberto Schiaffino era un pecho frío.
Soñando con nuevos Maracaná, creímos que ganar era así de fácil y caímos cuesta abajo en la rodada. Mientras los demás daban vueltas olímpicas, mientras otros países que no sabían jugar al fútbol aprendieron, la televisión mostraba en vivo al Tano Gutiérrez apretándole el cogote a un belga y al Pato Sosa despeinando a Cristino Ronaldo.
Aunque muchos se enojaron, entendí por qué Diego Lugano mandó al diablo al Fantasma de 1950. Porque esta última selección fue la primera en mucho tiempo que quiso sacarse de encima las cadenas de todos los fantasmas que el fútbol uruguayo viene arrastrando desde hace décadas. Estos futbolistas en Sudáfrica salieron a la cancha sabiendo que ganar no es así de fácil. Que no basta con apretarle el cogote a uno, despeinar a otro, meter un planchazo y meterse la pelota abajo del brazo. Con sacrificio, fueron a hacer lo mejor posible, a ganar o perder jugando al fútbol. Y no les fue mal. Lo que lograron en África y reafirmaron en la Copa América -y que pareció replicarse en algunas selecciones juveniles-, fue una gran alegría para todos y también la esperanza de un ciclo nuevo, no atado a los errores del pasado. Babosear, festejar nuestra supuesta viveza, ganar antes de salir a la cancha, creer que los demás nos tienen miedo, pensar que estamos destinados a la gloria por destino manifiesto, todo eso es parte del viejo repertorio. Es el tango que nos hizo mal. El pozo. El fantasma que nos persigue y no nos quiere soltar.
Por suerte todavía, entre tanto bombo y dale que va, se pueden leer verdades como ésta en un país muy futbolero donde lo que menos importa, paradójicamente, es jugar bien al fútbol.
ResponderEliminarEn la frase "logramos el objetivo" nunca se alude a jugar bien, es sorprendente. Y además nos hemos convencido de que los campeones de otrora no jugaban bien tampoco, eran pura garra. Qué equivocación más inmensa.
Es evidente que fuimos los grandes derrotados de Maracaná, dicho con todo respeto hacia aquellos jugadores, ellos sí grandes triunfadores. Pero nunca aprendimos de ellos, y lo que es peor, ni siquiera aprendemos de Lugano y sus muchachos hoy, aquí, en vivo y en directo.
Un país extraño éste, sumido en la nostalgia por cosas que nunca comprendió realmente.
Pensar que Brasil fue ganador en el 50 porque aprendió lecciones que luego lo ayudaron a ganar sus cinco campeonatos es tan soberbio como la actitud que hoy se critica. Brasil ganó cinco mundiales porque es Brasil y era inevitable que ganara varios y seguirá ganando.
ResponderEliminarUruguay equivale a un barrio de San Pablo. La comparación de copas ganadas entre ambos países no tiene sentido alguno, y sin embargo se ha seguido ganando después del 50.
Tres semifinales mundialistas, en doce participaciones, y siete Copas América, es mucho más de lo que muchos otros países más grandes pueden registrarse.
El problema pasa por otro lado, pasa por pensar que un logro en el fútbol automáticamente se traduce a un logro como sociedad. Esa fue la derrota del 50
Ta, todo bien con el artículo -aunque sufre de un tomo un poco soberbio, onda yo tengo la verdad, influencia de Danilo?- pero no me van a negar que el Pato Sosa estuvo bien...
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