Viendo el rescate de los mineros chilenos es imposible no comparar: aquí, en el reino del paro y de la huelga, nadie, o casi nadie, se gana la vida en condiciones tan extremas y sacrificadas.
Es admirable ver cómo Chile superó esta crisis. Es el mismo país que hace pocos meses fue asolado por un terrible terremoto, que mató a 521 personas, destruyó una ciudad y dejó sin vivienda a medio millón de familias. Esos temblores existen en México, Perú, Haití, Guatemala, Nicaragua, Irán, Turquía y un largo etcétera. En Uruguay no.
Tampoco tenemos tsunamis, esas olas gigantes que arrasan pueblos enteros. En 2004 un maremoto mató a más de 220.000 personas en una decena de países y provocó daños imposibles de cuantificar. Hay en Indonesia, Sri Lanka, India, Tailandia, Perú. En Uruguay no.
No sufrimos de huracanes, como el Mitch que hizo retroceder 50 años a Honduras en 1998. No tenemos volcanes que exploten y provoquen cataratas de lava y barro. Recuerdo cuando en el 85 la erupción del Nevado del Ruíz, en Colombia, sepultó entera a la ciudad de Armero y mató a 25.000 personas. Nosotros no tenemos aludes de ningún tipo: ni de lava, ni de nieve, ni de barro.
Somos privilegiados: no tenemos esa clase de desastres naturales. Nuestro territorio es una extensa llanura. Nuestras ciudades están construidas sobre planicies y no necesitan decenas de túneles que atraviesan montañas y escaleras que trepan los cerros, como Rio de Janeiro. Nuestras carreteras no deben sortear montañas, cordilleras o precipicios, como en tantos países.
No tenemos una epidemia de sida como Sudáfrica, ni narcoguerrillas y paramilitares como Colombia, ni fanáticos iluminados por Dios que quieren tapar de la cabeza a los pies a las mujeres. No perdimos nuestra salida al mar, como Bolivia. No nos tiraron la bomba atómica, como a Japón. No estamos sometidos a otros países, como los palestinos, los kurdos o los tibetanos. No vivimos amenazados, rodeados por vecinos que quieren borrarnos del mapa, como Israel. No nos odiamos entre nosotros por motivos étnicos, como en la ex Yugoslavia. No somos un país dividido en dos, como Corea o Chipre. No tenemos movimientos separatistas, como España. No fuimos invadidos por tres ejércitos que exterminaron a nuestra población masculina, como le pasó, con nuestra ayuda, a Paraguay.
No hay en nuestro territorio enormes desiertos de arena, ni montañas de nieves eternas, ni selvas impenetrables llenas de mosquitos de la malaria.
No tenemos ni padecemos ninguna de todas esas calamidades. Lo nuestro es todo a favor. Y, sin embargo, no logramos hacer un país decente.
Es evidente que no son las condiciones las que nos frenan.
Entonces, ¿qué será?
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