6.8.15

Otra historia épica de los tupamaros

El libro de Amodio Pérez (Palabra de Amodio) de Jorge L. Marius está estructurado en tres partes.
En el primer tercio Marius cuenta la historia del MLN-Tupamaros. Para hacerlo se basa en algunas de las versiones ya conocidas, pero en forma fundamental incorpora el punto de vista de Amodio Pérez. Se puede decir que esa primera parte del libro es la historia del MLN tal como la contaría hoy Amodio.
Amodio Pérez, tupamaros, MLN, milicos y tupas, historias tupamaras
El segundo tercio del libro lo constituye una larga entrevista de Marius al exguerrillero, acusado de traidor por sus ex compañeros. El autor lo interroga sobre temas de la historia del MLN y le pide su opinión sobre los tupamaros más notorios: Mujica, Fernández Huidobro, Zabalza, Engler, Rosencof, etc.
Por último, el libro se cierra con un apéndice documental donde la pieza principal es la historia del MLN que Amodio escribió en 1972.
El efecto general es algo redundante. En líneas generales, podría decirse que OTRA historia épica del MLN, un movimiento que fracasó porque Sendic, Fernández Huidobro y otros no supieron escuchar sus consejos, lineamientos y advertencias.
No hay en el libro una autocrítica seria sobre los efectos que tuvo para la historia del Uruguay y para la vida de los uruguayos (¡hasta hoy!) la decisión tomada en 1963 de alzarse en armas contra la la democracia uruguaya de los años 60, a pesar de que les aconsejó que no lo hicieran.
Amodio no dice estar arrepentido al respecto.
Un ejemplo de esta falta de reflexión sobre las consecuencias de la violencia política es cuando Marius analiza, con la óptica de Amodio Pérez, la toma de Pando, una acción de 1969 que le costó la vida a cinco personas -tres guerrilleros, un policía y un civil- pero que los tupamaros todavía festejan.
En el libro se critica que la dirección del MLN priorizara el efecto de "marketing" del golpe por sobre su seguridad militar: por eso se decidió usar coches fúnebres en lugar de vehículos preparados y veloces.
Más de dos páginas del libro se van en este asunto: con autos veloces -que por supuesto Amodio aconsejó usar- se podrían haber evitado las muertes de los tres tupamaros que cayeron en la operación.
Sin embargo, ni Marius ni Amodio dedican una sola línea a Carlos Burgueño, un ciudadano inocente que había salido de su casa para inscribir en el Registro Civil a a su hijo recién nacido y murió por el tiroteo generado entre policías y tupamaros. Es decir: murió en vano porque el MLN decidió tomar Pando, con marketing o sin marketing, con seguridad militar o sin ella. Lo mató la violencia política, de la cual Amodio es tan responsable como los otros líderes del MLN con los que hoy se enfrenta.
Vale la pena recordar que José Mujica, en la biografía Mujica escrita por el periodista Miguel Ángel Campodónico, también se explaya a lo largo de tres páginas sobre los errores que él cree que se cometieron en Pando y tampoco siquiera menciona a Burgueño.
Podemos concluir que si se sentaran a discutir Mujica y Amodio sobre la toma de Pando, estarían horas hablando de errores tácticos y militares y no dirían una palabra sobre el inocente que perdió la vida por culpa de la aventura en la que embarcaron al país entero.

***

Lo mismo que en los relatos oficiales del MLN, Marius mitifica acciones del MLN que en realidad fueron más patéticas que heroicas. Así por ejemplo se destaca la toma del aeropuerto de Paysandú.
Se ignora, en beneficio de seguir mitificando a los tupamaros, el testimonio de Aníbal de Lucía en el libro Historias tupamaras:
"El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!"

***
Amodio dice que comenzó a hacer la autocrítica  de su pasado guerrillero en 1997. Para los 18 años que han pasado el resultado parece escaso.
Sin embargo, al menos reconoce que fue un horror el haber reinstaurado la pena de muerte en el Uruguay, un demérito que el MLN comparte con el fascista Escuadrón de la Muerte y que hoy casi nadie se atreve a recordar.
Dice Amodio al respecto: "Creímos que por poner nuestras vidas al servicio de una causa que creíamos justa teníamos derecho a disponer de las vidas de los que valorábamos como enemigos y eso nos llevó a no valorar la vida de nadie, ni tan siquiera las de nuestros propios compañeros. Eso es para mí uno de los mayores horrores, con h y con o, que hemos cometido".
Lamentablemente, no se profundiza en el tema. El libro elude referirse la mayor parte de las víctimas del MLN. Se dice, por ejemplo, que las armas se conseguían por "expropiaciones". Se omite relatar todos los policías y hasta coleccionistas de armas que fueron asesinados para robarles un revólver o una pistola vieja.

***
Amodio desliza datos que dejan mal parados a todos los próceres tupamaros y también a varios políticos, entre ellos a Wilson Ferreira a quien pinta como un golpista desesperado por llegar al poder.
Algunas de las historias que cuenta ya eran conocidas, otras no. Algunas tienen más sustento que otras.
A Sendic lo retrata como un líder torpe y belicista. Lo hace responsable indirecto del asesinato de los cuatro soldados del jeep.
A Rosencof y Engler los acusa de haber integrado la dirección del MLN que ordenó ejecutar a Roque Arteche y a Pascasio Báez.
A Fernández Huidobro lo acusa de haber delatado ante los militares cuáles eran los tupamaros que habían cometido delitos de sangre.
Sin embargo, sus acusaciones flaquean y su relato todo pierde credibilidad al no lograr explicar en forma convincente las acusaciones que pesan sobre sí mismo. Sobre las desaparecidas libras de Mailhos reconoce que las escondió, pero no tiene una explicación cierta sobre su desaparición.
Sobre las acusaciones de traición que le pesan dice que son una leyenda negra urdida por sus enemigos dentro de la organización. Quien de verdad delató a todo el mundo fue Píriz Budes, señala una y otra vez.
Píriz Budes es el Amodio Pérez de Amodio Pérez.
Sobre la acusación de que salía a la calle junto a unidades militares para ayudar a detener a otros tupamaros, afirma que  lo confundían con Donato Marrero y Rodolfo Wolf, que eran de físico parecido.
Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)
En definitiva, insiste, él no delató a nadie; solo se limitó a ordenar información que los militares ya tenían y a "asesorarlos".
No queda claro, entonces, por qué fue el único tupamaro al que se le permitió salir casi inmediatamente del país, con su pareja, con una nueva identidad, para recomenzar una nueva vida libre de toda carga en la dorada Europa.
¿Tanta generosidad a cambio de casi nada?

29.7.15

Piglia en Acción, tercera parte

Las dos entradas anteriores de este blog en la que se comparan pasajes de una crónica del diario Acción de Montevideo, de 1965, y otros de la novela Plata quemada de Ricardo Piglia, tuvieron cierta repercusión local e internacional, ya que fueron reproducidas o citadas por diversos medios de prensa.

1) Piglia en Acción
2) Más Piglia en Acción

En algunos medios se dijo que lo realizado por Piglia es un plagio. Yo evité usar esa palabra u otro adjetivo. Sé cómo son las cosas en el periodismo, pero en la literatura hay más de una opinión sobre estos temas. Y preferí mostrar los hechos, sin emitir opinión.
Fabián Banga, profesor de literatura en el Berkeley City College, de California, me escribió a través de Twitter. Me dijo que los dos artículos escritos en este blog le resultaban interesantes y que los compartiría con sus colegas. Agregó que se equivocan quienes señalan que se trata de un plagio de Piglia, ya que el autor advierte en el epílogo de su novela que usó artículos periodísticos, entre otros medios del diario Acción.
Banga me envió por Twitter la foto de la página:




Admito que no volví a leer el epílogo de la novela antes de escribir las dos entradas de mi blog sobre este tema (sí lo había leído anteriormente, pero no recordé el pasaje de las citas).
Quizás se deba a que el epílogo de Plata quemada es muy complicado de digerir para un periodista.
La página que me envió Banga es un buen ejemplo: en ella es difícil que el lector sepa qué es verdad y qué es mentira.
Dice que la policía uruguaya colocó micrófonos en el apartamento donde se desencadenó la batalla contra los pistoleros, y eso es mentira. En ese procedimiento policial todo fue apurado, desorganizado, un verdadero caos como saben los que leyeron Liberaij. Por eso nadie grabó nada de lo que ocurrió dentro del apartamento y por lo tanto Piglia no pudo escuchar nunca ninguna grabación. La entrevista de Carlos María Gutiérrez (periodista verdadero) al radio telegrafista Roque Pérez (personaje inventado), a la que Piglia alude, nunca existió.
En el epílogo Piglia dice también que conoció la historia de boca de Blanca Galeano, que había sido novia de uno de los pistoleros, durante un viaje en tren a Bolivia.
Galeano sí existe y de verdad fue novia de uno de los pistoleros, pero jamás viajó en tren a Bolivia y nunca habló con Piglia. Los hechos falsos que Piglia le adjudicó en el epílogo de su novela hicieron que Galeano le entablara un juicio -donde el escritor admitió que no había hablado nunca con ella- y que el filósofo Tomás Abraham escribiera un brillante ensayo donde cuestiona los límites éticos de jugar con la verdad y la mentira en la literatura y en la vida de la gente. En la última edición, actualizada y ampliada de Liberaij, se incluye por primera vez el testimonio de Blanca Galeano.

Al parecer, una de las pocas cosas ciertas del epílogo es cuando Piglia escribe: "He reproducido libremente esos materiales" (refiriéndose a las notas de prensa).
(Cabría preguntarse cómo hace el lector para saber cuándo un dato es verdadero y cuándo no, pero dejo esa pregunta en mano de los especialistas).
Más allá de la estupenda crónica de Acción que se citó en las dos entradas anteriores, he encontrado otros ejemplos. En estos casos, no son notas memorables. Son típicas crónicas policiales sin brillo literario. Piglia las tomó, las editó, las hizo lucir generalmente un poco mejor y las incluyó en su libro, sin citas.
Encontré otras de Acción y de El Día antes de decidir no seguir buscando más. Es posible que haya otras.

Acción, 6 de noviembre de 1965.
Otra prueba de que se hallan en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que, hallándose en una situación tan difícil, anoche cuando el Jefe de Policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí... estamos comiendo pollos y tomando whisky, mientras ustedes están ahí, abajo, pasando hambre. Suban que los invitamos...!

Plata quemada
Otra prueba de que se encuentran en situaciones psíquicas anormales por el consumo de drogas es que hallándose en una situación tan difícil, hoy (por ayer) a la noche, cuando el jefe de policía les intimó a rendirse respondieron:
-No; si nosotros estamos muy bien aquí, estamos comiendo pollo y tomando whisky, mientras ustedes están ahí abajo, pasando hambre.
- ¡Suban que los invitamos...!


Acción, 6 de noviembre de 1965.
Sorprende que estos temibles bandoleros tuvieran en su poder semejante arsenal y la Policía se pregunta cómo pudieron entrarla al país y cómo se desplazaron de un lugar a otro de la ciudad con tales armas y tantos miles de proyectiles encima.

Plata quemada
Sorprende que estos temibles bandoleros tengan en su poder semejante arsenal y la Policía se pregunta cómo pudieron entrarla al país y cómo se desplazaron de un lugar a otro de la ciudad con tales armas y tantos miles de proyectiles encima.

Acción, 6 de noviembre de 1965.
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo inundar el apartamento con una manguera y seguir arrojando bombas de gases

Plata quemada
Finalmente, con los planos del edificio en la mano, se buscó un nuevo recurso: hacer una perforación -a cargo de bomberos- en el piso superior, que diera en el techo del apartamento 9 y por el mismo atacar a los sitiados.

Acción, 6 de noviembre de 1965
La escalera gigante del Cuerpo de Bomberos fue adosada al balcón del segundo piso y por la misma fueron sacadas las familias que soportaron durante tantas horas una situación de angustia. así vimos bajar a señoras que mostraban rostros pálidos de terror y, como nota emotiva, una de ellas exigió que para salvarla también había que sacar a su perrito de raza pequinés, que fue puesto en un patrullero policial junto con su dueña, sobre la calle Maldonado.

Plata quemada
La escalera gigante del cuerpo de bomberos fue adosada al balcón del segundo piso y por ahí fueron bajando, de espaldas a la calle, las familias aterradas, que habían soportado durante tantas horas una situación de extrema angustia. Así se vio bajar a señoras que mostraban rostros pálidos de terror y una de ellas exigió que para salvarla también había que sacar a su pequeño perrito de raza pequinesa que fue puesto en un patrullero policial junto con su dueña, sobre la calle Maldonado.

El Día, 7 de noviembre de 1965
Alimentado por un motor rodante de Bomberos, se introduce en la finca vecina un martillo neumático. Se le lleva al corredor del segundo piso que da precisamente sobre el techo de uno de los dormitorios del apartamento 9. Se aplica el martillo; se trabaja afiebradamente y en pocos minutos se practica un boquete, semicircular, pequeño. Los pistoleros tratan en vano de impedir esta tarea apenas vieron que el boquete abría luz. El intensísimo fuego, a través de las ventanas que dan sobre el pozo de aire les impedía colocarse en posición de acertar con sus balas el boquete y alcanzar a los operarios. De este momento sus minutos quedaron contados. Por el boquete, con matemática precisión, se arrojaron varias botellas conteniendo nafta a la que se aplicó fuego mediante una mecha. Como se vio después, tomaron fuego las tablas del piso, diversos objetos, los muebles y ropas.
La atmósfera se hizo irrespirable. Por el boquete, además, se les hizo fuego y lo mismo desde el apartamento 11, situado más allá del ocupado por los pistoleros.

Plata quemada
Alimentado por un motor rodante fue introducido en la finca un martillo neumático. Se lo llevó al corredor del segundo piso que da sobre el techo de uno de los dormitorios del apartamento 9.
Se aplica el martillo, se trabaja febrilmente y los pocos minutos se abre un boquete. Los pistoleros tratan de impedir esta maniobra apenas ven que el boquete abría luz. El intenso fuego a través de las ventanas que dan sobre los pozos de aire les impedía colocarse en posición de acertar con sus balas y alcanzar a los obreros
A partir de ahí sus minutos quedaron contados. Por el boquete se arrojaron varias botellas conteniendo nafta a la que se les aplicó fuego mediante una mecha. Como se comprobó después, se incendiaron las tablas del piso, diversos objetos, los muebles y ropas. La atmósfera se hizo irrespirable.
Por el boquete además se les disparó y lo mismo desde el apartamento 11, situado junto al ocupado por los pistoleros.

El Día, 7 de noviembre de 1965
Es de señalar que se habían arrojado algunas granadas de pequeño poder pero, finalmente, se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. Tenemos entendido que esta labor la realizó el comisario Uruguay Genta que, con riesgo de su vida, la deslizó -más que tirarla- por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 3. El artefacto estalló con precisión y dio muerte al pistolero Brignone o lo obligó a lanzarse hacia el living, donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora.

Plata quemada
La policía arrojó algunas granadas de pequeño poder pero al final se optó por una muy potente, peligrosa de enviar, si no había seguridad en la colocación. El comisario Lincoln Genta la deslizó por el tragaluz del baño que comunicaba los apartamentos 9 y 13. El artefacto estalló con precisión y obligó a Brignone a lanzarse corriendo hacia el living donde lo alcanzó una ráfaga de ametralladora cerca de la puerta del baño.


Como se puede apreciar, a estas crónicas no muy pulidas, Piglia le aplicó el lápiz corrector de un buen editor.
No lo hizo así con la brillante crónica anónima de Acción del 6 de noviembre de 1965 que, reproducida casi sin cambios, termina siendo una de las mejores páginas de Plata quemada.
En el amable e instructivo intercambio en Twitter con el profesor Banga, éste me señalaba que justamente lo atractivo de esta novela es la ruptura de límites entre la realidad y la ficción.
No tengo dudas de que en el campo de la literatura de ficción -de la que solo soy un agradecido lector- la opinión de Banga es mucho más sólida y relevante que la mía.
Yo soy periodista y por eso escribí Liberaij. Cuando leo un libro que dice contar hechos reales me gusta que sea exacto. Cuando leo una obra de ficción me gusta que la haya escrito el escritor.

21.7.15

Más Piglia en Acción

Tras la entrada anterior en la cual se consignaron algunos pasajes muy parecidos de una crónica de 1965 del diario Acción sobre el tiroteo del Liberaij y la novela Plata quemada de Ricardo Piglia, encontré otros pasajes de idéntica similitud:

Diario Acción, 6 de noviembre de 1965

A contramano, por la calle Canelones para abajo, con las sirenas ululantes, la ambulancia de Salud Pública iba a toda velocidad para el Maciel.
-Yo le di una patada... ¡Si me hubieran dejado matarlo...!!!
Las lágrimas corrían copiosas por la cara redonda y gruesa del policía del paisano, en una mezcla con el sudor, el calor de la tarde, el gas lacrimógeno que todavía se colgaba perezosamente de las copas de los árboles y el agrio olor de la sangre de dos policías más, muertos esta mañana en el umbral de la casa...

Plata quemada, Ricardo Piglia, Liberaij, diario Acción


Plata quemada, 1997

Las lágrimas corrían copiosas por la cara redonda y gruesa del comisario Silva, en una mezcla con el sudor, el calor de la tarde, el gas lacrimógeno que todavía colgaba perezosamente de las copas de los árboles y el agrio olor de la sangre de dos policías más, muertos esta mañana en el umbral de la casa...
A contramano por la calle Canelones hacie el sur, con las sirenas ululantes, la ambulancia de Salud Pública iba a toda velocidad para el Maciel. No me han podido matar y no van a poder matarme.


Plata quemada, Ricardo Piglia, Liberaij, diario Acción



Sobre este tema ver también la entrada anterior
En el epílogo de Plata quemada Piglia dice que reprodujo "libremente" pasajes de varios diarios. Ver aquí.

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