18.12.14

El diálogo: contra las medias verdades

El diálogo (Argentina, 2013) es una película sencilla, valiente y necesaria. Como anuncia el título, se trata de una conversación entre dos personas: Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis.
Son dos veteranos (al momento de la filmación ella tiene 82, él 70) que dialogan sobre la violencia política en Argentina en los años 60 y 70. A veces charlan sobre la base de fotos y películas que ven en una computadora. La cámara los muestra a ellos e intercala imágenes de archivo o tomas de valor más bien simbólico.
El diálogo, Montoneros, Fernández Meijide, Héctor Leis, Mujica
Son dos voces autorizadas para hablar de aquellos años. Graciela Fernández Meijide fue activista destacada en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura y formó parte de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Uno de sus hijos, Pablo, fue secuestrado y desaparecido por fuerzas de la represión.
Leis, mientras tanto, fue militante comunista y peronista en los 60. Tras un pasaje por la cárcel en 1973, integró la organización armada Montoneros hasta que se exilió en Brasil en 1977. Profesor de ciencias políticas, con una maestría en filosofía, se jubiló como docente de la Universidad Federal de Santa Catarina.
Se nota que ambos meditaron mucho sobre su época y sus propios actos. Ya no ven todo en blanco y negro.
“La conducción de Montoneros era muy pobre intelectualmente y con casi ninguna capacidad para entender la realidad”, dice Leis y nos remite a tantas guerrillas sudamericanas que se embarcaron en aventuras violentistas creyendo –en forma equivocada- que el pueblo correría en su apoyo.
El motor de los  Montoneros –continúa- “no era solo militarismo, era aventura también, era una cosa de fascinación con la violencia. La violencia es una droga, literalmente. La violencia seduce: ir con un arma, tirotearse, imagino lo que será torturar, matar en gran escala con una bomba atómica. La violencia seduce y, cuanto más se la practica, más seduce”.
Eso, dice, explica muchos actos de la guerrilla y de los militares.
Meijide cuenta haber visto documentos de Estados Unidos sugiriendo a los militares que llevaran a juicio a sus detenidos. Reflexiona que si Videla y compañía hubieran hecho caso a esa sugerencia, los organismos de derechos humanos habrían tenido dificultades para defender a gente involucrada en hechos de sangre. Pero, inmersos en el espiral de violencia y muerte, los militares prefirieron seguir matando, yendo incluso contra su propia conveniencia.
Leis pone el foco en un tema que es tabú, en Uruguay también. La responsabilidad de los jefes guerrilleros que reclutaron jóvenes y adolescentes y los enviaron a la tortura y a la muerte. “Había un incentivo al heroísmo que era un incentivo a la muerte, esto hay que decirlo bien”, afirma. “Cuando alguien te manda al muere y otro te mata, ¿de quién es la responsabilidad, decime? Es compartida”. (Una pregunta y una respuesta que el extupamaro Luis Nieto comparte en Historias tupamaras).
Leis llora cuando recuerda a chicos menores que él, a los que intentó convencer de que dejaran Montoneros, hoy muertos o desaparecidos. Fernández Meijide llora al recordar cómo se sentía una paria, sin derecho alguno, cuando golpeaba puertas buscando un dato sobre su hijo Pablo, seguramente ya asesinado.
Los dos coinciden en que nadie cuenta la verdad sobre aquellos años. En un momento ven un discurso del presidente uruguayo José Mujica, otro protagonista de esa época, pidiendo no trasladar a los jóvenes de hoy “la mochila” de frustración de los viejos combatientes. Leis se muestra de acuerdo, pero se permite agregar que falta contar muchas verdades para que eso sea posible: “Primero tenemos que entender lo que pasó”.
Cuando termina el documental, Graciela Fernández lleva a Leis en una silla de ruedas. Padecía una enfermedad terminal cuando se filmó la película. Murió en setiembre de 2014. Sus palabras en El diálogo son un legado que vale oro.


Publicado en la edición de noviembre de 2014 de la revista Bla.


El diálogo. Dirección: Pablo Racioppi y Carolina Azzi. Idea original y producción: Pablo Avelutto. 


29.11.14

Chespirito: la ternura del Chavo y el gol de la Fiera

Yo estaba empezando en el periodismo y trataba de ganarme un lugar en la redacción del semanario Aquí, colocando notas.

En la contratapa de cada edición iba una entrevista, de preferencia a un famoso. La sección llevaba ya años, los personajes se estaban agotando, y pronto me di cuenta que era un dolor de cabeza para los jefes y una gran oportunidad para mí.

No había un periodista que se encargara en forma específica de esa entrevista. La redacción no era numerosa y los mismos que cubrían las noticias políticas, culturales y sindicales se rotaban para llenar esa sección del semanario. No daban abasto.

Muy rápido capté que si yo conseguía entrevistar a gente importante o con algo interesante que decir, tenía una publicación segura. Las cobraba y, más importante aún, allanaba el camino hacia mi gran objetivo: entrar en la redacción.

Aquí era un semanario político, pero igual me ingenié para publicar una entrevista al "Bombón" González, que estaba retirado del fútbol y, después de sus años de gloria en Peñarol, trabajaba de portero en una humilde casilla. También entrevisté a la actriz Mecha Bustos y al periodista Miguel Muto. Aproveché un viaje familiar a Buenos Aires para entrevistar al gran Berugo Carámbula. Eso gustó. Entonces me di cuenta de algo importante: cuando una figura de prestigio internacional visitaba Uruguay, los periodistas del semanario no siempre tenían tiempo de hacer todas las gestiones y persecuciones que suelen implicar las luminarias. Yo tenía tiempo y ganas de sobra. Entrevisté a Roberto Fontanarrosa y León Gieco. Al fin me gané mi lugar. La entrevista a Chespirito la hice después, cuando ya estaba dentro del equipo fijo de Aquí, ocupándome de noticias políticas. Pero había adquirido el hábito de cazar a los famosos y la pasión por entrevistar seguía. Además, ¿cómo dejar pasar al Chavo por Montevideo sin hablar con él?

La entrevista a Roberto Gómez Bolaños se publicó el 26 de enero de 1988, no sé la fecha exacta en que ocurrió, quizás en los últimos días del 87 o los primeros del 88. Chespirito había venido con su elenco a Uruguay para realizar una única función en el Cilindro. Se alojaba en el Victoria Plaza. No recuerdo cómo fue que combiné para encontrarnos en el lobby del hotel. Creo que hablé con él mismo... ¿será posible? Yo era un ilustre desconocido trabajando para un pequeño semanario casi artesanal. Sea como sea que haya sido, el encuentro quedó pactado.

Llegué al Victoria Plaza preguntándome si alguien tan famoso no me dejaría plantado. No había otros periodistas. Chespirito no demoró en aparecer.

Lo que sigue fue lo que charlamos. Empezamos hablando del Chavo y terminamos con Peñarol, que acababa de salir campeón de América. Seguro que no es una entrevista memorable, pero para mis afectos es eso y mucho más.






Chespirito Chapulín Colorado Chavo
La entrevista la ilustró Pepe Infantozzi



-¿Cuándo nació y quién es el Chavo?

-El Chavo nació hasta casi 17 años. Chapulín nació un poco antes, va a cumplir 18. El Chavo es un niño tierno, bueno. No sabe mucho por falta de vitaminas, no por falta de voluntad o de estudio. Él quisiera saber más. A pesar de ser muy pobre -carece de muchas cosas-, tiene el gran don de la vida. Y con eso quiere demostrar que teniendo vida hay esperanza y se puede, inclusive, ser feliz.

-¿Y usted dónde y cuándo nació?

-Nací en la capital de México, en el Distrito Federal, hace muchos años.

-¿Por qué cree que el Chavo, al menos en Uruguay, ha sido el más exitoso de sus personajes?

-Creo que es algo que ha sido sucedido en todos lados. Ha sido un camino un poco curioso. El Chapulín Colorado abrió las puertas. En líneas generales, abrió las puertas de toda América Latina , no sólo para mí sino para la televisión mexicana. Después del Chapulín Colorado empezaron a adquirir series o telenovelas u otros programas humorísticos mexicanos. Desde ese punto de vista le tengo mucho cariño. Pero creo que el Chavo tiene algo más. En el sentido de que no solo es hacer reír sino que digamos que hay un mensaje. Sobre todo un mensaje de ternura, de cariño, al Chavo. Hay gente que me ha dicho: "A mí no me hace reír, pero te quiero". Bueno, pues eso es más valioso que hacer reír. Yo creo que implica cariño.

-¿Usted es de origen humilde como el Chavo?

-No. Tampoco rico, ni mucho menos, pero un poco arriba de ese nivel. Solo que yo viví en un barrio que podría calificar de altamente democrático. Jugábamos lo mismo nosotros, que éramos el punto medio, con el niño de la casa más rica que nos invitaba a ella, que con el niño que vendía periódicos o con el que hacía mandados en la carnicería. Todos nos llevábamos muy bien.

-¿Es común eso en México?

-Quizás ahora ya no tanto, desgraciadamente. Se han establecido un poco más algunas fronteras, sobre todo en algunos lugares. Fue más común antes. Yo desde luego lo viví, y creo que de esas experiencias he extraído mucho.

-¿Usted realiza otro tipo de actuaciones?

-Desde mediados del 84 a mitad del 85 estuve un año entero en una obra, una comedia musical, que escribí, dirigí, actué, etcétera. Tuvo un éxito extraordinario, rompió todos los récords de recaudación para una obra mexicana. Había hecho algo antes de teatro y cine, no muy constantemente. Escribí mucho y ya en un plan estelar he hecho cuatro películas: El Chanfle, El Chanfle II, Chespirito Kid -que en otros lados se ha llamado Charrito- y otra más, Don Ratón y Don Ratero, que es un poco parecido a lo que venimos haciendo en esta gira. En el ambiente de los años 20, con mucha música y la sorpresa enorme de mi esposa, Florinda Meza, que es una extraordinaria cantante y estupenda bailarina. Afortunadamente han tenido todas un éxito muy grande.

-¿Le disgusta que la gente lo encasille como el Chavo? Porque todas estas obras no ha sido estrenadas en Montevideo, por ejemplo.

-Únicamente como el Chavo no me gustaría, pero a mí no me molesta que me identifiquen con ningún personaje. No les tengo envidia, como sé que ha sucedido con algún actor alguna vez. Yo los quiero, me han dado de comer, me identifico en algunos detalles con ellos, pero solamente en detalles. Yo sigo siendo yo, un adulto consciente que actúa. Represento a un personaje, pero no soy él.

-¿Es un esfuerzo para un adulto representar tanto tiempo el papel de un niño?

-Cualquier actuación representa un esfuerzo. Para mí es igual que cualquier otro personaje. Yo no pretendo hacer creer al público que soy un niño, sino que acepte esa caracterización. Me representa más problemas hacer Chaparrón Bonaparte, uno de los Chifladitos, porque debe mantener una expresión pequeña sin desbordamiento, y es difícil dar una imagen así.



-Además de su esposa, ¿alguno de los otros actores tiene una vinculación con usted?

-Sí. Hasta me han acusado de nepotismo (risas). Desde hace algún tiempo mi hermano, que representa al grupo, hace un pequeño papel, Godines, en la escuela. Y ahora viene también mi hijo, que hace algunos papeles en la gira. Él acaba de terminar la escuela de ciencias de la comunicación. En realidad, está más tiempo detrás de la cámara, es el editor de programa. Una responsabilidad muy grande, pero lo hace muy bien. También es un excelente actor, aunque creo que le gusta más estar detrás de la cámara. Ahora, es el único hombre que baila bien, los demás lo intentan. Bueno, yo me defiendo también.

-Su hijo creció viendo al Chavo. ¿Qué le parece?

-Pues, ¿creerá que no se lo he preguntado? (Se ríe). Le gusta todo eso. Incluso en la escuela, por ser una escuela de ciencias de la comunicación. han juzgado los programas. Mi programa se ha usado, por lo menos que yo sepa, por ocho alumnos de diferentes escuelas como base para sus tesis profesionales en esa carrera.

-Los programas mexicanos que llegan a Uruguay parece que no llegaran al nivel de el Chavo, en especial las telenovelas. ¿Usted cree que es buena le televisión mexicana?

-Las telenovelas a mí particularmente no me gustan porque los escritores, que son el fundamento de cualquier programa dramatizado, no son muy buenos. Por otro lado, somos en México el programa de mayor trascendencia. Entonces, suena un poco a presumir, pero creo que hay cosas buenas y a veces no llegan las mejores. Algunas inclusive no tendría objeto que llegaran.

Por ejemplo, la empresa donde yo trabajo, Televisa. Considero que en todo el mundo no existen técnicos mejores que los suyos para transmitir un juego de fútbol. Y yo he visto fútbol -como es una de mis pasiones- en todo el mundo. No creo que haya canal que lo haga mejor. Tenemos, claro, la experiencia de dos Mundiales, y en México vemos los partidos de Argentina, de aquí, de Europa. Pero eso no creo que interese mucho traerlo acá, porque no creo que interesen mucho los equipos mexicanos. Interesa la telenovela, que creo ha sido la especialidad en México. Y destaca por encima nuestro programa porque la trascendencia ha sido mayor. Es el único programa que se transmite en 20 países.

-¿Le gusta tanto el fútbol?

-Uh, me encanta. Soy hincha del América de México. Deberíamos estar jugando con Peñarol la Copa Interamericana, porque había un acuerdo anterior para jugar el campeón de la Libertadores de América con el de la Concacaf. Pero parece que ya no les interesamos mucho (risas). Ya ha sucedido dos veces que nuestros campeones vencieron a los del sur. Cuando Boca fue campeón, precisamente nosotros, el América, le ganamos. Me encanta el fútbol.

-¿Va al estadio?

-No, porque la gente me molestaría y, aparte, en la televisión se ve estupendo. Tengo un par de televisores, y podría tener cuatro, porque tenemos cuatro partidos simultáneamente en México y estoy con un control remoto fichando uno y otro.

-¿Vio los partidos de Peñarol por la Copa Libertadores?

-Sí. Tuvieron buena suerte, ¿eh? En el último momento. Aguirre fue, ¿verdad? Allá hemos tenido a muchos jugadores uruguayos. Si hay un país que se distingue en fútbol es precisamente Uruguay.

-También le gusta la música. Al menos ha trabajado en comedias musicales.

-Sí, pero ahí creo que me quedé un poco atrás. La música moderna me cuesta trabajo, la muy ruidosa. Pero sí me gusta mucho la música.

-¿Y al Chavo no le gusta la música moderna?

-No sabe el pobre, no sabe.


17.11.14

Corrección política: las brujas están cazando

En una de sus memorables contratapas del semanario Jaque, Maneco Flores Mora escribió en forma premonitoria en 1984:

"Siempre me he opuesto a la caza de brujas. Siento ahora que viene el tiempo en que (...) tendremos que oponernos también a que las brujas salgan a cazar. Están cazando".

Manuel Flores Mora, Maneco, Jaque, contratapas
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Lo recordé al leer que el Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU) sancionó con una multa de 32.650 pesos a un modesto periódico del interior del país, el semanario El Municipio, de Carmelo.
Para un medio de prensa pequeño, como necesariamente lo es uno de una ciudad de apenas 20.000 habitantes, una multa de esa envergadura puede ser la partida de defunción. Para un pueblo, el cierre de un medio de prensa siempre es una tragedia. No le preocupó ni una cosa ni la otra al INAU. Uno presume que la falta cometida por El Municipio debe haber sido muy grave.
¿Qué hizo el periódico? Atendió a una vecina que llegó a su redacción desesperada. Pedía que por favor alguien la ayudara a mantener a su familia. Contó: "Mi hija de 16 años salió hace dos años del INAU, donde estuvo internada porque el padre la violó. El varón de 17 años está medicado, porque a causa de los golpes que le daba el padre quedó muy violento". Agregó: "Tengo dos nenas más: una de ocho años y otra de diez. También tengo conmigo una hija de 20 años… y mi nietita de un año. La verdad es que yo no puedo salir a trabajar porque a los chicos de 16 y 17 años, son dos personas que yo tengo que tener controladas". Relató cuáles son sus ingresos y sus angustias: "Recibo 1.300 pesos de tarjeta y 2.300 pesos de asignación, con eso tengo que vivir todo el mes (...) Necesito comestibles, pañales para mi nieta, que es lo más caro. Pido eso hasta que los chicos que tengo con problemas puedan salir un poco adelante y yo pueda conseguir un trabajo (...) Necesito ayuda, lo mínimo para mí es mucho".
Para el INAU, como la mujer dio su nombre verdadero y su dirección, y como El Municipio los publicó, se violaron dos artículos del Código de la Niñez y Adolescencia que resguardan el derecho a la privacidad: "Todo niño y adolescente tiene derecho a que se respete la privacidad de su vida, no se utilice su imagen en forma lesiva, ni se publique ninguna información que lo perjudique".
El caso es muy discutible y no queda claro que el medio de prensa haya incumplido la normativa, porque nunca publicó los nombres de los chicos, ni sus fotos. Y la información que sí publicó fue dada por su propia madre, en un intento de la que sociedad conozca su tragedia y pueda ayudarla. Dio su nombre y su dirección para que le lleven comida y pañales, porque vive en la miseria.
De aquí en más, gracias al precedente sentado por la burocracia del INAU, la próxima vez que alguien en Carmelo o en otro pueblo necesite ayuda para sus hijos, ningún medio publicará su caso. Y nadie ayudará.
Maravillas de la corrección política.
La sanción a El Municipio, además, tiene como efecto secundario el ayudar a esconder la miseria que, a pesar de los éxitos obtenidos por los gobiernos del Frente Amplio en reducir la pobreza, todavía abunda en el Uruguay de hoy, a pesar de algunos intentos por negarla.
Resultado final: los hijos de la señora fueron golpeados, violados y no tienen lo que comer pero, eso sí, su derecho a no ser estigmatizados está celosamente custodiado por el Estado.
¿Hay que salir a festejar?
No es un caso aislado, lamentablemente.
La doctora Adriana Grisoli, responsable de la policlínica del barrio Casavalle de Montevideo, donde trabajaba desde hacía 30 años, dijo al diario El Observador en 2012: "es común que los niños sean violados permanentemente". Agregó que la violación "ya se ve como algo aceptado en una zona donde la mitad de los niños no va a la escuela y los que van es para almorzar y merendar".
El propio director del INAU, Jorge Ferrando, dijo días atrás que en 2014 se alcanzó un récord de denuncias de casos de abuso sexual a menores. Lo expresó de un modo muy curioso, como si fuera un éxito: "Se ha ido logrando que haya cada año más denuncias", le dijo a a radio Montecarlo.
Supongo que ve como un logro que la gente denuncie, lo que está bien. Pero uno tiene derecho a preguntarse: ¿no será que las denuncias aumentan porque también aumentan los casos?
En todo caso, el INAU no solo no logra solucionar este gravísimo problema del Uruguay, sino que también forma parte de él, ya que muchos de los abusos contra los menores, incluyendo tortura, han ocurrido dentro sus dependencias. Hay gente procesada por la Justicia por ello. En ese contexto, es casi risible que el INAU sancione a un pequeño semanario del interior por el pecado de darle voz a una madre desesperada.
La misma alteración de la realidad se ha visto a raíz del asesinato de la niña Yamila Rodríguez, de 15 años, en Maldonado. Ese también fue otro caso de abuso sexual infantil, porque su cuñado la violó y luego la mató para evitar ser denunciado.
Es cierto que algunos medios de prensa hicieron una cobertura espantosa, difundiendo rumores infundados y aspectos de la vida privada de Yamila. Muchos periodistas olvidan que, cuando cubren casos policiales, el muerto no está para defenderse de las versiones que recogen por ahí.
Organizaciones feministas, el sindicato de la prensa, voceros políticos y periodistas políticamente correctos pusieron el grito en el cielo por esas crónicas equivocadas, injustas e indefendibles.
Pero tanto criticaron la cobertura de los medios que -queriéndolo o no- ayudaron a soslayar los problemas de fondo, más importantes: la miseria del barrio Kennedy, el interminable ciclo de abuso sexual infantil, la demora de la policía en tomarse en serio la denuncia de una familia pobre y, sobre todo, la saga de homicidios que padecemos sin que se le mueva un pelo a nadie. Otro más.
Si uno lee las redes sociales uruguayas parecería que lo peor que le pasó a Yamila fue lo que la televisión y alguna prensa dijeron sobre ella.
Pero no.
Es mentira.
Lo peor que le pasó a Yamila fue que, después de violarla, la asesinaron.


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