14.3.13

Tomar o no tomar Coca Cola, esa es la cuestión

Es una guerra de la que se habla poco. Una guerra que se libra cada día de forma más intensa en los campos de la política, la justicia, la publicidad y los medios de comunicación. La guerra de la Coca Cola.
La última batalla ocurrió esta semana en Nueva York y la ganó Coca cuando un juez revocó una ley que pretendía prohibir la venta de refrescos mayores a 16 onzas (unos 450 cc).
El derrotado fue el alcalde Michael Bloomberg, quien había impulsado dicha norma con el fin de reducir el consumo de gaseosas y así combatir la epidemia de obesidad que afecta al 58% de los neoyorquinos.
La ley rechazada obligaba a restaurantes y cines (pero no a los supermercados) a no vender refrescos azucarados mayores a los indicados. El juez Milton Tingling la consideró "arbitraria y caprichosa" porque afectaba a todos los comercios ni a todas las bebidas por igual (lácteos azucarados, por ejemplo, no estaban incluidos).
Coca, Coke, Pepsi: los refrescos versus el alcalde de New York
El alcalde Bloomberg y una Pepsi Jumbo.
Bloomberg, sin embargo, anunció que apelará. "Si nos tomamos en serio la lucha contra la obesidad, tenemos que ser honestos acerca de lo que la provoca y tenemos que tener el coraje de abordarlo de frente", dijo.  El alcalde citó estadísticas que indican que 5.000 personas mueren cada año en Nueva York por culpa de la obesidad, una cifra que se eleva a 70.000 en todo Estados Unidos.
"La gente muere todos los días. Esto no es una broma. Esto es acerca de la vida real", dijo. "La obesidad mata. Simplemente no hay dudas al respecto... Sería irresponsable no intentar hacer todo lo posible para salvar vidas".
La decisión judicial fue celebrada, en cambio, por comerciantes y consumidores entrevistados en los medios (hubo quien comparó la normativa derogada con la Ley Seca) y por la Asociación Estadounidense de Bebidas, que había presentado la demanda contra la ley.
Poco antes del fallo, Coca Cola había lanzado un aviso televisivo donde se señala que, gracias al creciente consumo de bebidas sin azúcar, la empresa también combate la obesidad:




Esta campaña, a su vez, provocó una contraversión, que ya fue vista por casi un millón de personas en You tube, que advierte que las bebidas light tienen otros riesgos para la salud y llama a no tomar más Coca Cola:




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Una anterior batalla había tenido lugar en California, cuando ese estado pretendió obligar a Coca y Pepsi a llevar en sus envases una advertencia de potencial riesgo cancerígeno debido a que su fórmula incluye el colorante 4-metilimidazol (4-MEI), considerado por ese estado como peligroso porque ha provocado cáncer en ratones de laboratorio.
Coca y Pepsi, con tal de no llevar dicha etiqueta, anunciaron que reducirían la cantidad de 4-MEI en sus productos en California, pero no en el resto del mundo.
Un vocero de Coca-Cola España dijo al diario El Mundo que no había de qué preocuparse ya que la Organización Mundial de la Salud considera que los riesgos del 4-MEI son inferiores a los de comer papas fritas. Según la empresa, un consumidor debería tomar 18.000 latas de refresco por día durante dos años para igualar los niveles que ingirieron los roedores en los ensayos. La agencia estadounidense que regula  los alimentos y los fármacos (la FDA) también defendió la seguridad del colorante, pero dijo que se deberían beber 1.000 latas diarias para llegar a la dosis que enfermó a los ratones.


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Natasha Harris no tomaba 16.000 latas de Coca Cola por día, solo entre seis y diez litros. Vivía en Nueva Zelanda y tenía ocho hijos. Murió a los 31 años de un ataque al corazón. El médico forense que estudió su caso concluyó que su muy alto consumo de Coca Cola había sido probablemente un factor importante en su muerte: con el refresco, Harris consumía cada día el doble de la cantidad de cafeína considerada segura para un ser humano. Además, había perdido todos los dientes debido a las caries, tenía niveles muy bajos de potasio y el hígado agrandado.
El forense pidió que los refrescos lleven una etiqueta que advierta que su consumo excesivo puede ser peligroso. Pero los fabricantes de Nueva Zelanda rechazaron la idea, señalaron que las causas de la muerte de Harris no se conocen con certeza, y recordaron que el café, el té y el chocolate también tienen cafeína.

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Aunque es poco lo que se publica y se difunde en los medios, cada día hay más noticias que vinculan refrescos y problemas de salud. Algunas provienen de fuentes muy serias, como este artículo publicado en 2012 en el blog de la escuela de Salud de la Universidad de Harvard, que habla de los estudios que asocian a bebidas como Coca Cola light con las enfermedades al corazón y llama a consumirlas lo menos posible.
Un aviso de Coca Cola en España parece querer salir la frente de esta ola de advertencias, y le pregunta al público si le va a hacer caso a todas las cosas que se dicen por ahí.




Al mismo tiempo, y en un sentido contrario, la organización Center for Science in the Public Interest divulgó recientemente un cortometraje para desestimular el consumo de refrescos, debido al daño que provocan al organismo. La película apela a los osos polares que Coca Cola ha usado en algunas de sus campañas, lleva el nombre de Los verdaderos osos y tiene por banda sonora la canción Sugar de Jason Mraz:






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2.3.13

Gloria y tormento


El mejor libro que leí sobre los negros uruguayos es Gloria y tormento, la novela de José Leandro Andrade, de Jorge Chagas.
No se trata solo de un buen libro sobre los negros, es un gran libro, simplemente, a secas.
Yambo Kenia lo usó para montar uno de sus espectáculos, lo que lo llevó a ganar un primer premio en el concurso de Carnaval. Ni siquiera le pidieron permiso a Chagas, no se tomaron siquiera la molestia de avisarle. Como si un texto así fuera algo que pudiera encontrarse tirado en la calle, a la vuelta de una esquina. Qué país el Uruguay.
Gloria y Tormento de todos modos tuvo su reconocimiento: en 2003 ganó el primer premio de Narrativa Inédita del Ministerio de Educación y Cultura, entre otros premios. Chagas, a su vez, tiene un merecido prestigio como periodista, escritor e investigador.
Hace poco volví a releer el estremecedor capítulo 13 de esta novela. Trata de un momento traumático para los negros uruguayos. José Leandro Andrade, la Maravilla Negra, acaba de volver al Uruguay con la medalla de oro de Colombes colgada en su pecho. Se ha consagrado como el mejor futbolista del mundo, Europa entera se ha rendido a su embrujo, y los negros uruguayos sienten que su triunfo es el suyo. Le preparan una recepción magnífica, una caravana de tambores, una cena de lujo con 400 invitados, un mantel especialmente bordado a mano para la ocasión. Pero Andrade falta a la cita. Está en Montevideo pero desprecia a sus hermanos.
José Leandro Andrade, Jorge ChagasChagas es negro. Tuve el placer de trabajar con él en el semanario Aquí donde todos reíamos con sus desopilantes anécdotas y siempre lo llamábamos con cariño el Negro Chagas. En Gloria y tormento, que es novela pero está basada en un profunda investigación que llevó cinco años, Chagas habla de principio a fin sobre su gente. He vuelto a leer parte del libro en estos días. El autor emplea una y otra vez las palabras “negro” y “negra”, no encontré una sola vez la palabra “afrodescendiente”.
¿Podía ser de otra manera?
Hoy un 40% de los negros uruguayos vive en la pobreza. El viceministro de Educación y Cultura debería saber que si de verdad quiere ayudar a esta gente no tiene que montar una guerra contra el diccionario, sino trabajar para que los negros uruguayos puedan enviar a sus hijos a una escuela, a un liceo y a una universidad que funcionen. Los negros pobres no necesitan nada de la Real Academia. Necesitan sí un sistema educativo que logre enseñarles a escribir en español tan bien como Chagas. Necesitan ser capaces de leer un libro como Gloria y tormento y comprenderlo. Precisan aprender a investigar, a solucionar problemas. Necesitan hablar en inglés. Educación. Basta de limosna y marketing.

el.informante.blog@gmail.com

14.2.13

¡Tortúrela, comisario!

Había muchas cosas para discutir, pero todo el análisis y la polémica sobre Milicos y tupas se concentró en un punto: los testimonios que recogí que cuentan cómo en el cuartel de artillería conocido como La Paloma, en 1972, presos tupamaros interrogaron junto a los militares a otros presos, llegando algunos a participar en la tortura.

Aunque quienes me contaron esos hechos hablaron dando su nombre y apellido, y nadie se atrevió a decir que su testimonio no fuera cierto, muchos pusieron el grito en el cielo porque no podían aceptar que se dijera esa verdad silenciada. El transcurrir del debate dejó las cosas en claro y ratificó la seriedad del libro. 

En el fondo, lo que evidenció la polémica es que los uruguayos nos hemos mentido y nos seguimos mintiendo respecto a la tortura. Otra vez, para comprender mejor este tema y complementar la información de Milicos y tupas, recomiendo leer el excelente trabajo del periodista Aníbal Corti (colega del semanario Brecha), titulado "La brutalización de la política en la crisis de la democracia uruguaya".

Comisario Alejandro Otero
Comisario Alejandro Otero, en aquellos años
La realidad es que esa práctica infame no generaba en el Uruguay de fines de los años 60 y principios de los 70 el mismo rechazo que hoy (cuando la tortura aun subiste en algunas cárceles y sobre todo en el INAU, y casi nadie dice nada). 

Un amigo, Gerardo Ruiz, me alcanzó hace ya un tiempo un testimonio colateral, que no tiene que ver con los presos del MLN ni con la trama de Milicos y tupas, pero corrobora que en aquellos años la tortura era considerada una práctica aceptable por mucha gente, incluyendo militantes de organizaciones de izquierda.

El testimonio viene del comisario Alejandro Otero, autoridad policial a la cual muchos líderes tupamaros le han reconocido el valor de haberlos enfrentado con éxito, apelando siempre a la inteligencia y nunca a la tortura.

Cuenta el famoso policía en el libro ¡Llamen al comisario Otero!, del escritor Raúl Vallarino, que cierta vez en aquellos años de violencia política la Policía detuvo a "un importante miembro de la izquierda uruguaya, una figura muy conocida actualmente".
También se detuvo a su esposa, pero las versiones de ella y él diferían en todo, por lo cual se hizo un careo. En esa instancia la mujer mantuvo sus dichos y dejó al dirigente político en muy mala posición.
Cuenta Otero en la página 58 del libro:
"El hombre, desencajado ante lo que decía su mujer, gritaba desesperadamente: ¡Es una cínica! ¡Tortúrela comisario para que diga la verdad! ¡Hágala torturar y comprobará que está mintiendo para perjudicarme!".
Y agrega:
"Por supuesto que no la torturamos, pero ese hombre que nos pedía que ejerciéramos apremios físicos sobre su esposa, es hoy una figura reconocida en el ámbito político nacional".


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