17.3.11

¿Cuál es su nombre?

En 1988 entrevisté, junto con Álvaro Diez de Medina, al general retirado Iván Paulós, que entonces era presidente del Centro Militar. La entrevista, que se publicó en la revista Punto y Aparte, se realizó en dos encuentros. El inicial, sin grabador; y el segundo, cuando el general hizo sus declaraciones.
Sin embargo, fuimos tres veces al Centro Militar. Porque antes de las dos oportunidades en las que hablamos con Paulós, debimos ir a dejar nuestras cédulas en la portería de la institución. Ese, nos habían dicho, era un requisito imprescindible para poder acceder al militar.
No fue un pedido casual. Cuando Paulós nos recibió en el primer encuentro, nos saludó por nuestros apellidos y le hizo notar a Diez de Medina que conocía bien la historia de su padre, un militante político boliviano que se había exiliado en Uruguay.
Intentaré en breve subir a El Informante un fragmento de aquella conversación. Pero hoy la recuerdo porque desde aquel lejano y tenso reportaje en ninguna otra oportunidad se me había exigido identificarme antes o durante una entrevista. Hasta que hace unos días, en el programa Suena Tremendo de radio El Espectador, le pregunté sobre Cuba al senador comunista Eduardo Lorier. La grabación de la charla está aquí:



12.3.11

Árboles autóctonos y frutos nativos: ricos, sanos... y olvidados

Aunque casi nadie lo sabe y muy pocos se aprovechan, en la flora nativa del Uruguay existen más de 20 especies cuyos frutos son comestibles, apetecibles y saludables para el ser humano.
La lista es larga: quebracho flojo, espina amarilla, arrayán, higuera del monte, tala, aguaí, pitanga, guayabo, higuerón, chañar, ubajaí, guabiyú, mataojo colorado, algarrobo, arazá, tarumán sin espinas y las palmeras butiá y yatay forman parte de ella.
Algunas de estas frutas fueron consumidas con frecuencia antaño, en los primeros años de vida del país, antes de la llegada del aluvión inmigratorio, cuando la mayor parte de la población se concentraba en la campaña.
Pero ese conocimiento se perdió para la mayoría. Hoy en Montevideo y en el resto de las ciudades del país el consumo de frutos nativos, muchos de los cuales podrían obtenerse gratis, es extremadamente raro. Incluso algunas de estas frutas son conocidas en países tan lejanos como Nueva Zelanda, pero aquí no.
Sin embargo, esta situación ha comenzado a cambiar gracias a un trabajo conjunto de la Facultada de Agronomía, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Beatriz Vignale es ingeniera agrónoma, especialista en fruticultura, y una de las responsables de que el viejo saber sobres los frutos nativos haya comenzado a ser rescatado.
Vignale vive en Salto y trabaja en la filial local de la Facultad de Agronomía. Sus estudios siempre habían estado concentrados en lo que en la facultad se llaman “frutos mayores”: manzanas, naranjas, duraznos, peras. Pero su carrera cambió un día cuando un grupo de mujeres rurales salteñas le hizo una pregunta inesperada. Estas mujeres vendían dulces y mermeladas de “frutas mayores” sin aditivos ni conservantes. Sin embargo, a pesar de que sus productos eran totalmente naturales, los turistas que visitaban las termas no mostraban demasiado interés. Ellas notaban que los visitantes buscaban otra cosa, no solo algo natural, sino también típico del lugar. Una buena jalea de frutillas o manzanas se puede comprar en cualquier lugar del mundo.
-¿Por qué no hacemos algo que sea nuestro, que la gente pueda comprar y llevarse de regalo, como souvenir o recuerdo? –le preguntaron las mujeres. -¿Qué fruto de nosotros vale la pena envasarlo, ponerle una etiqueta y venderlo?
Vignale se dio cuenta que aquella era una buena pregunta, pero no sabía la respuesta. “No me habían enseñado eso en la facultad”.
Árboles autóctonos del Uruguay
Frutos de la pitanga
La ingeniera agrónoma se contactó con Danilo Cabrera, un colega, especialista en frutas del INIA. Juntos decidieron investigar el tema y para ello se contactaron con Juan Pablo Nebel, de la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Los tres comenzaron a trabajar en el tema en el año 2000.  Y en una década el trío de rescatistas de los frutos nativos ha logrado mucho. Ya se realizaron cinco encuentros nacionales sobre este tema. El más reciente, celebrado en marzo en Salto, reunió a 180 personas, entre ellos varios docentes de Secundaria interesados en transmitir este saber a sus estudiantes.

***

Conocer los frutales nativos es importante en varios sentidos. Constituyen un recurso alimenticio disponible en campaña donde el consumo de frutas es bajo.  “En el área rural, los niños y los muchachos no comen fruta, porque la fruta es cara”, dijo Vignale. “Eso nos alentó a emprender esta tarea”.
Al mismo tiempo, estos árboles autóctonos son especies muy adaptadas a las condiciones físicas y ambientales del Uruguay. Eso permite que crezcan con muy pocos cuidados: cualquiera puede cultivarlos y no requieren de pesticidas, que contaminan el medio ambiente y pueden transformarse en un problema para la salud del consumidor.
Por eso Vignale comenzó a proponer a las maestras de las escuelas rurales que plantaran frutales nativos en sus predios, para que los niños pudieran comer fruta. “Hablamos con ellas y les propusimos plantar estas especies, que son muy rústicas. Porque las maestras no quieren manzanos, ni durazneros ni viñas porque tienen que pasarse echando pesticidas y aún así se les mueren”.
La propuesta fue un éxito. La inspección de Primaria de Salto primero, y luego las de otros departamentos se sumaron al esfuerzo. “Hace dos o tres años que venimos poniendo frutales autóctonos en las escuelas. Y después se sumó la Fundación Logros a la tarea. Es muy bueno –dijo Vignale- porque en la medida que los niños comen, termina comiendo toda la familia”.

***

Pero el plan que impulsan la Facultad de Agronomía, el INIA y la División Forestal es más ambicioso y pretende que estas frutas se cultiven y se comercialicen en forma masiva.
“Para eso se necesita hacer una base productora, seleccionando individuos de cada especie que se clonan, por estacas o injertos, para que la producción sea uniforme”, explicó el ingeniero agrónomo Nebel, de la Dirección Forestal.
Nebel, Vignale y Cabrera trabajan recorriendo el Uruguay y eligiendo los mejores ejemplares de cada frutal nativo, para luego replicarlos (clonarlos) y llegar a obtener la mejor matriz que sirva para iniciar los cultivos.
“Vamos y les preguntamos a las personas, a los capataces en los cascos de estancias, a las señoras y los niños en los pueblos, de qué plantan comen, cuál usan para hacer dulces, licor o postre”, relató Vignale. “La gente que las conoce te dice: ésta es rica, ésta es ácida,  ésta me gusta o no”.
Así, por ejemplo, en el poblado salteño de Belén descubrieron que hay muchos ejemplares de guabiyú, pero los niños cuando salen de la escuela y los adolescentes cuando van al gimnasio, siempre comen del mismo. Ese fue uno de los árboles seleccionadas para el banco genético que se está realizando. “Nuestro énfasis –dijo Vignale- es encontrar plantas que tengan un potencial comercial”.
El esfuerzo se ha concentrado en cuatro especies: guayabo, pitanga, arazá y guabiyú (se suele escribir guaviyú, pero la Real Academia Española lo hace con b).  Ejemplares de estas plantas –y algunos pocos de otras como el ubajay, la cereza de monte o el quebracho flojo- integran un “jardín de introducción” donde los mejores individuos son estudiados y luego clonados para ir preparando el momento del cultivo a gran escala.

***

Guayabo. Árboles autóctonos del Uruguay
Guayabo en flor
Un siglo y medio atrás, los primeros pobladores del campo –que conocían el valor de las frutas si se quería llevar una vida saludable- plantaron estos árboles en sus quintas o estancias. Hoy, además de los ejemplares silvestres, es frecuente encontrar guayabos, pitangas o arazás de más de cien años en antiguos centros poblados o junto a taperas y viejas estancias.
“Los paisanos se instalaban en campaña y lo primero que hacían era plantar frutales para abastecerse. Lo usual era plantar níspero, higuera y dos especies nativas: guayabo y pitanga”, relató Nebel, quien por  su trabajo en la Dirección Forestal ha recorrido casi todos los rincones del país y muchas veces se ha encontrado con estos ejemplares.
El propio Nebel creció alimentándose de los frutos de un guayabo de 115 años que había en su casa natal en Cerro Chato.
El guayabo es, de todos los frutales nativos, la especie cuya producción hoy está más avanzada. Nativo del noreste del Uruguay y el sur de Brasil, su primitivo cultivo como frutal se abandonó y en los últimos 150 años el árbol fue usado más como planta ornamental, debido a la belleza de sus flores.
Sin embargo, con plantas y semillas tomadas del Uruguay, otros países comenzaron a cultivarlo y a cosechar sus frutas con éxito. Hoy existen cultivos comerciales de guayabo en Colombia, Estados Unidos (en California) y en Nueva Zelanda, entre otros países. Los neozelandeses han logrado tal éxito con esta planta que mientras un guayabo uruguayo tiene frutos del tamaño de un huevo de gallina, los que cosechan los kiwis, originados en plantas tomadas de Uruguay, son grandes como un durazno. El éxito de este árbol en otros continentes hizo que algunos –pocos- fruticultores uruguayos “redescubrieran” su cultivo en los últimos años.
“En Canelones y en Melilla hay varios productores de manzana que plantaron guayabo. Porque como ya salió del Uruguay y otros países lo  comercializan muy bien, es más fácil animarse”, relató Vignale.
El guayabo, también conocido como guayabo del país, lleva el nombre científico de Acca sellowiana. Como antes se lo llamaba Feijoa sellowiana, en inglés su fruto es llamado feijoa. No hay que confundirlo con la guayaba  brasileña, ya que se trata de especies distintas. El guayabo tiene un fruto que es verde aún maduro, pulposo y de sabor muy agradable. Con algo de suerte, en la época de cosecha (desde fines de febrero para los ejemplares del norte del país hasta principios de mayo para los del sur) es posible encontrar guayabos en algún supermercado de Montevideo. Pero todavía se los vende a un precio que no es accesible para la mayor parte del público. En estos días el chef Mario del Bo, un cocinero muy interesado en las frutas nativas, descubrió guayabos en las góndolas de un supermercado… pero se vendían tan caros como el mango importado: 65 pesos el kilo. Y en los guayabos, las partes no comestibles son casi el 50% del peso de la fruta.
Además, los actuales escasos cultivos de guayabos en Uruguay se basan en plantaciones realizadas con semillas y no con plantas clonadas, lo que provoca que la cosecha sea demasiado heterogénea. “Hoy no existe una uniformidad en tamaños, color y sabor, que justamente es lo que vale en una fruta y es lo que hoy estamos tratando de lograr”, dijo Nebel.
Pasa lo mismo con la pitanga. Esta especie es autóctona del sur de Brasil, Argentina y Uruguay.  Puede llegar a medir siete u ocho metros cuando crece en los montes ribereños. Hay pitangas de muchos tipos: sus frutos pueden ser rojos, rosados, violáceos o casi negros. La diversidad de sabores también es grande.
“En el interior, todavía muchas personas hacen salsas o caña con pitanga. Pero el trabajo de selección de las mejores plantas no es fácil”, dijo Vignale. “Porque hay pitangas por todo el país, pero no todas son buenas, ricas y productivas”.
Como ocurre con la mayor parte de los frutos autóctonos, la pitanga se puede comer fresca. Y en este caso el incentivo es doble, porque esta pequeña fruta además de buen sabor tiene un alto contenido de antioxidantes, sustancias clave para mantener la salud.
No es el único caso, varios científicos uruguayos se han dedicado a analizar las propiedades “nutracéuticas” (neologismo que suma nutrición y farmacéutica) de los frutos nativos y para su sorpresa descubrieron que estas frutas desconocidas en general superan las propiedades de sus pares más famosas.
“El guabiyú tiene grandes cantidades de antocianinas, un tipo de sustancia de altas propiedades antioxidantes presente en casi todas las frutas de color oscuro y que sirve para prevenir el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. El arándano también tiene antocianinas, pero el guabiyú lo supera”, dijo la ingeniera agrónoma Alicia Feippe, investigadora del INIA.
Feippe explicó que otros frutos nativos también tienen altos valores de vitaminas o antioxidantes. El guayabo, por ejemplo, es especialmente rico en vitamina C. El arazá, de buen sabor -dulce y ácido al mismo tiempo-, y exquisito aroma, es otra fruta con alto nivel de antocianinas.
Ahora los esfuerzos por lograr clones de alta calidad para iniciar los cultivos masivos también están tomando en cuenta que las plantas seleccionadas tengan los mejores valores de vitaminas y antioxidantes.

***

Aunque todavía falta mucho por hacer, Vignale está satisfecha. Hay muchas buenas noticias alrededor de las frutas nativas. Por ejemplo, recientemente el reconocido productor de vinos Establecimiento Joanicó inició un cultivo experimental de arazá. Lo que empezó como un simple gesto amigable hacia la flora local y el medio ambiente, hoy ya despertó la imaginación de los responsables de la bodega. Con las primeras cosechas se elaboraron dulces y mermeladas caseras que resultaron exquisitas. Ahora buena parte de la cosecha fue remitida a fabricantes de dulces y escuelas de cocina para que experimenten el desarrollo de nuevos productos, explicó Gustavo Blumetto, de Joanicó. “Nuestra prueba a nivel casero con los dulces tuvo un resultado espectacular. Respecto a elaborar bebidas como licores o vino de arazá todavía falta mucho por investigar”.
La chef Laura Rosano, coordinadora de Slow Food Canario, es otra que ha apostado fuerte por los nativos. En un predio en el balneario San Luis, en Canelones, plantó 350 frutales autóctonos. Dentro de un año esos árboles estarán dando frutos que ella espera poder colocar en el mercado. Mientras tanto, Rosano experimenta recetas basadas en los frutos autóctonos:
“Hace poco en Rocha, en un curso que di sobre cocina regional, hicimos una salsa de arazá rojo para un pargo a la sal marina y otra de arazá amarillo, con miel y limón, para cordero.  Y las dos quedaron exquisitas. Yo quiero ayudar a generar recetas, porque quiero vender cuando tenga los frutos”.
Para Beatriz Vignale el mayor éxito es todo lo que se ha avanzado en conocer los tiempos y períodos de fructificación de cada una de las especies estudiadas.
“Los frutales nativos estaban muy bien descriptos botánicamente, pero con respecto a sus hábitos de fruticultura, las fechas de cosecha, los tiempos de maduración, no se sabía nada. Nosotros queremos poder decirle al productor: mire, esto se cosecha en noviembre o en diciembre, esto tiene una sola cosecha por año o tiene dos. En algunos casos, esa información ahora la sabemos. Yo a veces les digo a los estudiantes que la naranja tiene 4.000 años de domesticación y observaciones del hombre. Nosotros recién empezamos, pero estamos contentos, porque al que quiere plantar ya le podemos indicar los tiempos de maduración”.
Nebel cree que en el caso de las cuatro especies en las que hoy se está imprimiendo un mayor esfuerzo –guayabo, pitanga, arazá y guabiyú- falta poco para que el cultivo se generalice.
“Nuestro objetivo es poder proveer de bases comerciales a las frutas nativas, lograr plantas de alta producción y rendimiento. Se demora diez o quince años en establecer clones productivos. Nosotros empezamos a trabajar en esto hace diez años. Hoy ya hay pequeños cuadros que están produciendo”.


Artículo de Leonardo Haberkorn
Publicado en la edición de enero de 2011 de la revista Placer.
el.informante.blog@gmail.com

25.2.11

Otro guascazo del profe Guasco

La educación uruguaya no tiene arreglo. Lo sé porque acabo de leer el recién publicado “Boletín informativo N1” del equipo de los “consejeros electos” de la educación nacional.
Se trata de una publicación electrónica en la cual escriben los consejeros que representan a los sindicatos en los órganos de dirección de la enseñanza.
El más conocido del grupo es el profesor Daniel Guasco. Se ha hecho popular a fuerza de pregonar ideas absurdas y totalitarias. Propuso tomar como ejemplo la dictadura china y cerrar los liceos por un año. Integra el Consejo de Secundaria en representación del gremio de docentes Fenapes.
Su artículo en el Boletín no tiene desperdicio.
Para comenzar, comienza con una cita de… ¡Fidel Castro, el dictador cubano!
Eso sería suficiente para saber lo que Guasco piensa respecto a la democracia, a la libertad y a la enseñanza. Pero si un quiere pasar un rato divertido, hay que leer el resto.
Escribe Guasco:
“Queda claro que formar, capacitar, adiestrar, es sólo un aspecto del aprendizaje  (patentizada en las reformas de los 90 y en el fracaso que hoy constatamos). El aspecto quizá más mezquino y mercantilista, de acuerdo a la condición del joven. Pero eso no es educar. Educar compromete la formación de una personalidad y de un sujeto humano en la edad adolescente, por lo que implica formar en valores que atraviesan todo, definiéndolos claramente”.
El párrafo, además de demostrar que Guasco escribe con errores de concordancia, deja en claro que para este hombre “formar y capacitar” es algo “mezquino y mercantilista”.
Para Guasco los adolescentes tienen que ir al liceo a aprender “valores”. Compañerismo, por ejemplo. Solidaridad. Justicia (¿como en China?). Sentido de la emancipación. Libre pensamiento. Espíritu democrático (¿como en Cuba?).
Guasco se mete después con las formas de evaluación. Las pruebas que miden solo los conocimientos están mal, nos dice. No se puede evaluar  sólo lo que un estudiante sabe de matemáticas o su manejo del idioma. Hay que medir también lo que aprendió sobre valores.
Las pruebas que hoy se usan (como las PISA) “no miden niveles de integración, de capacidad para resolver las situaciones de conflicto en los vínculos, no mide la solidaridad, el espíritu de compañerismo, etc”.
Este párrafo, además de demostrar que Guasco tiene problemas para conjugar bien los verbos, sugiere que en Uruguay debemos innovar en el mundo. En todo el planeta se mide si los jóvenes aprenden a escribir, a leer, a comprender un texto, a resolver un problema matemático, a entender un proceso científico.
Guasco quiere que Uruguay experimente. Propone realizar nuevas pruebas de “valor cualitativo”. En ellas, se desprende, se medirá lo que el estudiante incorporó en “valores”.  Su sentido de la justicia. Su espíritu de compañerismo. Qué tan solidario es.
-Rodríguez, ¿está dispuesto a viajar a Cuba a colaborar en la cosecha de caña?
-¡Sí, profesor Guasco!
-¡Aprobado Sote!
Luego el consejero sindical nos plantea una situación hipotética:
“Si yo le dijera a la gente y a los padres, y a los jóvenes, que en los liceos uruguayos el rendimiento en matemática por ej., es malo en comparación con Australia, pero que sin embargo, con otra prueba, determino que son:
-solidarios
-que resuelven sus diferencias debatiendo
-que son críticos y reflexivos
-que desarrollan una conciencia democrática alta
-que saben desarrollar el espíritu de convivencia
entonces, que diríamos de los jóvenes uruguayos, en relación a los australianos... Qué dirían sus padres del liceo público. Yo diría que tienen que aprender matemática pero que tienen resuelto el tema de la educación para la vida”.
Este párrafo, además de demostrar que Guasco se come algunos tildes, nos sugiere que el fracaso de los estudiantes uruguayos en futuras pruebas PISA no sería tan grave si ellos “desarrollan una conciencia democrática alta” (¿como en Cuba?) y son “críticos y reflexivos” (¡como en China!)
Por último llega el momento de las propuestas. Y Guasco tiene una muy clara: hay que cambiar la sociedad.
“¿Como vamos a poder tener un liceo que ofrezca solidaridad, que sea gratificante, si afuera espera la competencia y desigualdad de todos ante las situaciones, y si las diferencias sociales instaladas desde el modelo imperante, solo posterga igualdades y acentúa diferencias?”
Este párrafo, además de demostrar que Guasco se come más tildes y sigue sin dominar las reglas de la concordancia, quiere decir que estamos fritos. Hasta tanto no hayamos construido algo medianamente parecido a China o a Cuba no hay nada que hacer. Seguiremos barranca abajo, porque la culpa del desastre educativo la tiene el capitalismo y la terrible sociedad en la que vivimos.
Pienso que si Guasco hubiera nacido en un mundo más justo, seguramente habría aprendido las reglas de la concordancia y sabría poner todos los tildes.
Cuánta injusticia hay en el planeta. Si no la hubiera, Guasco no escribiría párrafos espantosos como:
 “En este contexto de situaciones, las pruebas deben relativizarse, por las razones expuestas. Todas las pruebas. Estas y otras. Nos muestran situaciones muy estandarizadas, sometidas al acaso, atada a necesidades coyunturales, y expresión de una especie de desorganización heredada de gobiernos de la educación anteriores, y que no hemos podido aún resolver”.
En un mundo solidario, Guasco no usaría seis palabras para expresar lo que puede decirse en una (para decir “adolescente” escribe “sujeto humano en la edad adolescente”).
Guasco quiere cerrar los liceos durante un año. Que los jóvenes se ocupen en otra cosa. No lo dijo pero estoy seguro: durante ese año los profesores seguirían cobrando su sueldo.
Cuando termine ese año masivo sabático, Guasco –que es profesor de filosofía- quiere enseñar valores (¿leer citas de Fidel?), hablarles a los muchachos sobre la vida.
En el Boletín escribe:
“Hablar de la vida supone preparar a los jóvenes para el disfrute y no para luchar por un salario contra otros”.
Este señor ocupa un lugar en el gobierno de nuestra enseñanza.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Prohibida su reproducción sin autorización del autor
el.informante.blog@gmail.com

Etiquetas

33 Orientales Accidente en Young accidentes de tránsito Adolfo Antelo Alejandro Atchugarry Alejandro Vegh Villegas Alemania Alimentación Álvaro Moré Amodio Pérez Ancap Andes Antonio Mercader Árboles autóctonos del Uruguay Argentina Artigas aviación Bicentenario Bolivia Brasil Caraguatá cárceles Carlos Koncke Carlos Liscano Cesáreo Berisso charrúas Che Guevara. Checoslovaquia Chespirito - Roberto Gómez Bolaños Chueco Maciel Ciudad de la Costa Comunidad Jerusalén Creative Commons Crónicas de sangre sudor y lágrimas Crónicas y reportajes Cuba Cultura Daniel Castro Daniel Chasquetti Daniel Vidart Daniel Viglietti delincuencia Democracia derecha radical Derechos humanos diarios dictadura dictadura. Doble discurso europeo Drogas Eduardo Bonomi Eduardo Galeano Eduardo Pérez Silveira educación El Chavo Elon Musk empleados públicos Engler Enrique Tarigo entrevistas ETA Evo Morales Fernández Huidobro Fernando Parrado financiamiento de los partidos políticos Fito Páez Fuerzas Armadas Fútbol Gabriel Ohanian Gabriel Pereyra Gavazzo Gavazzo Sin Piedad Gente que no sabe leer y tergiversa lo que uno escribe Gerardo Caetano Grasas trans (transexuales) guaraníes Guido Manini Ríos Günter Wallraff Gustavo Zerbino Herencia maldita Historia historia reciente Historias tupamaras Hospital Filtro Hotel Carrasco hotel Conrad Hugo Alfaro Hugo Batalla Hugo Bianchi Identidad Soberana Inmigrantes. Dominicanos Intendencia de Canelones internet Israel Italia Jaime Roos Javier Milei Joel Rosenberg Jorge Batlle Jorge Lanata Jorge Vázquez Jorge Zabalza José Mujica José Rilla Juan Ángel Miraglia Juan Martín Posadas Juan Miguel Petit Juan Salgado La República Leonardo Sbaraglia Líber Seregni Liberaij Libros Literatura Luca Prodan Luis Almagro Luis Lacalle Luis Lacalle Pou Luis Suárez Madonna Maltrato animal Maracaná Marcelo Estefanell Mario Bardanca. Mario Benedetti Medicina Medio ambiente Mercedes Sosa México Michael Jackson Miguel Ángel Campodónico Milicos y tupas MLN-T Montevideo Música Neber Araújo Nelson Sosa nombres disparatados nombres raros Óscar Padrón Favre Oscar Tabárez Pablo Cuevas Paco Casal Palestina Paraguay Partido Colorado Partido Comunista Paso de los Toros Paz Peñarol periodismo periodismo cloacal Perú PIT-CNT Plagios y otras situaciones dudosas Pluna Política Política uruguaya Pollo homosexualizante Populismo Primavera de Praga publicidad Punta del Este Racismo Radio Raúl Sendic redes sociales Relato Oculto Renzo Pi Hugarte Ricardo Piglia Roberto Canessa Rock Rodolfo Leoncino Rómulo Mangini sabihondos Salud Sin comentarios Sindicalismo sindicatos Sirios en Uruguay Sobre lo políticamente correcto Sonia Breccia Sumo Televisión Tenis terrorismo Tomás Eloy Martínez tortura trabajo Tragedia de los Andes Tupamaros Twitter Un mundo sin Gloria Uruguay Venezuela Víctor Hugo Morales Villanueva Saravia Violencia doméstica zoológico

Atención

Los derechos de los textos
publicados en El Informante
pertenecen a Leonardo Haberkorn.
No se permite la reproducción
sin autorización del autor.