11.2.10

Diez mentiras de la democracia uruguaya

1) “El pueblo decide”.
Lo correcto sería decir que el pueblo decide a veces y entre cierto menú de posibilidades elegidas más arriba. El reciente caso de la frustrada candidatura de Daniel Martínez a la Intendencia lo demuestra: está claro que la mayoría lo quiere de intendente, pero un puñado de personas decidió que ni siquiera podrá ser candidato.
2) “Primero está el país. Después está el partido. Luego los intereses personales”.
Muy lindo, pero si esto fuera cierto no tendríamos SIEMPRE una oposición que rechaza TODO lo que hace el gobierno de turno.
3) “Cada cinco años se premia al que hizo bien las cosas y se castiga al que las hizo mal”.
Podría ser verdad si tantos uruguayos no estuvieran encadenados de por vida a su voto. Demasiados tienen una adhesión más religiosa que racional a los partidos, y eso permite que los políticos hagan las cosas mal, o muy mal, sin pagar ningún costo: la gente los sigue votando porque una religión no se abandona nunca. Así el Partido Colorado se mantuvo en el poder durante ¡casi cien años! Hoy en el Frente Amplio muchos apuestan a lo mismo. Y hasta con una heladera de candidata seguirán ganando.
4) “Hay que pagar los impuestos porque con ellos se hacen las obras”.
Una verdad a medias. Con los impuestos en Uruguay se hacen muchas cosas, pero las obras no califican en los primeros lugares: cualquiera puede ver el presupuesto de la Intendencia de Montevideo si le queda alguna duda. Hace unos días escuché al intendente suplente de Canelones repetir este argumento en una radio con inusitado fervor: sostenía que es obligación de todos los habitantes de Canelones empadronar sus autos en el departamento, porque con ese dinero se hacen las calles y los caminos canarios. El periodista que lo entrevistaba, como es habitual, se tragó la perorata sin decir ni mu. Pero yo durante más de una década pagué la matrícula de mi auto en Canelones y como premio tuve las peores calles del mundo. Hoy están mejor, pero eso no garantiza que el dinero que se paga se use en lo que se debe. Por ejemplo: la cuadra donde vivo está a oscuras desde hace ya tres meses. Sin embargo, la Intendencia de Canelones me cobra cada mes una tasa de alumbrado público. Según el criterio del intendente, el dinero se debería usar para arreglar las luces. Pero lamentablemente no es así. El dinero se usa para pagarle el sueldo a William, el funcionario que atiende el teléfono en la sección de reclamos de Alumbrado Público. Ya soy amigo de William, hablamos muy seguido, es muy amable. Pero las luces nunca las arreglan.
5) “La corrupción en Uruguay es menor que en Argentina”.
Es cierto que no se conoce ningún presidente uruguayo que se haya enriquecido de un modo tan brutal y obsceno como lo ha hecho el matrimonio Kirchner durante estos años en que se han pasado el poder de uno a otro como si fuera una pelota. Pero, si eso ocurriera aquí, ¿quién lo denunciaría? ¿Qué medio de comunicación se atrevería a investigarlo? ¿No tenemos corrupción o es que nadie se atreve a mirar debajo de la alfombra? Basta recordar el vergonzoso despido de Jorge Lanata de Canal 12 apenas nombró a tres o cuatro “intocables”. Unos años antes, en medio del escándalo del Banco Pan de Azúcar, cuando el ex presidente Luis Lacalle tuvo que ir a declarar a un juzgado ninguno de nuestros canales se enteró.
6) “La unidad de la clase trabajadora”.
El gran latiguillo del Pit-Cnt. No hay una única clase trabajadora en Uruguay. No pertenecen a la misma clase un tipo que se parte el lomo en un taller y un portero del Banco República que no hace nada pero gana seis veces más. La unidad del Pit-Cnt oculta una lucha de clases que existe en Uruguay: la de un sector de empleados públicos altamente privilegiados y el resto: empleados privados, subempleados, desempleados. Para mantener los privilegios de los primeros, los otros son explotados. Hace pocos días el personal contratado de Meteorología paró porque cobran un sueldo de entre 6.500 y 7.500 pesos, “cantidad que está muy por debajo del mínimo establecido para los funcionarios públicos”, y porque no tienen “compensación por horario nocturno” ni reciben de regalo una “canasta de fin de año”. Es cierto, es poco. ¿Pero cuántos trabajadores privados trabajan doce horas por día por sueldos mucho menores y no tienen siquiera dónde protestar? ¿Canasta de fin de año de regalo? ¡Por favor!
7) “La enseñanza pública es un orgullo para el país”.
Los políticos de todos los partidos se sienten orgullosos de la enseñanza pública uruguaya, pero por las dudas envían a sus hijos a colegios privados. La enseñanza pública uruguaya es un orgullo exclusivo para los pobres.
8) “El éxito de las empresas públicas es el éxito del país”.
Este mito está muy arraigado y es machacado por la propaganda. Un ejemplo es la campaña: “se mueve Ancap, se mueve Uruguay”. Pero una cosa es la propaganda y otra la realidad. Como toda organización, cualquier compañía, pública o privada, busca su propio beneficio. Empresas como Ancap y UTE nacieron de la nada y en poco más de un siglo se han hecho poderosas, ricas, tienen un sólido patrimonio y miles de empleados que ganan los mejores salarios del país. En el mismo lapso, Uruguay pasó de ser un país rico a ser un país pobre. Entonces, ¿cómo es posible?
9) “Somos todos iguales ante la ley”.
Más o menos iguales, pero algunos van presos al Comcar y otros a Cárcel Central.
10) Nuestros políticos son “dirigentes políticos”.
Falso. Nosotros tenemos políticos, ministros, más de cien legisladores y un presidente. Pero tenemos muy pocos “dirigentes”, si es que tenemos uno. Cada vez más, nuestros políticos dicen lo que la gente quiere oír. Antes de tomar cualquier decisión, consultan las encuestas. Luego hablan y actúan según lo que ellas les dictan. Jamás tratan de “dirigir” a la gente, sino que por el contrario siempre repiten lo que la gente quiere oír, según indican las encuestas. Por eso se produce el milagro de nuestras campañas electorales en las que todos repiten la misma nada. Si alguien quiere ver lo que es un verdadero “dirigente” político puede ir al cine a ver Invictus, la última de Clint Eastwood, excelente como todas las suyas. En la película hay una escena memorable, en la que Nelson Mandela (interpretado por Morgan Freeman) se para frente a una asamblea de dirigentes del deporte de Sudáfrica y les dice EXACTAMENTE LO CONTRARIO a lo que todos quieren oír. Arriesga su prestigio, su liderazgo, sus votos. Lo arriesga todo, en contra del consejo de sus asesores, para DIRIGIR al país hacia donde él cree que es mejor. Eso es ser un dirigente. Lo otro es ser un papagayo de las encuestas. Y papagayos ya tenemos bastantes.

Artículo de Leonardo Haberkorn
el.informante.blog@gmail.com

2.1.10

Segunda carta de Salvador Banchero

A propósito de la entrada anterior, sobre el cruce de opiniones entre la periodista Lorena Bello y el humorista y comunicador Salvador Banchero, me acabo de enterar de que Banchero envió una carta de disculpas a Bello por los exabruptos personales que antes le había dirigido. La carta fue enviada poco después de la carta original, y antes de que yo publicara la entrada anterior, pero lamentablemente recién tomé conocimiento de su existencia ahora.
"Sé que fui totalmente desmesurado en mi respuesta", dice Banchero en su segunda carta dirigida a Bello. "Reitero mis más sinceras disculpas por ello entonces. Pero por sobre todas las cosas quiero pedirte disculpas por otra cosa que creo no me tiene a mi a secas como único responsable sino también a mi incapacidad para medir contextos: evidentemente tomaste mi comentario sobre el 'paseo de tetas' como una lectura poco elegante de 'andabas loqueando o revolcándote entre bastidores', pero la verdad es que era fundamentalmente una contraposición entre la imagen de un muchacho que ni siquiera había visto una y otra que ya las tenía consigo, nada más que eso, porque a pesar de que me lleves dos añitos son esos los que hacen una diferencia clara entre lo que puedo haber pasado yo y lo que podés haber pasado vos (era la diferencia entre poder estar o no estar). Igualmente sé que atacar a una mujer con su edad tiene muy mala prensa, pero como yo realmente vivo en función de una igualdad plena de género no hago distinciones por respeto. Pero bueno, igual es una grosería como vos decís con razón, pasa que yo soy un grosero cuando me dan ganas de serlo y hoy me dieron ganas. Ahora ya ves que estoy mucho menos belicoso".
Agrega: "Estiro mi mano en señal de reconocimiento por lo que considero un muy disfrutable intercambio de barbaridades".
La carta completa puede leerse en:
http://www.facebook.com/notes/laurita-romero/confesiones-de-una-persona-horrible/203950243190

1.1.10

Una carta desdichada

Aunque se trate de un asunto de aparente poca importancia, vale la pena dedicar unas líneas al cruce de opiniones entre la periodista Lorena Bello y el humorista y comunicador Salvador Banchero.
Los dos se pelean en internet a raíz de un recital que el grupo de rock Los Traidores ofreció en el Teatro de Verano del Parque Rodó.
El concierto fue transmitido por Océano FM, la radio donde trabaja Banchero (es uno de los dos conductores del muy exitoso programa Justicia Infinita; el otro es Gonzalo Cammarota).
Justamente Banchero y Cammarota fueron los conductores de la transmisión radial del recital, deficiente según Lorena Bello.
La periodista escribió en internet una dolida carta relatando los errores que detectó en la emisión. Según ella “la transmisión de Océano FM desde el festival del Teatro de Verano dejó en evidencia la ignorancia de sus conductores, confirmando el vacío y la agonía del periodismo musical”. En su carta, Bello dice todas las canciones que cantaron Los Traidores fueron mal anunciadas: “La muerte elegante” lo fue como “La Muerte”; “Bailando en la oscuridad” como “Bailando”; “Solo fotografías” como “Fotografías”; “Viviana es una reaccionaria” como “Viviana”; “Profunda medianoche” como “En la profunda”; “Enemigo del mundo” como “Enemigo” . Y “Fundas plásticas” fue presentada como “Canción rebelde”.
En base a eso, Bello acusó a los conductores de exhibir una “ignorancia infinita”.
La carta de Bello trasunta un algo excesivo sentimiento de alarma por los errores del programa radial. Viendo el asunto en perspectiva, uno no puede sorprenderse. Ese –y no otro- es el nivel habitual de los medios de comunicación uruguayos también en asuntos mucho más importantes que un concierto de Los Traidores. Basta recordar cuando un informativo dio la noticia de que Uruguay abandonaba el Mercosur. O cuando un diario publicó el primera plana que los piqueteros de Gualeguaychú habían comprado misiles. Hace pocos meses los tres noticieros de los canales privados –Telemundo, Subrayado y Telenoche- acusaron ante todo el país a un pobre hombre de haber violado y matado a su hijita, cuando la pobre niña había muerto de una infección y el pobre padre, perseguido por los reporteros de nuestros canales, era solo una sufriente víctima más de la tragedia. Y a ninguno de los responsables de los tres noticieros se les movió un pelo.
Aunque Bello hace bien en protestar -porque la rebaja de calidad a la que nos someten los medios no debería ser tolerada en silencio como en general ocurre- todo este asunto del recital de Los Traidores sería solo una anécdota si no fuera por la respuesta que escribió Salvador Banchero.
Su carta comienza diciendo que “Lorena Bello tiene razón, cometimos errores… no hay problema en reconocerlo”. Pero por desgracia no termina allí.
Banchero, en una explicación que está de moda, aduce que ni él ni su compañero son periodistas y que eso los exculpa de lo deficiente de su trabajo.
“Nosotros nunca fuimos, ni somos, ni seremos ‘periodistas musicales’ (…) sólo somos unos señores que trabajan en el mundo del entretenimiento fundamentalmente desde el humor”.
Está claro que Banchero es humorista y no periodista (aunque en una entrevista en La República le preguntaron si es humorista o comunicador, y él respondió: comunicador). Pero si acepta hacer un trabajo de periodista, de conductor, de informador o de comunicador, debería hacerlo bien. O de lo contrario, dejar que lo haga otro.
Banchero va más allá todavía: “Puedo afirmar que a nosotros el ‘periodismo musical’ nos es tan ajeno como el golf o el cricket (…) Podemos cometer uno o dos mil quinientos errores sin necesidad de autoflagelarnos…”
Y agrega: “A nosotros, a Justicia Infinita, el ‘periodismo musical’ (o cualquier otro, dicho sea de paso) como dicen los españoles ‘nos la suda’, no nos interesa, no es nuestro terreno…”
Lo escrito de puño y letra por Banchero sirve como retrato perfecto de un espíritu que cada día gana más espacio en los medios de comunicación en el Uruguay de hoy. A cualquiera le confían cualquier tarea para que la haga de cualquier manera. Y el resultado, por pésimo que sea, a nadie le importa nada.
Como si lo escrito no fuera ya suficiente bochorno, Banchero se mete también con la vida personal de la periodista que señaló sus errores:
Lorena Bello es una chica con problemas… si hubiese una teletón para personas con grandes resentimientos seguro la conocerían todos porque sería la cara elegida para representarla todos los años, pero como no hay, casi todo el mundo no tiene la más pálida idea de quién es esta señora”.
Y, cayendo a un nivel imposible ya de justificar, se mete con la vida sexual de Lorena Bello: “Nosotros todavía no habíamos visto ni una teta y con seguridad las tuyas ya se paseaban entre todos los bastidores de la escena rockera nacional”.
Finalmente le aconseja que se mate: “Aceptá mi consejo y seguí la lógica del rock que tanto venerás, el de verdura: consumite rápido. Comprate un revólver o un frasco de pastillas que seguro será más glamoroso…”.
Tantos exabruptos no parten de cualquiera. Salvador Banchero es una figura importante de los medios de comunicación. El diario El País lo definió junto con Cammarota como los “referentes de una generación” de jóvenes. Su carta, la de un referente, es solo un signo más de hasta qué punto Uruguay se ha vuelto un país analfabeto en materia de debatir, discutir y argumentar.
A diferencia de él, que quiere que Lorena Bello se mate, yo quiero que Salvador Banchero viva muchos años. Que se dedique al humor. Que si todos los días va a reírse del trabajo ajeno, trate de hacer un poco mejor el propio. Y que, por favor, no escriba más cartas.

Artículo de Leonardo Haberkorn
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