Algunos de los
artículos son originales y se presentan aquí por primera vez. Otros fueron
actualizados o editados para su publicación en este libro. Los restantes se
reproducen aquí tal como fueron publicados originalmente en revistas,
semanarios, diarios o en mi blog.
Los artículos
están organizados en una falsa cronología que debe ser explicada: aquellos en
los que predomina la información, están datados en la fecha en la cual
transcurren los hechos informados; en cambio, aquellos en los que predomina el
análisis o la opinión, están considerados según su fecha de publicación.
Dos de estas notas fueron escritas y desarrolladas junto a dos colegas, Álvaro Diez de
Medina y Gerardo Maronna, a quienes agradezco la gentileza de permitirme
incluir estos trabajos conjuntos.
Hay
crónicas, entrevistas, artículos de opinión y reportajes investigativos. Los
hay recientes y otros, en cambio, de cuando hacía mis primeras experiencias en los medios periodísticos. En algún caso
dudé si incluir alguno de esos trabajos de principiante. Los mantuve por considerar que,
más allá de alguna flaqueza periodística o narrativa, reflejan un momento
histórico y completan una línea de continuidad y de presencia de este tema, siempre,
a lo largo de los años.
Recuerdo la
noche en la cual el Parlamento sancionó la ley de Caducidad. Iba caminando por
la rambla rumbo a lo de un amigo que cumplía años, con una radio a transistores
al oído, escuchando la sesión del Parlamento. Revivo la infinita tristeza con
la que seguí el debate, las ilusiones que se perdían, la certeza de que la
herencia se nos haría más maldita y ominosa todavía.
Así fue. El tema no nos ha abandonado nunca.
Los reclamos por "dar vuelta la página" siempre
han chocado y chocan contra un obstáculo insalvable: la falta de verdad
histórica. La llamada
“historia reciente” carece de un relato totalizador. En su lugar, tiene varios
relatos parciales, sesgados, hemipléjicos, mentirosos.
Primero tuvimos una versión apañada por la dictadura: decía que el régimen había sido mucho más benigno que los procesos similares que vivieron Argentina, Chile y otros países de la región, que los muertos habían sido producto involuntario de algunos lamentables “excesos” en los interrogatorios: nunca se había querido matar a nadie.
Las noticias de los vuelos con prisioneros hasta hoy desaparecidos y los restos de Julio Castro con un balazo en el cráneo terminaron por derrumbar una narración que nunca había sido demasiado creíble, pero que aún algunos esgrimen.
Tenemos también un relato que enfoca el golpe de Estado en los sucesos de junio de 1973, ignorando o minimizando lo que pasó meses antes, en febrero, aquel “febrero amargo”, cuando el poder militar tomó las riendas del país y los políticos miraron para otro lado. Por eso casi siempre se recuerda el aniversario del golpe de junio, pero casi nunca el verdadero asalto al poder institucional que comenzó en febrero.
Y, por supuesto, también tuvimos y tenemos el persistente y poderoso cuento de hadas tupamaro, la historia rosa de la guerrilla, la que dice que se rebelaron contra una dictadura, lucharon contra el golpe de Estado y por la democracia, la que oculta crímenes espantosos, algunos de ellos todavía impunes.
Parte de la “herencia maldita” es una falta de
verdad que sofoca.
Espero que estas páginas sean al menos una ventana abierta a un sinceramiento que hace nos hace mucha falta.