13.11.24

El presidente argentino Javier Milei y sus insultos recurrentes

Todavía no hace un año desde que Javier Milei asumió la Presidencia argentina y la lista de insultos que ha proferido a diestra y siniestra es interminable.

En una nota que escribió en La Nación, el abogado Roberto Gargarella listó algunos de esos agravios:

Javier Milei y sus insultos

“Excusándome por la vergüenza ajena que generan sus términos, cito algunos ejemplos, como forma de dejar en claro el tipo de expresiones a las que me refiero. El Presidente ha aludido, muy habitualmente, al Congreso como un “nido de ratas”; ha dicho que los políticos son “una mierda que la gente desprecia”; se ha referido a los periodistas como “corruptos, soretes y ensobrados” (en el acto de Parque Lezama –y es importante recordar este dato– el Presidente arengó e incitó al público, cuando algunos participantes empezaron a gritar “hijos de puta” contra los periodistas); describió el Estado como “un pedófilo con los nenes encadenados y bañados en vaselina”; se dirigió a las personas de izquierda (“la mayoría del país”, según sus dichos) gritando “detesto a los comunistas: zurdos, hijos de puta tiemblen”; señaló al Papa como un “impresentable” y “comunista”, que “representa al maligno en la tierra” (aunque afirmó esto antes de asumir el cargo y después se desdijo). Y un largo etcétera”.

A la lista de Gargarella habría que sumar que Milei ha llamado “cucarachas” a sus detractores, ha dicho que a los que operaban para la suba de dólar “les dejamos el culo como a un madril” y se ha enorgullecido de que a la prensa ("pedazos de sorete", "corruptos, sucios, prostituidos, mentirosos y extorsivos") le “cerró el orto”.

La catarata escatológica de Milei no se detiene ante fronteras ni investiduras Al presidente de México Andrés Manuel López Obrador lo llamó “patético”, “lamentable”, “repugnante y “zurdo de mierda”. A Lula “zurdo salvaje”. Al presidente de Colombia, Gustavo Petro, “comunista asesino” y “plaga letal”. En España definió al socialismo como “oscuro, negro, satánico, atroz, espantoso, cancerígeno”.

Tampoco la consideración al otro y el respeto básico frenan a Milei. Con frecuencia usa el vocablo minusválido como insulto. A los ancianos los llama “viejos meados”. Hace pocos días, en un acto público, al hablar del exministro de Salud Ginés González, que había fallecido apenas un día antes, lo definió como “impresentable y repugnante” e “hijo de remil putas”.

El efecto de sus palabras es inmediato. Al llamar así a Ginés González recibió una inmediata ovación y gritos de apoyo.

No es sorpresa. En campaña, y también en un acto público, había llamado a su rival político Horacio Rodríguez Larreta como “zurdo de mierda” y “sorete” y le había advertido que podría “aplastarlo”. Los presentes lo ovacionaron.

El círculo se retroalimenta. Milei replica en las redes los insultos que vierten sus partidarios y ellos replican los de su líder.

El fenómeno ha valido unas cuantas notas en medios de prensa de prestigio y algunos análisis políticos respecto a cómo Milei usa la injuria como arma propagandística.

Sin embargo, quizás haga falta un análisis más mundano y familiar. ¿Cómo harán los padres argentinos para educar a sus hijos en el respeto hacia el otro, cuando todos los días aparece en televisión el presidente, la máxima autoridad, llamando “excremento humano” y “ratas” a gente que solo piensa distinto?

¿Cómo harán en sus aulas las maestras y los profesores?

Si fuera un dictador, las respuestas serían más fáciles.

Pero, ¿qué dirán los padres cuando tengan que explicarle a un niño, a sus hijos, cómo y por qué ese señor, que hace todo lo contrario a los que ellos le han enseñado, llegó a ese lugar tan importante?

Cuando -ante cualquier diferencia- el niño señale a otro en la escuela o en el barrio, cuando le diga “sorete” o “hijo de puta”, cuando lo trate de "cucaracha", cuando lo quiera “aplastar”, cuando los demás aplaudan, ¿cuál será el consejo y la explicación?

¿Y si el señalado, el “excremento humano”, la “rata”, el “aplastado” es el hijo de uno?

El experimento está en marcha.

 

P.d. (En diez años todos serán inocentes).

31.10.24

Gabriel Sosa (1966-2024)

Escribía bien. Tenía una mirada lúcida, aguda y cáustica. Una pluma precisa y filosa potenciaba el efecto, que podía ser demoledor. El contrapeso era su siempre presente sentido del humor.

Fue uno de los periodistas del suplemento Qué Pasa, en los años en que supo ser una publicación autónoma.

Tenía una gran cultura general, sabía mucho de literatura y de cine, pero también estaba bien informado de política, fútbol y todo aquello que le interesara a la gente. Creo que no es necesario que diga que queda muy poca gente así en las redacciones. 

Podía desempeñarse en múltiples frentes, pero sus virtudes de narrador lo hacían ideal para escribir crónicas. Teníamos una sección llamada "Yo estuve ahí", donde alguien contaba en primera persona su experiencia en algún lugar o circunstancia. Me encantaba enviar a Sosa a lugares donde chantas de todo tipo --manosantas, predicadores, pseudo artistas o científicos-- pretendían engañar a la gente. Su crónica siempre ponía las cosas en su lugar: si no podíamos derrotar a los malos, al menos podíamos reírnos de ellos.

A él también le gustaba ir al interior, retratar lugares alejados y desconocidos para los montevideanos, aparentes pueblos apacibles que en realidad no lo eran tanto. Recuerdo un excelente informe suyo sobre la noche en José Enrique Rodó, Soriano, desnudando situaciones de abuso y explotación de menores que ocurrían a ojos vistas, pero nadie se atrevía a contar.

Gabriel escribió también en muchas otras publicaciones: Posdata, el Cultural, más recientemente en Búsqueda y La Diaria.

Los libros, como el periodismo, fueron parte central de su vida. Tenía una gran biblioteca, fundó su propia editorial y escribió media docena de ellos.

Falleció ayer, a causa de un infarto, a los 58 años de edad. Se van a extrañar su mirada, su escritura y sus crónicas.

30.10.24

Según diputada electa de Identidad Soberana el accidente del 121 fue por culpa de las vacunas

Las dos cosas ocurrieron con un día de diferencia. Yo nunca antes había oído hablar de Nicolle Salle.

La primera referencia me la mandó un amigo. Era la captura de pantalla de una publicación de esta persona en referencia al accidente del 121 en la rambla de Pocitos, que dejó siete heridos graves.

Mi amigo estaba entre asombrado e indignado. Según lo publicado por Nicolle Salle en Facebook, el accidente había ocurrido por culpa de las vacunas contra el covid-19. 

Me pareció tan asombroso que entré al Facebook de Nicolle Salle para ver si era cierto. Lo era. Lo había escrito. Y había otras publicaciones abonando la misma teoría.

Salle reproducía allí una nota sobre el accidente y agregaba de puño y letra: "Ésta es la triste nueva normalidad, sepan que quienes se inocularon son bombas de tiempo. Han destrozado la salud de billones de personas y ahora a lidiar con las consecuencias".

Nicolle Salle, Identidad Soberana, vacunas
¿Pruebas?

No encontré ninguna.

La segunda noticia sobre Nicolle Salle me llegó al día siguiente, cuando los medios publicaron que ella es una de las nuevas diputadas electas, la segunda banca del partido Identidad Soberana. En breve será una de las integrantes del Poder Legislativo. 



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