13.3.22

Jorge Vázquez: elogio de un pacto de silencio

 ¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?

La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.

En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te espero, pero de frente no por la espalda”.

Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.

Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente, la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José Mujica y Efraín Martínez Platero.

El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión: Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.

Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber disparado la ráfaga mortal.

En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:

 “El candidato del Frente ha designado como futuro ministro del Interior nada más ni nada menos que al senador Bonomi, quien asesinó por la espalda en una parada de ómnibus a un policía, el Jefe de la Cárcel de Punta Carretas”.

Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido, para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política” por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no significa ser materialmente responsable”.

Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.

Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y trabajadores…”.

Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica llegó a la presidencia.

Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día, en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.

Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.

Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.

La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:

 “Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo: ‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo.  Y le fue muy bien”.

Vázquez agregó que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó sobre el tema.

“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’.  Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un compañero.  Y a veces el torturador se queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no le interesa indagar más”.

Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron” torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?

Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes de la dictadura.

Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo que a decenas de otras personas.

Eduardo Bonomi, Rodolfo Leoncino, tupamaros

¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.

“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.

Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:

“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay cosas que nosotros no nos contamos”.

En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.

Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente inocente y prisioneros inermes.

Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece tener importancia.

Así como indigna que los militares que tienen información sobre los desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para cualquier familia?

En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo, es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere aportar un poquito de nada”.

Y de vuelta el asombro.

Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y sustancia al que critica y propone levantar.

Es muy difícil que la verdad avance así.

El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen ejemplo.

2.2.22

Manini Ríos y los "intereses inconfesables"

“Hay medios que se tomaron en serio su papel de sicarios al servicio de intereses inconfesables”, escribió en Twitter el senador Guido Manini Ríos respecto al semanario Búsqueda.
La cita llamó la atención por su virulencia. Un sicario es un homicida de la peor calaña, que asesina solo por dinero. Hay países donde se los ejecuta o se los encierra de por vida.
Hay un fiscal investigando a hinchas de fútbol por fomentar la violencia en las redes. El senador Manini Ríos -salvo que quiera promover la violencia contra la prensa- debería reflexionar sobre el lenguaje que usa.
Los cronistas de Búsqueda merecieron esa calificación por divulgar una grabación clandestina en la cual el diputado Eduardo Lust dice que la mitad de los integrantes de Cabildo Abierto fueron torturadores.
¿La cinta es verdadera? Sí. Lo admitió el propio Lust.
¿Entonces por qué se enoja tanto el senador? En todo caso, debería enojarse con Lust y no calificar de asesinos a sueldo a gente que solo está dando una noticia verdadera.
Manini dijo que a los “sicarios” de Búsqueda “todo les sirve: inventar o tergiversar hechos, pagar por grabaciones de conversaciones privadas sacadas de contexto, promover divisiones internas...”
Vayamos paso por paso:
Inventar: no en este caso. La grabación es verdadera.
Tergiversar hechos: no en este caso. La cita es muy clara y textual.
Pagar por grabaciones de conversaciones privadas: El director de Búsqueda dijo que no se pagó por la cinta. Si el senador tiene pruebas en sentido contrario debería presentarlas. Pero aún si así hubiera sido, los dichos seguirían siendo reales y verdaderos. No amerita tanto enojo con los periodistas y mucho menos instigar a la violencia pública llamándolos “sicarios”.
Manini agregó que Búsqueda se mueve por “intereses inconfesables”.
Es un latiguillo que usa en forma recurrente.
El 18 de mayo de 2017, en la celebración del aniversario del Ejército y siendo su comandante en jefe, dijo: “Vivimos tiempos complejos: tiempos de odios que parecen inextinguibles, muchas veces alentados por intereses inconfesables, en un mundo en que campea la violencia irracional, donde no existe rincón alguno que esté libre de conflicto, o de ser escenario de algún acto de terrorismo”.
Un año después, al celebrarse la misma fecha, agradeció a los soldados “por no reaccionar ante la provocación de aquellos que respondiendo a intereses inconfesables viven de la confrontación".
El 24 de octubre de 2019, ante el pedido de procesamiento del fiscal Morosoli por el caso Gavazzo, dijo que Uruguay está “cada vez más en manos de las mafias del narcotráfico, y de otros intereses inconfesables".
El 31 de enero de 2020 escribió en Twitter: “Las grandes falsificaciones y tergiversaciones de la realidad suelen usar la careta de la seriedad periodística, ocultando los verdaderos e inconfesables intereses”.
El 8 de julio de 2020 habló por zoom en el festejo del 103 aniversario de La Mañana. Dijo que ese semanario “no obedece a ningún interés de los que llamamos inconfesables, sino que es el pensar nacional que a todos nosotros nos impulsa, ese artiguismo que queremos mantener siempre presente”.
El 28 de agosto de 2020, puso una imagen del tratado Berlín-Moscú previo a la Segunda Guerra Mundial y escribió en Twitter: “La historia se repite...Órganos de prensa de la derecha como Búsqueda, se suman a otros supuestamente de izquierda, y al Partido Comunista, para atacar con furia un día sí y otro también a Cabildo Abierto... Solo sus inconfesables intereses los unen”.
El 3 de febrero de 2021, ante el pedido del Frente Amplio de renuncia del director del Banco República en representación de Cabildo Abierto, Pablo Sitjar, dijo que éste era "víctima de una campaña de desprestigio" movida por “intereses inconfesables".
29 de abril de 2021, ante críticas políticas que recibía Cabildo Abierto señaló que cuando “aquellos que representan intereses inconfesables nos tratan de esa manera, es porque Cabildo Abierto está afectando poderosísimos intereses”.
El 14 de julio, en una sesión del Senado, en el 150 aniversario del nacimiento de José Enrique Rodó, dijo sus ideas han sido falseadas “obedeciendo intereses inconfesables”.
El 8 de diciembre de 2021, respecto a la no vigencia de la ley de Caducidad, dijo: “Los intereses inconfesables hacen carroña de nuestra debilidad y aprovechan para lograr sus objetivos, que inevitablemente pasan por perpetuar la división y el odio entre uruguayos”.
Los intereses inconfesables son también una constante en los editoriales de La Mañana. Por poner solo un ejemplo, el 7 de agosto de 2020, al abogar por una amnistía para los militares condenados por violaciones a los derechos humanos en la dictadura, La Mañana afirmó: “Los personeros de los oscuros e inconfesables intereses foráneos tendrán también letrados, bien remunerados que argumenten opiniones opuestas”.
O sea: los “intereses inconfesables” actúan aquí y allá, promueven la guerra en el mundo, el terrorismo, la división de los uruguayos, la prisión de militares de la dictadura y la malinterpretación de la obra de Rodó. Mueven los hilos de la prensa y de quienes critican a Cabildo Abierto.
¿Qué más sabemos de estos todopoderosos “intereses inconfesables”? Poco. Al parecer tendrían que ver con el narcotráfico y estarían en las antípodas del artiguismo.
Otros integrantes de Cabildo nos dan más pistas. Por ejemplo, el suplente de Manini en el Senado, el coronel retirado Emilio Sequeira, escribió en Twitter el 8 de noviembre de 2020, que “hay muchos ‘Organismos Internacionales’ como la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) que desde un escritorio lujoso casi sin conocerlo y valiéndose de relatos falseados, emiten declaraciones entrometiéndose en la política interna de los países, cumpliendo designios inconfesables”.
El 24 de octubre de 2021, La Mañana publicó una carta de un lector: “Las fuerzas que buscan el desmembramiento del Estado trascienden a los partidos políticos. Son estos intereses inconfesables los que vía ONG, organismos internacionales y consultorías rimbombantes condicionan a las autoridades de turno con ‘innovaciones’ y otros sofismas en su incesante búsqueda de la división”.
O sea que los organismos internacionales y las ONGs también integrarían “los intereses inconfesables”.
Los principales voceros de Cabildo Abierto sostienen que no son un partido de derecha radical o extrema. Sin embargo, el politólogo argentino Franco Delle Donne, especializado en este tema, sostiene que estos partidos tienden a presentar a sus adversarios políticos como “actores que ocultan algo”.
“Esta frase de los ‘intereses inconfesables, de que hay algo que está por detrás, es una forma de generar una dinámica típica de los discursos populistas: poner a las élites como enemigas del pueblo porque no lo cuentan todo y obedecen intereses oscuros”, dijo Delle Donne. “En contraposición está el líder populista, que al denunciar esto se pone del lado del pueblo perjudicado por las supuestas mentiras del resto de la elite. Es algo muy común en los partidos de derecha radical, aunque no exclusivo. Partidos de otras ideologías también usan ese discurso binario”.
Delle Donne agregó que la derecha radical muchas veces acusa a la prensa de seguir estos “intereses inconfesables” porque suele ser incluida como parte de la “elite oscura”.
Acusar a sus rivales de seguir “intereses inconfesables” no es una originalidad de Manini Ríos. Lo solía hacer Juan Domingo Perón y también lo hicieron Hugo Chávez y Dilma Roussef.
En línea con Delle Donne, años atrás, en un artículo en El País de Madrid, el escritor catalán Joan B. Cullá escribía: “El populismo se caracteriza –escribió- por halagar o excitar los instintos populares más primarios, por despreciar o denostar a las élites (ya sean las intelectuales, las económicas, las sociales...), por no admitir la crítica, por cultivar el simplismo y el maniqueísmo (nosotros poseemos toda la verdad y la razón, ellos están completamente equivocados, o los mueven intereses inconfesables)”.
Cada vez que Manini Ríos dice que sus adversarios actúan por “intereses inconfesables” mientras él es guiado por el ideario de Artigas, plantea el debate así: él es el bien (artiguismo) y los otros son un mal tan malo y oscuro que ni siquiera puede ser dicho (inconfesable).
Dado que es una persona preparada e inteligente, y salvo que su intención sea dividir al país en buenos y malos, el senador Manini Ríos debería recurrir a mejores argumentos.
¿Manini conoce medios de prensa que sean financiados por el narcotráfico u otras mafias internacionales ilegales? Debería denunciarlos ante la Fiscalía. ¿Manini conoce medios de prensa que son financiados por ONGs u organismos internacionales legales, y para él es lo mismo eso que ser financiado por el narcotráfico? Debería explicarse. ¿Cuál es la información? ¿Cuáles son los argumentos?
Hace muchos años, en mis inicios como periodista, asistí a una conferencia de Luis Moreno Ocampo. El tema era la corrupción y allí el abogado argentino dijo una frase que me quedó grabada: una clave para detectar políticos corruptos es que muchos de ellos se la pasan denunciando la corrupción. Poco después la regla se materializó en Fernando Collor de Mello, que llegó a la presidencia de Brasil con un fuerte discurso anticorrupción y debió renunciar por corrupto. Y luego en muchos más.
No voy tomar al pie de la letra a Moreno Ocampo para terminar cayendo en lo mismo que critico. No diré que Manini Ríos actúa guiado por “intereses inconfesables”. No lo creo. Pienso que el uso recurrente de esa frase maniquea y binaria es solo una muletilla, un latiguillo, una costumbre sobre la que ha reflexionado poco.
Sería bueno para el debate político que el senador Manini Ríos sea más explícito. Que llame a las cosas por su nombre. Que señale a los que son financiados por mafias ilegales. Que dé el debate de ideas. Que argumente. Que explique. Que no que divida al mundo en buenos y malos.

Publicada en el diario El Este el 2 de febrero de 2022

25.9.21

Con cárceles que son un infierno nunca habrá seguridad pública

La noticia de que un preso pasó 60 días dentro de una cárcel uruguaya secuestrado por otros reclusos que lo torturaron y lo abusaron, me hizo recordar esta columna que escribí a fines de 2018 en el desaparecido portal Ecos. La reproduzco tal como fue publicada entonces. Hoy ya tenemos casi 13.500 presos.

La razón de la inseguridad que no le importa a nadie

Publicado: 26/12/2018 07:37

Me tocó entrevistar a Andrea, una joven expresa, para un libro que celebró los 30 años de la ONG El Abrojo y que puede leerse gratis en la web.

En realidad, Andrea no se llama Andrea. Hubo que cambiar su nombre para que no peligrara su nueva vida de buena ciudadana y no arriesgar su actual trabajo.

Andrea fue una niña explotada, fue Cenicienta. Al fin huyó y se liberó de la mala mujer que la esclavizaba. Pero el precio de esa libertad fue una pobreza extrema que persiguió durante años, ya adulta y casada. Un día, agotada de tanta miseria, y en contra de la opinión de su propio esposo, esta muchacha decidió dejar de penar por un plato de comida y se puso a vender pasta base.

Le fue “bien” durante un lustro. Hizo mucha plata, de pobre pasó a rica, olvidó los días de privaciones. Pero conoció otros problemas. El peor de todos: cayó presa. La separaron de sus hijas.

-¿La cárcel te sirvió de algo? -le pregunté en su actual hogar, muy cerca de donde fueron derrumbados “los Palomares”.

Primero respondió con un “No” tajante. Luego se quedó callada unos segundos mientras toda su familia la miraba y cambió su respuesta: “Bueno, sí, a mí me sirvió”.

Penal de Libertad. Cárceles uruguayas. derechos humanos

Las cárceles son un problema central del Uruguay, pero abordarlo es casi imposible. Hay demasiados prejuicios, demasiadas pasiones, demasiado rencor que impiden calibrarlo como es debido.

Una parte de la opinión pública cree que en el fondo nadie debería ir preso. Por eso abogan por reducir penas, borrar antecedentes, aumentar los beneficios para salir antes de prisión, fomentar cualquier castigo alternativo.

No asumen que esos mecanismos son muy positivos en algunos casos, pero no siempre. No asumen que hay delincuentes peligrosos, psicópatas graves diagnosticados y sin marcha atrás. Insisten el devolverlos a la calle.

Un caso tremendo fue el de Williams Pintos. Se sabía que iba a abusar de menores y que cada vez sus ataques serían más violentos. La justicia uruguaya ya lo había peritado con esas conclusiones. Sin embargo, lo enviaron a la calle sin control y hasta le dieron un taxi para que pudiera cazar mejor a sus presas. A Pintos lo ayudaron a transformarse de abusador en asesino. Luego, eso sí, todos pusieron la foto de la niña Brissa en sus redes sociales.

Hay una segunda corriente de opinión, opuesta a la anterior pero también muy numerosa, que tampoco quiere saber nada con las cárceles.

Los de este bando piensan que todos los presos son violadores y asesinos irrecuperables, que merecen la pena de muerte y -si no se puede- la cadena perpetua. Cuánto más infecto sea el pozo en el que estén encerrados, cuando mayores humillaciones y vejaciones sufran, mejor.

Es una posición muy miope.

El desinterés por las cárceles -fomentado por estas dos corrientes de opinión- ha transformado nuestras prisiones en un verdadero infierno en la Tierra en el que viven más de 10.000 personas, más habitantes de los que tienen Castillos, Guichón o Lascano.

En diciembre de 2017 teníamos 10.241 presos, un número que -en líneas generales- no ha dejado de subir desde 1999.

No es cierto que todos sean asesinos y violadores. Un censo carcelario de 2010 estableció que el delito que más gente lleva a las prisiones es la rapiña, causa del 37% de las reclusiones. Un 15% estaba preso por hurto y un 10% por venta o tráfico de drogas (la mayoría en el escalón más bajo de la cadena). Casi un 8% estaba recluido por delitos menores: receptación, desacato, lesiones, etc.

Supongo que está claro y estamos todos de acuerdo en que no se puede aplicar la cadena perpetua a un ladrón. Por eso los presos salen. Entran a la cárcel pero egresan, como un día salió Andrea.

El número sorprenderá a muchos. Cada año salen de las cárceles más de 6.000 presos y entran otros tantos. En 2017, según cifras oficiales, egresaron 6.377.

La cifra debería llamar a la reflexión. En promedio, cada día son liberados más de 17 reclusos. Día tras día, de lunes a domingo, los 365 días del año.

Lamentablemente, la historia de Andrea no es la más habitual. La entrevisté a la una tarde, cerca de General Flores y Carreras Nacionales. Ya había trabajado toda la mañana y llevado a sus niñas a la escuela. Qué bueno sería que 17 personas salieran de las cárceles cada día y se sumaran al mundo del trabajo, se transformaran en ejemplo de recuperación para sus familiares, sus amigos, para sus hijos.

Pero estamos lejos. La mayoría de los liberados no se reforman como Andrea. Más de la mitad vuelve a delinquir. Algunos sitúan la reincidencia en un 70%, otros en un 60%, los más optimistas en un 55%. En 2016 casi el 51% de los delitos los cometieron reincidentes.

Que la cárcel le sirviera a Andrea no fue mérito del sistema penitenciario. Lo que la rescató de un destino oscuro y triste fueron dos cosas: el trabajo de los voluntarios de El Abrojo en la cárcel de mujeres y, sobre todo, el tesón de su esposo, el que nunca quiso que vendiera pasta base, el que se puso la familia al hombro cuando todo se vino abajo, el que trabajó más y más duro y nunca dejó de visitarla, de apoyarla, de estar a su lado, de cinchar por sacarla de aquel pozo.

Porque las cárceles uruguayas son el pozo dentro de El Pozo. Las madres de todos los pozos. El informe 2017 del Comisionado Parlamentario establecía que el 30% de los presos está recluido en un régimen inhumano y degradante y un 45% en condiciones algo mejores pero aun insuficientes para lograr su integración social. Apenas un 25% está preso en una situación que habilita una posible recuperación.

La política de “que se pudran en la cárcel” ha llevado a que las prisiones sean antros copados por mafias carcelarias, academias del delito gobernadas por los delincuentes más pesados. El que entra por hurto sale rapiñero; el rapiñero sale secuestrador; el secuestrador, asesino.

La cadena diaria de humillaciones, de presos violados, ajusticiados, genera -además- un rencor y un odio que lo portan los 17 que cada día vuelven a sus casas, los 6.300 que cada año salen a la calle. Luego lo devuelven con violencia a la sociedad. Es un rencor y un odio que también se multiplica en familiares y amigos.

Si los presos son 10.000 y cada uno tiene cinco familiares directos y cinco amigos, ese odio y deseo de venganza se impregna en 100.000 personas. Lo he visto con mis propios ojos. Lo padecemos todos.

Ese rencor tiene bases sólidas. En 2017, 17 presos confiados al Estado fueron asesinados dentro de las cárceles, otros diez supuestamente se suicidaron y una muerte adicional nunca pudo ser aclarada. En 2018, el año aún no termina y, según las cifras que lleva la oficina del comisionado penitenciario, ya van 25 muertes violentas: 18 homicidios, seis supuestos suicidios y una muerte por “violencia institucional”, la del preso Carlos Núñez, cuyo homicidio a manos de la guardia fue presentado falsamente por el Ministerio del Interior como un “ajuste de cuentas” entre presos, sin ninguna consecuencia.

Uno de los supuestos suicidios -nunca aclarado- fue el de Williams Pintos, el asesino de Brissa. El estado lo detectó como psicópata, lo liberó sin control, le dio los medios para asesinar con facilidad y él mató a una pobre niña. Luego, el Estado encarceló a Pintos y mil preguntas quedaron sin respuesta porque tampoco pudo garantizar su vida. Un ciclo completo de desinterés, desastre, ineptitud y falta de idoneidad, una espiral que va destrozando familias y familias año tras año.

El colmo de la hipocresía uruguaya nos lleva a criticar a los países que tienen pena de muerte (a la que me opongo), cuando nosotros la tenemos y de peor manera: sin jueces ni abogados, la pena de muerte aplicada por los peores delincuentes, la propia guardia carcelaria o la desidia de los gobernantes.

En 2011, en la cárcel de Rocha, debido a situaciones ya denunciadas y documentadas, una red eléctrica deficiente provocó un incendio y 12 presos murieron quemados vivos.

En cualquier país con dignidad, debió ser el fin del señor Bonomi como ministro. ¡Fueron 12 personas confiadas a su cargo quemadas vivas! Si algo la mitad de grave hubiera ocurrido en la dictadura todavía estaríamos hablando de ello. Pero no pasó nada porque, entre otras cosas, los presos de hoy no le importan a nadie. No se comprenden las consecuencias de este desastre.

Para una sociedad es muy fácil reverenciar a sus ciudadanos famosos, a los consagrados, a los mejores. Pero la verdadera estatura ética de un país se mide por cómo trata a los más infelices, a los más desposeídos y también a los peores.

Pero ya no es solo una cuestión ética. Hoy es una cuestión de supervivencia.

Detrás de más de la mitad de los delitos que golpean a nuestros trabajadores, detrás del azote permanente de los delincuentes a la gente inocente, detrás del récord de homicidios que ya no se tolera, detrás de este Uruguay violento e irreconocible, hay una tragedia carcelaria previa. Es hora de asumirlo.

No se trata de justificar a los delincuentes por el estado de las cárceles. Se trata de comprender cómo funcionan las cosas. Soy de la idea de que es necesario penar con más severidad la reincidencia, pero al mismo tiempo es urgente que las cárceles dejen de funcionar como fábricas de peores delincuentes.

Nadie pide un hotel de cinco estrellas para los presos, como se suele ironizar cuando alguien se atreve a plantear este tema. Pero si de verdad estamos a favor de las víctimas del delito, debemos asumir que necesitamos cárceles que funcionen, donde el Estado mande, donde los peritajes psiquiátricos existan y sean atendidos, donde no estén mezclados ladrones y asesinos, primarios y reincidentes. Donde se trabaje y se eduque.

“No parece estar claro todavía para la opinión pública cuál es el sentido y objetivo de la cárcel”, escribió el comisionado parlamentario Juan Miguel Petit en su informe sobre las cárceles de 2017. “Mientras no haya un cambio cultural en el cual se asuma que la función de la cárcel es educar y preparar proyectos de vida para evitar nuevos delitos -agregó- la cárcel seguirá siendo una fuente de violencia, de desintegración y, paradojalmente, de nuevos delitos”.

Tiene razón.

Con cárceles que son un infierno nunca tendremos seguridad pública.

Puede ser un buen plan colectivo para 2019. Asumirlo. Hacer lo que esté a nuestro alcance. Presionar para que, en este año electoral, los partidos y los políticos actúen de una buena vez en este sentido.


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