17.3.11

¿Cuál es su nombre?

En 1988 entrevisté, junto con Álvaro Diez de Medina, al general retirado Iván Paulós, que entonces era presidente del Centro Militar. La entrevista, que se publicó en la revista Punto y Aparte, se realizó en dos encuentros. El inicial, sin grabador; y el segundo, cuando el general hizo sus declaraciones.
Sin embargo, fuimos tres veces al Centro Militar. Porque antes de las dos oportunidades en las que hablamos con Paulós, debimos ir a dejar nuestras cédulas en la portería de la institución. Ese, nos habían dicho, era un requisito imprescindible para poder acceder al militar.
No fue un pedido casual. Cuando Paulós nos recibió en el primer encuentro, nos saludó por nuestros apellidos y le hizo notar a Diez de Medina que conocía bien la historia de su padre, un militante político boliviano que se había exiliado en Uruguay.
Intentaré en breve subir a El Informante un fragmento de aquella conversación. Pero hoy la recuerdo porque desde aquel lejano y tenso reportaje en ninguna otra oportunidad se me había exigido identificarme antes o durante una entrevista. Hasta que hace unos días, en el programa Suena Tremendo de radio El Espectador, le pregunté sobre Cuba al senador comunista Eduardo Lorier. La grabación de la charla está aquí:



12.3.11

Árboles autóctonos y frutos nativos: ricos, sanos... y olvidados

Aunque casi nadie lo sabe y muy pocos se aprovechan, en la flora nativa del Uruguay existen más de 20 especies cuyos frutos son comestibles, apetecibles y saludables para el ser humano.
La lista es larga: quebracho flojo, espina amarilla, arrayán, higuera del monte, tala, aguaí, pitanga, guayabo, higuerón, chañar, ubajaí, guabiyú, mataojo colorado, algarrobo, arazá, tarumán sin espinas y las palmeras butiá y yatay forman parte de ella.
Algunas de estas frutas fueron consumidas con frecuencia antaño, en los primeros años de vida del país, antes de la llegada del aluvión inmigratorio, cuando la mayor parte de la población se concentraba en la campaña.
Pero ese conocimiento se perdió para la mayoría. Hoy en Montevideo y en el resto de las ciudades del país el consumo de frutos nativos, muchos de los cuales podrían obtenerse gratis, es extremadamente raro. Incluso algunas de estas frutas son conocidas en países tan lejanos como Nueva Zelanda, pero aquí no.
Sin embargo, esta situación ha comenzado a cambiar gracias a un trabajo conjunto de la Facultada de Agronomía, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Beatriz Vignale es ingeniera agrónoma, especialista en fruticultura, y una de las responsables de que el viejo saber sobres los frutos nativos haya comenzado a ser rescatado.
Vignale vive en Salto y trabaja en la filial local de la Facultad de Agronomía. Sus estudios siempre habían estado concentrados en lo que en la facultad se llaman “frutos mayores”: manzanas, naranjas, duraznos, peras. Pero su carrera cambió un día cuando un grupo de mujeres rurales salteñas le hizo una pregunta inesperada. Estas mujeres vendían dulces y mermeladas de “frutas mayores” sin aditivos ni conservantes. Sin embargo, a pesar de que sus productos eran totalmente naturales, los turistas que visitaban las termas no mostraban demasiado interés. Ellas notaban que los visitantes buscaban otra cosa, no solo algo natural, sino también típico del lugar. Una buena jalea de frutillas o manzanas se puede comprar en cualquier lugar del mundo.
-¿Por qué no hacemos algo que sea nuestro, que la gente pueda comprar y llevarse de regalo, como souvenir o recuerdo? –le preguntaron las mujeres. -¿Qué fruto de nosotros vale la pena envasarlo, ponerle una etiqueta y venderlo?
Vignale se dio cuenta que aquella era una buena pregunta, pero no sabía la respuesta. “No me habían enseñado eso en la facultad”.
Árboles autóctonos del Uruguay
Frutos de la pitanga
La ingeniera agrónoma se contactó con Danilo Cabrera, un colega, especialista en frutas del INIA. Juntos decidieron investigar el tema y para ello se contactaron con Juan Pablo Nebel, de la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Los tres comenzaron a trabajar en el tema en el año 2000.  Y en una década el trío de rescatistas de los frutos nativos ha logrado mucho. Ya se realizaron cinco encuentros nacionales sobre este tema. El más reciente, celebrado en marzo en Salto, reunió a 180 personas, entre ellos varios docentes de Secundaria interesados en transmitir este saber a sus estudiantes.

***

Conocer los frutales nativos es importante en varios sentidos. Constituyen un recurso alimenticio disponible en campaña donde el consumo de frutas es bajo.  “En el área rural, los niños y los muchachos no comen fruta, porque la fruta es cara”, dijo Vignale. “Eso nos alentó a emprender esta tarea”.
Al mismo tiempo, estos árboles autóctonos son especies muy adaptadas a las condiciones físicas y ambientales del Uruguay. Eso permite que crezcan con muy pocos cuidados: cualquiera puede cultivarlos y no requieren de pesticidas, que contaminan el medio ambiente y pueden transformarse en un problema para la salud del consumidor.
Por eso Vignale comenzó a proponer a las maestras de las escuelas rurales que plantaran frutales nativos en sus predios, para que los niños pudieran comer fruta. “Hablamos con ellas y les propusimos plantar estas especies, que son muy rústicas. Porque las maestras no quieren manzanos, ni durazneros ni viñas porque tienen que pasarse echando pesticidas y aún así se les mueren”.
La propuesta fue un éxito. La inspección de Primaria de Salto primero, y luego las de otros departamentos se sumaron al esfuerzo. “Hace dos o tres años que venimos poniendo frutales autóctonos en las escuelas. Y después se sumó la Fundación Logros a la tarea. Es muy bueno –dijo Vignale- porque en la medida que los niños comen, termina comiendo toda la familia”.

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Pero el plan que impulsan la Facultad de Agronomía, el INIA y la División Forestal es más ambicioso y pretende que estas frutas se cultiven y se comercialicen en forma masiva.
“Para eso se necesita hacer una base productora, seleccionando individuos de cada especie que se clonan, por estacas o injertos, para que la producción sea uniforme”, explicó el ingeniero agrónomo Nebel, de la Dirección Forestal.
Nebel, Vignale y Cabrera trabajan recorriendo el Uruguay y eligiendo los mejores ejemplares de cada frutal nativo, para luego replicarlos (clonarlos) y llegar a obtener la mejor matriz que sirva para iniciar los cultivos.
“Vamos y les preguntamos a las personas, a los capataces en los cascos de estancias, a las señoras y los niños en los pueblos, de qué plantan comen, cuál usan para hacer dulces, licor o postre”, relató Vignale. “La gente que las conoce te dice: ésta es rica, ésta es ácida,  ésta me gusta o no”.
Así, por ejemplo, en el poblado salteño de Belén descubrieron que hay muchos ejemplares de guabiyú, pero los niños cuando salen de la escuela y los adolescentes cuando van al gimnasio, siempre comen del mismo. Ese fue uno de los árboles seleccionadas para el banco genético que se está realizando. “Nuestro énfasis –dijo Vignale- es encontrar plantas que tengan un potencial comercial”.
El esfuerzo se ha concentrado en cuatro especies: guayabo, pitanga, arazá y guabiyú (se suele escribir guaviyú, pero la Real Academia Española lo hace con b).  Ejemplares de estas plantas –y algunos pocos de otras como el ubajay, la cereza de monte o el quebracho flojo- integran un “jardín de introducción” donde los mejores individuos son estudiados y luego clonados para ir preparando el momento del cultivo a gran escala.

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Guayabo. Árboles autóctonos del Uruguay
Guayabo en flor
Un siglo y medio atrás, los primeros pobladores del campo –que conocían el valor de las frutas si se quería llevar una vida saludable- plantaron estos árboles en sus quintas o estancias. Hoy, además de los ejemplares silvestres, es frecuente encontrar guayabos, pitangas o arazás de más de cien años en antiguos centros poblados o junto a taperas y viejas estancias.
“Los paisanos se instalaban en campaña y lo primero que hacían era plantar frutales para abastecerse. Lo usual era plantar níspero, higuera y dos especies nativas: guayabo y pitanga”, relató Nebel, quien por  su trabajo en la Dirección Forestal ha recorrido casi todos los rincones del país y muchas veces se ha encontrado con estos ejemplares.
El propio Nebel creció alimentándose de los frutos de un guayabo de 115 años que había en su casa natal en Cerro Chato.
El guayabo es, de todos los frutales nativos, la especie cuya producción hoy está más avanzada. Nativo del noreste del Uruguay y el sur de Brasil, su primitivo cultivo como frutal se abandonó y en los últimos 150 años el árbol fue usado más como planta ornamental, debido a la belleza de sus flores.
Sin embargo, con plantas y semillas tomadas del Uruguay, otros países comenzaron a cultivarlo y a cosechar sus frutas con éxito. Hoy existen cultivos comerciales de guayabo en Colombia, Estados Unidos (en California) y en Nueva Zelanda, entre otros países. Los neozelandeses han logrado tal éxito con esta planta que mientras un guayabo uruguayo tiene frutos del tamaño de un huevo de gallina, los que cosechan los kiwis, originados en plantas tomadas de Uruguay, son grandes como un durazno. El éxito de este árbol en otros continentes hizo que algunos –pocos- fruticultores uruguayos “redescubrieran” su cultivo en los últimos años.
“En Canelones y en Melilla hay varios productores de manzana que plantaron guayabo. Porque como ya salió del Uruguay y otros países lo  comercializan muy bien, es más fácil animarse”, relató Vignale.
El guayabo, también conocido como guayabo del país, lleva el nombre científico de Acca sellowiana. Como antes se lo llamaba Feijoa sellowiana, en inglés su fruto es llamado feijoa. No hay que confundirlo con la guayaba  brasileña, ya que se trata de especies distintas. El guayabo tiene un fruto que es verde aún maduro, pulposo y de sabor muy agradable. Con algo de suerte, en la época de cosecha (desde fines de febrero para los ejemplares del norte del país hasta principios de mayo para los del sur) es posible encontrar guayabos en algún supermercado de Montevideo. Pero todavía se los vende a un precio que no es accesible para la mayor parte del público. En estos días el chef Mario del Bo, un cocinero muy interesado en las frutas nativas, descubrió guayabos en las góndolas de un supermercado… pero se vendían tan caros como el mango importado: 65 pesos el kilo. Y en los guayabos, las partes no comestibles son casi el 50% del peso de la fruta.
Además, los actuales escasos cultivos de guayabos en Uruguay se basan en plantaciones realizadas con semillas y no con plantas clonadas, lo que provoca que la cosecha sea demasiado heterogénea. “Hoy no existe una uniformidad en tamaños, color y sabor, que justamente es lo que vale en una fruta y es lo que hoy estamos tratando de lograr”, dijo Nebel.
Pasa lo mismo con la pitanga. Esta especie es autóctona del sur de Brasil, Argentina y Uruguay.  Puede llegar a medir siete u ocho metros cuando crece en los montes ribereños. Hay pitangas de muchos tipos: sus frutos pueden ser rojos, rosados, violáceos o casi negros. La diversidad de sabores también es grande.
“En el interior, todavía muchas personas hacen salsas o caña con pitanga. Pero el trabajo de selección de las mejores plantas no es fácil”, dijo Vignale. “Porque hay pitangas por todo el país, pero no todas son buenas, ricas y productivas”.
Como ocurre con la mayor parte de los frutos autóctonos, la pitanga se puede comer fresca. Y en este caso el incentivo es doble, porque esta pequeña fruta además de buen sabor tiene un alto contenido de antioxidantes, sustancias clave para mantener la salud.
No es el único caso, varios científicos uruguayos se han dedicado a analizar las propiedades “nutracéuticas” (neologismo que suma nutrición y farmacéutica) de los frutos nativos y para su sorpresa descubrieron que estas frutas desconocidas en general superan las propiedades de sus pares más famosas.
“El guabiyú tiene grandes cantidades de antocianinas, un tipo de sustancia de altas propiedades antioxidantes presente en casi todas las frutas de color oscuro y que sirve para prevenir el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. El arándano también tiene antocianinas, pero el guabiyú lo supera”, dijo la ingeniera agrónoma Alicia Feippe, investigadora del INIA.
Feippe explicó que otros frutos nativos también tienen altos valores de vitaminas o antioxidantes. El guayabo, por ejemplo, es especialmente rico en vitamina C. El arazá, de buen sabor -dulce y ácido al mismo tiempo-, y exquisito aroma, es otra fruta con alto nivel de antocianinas.
Ahora los esfuerzos por lograr clones de alta calidad para iniciar los cultivos masivos también están tomando en cuenta que las plantas seleccionadas tengan los mejores valores de vitaminas y antioxidantes.

***

Aunque todavía falta mucho por hacer, Vignale está satisfecha. Hay muchas buenas noticias alrededor de las frutas nativas. Por ejemplo, recientemente el reconocido productor de vinos Establecimiento Joanicó inició un cultivo experimental de arazá. Lo que empezó como un simple gesto amigable hacia la flora local y el medio ambiente, hoy ya despertó la imaginación de los responsables de la bodega. Con las primeras cosechas se elaboraron dulces y mermeladas caseras que resultaron exquisitas. Ahora buena parte de la cosecha fue remitida a fabricantes de dulces y escuelas de cocina para que experimenten el desarrollo de nuevos productos, explicó Gustavo Blumetto, de Joanicó. “Nuestra prueba a nivel casero con los dulces tuvo un resultado espectacular. Respecto a elaborar bebidas como licores o vino de arazá todavía falta mucho por investigar”.
La chef Laura Rosano, coordinadora de Slow Food Canario, es otra que ha apostado fuerte por los nativos. En un predio en el balneario San Luis, en Canelones, plantó 350 frutales autóctonos. Dentro de un año esos árboles estarán dando frutos que ella espera poder colocar en el mercado. Mientras tanto, Rosano experimenta recetas basadas en los frutos autóctonos:
“Hace poco en Rocha, en un curso que di sobre cocina regional, hicimos una salsa de arazá rojo para un pargo a la sal marina y otra de arazá amarillo, con miel y limón, para cordero.  Y las dos quedaron exquisitas. Yo quiero ayudar a generar recetas, porque quiero vender cuando tenga los frutos”.
Para Beatriz Vignale el mayor éxito es todo lo que se ha avanzado en conocer los tiempos y períodos de fructificación de cada una de las especies estudiadas.
“Los frutales nativos estaban muy bien descriptos botánicamente, pero con respecto a sus hábitos de fruticultura, las fechas de cosecha, los tiempos de maduración, no se sabía nada. Nosotros queremos poder decirle al productor: mire, esto se cosecha en noviembre o en diciembre, esto tiene una sola cosecha por año o tiene dos. En algunos casos, esa información ahora la sabemos. Yo a veces les digo a los estudiantes que la naranja tiene 4.000 años de domesticación y observaciones del hombre. Nosotros recién empezamos, pero estamos contentos, porque al que quiere plantar ya le podemos indicar los tiempos de maduración”.
Nebel cree que en el caso de las cuatro especies en las que hoy se está imprimiendo un mayor esfuerzo –guayabo, pitanga, arazá y guabiyú- falta poco para que el cultivo se generalice.
“Nuestro objetivo es poder proveer de bases comerciales a las frutas nativas, lograr plantas de alta producción y rendimiento. Se demora diez o quince años en establecer clones productivos. Nosotros empezamos a trabajar en esto hace diez años. Hoy ya hay pequeños cuadros que están produciendo”.


Artículo de Leonardo Haberkorn
Publicado en la edición de enero de 2011 de la revista Placer.
el.informante.blog@gmail.com

25.2.11

Otro guascazo del profe Guasco

La educación uruguaya no tiene arreglo. Lo sé porque acabo de leer el recién publicado “Boletín informativo N1” del equipo de los “consejeros electos” de la educación nacional.
Se trata de una publicación electrónica en la cual escriben los consejeros que representan a los sindicatos en los órganos de dirección de la enseñanza.
El más conocido del grupo es el profesor Daniel Guasco. Se ha hecho popular a fuerza de pregonar ideas absurdas y totalitarias. Propuso tomar como ejemplo la dictadura china y cerrar los liceos por un año. Integra el Consejo de Secundaria en representación del gremio de docentes Fenapes.
Su artículo en el Boletín no tiene desperdicio.
Para comenzar, comienza con una cita de… ¡Fidel Castro, el dictador cubano!
Eso sería suficiente para saber lo que Guasco piensa respecto a la democracia, a la libertad y a la enseñanza. Pero si un quiere pasar un rato divertido, hay que leer el resto.
Escribe Guasco:
“Queda claro que formar, capacitar, adiestrar, es sólo un aspecto del aprendizaje  (patentizada en las reformas de los 90 y en el fracaso que hoy constatamos). El aspecto quizá más mezquino y mercantilista, de acuerdo a la condición del joven. Pero eso no es educar. Educar compromete la formación de una personalidad y de un sujeto humano en la edad adolescente, por lo que implica formar en valores que atraviesan todo, definiéndolos claramente”.
El párrafo, además de demostrar que Guasco escribe con errores de concordancia, deja en claro que para este hombre “formar y capacitar” es algo “mezquino y mercantilista”.
Para Guasco los adolescentes tienen que ir al liceo a aprender “valores”. Compañerismo, por ejemplo. Solidaridad. Justicia (¿como en China?). Sentido de la emancipación. Libre pensamiento. Espíritu democrático (¿como en Cuba?).
Guasco se mete después con las formas de evaluación. Las pruebas que miden solo los conocimientos están mal, nos dice. No se puede evaluar  sólo lo que un estudiante sabe de matemáticas o su manejo del idioma. Hay que medir también lo que aprendió sobre valores.
Las pruebas que hoy se usan (como las PISA) “no miden niveles de integración, de capacidad para resolver las situaciones de conflicto en los vínculos, no mide la solidaridad, el espíritu de compañerismo, etc”.
Este párrafo, además de demostrar que Guasco tiene problemas para conjugar bien los verbos, sugiere que en Uruguay debemos innovar en el mundo. En todo el planeta se mide si los jóvenes aprenden a escribir, a leer, a comprender un texto, a resolver un problema matemático, a entender un proceso científico.
Guasco quiere que Uruguay experimente. Propone realizar nuevas pruebas de “valor cualitativo”. En ellas, se desprende, se medirá lo que el estudiante incorporó en “valores”.  Su sentido de la justicia. Su espíritu de compañerismo. Qué tan solidario es.
-Rodríguez, ¿está dispuesto a viajar a Cuba a colaborar en la cosecha de caña?
-¡Sí, profesor Guasco!
-¡Aprobado Sote!
Luego el consejero sindical nos plantea una situación hipotética:
“Si yo le dijera a la gente y a los padres, y a los jóvenes, que en los liceos uruguayos el rendimiento en matemática por ej., es malo en comparación con Australia, pero que sin embargo, con otra prueba, determino que son:
-solidarios
-que resuelven sus diferencias debatiendo
-que son críticos y reflexivos
-que desarrollan una conciencia democrática alta
-que saben desarrollar el espíritu de convivencia
entonces, que diríamos de los jóvenes uruguayos, en relación a los australianos... Qué dirían sus padres del liceo público. Yo diría que tienen que aprender matemática pero que tienen resuelto el tema de la educación para la vida”.
Este párrafo, además de demostrar que Guasco se come algunos tildes, nos sugiere que el fracaso de los estudiantes uruguayos en futuras pruebas PISA no sería tan grave si ellos “desarrollan una conciencia democrática alta” (¿como en Cuba?) y son “críticos y reflexivos” (¡como en China!)
Por último llega el momento de las propuestas. Y Guasco tiene una muy clara: hay que cambiar la sociedad.
“¿Como vamos a poder tener un liceo que ofrezca solidaridad, que sea gratificante, si afuera espera la competencia y desigualdad de todos ante las situaciones, y si las diferencias sociales instaladas desde el modelo imperante, solo posterga igualdades y acentúa diferencias?”
Este párrafo, además de demostrar que Guasco se come más tildes y sigue sin dominar las reglas de la concordancia, quiere decir que estamos fritos. Hasta tanto no hayamos construido algo medianamente parecido a China o a Cuba no hay nada que hacer. Seguiremos barranca abajo, porque la culpa del desastre educativo la tiene el capitalismo y la terrible sociedad en la que vivimos.
Pienso que si Guasco hubiera nacido en un mundo más justo, seguramente habría aprendido las reglas de la concordancia y sabría poner todos los tildes.
Cuánta injusticia hay en el planeta. Si no la hubiera, Guasco no escribiría párrafos espantosos como:
 “En este contexto de situaciones, las pruebas deben relativizarse, por las razones expuestas. Todas las pruebas. Estas y otras. Nos muestran situaciones muy estandarizadas, sometidas al acaso, atada a necesidades coyunturales, y expresión de una especie de desorganización heredada de gobiernos de la educación anteriores, y que no hemos podido aún resolver”.
En un mundo solidario, Guasco no usaría seis palabras para expresar lo que puede decirse en una (para decir “adolescente” escribe “sujeto humano en la edad adolescente”).
Guasco quiere cerrar los liceos durante un año. Que los jóvenes se ocupen en otra cosa. No lo dijo pero estoy seguro: durante ese año los profesores seguirían cobrando su sueldo.
Cuando termine ese año masivo sabático, Guasco –que es profesor de filosofía- quiere enseñar valores (¿leer citas de Fidel?), hablarles a los muchachos sobre la vida.
En el Boletín escribe:
“Hablar de la vida supone preparar a los jóvenes para el disfrute y no para luchar por un salario contra otros”.
Este señor ocupa un lugar en el gobierno de nuestra enseñanza.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Prohibida su reproducción sin autorización del autor
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21.2.11

Pescado podrido

Por culpa de la empresa Fripur –cuya planta industrial no cumplía con las normas sanitarias vigentes- la Unión Europea suspendió sus compras de pescado uruguayo entre noviembre de 2007 y junio de 2008.
Las irregularidades habían sido denunciadas dos veces por inspectores de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos. Dada la gravedad del asunto,  los técnicos aconsejaron multar a Fripur con el máximo monto posible: unos 115.000 dólares. 
Pero la Dinara nada hizo hasta que llegó la sanción europea.
Casi tres años después de la denuncia de los técnicos y cuando las exportaciones ya se habían retomado, el gobierno uruguayo multó a Fripur en apenas 2.300 dólares (46.000 pesos): una cifra 50 veces menor a la aconsejada por los técnicos y 34.782 veces más chica que el dinero que, según informó El País, Uruguay perdió por culpa de la empresa: 80 millones de dólares.
El caso fue llevado a la Justicia por el abogado Gustavo Salle.
Ocurre que el presidente José Mujica es muy amigo del señor Alberto Fernández, dueño de Fripur.
Fernández, tan generoso, le prestó una de sus avionetas a Mujica durante la campaña electoral.
Fernández, tan patriota, pagó de su bolsillo la banda presidencial que lució Mujica cuando asumió el 1 de marzo.
Fernández, tan desprendido, colaboró con 15.000 dólares para solventar la fiesta con la cual se celebró la asunción de Mujica.
Y quién sabe qué más. Siempre surgen imprevistos en las campañas electorales.
Mientras la Justicia se toma su tiempo para entender en el caso, en los últimos días han aparecido nuevos datos.
Durante los meses en que sus exportaciones a Europa estuvieron suspendidas, Fripur adulteró las etiquetas de sus productos, de modo de poder vender el mismo pescado una vez reabiertos sus mercados. Eso es lo que se denuncia en la última edición del semanario Brecha, en un completo informe firmado por la periodista Rosario Touriño. El semanario, además, publica las fotos de las etiquetas adulteradas.
Las fotografías fueron tomadas por una inspectora de la Dinara que denunció el caso a sus superiores. Estos archivaron la denuncia sin investigarla. Su jefe le pidió a la inspectora que por favor no le complicara la vida.
Las vidas se complican cuando se controla y se toman fotos en la empresa de alguien tan patriota, tan generoso y tan desprendido como el señor Fernández.
Según cuenta Brecha, la inspectora que constató la nueva irregularidad de Fripur –gracias a la cual Uruguay habría exportado pescado vencido- fue alejada de su tarea, separada de su cargo, destinada a tareas menos comprometedoras en el puerto de Montevideo, bien alejada con toda seguridad de las amistades del presidente.
Todo esto ya ha salido publicado en la prensa, sin mayores repercusiones. Y esto último es lo que más me asombra.
Es algo que cuesta explicar, pero que es cierto: si una historia como ésta hubiera ocurrido en un gobierno de los partidos tradicionales, estaríamos viviendo días de escándalo. Todo el Uruguay estaría hablando de Fripur, los muros de toda la ciudad reflejarían la indignación ante tanto pescado podrido, las redes sociales arderían de comentarios furiosos, mis amigos periodistas no hablarían de otra cosa.
Pero con el Frente Amplio no pasa nada. Hice la prueba. Busqué “Fripur” en Twitter: apenas unos pocos mensajitos descafeinados. Solo uno de mis 1.200 amigos en Facebook divulgó la tremenda nota de Brecha.
Como los doce muertos de la cárcel de Rocha, de esto no habla nadie. Todo está ahí, pero nadie quiere verlo. Ni olerlo.
Hay un electorado cautivo que está siendo abusado: hasta una heladera le pusieron como candidata.
El Partido Colorado gozó del mismo privilegio durante décadas. Tenía una gigantesca masa de votantes incondicionales. Sus líderes también abusaron. No terminaron bien.
Hoy los dirigentes del Frente Amplio disfrutan y se sienten impunes. Se sienten tan seguros de su electorado cautivo que, mientras la Justicia estudia las denuncias del escándalo Fripur, ellos, olímpicos, se sacan fotos de sociales con el señor Fernández, tan generoso, tan patriota, tan desprendido.
La revista Caras y Caretas la publicó hace pocas ediciones. Fue tomada en un festejo en honor al general Seregni, pobre. En ella se ve al propietario de Fripur con el sonriente vicepresidente de la República, Danilo Astori; con la sonriente intendenta de Montevideo, Ana Olivera; con el sonriente intendente de Canelones, Marcos Carámbula, y con el sonriente presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto.
Solo falta el presidente Mujica.
Debe ser el que sacó la foto.
Cuando comencé a trabajar como cronista sindical, decir Fripur en el PIT-CNT era una mala palabra. Era peor que decir Sanguinetti o FMI, lo juro.     Abundaban las denuncias en contra de la compañía: a las empleadas no las dejaban ir al baño y muchas se orinaban en las líneas de producción.
Hoy Fripur ya no es más la empresa del pichí.
Hoy es la compañía de la avioneta, de la banda presidencial, de la fiesta del Pepe, de las fotos en sociales, de las multas truchas y las denuncias no investigadas.
Felicitaciones.
Han logrado hacer lo mismo que siempre criticaron tanto.


el.informante.blog@gmail.com

12.2.11

Buenos y malos profesores

El 75% de los uruguayos mayores de 15 años no terminó Secundaria y más del 48% ni siquiera su ciclo básico, según datos divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (*). Son los peores índices del Mercosur, lejos de países que a su vez están lejos de tener un nivel educativo aceptable. Los que se quedan en el liceo, mientras tanto, aprenden poco y nada, como demuestran las pruebas PISA.
El debate, mientras tanto, es el mismo de siempre. Que hay que respetar la autonomía de la educación. Que hay que terminar con la autonomía. Que hay que educar en valores. Que hay que educar para el mercado. Que el Plan Ceibal nos salvará. Que solo el Plan Ceibal no alcanza. Que nunca antes se destinaron tantos recursos para la educación. Que hay que destinar más recursos. Que el ausentismo docente es muy alto. Que el ausentismo es culpa del sistema. Años y años escuchando la misma cantinela, barranca abajo.
Los sindicatos mandan: por eso la antidemocrática autonomía es sacrosanta y los recursos económicos se siguen aumentando sin exigir contrapartida alguna. Mientras tanto, los jóvenes ni siquiera pueden escribir y leer bien en castellano. De aprender inglés ni hablamos. ¿Matemáticas? Difícil para analfabetos virtuales.
Deberíamos dejarnos de mentiras piadosas, porque no hay piedad para los estafados por el sistema educativo. Se dice que todo se hace en nombre del progresismo y la solidaridad, pero en el quintil más pobre de la sociedad apenas el 1,7% termina Secundaria. La Universidad de la República es gratis... para los ricos. Mientras festejamos el pleno empleo, estamos construyendo un país de vigilantes, vendedores ambulantes, limpiadoras esclavizadas en empresas tercerizadas y carne joven para call centers.

La revista Newsweek propuso en marzo de 2010 la siguiente solución para los problemas de la educación en Estados Unidos: "Debemos despedir a los malos profesores". Una revista educativa le respondió poco después: la solución no es despedir a los malos, sino "apoyar a los buenos profesores".
Ambas propuestas son lógicas y necesarias, pero nosotros no aplicamos ninguna de las dos. En Uruguay -donde la religión es emparejar para abajo- ni se premia a los buenos, ni se echa a los malos. En realidad, como los sistemas de evaluación no son sistemáticos ni están bien organizados, ni siquiera sabemos bien cuáles son unos y cuáles son los otros. Averiguarlo sería un primer paso.

(*) El Instituto Nacional de Estadísticas mide el porcentaje de adultos que no terminó Secundaria considerando el universo de personas a partir de los 15 años. Pero, por su edad, es lógico que los que tienen entre 15 y 17 no hayan terminado el bachillerato. El porcentaje de adultos que no terminaron sexto entonces debe ser menos al 75% que indica la Encuesta de Hogares del INE.

4.2.11

La inquietante sombra de Villanueva Saravia

Qué país más maravilloso es Uruguay. Esa es la idea con la que somos bombardeados día y noche por cierta publicidad reaccionaria y omnipresente. A esta tierra no la cambio por nada, repite mil veces por día la propaganda.
Leer el libro Complot a la uruguaya. ¿Quién mató a Villanueva Saravia?, de Mario Burgos y publicado por Planeta, por el contrario, deja la sensación opuesta.
Villanueva Saravia. Muerte. Asesinato. SuicidioEl intendente de Cerro Largo apareció muerto en su casa el 12 de agosto de 1998. Tenía 33 años, grandes ambiciones y una popularidad política creciente. Antes de que cualquier averiguación seria pudiera ser llevada a cabo, el entonces ministro del Interior Luis Hierro anunció que se trataba de un suicidio. La posterior investigación judicial le dio la razón.
Ahora el inquietante libro de Burgos denuncia que tal investigación estuvo signada por inexplicables omisiones, numerosas contradicciones y una falta de rigor generalizada.
Entre otras muchas acusaciones, Burgos señala, citando cientos de pasajes del expediente:
Los testigos nunca fueron incomunicados. El juez entrevistó al primero de ellos recién ocho días después de la aparición del cuerpo.  La casa le fue entregada a la viuda al día siguiente, imposibilitando cualquier investigación posterior. No se averiguó ni se indagó por qué Villanueva había extendido el horario de la guardia policial en su casa y había solicitado pocos días antes un presupuesto para colocar un sistema de alarma. El proyectil que mató a Villita no fue preservado por la Justicia. El arma volvió a ser disparada, de modo que ya no sirvió como prueba de nada. No se buscaron huellas dactilares en la casa del muerto. A nadie le pareció sospechoso que la camioneta del intendente hubiera quedado estacionada fuera de la residencia y con las llaves puestas, cosa que jamás hacía Villanueva. Una importante prueba forense, casi imprescindible en todo caso de hipotético suicidio, la maniobra de Taylor, no le fue realizada al cadáver. No se analizaron los dedos índice y pulgar del muerto para hallar rastros de pólvora como ocurre con quienes se matan con un revólver. No se estudió la agenda de Villanueva. La investigación judicial no aclaró infinitas contradicciones de los testigos sobre quién llamó por teléfono a quién esa fatídica noche. Se tardó más de cuatro meses en recoger el testimonio de la viuda y se desecharon sin investigar varias pistas que aportó. Se descartó, mediante explicaciones muy poco convincentes, el testimonio de un testigo que esa noche vio entrar dos autos a la residencia del intendente. No se realizó una “autopsia psicológica” del muerto, aconsejable en estos casos. Eso sí: se realizó una “pericia técnica”, especie de simulacro de lo ocurrido, ¡usando un zapallo como presunta cabeza de la víctima!
Las declaraciones de los testigos en el expediente, según recoge Burgos, provocan escalofríos al lector por sus contradicciones y su notoria falta de credibilidad en algunos casos, pero no parecen haber inquietado demasiado al fiscal y al juez.
Una de las dos secretarias de Villanueva, que también era su amante, dio en el juzgado dos testimonios opuestos y contradictorios. Era imposible que los dos fueran ciertos, ya que eran y son incompatibles. ¿Cómo reaccionaron el fiscal y el juez? No la procesaron por falso testimonio sino que tomaron por cierta la declaración que más convenía a la tesis del suicidio. La otra simplemente la desecharon.
Una testigo escuchó a esa misma secretaria llamar a su madre, que vivía entonces en la localidad de Fraile Muerto, y decirle: “Mamá, Villa ya está muerto”.
Un periodista de Melo denunció, según Burgos, que en Fraile Muerto se supo de la muerte de Villanueva al menos dos horas antes que en Melo y en Montevideo. Ni el fiscal ni el juez se interesaron por su testimonio.
La pareja de esta secretaria-amante también declaró una cosa a la revista Posdata y otra opuesta en el juzgado. ¿Qué hicieron el juez y el fiscal? Simplemente aceptaron que el involucrado zanjara el asunto aduciendo que le había mentido a la revista.
Sería muy sano para la credibilidad del sistema que el juez Ricardo Míguez y el fiscal Gustavo Zubía respondieran a las acusaciones de Burgos.
Pero el libro es más inquietante todavía. Complot a la uruguaya está escrito por quien fue un colaborador cercano de Villanueva. Burgos fue abogado y asesor personal de Saravia en los dos últimos tormentosos años de su vida, a la vez que director del Departamento Jurídico de la Intendencia de Cerro Largo.
Está claro que es un libro escrito por alguien que se sentía cercano al intendente fallecido. Y también que la obra no trata sobre la vida de Villanueva sino sobre la investigación de su muerte.
Pero, aún así, el inquietante retrato de Villanueva Saravia aparece como trasfondo.
Un político que no dudaba en comprar votos con dinero contante y sonante. Que colocaba a sus amigos en cargos públicos a diestra y siniestra. Que violaba las normas de tránsito siendo intendente. Que usaba fondos públicos para solventar fiestas privadas. Tan preocupado por mejorar la eficacia de la Intendencia de Cerro largo como por acostarse con las esposas de sus aliados y rivales políticos para después tener un elemento más para presionarlos. Admirador entusiasta de Perón y de Hitler, estudioso de los métodos del nazi para cautivar a las masas. Mein kampf era su libro de cabecera. Lo tenía cada noche en la mesa de luz.
Ése es el otro elemento que torna al libro tan inquietante. Mientras la televisión sigue repitiendo que somos tan fantásticos, Complot a la uruguaya resulta turbador por partida doble. Porque es duro ver como un político de ese perfil en apenas unos pocos años logró una proyección política privilegiada que ya lo catapultaba como una figura nacional. Y no menos duro es leer como su muerte fue laudada como suicidio desde el poder político e investigada de un modo tan patético por el Poder Judicial.
Burgos, sin proponérselo, termina por brindar un tétrico retrato del Uruguay.
Esta tierra no es el paraíso de la publicidad barata. Necesita cambiar mucho. 

el.informante.blog@gmail.com

15.1.11

Lanata: "En Uruguay son todos primos"


Pocos días después de que su programa Lanata.uy fuera levantado por Canal 12, hablé con el periodista argentino Jorge Lanata. La entrevista se publicó en el suplemento Qué Pasa del diario El País, que yo por entonces dirigía, el 28 de mayo de 2005. Lo que sigue es un fragmento de esa conversación.






Lanata, Canal 12, televisión, Uruguay—Pasados unos días desde el fin de Lanata.uy, ¿qué sensación le queda?


—Creo que por intereses del mundo periodístico, algunos tratan de dar vuelta lo que pasó. Es como si nosotros tuviéramos que explicar por qué nos censuraron.


—¿Por qué lo dice?


—Empezaron una discusión sobre si era un problema económico o no, y es tan obvio lo que ocurrió. Después de haber sacado el programa sobre Paco Casal casi no salimos. Fue público: no aparecían las promociones y, después de haber sacado el de Milka Barbato nos sacaron por intereses sectoriales del canal. Es obvio. Me parece que no hay discusión.


—¿Es muy diferente hacer periodismo televisivo en Argentina que en Uruguay?


—Uruguay es más chico y por decirlo de algún modo, te digo una frase de una película de Lina Wertmuller, de los años 70 sobre una mafia: "son todos primos". Eso es algo que en Uruguay se siente muy fuerte. Acá en Argentina no son todos primos, hay intereses diversos, la autocensura es mucho menor y también la censura explícita


—¿Y la capacidad operativa de poner gente a investigar? ¿Cuánta gente trabajaba en Día D?


—Teníamos más gente. La publicidad en Buenos Aires se cobra por segundo, en Uruguay se cobra por minuto. Eso condiciona todo lo demás. Yo en Montevideo tenía un equipo de seis personas, como mucho siete. Y en Buenos Aires tenía 14.


—La mayoría de esos seis periodistas que trabajan en la producción tenían otros trabajos. ¿Tenían tiempo para investigar?


—La sobreocupación también es un tema que vivimos acá, porque no nos alcanzan los sueldos.


—En una entrevista de Crónicas Económicas al gerente de programación de Canal 12 dijo que su programa no pretendía ser periodístico sino "un show, algo más informal, entretenido y divertido".


—Ah, bueno, pero eso es que no entendió nada de lo que queríamos hacer. Nosotros en la televisión argentina fuimos los primeros en mezclar el entertainment con el periodismo. Eso yo lo hago de toda la vida, Página 12 también fue así. O sea, la posibilidad de tener renovaciones en la forma sin que eso afecte el contenido. Podés comunicar de maneras infinitas, pero el contenido es siempre el mismo: es serio, son notas. En la televisión yo de golpe estaba hablando al lado de una vaca embalsamada. O llevaba actores para hacer determinada cosa. Tiene que ver con cómo enriquecer una propuesta, pero no con que íbamos a hacer un programa frívolo. Se ve que no lo entendió o lo editaron mal.


—¿Usted cree que el canal entendía qué significaba contratarlo?


—Creo que no calcularon el riesgo, no están acostumbrados a hacer laburo en serio, independiente.


—Usted en la revista Veintitrés cuenta cómo lo fueron a buscar a José Ignacio. Dijo: "al ganar Tabaré los tipos no saben de qué disfrazarse, necesitan un vínculo con la gente, en Canal 12 había un programa que se llamaba Agenda Confidencial, pero era tan oficialista que le llamaban Agenda Presidencial, lo levantaron y en su lugar empiezo en marzo". Parece que usted tampoco tenía mucha confianza en sus empleadores.


—Yo estaba ahí, tirándome a una pileta que desconocía. No eran amigos míos ni nada. Yo no los conocía y digamos que la trayectoria de Canal 12 no era progresista. Pero a mí eso no me importa si me dan libertad para trabajar. Sinceramente yo creí que me la iban dar, si no no lo hubiera hecho. ¿Para qué me voy a meter en este quilombo? Acá hay una cosa que tampoco se toma bien en cuenta: yo vivo en Argentina, me va bien en Argentina, en Uruguay ganaba la cuarta parte de lo que gano acá en la radio. Yo no iba a Uruguay a hacerle un favor a nadie, iba porque me parecía un desafío interesante y me había quedado una asignatura pendiente de la mala experiencia con TV Libre.


—Usted en Argentina sabe bien quién es cada periodista, cada empresario. ¿Cuando vino acá sabía a fondo quién era Federico Fasano, propietario de TV Libre?


—No, sinceramente no.


—¿Y la gente de Canal 12?


—Tampoco.


—¿Pensó que era más sencillo de lo que es en realidad ir a otro país a hacer un programa sobre gente que uno no conoce, con gente que no se conoce?


—Es más complejo. Hacerlo me permitió conocer las cosas buenas y las malas que tiene Uruguay, como las tiene Argentina. Pero hay cosas que vos cuando no estás laburando no las ves. Es como que estás aparte de lo que pasa. Conocer más sobre el país me permitió entenderlo y entender que, a lo mejor, yo tenía una imagen muy idílica de Uruguay y no lo es tanto.


—¿Tenía conocimiento de que Canal 12 tenía algún tipo de sociedad con Paco Casal?


—No, yo me enteré de eso una vez que fue anunciada la promoción. Yo anuncié en un bloque del programa: la semana que viene vamos a empezar un ciclo llamado Los Intocables, y vamos a empezar por Paco Casal. Se me ocurrió a mí en el momento y lo dije, no tengo que consultar con nadie, no tengo por qué. Ni los periodistas lo sabían, se enteraron ahí. Pensé que podía funcionar, que era divertida la imagen de los intocables.


—Y funcionó.


—Funcionó demasiado bien. Ese día no pasó más nada, pero enseguida empezó el quilombo porque me enteré que el hermano de uno de los Cardoso tiene negocios con Casal. Entonces empezó la presión del canal para levantar el programa. Obviamente yo me negué. Me llamó a mi casa Francescoli, me ofreció encontrarme con Casal en Buenos Aires y yo le dije que prefiero no encontrarme con los entrevistados antes de las notas, y le propuse que Casal viniera al piso y le hacíamos una nota. Me quedó de contestar y no contestó. En el canal estaba todo mal, no pasaron las promociones, era un desastre. Y el viernes de Casal estaba todo el mundo alterado. Cuando llegué al aeropuerto, uno de los maleteros me dijo: ‘hoy hace Casal, pero ojo que lo levantan’. Fue muy gracioso. ¡¿Cómo se enteró un maletero del aeropuerto?! 

14.1.11

El Uruguay devuelto

El escritor francés André Gide dijo: “Todas las cosas ya han sido dichas, pero como nadie escucha es necesario empezar de nuevo”.
Esto que voy a escribir ahora, ya lo escribí antes. Pero como sobre los abusos de los sindicatos de empleados públicos uruguayos todos miran para el costado, voy a decirlo de nuevo.
El director de la Biblioteca Nacional, el escritor Carlos Liscano, decidió usar ciertos fondos de su presupuesto para premiar a sus mejores funcionarios. Entregó entonces unas “compensaciones” de distinto valor, pero que promediaban los 2.000 pesos, a los empleados que más lo merecían. Para decidir quién debía recibir el premio y quién no, usó tres variables: asistencia, compromiso con la institución y el esfuerzo realizado en el trabajo.
Esto, que hubiera sido celebrado en cualquier empresa del mundo (que el jefe premie con un dinero extra al que trabaja más y mejor) provocó un terremoto en  la Biblioteca Nacional. El sindicato puso el grito en el cielo. Los dirigentes se enfurecieron. Tomaron medidas. ¡Cómo se iba a hacer un distingo entre los funcionarios! ¡Si había premio, tenía que ser lo mismo para cada uno!
Si alguien había trabajado mucho y bien, tenía que recibir la misma recompensa que la funcionaria que se fue de mochilera durante seis meses aprovechando una licencia sin goce de sueldo. Si alguien se había roto el lomo y había cumplido más allá de sus obligaciones, ese tenía que cobrar el mismo estímulo que el dirigente sindical que concurre a trabajar apenas dos días al mes.
Es la filosofía de la Vuelta Ciclista: si alguien se escapa del pelotón, todos rápidamente se organizan para perseguirlo, alcanzarlo e integrarlo nuevamente a la masa. Cuando eso ocurre, todos respiran aliviados.
Así funciona Uruguay. Así nos hemos ido transformando en un país enano.
Por suerte, el director Liscano no hizo caso al sindicato y repartió los premios según su criterio y no según el mandamiento sagrado oriental que obliga a emparejar todo hacia abajo, siempre.
Pero el karma uruguayo siempre se impone. Todos los empleados que habían recibido un premio fueron conminados por el sindicato a entregárselo a una comisión gremial que luego hizo las cuentas y repartió el dinero en cantidades iguales para todos, incluyendo a la mochilera y al dirigente sindical que nunca aparece en laburo.
Es lo de siempre. No hay que tomárselo a la tremenda. Es triste, pero la mayoría de los uruguayos piensa que así se deben hacer las cosas.
Pero los talibanes del culto al pelotón están desbocados. Ya no les alcanza ganar. Se sienten poderosos. Quieren más.
La presidenta de la Asociación de Funcionarios de la Biblioteca Nacional, la licenciada Cristina Padnikian, fue entrevistada por el programa No toquen nada, en Océano FM. Fue en noviembre pero vale la pena recordarlo. Que yo sepa sus declaraciones no han tenido otra repercusión, pero de verdad lo merecen. Revelan hasta qué punto hemos llegado.
Dijo Padnikian respecto a la polémica:
“Se resolvió con éxito por parte de la Asociación de Funcionarios de la Biblioteca Nacional ya que más del 90% de las personas que recibieron compensaciones devolvieron el dinero a un bolsa común y se repartió en forma igualitaria. Quedaron solamente nueve personas fuera. Por resolución de asamblea se resolvió hablar con ellos para que devolvieran el dinero, si es que quieren. Y en el caso que no lo devuelvan, serían expulsados del sindicato. Pero tienen la posibilidad de resarcirse, ¿no?”.
Estas declaraciones, que pueden escucharse en la página web de la emisora, resultan tan reveladoras como indignantes.
Indigna, por supuesto, la presión de corte cuasi mafioso según la cual quien no entregue el dinero que legítimamente ganó será expulsado del sindicato, como si hubiera cometido algún delito.
Pero indignan también las palabras elegidas por Padnikian en su victorioso alegato. “Devolver”, un verbo que la sindicalista utilizó tres veces en su breve alocución, tiene varias acepciones en el diccionario, pero para este caso corresponde la siguiente:
"Devolver:  Restituir algo a quien lo tenía antes".
Cuando Padnikian dice: “más del 90% de las personas que recibieron compensaciones devolvieron el dinero a un bolsa común” equivoca las palabras.
Nadie devolvió nada allí. Si hubieran devuelto el dinero, se lo habrían devuelto al director Liscano, o al Estado, o al pueblo que con sus impuestos solventa a todos los que allí trabajan. Porque se devuelve algo al propietario, al que lo tenía antes.
El sindicato, no importa cuánto viento les infle la camiseta, no es el dueño del dinero de la Biblioteca, ni su depositario.
El dinero no les fue devuelto. Les fue entregado. Bajo presión, como Padnikian confiesa.
Cuando la gente es presionada por otra gente para entregar el dinero que le pertenece también hay palabras en el diccionario.
La sindicalista agregó en la citada entrevista que los nueve valientes que prefieren ser expulsados del paraíso sindical y ganarse fama de carneros antes que entregar lo que se ganaron en buena ley, todavía tienen tiempo para “devolver” el dinero al gremio. Todavía pueden “resarcirse”, dijo.
Resarcir según el diccionario quiere decir: “indemnizar, reparar, compensar un daño, perjuicio o agravio”.
Entonces no. No pueden resarcirse ni resarcir a ninguna persona porque ellos no han dañado, ni agraviado a nadie. Solo recibieron un premio por hacer bien su trabajo. Lo que pueden hacer es ceder a la presión, claudicar, resignarse, someterse, rendirse, entregarse. Y dar su dinero a quienes los están amenazando.
Ojalá no lo hagan. Ojalá aguanten. Ojalá resistan. Porque vale la pena saber que el pelotón, la patota, todavía no nos ha ganado a todos.
Dicho sea de paso. Devolver tiene otro significado: vomitar.
Debe ser por eso.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Prohibida su reproducción sin autorización del autor
el.informante.blog@gmail.com
Sobre este tema ver también "Suerte, Liscano":  http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2010/10/suerte-liscano.html

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