25.9.21

Con cárceles que son un infierno nunca habrá seguridad pública

La noticia de que un preso pasó 60 días dentro de una cárcel uruguaya secuestrado por otros reclusos que lo torturaron y lo abusaron, me hizo recordar esta columna que escribí a fines de 2018 en el desaparecido portal Ecos. La reproduzco tal como fue publicada entonces. Hoy ya tenemos casi 13.500 presos.

La razón de la inseguridad que no le importa a nadie

Publicado: 26/12/2018 07:37

Me tocó entrevistar a Andrea, una joven expresa, para un libro que celebró los 30 años de la ONG El Abrojo y que puede leerse gratis en la web.

En realidad, Andrea no se llama Andrea. Hubo que cambiar su nombre para que no peligrara su nueva vida de buena ciudadana y no arriesgar su actual trabajo.

Andrea fue una niña explotada, fue Cenicienta. Al fin huyó y se liberó de la mala mujer que la esclavizaba. Pero el precio de esa libertad fue una pobreza extrema que persiguió durante años, ya adulta y casada. Un día, agotada de tanta miseria, y en contra de la opinión de su propio esposo, esta muchacha decidió dejar de penar por un plato de comida y se puso a vender pasta base.

Le fue “bien” durante un lustro. Hizo mucha plata, de pobre pasó a rica, olvidó los días de privaciones. Pero conoció otros problemas. El peor de todos: cayó presa. La separaron de sus hijas.

-¿La cárcel te sirvió de algo? -le pregunté en su actual hogar, muy cerca de donde fueron derrumbados “los Palomares”.

Primero respondió con un “No” tajante. Luego se quedó callada unos segundos mientras toda su familia la miraba y cambió su respuesta: “Bueno, sí, a mí me sirvió”.

Penal de Libertad. Cárceles uruguayas. derechos humanos

Las cárceles son un problema central del Uruguay, pero abordarlo es casi imposible. Hay demasiados prejuicios, demasiadas pasiones, demasiado rencor que impiden calibrarlo como es debido.

Una parte de la opinión pública cree que en el fondo nadie debería ir preso. Por eso abogan por reducir penas, borrar antecedentes, aumentar los beneficios para salir antes de prisión, fomentar cualquier castigo alternativo.

No asumen que esos mecanismos son muy positivos en algunos casos, pero no siempre. No asumen que hay delincuentes peligrosos, psicópatas graves diagnosticados y sin marcha atrás. Insisten el devolverlos a la calle.

Un caso tremendo fue el de Williams Pintos. Se sabía que iba a abusar de menores y que cada vez sus ataques serían más violentos. La justicia uruguaya ya lo había peritado con esas conclusiones. Sin embargo, lo enviaron a la calle sin control y hasta le dieron un taxi para que pudiera cazar mejor a sus presas. A Pintos lo ayudaron a transformarse de abusador en asesino. Luego, eso sí, todos pusieron la foto de la niña Brissa en sus redes sociales.

Hay una segunda corriente de opinión, opuesta a la anterior pero también muy numerosa, que tampoco quiere saber nada con las cárceles.

Los de este bando piensan que todos los presos son violadores y asesinos irrecuperables, que merecen la pena de muerte y -si no se puede- la cadena perpetua. Cuánto más infecto sea el pozo en el que estén encerrados, cuando mayores humillaciones y vejaciones sufran, mejor.

Es una posición muy miope.

El desinterés por las cárceles -fomentado por estas dos corrientes de opinión- ha transformado nuestras prisiones en un verdadero infierno en la Tierra en el que viven más de 10.000 personas, más habitantes de los que tienen Castillos, Guichón o Lascano.

En diciembre de 2017 teníamos 10.241 presos, un número que -en líneas generales- no ha dejado de subir desde 1999.

No es cierto que todos sean asesinos y violadores. Un censo carcelario de 2010 estableció que el delito que más gente lleva a las prisiones es la rapiña, causa del 37% de las reclusiones. Un 15% estaba preso por hurto y un 10% por venta o tráfico de drogas (la mayoría en el escalón más bajo de la cadena). Casi un 8% estaba recluido por delitos menores: receptación, desacato, lesiones, etc.

Supongo que está claro y estamos todos de acuerdo en que no se puede aplicar la cadena perpetua a un ladrón. Por eso los presos salen. Entran a la cárcel pero egresan, como un día salió Andrea.

El número sorprenderá a muchos. Cada año salen de las cárceles más de 6.000 presos y entran otros tantos. En 2017, según cifras oficiales, egresaron 6.377.

La cifra debería llamar a la reflexión. En promedio, cada día son liberados más de 17 reclusos. Día tras día, de lunes a domingo, los 365 días del año.

Lamentablemente, la historia de Andrea no es la más habitual. La entrevisté a la una tarde, cerca de General Flores y Carreras Nacionales. Ya había trabajado toda la mañana y llevado a sus niñas a la escuela. Qué bueno sería que 17 personas salieran de las cárceles cada día y se sumaran al mundo del trabajo, se transformaran en ejemplo de recuperación para sus familiares, sus amigos, para sus hijos.

Pero estamos lejos. La mayoría de los liberados no se reforman como Andrea. Más de la mitad vuelve a delinquir. Algunos sitúan la reincidencia en un 70%, otros en un 60%, los más optimistas en un 55%. En 2016 casi el 51% de los delitos los cometieron reincidentes.

Que la cárcel le sirviera a Andrea no fue mérito del sistema penitenciario. Lo que la rescató de un destino oscuro y triste fueron dos cosas: el trabajo de los voluntarios de El Abrojo en la cárcel de mujeres y, sobre todo, el tesón de su esposo, el que nunca quiso que vendiera pasta base, el que se puso la familia al hombro cuando todo se vino abajo, el que trabajó más y más duro y nunca dejó de visitarla, de apoyarla, de estar a su lado, de cinchar por sacarla de aquel pozo.

Porque las cárceles uruguayas son el pozo dentro de El Pozo. Las madres de todos los pozos. El informe 2017 del Comisionado Parlamentario establecía que el 30% de los presos está recluido en un régimen inhumano y degradante y un 45% en condiciones algo mejores pero aun insuficientes para lograr su integración social. Apenas un 25% está preso en una situación que habilita una posible recuperación.

La política de “que se pudran en la cárcel” ha llevado a que las prisiones sean antros copados por mafias carcelarias, academias del delito gobernadas por los delincuentes más pesados. El que entra por hurto sale rapiñero; el rapiñero sale secuestrador; el secuestrador, asesino.

La cadena diaria de humillaciones, de presos violados, ajusticiados, genera -además- un rencor y un odio que lo portan los 17 que cada día vuelven a sus casas, los 6.300 que cada año salen a la calle. Luego lo devuelven con violencia a la sociedad. Es un rencor y un odio que también se multiplica en familiares y amigos.

Si los presos son 10.000 y cada uno tiene cinco familiares directos y cinco amigos, ese odio y deseo de venganza se impregna en 100.000 personas. Lo he visto con mis propios ojos. Lo padecemos todos.

Ese rencor tiene bases sólidas. En 2017, 17 presos confiados al Estado fueron asesinados dentro de las cárceles, otros diez supuestamente se suicidaron y una muerte adicional nunca pudo ser aclarada. En 2018, el año aún no termina y, según las cifras que lleva la oficina del comisionado penitenciario, ya van 25 muertes violentas: 18 homicidios, seis supuestos suicidios y una muerte por “violencia institucional”, la del preso Carlos Núñez, cuyo homicidio a manos de la guardia fue presentado falsamente por el Ministerio del Interior como un “ajuste de cuentas” entre presos, sin ninguna consecuencia.

Uno de los supuestos suicidios -nunca aclarado- fue el de Williams Pintos, el asesino de Brissa. El estado lo detectó como psicópata, lo liberó sin control, le dio los medios para asesinar con facilidad y él mató a una pobre niña. Luego, el Estado encarceló a Pintos y mil preguntas quedaron sin respuesta porque tampoco pudo garantizar su vida. Un ciclo completo de desinterés, desastre, ineptitud y falta de idoneidad, una espiral que va destrozando familias y familias año tras año.

El colmo de la hipocresía uruguaya nos lleva a criticar a los países que tienen pena de muerte (a la que me opongo), cuando nosotros la tenemos y de peor manera: sin jueces ni abogados, la pena de muerte aplicada por los peores delincuentes, la propia guardia carcelaria o la desidia de los gobernantes.

En 2011, en la cárcel de Rocha, debido a situaciones ya denunciadas y documentadas, una red eléctrica deficiente provocó un incendio y 12 presos murieron quemados vivos.

En cualquier país con dignidad, debió ser el fin del señor Bonomi como ministro. ¡Fueron 12 personas confiadas a su cargo quemadas vivas! Si algo la mitad de grave hubiera ocurrido en la dictadura todavía estaríamos hablando de ello. Pero no pasó nada porque, entre otras cosas, los presos de hoy no le importan a nadie. No se comprenden las consecuencias de este desastre.

Para una sociedad es muy fácil reverenciar a sus ciudadanos famosos, a los consagrados, a los mejores. Pero la verdadera estatura ética de un país se mide por cómo trata a los más infelices, a los más desposeídos y también a los peores.

Pero ya no es solo una cuestión ética. Hoy es una cuestión de supervivencia.

Detrás de más de la mitad de los delitos que golpean a nuestros trabajadores, detrás del azote permanente de los delincuentes a la gente inocente, detrás del récord de homicidios que ya no se tolera, detrás de este Uruguay violento e irreconocible, hay una tragedia carcelaria previa. Es hora de asumirlo.

No se trata de justificar a los delincuentes por el estado de las cárceles. Se trata de comprender cómo funcionan las cosas. Soy de la idea de que es necesario penar con más severidad la reincidencia, pero al mismo tiempo es urgente que las cárceles dejen de funcionar como fábricas de peores delincuentes.

Nadie pide un hotel de cinco estrellas para los presos, como se suele ironizar cuando alguien se atreve a plantear este tema. Pero si de verdad estamos a favor de las víctimas del delito, debemos asumir que necesitamos cárceles que funcionen, donde el Estado mande, donde los peritajes psiquiátricos existan y sean atendidos, donde no estén mezclados ladrones y asesinos, primarios y reincidentes. Donde se trabaje y se eduque.

“No parece estar claro todavía para la opinión pública cuál es el sentido y objetivo de la cárcel”, escribió el comisionado parlamentario Juan Miguel Petit en su informe sobre las cárceles de 2017. “Mientras no haya un cambio cultural en el cual se asuma que la función de la cárcel es educar y preparar proyectos de vida para evitar nuevos delitos -agregó- la cárcel seguirá siendo una fuente de violencia, de desintegración y, paradojalmente, de nuevos delitos”.

Tiene razón.

Con cárceles que son un infierno nunca tendremos seguridad pública.

Puede ser un buen plan colectivo para 2019. Asumirlo. Hacer lo que esté a nuestro alcance. Presionar para que, en este año electoral, los partidos y los políticos actúen de una buena vez en este sentido.

27.3.21

Respuesta a una carta abierta del señor Arredondo

Una columna que escribí en El Observador mereció que un señor que se sintió aludido me escribiera una “carta abierta”.

Su autor es Carlos Arredondo, conductor de “Nuevo tiempo”, un programa de radio Salto.

En términos de educación, no correspondería responderle a Arredondo, quien termina su misiva con la penosa frase: “Reciba Ud. mis salud….No, nada”.

Pero responderé porque lo que está en debate es importante.

Arredondo se sintió aludido cuando yo cuestioné el excesivo espacio que muchos medios del interior dieron a la llamada “Caravana por la verdad”, una recorrida que los líderes de quienes niegan la gravedad de la pandemia hicieron por todo el país, llamando a descreer de los datos oficiales, del test PCR, del uso de tapabocas y de las vacunas. 

Escribe: “¿Es Ud. capaz de darse cuenta del desprecio con el que trató a quienes hacemos periodismo en el interior? Dejando de lado el descomunal despliegue de arrogancia ¿Es Ud. capaz de advertir la humillación a la que intentó exponernos? Me explico: Es cierto que por cuestiones geográficas los medios del interior – y los del norte mucho más – tenemos menos acceso a las personalidades de las diferentes áreas, y lograr una declaración es muchísimo más costoso en términos de esfuerzo y tiempo. Lo que a los medios capitalinos les cuesta una llamada telefónica, a nosotros nos cuestan 4 o 5, y no siempre ganamos la batalla. Se llama CENTRALISMO, Haberkorn, y es una dura pelea que entre otras, día a día debemos dar quienes ejercemos el periodismo en el interior. Me sorprende que no lo sepa, pero más me sorprende la inexistente empatía que demuestra tener con la situación. Mofarse de eso diciendo que nos encandilamos con la novedad y que para nosotros la llegada de Sciuto y su comitiva fue ‘como si los Rolling Stones hubieran llegado al pueblo’, es además de un inmerecido golpe bajo, un bastardeo que no creo que nos merezcamos. Mucho menos si viene de alguien que se mueve en un medio donde todos los medios de comunicación le dedicaron la mayor cobertura de lo que va del año a la llegada de unas cajas con vacunas…(Hablame de encandilamientos!!!)”.

La burla con que la que Arredondo se refiere a la llegada de las vacunas lo pinta de cuerpo entero. 

En cuanto al supuesto desprecio que intenta achacarme por el interior no existe y a esta altura, después de tantos años en los medios, todos lo saben. Porque Arredondo se puso el sayo, porque se sintió aludido, porque fue uno de los que se prestó a desinformar, en lugar de analizar honestamente la situación intenta llevarla a un trasnochado enfrentamiento capital-interior.

Lo difícil que es hacer periodismo en el interior lo conozco muy bien y dejé constancia explícita de ello en la nota en cuestión. Escribí que para los medios del interior es mucho más complicado acceder a políticos o científicos de primera línea. Es cierto. También es difícil para muchos medios chicos montevideanos. Eso, sin embargo, no es coartada para desinformar alegremente.

Muchos medios del interior se han manejado con mucha responsabilidad en este tema. Está implícito en mi nota, pero debí haber reconocido con todas las letras y en forma explícita el profesionalismo de muchos colegas que no se dejaron arrastrar por la novedad. A ellos mis disculpas.

Otra cosa me faltó agregar en la nota: en Montevideo también hubo y hay medios que se prestaron y aun hoy se prestan a amplificar el discurso desinformador, aunque hasta el momento no fue algo masivo como ocurrió con la “Caravana”.

La imagen de los Rolling Stones que usé y ofendió a Arredondo surge de la trasmisión en vivo de la conferencia de prensa de los líderes de la “Caravana” que hizo el medio San José Ahora y que está disponible en Facebook. Allí se ve al principal vocero de la “Caravana” rodeado de micrófonos de prensa, radio y televisión, diciendo, por ejemplo, que el test PCR no sirve, que estamos viviendo una pandemia de falsos positivos, que las cifras reales de infectados de covid son menos del 10% de las informadas, que no hay razón de usar mascarillas, que la vacuna de Pfizer no demostró ser ni eficaz ni segura, que la letalidad del covid es menor al del resfrío común…

El video de la transmisión de San José Ahora con toda su carga de desinformación fue compartido más de 88.000 veces en Facebook, tiene 21.000 calificaciones y más de 10.000 comentarios. A eso me refiero Arredondo. ¿Usted participó? ¿Usted convocó? Hágase cargo.

Tras intentar plantear el problema como un falso duelo capital-interior, Arredondo pasa a su segundo argumento, el más equivocado y dañino.

Escribe: “Pero ¿Sabe una cosa? el desprecio que nos dedicó es lo de menos. Lo peor, y lo más peligroso, es la oda a la censura que su artículo es. Una llamativa, pero firme y clara, reivindicación de la mordaza, pocas veces vista – por suerte – en los medios de este país; por lo menos en la post dictadura. Ud. cuestiona y ridiculiza a los medios del interior porque publicamos la opinión de estas personas, por el simple hecho que esas opiniones van en contra al discurso oficial y Ud. considera que son nocivas a la salud de las personas (…) ¿Puede alguien ser más obsecuente al oficialismo? ¿Me podría explicar por qué las opiniones disidentes no pueden ser publicadas y difundidas? ¿Dónde dice eso? ¿Así hace periodismo Ud? ¿De verdad considera un aporte a la democracia el hecho de publicar solo la versión oficial?”.

Los muchos Arredondos que hay esgrimen que existe una versión oficial y otra versión disidente y que hay que darle espacio a las dos, en pie de igualdad. Algunos honestamente lo piensan, otros lo hacen porque buscan audiencia y también están los que se dejan arrastrar de un modo irreflexivo.

Se olvidan de algo importante: el primer deber del periodismo es difundir información verdadera y confirmada. Nunca hay nada que justifique darle información falsa al público. Eso es el primer mandamiento del periodismo y resulta vergonzoso tener que recordárselo a alguien que está al frente de un espacio de comunicación.

Cuando alguien dice que el test PCR no mide nada, que en China no se está vacunando, o que un resfrío es más peligroso que el covid, no está dando otra versión. Está mintiendo, está dando información falsa. 

Dar las dos campanas no es una regla universal como pretende Arredondo. Por el contrario, no conocer los límites y peligros de ese postulado puede dar lugar a graves errores, que fue lo que ocurrió en este caso.

No podemos como periodistas poner en pie de igualdad a la cátedra de astronomía y a los terraplanistas. No podemos equiparar al cirujano con el chamán. Sobre el futuro de la economía no podemos igualar al economista con el que hace horóscopos. Si vamos a hacer un informe sobre el Holocausto, no vamos a sentar a debatir a un sobreviviente de Auschwitz y a un nazi que niega que hayan existido las cámaras de gas.

Si hacemos estas cosas, Arredondo, no estamos combatiendo la censura. Estamos cometiendo gravísimos errores.

Arredondo posa con los líderes de la caravana
negacionista de la pandemia.


El brillante periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez lo explicó en forma muy clara en un artículo de 1997 que tituló “La ética del periodista”.

“Cuando Faulkner escribió su defensa de la amoralidad del escritor no estaba pensando en lector alguno. A él le daba lo mismo que se lo leyera o no se lo leyera, y en la entrevista con The Paris Review lo dice sin vueltas: ‘Estoy demasiado ocupado para preocuparme por mis lectores. No tengo tiempo para pensar quién me lee'. El periodista, en cambio, está obligado a pensar todo el tiempo en su audiencia, porque si no supiera cómo es, ¿de qué manera podría servirla? Lo que esa audiencia espera del periodismo verdadero es, ante todo, información. No se la sacía con el escándalo sino con la investigación seria. No se la atrae con golpes de efecto; se la respeta con noticias genuinas. Las clásicas dos campanas del periodismo no son la del verdugo y la de la víctima, sino el resumen que la justicia hace de esos dos sonidos”.

Luego agrega: “Ni el bien común ni el periodismo necesitan de esos equilibrios sobre las cornisas de la ética”. 

Eso fue lo que ocurrió con la “Caravana”. Se apostó al golpe de efecto, al escándalo y le dieron información equivocada al público, en un tema de salud pública, de vida o muerte. Faltaron al principal mandato del periodismo.

No tiene que escribir cartas, Arredondo. Tiene que disculparse con su audiencia.

Uno de los más inteligentes columnistas del Uruguay, el exsenador Juan Martín Posadas, dice en su libro Que la noche no tenga razón: "También los periodistas se manejan con aquello de que hay que escuchar a las dos campanas, y le pasan el micrófono, primero al que dice que la tierra es redonda y después al que dice que es cuadrada. La exigencia de un mínimo nivel intelectual y de información es algo que tiene que ver con la autoestima nacional".

Saludos, Arredondo.

A este señor y a este discurso le abrieron el micrófono.



 



25.8.20

Herencia maldita. Historia de los años duros (Presentación)

Historia maldita. Libro Leonardo Haberkorn
Este libro reúne 29 artículos periodísticos aunados por una temática común: el período en el que Uruguay vivió primero sumergido en la violencia política y luego oprimido por una dictadura que se prolongó durante más de un decenio.

Algunos de los artículos son originales y se presentan aquí por primera vez. Otros fueron actualizados o editados para su publicación en este libro. Los restantes se reproducen aquí tal como fueron publicados originalmente en revistas, semanarios, diarios o en mi blog.

Los artículos están organizados en una falsa cronología que debe ser explicada: aquellos en los que predomina la información, están datados en la fecha en la cual transcurren los hechos informados; en cambio, aquellos en los que predomina el análisis o la opinión, están considerados según su fecha de publicación.

Dos de estas notas fueron escritas y desarrolladas junto a dos colegas, Álvaro Diez de Medina y Gerardo Maronna, a quienes agradezco la gentileza de permitirme incluir estos trabajos conjuntos.

Hay crónicas, entrevistas, artículos de opinión y reportajes investigativos. Los hay recientes y otros, en cambio, de cuando hacía mis primeras experiencias en los medios periodísticos. En algún caso dudé si incluir alguno de esos trabajos de principiante. Los mantuve por considerar que, más allá de alguna flaqueza periodística o narrativa, reflejan un momento histórico y completan una línea de continuidad y de presencia de este tema, siempre, a lo largo de los años.

Recuerdo la noche en la cual el Parlamento sancionó la ley de Caducidad. Iba caminando por la rambla rumbo a lo de un amigo que cumplía años, con una radio a transistores al oído, escuchando la sesión del Parlamento. Revivo la infinita tristeza con la que seguí el debate, las ilusiones que se perdían, la certeza de que la herencia se nos haría más maldita y ominosa todavía.

Así fue. El tema no nos ha abandonado nunca. 

Los reclamos por "dar vuelta la página" siempre han chocado y chocan contra un obstáculo insalvable: la falta de verdad histórica. La llamada “historia reciente” carece de un relato totalizador. En su lugar, tiene varios relatos parciales, sesgados, hemipléjicos, mentirosos.

Primero tuvimos una versión apañada por la dictadura: decía que el régimen había sido mucho más benigno que los procesos similares que vivieron Argentina, Chile y otros países de la región, que los muertos habían sido producto involuntario de algunos lamentables “excesos” en los interrogatorios: nunca se había querido matar a nadie.

Las noticias de los vuelos con prisioneros hasta hoy desaparecidos y los restos de Julio Castro con un balazo en el cráneo terminaron por derrumbar una narración que nunca había sido demasiado creíble, pero que aún algunos esgrimen.

Tenemos también un relato que enfoca el golpe de Estado en los sucesos de junio de 1973, ignorando o minimizando lo que pasó meses antes, en febrero, aquel “febrero amargo”, cuando el poder militar tomó las riendas del país y los políticos miraron para otro lado. Por eso casi siempre se recuerda el aniversario del golpe de junio, pero casi nunca el verdadero asalto al poder institucional que comenzó en febrero.

Y, por supuesto, también tuvimos y tenemos el persistente y poderoso cuento de hadas tupamaro, la historia rosa de la guerrilla, la que dice que se rebelaron contra una dictadura, lucharon contra el golpe de Estado y por la democracia, la que oculta crímenes espantosos, algunos de ellos todavía impunes.

Parte de la “herencia maldita” es una falta de verdad que sofoca. 

Espero que estas páginas sean al menos una ventana abierta a un sinceramiento que hace nos hace mucha falta.

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1.6.20

Sobre la noticia dada el domingo por la noche en Séptimo Día

En la edición de anoche de Séptimo Día informé que uno de los tres infantes de Marina asesinados en el Cerro tenía antecedentes penales. 
Desde ese momento, comencé a recibir pedidos de explicaciones y muchos insultos. Se me exigió que desmintiera la noticia, que sería falsa ya que está prohibido ingresar a las fuerzas armadas con tales antecedentes.
Para aquellos que preguntaron o cuestionaron desde el respeto, vayan estas líneas.
La información me llegó media hora antes de que el programa comenzara, de parte de una fuente militar confiable.
Pero las noticias hay que confirmarlas con otras fuentes independientes. Le escribí a varios actores importantes relacionados al caso. Uno de ellos confirmó que el dato era cierto.
Habiendo chequeado la noticia, sobre la marcha tuve que decidir si informarla o no. La función de los periodistas no consiste en dar buenas noticias o simpáticas, sino verdaderas y de público interés.
Lo que quizás me faltó fue explicarme. El vértigo con el que ocurrió todo tuvo algo que ver. También el dolor del momento, el no querer mover el foco del punto principal -el horror del asesinato- me llevó a ser parco. No ahondé en la importancia del dato. Elegí no nombrar al marino, por respeto a su familia, ni el delito.
Salí del canal. La catarata de insultos de las lacras que utilizan las redes sociales para vomitar el asco de su verdadero ser interior seguía derramando su pus.
Dormí bien porque sabía que me había atenido a las buenas normas de la profesión.
Hoy hablé con otras dos fuentes de importancia vinculadas al caso e independientes de las dos primeras: confirmaron la noticia.
También corroboré un punto central que hace a la relevancia de este dato y que necesariamente las autoridades deberán aclarar: está prohibido ingresar a las fuerzas armadas con antecedentes penales. La razón de tal prohibición es evidente: el Estado tiene que tener y ofrecer garantías sobre a quién le otorga armas de guerra, instrucción militar y acceso a sus cuarteles.
Esta disposición, central en lo que hace a la seguridad de la sociedad y el Estado, se violó en este caso.
Haya tenido algo que ver con el crimen o no, no es un tema menor. 
Resumiendo: 
¿La noticia era verdadera?
Sí.
¿La noticia rebaja en algo el horror del triple asesinato?
Por supuesto que no. Siempre estuve, sigo y seguiré estando en la vereda opuesta a los que justifican o relativizan los asesinatos llamados "ajustes de cuentas" o los que, por ejemplo, miran para otro lado ante la saga de muertes en nuestras cárceles. Toda vida cuenta. Toda vida vale. Todo asesinato merece que su culpable sea castigado.
¿La noticia tiene algo que ver con el móvil del crimen?
No lo sé. Lo dije en el programa. Lo repito.
¿La noticia es importante?
Sí. Hay algo funcionando mal en un sector muy importante del Estado.
Callarlo o esconderlo no ayudará a que se solucione.

4.3.18

La "noticia deseada", la "verdad antipática" y el Chueco Maciel

"Es una versión como tantas otras". "Eso es lo que dice él". "¿Por qué hay que creerle a Sosa y no a Viglietti? ¿Por qué esperó 40 años para hablar?".
Esos fueron algunos de los comentarios que he leído y oído en la prensa y las redes sociales respecto a la entrevista a Nelson "Cateta" Sosa, que publiqué en el diario El Observador el sábado 24 de febrero.
Los comentarios parecen responder al fenómeno que el periodista argentino Miguel Wiñazki llama "la noticia deseada": la gente cree o descree en las noticias según coincidan o no con su ideología y sus prejuicios.
Chueco Maciel, Leonardo Haberkorn, Nelson Cateta Sosa
De la entrevista, que más bien es una crónica, queda claro que el Chueco Maciel no se guiaba por ninguna ambición comunitaria, ni repartía nada de lo que robaba. La construcción ficticia que dice lo contrario es desmentida no solo por el testimonio de "Cateta".
Pero como el poder de "la noticia deseada" es cada vez más fuerte, vale la pena repasar los hechos.

1) En noviembre de 2017 el periodista Luciano Álvarez denunció en El País que Nelson "Chueco" Maciel, un delincuente que fue muerto por la policía el 18 de junio de 1971, figuraba como una víctima de la dictadura en una lista de la Secretaría de los Derechos Humanos para el Pasado Reciente, dependiente de Presidencia.
La denuncia hizo que Maciel, que tenía apenas 20 años cuando fue abatido, fuera borrado del listado de inmediato.
El coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, Felipe Michelini, negó que Maciel hubiera estado en la nómina de víctimas de represión.
Michelini faltó a la verdad. Yo mismo vi el nombre de Nelson Maciel en la lista, a la que me dirigí apenas terminé de leer el artículo de Luciano Álvarez.

2) La polémica en torno a la presencia de un delincuente común como Maciel junto con las víctimas de la represión militar interesó al colega Mauro Bettega, de la producción periodística de Nuevo Siglo TV.
Leyendo la prensa del momento en que Maciel fue muerto, Bettega encontró dos artículos muy importantes para entender esta historia, ambos del semanario Marcha.
El primero fue publicado el 25 de junio de 1971 con el título "La otra cara del Chueco Maciel". Se trata de una crónica panegírica firmada por Hugo Alfaro publicada una semana después de la muerte del ladrón.
Alfaro describe el cantegril (el barrio Plácido Ellauri) donde vivían el Chueco, Cateta y los demás integrantes de la banda y desliza una feroz crítica a la sociedad que permite esa miseria. El periodista elabora un retrato del difunto Maciel en base a testimonios anónimos que dice recoger en el cantegril:
"Un tornero que trabaja en La Comercial" dice a través de Alfaro: "Era flor de diablo. Pero, ¿y qué quiere? Aquí no es fácil escapar de la delincuencia. Y el delincuente, a su modo, es un rebelde. Primero roba porque no tiene qué comer, y después roba para vengarse de una sociedad inhumana e injusta".
Alfaro nos dice que "la gente" del cantegril (no hay ni un solo nombre en toda su crónica) "está tratando de convertir la astucia y el coraje del Chueco Maciel en un instrumento para el cambio y -ellos insisten- para la creación del hombre nuevo. Todos eran amigos del Chueco Maciel y se atropellan para exaltar su generosidad. 'Fue un Robin Hood, daba a los demás todo lo que tenía'".

3) Así, con ese nivel de rigor periodístico, Hugo Alfaro -redactor responsable de Marcha- puso el primer mojón en la leyenda de que Maciel fue Robin Hood: "Un tornero". "La gente". "Ellos". "Todos". Todas citas anónimas.

4) El otro artículo que encontró el periodista Bettega fue la carta de un lector de Marcha, publicada en la siguiente edición a la crónica laudatoria, el 2 de julio de 1971.
Se trató de una carta del lector Rodolfo Ponce de León, funcionario judicial que "intervino en todas las actuaciones jurisdiccionales referentes a Nelson Julio Maciel Rodríguez", el Chueco, en la justicia de menores.
Ponce de León señala que conoció al Chueco en 1967 y siempre intentó ayudar a su recuperación. Sin embargo, no fue posible. Cuenta que en la justicia hay informes psiquiátricos sobre Maciel que lo pintan como un individuo que padecía una "absoluta incapacidad para solucionar sus conflictos" y lo califican como "débil mental" y dueño de una personalidad con "rasgos psicopáticos". Recuerda que en abril de 1968 y febrero de 1969 Maciel fue herido a balazos por sus propios compañeros.
"Creemos que calificar a Maciel como 'astuto', compararlo con Robin Hood, y convertirlo en definitiva en una especie de líder o ejemplo para los oprimidos, es para quienes lo conocieron desde antes a él y su cantegril, una historia imperdonable. Se ha dicho que 'la verdad es siempre revolucionaria'; tal vez porque es antipática. Los muertos y la miseria merecen -Alfaro lo sabe- un poco más de respeto".

5) Queda claro que la historia rosa del Chueco Maciel no fue desmentida recién 40 años después, como arguyen algunos de los que cuestionan a "Cateta". ¡Fue desmentida apenas una semana después de que Alfaro la publicara en Marcha y antes incluso de la existencia de la canción de Viglietti!

6) El hallazgo de estos dos artículos por parte del periodista Mauro Bettega hizo que buena parte del equipo que entonces tenía Nuevo Siglo TV (ya no lo tiene, porque la empresa decidió discontinuar la mayor parte de su producción periodística) nos dedicáramos a buscar más datos para completar esta historia. La periodista Belén Danza revisó la prensa del momento. Es muy interesante leer cómo El Popular cubrió la muerte del Chueco Maciel. El diario comunista escribió en su edición del 20 de junio de 1971:
"Acribillado en un tiroteo con la policía en la madrugada del viernes cayó Nelsón Julio Maciel Rodriguez (casado, 20 años) quién cómo infanto juvenil hace más de tres años cobró popularidad conociéndosele como 'Chueco Maciel'. La trágica muerte del joven acechó a las 2:40 del viernes en Juan Acosta (Cerrito). Una media hora antes el 'Chueco' y otros dos jóvenes se desplazaban por el Cerrito de Victoria armados con revólveres al parecer también una arma larga. En Juan R. Rosas y Chimborazo interceptaron al guardia de Amdet, Mario Romero (casado, 43 años). Lo despojaron de unos 9.000 pesos, pero no conformes con eso exigieron a Romero que se dirigiese a su domicilio.
La esposa del trabajador sospechó que algo estaba pasando y no quiso abrir la puerta. El 'Chueco Maciel' y su compañero le dijeron: 'abra o le volamos los sesos a su marido'. A la señora no le quedó otra que franquearles el paso. En la casa el dúo obtuvo otros 40.000 pesos y entre otras cosas una batidora. Antes de irse balearon a Romero, dejándole una herida en la cabeza.
(...)
Los policías comenzaron a patrullar la zona hasta que avistaron a los rapiñeros. Dos de ellos huyeron a la carrera apenas vieron la camioneta policial. Pero Nelson Julio Maciel lanzó un disparo contra la camioneta con el revólver. La respuesta policial fue fulminante. Uno de los cuantos balazos que alcanzaron al joven le perforó el occipital (...).
Rodeado desde su infancia de miserables condiciones, ya los 15 años Maciel Rodríguez era un infanto juvenil que daba dolores de cabeza en los cantegriles. Se fugó varias veces de albergues del Consejo del Niño. Junto a él actuaron varios otros menores en rapiñas y hurtos diversos. Posteriormente pasaron a perpetrar toda clase de tropelías contra sus propios vecinos, particularmente en los cantegriles de Aparicio Saravia, Enrique Castro y adyacentes.
En la temporada de 1969 incursionó en Punta del Este y otros balnearios. Ese año se entregó a la policía y fue procesado por desacato. Pocos meses después salió de la cárcel pero sin otros horizontes que habían signado su infancia y su adolescencia". 
Tal parece que El Popular y Alfaro no escribieron sobre la misma persona.

7) Mi aporte a aquel esfuerzo colectivo del ex equipo de Nuevo Siglo fue ubicar a Ponce de León. Lo localicé y lo invité a dar su testimonio en el desaparecido programa Off the record (uno de los discontinuados de NSTV).
Aquí puede verse lo que dijo el ex funcionario judicial sobre el Chueco Maciel.




8) Una vez que se conoció el segundo testimonio de Ponce de León, el de 2017, comenzó la cantinela de los cultores de "la noticia deseada": ¿por qué hay que creerle?, ¿por qué habla ahora?, ¡esto es una campaña de la derecha contra Viglietti!
En un muro de Facebook leí que uno de los muchos que se negaban a creerle a Ponce de León escribió algo así cómo: la historia del Chueco Maciel es verdadera y quien la conoce es Nelson "Cateta" Sosa, el último sobreviviente de la banda, que vive en Suecia. ¿Por qué la prensa mentirosa y siempre al servicio de la derecha y el imperio no se anima a llamar al Cateta?
En noviembre de 2017 le escribí un mensaje a "Cateta", diciéndole que me interesaba conocer su testimonio y saber cómo habían sido las cosas.
Allí nació la crónica publicada en El Observador.
Quienes la leyeron habrán sabido que de sorpresa visitamos el cantegril con "Cateta" y aparecimos, sin que ella nos esperara, en la casa de Angélica Ferreira, una vieja vecina del "cante". "Cateta" le dijo : "Contale quién era el Chueco Maciel".

"Era solo un chorrito de barrio", responde ella. "Era bajito y siempre andaba de sombrero. Tuvo cosas buenas y malas", agrega. Las buenas no las enumera. Las malas: le pegaba a su mujer y, la peor, una vez dejó que la policía se llevara de los pelos a su propia madre en lugar de entregarse.
"¿Repartía el botín en el cante?", pregunta Cateta. "¡Qué iba a repartir!", se ríe Angélica. "Yo le dije a Viglietti una vez que vino: Hiciste una canción hermosa, pero es mentira".

9) El primer desmentido de Ponce de León fue publicado por Marcha, con una pequeña nota burlándose de él por ser joven. Pocos meses después, basándose al pie de la letra en la nota de Alfaro, Viglietti escribió la canción del Chueco Maciel, que dio nombre al disco Canciones Chuecas y se transformó en un éxito inmediato, un himno para la juventud rebelde.
La nota de Alfaro y la canción de Viglietti calzaban como anillo al dedo a las necesidades revolucionarias del momento: ponían foco en la miseria del cantegril, menoscababan a la policía y a las instituciones, justificaban la violencia como respuesta un régimen oprobioso e injusto. Tanto es así que el 1 de enero de 1972, cuando el MLN toma el aeropuerto de Paysandú y declara la guerra a las Fuerzas Armadas (recomiendo la descripción de este episodio que el recientemente fallecido Aníbal de Lucía hace en Historias Tupamaras), difunde una proclama que menciona en forma explícita al Chueco Maciel: "Cuando un hambriento del cantegril roba para comer (...) lo asesinan, como asesinaron al Chueco Maciel".
Ese verano, la murga La Soberana le cantó al Chueco Maciel: "El Chueco luchaba de noche y de día / la vida expropiaba y la repartía".
Luego, para completar la obra iniciada por Alfaro, Fernández Huidobro haría aparecer en uno de sus libros al Chueco Maciel como simpatizante del MLN.

10) Resumiendo: La leyenda en torno al Chueco Maciel fue iniciada por Hugo Alfaro desde Marcha. Viglietti se basó en ella para su canción. No es que ahora 40 años después alguien haya decidido desmentirla. El primer desmentido a la construcción de Alfaro fue inmediato y se publicó en Marcha una semana después.
No es solo Cateta quien desmiente que el Chueco Maciel haya sido Robin Hood. Por ahora, son tres personas con nombre y apellido: Nelson Sosa, Rodolfo Ponce de León y Angélica Ferreira. Todos son fuentes muy calificadas. Testigos o protagonistas de primera mano. A eso hay que sumarle las notas en la prensa de la época, incluyendo a El Popular, el diario del mismísimo Partido Comunista.
Del otro lado no hay nada. Ni siquiera un solo nombre puso Alfaro.

26.11.17

La fe también mata

Cierto pensamiento dominante ayer y hoy en estas latitudes se basa en la creencia de que todos los hombres son buenos por naturaleza. Que no hay hombres malos, mucho menos "monstruos". Ni siquiera el que sube a su auto a una niña de 12 años, escolar, para violarla, matarla y enterrar su cuerpo en un bosque tapándolo con piedras.
Cuando un ser humano comete una monstruosidad así -sostienen- es porque detrás suyo hubo un sistema que lo impulsó. Ningún pibe nace monstruo. Los monstruos los hace algo muy grande y muy malo que está encima de todos nosotros: la religión, el capitalismo, el patriarcado, el heteropatriarcado.
Una vez oí al periodista Alejandro Bluth explicar que hay una diferencia enorme entre las sociedades que creen que hay hombres malos y aquellas que lo niegan.
Los países donde -por motivos filosóficos, políticos o religiosos- una mayoría cree que la gente malvada existe, no tienen contemplación con ella. Suman las penas de cada uno de los delitos que cometieron: 30 años por este asesinato + 30 años por este otro + 10 años por el secuestro de Fulano + 5 por herir a Mengano = Total 75. Aplican penas cada vez más duras a los reincidentes. Usan la cadena perpetua. Algunos países (yo estoy en contra, lo aclaro), también castigan con la pena de muerte.

Ellos creen -según criterios muy variados y discutibles- que hay verdaderos monstruos y se encargan de sacarlos de circulación.

No pasa eso cuando la mayoría -por ideología o religión- cree que todos los hombres son buenos y que si hacen algo terrible es porque fueron determinados por un sistema maligno.

Cuando el malo es el sistema, el delincuente es otra víctima y "los responsables somos todos". ¿Cuántas veces lo oímos cada semana? Con esa visión, lo que hay que derribar es al capitalismo y al patriarcado.

¿Y mientras tanto?

Mientras tanto, el vil sistema sigue vigente y tiene lógica que las penas sean más benévolas porque todos somos víctimas y responsables al mismo tiempo. No se suman los delitos. No hay cadena perpetua. La pena máxima es de 30 años, así hayas matado a 50, pero siempre se sale antes. Los motivos para anticipar las salidas de la cárcel se multiplican. Reincidir no es un problema, porque se considera que fue "el sistema" el que empujó al pobre diablo a volver a robar, herir o matar al prójimo. Hace unos días la prensa informó que la Justicia envió a su casa a un hombre que ya tenía 13 antecedentes penales: todavía tenemos la esperanza de que ese sujeto se rehabilite, por eso lo seguimos liberando una y otra vez. En el fondo seguro que es bueno.

Nuestro buenismo a ultranza -esto también hay que decirlo- además de indemostrable es hipócrita: porque esas víctimas del sistema son enviadas a cárceles infectas donde no será raro que enfermen, los violen, los maten con un corte o padezcan el horror de morir quemados vivos como los 12 de Rocha, sin que nadie renuncie, nadie vaya preso y a nadie se le mueva un pelo.

El principal sospechoso de haber asesinado a la niña de 12 años ya había estado preso dos veces por delitos sexuales. A su psicopatía se le sumaban los efectos de dos estadías en el infierno carcelario oriental. Sin embargo, estaba libre, suelto, sin control, sin atención especial, manejando un taxi, un trabajo ideal para cazar niñas, porque -más allá de lo que dice la ciencia- tal parece que teníamos FE en que se hubiera rehabilitado, que su fondo bueno por fin hubiera emergido.

Hace unos días asistí a un seminario vinculado a políticas de cárceles.
Un importante funcionario del sistema penitenciario terminó su ponencia cantando unas estrofas de la canción "Amor profundo".

Amor -dijo- es lo que hace falta.
Un buen tipo.
Honesto.
Trabajador.

Con seguridad su receta sirva para muchos casos, pero quizás no para todos.
Unos días después, la niña de 9 años y luego la de 12. No hubo canción ni amor que las salvara.


24.10.17

Petróleo en Uruguay

Que se encontró petróleo en Uruguay es algo que se ha anunciado decenas de veces.
En 1990 quien insistía en que había oro negro en su departamento era el diputado del Partido Nacional por Lavalleja, Gonzalo Piana Effinger.
Piana era un firme convencido de que había petróleo debajo de Poblado Colón, una localidad minuana por entonces de unos 500 habitantes perdida entre Pirarajá y Mariscala.
En enero en 1960, de una modesta perforación que en busca de agua que se realizaba en una vivienda de Poblado Colón, había manado un denso líquido oscuro que se prendía fuego: petróleo.
Sin embargo, 30 años después Ancap aseguraba que allí no había nada, aunque Piana lo discutía y en el pueblo todos seguían convencidos de vivir sobre un gran pozo petrolero.
En aquel entonces yo trabajaba en la revista Punto y Aparte y fui enviado a aquel paraje para escribir una crónica respecto al lugar donde se suponía que yacía (¿yace?) el inexplotado hidrocarburo oriental.
No había hotel en el pueblo y me dejaron dormir en la escuela pública.
La nota se publicó en la edición de setiembre de 1990 con el título de "El suelo puede esperar" y hoy está incluida en el libro Historias uruguayas.
Entonces no existía Google ni internet y no era tan sencillo documentarse sobre un tema cualquiera. Había que recorrer bibliotecas, archivos y contactar a personas que antes hubieran estudiado el mismo asunto.
Para escribir aquella nota, además de ir a Poblado Colón y entrevistar al entusiasta Piana, visité a Raúl Irureta Goyena, quien vivía en Malvín y presidía lo que hoy sería considerado una ONG: la Comisión Nacional del Petróleo.
Irureta Goyena estaba convencido de que muchas veces se había descubierto petróleo en Uruguay, pero la presión de otros países y de grandes empresas multinacionales había hecho que los hallazgos se ocultaran y los datos se tergiversaran. En su casa, que estaba sobre avenida Italia, Irureta tenía decenas y decenas de recortes de prensa que hablaban de hallazgos petrolíferos, hoy olvidados.
Las ilustraciones que reproduzco debajo son fotocopias del que era su archivo. El recorte que habla de la escuela de Pajas Blancas no tiene fecha. Las dos páginas extraídas del folleto de una compañía petrolera uruguaya son de 1959.

Petróleo Uruguay

Petróleo en Uruguay

Petróleo en Uruguay

El suelo puede esperar, Petróleo en Uruguay


8.10.17

Lo que no se dice sobre la falsa toma de Pando

Como cada 8 de octubre, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) - Tupamaros volvió hoy a celebrar la llamada "Toma de Pando", ocurrida en 1969.
Esta vez lo hizo difundiendo en redes sociales un artículo de Julio Marenales, fiel reflejo de la historia oficial de la guerrilla.
Marenales titula su nota como "la toma de Pando" y en su interior habla del "copamiento de la ciudad de Pando". En realidad, ninguna de las dos cosas existió.
Uno de los primeros tupamaros, Aníbal de Lucía, con más sinceridad que los redactores del mítico relato rosa del MLN, ha puesto en sus justos términos lo que fue la acción de Pando: una serie de asaltos simultáneos.
Lo dice en el libro Historias tupamaras:

"El MLN no tomó Pando. Lo que hizo fue ir a la comisaría, a los bomberos, a dos bancos y a la central telefónica, pero cuando vos tomás un pueblo de verdad, te quedás con todo el pueblo, cerrás la entrada y lo mantenés una hora, dos horas, tres horas, lo que te dé la nafta. Pero lo que hicimos nosotros no fue tomar Pando. Tomar Pando es quedarse con Pando, aunque sea por quince minutos. Ser el dueño. Y cuando viene el Ejército, decís, bueno, tenemos tomado esto, vamos a hablar. Pero lo que ocurrió fue mucho menos que eso".

Toma de Pando, MLN, tupamarosEse "mucho menos" real, sin embargo, tuvo un altísimo costo de vidas: cinco muertos.
Marenales, en su artículo, solo recuerda los nombres de los tres jóvenes tupamaros que perdieron la vida en la operación: Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza.
A Carlos Burgueño, un uruguayo cualquiera, que murió baleado por estar en las calles de Pando cuando lo sorprendieron los asaltos tupamaros y la obligada respuesta policial, Marenales no lo nombra. No escribe su nombre ni su apellido, como si no valiera la pena, como si el hombre no hubiera tenido padres, esposa y e hijos, como si su vida hubiera valido menos que las de Cultelli, Salerno y Zabalza.
Para el MLN hay muertos de primera y muertos de segunda.
Burgueño, Marenales, el pobre hombre se llamaba Burgueño.
Marenales apenas alude a su muerte diciendo que durante la operación "hay un enfrentamiento con heridos y un muerto por parte de la Policía".
La muerte de Burgueño fue objeto de versiones contradictorias. Lo que es seguro es que lo mató una bala perdida. Marenales le achaca la muerte a la policía. Pero -incluso suponiendo que así haya sido- Marenales se saltea por completo el hecho de que Burgueño nunca habría muerto si los tupamaros no hubieran ido a Pando aquel día.
Qué facilidad tienen los líderes del MLN para no asumir sus responsabilidades.
No es algo nuevo. Como también consta en Historias tupamaras, en su biografía escrita por Miguel Ángel Campondónico, Mujica se explaya tres páginas sobre los errores que su organización habría cometido en Pando sin nombrar siquiera a Burgueño, ni dedicar una sola palabra a su muerte gratuita.
¡Tres páginas hablando de errores y ni una palabra sobre la muerte de un inocente!
En Pando, además, hubo un quinto muerto: el sargento de la policía Enrique Fernández Díaz, herido por los tupamaros y fallecido tras varios días de agonía. A él, Marenales no refiere ni siquiera en forma anónima como hace con Burgueño. Es como si no hubiera existido, como si no hubiera muerto, como si los tupamaros no hubieran matado, como si los muertos de Pando hubieran sido cuatro y no cinco. 
Para el MLN hay muertos de primera, de segunda y también de tercera.
Reescribir la historia. Moverla. Contarla a piacere. Especialidad de la casa.
Una pequeña muestra adicional: en su artículo, Marenales insiste con una de sus afirmaciones preferidas: "el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros nunca fue una guerrilla". Era solo un grupo político que "realizaba operaciones de pertrechamiento y de propaganda armada".
Debería explicarle su punto de vista a las familias de las decenas de muertos que dejó el accionar de ese grupo de buenos muchachos dedicado apenas al pertrechamiento y la propaganda.
Siguiendo el razonamiento de Marenales, la jornada de Pando fue simplemente un acto propagandístico.
Una acción publicitaria que le costó la vida a cinco personas.

10.9.17

Pero Sendic

Las denuncias en curso por su gestión en Ancap eran (y son) graves, pero la muerte política de Sendic comenzó a gestarse el día que le dijo al diario El Observador que no era licenciado, que nunca había cursado una verdadera licenciatura, y que por lo tanto el título que siempre había esgrimido era falso.
Pero la carrera de Sendic no murió ese día. Todavía hubiera podido salvarse si hubiera hecho lo correcto: reafirmarse en lo que le había dicho a El Observador, admitir su error, decir que todo había sido una equivocación involuntaria y que él había dicho la verdad cuando alguien le había preguntado por primera vez en forma explícita si era licenciado o no.
Pero Sendic no hizo eso.
Por el contrario, se embarcó en una serie de explicaciones contradictorias, dijo que sí era licenciado, anunció que mostraría el título, habló de cursos que había dado y otros que daría, de reválidas, trámites en Cuba y en Uruguay, una letanía de argumentaciones que solo empeoraron las cosas.
Con el paso de los días, las semanas y los meses, quedó claro que el título nunca iba a ser presentado porque no existía. ¡Ni siquiera había una licenciatura en genética humana en Cuba!
El efecto sobre la imagen de Sendic fue demoledor. Ya no solo se trataba de una persona que había mentido una vez sobre su currículum. Ahora era visto como alguien capaz de mentir una y otra vez, incapaz de reconocer sus propios errores, un camandulero dispuesto a embarullarlo todo con tal de salvarse.
Pero Sendic todavía, quizás, habría podido salvar su malherida carrera si se hubiera percatado del rumbo equivocado que había tomado, hubiera vuelto sobre sus pasos, admitiendo su error y pidiendo disculpas.
Pero, apoyado por gente muy importante que le decía que el camino suicida que estaba tomando era el correcto, Sendic no hizo eso.
La senadora Constanza Moreira, por ejemplo, dijo que las críticas que estaba recibiendo el vicepresidente se debían a que era perseguido por "una jauría" y sostuvo que el Frente Amplio tenía que respaldarlo y "punto".
El expresidente Mujica apuntó a minimizar el tema de fondo (la honestidad). Señaló:  “No creo que votemos a alguien porque sea ingeniero, ni porque sea doctor”. Y agregó: "Es la gente que dice que es licenciado. No le doy ninguna importancia”.
La senadora Lucía Topolansky anunció que el título existía porque ella lo había visto.
Raúl Sendic
Foto: Presidencia  
El Plenario del Frente Amplio lo ovacionó y dijo que todo era un complot golpista de la oposición y la prensa, luego de haber escuchado a Sendic pedir disculpas... porque "quizás" había cometido un error al poner en su currículum un titulo que "no estaba documentado en Uruguay" pero él estaba tratando de "reconstruir" en Cuba...
Días después de semejante papelón, el presidente Tabaré Vázquez lo recibió en un consejo de ministros con un efusivo abrazo.
Envalentonado por semejantes respaldos, sin nunca haber aclarado el tema, ni asumido su verdadero error, ni pedido sinceras disculpas, Sendic dijo que el asunto de su licenciatura estaba "cerrado".
Allí murió la credibilidad de Sendic. Ya no quedó nada. Era demasiado para una opinión pública que ya seguía el asunto con una mezcla de estupor, hilaridad y vergüenza ajena.
Cuando los temas de Ancap comenzaron a acumularse sobre la mesa, cuando aparecieron los gastos de tarjeta corporativa, Sendic intentó defenderse diciendo que todo lo había hecho en el marco de sus funciones.
Más que nunca hubiera necesitado tener una voz que fuera oída, pero ya no tenía credibilidad alguna. Siguiendo los consejos equivocados, había gastado hasta la última gota de confianza que alguien había podido tener en su palabra.
Y un político al que nadie le cree, ya no puede defenderse de nada.
Hasta los niños lo saben: es la fábula del pastor mentiroso.
Apenas minutos después de la renuncia de Sendic a la vicepresidencia, Mujica estaba diciendo que todo había sido por un par de calzoncillos.

6.9.17

Más allá de Sendic

Sendic tiene tres grandes frentes abiertos: su inexistente título de licenciado en genética, sus decisiones como presidente de Ancap y el uso que hizo de las tarjetas corporativas de esa empresa estatal.

El título

Raúl Sendic, Ancap, licenciado
Foto: prensa Senado
A esta altura está claro que Sendic no es licenciado y que mintió durante años cuando se presentó de esa manera, e incluso cuando hizo alarde de su condición de licenciado en genética humana en el Parlamento.
Fue el propio Sendic quien le dijo a la periodista Patricia Madrid, en El Observador, que nunca había cumplido una verdadera licenciatura.
Luego, en lugar de mantenerse en eso, de disculparse y decir que él había dicho la verdad la primera vez que alguien le había preguntado concretamente por el punto, fue y vino, dijo que sí era licenciado, que mostraría el título, habló de reválidas, de cursillos dados y cursos futuros, que sí, que no, todo un fárrago de explicaciones contradictoras que solo empeoraron su situación.
El título nunca apareció. Se demostró que la carrera en la que durante años dijo haberse licenciado ni siquiera existe en Cuba.
Que un político -un vicepresidente y presidente del Parlamento- mienta en algo tan concreto, personal y tangible no es un tema menor. La mentira lo tiñe todo. Siembra el descrédito, la desconfianza. Es imposible construir sobre ella.
La mentira de Sendic arrastró hacia ese fango a todos los que salieron en su defensa.
A la senadora Lucía Topolansky, que dijo que había visto el inexistente título. A la fiscalía y la justicia que, con una sorprendente interpretación del código penal, determinaron que Sendic no había incurrido en el delito de usurpación de título porque la carrera de licenciado en genética humana no existe en Uruguay. Y al Frente Amplio todo, porque su plenario -en lugar de hacer lo que correspondía- se mintió a sí mismo, desconoció los datos de la realidad y afirmó que todo era un complot golpista de la prensa y la oposición.
Con ese elevadísimo costo para su partido y para las instituciones, Sendic logró sortear la crisis de su falsa licenciatura ante su partido y ante la ley.
Pero no ante la opinión pública, donde todo el mundo tiene muy clara la verdad.

Tarjetas corporativas

Los otros dos frentes de Sendic están vinculados entre sí y tienen que ver con su gestión en Ancap, pero son radicalmente distintos en su alcance e importancia.
De lo que estamos hablando hoy es del uso que hizo Sendic de la tarjeta corporativa de la petrolera, con las que hizo compras insólitas para un presidente de una empresa pública y que el propio Sendic no pudo explicar ante el Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio, que analizó este caso.
De lo que se habla menos es de algo más importante: el manejo de dinero en las compras e inversiones de Ancap mientras Sendic fue su presidente, que terminaron generando un agujero de casi 900 millones de dólares.
Eso no ha sido analizado por el Frente Amplio. Está en manos de la justicia penal porque lo denunciaron los partidos de la oposición.
Ambas cosas tienen relación con Ancap y con Sendic, pero no son iguales.
Cuando Sendic decidió adquirir un short en La Paloma con dinero de Ancap es de suponer que no consultó con nadie más, que por algún motivo poderoso decidió que estaba en su derecho a usar ese dinero público para ese curioso fin.
Lo mismo cuando pasó la tarjeta de Ancap por la caja en Devoto, en Divino y en tiendas de ropa y aparatos electrónicos en distintos lugares del mundo.
No es un asunto menor. Porque los funcionarios públicos -incluso los más elevados- no deben olvidar que el dinero que manejan es el de todos, que deben rendir cuentas de lo que hacen, que el Estado no es su feudo.
Es importante también porque con las carencias que padece el Estado uruguayo en áreas básicas, como salud, seguridad, justicia y enseñanza, indigna que el dinero se gaste en shorts de baño.
Pero estos fueron actos individuales. Hechos protagonizados por un individuo que decía ser licenciado de una carrera inexistente. Anécdotas.

Ancap

Lo que pasó en la gestión de Ancap, en cambio, no es una anécdota. No es anecdótico que el Estado haya tenido que poner 872 millones de dólares para que la compañía no quebrara, tal era su déficit.
No es anecdótico que todos los uruguayos estamos pagando hoy, cada día, de modo directo o indirecto, uno de los combustibles más caros del mundo para tapar este agujero. Y que esa contribución al salvataje de Ancap nos chupe parte de nuestros sueldos.
Semejante déficit no se generó por decisiones aisladas, curiosas, individuales de Raúl Sendic. Primero, porque en Ancap existía un directorio, también integrado por la oposición.
Segundo, porque la magnitud de los negocios e inversiones emprendidos por la mayor empresa pública del Uruguay durante la presidencia de Sendic, no podía ser desconocida para el presidente José Mujica ni para el vicepresidente Danilo Astori ni para el equipo económico y otras autoridades.
Cuando el dinero de todos los uruguayos se usó para comprar un short en La Paloma, todos pueden decir que no sabían.
Pero no pueden decir lo mismo de la millonaria campaña publicitaria en televisión de Ancap, pagada con dinero público y cuyo eslogan luego fue usado por el propio sector de Sendic.
No pueden decir lo mismo de la millonaria fiesta que realizó Ancap con nuestro dinero en honor de la entonces presidente argentina Cristina Fernández.
Y los ejemplos podrían seguir con los negocios de la cal, los contratos con la Armada, ALUR, etc, etc.
El plenario del Frente Amplio analizará el sábado el "caso chico" de Ancap (el short de La Paloma y las otras compras) pero estará sobrevolando el "caso grande" (872 millones de dólares).
El propio dirigente y exsenador del MPP Ernesto Agazzi dijo a Montevideo portal respecto a cómo analiza el expresidente Mujica la actual situación: "Mujica era el superior jerárquico de Sendic, cuando él era presidente de la República y Sendic el director de Ancap. Creo que el enfoque de Mujica es ese y él tiende a mirarlo desde ahí".
Hablando de otro desastre de gestión pública, Mujica había dicho que se haría responsable de todo lo ocurrido en Pluna.
Pero, a la hora de la verdad y ante la justicia, no fue así y los únicos responsables fueron Fernando Lorenzo y Fernando Calloia, sacrificados por la causa.
¿Pasará lo mismo en Ancap?
Son los cálculos que algunos están haciendo esta semana: en estas horas el "caso grande" de Ancap explica muchas de las posiciones del "caso chico".
¿Quién pagará? ¿Quién se hará responsable? ¿Qué podemos hacer para que el incendio no siga creciendo? ¿Hasta dónde llegará la historia?

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