10.12.09

Crónicas de sangre, sudor y lágrimas: críticas, reseñas y entrevistas



Crónicas de sangre, sudor y lágrimas es el nuevo libro de Leonardo Haberkorn.
La obra reúne once crónicas y reportajes en profundidad. Entre ellos se incluyen:
“El pueblo que quiso salir en televisión”: una detallada investigación sobre la tragedia de Young, cuando ocho personas murieron aplastadas por un tren durante la grabación del programa televisivo Desafío al Corazón.
Crónicas de sangre, sudor y lágrimas. Libro. Crónicas. Reportajes. Leonardo Haberkorn“El infierno de San Antelo”: la investigación que desató el escándalo de la Comunidad Jerusalén y llevó a prisión al sacerdote Adolfo Antelo por los abusos que cometía. Se publicó en la primera edición de la revista tres, el 27 de enero de 1996, y nunca había vuelto a ser impresa.
“Los otros sobrevivientes de los Andes”: la tragedia de los Andes contada por aquellos que no tuvieron milagro, los familiares de quienes nunca volvieron de la montaña.
"Un mundo sin Gloria": la historia de la agente policial Gloria Cor, cuyo suicidio apenas ocupó un pequeño espacio en la prensa. Este artículo inspiró la canción "Un mundo sin Gloria" del músico Garo Arakelian, incluida en su disco que lleva el mismo título.
“Juntos fueron dinamita”: la increíble peripecia de Lestat de Orleans y Montevideo, un misterioso estadounidense que un día se radicó en Fray Bentos, y Alda Ribeiro, su novia uruguaya. Una historia de amor con dos hoteles volados en Bolivia, dos inocentes muertos y un final de tragedia.
La terquedad del poeta”: un retrato en profundidad de Mario Benedetti, su vida y su obra, incluyendo el resultado de un almuerzo y dos largas entrevistas, de las últimas del celebrado escritor.
“El socialista que degradó a Plutón”: la insólita historia de como dos astrónomos uruguayos terminaron por derribar un planeta del cielo.
“El último Hitler uruguayo”: una exploración por el extravagante mundo de los uruguayos que llevan el nombre de pila de Hitler.
Otros tres reportajes y una introducción del autor completan la obra, editada por Fin de Siglo.
El libro ha recibido las siguientes críticas, reseñas y comentarios:


Crítica en El País Cultural a cargo de Elvio E. Gandolfo

Crítica en la página de libros del diario La República:

Comentario en el blog Libreame:
 

El libro fue presentado el 17 de noviembre de 2009 por los periodistas Marcello Figueredo y Gabriel Pereyra en el auditorio de la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT. Se puede leer un resumen de la presentación aquí.
En 2023 este libro se reeditó, ampliado, con cuatro artículos que no se encontraban en su edición original, con el titulo de Un mundo sin Gloria.


 


5.12.09

El impresentable amigo iraní

Nemat Safavi está condenado a muerte. Hace tres años que está preso a la espera de ser ejecutado. Su crimen: ser homosexual en Irán.
En los últimos 30 años el régimen de los ayatollahs ha ejecutado a cientos o incluso miles de gays, lesbianas y transexuales, según los datos de las ONGs que se movilizan en España para salvar la vida de Safavi.
No es fácil salvar a alguien cuya existencia es negada desde el poder. Porque para el presidente iraní Ahmadineyad los homosexuales no existen. En 2007, estudiantes de la universidad de Columbia le preguntaron por la situación de los gays y lesbianas en Irán: “Nosotros no tenemos homosexuales como en su país”, respondió. “Nosotros no tenemos de eso”.
Según denuncias de la Organización Gay Iraní, una asociación con sede en Canadá que trabaja por los derechos homosexuales, antes de morir los reos pasan por una larga temporada en prisión, igual que Nemat Safavi. Allí son torturados, violados y expuestos al abuso de los otros presos. Antes de ser ejecutados, los homosexuales son flagelados a latigazos en público.
Según el régimen que encabeza Ahmadineyad, Nemat Sefavi merece morir por haber tenido relaciones homosexuales a los 16 años. Fue encarcelado cuando todavía era menor de edad.
Amnistía Internacional, la ONU, el Parlamento Europeo y la Premio Nobel de la Paz Chirine Abedi han solicitado sin éxito a Irán el cese de las ejecuciones de niños y adolescentes.
En 2007 Amnistía publicó un informe titulado Irán, el último verdugo de menores, en el cual denunció varios casos como el de Nemat Safavi. Irán es el país que más menores de edad ha matado desde 1990.
No solo los homosexuales son ejecutados por el régimen teocrático iraní. Muchos otros “criminales” son también castigados con la pena de muerte.
Amnistía Internacional ha denunciado que en estos días una mujer llamada Kobra Babaei corre “riesgo inminente de ser lapidada” acusada de “adulterio estando casada”. Su marido, Rahim Mohammadi, ya fue ahorcado en octubre por el mismo cargo y por el de “sodomía”.
En realidad, Mohammadi y su esposa fueron condenados a morir por el delito de ser pobres. Según Amnistía, ambos se vieron forzados a prostituirse para poder vivir y mantener a su hija de 12 años luego de haber pasado muchos meses sin encontrar trabajo.
Las ejecuciones en Irán se han multiplicado desde las cuestionadas últimas elecciones que en junio mantuvieron a Ahmadineyad en el poder. Al menos 115 presos fueron ajusticiados desde entonces. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos piensan que es una manera de mostrar el poder del régimen. “Es un intento de sembrar la inquietud y expandir el terror entre la población”, dijo a The New York Times Hadi Ghaemi, un ex profesor de física que dirige la Campaña Internacional para los Derechos Humanos en Irán.
Solo China mata más presos que Irán. Pero Ahmadineyad cada año se esfuerza por conquistar el primer lugar. Durante su mandato las ejecuciones se cuadruplicaron: de 86 en 2005 pasaron a 346 en 2008, según Amnistía Internacional.
Además, intelectuales, periodistas y ex funcionarios del régimen reciben duras condenas tras breves juicios televisados a todo el país. El último caso fue el de Ahmad Ahmad Zeidabadi, un periodista reformista condenado a cinco años de cárcel solo por haber participado de las protestas que siguieron a las elecciones de junio. Además, se lo condenó a nunca más poder escribir o hacer política para el resto de su vida.
Algunos presos han declarado que fueron torturados y sodomizados en las cárceles. Tres expertos de la ONU denunciaron que los opositores políticos son torturados para que confiesen los crímenes de los que son acusados. También se denunció que chicas detenidas en las protestas contra el fraude electoral fueron violadas en prisión.
El teólogo islámico iraní Emad Baghi, que debía recibir en Ginebra el Premio Martin Ennals 2009, considerado el Nobel de los Derechos Humanos, no pudo recogerlo porque no lo dejaron salir del país. Fue la primera vez en sus 18 años de historia que un galardonado con el premio Ennals no lo pudo recibir en persona.
Baghi fue premiado por su lucha a favor de la igualdad de las mujeres y contra la pena de muerte y la tortura. Por eso, ha sido detenido 67 veces y vivió encarcelado cuatro de los últimos diez años. Está amenazado de muerte por sostener que la pena capital es contraria a los preceptos del Corán.
En España existe una intensa movilización para que el régimen teocrático iraní libere a Nemat Safavi. Cada jueves de mañana los teléfonos de la embajada de Teherán en Madrid colapsan debido a cientos de personas que se comunican exigiendo la libertad del muchacho condenado a muerte.
En América Latina nadie conoce a Nemat Safavi. Nadie informó sobre la muerte en la horca de Rahim Mohammadi y a nadie le preocupa que su esposa Kobra Babaei sea lapidada cualquier día de estos.
Ocurre que Ahmadineyad es el gran amigo de la nueva camada de presidentes “progresistas” latinoamericanos. Hace unos días, Lula lo tomó de la mano y lo abrazó con efusión. Evo Morales dijo que su gobierno tiene “enormes coincidencias” con el iraní. Chávez definió así al dictador, el mismo que organizó un concurso de chistes para burlarse de Anna Frank: “hermano Ahmadineyad, gladiador de las luchas antiimperialistas, ejemplo de firmeza, de constancia y de batalla por la libertad de su pueblo”.
¿Y los derechos humanos? ¿La tortura? ¿La ejecución de niños? ¿La lapidación de mujeres? ¿Los presos políticos? Bien, gracias.
Está visto que para algunos autoproclamados integrantes del “progresismo” latinoamericano torturar y violar a los presos puede ser malo o bueno, todo depende quién lo haga.
¿Cuál será la actitud del nuevo gobierno uruguayo ante Ahmadineyad?
Por influencia directa de Hugo Chávez sobre el actual gobierno de Tabaré Vázquez, Uruguay carga con el deshonor de ser uno de los dueños de la cadena Telesur, un canal puesto al servicio de la más burda propaganda iraní y chavista.
¿Nuestro apoyo a Ahmadineyad irá más allá todavía?
¿Alguien en Uruguay se animará a pedir por la libertad de Nemat Safavi?

Artículo de Leonardo Haberkorn
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24.11.09

Querido Mena

Sin que hubiéramos tenido arte ni parte, a los de mi generación nos tocó ir al liceo durante la dictadura. Y para un liceal, el Uruguay de la dictadura era la cosa más sosa y aburrida del mundo.
No había política ni políticos. No se juntaban firmas, ni se organizaban marchas, ni se protestaba por nada. Los noticieros se dedicaban a la lectura de los comunicados del gobierno cívico-militar. Los diarios apestaban. No había revistas uruguayas. El mundo tenía dos tipos de países: democráticos y comunistas. No había rock uruguayo ni nada que se le pareciera. De la existencia del punk, de los Sex Pistols y The Clash, me enteraría con casi diez años de atraso, gracias a Los Estómagos. Tampoco existía lo que luego se llamó canto popular. No se podía nombrar a Zitarrosa ni al Sabalero ni a tantos otros. La marihuana era un tabú. El sexo también, y se debutaba indefectiblemente con una prostituta. Estar en la calle con los amigos era un peligro: tres veces pasé una noche preso solo por estar con amigos en una vereda.
En medio de ese panorama desolador, de ese desierto existencial, de esa nada, un día llegó Mena, el profesor de historia.
Venía precedido de una fama de lunático, transmitida por sus alumnos anteriores. Se contaba que una vez, cuando el pago de sueldos se había atrasado, Mena había llegado a clase con una guitarra y se la había pasado cantando. Y que a veces, cuando tenía un ataque de furia, le pegaba a los alumnos con su paraguas. Su andar encorvado potenciaba la leyenda. Así lo vimos llegar un día a nuestra clase. Estábamos en cuarto y ya nunca nada fue lo mismo que antes.
Foto tomada de Produccionesdehachaytiza.blogspot.com
Mena enseñaba historia con pasión, intentando que entendiéramos las razones y las causas de los procesos históricos. Procuraba que captáramos la influencia del pasado en el presente. El mundo se movía y no era ese lugar insípido que parecía.
Aunque se supone que estaba prohibido, y ningún otro profesor lo hizo nunca, Mena nos habló por primera vez de política. Nos explicó lo que eran los blancos y los colorados. Nos habló de su amado Aparicio Saravia y también de Batlle, de sus vidas, sus ideas y de los valores que representaban. Nos abrió los ojos a un mundo que cuidadosamente nos habían ocultado. Nos contó miles de historias: de las matanzas del Goyo Jeta a los históricos negociados del Banco Comercial: descubrimos que Uruguay no era la nada: era un país con su historia, sus cretinos y sus héroes, como cualquier otro.
También nos hizo ver que la política volvería tarde o temprano, que la dictadura no duraría para siempre. Recuerdo que el día en que el general Gregorio Álvarez asumió la Presidencia se dedicó a analizar esa noticia, yendo mucho más allá que los diarios y los noticieros. Nos habló de sus esperanzas de una reapertura democrática, y nosotros con la boca abierta.
No recuerdo en qué curso fue, pero una vez nos mostró el libro de texto oficial del curso recomendado por las autoridades de Secundaria y nos aconsejó vivamente que no lo compráramos, nos advirtió que él no lo usaría porque aquel libro era un “vómito”. Lo dijo y lo reafirmó tomando un ejemplar del pupitre de una de nuestras compañeras y estrellándolo contra el piso. Anunció que él daría las clases y listo, sin texto. Así que el mundo no era solo obedecer y cumplir órdenes.
Nos recomendaba, en cambio, los libros de Alfredo Traversoni, que estaban prohibidos y proscriptos como su autor. Nos enseñaba a pensar, a razonar, ser críticos ante todo, algo que en la dictadura no te aconsejaban en ningún lado. Varios amigos recuerdan el día que nos pidió: "Recuerden que la Historia la escriben los vencedores, la niegan los vencidos y la creen los tontos”.
Es cierto que Mena se enojaba. A veces podía exhibir un mal humor muy amenazante y otras veces era irónico, sarcástico, incluso cruel, con quienes no captaban el espíritu crítico que deseaba transmitirnos. Sentía una verdadera fobia contra aquellos que estudiaban las lecciones de memoria. Una vez una estudiante no muy avispada habló en clase del “impuesto al sol”, cuando debía haber hablado del “impuesto a la sal” que se cobró en diversos lugares y momentos históricos. Mena se percató que aquella chica no entendía de qué estaba hablando, que solo repetía una lección mal memorizada. “¿Es un impuesto que se paga cuando alguien va a la playa y toma sol, por ejemplo?”, le preguntó. La alumna no dudó: “Sí, claro”. La voz de Mena atronó en todo el salón: “¡Qué estupidez! ¡Qué estupidez! ¡Qué estupidez!”.
Eso también: Mena era políticamente incorrecto de un modo glorioso. Hoy, cuando lo políticamente correcto lo ha invadido todo hasta la imbecilidad, cuando está mal llamar “chico” o “menor” a un niño, cuando para decir uruguayos hay que decir “uruguayas y uruguayos”, recuerdo que tener clase con Mena era siempre un desafío a las convenciones y un reto a la inteligencia. Con él las cosas nunca tenían que ser como se esperaba que fueran. Sin duda, detrás de su voz cascada y de su desatada ironía, sentía una gran ternura por esos adolescentes obligados a crecer en el espantoso Uruguay modelo 1970.
El profesor Celiar Enrique Mena Segarra falleció el domingo 22, en Montevideo. Tenía 75 años. Se calcula que tuvo 10.000 alumnos. Tuve la suerte de ser uno de ellos durante tres cursos: cuarto, quinto y sexto. Mena, con sus buenos y malos humores, sus risotadas y su paraguas, su guitarra y sus arranques de bronca, me abrió los ojos a un mundo enorme y complejo, mucho más rico e interesante de lo que yo nunca había imaginado.
Y eso es algo, querido profesor, de lo cual no voy a olvidarme nunca.

Artículo de Leonardo Haberkorn
el.informante.blog@gmail.com

19.11.09

Crónicas de sangre, sudor y lágrimas: "El alma de las cosas"

Marcello Figueredo, Leonardo Haberkorn, Gabriel Pereyra
Crónicas de sangre, sudor y lágrimas, el nuevo libro de Leonardo Haberkorn, fue presentado el martes 17 de noviembre por los periodistas Marcello Figueredo y Gabriel Pereyra.
Figueredo, en un pasaje de su presentación, dijo:
"A pesar de la variedad de temas, a pesar de la variedad de personajes, detrás de todas estas crónicas hay un gran denominador común, que es la capacidad de retratar desde costados muy distintos al mismo país, al Uruguay, que es la sociedad que está detrás de todas estas historias y de todos estos personajes".
"Ocupándose de cosas muy distintas -continuó Figueredo- el libro termina regalándonos un friso, un mosaico, de un país muy jodido como es el Uruguay hoy. Por lo tanto me congratulo que salga a la luz, que esta compilación nos devuelva al Haberkorn que los grandes medio se han dado el lujo de perder, y tengamos aquí para celebrar estas Crónicas de sangre, sudor y lágrimas, que se las recomiendo muy calurosamente".
Por su parte, Gabriel Pereyra afirmó: "Creo que el buen periodismo es aquel que logra trascender los hechos que son caducos y puede atisbarle el alma a las cosas, que es algo mucho más perenne y que tiene que ver con la palabra escrita. Y creo que este libro lo logra".
El audio completo de la presentación, que se realizó en el auditorio de la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT, puede escucharse aquí:

Crónicas de sangre, sudor y lágrimas. Marcello Figueredo. Gabriel Pereyra. Leonardo Haberkorn


9.11.09

Un ejemplo para el mundo

Ojalá la campaña electoral termine pronto.
Uno se cansa de tener que escuchar todos los días, durante diez meses, la misma tensa y encendida discusión… sobre la nada.
Ninguno de los temas que importan está hoy arriba de la mesa.
¿Se hará algo para rescatar la educación pública de su actual catástrofe? ¿Se limitará el poder corporativo de los sindicatos docentes? ¿Cómo se hará para que en los liceos públicos y en la UTU se termine la estafa que significa un 20, 30, 40 por ciento de ausentismo de los profesores? ¿Se evaluará de una vez el desempeño de los docentes?
Mientras otros países se imponen el desafío de que todos sus jóvenes aprendan inglés, acá ni siquiera hablamos de cómo podemos hacer para que los liceales vuelvan a aprender a escribir en castellano.
Es triste ver cómo se usa el Plan Ceibal, que es muy positivo, como coartada para disimular el desastre global de la educación. El Plan Ceibal es la alfombra debajo de la cual se barre toda la basura del nuestras escuelas y liceos. Alguien tiene que decirlo: tener una computadora desde niño está muy bien, pero no alcanza, ni garantiza nada.
Tampoco ningún candidato se ha animado a hablar sin tapujos de la central nuclear que, según parece, todos los partidos apoyan.
¿Podemos lanzarnos a semejante aventura envueltos en el ominoso silencio con el que el tema ha sido sepultado? ¿Es nuestra única alternativa ante la dependencia energética? ¿Y cómo sería la central nuclear uruguaya? ¿Tendría la eficiencia histórica del Correo? ¿La precisión de la Dirección de Meteorología? ¿El nivel tecnológico de nuestra Policía? ¿Se inundaría como la Biblioteca Nacional? ¿Haría paros sorpresivos como el transporte? ¿Quién la dirigirá? ¿Un recomendado del hermano del presidente? ¿Un científico uruguayo de primera línea como Perera? ¿Un candidato que no consiguió llegar al Parlamento?
De los residuos nucleares ni hablemos. ¿Serán como las armas del Ejército que terminan alimentado misteriosos arsenales?
No se discute en términos serios cómo mejorar la seguridad pública, ni qué política seguir frente al delito, ni qué hacer con nuestras Fuerzas Armadas. De nada de esto se habla en esta campaña. Tampoco de nuestro modelo productivo, de nuestros salarios tercermundistas, de cómo haremos para salir de la pobreza. ¿O seguiremos festejando el pobrismo y repartiendo limosna para siempre?
Nadie ha dicho tampoco cómo será el Estado uruguayo. ¿Seguiremos contratando empleados públicos de a miles? ¿No estábamos todos de acuerdo en el daño que causa el clientelismo? ¿Se seguirá alimentando el poder de las corporaciones? ¿Éste es nuestro modelo de sociedad democrática?
No se ha dicho una sola palabra sobre seguridad social, una bomba de tiempo alimentada por nuestra baja natalidad, la emigración y nuestro altísimo porcentaje de jubilados.
¿Y de nuestra inserción internacional? Nada. ¿Tendremos una relación privilegiada con Estados Unidos? ¿Seguiremos en un Mercosur que no funciona? ¿Tenemos alguna idea para que funcione? ¿Hasta dónde llegará nuestra asociación con Hugo Chávez? Silencio. Ya nos enteraremos.
Es una campaña hueca, vacía, mentirosa. Una campaña donde un candidato acusa al otro de vivir en un tugurio. El otro responde que le va a regalar una caja de Viagra. Y las hinchadas festejan.
Todo nuestro primitivismo se exhibe sin pudor en este circo: mortalmente peleados por nada, divididos en tolderías, incapaces de escuchar lo que dice el otro. En nuestro atraso, todo es blanco o negro. Todavía no hemos descubierto lo que son los matices.
Lo peor es ver la reacción entusiasta y hemipléjica de tanta gente ante este pobre espectáculo. Ven solo la mitad de la miseria. Hay demasiados uruguayos que viven la política con la ceguera y el fanatismo del fundamentalismo religioso. Y yo quiero vivir en Uruguay, no en Irán.
Lo peor es tener que escuchar a los que repiten que esta versión clase C de una democracia, financiada quién sabe por quién, con estos candidatos, con estos partidos, con esta prensa, con esta hemiplejia, es un ejemplo para el mundo.
¿Un ejemplo de qué?

Artículo de Leonardo Haberkorn
Prohibida su reproducción sin autorización del autor
Derechos exclusivos Blog El Informante

Crónicas de sangre, sudor y lágrimas


Crónicas de sangre, sudor y lágrimas es el nombre de mi nuevo libro.
La obra reúne once crónicas y reportajes en profundidad, todos en la línea del periodismo narrativo. Ellos son:
“El pueblo que quiso salir en televisión”: una detallada investigación sobre la tragedia de Young, cuando ocho personas murieron aplastadas por un tren durante la grabación del programa televisivo Desafío al Corazón.
“El infierno de San Antelo”: la investigación que desató el escándalo de la Comunidad Jerusalén y llevó a prisión al sacerdote Adolfo Antelo por los abusos que cometía. Se publicó en la primera edición de la revista tres, el 27 de enero de 1996, y nunca había vuelto a ser impresa.
“Los otros sobrevivientes de los Andes”: la tragedia de los Andes contada por aquellos que no tuvieron milagro, los familiares de quienes nunca volvieron de la montaña.
"Un mundo sin Gloria": la historia de la agente policial Gloria Cor, suyo suicidio apenas ocupó un pequeño espacio en los diarios. Esta historia le sirvió de inspiración al músico Garo Arakelian para componer la canción "Gloria", de su disco que lleva el nombre, justamente, de "Un mundo sin Gloria".
“Juntos fueron dinamita”: la increíble peripecia de Lestat de Orleans y Montevideo, un misterioso estadounidense que un día se radicó en Fray Bentos, y Alda Ribeiro, su novia uruguaya. Una historia de amor con dos hoteles volados en Bolivia, dos inocentes muertos y un final de tragedia.
“La terquedad del poeta”: un retrato en profundidad de Mario Benedetti, su vida y su obra, incluyendo el resultado de un almuerzo y dos largas entrevistas, de las últimas del celebrado escritor.
“El socialista que degradó a Plutón”: la insólita historia de como dos astrónomos uruguayos terminaron por derribar un planeta del cielo.
“El último Hitler uruguayo”: una exploración por el extravagante mundo de los uruguayos que llevan el nombre de pila de Hitler.
"El Gladiador": una semblanza del polémico director técnico de fútbol Julio Ribas.
"Kohen versus Kohen": la increíble historia de un hombre que desafió y venció a la naturaleza solo para demostrarle que era tan inteligente como su hermano.
"Regusci contra el petróleo": la peripecia del inventor uruguayo que lucha por fabricar un motor que funciona con aire comprimido.
Una introducción en la cual reflexiono sobre el periodismo actual completan la obra, editada por Fin de Siglo.
El libro fue presentado el 17 de noviembre de 2009 por los periodistas Marcello Figueredo y Gabriel Pereyra en el auditorio de la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT:
Las críticas recibidas pueden leerse aquí.
En 2023 este libro se reeditó, ampliado, con cuatro artículos que no se encontraban en su edición original, con el titulo de Un mundo sin Gloria.
 

 

4.11.09

Boldo: la hierba buena que hace mal

Que un científico de primera línea denuncie que una bebida muy común es tóxica sería motivo de alarma en cualquier país del mundo. Sin embargo, en Uruguay eso ocurrió y no pasó nada.
En junio de 2007 la doctora Irene Litvan dijo en el programa Viva la tarde de radio Sarandí que el té de boldo mataba las células del cerebro y podía desencadenar un tipo raro y grave del mal de Parkinson llamado PSP. “El té de boldo no se debería tomar. Parece algo común pero es realmente muy tóxico. Hay muchos estudios hechos en Francia, en Alemania, que demuestran la toxicidad de algunas sustancias que posee”, dijo la doctora.
En noviembre de 2007, Litvan volvió a repetir sus advertencias en la misma radio y alertó sobre el consumo de boldo como digestivo. “No tiene casi sentido que uno pueda mejorar la salud con una sustancia que mata las células”, afirmó la doctora. No tiene ninguna lógica, agregó, “querer tener un buen hígado y un mal cerebro”.
Semejantes acusaciones deberían haber provocado algún tipo de reacción de las autoridades y una respuesta de los fabricantes y agentes comerciales del boldo. Pero nada de eso ocurrió.
Litvan no es una doctora más. Nacida en Montevideo y radicada en Estados Unidos, es una autoridad neurológica mundial. Es directora del Programa de Movimientos Anormales de la Universidad de Louisville. Su trabajo consiste en investigar cómo frenar los efectos de enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. El Instituto de Salud de Estados Unidos le otorgó 3,4 millones de dólares para financiar sus investigaciones, según informó el diario El País de Montevideo.
Litvan procura también determinar qué tipo de sustancias pueden hacer que una persona con cierta predisposición genética termine por padecer el Parkinson o una variante más compleja y grave, la Parálisis Supranuclear Progresiva (PSP), una enfermedad en la cual los pacientes no responden a los medicamentos. Esas sustancias que pueden desencadenar estas graves enfermedades pueden ser alimentos. Y es allí donde aparece el boldo.

De la guanábana al boldo

El boldo es un árbol de hojas perennes que puede medir hasta seis metros y crece principalmente en Chile, aunque también en Argentina y Perú. También se lo cultiva en países europeos y africanos de la cuenca del Mediterráneo, donde se aclimató. El boldo mueve mucho dinero: sólo Chile exporta más de mil toneladas de hojas al año. Las exportaciones chilenas crecieron 127% entre 2002 y 2007. Su principal cliente es Argentina, seguido de Brasil, Paraguay y España.
Las cualidades medicinales de este árbol –un arbusto en realidad- son conocidas desde hace siglos, en especial como estimulante hepático, pero también como diurético, digestivo, sedante y antioxidante.
Pero en 1999 ocurrió algo. La neuróloga francesa Dominique Caparros-Lefebvre comenzó a investigar por qué en la isla de Guadalupe, en el Caribe, había un número excepcionalmente alto de casos de PSP y manifestaciones atípicas del mal de Parkinson.
De la investigación surgió que un alto porcentaje de esos enfermos de PSP y Parkinson atípico comían con frecuencia los frutos de unos árboles llamados Anona muricata y Anona purpurea, y bebían un té hecho con sus hojas. Las frutas de estos árboles son conocidas como pawpaw o soursop en Guadalupe, pero existen en otros lugares de América. El soursop en castellano es conocido como guanábana y se lo llama graviola en portugués. En el nordeste de Brasil, muchos lo habrán probado de vacaciones, en exquisitos jugos y helados de color blanco.
El siguiente paso fue estudiar la composición química de la guanábana. Se descubrió entonces que esta planta posee unos alcaloides muy tóxicos, como la reticulina y la isoboldina. Sucesivos estudios de laboratorio revelaron que, por ejemplo, la reticulina mata cierto tipo de células cerebrales. En laboratorios, estos alcaloides desataron el Parkinson en animales. “Uno o dos pawpaw al mes durante dos años hacen que una rata tenga parkinsonismo”, dijo Litvan.
La doctora Caparros-Lefebvre y sus colaboradores estudiaron luego qué otros plantas consumidas por el ser humano poseen los mismos alcaloides tóxicos. El boldo fue señalado como una de ellas. Otras fueron la fumaria, la hidrastis y la celidonia.
La doctora Litvan, entrevistada por correo electrónico para este reportaje, relató que fue la propia Caparros-Lefebvre quien le advirtió que el té de boldo que se consume en países como Argentina representaba el mismo peligro que el té de guanábana y otras plantas similares consumidas en Guadalupe.
Litvan hizo pública esta información en un artículo publicado en 2003 en la revista científica Movements Disorders con el título de “Update of epidemiological aspects of Progressive Supranuclear Palsy”, cuatro años antes de la entrevista en radio Sarandí.

Investigación trunca

Los estudios de Caparros-Lefebvre son hoy una referencia en el mundo entero. Una búsqueda en Google del nombre de la doctora francesa arroja 16.300 resultados.
Pero, curiosamente, la relación entre el boldo y el Parkinson pudo ser descubierta en Uruguay años antes que Caparros-Lefebvre realizara su celebrado trabajo.
Entre 1995 y 1997 en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable se desarrolló una investigación conjunta entre esa dependencia estatal y dos laboratorios privados, que financiaban el experimento. El objetivo era estudiar si el boldo podía servir para combatir el mal de Parkinson.
“Pensamos que el boldo, como es un muy buen antioxidante, podía ser útil contra el Parkinson”, dijo Federico Dajas, médico e investigador jefe del Departamento de Neuroquímica del Clemente Estable.
Bajo esa hipótesis de trabajo, el boldo comenzó a ser administrado a un grupo de ratas con Parkinson. Pero los resultados no fueron los previstos. “Las ratas no mejoraban. Algunas se mantenían igual y otras empeoraban”, relató Dajas.
Como el efecto del boldo era contrario al planteado en la hipótesis del experimento, sus responsables decidieron suspenderlo antes de que llegara a su fin. Por eso nunca se publicaron sus resultados, ni tampoco se divulgó lo ocurrido.
Hoy Dajas sostiene que de lo experimentado no se pueden extraer conclusiones válidas para los humanos. Por un lado la experiencia no se terminó. Por otro lado, “de lo que ocurre con las ratas es muy arriesgado inferir una conclusión clínica porque las ratas reciben dosis muy altas”. También destacó que no todas las especies animales reaccionan igual ante los alimentos.
Sin embargo, a la luz de los descubrimientos realizados apenas un par de años después por Caparros-Lefebvre, parece evidente que, en términos de simple y puro conocimiento, hubiera sido bueno seguir adelante con aquel experimento que estaba revelando información tan grave sobre un producto que miles de uruguayos consumen día a día.
“Tan importante como saber si el boldo hace bien es saber si hace mal”, dijo la doctora Litvan por correo electrónico.

Natural y también tóxico

Los neurólogos uruguayos saben que Litvan es una científica de prestigio mundial, pero por ahora en lo que respecta al boldo prefieren mirar para otro lado. La doctora Ofrenda de Medina, integrante del grupo de trabajo sobre Parkinson de la Sociedad de Neurología, dijo que las investigaciones de Caparros-Lefebvre y las denuncias de Litvan son datos sobre los que hay que “esperar una confirmación”.
De todos modos, la neuróloga alertó sobre el consumo imprudente de hierbas supuestamente medicinales.
“Lo principal es que la gente sepa que las hierbas pueden no ser inofensivas. Hay que asesorarse, porque algunas son muy tóxicas”.
La doctora Salomé Fernández, integrante del CIAT y experta en toxicología, dijo que “aunque son pocas las especies vegetales cuya toxicidad intrínseca es elevada, la administración reiterada de dosis elevadas de una planta aparentemente inocua puede ser nociva”.
Que el boldo tiene componentes tóxicos es algo que se conoce desde mucho antes que las investigaciones de Caparros-Lefebvre. El boldo, por ejemplo, tiene ascaridol, una conocida sustancia tóxica, peligrosa si se la ingiere en demasía o por período prolongados.
Por eso, en varios portales de Internet dedicados al uso de hierbas o a la información sobre medicamentos se advierte que el boldo no puede beberse en forma permanente.
“No se recomienda el uso del boldo durante períodos de más de cuatro semanas ni tampoco el uso del aceite esencial de boldo debido a la presencia de sustancias como ascaridol y 4-terpineol, que son tóxicas e irritantes”, dice Portalfarma.com.
También se agrega que “el boldo no debe usarse durante el embarazo debido a la presencia de ascaridol, que es una sustancia tóxica que puede producir efectos adversos en el feto”.
En la página web del doctor Alberto Cormillot se sostiene que el boldo no debe ser consumido por “pacientes con obstrucciones en el tracto biliar o con enfermedad hepática severa”. También que “dosis muy altas pueden causar parálisis”. Esas advertencias están basadas en la monografía Intoxicaciones por té y yuyos de Carolina Rojido, Yanina Pross y Andrés Zapata, de la Cátedra de Pediatría II de la Universidad Nacional de Rosario.
Sin embargo, este tipo de precauciones no son conocidas en general por el público, que consume boldo para mejorar su digestión.
Para la doctora Litvan es grave que el boldo se venda en forma libre, sin ningún tipo de advertencia y sin que se divulgue los peligros que entraña.
Cuando fue entrevistada por radio Sarandí, una oyente llamó y contó que había tomado boldo durante siete años consecutivos. En forma paralela comenzó a perder la vista por un motivo que los médicos estimaban inexplicable. La perdida de visión, originada en un problema neurológico, sólo se detuvo, según contó, cuando dejó de beber las infusiones de la hierba.
A través del correo electrónico se le preguntó a Litvan si consideraba que existía una dosis segura para consumir el boldo. Respondió: “¿Para qué tomar algo que puede ser tóxico? Es como jugar con fuego”.

Fragmento de un artículo de Leonardo Haberkorn publicado en la revista uruguaya Placer, edición de agosto-setiembre de 2008.
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Nota. El 3 de marzo de 2011 recibí el siguiente mensaje por correo electrónico de la doctora Irene Litvan, que reproduzco manteniendo la redacción y ortografía originales:


"Estoy recibiendo emails de mucha gente en relacion a su articulo que se esta difundiendo por la internet.  Le quiero volver a aclarar que yo no hago investigaciones sobre el boldo, mi investigacion es sobre una fruta que se llama pawpaw, que es un nuevo cultivo en USA, y que es de la misma familia que otra que crece en el tropico (isla de Guadalupe) que tiene multiples nombres (en el centro y norte de Sudamerica se llama guanabana) y se ha asociado en dos estudios epidemiologicos con una enfermedad neurodegenerativa parkinsoniana que yo tambien estudio (PSP). En los paises de centro (por ejemplo Mejico) y norte de Sudamerica (por ejemplo Colombia) se come esta fruta, se ingieren jugos, helados y te de guanabana.
Cuando hable en radio Sarandi, la investigadora que estaba trabajando en la isla de Guadalupe, Dra Caparros-Lefebvre, me habia dicho y ella habia publicado un capitulo en el que decia que que en sudamerica le llamaban boldo a la misma planta, pero luego he visto que el boldo viene de plantas diferentes. No conozco experimentos con boldo y toxicidad y no se ha asociado que yo sepa a ninguna enfermedad neurologica.  Por otro lado, un reporte de la European Food Safety authority del 2009 (pagina 73) pone al boldo como potencialmente toxico pues contiene uno compuesto, tetrahidroisoquinolona que esta en la fruta tropical de Guadalupe y en otros estudios se demostro que es tambien toxica para las neuronas y en modelos animales tambien produce parkinsonismo. Si bien el te de boldo podria ser  potencialmente toxico para las neuronas, lo que no se sabe es cuanta cantidad de compuestos potencialmente toxicos hay en un te de boldo y cuantos años uno tendria que tomarlo para que sea toxico.  Debe de llevar años para que un te que normalmente tiene pocas cantidades de una fruta sea toxico, pero por prudencia no tomaria boldo y esto es lo que afirme cuando hable en la radio Sarandi y sigo pensando a pesar que no haya de momento datos al respecto".

Publicado el mensaje que me solicita Litvan solo me resta recordar que, obviamente, todas las citas adjudicadas a la doctora en la nota original están respaldadas en grabaciones o en correos electrónicos escritos por ella misma.

Leonardo Haberkorn

23.10.09

El país con más vivos del mundo

Aterrizamos en Lima a medianoche. Habíamos reservado una habitación a través de internet. Los responsables del hotel Sipán habían prometido recogernos en el aeropuerto, pero no estaban.
A la salida de la terminal aérea decenas de taxistas ofrecían sus servicios a gritos. Como también había muchos policías y agentes de seguridad, pensé que todos serían taxis oficiales y seguros. Pero el auto al que finalmente subimos no tenía identificación ni el clásico cartel plástico que dice “taxi” en el techo. “Éste no es un taxi”, le dije. “Sí, es”, me respondió el hombre mientras sacaba un cartel de plástico de debajo de su asiento y lo colocaba sobre el tablero del auto.
Intenté no transmitirle ni preocupación a mi esposa y mi hija de cinco años. El coche tampoco tenía taxímetro, algo común a todos los taxis del Perú: lo que te cobran te lo cobran a ojo.
A la salida del aeropuerto había un peaje, pero el taxista evitó pagarlo dando un sencillo rodeo por una calle aledaña. Me sorprendí. En Uruguay a muchos les gustaría saltearse los peajes, pero nadie les deja una calle libre para hacerlo. ¿Cómo podía ser tan fácil burlar un peaje? ¿Por qué algunos pagaban si era tan fácil no hacerlo? ¿Llegaríamos al hotel o seríamos desvalijados en el camino? El taxi avanzaba en la noche limeña.

***

Llegamos sanos y salvos al hotel Sipán, en la esquina de la Vía Expresa y 28 de Julio, en pleno Miraflores. No habían ido a buscarnos al aeropuerto, nos dijeron, porque se habían confundido de fecha. Nos instalamos en nuestra pieza sin saber que en ese hotel seríamos noticia.
El primer día en Lima transcurrió sin sobresaltos. Por la mañana visitamos la renombrada colección de piezas indígenas del Museo del Oro. Pagamos la entrada, que no es barata. Como anticipo de las bellezas que veríamos, en el boleto de entrada venía la foto de la pieza más bella de la colección: un cuchillo ceremonial inca (“tumi”) de oro.
Recorrimos el museo y efectivamente vimos objetos hermosos, como una máscara dorada que llora lágrimas de esmeraldas. Al salir de la sala subimos por una escalera rodeada de afiches y recortes de prensa del mundo entero que alaban la colección. Casi todos los artículos y posters estaban ilustrados con la misma imagen: el magnífico tumi de oro impreso en el boleto de entrada.
Fue ahí que me di cuenta: no habíamos visto esa pieza en nuestra recorrida. Preguntamos y un funcionario del museo nos dijo que no la habíamos visto porque estaba en España, exhibida allí junto con otra parte de la colección del museo.
Deberían habernos avisado antes, pensé, pero no le di mucha importancia. Sólo cuando las situaciones de este tipo comenzaron a repetirse una y otra vez en nuestro maravilloso viaje por el Perú, volví a acordarme del asunto.

***

Tras el paseo llegamos al hotel Sipán con ganas de descansar, pero la dueña nos esperaba en persona y con cara de evidente nerviosismo.
Habían entrado ladrones, nos anunció: “Vayan a ver si no les falta ningún polito”.
Abrimos la puerta de nuestra habitación con pánico. Todo nuestro equipaje, todo lo que traíamos estaba tirado y desparramado.
Por suerte, nos dijo la dueña del hotel, los ladrones no habían dado con la caja de seguridad colectiva, donde habíamos depositado nuestro dinero. La mujer dijo que dispusiéramos a nuestro antojo de las bebidas del frigobar para reponernos del mal trance. Tomando coca cola, pensamos que sólo se habían llevado la radio Barbie de nuestra hija. Dos días después, preparándonos para partir hacia Cusco, vimos que también nos habían robado dos camperas impermeables nuevas, marca Reebok, que habíamos traído para enfrentar la temporada de lluvias de la sierra.
La dueña del hotel Sipán prometió hacerse responsable. Dijo que nos perdonaría el costo de una noche de alojamiento (40 dólares) para que pudiéramos comprar dos camperas iguales. Nos aconsejó ir a las tiendas Ripley, cerca del parque Kennedy. Fuimos, allí había camperas Reebok iguales a las nuestras, pero los 40 dólares no alcanzaban para comprar ni siquiera una.
Le dijimos eso a la mujer, pero 40 dólares era el límite de su responsabilidad.

***

Otras veces quisieron robarme de un modo más disimulado. El Lima un taxista quiso cobrarme 15 soles, mucho más de lo razonable, por llevarme de Larcomar a Barranco. En Cusco otro taxista me cobró un 25% más del precio convenido porque –dijo- tuvo que hacer dos cuadras extras. En esa ciudad, una agencia de turismo me hizo una reserva en un hotel tres estrellas, pero la pieza que nos dieron no tenía agua caliente. En el tren que nos trajo de vuelta de Machu Picchu olvidamos dos camperas, una de mi mujer y otra de nuestra hija. Unas horas después telefoneamos a la empresa Perú Rail y nos dijeron que en el tren sólo habían encontrado la de la niña.
Tras nuestra estancia en Lima y la inolvidable visita a Cusco, Pisaq y Machu Picchu, alquilamos un auto para recorrer la costa norte peruana.
No había pasado media hora desde nuestra partida, cuando un policía de tránsito nos detuvo y nos reclamó una coima para dejarnos seguir disfrutando de nuestras vacaciones.
Es curioso: en las carreteras del Perú está indicado cuando comienza una zona urbana en la que hay que manejar a 35, 45 o 55 kilómetros por hora. Pero nunca se aclara cuando finaliza. Los policías de tránsito suelen colocarse en esa zona semiurbana que hay al final de cada pueblo o ciudad. Naturalmente, el conductor al ver que la ciudad ya terminó ha comenzado a conducir un poco más rápido. Es ahí cuando estos guardianes de la ley aprovechan para aprovecharse.
“Aquí el límite de velocidad es de 35 kilómetros por hora”, me dijo el agente. Le respondí que la ciudad ya había terminado, pero me aclaró que el último cartel decía 35 kilómetros por hora y que esa señal seguía rigiendo mientras no apareciera otra. (De haber seguido ese criterio, todavía hoy estaría manejando al norte rumbo al Ecuador).
Mientras agitaba mi libreta de conductor frente a mis narices, el policía me planteó las cosas sin falsos pudores: podía ponerme una multa de 170 soles, sacarme la libreta, enviarla a una oficina en otra ciudad y arruinar nuestras vacaciones. Pero también podía devolverme mi documento en ese momento si yo evaluaba correctamente la situación. “Lo dejo a su evaluación”, repetía.
Le pregunté si 40 soles le parecía una evaluación correcta y frunció el ceño con disgusto. Le dije 50 y aceptó.

***

Nuestras vacaciones continuaron. En Trujillo, el empleado de un estacionamiento a dos cuadras de la plaza de Armas –la cochera Pizarro, en la calle Alfonso Ugarte- anotó en nuestro ticket que habíamos llegado a las 11.30, cuando en realidad eran las 12.30. Pretendía cobrarme una hora de más. Cuando le hice ver que me había puesto una hora equivocada, dijo que se había confundido. Me mostró que en el registro oficial del estacionamiento había puesto la hora correcta: era la jugada perfecta, nos cobraba una hora extra a nosotros, pero no se la pagaba a su patrón.
En el hotel Sol y Mar de Huanchaco quisieron cobrarme cinco soles por cada vez que nos habían calentado agua para el mate: 20 soles en total. Les dije que era una vergüenza, que en la mayoría de los lugares lo habían hecho gratis o, como máximo, cobrando uno o dos soles. Me negué a pagar. Finalmente la tarifa de cada termo de agua caliente bajó a dos soles.
No podíamos bajar la guardia nunca, había que estar atentos siempre. Un par de años atrás, buscando material para una artículo crítico del modo de ser de los uruguayos, visité al antropólogo Daniel Vidart. Hablamos de la “viveza criolla” ese rasgo típico uruguayo según el cual un partido de fútbol se puede ganar tirándole arena en los ojos al arquero rival. Yo creía que esa “viveza criolla” era una característica propia (y una lápida para el desarrollo) de los uruguayos y de los argentinos, que creen que lo mejor que hizo Maradona fue aquel gol con la mano. Vidart me explicó que no era así. Menospreciados y postergados por los colonizadores españoles, los criollos americanos habían adoptado la trapacería social, el arte de hacerle trampas al prójimo, como el modo de obtener las ventajas que el modelo político español les negaba. Eso no había empezado ni en Buenos Aires ni en Montevideo, sino en Lima y otras ciudades de la costa peruana, las primeras grandes sociedades criollas. Vidart me dijo que la viveza criolla en Perú era todavía mayor que la nuestra.

***

Yo había olvidado aquella entrevista con el sabio antropólogo. La recordé en el muelle de Huanchaco.
Ya era de noche cuando llegamos al muelle de ese coqueto balneario trujillano. Nunca antes había visto que se cobrara entrada para entrar en un muelle, pero un cartel lo indicaba con claridad: había que pagar dos soles por cabeza para dar un paseo por la escollera.
El boleto se abonaba en una pequeña casilla ubicada en la cabecera del muelle. El hombre que nos vendió los tickets ni nos miró siquiera; se limitó a cobrarnos y a darnos los dos talones de entrada. No nos cobró por la niña.
Estuvimos unos diez minutos escuchando las olas y luego comenzamos a desandar el camino saliendo del muelle. Cuando estábamos llegando a la cabecera noté algo raro: todo el mundo entraba sin pagar. Miré hacia la casilla donde se vendían las entradas: estaba cerrada a cal y canto. ¡Otra vez nos embromaron!, pensé.
Le pregunté a un policía qué pasaba. Me dijo que se cobraba entrada sólo hasta las 19.30. Le pregunté qué hora era en ese momento. Las 19.50, me dijo.
Nos habían vendido las entradas ya fuera de hora o, en el mejor de los casos, un minuto antes del horario gratuito, sin advertirnos nada.
Como en una película todas las imágenes volvieron a mi mente: el taxi falso, el hotel asaltado, la dueña que se haría responsable de todo lo robado, el museo del oro sin tumi de oro, el hotel tres estrellas sin agua caliente, el taxista de Cusco, el empleado del estacionamiento en Trujillo, aquella vieja entrevista con Vidart.
Tenía que escribirlo.

***

Por supuesto: éste es un artículo injusto. Nuestras vacaciones en Perú fueron maravillosas, las mejores en años. En nuestra recorrida vimos cosas tan bellas que nunca las olvidaremos. Todos nos trataron con simpatía. La mayoría, claro, también con honestidad.
Sin embargo, el porcentaje de avivados resultó muy elevado. Muchos de los que quisieron abusar de nuestra confianza (y lo lograron varias veces) no eran ladrones profesionales, sino trabajadores. En casi 30 países que he visitado nunca el límite entre honestidad y deshonestidad mostró una línea tan delgada y difusa.
Muchos peruanos nos preguntaron a lo largo de las tres semanas de viaje qué nos había parecido su país. Les respondíamos que Perú es fascinante, que nuestra excursión fue inolvidable, pero que demasiados peruanos quisieron engañarnos o atropellarnos, con y sin éxito.
La respuesta de nuestros interlocutores siempre era la misma: en todos lados hay gente deshonesta. Cuando les aclarábamos que aunque eso es cierto, ni en Buenos Aires, ni en Rio, ni en Chichicastenango, ni en Penang, ni en Bangkok habíamos padecido de tantas avivadas, la conversación se cortaba abruptamente. El peruano es simpático, pero hay verdades que prefiere no oír.

***

Mantuvimos la guardia en alto hasta el último momento. Estuvimos atentos a cada señal de tránsito, cada policía, cada cartel, cada precio de cada menú, cada horario en la cabecera de cada muelle. Preguntamos una y otra vez cuánto nos iban a cobrar por calentarnos agua para el mate.
Poco antes de llegar al aeropuerto pagué el peaje que, recordé, el primer taxista que habíamos conocido se había salteado tres semanas atrás. Miré hacia el costado y vi muchos automovilistas dando el rodeo que permitía no pagar.
Sólo bajamos la guardia tras devolver el auto en el aeropuerto, hacer el check in en la ventanilla de Lan Chile, realizar los trámites de migración y pagar la abultada tasa de embarque.
Las vacaciones habían terminado. Le habíamos prometido una muñeca a mi hija por lo bien que se había portado en todo el viaje.
Mi esposa y la niña fueron a elegirla en la mayor tienda del free shop del aeropuerto de Lima, esa que vende whisky escocés, chocolate suizo y muñecas Barbie. Eligieron una muñeca hada y sirena a la vez, cuyo precio era 70 soles según estaba indicado en un prolijo cartel.
Uno piensa que un aeropuerto internacional es un lugar neutral y seguro. Por eso no noté nada raro cuando la cajera del free shop me cobró 90 soles.
Mientras mi hija corría alborozada con su nueva hada-sirena, mi mujer me hizo notar que nos habían cobrado 20 soles de más. ¡Otra vez!
Volví a hablar con la cajera. Me dijo que el precio era 90 soles ya que eso era lo que indicaba el código de barras de la muñeca. Le respondí que entonces el cartel que informaba que el precio era 70 soles estaba mal, que debían retirarlo o cambiarlo. Ni siquiera me respondió y, por supuesto, tampoco quitó el precio equivocado.
Nunca me había pasado algo así en un free shop. Me tranquilicé pensando que tenía un largo viaje por delante y que no debía arruinar el último momento de las vacaciones.
Unos minutos después, el vuelo todavía no salía, fui a gastar las pocas monedas que me quedaban. En un local que vendía recuerdos y golosinas, elegí un chocolate y unos chicles. Le di a la cajera mis últimos cinco soles con 75 centésimos.
La chica tomó la moneda de cinco soles que yo le había dado y comenzó a mirarla más tiempo del habitual. La giró entre sus dedos con cara de desprecio. Luego se la mostró a una compañera que también la miró con disgusto. Por fin se volvió hacia mí y, en voz lo más alta posible, me dijo: “Esta moneda no se la puedo aceptar porque es falsa”.
Abochornado por varios viajeros que me miraban como si fuera un delincuente, devolví las golosinas. La cajera me entregó la moneda con cara de asco. Era cierto: notoriamente era falsa.
Estaba desconcertado y furioso. Me seguirían jodiendo hasta el mismísimo momento de subir al avión.
Pensé en quién me había dado la maldita moneda. Recordé que había llegado al aeropuerto con sólo cuatro monedas, todas de un sol. Deduje entonces que el dinero falso me lo habían dado en la propia terminal. Recordé también que lo único que había comprado era la muñeca y me invadió la rabia.
Por los altoparlantes llamaron a embarcar a los pasajeros de nuestro vuelo, pero no hice caso. Comencé a correr rumbo a la gran tienda que vendía whisky escocés, chocolate suizo y muñecas Barbie.
La cajera seguía en su puesto. Agitado y ya sin paciencia, le dije, en voz lo más alta posible:
- No sólo me cobraste 20 soles de más, sino que en el vuelto me diste una moneda de cinco soles falsa. ¿No te parece demasiado?
La chica no se inmutó. Con gran calma tomó la moneda y la miró sin mayor meticulosidad. Abrió la caja registradora y sacó cinco monedas de un sol y me las tiró sobre el mostrador. Luego tomó la moneda falsa y la colocó dentro de la caja registradora.
Atrás mío esperaba el próximo cliente.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Prohibida su reproducción sin autorización del autor
Derechos exclusivos blog El Informante
Una versión reducida de esta crónica se publicó en el diario uruguayo Plan B, el 7 de marzo de 2007.

15.10.09

La ola de los presidentes-espejo

¿Por qué los italianos votan una y otra vez por Berlusconi? Esa es la pregunta a la que intenta responder un reciente artículo del Washington Post.
La periodista que lo firma, Anne Applebaum, recuerda que Berlusconi está acusado de corrupción, evasión de impuestos y manipulación de la prensa. Está enfrentado al sistema judicial, a casi todos los periodistas que no trabajan para él y a la Iglesia Católica. Su propia esposa denunció su último escándalo: que organiza orgías en su mansión de Cerdeña con prostitutas, bellas mujeres deseosas de trabajar en televisión e invitados especiales, incluyendo jefes de Estado. La Justicia italiana acaba de retirarle la inmunidad y deberá volver a rendir cuentas en los tribunales.
Pero igual los italianos lo siguen votando.
Applebaum ensaya diversas explicaciones para ese misterio. Recuerda que Berlusconi emergió como líder luego de que las investigaciones sobre corrupción de los años 90 borraran del mapa –literalmente- a una generación política entera. Que llegó prometiendo lidiar con temas considerados tabú: la burocracia y la inmigración proveniente de África del Norte. Que es el dueño absoluto de la televisión privada, donde criticarlo está prohibido. Que no ha dudado en manipular los contenidos de la televisión pública. Que es dueño de Milan, uno de los clubes de fútbol más populares y exitosos del país.
Pero, aún así, eso no logra aclarar por qué tantos italianos continúan votándolo a pesar de la sucesión de escándalos sin fin.
Applebaum cuenta que la mejor explicación se la dio el periodista italiano Beppe Severgnini.
Berlusconi es un “espejo” de la Italia de hoy, dice Severgnini: es un nuevo rico como la mayoría, no tiene miedo ni vergüenza en exhibirse como tal, disfruta sin pudores de la vida, gusta de las mujeres hermosas, vive con pasión el fútbol y es leal con sus amigos a los que defiende incluso de las garras de la Justicia.
“Berlusconi encarna una especie de versión caricaturizada del ideal de vida italiano”, anota Applebaum. Y, justamente porque es una caricatura, se le permiten ciertas exageraciones. La gente las escucha y se mata de risa.
Pienso que Severgnini y Applebaum tienen razón, y no solo para Italia y Berlusconi.
No sé si este fenómeno representa un perfeccionamiento de las democracias o, por el contrario, un signo de su deterioro. Pero muchos pueblos están eligiendo como sus presidentes a sus caricaturas mejor logradas.
Para bien en unos casos y para mal en otros, un negro por fin llegó a ser presidente de Estados Unidos, un indio gobierna Bolivia, un ex agente de la KGB de mirada gélida y siniestra preside Rusia, una mujer narcisista, histérica y muy preocupada por su look manda en Argentina. La democracia que expulsa y que no elige a los mejores sino a los iguales, en estado de perfección: cada gobernante es el espejo de su propio pueblo.
El caso de Paraguay es notable. Su presidente es un señor que era obispo de la Iglesia católica y al mismo tiempo seducía y embarazaba a menores de edad. El santo varón –“progresista”, por supuesto- nunca reconoció a los hijos que tuvo por debajo de la sotana. Y cuando la Justicia lo obligó a hacerlo, entonces tomó el dinero que antes había donado al Estado, de modo que hacerse cargo de sus propios hijos le siguiera saliendo gratis. ¿No es el presidente paraguayo perfecto?
Berlusconi, Obama, Putin, Evo, Kristina, Lugo. Cada pueblo con su presidente-espejo.
¿La regla se cumplirá también en Uruguay, donde a diferencia de Italia, no se celebra el dinero y el éxito, sino la pobreza, emparejar hacia abajo y sospechar con malicia de cualquiera que se compra un par de zapatos nuevos?
Si la ola que recorre el mundo llega también aquí, ganará entonces el candidato que es el espejo perfecto del país en el cual nos hemos venido convirtiendo, paso a paso, desde los años 60.
Es una obra (una demolición) colectiva que ha llevado décadas: el clientelismo de los partidos tradicionales, la guerrilla iluminada, la dictadura, la ley de Caducidad, otra vez el clientelismo, la destrucción de la enseñanza pública, el discurso black or white, la máquina de impedir del Frente y su sucursal sindical, la satanización de adversario, la reforma de la Constitución por mero cálculo partidario, we are fantastic, el clientelismo tercera parte… la lista sigue, es larga y no hay inocentes.
Una vez, en la televisión le preguntaron a José Mujica qué piensa de Hugo Chávez. Respondió: “Para Venezuela está bien”. Si José Mujica, el candidato-espejo, finalmente gana aquí las elecciones, alguien dirá en cualquier rincón del mundo: “Para Uruguay está bien”.
Ya no somos el país que fuimos, si es que alguna vez lo fuimos.
Algunos creyeron que la cuenta no nos iba a llegar nunca.
Pero ha llegado.

Artículo de Leonardo Haberkorn
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3.10.09

Elogio del indeciso

Soy de Peñarol. Soy de Peñarol cuando gana y también soy cuando pierde; eso no cambia las cosas. Peñarol puede jugar bien o jugar mal, puede tener once cracks en la cancha o ninguno, lo puede dirigir Menotti, Gregorio, Dino Sani, Morena o Julio Ribas: nada de eso cambia mi decisión. Mi entusiasmo puede ser mayor o menor, puede que vaya al estadio o que pase años sin pisar la Olímpica. Pero siempre sigo siendo hincha de Peñarol.

La mayor parte de los uruguayos hoy vive así la política: como si fuera fútbol. Son del Frente o son de los partidos tradicionales. No importa quién sea el candidato, lo que diga, lo que haga. No importa si es un genio o un burro. No importa si su vida es un ejemplo o es una verdadera montaña de mentiras. Puede ser Astori o Mujica, como si fueran lo mismo. Puede ser Lacalle, Larrañaga, Bordaberry o Jorge Batlle. Es igual. Nada ni nadie logran mover a esa enorme mayoría oriental de su posición inamovible, de su voto a priori, una adhesión tan incondicional como la que puede sentirse por un cuadro de fútbol. Una religión, como Peñarol.

Las pruebas están a la vista. En medio de la campaña electoral más pobre y más sucia que se recuerde desde el regreso a la democracia en 1985, con dos candidatos principales que ofrecen un pasado que nunca terminan de asumir y un presente digno de una película de Cantinflas, el 90% de los uruguayos ya está totalmente decidido. A full. El griterío hueco, la guarangada, las repetidas pifias y equivocaciones apenas hacen dudar a un mísero 10% de los ciudadanos. El abrumador 90% ni siquiera se detiene un segundo a pensar si detrás de tanta burrada no habrá algo más que una sucesión de anécdotas patéticas.

Los ejemplos sobran. Si un candidato, desde su cuna aristocrática, dice que todos los pobres son unos “atorrantes”, medio Uruguay con el voto ya decidido de antemano hace como que no oyó nada, como si semejante declaración de principios no tuviera significado. Si el otro candidato da dieciséis (¡16!) entrevistas con dos grabadores delante de sus narices y después dice que lo engañaron y que en verdad no dijo las “estupideces” que dijo y, cayendo más bajo todavía, lincha a quien lo entrevistó, un trabajador como los que él dice defender, medio país con el voto ya decidido finge que no pasó nada. Como si la mentira flagrante fuera un ramito de flores recién recogidas de la chacra.

Se podrían llenar diez páginas con otros ejemplos tan solo de los últimos días. Los politólogos se preguntan cómo dos políticos de semejante experiencia pueden hacer tantas burradas y decir tantos disparates; cómo es posible que enfrenten una campaña electoral con semejante grado de improvisación, de falta de seriedad, de total frivolidad.

Yo tengo mi teoría. Lo hacen así… porque en Uruguay con eso les alcanza y les sobra. Nadie les exige más. ¿Para qué trabajar duro si satanizando al adversario, pintándolo como el mismo demonio redivivo, rápidamente consiguen que medio país se aliste detrás de ellos, no importa cuán hueco sea el mensaje, cuán grueso el error, cuán obvio el engaño? Mujica es como Hitler. Con Lacalle volvemos a la Edad Media. Y la gente sale corriendo a poner la balconera y la banderita en el auto.

Con la vieja receta de demonizar al adversario (que en Uruguay, para desgracia nacional, es el “enemigo”) y mucha publicidad en la tele ya es suficiente para los orientales, tan ilustrados y tan valientes que asusta. No necesitan más. Por eso no hay debates, por eso no hay propuestas que vayan más allá de un eslogan, ni balances serios, ni políticas de Estado. Por eso nadie nos explica cómo haremos para no seguir convirtiéndonos cada día un poco más en un país africano, con suburbios africanos, educación africana y sueldos africanos. Más del 90% de los uruguayos no quiere saberlo. Ni siquiera se hacen la pregunta.

Y dicho sea de paso: ¿qué sentido tiene gastar tanto dinero en publicidad televisiva si el 90% de los que miran ya está decidido? Esa millonaria transferencia de dinero de toda la sociedad hacia los canales privados de televisión podría evitarse. Se podría reunir al mísero 10% de votantes que se permite la duda en cuatro o cinco sesiones en el estadio Centenario y mostrarles los avisos en una pantalla gigante. El dinero ahorrado se podría repartir. La mitad se lo daría sí a los canales privados, pero a cambio de que en la tanda enseñen a los escolares y liceales a escribir bien en castellano; está visto que ya no podemos esperar eso de nuestra enseñanza.

La otra mitad del dinero yo la repartiría entre el 10 % de indecisos, para que se tomen unos días de descanso, en algún hotel con spa y piscina, para que piensen en relax, escuchando música, tomando un Martini, cuál es la menos mala de las opciones. Entre los cinco candidatos –porque no son dos, son cinco- y el voto anulado o en blanco- una alternativa tiene que haber.

Dicen que los indecisos son los más desinformados. Puede ser. Pero al menos ellos saben una cosa: la política y la elección de un presidente no es un partido de fútbol. Se merecen un premio.


Artículo de Leonardo Haberkorn- Blog El Informante- Prohibida su reproducción sin autorización del autor - el.informante.blog@gmail.com

10.9.09

El hedor patrio

No se puede decir la verdad.

No se puede decir que durante el gobierno de Lacalle ocurrieron hechos de corrupción graves, que dos bancos fueron privatizados de manera escandalosa, que su propia esposa se vio involucrada en uno de esos casos, que el propio Lacalle no le dijo la verdad al juez cuando le preguntó si alguna vez se había entrevistado con un señor Sandro Calloni, que ese día, cuando fue a declarar, los canales 4, 10 y 12 no enviaron ni siquiera a un periodista o a una cámara a registrar el suceso.

No se puede decir la verdad.

No se puede decir que Mujica no se levantó en armas para frenar un golpe de estado, sino para derribar a una democracia; que integró y tuvo responsabilidades de mando en una organización que puso bombas, que secuestró y mató, que incluso asesinó a gente inocente e indefensa. No se puede decir que la historia oficial tupamara, que Mujica suscribe, está llena de gruesas inexactitudes. No se puede decir que los altos costos de aquella aventura todavía hoy los estamos pagando.

No se puede decir la verdad.

No se puede decir que Pedro Bordaberry nunca debió salir a defender la actuación política de su padre, un dictador convencido y tan ultramontano que incluso los militares lo consideraron demasiado reaccionario y lo mandaron para su casa. No se puede decir que Pedro Bordaberry se quedó con el Partido Colorado porque los ex presidentes Julio Sanguinetti y Jorge Batlle lo destruyeron antes. En Uruguay no se puede decir la verdad, por obvia y flagrante que ella sea.

No se puede decir que el clientelismo sigue. Tercera parte.

No se puede decir que la educación pública es una catástrofe a la que solo recurren los que no tienen más remedio. No se puede decir que la enorme mayoría de los gobernantes -los del Frente en primer lugar- envían a sus hijos a los colegios privados.

No se puede decir que vivimos en un apartheid: los empleados públicos trabajan menos y ganan más; los privados trabajan más y ganan menos.

No se puede decir que los medios de comunicación apestan. No se puede decir que es patética la moda según la cual todos los programas de radio y televisión, y hasta los títulos de diarios y portales, tengan necesariamente que ser “graciosos” o tener su lado supuestamente cómico.

No se puede decir que peor que Telenoche 4 es el noticiero de Canal 5, siempre oficialista.

No se puede decir que Chávez nos obligó a integrar esa cosa repugnante que es Telesur.

No se puede decir a cambio de qué.

No se puede decir quién financia la campaña electoral.

No se puede decir que el fútbol uruguayo es una farsa.

No se puede decir que Artigas nunca quiso volver al Uruguay, ni de vacaciones ni después de muerto. Y que murió sintiéndose paraguayo.

No se puede decir que los charrúas fueron unos salvajes.

No se puede decir la verdad, ninguna verdad. Nos hemos transformado en un país hipócrita, sepultado en toneladas de mentiras, inmovilizado debajo de una gruesa capa de farsa acumulada.

Ni siquiera se puede decir que la cumbia villera es una basura. Porque si decís esa verdad tan evidente en seguida tenés al coro de hipócritas señalándote con el dedo, acusándote de facho y repitiendo: la cumbia villera es una manifestación cultural tan válida como cualquier otra.

Qué suerte.

Uruguay: cómo te hiede la tanga.


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5.9.09

Dos nominaciones a los premios Bartolomé Hidalgo


Dos de mis libros han sido nominados a los premios Bartolomé Hidalgo, otorgados por la Cámara Uruguaya del Libro a las obras más destacadas del año.
Preguntas y respuestas sobre animales del Uruguay ha sido incluido en la terna de libros nominados al premio en la categoría Álbum Infantil.
Historias tupamaras ha sido nominado en la terna de la categoría Ensayo Político-periodístico.
En esta nota del diario La República se detallan las ternas y los jurados.
http://www.larepublica.com.uy/cultura/379351-camara-uruguaya-del-libro-otorgara-los-premios-bartolome-hidalgo-2009

8.8.09

El Gladiador

Julio Ribas, Gladiador, Peñarol
Todas las mañanas bien temprano, aún en invierno, cuando llueve y hay helada, Julio Ribas sale al jardín de su casa en traje de baño, se para en el borde de la piscina y grita bien fuerte: «¡¡¡ESTOY EN GUEEERRAAA!!!». Luego se zambulle en las gélidas aguas.
Silvana, su esposa, le pide que no lance esos alaridos, porque teme que los vecinos se quejen. Pero Ribas no le hace caso. Para él, todas las personas del mundo están en guerra, sólo que algunos tienen la valentía de asumirlo y otros no. Él lo asume.
Ribas es el director técnico de Peñarol. Para muchos es el entrenador más polémico del país. A pesar de sus éxitos o precisamente por ellos. Se hace llamar El Gladiador. Hoy, cuando el fútbol se ha transformado poco menos que en una ciencia de laboratorio, él sostiene que es una guerra. Donde un técnico como el argentino Marcelo Bielsa ve un tablero de ajedrez lleno de estrategias por tramar, Ribas ve un campo de batalla. Él piensa que para ganar lo más importante es que sus “gladiadores” estén convencidos de que son invencibles. Y que sean capaces de dar lo máximo en cada jugada.
«Lo más parecido al deporte profesional está en el Coliseo romano», me dijo Ribas en Los Aromos. «Los que entran a un estadio no son ni azafatas ni modelos, son guerreros. ¡Guerreros! El fútbol es vida o muerte, deportivamente. Es uno u otro. No existe un gris».
Viéndolo así, su carrera es una suma de muertes y resurrecciones, triunfos y derrotas. Quizás todo dependa de lo motivados que estén los jugadores con su discurso.
Mi primer encuentro con Ribas fue en abril. Entonces Peñarol iba en las primeras posiciones y el objetivo de reconquistar el Campeonato Uruguayo -tras cinco años de fracasos con otros entrenadores- parecía cercano.
Ribas reunió a los futbolistas en la mitad de la cancha. No había público. Sólo se escuchó su arenga:
–¿Qué precio están dispuestos a pagar para ser campeones? ¡Yo pagaría lo que fuera! Siempre hay un precio por lo que querés y nosotros lo pagamos en cada entrenamiento. ¡Cada uno tiene que ser como si fuera el último!
Comienza la práctica. Hay que correr más, grita Ribas:
–¡Vamos que son jóvenes, les tienen que salir las tripas de la boca!
Un jugador falla en una jugada y agacha la cabeza, apesadumbrado. Es el tipo de cosas que Ribas no acepta en un «gladiador». Su voz truena:
–¡No agaches la cabeza! ¡La vida no es para lamentarse! ¡Es para buscar otra oportunidad!
Ahora ordena un ejercicio: los suplentes deben retener la pelota; los titulares, quitársela. Con el cuello de la remera levantado como malevo de tango, Ribas ordena comenzar. El arquero suplente le pasa el balón a uno de sus jugadores. Ribas empieza a gritar como si aquello fuera la final de la Copa del Mundo:
–¡Presione! ¡Presione! ¡Presione!, ¡Presiónalo! ¡Presiónalo!, ¡Presiónalo!, ¡Presiónalo!, ¡Presiónalo ya!, ¡Presiónalo ya!, ¡PRESIÓNALO YA!, ¡PRESIÓNALO A MUERTE!
Antes de irse a bañar, los futbolistas practican tiros al arco. Ribas se para detrás de la portería. A cada uno que va a patear, lo desafía:
–¡Acá estoy yo, el monstruo! ¡Soy el ogro y no pueden soportar esta presión!
Ribas confía más en sus mensajes que los esquemas de juego o en las complicadas jugadas de laboratorio. «Si al jugador le llegás al alma, vas a ganar con la táctica y la estrategia que sea, el sistema sale solo», le dijo a un joven admirador que fue a Los Aromos a pedirle consejo sobre cómo entrenar a un club infantil. Si el escritor y periodista mexicano Juan Villoro escribió que los equipos que dirige el holandés Cruyff son como un cuadro expresionista abstracto en el que cada futbolista incorpora un color, de los equipos de Ribas podría decirse que son como un ejército medieval en el cual cada jugador ayuda con toda su fuerza a impulsar el ariete que golpea una y otra vez contra la fortaleza enemiga. Ribas lo llama «fútbol vertical». La pelota siempre es impulsada hacia adelante, contra el arco rival. Nada de elaboradas jugadas ni de sucesivos pases laterales de pelota. Siempre al frente, nunca para el costado.
Por entonces, Peñarol había ganado los últimos dos partidos que había jugado. Y luego ganó otro. Pero de todas maneras su juego había sido horrible según la mayor parte de la prensa. Sin embargo, Ribas no acepta ese tipo de críticas. A él le parece ridículo pretender que el fútbol tiene una dimensión estética.
–La estética es muy subjetiva, agradar a todos es imposible. Lo que cuenta, en la vida y el deporte, es la eficacia: hacer goles y que no te los hagan.
En su blog hay una frase que lo resume todo: “Ganar no es lo más importante. Es lo único”.
Uno de sus libros de cabecera es El arte de la guerra, del chino Sun Tzu, un clásico con 2.500 años de antigüedad. Tiene un ejemplar en su mesa de luz, junto con una biografía de Jesús, el Manual del Guerrero de la Luz, de Paulo Coelho, y otra media docena de libros a los que vuelve una y otra vez. «Sun Tzu dice algunas verdades universales», me explicó al término de un entrenamiento. «Una de ellas es que la invencibilidad está en uno mismo y la vulnerabilidad en el adversario. Los guerreros en la antigüedad primero se tornaban invencibles, para después ir por la victoria. Vos primero tenés que forjarte un hombre con una autoestima increíble. Y ella te va a dar la capacidad de jugar al fútbol de la mejor manera. Ése es el camino».
–¿Qué piensa cada mañana cuando se mira al espejo? –le pregunté.
–Que soy el mejor. No podría luchar por mi familia, por mis hijos, por mi equipo que es tricampeón del mundo y pentacampeón de América, si no lo sintiera.
En su blog Ribas se presenta como «el Gran DT», «¡Multicampeón!» y «¡Hombre récord!». Su ambición es llegar un día a ser campeón del mundo. «Hasta que no lo consiga no va a parar», me dijo su esposa.

Primer bloque del reportaje sobre Julio Ribas escrito por Leonardo Haberkorn. Fue publicado en la edición de agosto de 2009 de la revista Bla. Integra el libro Crónicas de sangre, sudor y lágrimas.
el.informante.blog@gmail.com

26.7.09

Morir a los 14 años por nada

Michael Campos era un niño sordomudo. Tenía 14 años y vivía con su madre en las afueras de Paysandú. Todos los días caminaba diez kilómetros para llegar a la escuela; siempre llevaba consigo su computadora del plan Ceibal. Su padre es uno de los soldados uruguayos que integra las fuerzas de paz en Haití.
La computadora fue lo primero que encontró la Policía. El cadáver de Michael apareció después. Había sido atacado, violado y ahorcado con la moña del uniforme escolar. Los forenses dijeron que intentó defenderse y que tenía una herida en el cráneo, una herida que le habían hecho luego de haberlo asesinado.
A Michael lo atacó, lo violó, lo ahorcó con la moña escolar y lo siguió golpeando aún después de muerto un hombre de 49 años que ya poseía dos antecedentes penales. Según publicó la prensa, había sido encarcelado en los años 80 en Tacuarembó por abusar de un menor y, hace apenas tres años, por homicidio en Montevideo.

***

Lucía Espinosa tenía 14 años. El 30 de junio dejó en su casa un papelito que decía que se iba a ver a las amigas del liceo. En realidad iba a encontrase con un admirador secreto que le enviaba mensajes de amor a su teléfono celular.
Su cadáver apareció once días después, al lado de un preservativo usado.
Al violador y asesino lo descubrieron cuando quiso vender el celular de Lucía, el mismo teléfono al que le había enviado los mensajes que engañaron a la niña y la llevaron a a su cita con la muerte. El asesino había sido su tío. Los diarios informaron que tiene 39 años y un extenso prontuario. Entre 1988 y 2001 fue a la cárcel varias veces por amenazas, hurto, rapiña y estafa.

***

En Artigas todos conocían a Víctor Hugo Perscíncula porque había sido profesor de matemáticas y francés de media ciudad.
Tenía 61 años cuando lo asesinaron de una puñalada en el cuello para robarle el auto.
Los degolladores cayeron presos poco después en Durazno.
Uno de los criminales tiene 38 años y posee antecedentes penales en distintas partes del país. El otro asesino tiene 26 y ya estuvo en la cárcel de Artigas y en la de Bella Unión. De allí salió, pero regresó condenado por hurto y daños. Había vuelto a quedar libre quince días antes de participar en el degüello del profesor Perscíncula.

***

Michael, el niño sordomudo de 14 años que fue violado y ahorcado con la moña de la escuela; Lucía, la niña engañada, violada y asesinada por su tío; Perscíncula, el profesor degollado; los tres podrían estar vivos si no fuera por la suicida política uruguaya de liberar a los delincuentes consuetudinarios. Los tres asesinatos ocurrieron en las últimas semanas. Los tres fueron cometidos por delincuentes varias veces reincidentes. Y allí no se agota la lista: hace unos días en Young una mujer de 32 años fue ahorcada, cinco veces baleada y violada después de muerta por otro delincuente con antecedentes penales que abusaba sexualmente del hijo de 15 años de la víctima.
En Uruguay el sistema judicial reinante es una loca calesita que permite que los más peligrosos criminales salgan de la cárcel para volver a ingresar poco después con algún nuevo horror a cuestas.
Todo el sistema rezuma una gran hipocresía. Los delincuentes son encarcelados con el fin declarado de ser recuperados. Pero las cárceles uruguayas son un infierno donde los presos solo se tornan peores. Cuando los criminales reincidentes son liberados, supuestamente rehabilitados, todos sabemos que lo único que cabe es esperar lo peor. Y lo peor ocurre cualquier día en cualquier lado: en un camino en las afueras de Paysandú, por ejemplo, con un niño sordomudo de 14 años como víctima inocente y su moña escolar de testigo.
Se ha hecho un lugar común decir que las penas uruguayas son muy duras en algunos casos. Es discutible, porque en Uruguay no existe la pena de muerte, ni la cadena perpetua, ni se suman las penas cuando el delincuente comete varios delitos, como sí ocurre en otros países. Reincidir una y otra vez tampoco constituye un agravante de peso: el diario El País informó que entre los condenados por robo en la última semana había un hombre con 17 antecedentes y una mujer de 35 años con seis condenas previas.
Quizás habría que repensar todo el sistema. Hoy la premisa que lo rige dice que todo hombre es recuperable. Es una afirmación imposible de demostrar en forma científica. Las evidencias, además, son abrumadoras en sentido contrario.
Quizás se podrían bajar las penas para el que comete un delito por primera vez, pero al mismo tiempo agravarlas en forma radical para los reincidentes. Que si alguien insiste en atacar a la sociedad (porque eso es delinquir), solo pueda recibir una muy larga condena. En algunos estados de Estados Unidos, como California, existen leyes que estipulan que todo hombre que es condenado por tercera vez, no importa la gravedad de sus delitos, debe cumplir una pena de entre 25 años y cadena perpetua.
Decir estas cosas es políticamente incorrecto en Uruguay, y así nos está yendo.
Todo hombre merece una segunda oportunidad, es cierto. Pero Uruguay hoy les está dando tres, cuatro, cinco, seis y más oportunidades a algunas personas que ya han demostrado cómo las van a aprovechar.
A Michael y a Lucía, en cambio, no les dimos ni siquiera una.



Artículo de Leonardo Haberkorn
Blog El Informante
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20.7.09

Clientelismo, tercera parte

Gracias a una fuente que me pidió no develara su nombre pude leer los debates que se dan en el seno de Uytopías, una red cibernética que reúne a algunos de los más lúcidos militantes del Frente Amplio, muchos de ellos ocupantes de importantes cargos en la administración pública.
Uytopías fue creada en 2008 por integrantes de la llamada Generación 83 y se define como una comunidad virtual de pensamiento y reflexión sobre la realidad nacional. El presidente Tabaré Vázquez asistió a su lanzamiento. El diario La República definió esa presencia como un gesto de apoyo a una generación “postergada”, porque quienes integran esta red ya han pasado los 40 años y, pese a que muchos son sólidos profesionales con estudios en Uruguay y en el extranjero, aún no se les ha confiado dirigir al país ni al partido, relegados por una gerontocracia que no se renueva.
En Uytopías se discute con una sinceridad que falta en el debate público. El problema es que pocos se enteran ya que el contenido de los foros es secreto: está reservado solo para sus integrantes.
En el panel sobre la reforma del Estado, por supuesto, no faltan las justas críticas al clientelismo impulsado en los anteriores gobiernos. Tampoco el lamento por la supuesta falta de actitud positiva de los gerentes de las empresas públicas, muchos de ellos designados por blancos y colorados.
Sin embargo, también se cuentan cosas que nunca son admitidas en público por los voceros del actual gobierno cuando hablan de lo maravillosa que ha sido su gestión del Estado.
“Da pena que en estos tres años y medio de gobierno se haya hecho tan poco en este punto. La mejora de la gestión requerirá lustros si no décadas”, dice uno de los integrantes de Uytopías.
Luego agrega que “el Estado uruguayo no cuenta con expertos en planificación ni nada que se le parezca. Causa risa ver cómo técnicos altamente calificados del Estado, expertos en tecnología, por ejemplo, formulan planificaciones absurdas que no se las cree ni un niño de escuela. (…) Ayer hablaba con la directora de una Unidad Ejecutora y me contó que están por contratar a una persona tras un proceso de contratación que se inició... en junio de 2007. ¿Es posible planificar cuando ésta es la realidad del Estado uruguayo?”
Según ese mismo integrante de Uytopías no se puede culpar solo a los partidos tradicionales por la actual situación del Estado uruguayo.
“Mirémonos a nosotros mismos”, escribe. “Todos sabemos cuáles son los dedazos que nos rodean, los militantes del Frente que están en puestos de ejecución sin la idoneidad requerida. Pero son de los nuestros. Coincido con XX y ZZ en la cuestión ética. Pero no la miremos como algo lejano, algo que pasaba antes y ahora, con este gobierno progresista, no, que era algo de partidos tradicionales. Este gobierno también cometió errores en este punto, colocando inútiles en puestos clave y dejando de lado funcionarios de carrera con todos los méritos habidos y por haber”.
Una integrante del foro apoyó lo escrito por el panelista anterior respecto a lo poco que hizo el actual gobierno por mejorar la gestión del Estado.
“Un debe enorme de este gobierno –escribió- es no haber siquiera comenzado a atacar el tema. Los empleados públicos son muchos pero la gente que votó para cambiar esta realidad son también muchos, este tema nos hará pagar un costo alto, pero debemos tener propuestas claras para empezar en marzo del 2010, sin ninguna excusa”.
Otro panelista relata respecto al poco interés en profesionalizar los cuadros del Estado:
“Hace años un grupo de compañeros ofrecimos dar cursos gratuitos, de dirección de proyectos, en el Frente Amplio y para militantes que pudiesen llegar a ocupar cargos de gobierno. (…) pero no hubo interés. Se valora tan poco la formación, que escuché a una directora política en la IMM, que había sido convocada a un curso para cargos de dirección contestar con total desparpajo y sin atisbo de vergüenza: ‘Nosotros no estamos acá para estudiar, estamos para gobernar’”.
Y agrega: “No tengo la menor duda de que esta directora no estudió antes, ni después, cómo gobernar bien. Y me consta que su postura no es excepción”.
Un integrante del foro discute. Para él el asunto clave no es la falta de capacitación:
“El principal problema del FA como gobierno no es ni la falta de apoyos técnicos ni la inexperiencia. El principal problema es que quienes ocupan posiciones de poder en este gobierno son tan humanos como cualquiera, es decir, tan permeables a las tentaciones, al manejo de la conveniencia personal por encima del interés general, a la vieja práctica de favorecer al pariente, amigo, compañero, socio o aliado, como sus pares en los gobiernos anteriores”. Y agrega: “Si se quiere optimizar la gestión del Estado, no es posible soslayar el combate contra la corrupción, el clientelismo y el nepotismo en todas sus formas, y contra el accionar de los lobbies, sean cuales sean, porque les aseguro que de otro modo ni formando a los mejores ‘gerentes’ del mundo se podrá evitar que éstos, por muy brillantes que sean, no acaben de una u otra manera deslizando algún dedito en la lata”.
Otro miembro de Uytopias relata:
“En muchos lados, intentamos traspolar las reglas de militancia a los puestos de gestión... y los fallos y heridos son grandes. ¿Cuántos puestos fueron llenados con inmejorables militantes... que de gestión no sabían nada? ¿A cuántos de esos queridos compañeros conocemos cada uno de nosotros? ¿Era un precio a pagar? Aquel que se mató militando se lo remerece... ¿Por qué?... La verdad es que a muchos de ellos los recontra complicamos pues les expusimos frente a situaciones que los hacen sentir inferiores y les complicamos la vida”.
El mismo forista se pregunta respecto a los funcionaros designados por el actual gobierno:
“¿Cuántos no saben planear? ¿Cuántos no saben actuar en base a un gantt? ¿Cuántos no saben comunicar? ¿Cuántos no saben manejar equipos de recursos humanos? ¿Cuántos no saben estimar lo que llevaría un proyecto cualquiera? ¿Cuántos no saben presupuestar? ¿Cuántos no saben estimar el retorno de inversión del emprendimiento sobre el que están decidiendo? ¿Cuántos no saben gestionar un plan de riesgos? ¿Cuántos no saben ponderar ni la importancia de alternativas para mitigar los riesgos? ¿Cuántos no tienen realmente aprehendida la importancia de planear el corto, mediano y largo plazo en los emprendimientos del Estado? ¿Cuántos no sienten la importancia de desarrollar políticas de Estado en cada una de sus áreas? ¿Cuántos de los que hoy pusimos a gestionar grandes partes del Estado no saben que no saben estas cosas?”
Interesantes preguntas.
El público merece saberlo.

Artículo de Leonardo Haberkorn
Blog El informante
el.informante.blog@gmail.com

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