Mostrando entradas con la etiqueta Libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Libros. Mostrar todas las entradas

18.12.08

"Historias tupamaras" presentado por Mosca, Posadas y Villaverde


Historias tupamaras, Libro. MLN tupamaros. Leonardo Haberkorn

El libro Historias tupamaras. Nuevos testimonios sobre los mitos del MLN fue presentado por Luis Mosca, Juan Martín Posadas y Ruben Villaverde. La ceremonia, moderada por el periodista Jaime Clara, se realizó el 8 de diciembre en el edificio anexo del Palacio Legislativo.
Lo que sigue es parte de las intervenciones de los presentadores.

Luis Mosca (Economista. Subsecretario de Economía durante la primer presidencia de Sanguinetti, ministro de Economía en la segunda. Gobernador en representación de Uruguay ante el BID y el Banco Mundial. Hoy es director de Fides Consultores y ejerce la docencia en cursos de posgrado en la Udelar).

Creo que va a ser un libro muy polémico. Ya en el prólogo Haberkorn advierte que esta no es una historia del MLN, ni pretende serla. Ni siquiera hay una intención de hacer un relato alternativo a esa historia oficial sobre la guerrilla que, en medio de una nebulosa, se ha ido afirmando y pregonando en los últimos años. Pero debo decir: si bien no es una historia alternativa, se cuestiona a la historia oficial. ¿De qué forma? A través del testimonio de integrantes del MLN, varios de ellos con responsabilidades de dirección, que relatan sus vivencias. Y son, como escribió Leonardo, vivencias concretas de personas concretas. Son personas que hoy integran las más variadas opciones del arco político que hay en Uruguay: desde los partidos tradicionales, pasando por el Partido Independiente y el propio Frente Amplio. Que compartan un pasado común, pero cuyas vivencias e interpretaciones son distintas a la interpretación oficial del MLN. Su testimonio es esencialmente una apuesta valiente a mirar hacia el futuro. El propósito es transmitirle a las nuevas generaciones cuál es realmente el costo del camino que ellos oportunamente emprendieron. Es finalmente una apuesta valiente a asumir un fuerte compromiso con la denostada democracia formal, con la garantía de la libertad.
Haberkorn presenta estos testimonios de una forma muy especial. En vez de presentar entrevistas sobre distintos tópicos a estas personas, lo que hace es agruparlas en seis temas, en seis mitos, en seis áreas donde se ha dado por cierta una interpretación de los hechos. Y el aporte precisamente está ahí: en mostrar vivencias, interpretaciones distintas. Si ustedes quieren, son testimonios que apuntan a quitarle ropaje mitológico al MLN. Aquí lo que ustedes van a encontrar son testimonios de hombres de carne y hueso, con sus virtudes, con sus miedos, advirtiéndonos de actitudes delirantes, sufriendo la permanente tensión entre la causa política y la familia, con los dramas que eso apareja. Confieso que a medida que uno va leyendo a uno le va quedando claro: aquí no hay nada de gloria, no hay literatura de la virtud, son relatos en clave de dolor, en clave de frustración. No hay una visión idílica de lo que significaba la lucha armada. Son, finalmente, testimonios que cuestionan algunos mitos de la historia oficial. Pero, una vez más, no en el afán de reescribir la historia del MLN, sino puesta la mirada en el futuro.

Juan Martín Posadas (Ex senador por el Partido Nacional entre 1985 y 1990. Ex presidente del Sodre entre 1990 y 1991. Integró el directorio del Partido Nacional. Hoy escribe en la página editorial del diario El País).

Cuando recibí la invitación de Haberkorn para presentar el libro, me vinieron a la cabeza una serie de reflexiones o impulsos. La invitación me despertó cosas, me revolvió cosas que tenía adentro. Me volvió a la mente lo que yo pienso del fenómeno tupamaro y de aquella época del Uruguay. Aquel movimiento tupamaro despertó un entusiasmo tremendo, muy idealista, sustentado por un análisis de la realidad uruguaya infundado, disparatado, completamente desencontrado con la realidad del país, y a la postre produjo mucho daño. Todo esto me venía pasando por la cabeza cuando empecé a leer. Leí el prólogo. Y cuando llegué al final del prólogo, hay una parte que dice que este libro es para aquellos que son capaces de indignarse. Y yo ya estaba indignado, había vuelto a hacerle lugar a una vieja y familiar indignación: la que me provoca la apropiación indebida de la historia y los usos subalternos a los que se la somete. Durante el autoritarismo militar se procedió a escribir una historia desde el poder. El propósito obvio era capturar de una forma oficial el relato de los hechos y los registros de la memoria de aquella época. Fue una forma más de ejercicio crudo del poder. Después del triunfo electoral del Frente Amplio, también se ha procedido a establecer una historia oficial desde el gobierno (…) Hay que tener en cuenta que lo importante de estas historias oficiales no es la recopilación de los nombres, la lista de los hechos y las fechas de las batalles. La preocupación principal de las historias oficiales es establecer quiénes fueron los villanos y quiénes son los héroes. Y esta historia oficial de hoy no tiene otro propósito que invertir los lugares de la historia oficial de ayer: los villanos de hoy son los héroes de ayer, y viceversa. De más está decir que, en mi criterio, la historia oficial de hoy tiene tan poco valor como la de ayer.
Después de este repaso, comencé a leer el libro. Y el libro me impresionó. Me impresionó todo lo que el Uruguay fue capaz de hacerse a sí mismo, y las fundamentaciones por las cuales eso sucedió. Hay en eso un trabajo serio de Haberkorn. No es un libro de esos que hemos conocido en esta época: un tipo va con un grabador, le toma declaraciones a cinco o seis personas, después manda desgrabar, firma y dice que hizo un libro. Esto es un trabajo, es un libro que tiene un ordenamiento de los temas, una confrontación de los testimonios que recoge con los documentos existentes y con otros libros que se han escrito referidos a este tema. Y eso es lo que lo hace, entre otras cosas, importante.

Ruben Villaverde (Ex secretario general de la Federación de Funcionarios de OSE. Ex integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT. Preso político durante cinco años en la dictadura, integró el Partido Comunista hasta que renunció tras la caída del Muro de Berlín. Hoy es un frenteamplista que no adhiere a ningún sector en particular).

La historia reciente es una cosa que debe tenerse el valor de encarar, analizar y estudiar. Pienso que por mis hijos yo debía prestar mi testimonio hoy sobre este libro, que me pareció brillante. Y, más allá de que muchos lo van a tomar con rechazo, muchos lo van a creer oportunista porque es un momento especial, yo no lo sentí oportunista. Lo sentí un libro que aporta a la comprensión de un momento especial de nuestra historia, que pone en tela de juicio un montón de cosas que efectivamente no debe permitirse que se cuenten como no ocurrieron, y que le hace bien al propio MLN.
Yo fui siempre de los que luché para que el MLN no tomara las armas para llegar a donde pensaba que había que llegar. Fui de los que pensé que estaban políticamente equivocados, que partían de un análisis incorrecto de la realidad y por eso hacían lo hacían. Y me alegro que hoy estén donde están, me alegro que hayan optado por el camino de la democracia, me alegro que el pueblo los haya elegido. Lo que me preocupa, sí, es que algunos quieran cambiar su propia historia. Y lo peor es que me la pidan prestada a mí sin permiso. Porque en definitiva se trata, y lo digo con el mayor de los respetos, de concepciones que no eran las de ellos. Y que yo no veo por qué tienen necesidad de cambiar su historia.
¿Cuáles eran las cosas por las que luchábamos y por las cuales debemos seguir luchando? Hoy estamos pasando una crisis del capitalismo mundial. Hay 950 millones de hambrientos. Hay 4.750 millones de pobres. Hay 1.500 millones de desempleados. El 50% de la mano de obra activa está subempleada. El 45% de la población mundial no tiene acceso directo al agua potable. Ciento trece millones de niños no tienen acceso a la educación básica. Ochocientos setenta y cinco millones de adultos son analfabetos. Doce millones de niños mueren al año como consecuencia de enfermedades curables. Trece millones de personas mueren al año por el deterioro del medio ambiente. Y 16.306 especies están en vías de extinción. No es cierto que los comunistas, los socialistas, los anarquistas, el MLN nos levantábamos contra la democracia burguesa o el sistema democrático republicano. Nos levantábamos contra este sistema. Esto existía antes de la caída de los bancos. Y me duele que compañeros de esa lucha hoy renieguen de los hechos, de que se levantaron contra estas injusticias, y nos quieran hacer creer a todos que tomaron las armas equivocadamente por otras razones.
Yo hice autocrítica. Yo era comunista, creía en el marxismo leninismo. Pero la vida me demostró que el leninismo estaba equivocado, que el partido único conduce a las más aberrantes dictaduras. Estaba equivocado cuando impulsaba la dictadura del proletariado. Hice autocrítica y la hice públicamente, me terminé yendo del partido, como tantos compañeros que entregaron su libertad y sus vidas en el convencimiento de que estaban luchando por algo justo. Pero yo no reniego ni de la estrategia que nos dimos en Uruguay, pensando que el camino que teníamos que recorrer no era la lucha armada. Y no lo pienso ahora.
Hace años Haberkorn me hizo una entrevista en Tres sobre la visita del Che Guevara a Uruguay. Y a mí me impactó lo que dijo el Che aquí en 1961: que la Revolución Cubana había tomado las armas, había hecho lo que había hecho, había bañado de sangre la isla, pero nos pedía a los uruguayos que cuidáramos lo que teníamos, que se sabía cuando se disparaba el primer tiro pero no nunca se sabía cuando se tiraba el último. Eso reafirmó todas mis convicciones de que el camino era profundizar la democracia. (…) Creo que ni los mismos tupamaros se creen que ellos no precipitaron o ayudaron (al ascenso militar). Está recogido en el libro y era así. Pensaban que cuanto peor mejor. Pensaban que los caminos que nosotros le decíamos a los trabajadores que eran justos no lo eran y que retrasaban la revolución. Y así teníamos que bancar en las asambleas los cantos: “basta ya de dialogar, dennos armas pa´ luchar”, “traidores”, etc., etc. Sin embargo, yo siempre les tuve muchísimo respeto a los compañeros porque entendía que aún desde el punto de vista equivocado se enfrentaban a la vida lealmente y luchando contra aquello que existe hasta hoy: un sistema que lleva a estas cifras.
Los procesos democráticos harán que en definitiva nos encaminemos hacia un futuro mejor. Y este libro es importante en el momento en que aparece porque, con la situación crítica que vive el mundo y también nuestro país, no es descabellado pensar que de un comiencen a florecer ideas similares o parecidas a las de aquellos años, en la izquierda o la derecha. Y es bueno repasar un libro muy bien escrito, que pone las cosas en su debido lugar y que permite a un montón de jóvenes que no vivieron aquellos años evaluar en todos sus términos y en su cabalidad lo que ocurrió.

15.12.08

"Historias tupamaras": Comentarios y entrevistas


Críticas del libro Historias tupamaras y entrevistas al autor:

Historias tupamaras, otra mirada sobre los mitos del MLN











Crítica de Guillermo Zapiola, en El País: http://rigofa.blogdiario.com/1237254000/sali-historias-tupamaras-de-leo-haberkorn-20081220/
-
-
Entrevista con Gustavo Rey, en Océano FM:
http://www.oceanofm.com/main01.php?pronum=8
-
Comentario de Antonio Mercader, en El País:
-
Entrevista con Mauricio Almada, en radio El Espectador:
-
El periodista Mauricio Almada, en el programa Asuntos Pendientes de radio El Espectador, le pregunta al senador Fernández Huidobro si leyó "Historias tupamaras":
-
Reseña del periodista Gonzalo Delgado en la revista Sala de Espera:
Comentario de Jorge Pena en su blog:
Comentario en el blog Un millón de moscas, de Argentina:
http://unmillondemoscas.blogspot.com/2010/06/contra-el-mito-preferido-del-pepe.html

Comentario del historiador José Rilla y el politólogo Daniel Chasquetti en la presentación del libro en el programa No toquen nada, en Océano FM:
http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2008/12/historias-tupamaras-opinan-rilla-y.html

Comentario de Ruben Villaverde, Juan Martín Posadas y Luis Mosca en la presentación del libro en el Palacio Legislativo:
http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2008/12/historias-tupamaras-hablan-mosca.html

Comentario en el blog del doctor en ciencias políticas ecuatoriano-español Aparicio Caicedo Castillo:
http://tartufocracia.com/2010/11/30/hablando-de-kintto-lucas-ecuador-wikileaks/

Comentario de Marcelo Pereira, en La Diaria:
http://www.ladiaria.com.uy/files/ladiaria_20081209web.pdf



Entrevista con Alejandra Casablanca en AM Librehttp://www3.1410amlibre.com/programacion.noticias.php?i=NTY0

Respuesta a la carta de Alfonso Lessa:

12.12.08

"Historias tupamaras": opinan Rilla y Chasquetti

Lo que sigue es la reproducción de lo dicho en una mesa redonda realizada a modo de presentación de mi libro Historias Tupamaras: nuevos testimonios sobre los mitos del MLN en el programa “No toquen nada”, de Océano FM, el lunes 8 de diciembre, con el historiador José Rilla, el politólogo Daniel Chasquetti y el periodista Joel Rosenberg.

Rosenberg: preguntémosle a Chasquetti, en su condición de politólogo, y a Rilla, como académico, qué hay de nuevo acá, que pueden aportar estas Historias Tupamaras.

Chasquetti: este es un gran libro, por varias razones. Primero porque está escrito desde el periodismo, pero de manera prolija, ordenada, sistemática, bien escrito. El método que utiliza Leonardo es fantástico. El libro está ordenado en capítulos, porque el libro está ordenado en seis mitos, los cuales son presentados por sus constructores: Mujica, Rosencof, Fernández Huidobro, la historiadora Clara Aldrighi.

Rosenberg: -Historiadora que integró además el MLN.

Chasquetti: Y que escribió una obra muy influyente en esta reconstrucción histórica. Pero lo que deja en claro Leonardo a través de testimonios y de una reconstrucción muy fina, porque no solo se basa en esos nueve testimonios…

Rosenberg: Hay muchos documentos.

Chasquetti: Hay mucha información, ahí muestra Leonardo todo su oficio de investigador. Lo que hace Leonardo en cada capítulo es desmontar ese mito. Lo cual a mí me parece que es una tarea que excede largamente la labor del periodista, porque ya asume las herramientas y las armas de los cientistas sociales y los historiadores, que tenemos normalmente este tipo de metodología.
Daniel Chasquetti Historias tupamaras, MLN, tupamaros
Daniel Chasquetti
Lo segundo que quería decir es que es un libro muy triste, porque nos obliga a mirar nuestro pasado y ver como una generación de jóvenes se embanderó con una idea que podía parecer muy loable, pero que generó consecuencias dramáticas, que todavía hoy vivimos y sobrellevamos. Me parece que el libro deja muy claro que en verdad Uruguay se podría haber evitado muchas cosas si esta idea de hacer la revolución armada en un país como Uruguay, si estos jóvenes le hubieran hecho caso al Che Guevara, Uruguay se hubiese podido ahorrar mucha cosa.

Rosenberg: Cuando vino en el 61.

Chasquetti: Claro, el Che Guevara vino a Uruguay y en una conferencia en el Paraninfo de la Universidad dijo que no tenía mucho sentido levantarse en armas en una democracia donde funcionaban las instituciones y había libertad. Y esa sensación te queda con este libro. Las historias personales de estos nueve tupamaros son bastante tristes, dramáticas, y me parece que son un retrato de los últimos 30 años de nuestro país.

Rilla: Yo comparto esto que decía Daniel. Es un libro que yo me lo devoré en un día. Y creo que eso le va a pasar a cualquier lector más o menos interesado y honesto. Lo va a leer con mucha avidez. A mí me dejó una sensación ambigua. De tristeza, por aquello de que fue capaz el Uruguay. Hasta me animo a decir, yo que no tuve nada que ver pero me siento parte de eso: aquello de lo que fuimos capaces. Por otro lado, el libro me dejó una sensación de alivio, porque es muy bueno que estas cosas se cuenten, se relaten. No con la pretensión de hacer la última y definitiva historia de este proceso. Se equivocará aquel que piense que esto cierra la narración, la comprensión histórica. No, no, no la cierra. Creo la reabre de una manera muy significativa, que son cosas muy distintas. Uno siente el alivio de ver, desde la otra cara de la luna, como se podían ver las cosas. El punto de partida es un punto terrible, porque es como si la guerra siguiera. Cuando un entrevistado dice: “esta persona es un traidor”, está hablando el lenguaje de la guerra y me parece que es muy inteligente empezar a tirar de esa piola, como lo hace Leonardo, y atravesarla por la idea de los mitos. A mí esa es una cosa que me parece muy interesante, la cuestión de los mitos. Porque los mitos son muy importantes. En el lenguaje vulgar tendemos a hablar mal de los mitos, pero los mitos son relatos muy potentes de los orígenes de las cosas. Entonces, yo no sé qué me da más rabia cuando leo este libro: la mentira con la que hemos convivido, o el hecho de que la mentira haya sido creída entusiastamente por miles y miles de personas. Para un investigador, el segundo desafío es mucho más pesado que el primero. Porque podemos descubrir que tal o cual cosa no era así: este libro lo demuestra. Pero tenemos inmediatamente un problema: ¿cómo explicamos, y ahí está la fuerza de los mitos, que esto haya sido entusiastamente creído por tanta gente hasta el día de hoy? Eso es lo que a uno lo perturba.

Rosenberg: Lo del día de hoy es fuerte porque seguimos conviviendo con algunas de esas historias día a día, en los medios de comunicación. Los seis mitos son:
1) El MLN nació para enfrentar el golpe de estado
2) El MLN es totalmente inocente del ascenso militar
3) El MLN perdió por motivos ajenos a su propuesta política.
4) El asesinato de Pascasio Báez fue un error.
5) El MLN como modelo de virtud y ámbito de felicidad total.
6) Los renunciantes de 1974 le pegaron un tiro en la nuca al MLN.


Rosenberg: vamos a hablar del primer mito, obviamente no vamos a poder hablar de todos: el MLN nació para enfrentar el golpe de Estado. ¿Cuándo nació y para qué nació el MLN?

Chasquetti: Este es uno de los mitos más asombrosos, porque lentamente fue ingresando en la política uruguaya este discurso de que el MLN tenía como objetivo la autodefensa de los movimientos populares y sociales. Y cuando uno lee mínimamente cualquier obra de historia, sea de un historiador de gran reputación o de un desconocido, casi todos llegan a la misma conclusión: el MLN nació en el año 61-62 cuando la idea del golpe de Estado estaba lejos. Es cierto que en el 64 comienzan a surgir rumores, incluso la CNT y el Congreso del Pueblo toman decisiones de que hacer si efectivamente había un golpe de Estado. Pero cuando eso ocurre el MLN ya estaba creado y eso está en los testimonios de los propios integrantes. Yo creo que este mito está muy bien demostrado. Y lo curioso es que si lo vemos así parece una cosa sencilla. Y sin embargo yo escuché a Mujica, a Huidobro, decirlo durante los últimos meses, en charlas, en discusiones. Hay otro mito, del cual Leo no se ocupa, que es que el MLN contribuyó a la fundación del Frente Amplio, lo cual es un disparate porque en realidad a buena parte de la dirección del MLN, sobre todo a Sendic, el Frente Amplio no le caía nada en gracia. Y sobre todo porque el MLN tenía muchos militantes que venían de una raíz nacionalista, no era solamente un grupo de personas provenientes de la izquierda. Entonces, en los últimos años Huidobro y compañía se encargaron en los últimos diez, quince años, escribiendo libros, escribiendo columnas en los diarios, de ir modificando la historia. Yo creo que este libro viene a hacer justicia. Como dice Luis Nieto, uno de los entrevistados: él en un momento utiliza la imagen de que la historia del MLN está envuelta en una gran neblina. Yo creo que está sucediendo eso. Y este libro nos ayuda y nos permite mirar mejor este problema.

Rosenberg: Hablando de este mito, más allá de los testimonios, hay muchos documentos, el documento uno, las 30 Preguntas a un tupamaro de Sendic. El mito está contrarrestado con documentos.

Rilla: Que son demoledores. No son documentos desconocidos para el análisis de este proceso. Habían sido transcriptos en otros textos, pero en otros contextos también. La documentación nunca se coloca de manera ingenua o inocente. Y en todo caso prueba de que no es posible, en este libro se demuestra y en otros libros que han sido bastante maltratados ocurre lo mismo, no hay posibilidad alguna desde el punto de vista empírico inscribir la emergencia del MLN en la tradición de las luchas por la democracia. No hay ninguna posibilidad. Hay tupamaros que saben eso perfectamente y que se han colocado en la otra esquina del ring y reclaman a la actual dirección una fidelidad a la historia. Cuando uno escucha a Zabalza, lo que dice respecto al origen y al transcurso, puede ser efectivamente –como yo lo creo- una demencia lo que él dice, pero dice la verdad. Le está reclamando a los jefes históricos del MLN una fidelidad a la historia de la cual coparticiparon. Le dice: Mujica, por favor, usted está cambiando la versión de los hechos, yo me acuerdo; perdón, Fernández Huidobro, qué me está diciendo, yo me acuerdo, yo estaba allí igual que usted y no decíamos esto.

Rosenberg: Había sido una única voz. Acá aparece un racimo de voces.

Rilla: Un racimo de voces que tiene la ventaja de haberse dispersado luego y estar diseminados en actividades bien diferentes, en oficios bien diferentes, que tienen una relación con la política también distinta, y cierta distancia, cierta capacidad para decir: “en qué locura nos metimos”. Y más que eso, que es un paso moralmente más importante: “en qué locura metimos al país, al Uruguay”. Cuando leo esto y veo que eran chiquilines de 18, de 19, de 20, 21 años, me cuesta imaginarlo. La fuerza que tenía la idea de la insurrección armada era muy seductora. Me parece que queda bastante bien en este libro la posición que tenía al respecto el Partido Comunista, que es como la otra historia de la familia. El Partido Comunista que decía que no había las más mínimas condiciones para esto. Los tupamaros parecen decir: a nosotros no nos importaba demasiado todo el tema de la teoría, nuestra teoría es la acción, como sabemos que se decía. Por lo tanto nuestras lecturas, nuestros estudios eran limitados, a pesar de que pertenecían a la burguesía, a la clase media más o menos ilustrada. La proporción de obreros era mínima.

Rosenberg: Y los peones rurales tampoco los acompañaron.

Rilla: Tampoco. Creo que este libro relativiza un tanto las afirmaciones de la investigación de Hebert Gatto, acerca del peso que el marxismo leninismo tenía en la formación del MLN. No sé si es efectivamente correcto, pero es muy interesante como discusión. ¿Pesaba más el tema ideológico? ¿O pesaba mucho más en el MLN la pasión por el mando, por el poder? Esto que todavía hoy escucho, y me eriza la piel, cuando se habla de los presuntos fracasos del gobierno, se dice: lo que pasa es que tenemos el gobierno, pero no tenemos el poder. Eso lo escuchamos hoy. Y eso es una locura, pero eso no nació hoy, eso está en aquel momento.

Rosenberg: Hablemos del quinto mito: el MLN como modelo de virtud y ámbito de felicidad total.

Historias tupamaras. MLN tupamaros. Leonardo Haberkorn
-
Chasquetti: Ese capítulo para mí es asombroso, porque arranca con un testimonio de Yessie Macchi sobre la felicidad y plenitud que el militante puede adquirir al momento de entregar sus vidas, sus horas, su tiempo a la causa. Sin embargo, las opiniones que vienen luego son tremendas. Yo creo que este no es un problema solo del MLN sino de todas las organizaciones que cooptan a sus miembros y los vuelven full time. Esto pasa también con militantes de sectas, es una situación bastante dramática. Me parece que ese capítulo está muy bien, porque lo que muestra es crudamente es la vida que llevaban muchos de los que entraban y luego no podían salir. Hay historias muy tristes, como la de Roque Arteche, un preso común que no tenía forma de salir. Y hay bastantes casos de este tipo. Ahí hay un punto fuerte del libro. Y me parece que a lo largo del libro Leonardo también desmonta esta idea, la de que la felicidad y la plenitud están en la organización. O por lo menos demuestra que el individuo también necesita lo colectivo, pero también su vida individual.
Rilla: (…) Yo conozco a varios de los que están aquí involucrados. De algunos de ellos, y no los conozco mal, los conozco bastante bien, no sabía las historias. Realmente me dejó aterrado. Es decir, en este libro descubrí cosas que le habían ocurrido a personas a las que conozco, a las que conozco más o menos bien, aunque en realidad no las conocía tan bien. ¿Qué le ha pasado al Uruguay que una persona a la que yo me considero cercano no me había relatado lo que le relata a Leonardo? Por eso decía que este libro me deja un poco triste a la vez que aliviado, porque me cuenta una historia que quería escuchar. También creo que es un libro que nos obliga, nos obliga a seguir revisando, a seguir pensando en estas cosas: no a cerrarlas. Y obliga a otros. Porque este libro termina con una especie de ejercicio de fantasía que hace Rodríguez Larreta, pensando en llenar el estadio Centenario, con todos los que de una manera directa o indirecta estuvieron involucrados en aquellos años: que vayan, confiesen lo que hicieron y después es vayan para su casa. Me hace acordar al trámite que tuvo en Sudáfrica esta situación. Y yo creo que este libro obliga a otros a decir. Aquí hay todas una Fuerzas Armadas que no hablan. No hablan. Entonces yo también creo que este libro es una contribución a que hablen.


14.8.08

China: el imperio de las mentiras

Muchas veces se denuncia que los derechos humanos se violan en Cuba. ¿Entonces por qué nadie dice nada de la violaciones a los derechos humanos en China, donde la oposición también está prohibida, donde también hay presos políticos, donde tampoco existen las libertades civiles?
Muchas veces se crítica a Estados Unidos por aplicar la pena de muerte. ¿Entonces por qué nadie condena a China por matar a miles de personas al año, más que ningún otro país del mundo?
Muchos criticaron al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, porque cerró un canal privado de televisión. ¿Entonces por qué nadie habla de la censura de China, mucho más grave que la de Venezuela?
Muchos critican a Israel por negar un estado independiente palestino. ¿Entonces por qué nadie repudia la ocupación china del Tíbet?
De China sólo se habla bien. China es el país que más crece del mundo, China es un ejemplo de lucha contra la pobreza, China es el futuro, China es el modelo que Uruguay debe seguir para insertarse en el mundo.
El doble discurso es evidente. China, una dictadura implacable, ha logrado silenciar al mundo entero: a unos gracias a su fachada izquierdista, a otros por el poder de su dinero. El recién editado libro China, el imperio de las mentiras, del ensayista francés Guy Sorman, muestra hasta qué punto el mundo es cómplice de un régimen despreciable.
Sorman dedicó todo 2005, el año del Gallo, a recorrer China y entrevistarse con funcionarios y activistas chinos: intelectuales, religiosos, periodistas, universitarios. El resultado es un retrato muy distinto a la China oficial, el país del milagro económico.

Yahoo es cómplice

Sorman da cuenta de muchas cosas que se conocen, pero nadie recuerda. En China las organizaciones sociales, religiosas, culturales, están prohibidas. Eso incluye a los grupos ecologistas, los que luchan contra el sida y las asambleas de copropietarios de edificios de Pekín y Shangai. Quienes promueven estas organizaciones son encarcelados. El único partido político autorizado es el Partido Comunista.
Las religiones son toleradas siempre y cuando no se organicen por sí mismas y estén controladas por el Partido. Hay instructivos respecto a qué se debe creer. Los miembros del culto Falungong son encarcelados sin cargos ni juicios.
La pena de muerte se aplica sin que se sepa a cuánta gente: se estima que entre 3.500 y 15.000 personas son ajusticiadas al año, muchas veces sin haber tenido acceso a un abogado. Muchos tibetanos y uigures, dos pueblos sojuzgados por los chinos, son acusados de complotar contra la unidad del país, crimen que se paga con la pena de muerte.
Gracias a la tan manida “apertura” del régimen, los chinos tienen derecho a criticar al gobierno, a expresarse, siempre que lo hagan a título individual, que no se organicen, que sus opiniones no circulen. La dictadura no se ha hecho más blanda, sino más inteligente, explica Feng Lanrui, una ex dirigente comunista hoy devenida solitaria disidente.
Hay dos prensas en China: una para los cuadros del Partido Comunista, otra para el pueblo. Sorman entrevistó a un redactor de la prensa que leen los dirigentes del gobierno: ellos acceden a información de lo que ocurre en el país y en el mundo. En cambio, el público sólo lee lo que el gobierno autoriza. “Las redacciones de los diarios de China reciben cada diez días una nota precisa que indica los temas para tratar, cómo tratarlos y aquellos que está prohibido siquiera evocar”. Los periodistas deben respetarla para no ser despedidos.
Shi Tao, un periodista de Hunan, fue condenado a diez años de cárcel por haber divulgado “secretos de Estado”: envió por correo electrónico una de las directivas del Departamento de Propaganda. El caso es revelador de la complicidad de las grandes empresas de Occidente con la dictadura china: Tao fue denunciado por Yahoo.
Sorman entrevistó a Pu Zhiqiang, un abogado que defiende a los medios de prensa cuando se pasan de la raya y son llevados a juicio. Pu dice que pierde “casi siempre” y que cuando gana es porque el Partido Comunista le dio a los jueces la orden de que lo dejen ganar, para fingir ante Occidente que se respetan las leyes.
La censura está instalada en todos lados. Google, otro gran ejemplo mundial, aceptó abrir una versión china de su buscador que tiene censurada la palabra “democracia”. Hay mil palabras prohibidas en los mensajes de texto de los celulares: Taiwan, Tíbet, Tiananmen, corrupción, presos políticos, son algunas de ellas. “Verdad” e “idea” son otras dos.
En las universidades el debate ideológico y político está prohibido.

El nuevo apartheid

¿Y el milagro económico? Las cifras de crecimiento de la economía y todas las estadísticas que difunde el gobierno son inverificables. Varios entrevistados las cuestionan con argumentos sólidos.
Sorman dedica buena parte de su libro a explicar cuál es el combustible que impulsa el motor chino.
Millones de campesinos, acosados por la pobreza extrema y el hambre, deben abandonar sus provincias para buscar trabajo en las pujantes fábricas de las ciudades, las que llenan el mundo con sus productos.
Una vez allí, los campesinos son atrapados en el mecanismo que hace posible el “milagro económico chino”: salarios bajísimos, jornadas de trabajo agotadoras y ningún derecho. Los obreros que construyen las autopistas que tanto celebran los occidentales que visitan China, dice Sorman, trabajan 80 horas a la semana y deben vivir en el mismo obraje.
Los campesinos carecen de todos los derechos en las ciudades. Es un verdadero apartheid que nadie denuncia. “Los inmigrantes agrícolas no tienen acceso a la mayoría de los servicios públicos reservados a los habitantes de la ciudad”, explica Sorman. “La vivienda social, la enseñanza primaria, los cuidados médicos, subvencionados por las ciudades o las empresas, están prohibidos para los rurales con el pretexto de que no son contribuyentes o no aportan para esos servicios”.
Imposibilitados de educar a sus hijos, de encontrar una vivienda decente, algunos vuelven al campo, otros vagan de ciudad en ciudad. Algunos quieren irse pero no pueden, porque muchas empresas atrasan deliberadamente el pago de los salarios para retenerlos: el que se va, nunca cobrará lo que le deben. Algunas compañías estatales adeudaban en 2005... ¡dos años de sueldos!
“Los inmigrantes pagan muy caro el desarrollo de China”, dice la socióloga Han Qiui. Sorman concluye que “el desarrollo económico de China se basa así esencialmente en la explotación de los chinos rurales por los chinos urbanos”. El 20% explota al 80%. La ley lo permite. El Partido lo garantiza. El mundo lo acepta.
Por supuesto: toda organización sindical está prohibida. La “santa alianza” entre las multinacionales y el Partido Comunista chino no lo permite. Por eso, dice Sorman, los inversores extranjeros prefieren China a India en relación de 12 a 1. En India los pobres existen, votan, tienen derechos y sindicatos que los defiendan.
El libro tiene un momento memorable. Sorman visita una escuela universitaria para cuadros del Partido Comunista y allí le presentan al maestro Yang, abogado, experto en derechos humanos y vocero de China en todos los foros internacionales sobre sida.
Yang le aclara a Sorman que los derechos humanos figuran en la Constitución china desde 2004. Sorman le pregunta si un ciudadano chino puede invocar esos derechos constitucionales si es llevado a juicio. Yang le responde que la Constitución en China es “la madre del derecho”, pero su texto “es demasiado sagrado como para invocarlo”. ¿Para qué sirve entonces?, pregunta Sorman. “Esclarece el camino de los legisladores”, responde Yang. ¿Los derechos humanos figuran en alguna ley que los ciudadanos chinos sí puedan invocar?, pregunta Sorman. No, responde el maestro, “es demasiado pronto para eso”.

Ejemplo mundial

Muchos en Occidente piensan que China camina lentamente hacia la democracia gracias a la apertura económica.
Sorman argumenta que no será así porque la apertura económica china no es lo que se cree, sino un recurso más del Partido Comunista para reforzar la tiranía y el enriquecimiento veloz de sus miembros.
Los préstamos bancarios, por ejemplo, se otorgan a quienes son recomendados por el Partido, dueño de todos los resortes de la sociedad. Para poder obtener un préstamo hay que congeniar con la dictadura. Más aún: salvo un primer pago del 20%, los préstamos nunca se pagan. El Partido hace que sus amigos no deban abonarlos. Eso sí, cualquier actividad catalogada de disidente hace que el préstamo se ejecute.
Lo mismo ocurre con las privatizaciones: nunca son totales. El Partido otorga el derecho a alguien a explotar una empresa y enriquecerse, pero permanece vigilante y puede revocar la concesión en cualquier momento.
Tras leer el libro, uno no puede sentir sino estupor por los elogios que tantas veces se oyen sobre China. Hay quienes dicen: China es una dictadura espantosa, pero debemos aprender de su apertura económica. El periodista argentino Andrés Oppenheimer suele esgrimir ese punto de vista. El libro de Sorman muestra hasta que punto ambas facetas del sistema chino son inseparables. China “en lo que importa es menos socialista y más inteligente que Uruguay”, escribió el entusiasta Carlos Maggi. Evidentemente, para Maggi lo que importa no es la democracia, el pluralismo, las libertades, el estado de derecho. ¿Qué será “lo que importa” entonces?
Es justamente en ese punto que el libro de Sorman deja un sabor amargo. Tras retratar a un régimen oprobioso, el ensayista francés se pregunta si el mundo debería rechazar las importaciones chinas. Su respuesta es que no. “No, porque China nos enriquece. Si en Occidente podemos adquirir ropa, zapatos, juguetes, artículos deportivos, material electrónico a precios cada vez más bajos, elevando de esta manera nuestro propio poder adquisitivo, se lo debemos a las manufacturas chinas”.
¿Pero no hay una cuestión ética y moral? Sorman deja pasar el punto.
El autor recuerda, por supuesto, la masacre de Tiananmen, el 4 de junio de 1989 cuando el ejército chino aplastó a los estudiantes que reclamaban democracia. La cifra de muertos no se conoce, aunque se supone que fueron miles. Muchos cuerpos no fueron devueltos a sus deudos. Son desaparecidos de lo que nadie habla.
Al principio, la matanza provocó indignación en el mundo pero eso duró poco. Sorman recuerda que poco después de la masacre, Simon Leys vaticinó que “la cohorte de los jefes de Estado y de los hombres de negocios pronto reencontraría el camino de Pekín para sentarse nuevamente en el banquete de los asesinos”.
La profecía resultó cierta.

Publicado en el diario Plan B de Uruguay, año 2007.

9.8.07

Energía nuclear: la madre de todas las dependencias

Energía nuclear es lo que Uruguay necesita. Para eso es necesario derogar la ley que prohibe su uso. Con este discurso están insistiendo algunos políticos, científicos y periodistas. 
Entre los políticos, quien lanzó el tema al ruedo fue el senador blanco Sergio Abreu. Luego se sumaron su correligionario Ruperto Long, y el colorado Isaac Alfie. También el escritor Carlos Maggi y el ingeniero Álvaro Bermúdez, ex director nacional de Energía.
También al gobierno parece haber llegado la ola nuclear. Meses atrás, el subsecretario de Industria y Energía, Martín Ponce de León, había rechazado la posibilidad de instalar en Uruguay una central nuclear por la suma de sus inconvenientes: “Un tipo de central como la nuclear en todo caso está muy lejos en el horizonte de la razonabilidad técnico-económica”, declaró. Pero otros gobernantes no parecen tan firmes en su oposición. El ministro Jorge Lepra aprovechó su viaje a Finlandia para visitar centrales atómicas y el presidente de UTE, Gerardo Rey, dijo en estos días, al término de un seminario sobre políticas energéticas, que el gobierno no descarta la instalación de una central nuclear a mediano plazo.
Los argumentos a favor de que Uruguay abrace el uso del átomo como solución energética son varios y se centran en una realidad que no es local sino mundial: el uso del petróleo como fuente de energía está destruyendo al medio ambiente, está cambiando el clima de la Tierra y amenaza con agotar las reservas energéticas muy pronto. El actual modo de vida se encamina hacia un colapso. Los optimistas dicen que el petróleo se agotará o se tornará demasiado caro para seguir usándolo a partir de 2030 o 2040. Los pesimistas dicen que eso puede comenzará a ocurrir poco después de 2010.
Ante ese panorama tan desalentador, algunos sostienen que la solución es la energía nuclear, que no genera anhídrido carbónico y, por lo tanto, no recalienta el planeta.
Incluso algunos ambientalistas han dado marcha atrás en su oposición a la energía atómica. “Soy ecologista y ruego a mis amigos del movimiento que abandonen su equivocada objeción a la energía nuclear”, dijo el científico británico James Lovelock, un luchador contra el calentamiento global.
En algunos lugares del mundo, este relanzamiento de la opción nuclear ha dado lugar a un debate de fondo sobre las políticas energéticas, el modelo de desarrollo y el cuidado del medio ambiente.
En Uruguay, sin embargo, el debate nuclear exhibe la misma pobreza con que se discute, por ejemplo, sobre el transporte público o las políticas educativas.
Para empezar, mientras Abreu, Long, Alfie, Maggi y compañía recorren día tras día los medios con su prédica atómica, la otra campana no suena. Nadie entrevista a quienes sostienen que lo nuclear no es solución. Muchos argumentos de fondo de esta polémica son soslayados o tratados con un nivel de desinformación alarmante.
Días atrás, el senador Abreu fue entrevistado en una radio. Tras su fuerte alegato atómico, un oyente llamó a la emisora y comentó que es raro que se proponga construir un reactor nuclear cuando Uruguay desaprovecha toda su potencial energía eólica. Como Abreu ya no estaba en el estudio, el periodista respondió en su lugar: la energía eólica, dijo, no sirve para alimentar ciudades (no sabe, por ejemplo, que Dinamarca genera el 20% de toda su electricidad con la energía del viento). Luego otro oyente comentó que los niveles de seguridad que ofrece Uruguay no son los ideales para tener un reactor nuclear funcionando a la vuelta de la esquina. El periodista descalificó el argumento señalando que, razonando así, tampoco podría funcionar la planta de Botnia (no sabe, evidentemente, que el desastre de Chernobyl liberó una cantidad de radiación que algunos calculan fue equivalente al lanzamiento de entre 200 y 400 bombas de Hiroshima, algo que Botnia nunca podrá lograr ni siquiera en la más catastrofista de las visiones).
Este es el nivel del debate y así es como la prensa ayuda a aclarar el tema.

El gran salto

Los políticos uruguayos nunca se preocuparon por trabajar sistemáticamente a favor de la independencia energética del país. Mientras que el mundo lleva décadas aprovechando las energías derivadas del viento, el sol, la biomasa, en Uruguay todo eso se ha desaprovechado olímpicamente durante años sin que Abreu, Alfie y Long recorrieran los medios haciendo notar su molestia. Nuestra siesta lleva décadas y promete seguir. Mientras en el mundo se investiga cómo usar la energía del hidrógeno y la del mar, acá seguimos discutiendo qué hacer con la refinería de Ancap.
Las únicas obras destinadas a dotar de una parcial autonomía energética al Uruguay –sus represas hidroeléctricas- fueron todas ellas obras de gobiernos dictatoriales. La represa de Rincón del Bonete fue realizada durante la dictadura de Gabriel Terra. Salto Grande y Palmar son obras de la dictadura militar. Eso también habría que enseñarlo en los cursos de historia reciente.
A la democracia uruguaya nunca le interesó dotar de autonomía energética al país. Por alguna razón (¿cuál será?) la única política energética nacional ha sido la de importar petróleo, derrocharlo en abundancia y luego volver a importarlo.
Encontrar petróleo nunca interesó de verdad. La investigación de nuestro subsuelo ha sido dotada de recursos irrisorios. No es casualidad que seamos el único país de América del Sur donde nunca se encontró petróleo.
Tampoco hemos invertido nada en desarrollar alternativas propias a la importación de combustible. Batlle y Ordóñez quiso hacerlo. Ordenó al Instituto de Geología (antecesor de Ancap) que investigara la invención de un combustible derivado del alcohol. Pero terminaron fabricando caña, whisky y grapa.
Ni siquiera se llevó adelante nunca una política tendiente a ahorrar el petróleo que tan caro nos cuesta. Tenemos en Montevideo un sistema de transporte colectivo tan espantoso que todo aquel que puede es compelido a usar su propio auto. En Uruguay no se usan los ríos para transportar mercaderías, un sistema mucho más económico que el transporte carretero. Al ferrocarril se lo dejó fundir ex profeso para así gastar más combustible usando miles de camiones. La leña, que podría alimentar las calderas que hoy funcionan a petróleo, se la damos, más barata, a Botnia. Alguien, en Finlandia, decidió que eso era mejor para nosotros.
Con este panorama, no es raro que Uruguay sea tan pobre y dependiente: cada día nos levantamos y trabajamos para eso. Tenemos, eso sí, una compañía importadora de petróleo rica, que alimenta una casta de funcionarios privilegiados, mientras el resto del país paga la nafta más cara del continente. Todo lo que Uruguay recibe de sus exportaciones de carne lo gasta en importar petróleo.
Hoy cuando no llueve y las represas que construyeron las dictaduras militares se quedan sin agua, no tenemos otra alternativa que comprar más petróleo y quemarlo. Cuando la sequía de 2003, el entonces presidente Jorge Batlle anunció el plan energético nacional: “el buen Dios se va a ocupar”.
Los partidos políticos que han generado este desastre energético se han despertado de golpe. Tienen la solución mágica. El país que debe todas las materias –estudio del subsuelo, prospección petrolera, racionalización del consumo, uso del alcohol, aprovechamiento del viento, de la energía solar, de la biomasa, estudio de nuevas tecnologías- ahora tiene una solución milagrosa: saltearse todas las previas e ir directo a la energía nuclear.

Lo nuclear

La energía nuclear es resistida en todo el mundo. Pero para un país atrasado tecnológicamente como Uruguay, las dificultades para abrazar el sueño atómico son todavía mayores.
Para empezar, las centrales nucleares necesitan uranio para funcionar y Uruguay carece por completo de este mineral, al igual que el petróleo. Se habla de posibles yacimientos, sin que se haya descubierto nada por el momento.
Es cierto que las centrales nucleares no necesitan grandes cantidades de uranio, pero también es cierto que las reservas mundiales de este mineral son muy escasas. Se calcula que se agotarán en menos de 100 años: igual que el petróleo.
Los costos de levantar una central nuclear son enormes: para un país que ya domina la tecnología nuclear se estima que una central tipo cuesta unos 1.500 millones de dólares; para un país que desconoce todo sobre este tema el costo de multiplica por una cifra que nadie se atreve a mencionar. Los plazos de construcción son eternos. La tecnología que se usa debería ser importada en un cien por ciento. Lejos de independizarnos una central atómica nos generaría una nueva dependencia, muy cara por cierto. Construir una central nuclear en nombre de la autonomía energética es una paradoja, como declarar la guerra por la paz. La energía atómica refuerza nuestras dependencias tecnológica y de combustible.
Pero, con todo, estos son apenas “detalles” respecto a dos enormes problemas que presenta la energía nuclear: su seguridad y el manejo de sus residuos.
“¿Dígame una cosa, la energía nuclear es mala palabra? ¿Por qué está limitada por ley? ¿Cuál es el tema? ¿El tema de la seguridad? ¿Chernobyl? Si tenemos una planta de energía nuclear a 400 kilómetros de Montevideo en Argentina (...) Si le pasara algo a la planta de Atucha, el ser uruguayos y no tener a Atucha no nos libra del problema”, dijo el senador Abreu en 2005, en radio Carve, cuando comenzó su campaña atómica. Según Abreu, la seguridad “está controlada porque las plantas nucleares se controlan y hay energía nuclear en el mundo entero”.
Lo que es tan fácil para el senador Abreu no es tan claro para el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que en 2003 publicó un informe de referencia, titulado The future of nuclear power, en el cual plantea que los problemas de seguridad de las plantas atómicas y sus residuos siguen siendo dos graves problemas que impiden su uso masivo.
Chernobyl no fue el único accidente nuclear, una mera excepción, como hoy se pretende que el público crea. Hubo muchos otros. La fama de Chernobyl deriva de su extraordinaria magnitud. Chernobyl impregnó de radiactividad una superficie de 160.000 kilómetros cuadrados, el Uruguay entero.
Abreu argumenta que tener la central atómica argentina de Atucha tan cerca nos expone a los mismos riesgos sin gozar de los beneficios energéticos. No es cierto.
Para empezar: es obvio que la multiplicación de centrales multiplica los riesgos de un accidente producido por un error humano o una falla en la central.
Segundo: las distancias geográficas cuentan. Hoy, 20 años después de la tragedia de Chernobyl, existe una zona de exclusión alrededor de la vieja central soviética donde la vida está prohibida porque la radiación es tan alta que todavía es un riesgo mortal echarse en el pasto o cultivar verduras. Esa zona muerta, donde las grandes ciudades están abandonadas y desiertas, se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de Chernobyl. Atucha está a 100 kilómetros de Nueva Palmira, 170 de Colonia y Mercedes y 360 de Montevideo. Un accidente en Atucha sería sí una catástrofe en Uruguay, pero sería mucho peor tener una central nuclear en nuestro propio territorio. Cualquiera puede hacer las cuentas.
Pero la energía nuclear plantea un problema todavía más grave: cómo manejar sus residuos, que mantienen su radioactividad letal durante 10.000 años.
¿Cómo los manejará Uruguay? ¿Los residuos atómicos serán cuidados tal como se cuidan los libros de la Biblioteca Nacional? ¿La eficiencia será la de la Dirección de Meteorología? ¿El nivel de seguridad será el del Comcar? ¿Los controles serán como los del Banco Central?
Otra pregunta que los propagandistas de lo nuclear no responden en cómo se calcula el costo económico de manejar residuos letales que seguirán en actividad dentro de 10.000 años.
La basura nuclear es hoy más peligrosa que nunca, porque son el bien más buscado por los grupos terroristas.
Por eso es que quienes hoy pregonan la construcción de nuevas centrales nucleares piden que los países del tercer mundo las construyan, pero que los residuos sean vigilados, manejados y retirados por Estados Unidos u otra potencia.
Álvaro Bermudez, ex director de Energía, en un alegato a favor de lo nuclear realizado en radio El Espectador señaló: “Lo más interesante son las ofertas que están haciendo ahora países como Rusia y Francia, que incluyen la posibilidad de no tener que manejar esos residuos personalmente. Ofrecen encargarse del combustible nuclear y de retirar los residuos”.
Es decir que si se construyera una central nuclear en Uruguay dependeríamos de la “buena voluntad” de alguna potencia para que venga a retirarnos los peligrosísimos residuos atómicos. ¿Qué se nos pediría a cambio de semejante favor?
Lo peor es que esta dependencia no se prolongará durante una década, ni durante dos, ni durante un siglo, ni durante mil años: es una dependencia de 10.000 años. Linda forma de lograr la autonomía energética.
Hace unos días, la ministra de Medio Ambiente de España, Cristina Narbona, dijo que la energía nuclear “no sólo no es la solución” al desastre ambiental mundial sino una parte importante del problema, debido al peligro que representan justamente sus residuos radiactivos.
Narbona observó que los almacenes de residuos que existen en las centrales nucleares españolas están “al límite” de su capacidad y recordó que en dos años Francia devolverá a España los residuos nucleares allí depositados, un problema grave y sin solución definitiva en el que algunos ahora quieren embarcar al Uruguay.
Detrás de la energía nuclear se mueven intereses económicos muy poderosos. Su interés es vender una tecnología de miles de millones de dólares y que, al mismo tiempo, genera una dependencia hasta el fin de los días.
Uruguay ya vivió esta historia con el petróleo: alguien (¿cómo habrá hecho?) nos convenció de que nuestra única alternativa energética era importarlo, derrocharlo y volverlo a importar. Y en eso estamos.
Ahora, que el petróleo se termina, nos quieren convencer de que abracemos la energía atómica, cuyos residuos nunca podremos manejar, porque el hombre todavía no sabe cómo hacerlo.
En España, tres periodistas -Rafael Carrasco, Miguel Jara y Joaquín Vidal- acaban de publicar Conspiraciones tóxicas, un libro de editorial Planeta.
La obra relata cómo distintos lobbys logran que se tomen decisiones políticas que benefician a unos pocos y perjudican a millones. En una entrevista que les realizó el diario El Mundo, los tres periodistas acusaron a los políticos “por ser tan permeables a la acción de los lobbies industriales”. “Las presiones son enormes”, dicen. “En el libro contamos numerosos casos de presiones exitosas de la industria nuclear”.
En la entrevista les preguntan: “¿Por qué no se ha tomado más en cuenta la aplicación de fuentes de energía renovables?” “Sin duda alguna, por la acción eficaz de los lobbies del petróleo, nuclear y demás”, responden.
No es un problema sólo de España. El lobby del petróleo escribió nuestro triste presente. El lobby nuclear quiere escribir nuestro incierto futuro.




Artículo de Leonardo Habekorn
Publicado en el diario Plan B, 15 de junio de 2007
el.informante.blog@gmail.com

Últimos comentarios

Páginas vistas

Etiquetas

33 Orientales Accidente en Young accidentes de tránsito Adolfo Antelo Alejandro Atchugarry Alemania Alimentación Álvaro Moré Amodio Pérez Ancap Andes Antonio Mercader Árboles autóctonos del Uruguay Argentina Artigas aviación Bicentenario Bolivia Brasil Caraguatá cárceles Carlos Koncke; Alejandro Vegh Villegas Carlos Liscano Cesáreo Berisso charrúas Che Guevara. Checoslovaquia Chespirito - Roberto Gómez Bolaños Chueco Maciel Ciudad de la Costa Comunidad Jerusalén Creative Commons Crónicas de sangre sudor y lágrimas Crónicas y reportajes Cuba Cultura Daniel Castro Daniel Chasquetti Daniel Vidart Daniel Viglietti delincuencia Democracia Derechos humanos diarios dictadura Doble discurso europeo Drogas Eduardo Bonomi Eduardo Galeano Eduardo Pérez Silveira. Libros educación El Chavo Elon Musk empleados públicos Engler Enrique Tarigo entrevistas ETA Evo Morales Fernández Huidobro Fernando Parrado financiamiento de los partidos políticos Fito Páez Fuerzas Armadas Fútbol Gabriel Ohanian Gabriel Pereyra Gavazzo Gente que no sabe leer y tergiversa lo que uno escribe Gerardo Caetano Grasas trans (transexuales) guaraníes Günter Wallraff Herencia maldita Historia historia reciente Historias tupamaras Historias uruguayas. Hospital Filtro Hotel Carrasco Hugo Alfaro Hugo Batalla Hugo Bianchi Inmigrantes. Dominicanos Intendencia de Canelones internet Israel Italia Jaime Roos Joel Rosenberg Jorge Batlle Jorge Lanata Jorge Vázquez Jorge Zabalza Jose Mujica José Mujica José Rilla Juan Martín Posadas Juan Miguel Petit Juan Salgado La República Leonardo Sbaraglia Líber Seregni Liberaij Libros Libros. Liber Literatura Luca Prodan Luis Almagro Luis Lacalle Luis Lacalle Pou Madonna Maltrato animal Maracaná Marcelo Estefanell Mario Bardanca. Mario Benedetti Medicina Medio ambiente Mercedes Sosa México Michael Jackson Miguel Ángel Campodónico Milicos y tupas MLN-T Montevideo Música Neber Araújo Nelson Sosa nombres disparatados nombres raros Óscar Padrón Favre Oscar Tabárez Pablo Cuevas Paco Casal Palestina Paraguay Partido Colorado Partido Comunista Paz Peñarol periodismo periodismo cloacal Perú PIT-CNT Plagios y otras situaciones dudosas Pluna Política Política uruguaya Pollo homosexualizante Primavera de Praga publicidad Racismo Radio Raúl Sendic redes sociales Relato Oculto Renzo Pi Hugarte Roberto Canessa Rock Rodolfo Leoncino sabihondos Salud Sin comentarios Sindicalismo sindicatos Sirios en Uruguay Sobre lo políticamente correcto Sonia Breccia Sumo Televisión Tenis terrorismo Tomás Eloy Martínez tortura trabajo Tragedia de los Andes Tupamaros Twitter Un mundo sin Gloria Uruguay Venezuela Víctor Hugo Morales Víctor Hugo Morales. Villanueva Saravia Violencia doméstica Visto y/o oído zoológico

Atención

Los derechos de los textos
publicados en El Informante
pertenecen a Leonardo Haberkorn.
No se permite la reproducción
sin autorización del autor.