15.9.15

Cuando tupamaros torturaron con militares

Milicos y tupas, tregua, ejército, MLNEn Milicos y tupas cuento la vida de dos tupamaros y un militar que coincidieron en 1972 en Artillería N°1, el cuartel conocido como "La Paloma".
Esa fue una de las unidades donde prendió fuerte la tregua alcanzada entre el Ejército y el Movimiento de Liberación-Tupamaros, que en aquel año trabajaron juntos, se prepararon para un eventual gobierno que los tendría como aliados y emprendieron una campaña de captura de supuestos delincuentes económicos, los famosos "ilícitos".
Los tupamaros que en el cuartel de Artillería N°1 trabajaron codo a codo con los militares lo hicieron siguiendo una orden de la dirección tupamara. Como en todos los puntos que trata el libro, hay testimonios con nombre y apellido que lo relatan.
Es una historia incómoda, que a ninguna de las dos partes le gusta reconocer. Pero que es tan sorprendente como verdadera.
Cuando los supuestos delincuentes económicos comenzaron a llegar al cuartel fueron interrogados con los mismos métodos que se habían empleado contra los tupamaros. Fueron torturados. Se les aplicó el "submarino", un tormento que consiste en sumergir la cabeza al interrogado en un tanque de agua hasta que siente que se ahoga.
En la aplicación del submarino a los supuestos delincuentes económicos participaron algunos tupamaros detenidos. Hay testimonios con nombres y apellidos en Milicos y tupas. Gente que lo vio con sus propios ojos.
La denuncia de que tupamaros torturaron junto con los militares ya la había hecho antes otro tupamaro, Juan Pedro Montero en el libro Ecos Revolucionarios (2003), escrito por Rodrigo Vescovi.
"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura", dice en ese libro Montero, que estuvo preso en otra unidad militar.
Montero cuenta que se indignó y denunció la situación. Luego de la publicación de Milicos y tupas, agregó que los tupamaros que él vio torturar donde él estuvo preso fueron "menos de cinco".
En el libro de Vescovi también el hoy ministro de Defensa y líder histórico tupamaro, Eleuterio Fernández Huidobro, cuenta como él mismo presenció una sesión de tortura a la que fue sometido un "ilícito". "Nosotros -relata- vimos torturar horriblemente al contador de varias empresas".
Vale la pena recordar todo a raíz de la polémica generada por el procesamiento de Amodio Pérez.


9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios Uruguay

Sirios Uruguay



31.8.15

No saber, qué gracioso

El domingo mientras unos cientos de uruguayos -gente interesada en la política y la educación- discutían en Twitter el anuncio de que el gobierno derogaría el decreto de esencialidad en la enseñanza, un número mucho mayor de uruguayos miraba la televisión.
En la pantalla repetían la grabación de un programa en el cual se le hizo una prueba a una notera de la TV. Le mostraron fotos de gente conocida, personajes muy populares. La notera no pudo identificar a casi nadie. Ni siquiera supo reconocer una icónica imagen de Obdulio Varela. "Un Negro que es Jefe", le sopló alguien. No hubo caso.
Obdulio Varela
¿Y este quién es?
Lo peor no fue el desconocimiento de la joven, sino el modo en que quedó en evidencia que hoy en Uruguay no importa exhibirse como ignorante. La notera no parecía muy abochornada por la situación. Quienes estaban con ella en el estudio celebraban su ignorancia, que era motivo de risas y festejos. Y la nota volvió a ser emitida, porque eso sí que es gracioso.
Ese es el mensaje que hoy transmite la televisión uruguaya, buena parte de cuyos espacios centrales -con honrosas excepciones- han sido entregados a gente que no se conforma con no saber, sino que cree que es necesario, provocador y/o divertido hacer alarde de ello.
No hace mucho tiempo otra importante figura de la televisión declaraba en público y con orgullo que nunca había ido al teatro.
Podemos discutir mucho sobre educación, sueldos docentes, planes de estudio, huelgas y responsabilidad sindical, ¿pero por qué un liceal querría estudiar, leer, aprender, estar informado e involucrarse en los problemas de la sociedad, si todos los días ve en la televisión como el no saber es un camino mucho más corto y sencillo hacia la popularidad y el éxito?
¿Para qué gastarse? Alcanza con ser simpático, canchero, entrador, un poco cara rota, decir malas palabras, manejar bien el doble sentido y, en el caso de las chicas, tener tetas grandes, naturales o postizas.
Cada vez es más complicado -me pasa en las clases que doy- explicarle a un joven por qué tiene que estar informado, leer libros, ir al cine y al teatro, visitar exposiciones y escuchar buena música.
Yo mismo comienzo a dudar cada vez que lo digo.
En la radio repiten una publicidad de la empresa Schneck en la cual se ridiculiza a la madre orgullosa de su hijo abanderado y al empleado eficiente que entrega un trabajo en fecha.
No sepas.
No seas abanderado.
No entregues en fecha.
Ese es el mensaje. Esos son nuestros nuevos valores.
En un informativo de televisión vi a una maestra decir que hacía huelga porque "la educación se va al carajo".
Como cantaban los Redondos, el futuro ya llegó.

11.8.15

Media hora en la conferencia de Amodio

Estuve treinta minutos en la conferencia de prensa de Amodio Pérez en el hotel Sheraton. No pude quedarme hasta el final, porque con mucha antelación había comprometido mi presencia en una mesa redonda de periodistas que han escrito sobre casos policiales, a propósito de mi libro Liberaij.
Lo que vi, de todos modos, merece ser contado.
Amodio Pérez apareció rapado y con una voluminosa y pesada pila de libros y carpetas. Antes de permitir que le hicieran preguntas anunció que diría unas palabras.
Comenzó a hablar de 1972 como si hubiera sido congelado en aquel año y lo hubieran descongelado unos minutos antes, en la cocina del Sheraton.
Amodio Pérez, Historias tupamaras
Amodio llega a la conferencia. Foto: Matilde Campodónico
Era difícil seguir el hilo de sus argumentaciones. Hablaba de asuntos y cosas perdidas en la memoria colectiva hace décadas, sin darse cuenta que nadie entendía nada. Nombraba con tal familiaridad al "plan Hipopótamo", uno de los tantos delirios tupamaros olvidados, como si fuera el "plan Ceibal" y todo el mundo lo tuviera presente y comprendiera de qué estaba hablando.
Mientras estuve dijo un par de cosas interesantes. Relató que el máximo líder guerrillero Raúl Sendic dormía cada noche en un local distinto de la organización, para escapar de sus perseguidores. Y allí donde recalaba, dijo, tenía "cama caliente": el derecho a tener relaciones sexuales con las mujeres de la organización que allí tuvieran la suerte o la desdicha de estar.
No sé si la denuncia es verdadera, pero el dato guarda cierta coincidencia con otros testimonios recientes, como el Cristina Cabrera, que en el libro Las rehenas cuenta sobre su vida dentro del MLN:
"A eso sumale el machismo, porque siendo esposa de alguien estabas a salvo, pero mujer sola y clandestina era lo peor que te podía pasar, porque eras un ser despreciable o tenías que estar dispuesta a ver con quién te ibas a acostar para sobrevivir. Fue tan duro que tuve ganas de suicidarme...Me fui a Kibón a pegarme un tiro pero no pude. Así era el estado de desconcierto que tenía".
Lo otro que me llamó su atención es que dijo que las armas que le robaron a la Armada, en una de las más glorificadas acciones de la guerrilla, nunca les sirvieron para nada porque no sabían usarlas y porque les resultaban muy pesadas para cargarlas en sus operaciones.
Sería gracioso si tanto delirio e irresponsabilidad no hubiera costado tanto dolor propio y ajeno, y no hubiera tenido consecuencias trágicas que seguimos pagando hasta hoy.
En 1961 el Che Guevara dijo en Montevideo que en Uruguay no había que hacer la revolución. Apeló a varios argumentos. Afirmó que la democracia uruguaya era única en América y que aquí existía "la posibilidad de avanzar por cauces democráticos", "sin derramamiento de sangre". 
También lanzó una advertencia profética: "Cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Los líderes tupamaros no le hicieron caso al Che. Robando armas que muchos de sus reclutas no sabían usar y basándose en cálculos políticos de ciencia ficción, iniciaron una revolución que llevó a miles de jóvenes a la cárcel, la tortura y la muerte. Amodio Pérez es tan responsable de ello como el resto de los conductores históricos del MLN.
El divorcio recién comenzó en 1972, una vez que llegó la inevitable derrota y todos cayeron presos. A Amodio lo acusan múltiples testimonios de delatar a compañeros y colaborar con los militares para apresarlos. Él lo niega y acusa a otros delatores, algunos de los cuales hoy la van de héroes. Sin embargo, no ha logrado dar una explicación convincente de por qué fue el único líder tupamaro al cual los militares permitieron dejar el país sin castigo, junto a su compañera, con una nueva identidad y la vida entera por vivir en Europa.
Amodio tuvo suerte: aterrizó en una España que pronto, en 1976, comenzaría a recuperar la democracia y florecer en todos los órdenes. Uruguay, en cambio, vivió sumergido hasta 1985 en el caldo podrido que su organización ayudó a cocinar. Y estamos en 2015 y la digestión todavía no termina.
Amodio llevaba hablando más de media hora y el momento de las preguntas ni siquiera había comenzado. Como dije, yo no podía quedarme más tiempo.
Cuando me iba rumbo a la mesa redonda sobre casos policiales para hablar de otros hombres de armas tomar, vi llegar a una periodista, conocida por muy aguerrida y seguidora de estos temas. Salía del ascensor del piso 25 del Sheraton muy acelerada, agitada y a las corridas.
Los presentes me contaron luego que fue ella la que, desafiante, le comunicó al hombre congelado en 1972, el mito de Walt Disney hecho realidad, que estaba citado por la justicia y pronto sería trasladado a los juzgados para ser interrogado.
Era verdad.
En eso anda el hombre desde entonces. No pudo dar las entrevistas que tenía pactadas. No pudo tomarse el avión de regreso a España que tenía programado. Quizás quede preso.
Debería haberlo previsto. El Che Guevara se lo advirtió en 1961: cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último.
Todavía siguen.

6.8.15

Otra historia épica de los tupamaros

El libro de Amodio Pérez (Palabra de Amodio) de Jorge L. Marius está estructurado en tres partes.
En el primer tercio Marius cuenta la historia del MLN-Tupamaros. Para hacerlo se basa en algunas de las versiones ya conocidas, pero en forma fundamental incorpora el punto de vista de Amodio Pérez. Se puede decir que esa primera parte del libro es la historia del MLN tal como la contaría hoy Amodio.
Amodio Pérez, tupamaros, MLN, milicos y tupas, historias tupamaras
El segundo tercio del libro lo constituye una larga entrevista de Marius al exguerrillero, acusado de traidor por sus ex compañeros. El autor lo interroga sobre temas de la historia del MLN y le pide su opinión sobre los tupamaros más notorios: Mujica, Fernández Huidobro, Zabalza, Engler, Rosencof, etc.
Por último, el libro se cierra con un apéndice documental donde la pieza principal es la historia del MLN que Amodio escribió en 1972.
El efecto general es algo redundante. En líneas generales, podría decirse que Amodio Pérez nos cuenta OTRA historia épica del MLN, un movimiento que fracasó porque Sendic, Fernández Huidobro y otros no supieron escuchar sus consejos, lineamientos y advertencias.
No hay en el libro una autocrítica seria sobre los efectos que tuvo para la historia del Uruguay y para la vida de los uruguayos (¡hasta hoy!) la decisión tomada en 1963 de alzarse en armas contra la la democracia uruguaya de los años 60, a pesar de que hasta el Che Guevara les aconsejó que no lo hicieran.
Amodio no dice estar arrepentido al respecto.
Un ejemplo de esta falta de reflexión sobre las consecuencias de la violencia política es cuando Marius analiza, con la óptica de Amodio Pérez, la toma de Pando, una acción de 1969 que le costó la vida a cinco personas -tres guerrilleros, un policía y un civil- pero que los tupamaros todavía festejan.
En el libro se critica que la dirección del MLN priorizara el efecto de "marketing" del golpe por sobre su seguridad militar: por eso se decidió usar coches fúnebres en lugar de vehículos preparados y veloces.
Más de dos páginas del libro se van en este asunto: con autos veloces -que por supuesto Amodio aconsejó usar- se podrían haber evitado las muertes de los tres tupamaros que cayeron en la operación.
Sin embargo, ni Marius ni Amodio dedican una sola línea a Carlos Burgueño, un ciudadano inocente que había salido de su casa para inscribir en el Registro Civil a a su hijo recién nacido y murió por el tiroteo generado entre policías y tupamaros. Es decir: murió en vano porque el MLN decidió tomar Pando, con marketing o sin marketing, con seguridad militar o sin ella. Lo mató la violencia política, de la cual Amodio es tan responsable como los otros líderes del MLN con los que hoy se enfrenta.
Vale la pena recordar que José Mujica, en la biografía Mujica escrita por el periodista Miguel Ángel Campodónico, también se explaya a lo largo de tres páginas sobre los errores que él cree que se cometieron en Pando y tampoco siquiera menciona a Burgueño.
Podemos concluir que si se sentaran a discutir Mujica y Amodio sobre la toma de Pando, estarían horas hablando de errores tácticos y militares y no dirían una palabra sobre el inocente que perdió la vida por culpa de la aventura en la que embarcaron al país entero.

***

Lo mismo que en los relatos oficiales del MLN, Marius mitifica acciones del MLN que en realidad fueron más patéticas que heroicas. Así por ejemplo se destaca la toma del aeropuerto de Paysandú.
Se ignora, en beneficio de seguir mitificando a los tupamaros, el testimonio de Aníbal de Lucía en el libro Historias tupamaras:
"El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!"

***
Amodio dice que comenzó a hacer la autocrítica  de su pasado guerrillero en 1997. Para los 18 años que han pasado el resultado parece escaso.
Sin embargo, al menos reconoce que fue un horror el haber reinstaurado la pena de muerte en el Uruguay, un demérito que el MLN comparte con el fascista Escuadrón de la Muerte y que hoy casi nadie se atreve a recordar.
Dice Amodio al respecto: "Creímos que por poner nuestras vidas al servicio de una causa que creíamos justa teníamos derecho a disponer de las vidas de los que valorábamos como enemigos y eso nos llevó a no valorar la vida de nadie, ni tan siquiera las de nuestros propios compañeros. Eso es para mí uno de los mayores horrores, con h y con o, que hemos cometido".
Lamentablemente, no se profundiza en el tema. El libro elude referirse la mayor parte de las víctimas del MLN. Se dice, por ejemplo, que las armas se conseguían por "expropiaciones". Se omite relatar todos los policías y hasta coleccionistas de armas que fueron asesinados para robarles un revólver o una pistola vieja.

***
Amodio desliza datos que dejan mal parados a todos los próceres tupamaros y también a varios políticos, entre ellos a Wilson Ferreira a quien pinta como un golpista desesperado por llegar al poder.
Algunas de las historias que cuenta ya eran conocidas, otras no. Algunas tienen más sustento que otras.
A Sendic lo retrata como un líder torpe y belicista. Lo hace responsable indirecto del asesinato de los cuatro soldados del jeep.
A Rosencof y Engler los acusa de haber integrado la dirección del MLN que ordenó ejecutar a Roque Arteche y a Pascasio Báez.
A Fernández Huidobro lo acusa de haber delatado ante los militares cuáles eran los tupamaros que habían cometido delitos de sangre.
Sin embargo, sus acusaciones flaquean y su relato todo pierde credibilidad al no lograr explicar en forma convincente las acusaciones que pesan sobre sí mismo. Sobre las desaparecidas libras de Mailhos reconoce que las escondió, pero no tiene una explicación cierta sobre su desaparición.
Sobre las acusaciones de traición que le pesan dice que son una leyenda negra urdida por sus enemigos dentro de la organización. Quien de verdad delató a todo el mundo fue Píriz Budes, señala una y otra vez.
Píriz Budes es el Amodio Pérez de Amodio Pérez.
Sobre la acusación de que salía a la calle junto a unidades militares para ayudar a detener a otros tupamaros, afirma que  lo confundían con Donato Marrero y Rodolfo Wolf, que eran de físico parecido.
Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)
En definitiva, insiste, él no delató a nadie; solo se limitó a ordenar información que los militares ya tenían y a "asesorarlos".
No queda claro, entonces, por qué fue el único tupamaro al que se le permitió salir casi inmediatamente del país, con su pareja, con una nueva identidad, para recomenzar una nueva vida libre de toda carga en la dorada Europa.
¿Tanta generosidad a cambio de casi nada?

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