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25.9.21

Con cárceles que son un infierno nunca habrá seguridad pública

La noticia de que un preso pasó 60 días dentro de una cárcel uruguaya secuestrado por otros reclusos que lo torturaron y lo abusaron, me hizo recordar esta columna que escribí a fines de 2018 en el desaparecido portal Ecos. La reproduzco tal como fue publicada entonces. Hoy ya tenemos casi 13.500 presos.

La razón de la inseguridad que no le importa a nadie

Publicado: 26/12/2018 07:37

Me tocó entrevistar a Andrea, una joven expresa, para un libro que celebró los 30 años de la ONG El Abrojo y que puede leerse gratis en la web.

En realidad, Andrea no se llama Andrea. Hubo que cambiar su nombre para que no peligrara su nueva vida de buena ciudadana y no arriesgar su actual trabajo.

Andrea fue una niña explotada, fue Cenicienta. Al fin huyó y se liberó de la mala mujer que la esclavizaba. Pero el precio de esa libertad fue una pobreza extrema que persiguió durante años, ya adulta y casada. Un día, agotada de tanta miseria, y en contra de la opinión de su propio esposo, esta muchacha decidió dejar de penar por un plato de comida y se puso a vender pasta base.

Le fue “bien” durante un lustro. Hizo mucha plata, de pobre pasó a rica, olvidó los días de privaciones. Pero conoció otros problemas. El peor de todos: cayó presa. La separaron de sus hijas.

-¿La cárcel te sirvió de algo? -le pregunté en su actual hogar, muy cerca de donde fueron derrumbados “los Palomares”.

Primero respondió con un “No” tajante. Luego se quedó callada unos segundos mientras toda su familia la miraba y cambió su respuesta: “Bueno, sí, a mí me sirvió”.

Penal de Libertad. Cárceles uruguayas. derechos humanos

Las cárceles son un problema central del Uruguay, pero abordarlo es casi imposible. Hay demasiados prejuicios, demasiadas pasiones, demasiado rencor que impiden calibrarlo como es debido.

Una parte de la opinión pública cree que en el fondo nadie debería ir preso. Por eso abogan por reducir penas, borrar antecedentes, aumentar los beneficios para salir antes de prisión, fomentar cualquier castigo alternativo.

No asumen que esos mecanismos son muy positivos en algunos casos, pero no siempre. No asumen que hay delincuentes peligrosos, psicópatas graves diagnosticados y sin marcha atrás. Insisten el devolverlos a la calle.

Un caso tremendo fue el de Williams Pintos. Se sabía que iba a abusar de menores y que cada vez sus ataques serían más violentos. La justicia uruguaya ya lo había peritado con esas conclusiones. Sin embargo, lo enviaron a la calle sin control y hasta le dieron un taxi para que pudiera cazar mejor a sus presas. A Pintos lo ayudaron a transformarse de abusador en asesino. Luego, eso sí, todos pusieron la foto de la niña Brissa en sus redes sociales.

Hay una segunda corriente de opinión, opuesta a la anterior pero también muy numerosa, que tampoco quiere saber nada con las cárceles.

Los de este bando piensan que todos los presos son violadores y asesinos irrecuperables, que merecen la pena de muerte y -si no se puede- la cadena perpetua. Cuánto más infecto sea el pozo en el que estén encerrados, cuando mayores humillaciones y vejaciones sufran, mejor.

Es una posición muy miope.

El desinterés por las cárceles -fomentado por estas dos corrientes de opinión- ha transformado nuestras prisiones en un verdadero infierno en la Tierra en el que viven más de 10.000 personas, más habitantes de los que tienen Castillos, Guichón o Lascano.

En diciembre de 2017 teníamos 10.241 presos, un número que -en líneas generales- no ha dejado de subir desde 1999.

No es cierto que todos sean asesinos y violadores. Un censo carcelario de 2010 estableció que el delito que más gente lleva a las prisiones es la rapiña, causa del 37% de las reclusiones. Un 15% estaba preso por hurto y un 10% por venta o tráfico de drogas (la mayoría en el escalón más bajo de la cadena). Casi un 8% estaba recluido por delitos menores: receptación, desacato, lesiones, etc.

Supongo que está claro y estamos todos de acuerdo en que no se puede aplicar la cadena perpetua a un ladrón. Por eso los presos salen. Entran a la cárcel pero egresan, como un día salió Andrea.

El número sorprenderá a muchos. Cada año salen de las cárceles más de 6.000 presos y entran otros tantos. En 2017, según cifras oficiales, egresaron 6.377.

La cifra debería llamar a la reflexión. En promedio, cada día son liberados más de 17 reclusos. Día tras día, de lunes a domingo, los 365 días del año.

Lamentablemente, la historia de Andrea no es la más habitual. La entrevisté a la una tarde, cerca de General Flores y Carreras Nacionales. Ya había trabajado toda la mañana y llevado a sus niñas a la escuela. Qué bueno sería que 17 personas salieran de las cárceles cada día y se sumaran al mundo del trabajo, se transformaran en ejemplo de recuperación para sus familiares, sus amigos, para sus hijos.

Pero estamos lejos. La mayoría de los liberados no se reforman como Andrea. Más de la mitad vuelve a delinquir. Algunos sitúan la reincidencia en un 70%, otros en un 60%, los más optimistas en un 55%. En 2016 casi el 51% de los delitos los cometieron reincidentes.

Que la cárcel le sirviera a Andrea no fue mérito del sistema penitenciario. Lo que la rescató de un destino oscuro y triste fueron dos cosas: el trabajo de los voluntarios de El Abrojo en la cárcel de mujeres y, sobre todo, el tesón de su esposo, el que nunca quiso que vendiera pasta base, el que se puso la familia al hombro cuando todo se vino abajo, el que trabajó más y más duro y nunca dejó de visitarla, de apoyarla, de estar a su lado, de cinchar por sacarla de aquel pozo.

Porque las cárceles uruguayas son el pozo dentro de El Pozo. Las madres de todos los pozos. El informe 2017 del Comisionado Parlamentario establecía que el 30% de los presos está recluido en un régimen inhumano y degradante y un 45% en condiciones algo mejores pero aun insuficientes para lograr su integración social. Apenas un 25% está preso en una situación que habilita una posible recuperación.

La política de “que se pudran en la cárcel” ha llevado a que las prisiones sean antros copados por mafias carcelarias, academias del delito gobernadas por los delincuentes más pesados. El que entra por hurto sale rapiñero; el rapiñero sale secuestrador; el secuestrador, asesino.

La cadena diaria de humillaciones, de presos violados, ajusticiados, genera -además- un rencor y un odio que lo portan los 17 que cada día vuelven a sus casas, los 6.300 que cada año salen a la calle. Luego lo devuelven con violencia a la sociedad. Es un rencor y un odio que también se multiplica en familiares y amigos.

Si los presos son 10.000 y cada uno tiene cinco familiares directos y cinco amigos, ese odio y deseo de venganza se impregna en 100.000 personas. Lo he visto con mis propios ojos. Lo padecemos todos.

Ese rencor tiene bases sólidas. En 2017, 17 presos confiados al Estado fueron asesinados dentro de las cárceles, otros diez supuestamente se suicidaron y una muerte adicional nunca pudo ser aclarada. En 2018, el año aún no termina y, según las cifras que lleva la oficina del comisionado penitenciario, ya van 25 muertes violentas: 18 homicidios, seis supuestos suicidios y una muerte por “violencia institucional”, la del preso Carlos Núñez, cuyo homicidio a manos de la guardia fue presentado falsamente por el Ministerio del Interior como un “ajuste de cuentas” entre presos, sin ninguna consecuencia.

Uno de los supuestos suicidios -nunca aclarado- fue el de Williams Pintos, el asesino de Brissa. El estado lo detectó como psicópata, lo liberó sin control, le dio los medios para asesinar con facilidad y él mató a una pobre niña. Luego, el Estado encarceló a Pintos y mil preguntas quedaron sin respuesta porque tampoco pudo garantizar su vida. Un ciclo completo de desinterés, desastre, ineptitud y falta de idoneidad, una espiral que va destrozando familias y familias año tras año.

El colmo de la hipocresía uruguaya nos lleva a criticar a los países que tienen pena de muerte (a la que me opongo), cuando nosotros la tenemos y de peor manera: sin jueces ni abogados, la pena de muerte aplicada por los peores delincuentes, la propia guardia carcelaria o la desidia de los gobernantes.

En 2011, en la cárcel de Rocha, debido a situaciones ya denunciadas y documentadas, una red eléctrica deficiente provocó un incendio y 12 presos murieron quemados vivos.

En cualquier país con dignidad, debió ser el fin del señor Bonomi como ministro. ¡Fueron 12 personas confiadas a su cargo quemadas vivas! Si algo la mitad de grave hubiera ocurrido en la dictadura todavía estaríamos hablando de ello. Pero no pasó nada porque, entre otras cosas, los presos de hoy no le importan a nadie. No se comprenden las consecuencias de este desastre.

Para una sociedad es muy fácil reverenciar a sus ciudadanos famosos, a los consagrados, a los mejores. Pero la verdadera estatura ética de un país se mide por cómo trata a los más infelices, a los más desposeídos y también a los peores.

Pero ya no es solo una cuestión ética. Hoy es una cuestión de supervivencia.

Detrás de más de la mitad de los delitos que golpean a nuestros trabajadores, detrás del azote permanente de los delincuentes a la gente inocente, detrás del récord de homicidios que ya no se tolera, detrás de este Uruguay violento e irreconocible, hay una tragedia carcelaria previa. Es hora de asumirlo.

No se trata de justificar a los delincuentes por el estado de las cárceles. Se trata de comprender cómo funcionan las cosas. Soy de la idea de que es necesario penar con más severidad la reincidencia, pero al mismo tiempo es urgente que las cárceles dejen de funcionar como fábricas de peores delincuentes.

Nadie pide un hotel de cinco estrellas para los presos, como se suele ironizar cuando alguien se atreve a plantear este tema. Pero si de verdad estamos a favor de las víctimas del delito, debemos asumir que necesitamos cárceles que funcionen, donde el Estado mande, donde los peritajes psiquiátricos existan y sean atendidos, donde no estén mezclados ladrones y asesinos, primarios y reincidentes. Donde se trabaje y se eduque.

“No parece estar claro todavía para la opinión pública cuál es el sentido y objetivo de la cárcel”, escribió el comisionado parlamentario Juan Miguel Petit en su informe sobre las cárceles de 2017. “Mientras no haya un cambio cultural en el cual se asuma que la función de la cárcel es educar y preparar proyectos de vida para evitar nuevos delitos -agregó- la cárcel seguirá siendo una fuente de violencia, de desintegración y, paradojalmente, de nuevos delitos”.

Tiene razón.

Con cárceles que son un infierno nunca tendremos seguridad pública.

Puede ser un buen plan colectivo para 2019. Asumirlo. Hacer lo que esté a nuestro alcance. Presionar para que, en este año electoral, los partidos y los políticos actúen de una buena vez en este sentido.

26.11.17

La fe también mata

Cierto pensamiento dominante ayer y hoy en estas latitudes se basa en la creencia de que todos los hombres son buenos por naturaleza. Que no hay hombres malos, mucho menos "monstruos". Ni siquiera el que sube a su auto a una niña de 12 años, escolar, para violarla, matarla y enterrar su cuerpo en un bosque tapándolo con piedras.
Cuando un ser humano comete una monstruosidad así -sostienen- es porque detrás suyo hubo un sistema que lo impulsó. Ningún pibe nace monstruo. Los monstruos los hace algo muy grande y muy malo que está encima de todos nosotros: la religión, el capitalismo, el patriarcado, el heteropatriarcado.
Una vez oí al periodista Alejandro Bluth explicar que hay una diferencia enorme entre las sociedades que creen que hay hombres malos y aquellas que lo niegan.
Los países donde -por motivos filosóficos, políticos o religiosos- una mayoría cree que la gente malvada existe, no tienen contemplación con ella. Suman las penas de cada uno de los delitos que cometieron: 30 años por este asesinato + 30 años por este otro + 10 años por el secuestro de Fulano + 5 por herir a Mengano = Total 75. Aplican penas cada vez más duras a los reincidentes. Usan la cadena perpetua. Algunos países (yo estoy en contra, lo aclaro), también castigan con la pena de muerte.

Ellos creen -según criterios muy variados y discutibles- que hay verdaderos monstruos y se encargan de sacarlos de circulación.

No pasa eso cuando la mayoría -por ideología o religión- cree que todos los hombres son buenos y que si hacen algo terrible es porque fueron determinados por un sistema maligno.

Cuando el malo es el sistema, el delincuente es otra víctima y "los responsables somos todos". ¿Cuántas veces lo oímos cada semana? Con esa visión, lo que hay que derribar es al capitalismo y al patriarcado.

¿Y mientras tanto?

Mientras tanto, el vil sistema sigue vigente y tiene lógica que las penas sean más benévolas porque todos somos víctimas y responsables al mismo tiempo. No se suman los delitos. No hay cadena perpetua. La pena máxima es de 30 años, así hayas matado a 50, pero siempre se sale antes. Los motivos para anticipar las salidas de la cárcel se multiplican. Reincidir no es un problema, porque se considera que fue "el sistema" el que empujó al pobre diablo a volver a robar, herir o matar al prójimo. Hace unos días la prensa informó que la Justicia envió a su casa a un hombre que ya tenía 13 antecedentes penales: todavía tenemos la esperanza de que ese sujeto se rehabilite, por eso lo seguimos liberando una y otra vez. En el fondo seguro que es bueno.

Nuestro buenismo a ultranza -esto también hay que decirlo- además de indemostrable es hipócrita: porque esas víctimas del sistema son enviadas a cárceles infectas donde no será raro que enfermen, los violen, los maten con un corte o padezcan el horror de morir quemados vivos como los 12 de Rocha, sin que nadie renuncie, nadie vaya preso y a nadie se le mueva un pelo.

El principal sospechoso de haber asesinado a la niña de 12 años ya había estado preso dos veces por delitos sexuales. A su psicopatía se le sumaban los efectos de dos estadías en el infierno carcelario oriental. Sin embargo, estaba libre, suelto, sin control, sin atención especial, manejando un taxi, un trabajo ideal para cazar niñas, porque -más allá de lo que dice la ciencia- tal parece que teníamos FE en que se hubiera rehabilitado, que su fondo bueno por fin hubiera emergido.

Hace unos días asistí a un seminario vinculado a políticas de cárceles.
Un importante funcionario del sistema penitenciario terminó su ponencia cantando unas estrofas de la canción "Amor profundo".

Amor -dijo- es lo que hace falta.
Un buen tipo.
Honesto.
Trabajador.

Con seguridad su receta sirva para muchos casos, pero quizás no para todos.
Unos días después, la niña de 9 años y luego la de 12. No hubo canción ni amor que las salvara.


19.5.17

La agenda importada y la nuestra

Más que noticias son mazazos. El policía que mató a su ex pareja delante de los hijos de ambos y luego los llevó a tomar un helado. El director técnico de baby fútbol que abusaba de un niño a la vez que fungía como padre, e iba incluso a las reuniones en la escuela, y cuando temió que eso ya no pudiera seguir sucediendo, lo asesinó y se mató. El policía -otra vez un policía- que disparó su arma de fuego contra sus propias hijas con el fin de matarlas y arruinarle la vida a la madre. El ex preso que, drogado, mató a su hermana golpéandola con un palo de amasar mientras dormía, porque recordó como ella golpeaba a su madre.
Estas noticias recientes son algunas de las más brutales de una enorme cantidad de episodios de violencia familiar, doméstica, una ola cotidiana que incluye un cantidad espeluznante de casos de abuso sexual infantil y una cifra intolerable de muertes, sobre todo de mujeres. (Aunque quien se tome el trabajo de leer los partes policiales verá que también hay agresiones femeninas, menos violentas, generalmente no mortales, menores en cantidad pero aun así significativas).  
El esfuerzo de la sociedad para combatir estos males se centra en dos campos: la reforma del idioma y la lucha contra "el patriarcado".
La lucha idiomática se inició hace ya diez años. Las mujeres comenzaron a acceder con más regularidad a cargos que antes se les negaban. Entonces si una mujer llegaba a dirigir un ministerio era justo que se la llamara "la ministra" y no "el ministro" o "la ministro".
Pero pronto se pasó a boicotear palabras como edil o presidente, que se usaban para ambos sexos sin ningún sesgo machista: el edil y la edil, el presidente y la presidente.
Nunca hubo edilos ni presidentos.
De ahí se pasó al ridículo en el que han caído políticos, académicos y burócratas usando palabras como rehenas, oficialas y estudiantas.
Oficialas. Lenguaje políticamente correcto
¿Qué efecto concreto ha tenido toda esta batalla campal contra el castellano? Ninguno concreto conocido, más allá de llenarle el bolsillo a algunos que curran con los cursos de "lenguaje inclusivo".
El juez Gabriel Ohanian lo dijo bien claro en la edición del 12 de mayo del semanario Brecha, entrevistado por Venancio Acosta y Betania Núñez y hablando de las "burocratización" de los derechos humanos:
"Lo que veo es la burocratización y la exacerbación del gesto, de la palabra políticamente correcta, de la irritabilidad cuando se tocan determinados temas, pero en mi muy humilde concepto, eso es pura hipocresía. Las transformaciones no pasan porque alguien diga 'todos y todas' o 'afrodescendiente', pasa por lograr la equidad total. Como llegar a eso es más complejo, entonces nos conformamos con el mundo de la palabra, que suena más lindo pero no cambia nada".
No tengo nada para agregar.
El otro gran frente de batalla es "el patriarcado". Sin embargo, hoy en nuestra sociedad -por suerte- no hay leyes que establezcan un predominio de los hombres por sobre las mujeres.
Sí hay machismo: hombres machistas y algunas mujeres también, en distintos grados.
Sin embargo, ¿alguien cree que quien mata a su ex mujer delante de los hijos de ambos, o quien emprende a balazos contra su propia hijas lo hace porque es machista o principalmente guiado por su machismo?
¿No será que el problema principal o los problemas principales son otros?
Como Ohanian, no tengo la respuesta.
Sin embargo, después de una década de "todos y todas", quizás sea hora de preguntarle si el foco está bien puesto.
La juez letrada de Artigas, Betina Duter, entrevistada el 7 de mayo por el periodista Pablo Melgar en el diario El País, marcó uno de los principales problemas que observa en su tarea diaria en aquel departamento: "la dificultad en el acceso de mecanismos de salud mental".
Esa situación se repite en todo el país, pero casi nada se dice al respecto.
¿No tendrían un evidente problema de salud mental los dos policías de los casos narrados? ¿No tendría un evidente problema de salud mental el director técnico de baby fútbol? ¿Y el ex preso que mató a su hermana? ¿La sociedad uruguaya hoy está capacitada para detectar y tratar a tiempo estos problemas? ¿Se está trabajando para ello?
Hablando de salud mental, Uruguay también tuvo en 2015 una de las tasas más altas de suicidios de toda América Latina.
Mientras tanto, el Ministerio de Salud Pública ni siquiera tiene un director de salud mental, el cargo está vacante. Y a los policías acusados de actos de violencia doméstica se los lleva, como castigo, a trabajar a las cárceles: algo así como apagar un incendio con nafta.
Hay una agenda que viene de las ONGs del primer mundo, que ponen dinero para machacar en los temas que a ellos les interesa.
Después están nuestros problemas reales.
Abuso sexual infantil.
Alcoholismo.
Adicciones.
Salud mental.
Quizás sería hora de mirar hacia allí.

22.3.17

El secretismo del Uruguay y un juez republicano

En otro país podría ser considerado un fallo histórico, aunque acá seguramente pasará desapercibido.
Se trata de un dictamen del juez Gabriel Ohanian fechado el 26 de noviembre y conocido a través de la prensa en los últimos días.
El objeto central del juicio era considerar si la Administración de los Servicios de Salud del Estado persiguió en forma injusta a una funcionaria del Instituto del Cáncer, la asistente social Gladys González, acusada del grave pecado de haber hecho declaraciones a la prensa.

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Ohanian establece que González "es una muy capacitada profesional (...) que generó inigualable empatía con los pacientes del INCA a quienes organizó para procurar mejoras en el servicio, encolumnando tras sí a otros funcionarios con igual cometido".
"Esta militancia en pro de los usuarios terminó enfrentándola a la dirección del Instituto que comenzó a perseguirla, denostándola y sancionándola con vehemencia".
Como ejemplo, baste con relatar que una de las medidas tomadas fue la de tapiar una puerta por la que González ingresaba al INCA. Un funcionario citado como testigo declaró ante el juez: "Tuve que cerrar la puerta de 8 de Octubre con clavos y maderas y llamar al cerrajero Maldonado para que pusiera un pasador y llave, y llevar la llave a la dirección. Esa puerta que (se) clausuró era la puerta por la que entraba la actora. Lo hice por mandato de la dirección integrada por la doctora Valles, la nurse Aristimuño y el doctor Luongo".
poder judicial, Uruguay, secretismoLas sanciones fueron incrementándose hasta que en 2011 González dio una entrevista al diario El País relatando diversas situaciones negativas que ocurrían en el INCA.
Eso motivó que la dirección iniciara una "investigación administrativa" que determinó que a González se la suspendiera durante un mes con retención total de sus haberes.
"A la actora, en verdad, no se le cuestionó el acierto o desacierto de sus dichos en la prensa, sino la violación a un deber de 'reserva', es decir el haber permitido que un periodista la entrevistara", dice el fallo del juez Ohanian.

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Producto de las medidas en su contra, González relata que debió mudarse al campo debido al estrés que padecía, tuvo que sacar a su hija del colegio al que la enviaba y anotarla en un liceo público ya que no tenía dinero para pagar la mensualidad, le cortaron la luz, el agua, el teléfono, debió hipotecar una casa de su familia, tuvo depresión, angustia, ataques de pánico y perdió 15 kilos de peso.

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Respecto al fondo de la cuestión -que González habría violado un deber de "reserva" que afectaría al los funcionarios públicos- Ohanian es concluyente.
Primero recuerda que la norma que establece esa mentada "reserva" está fijada por el artículo 29, numeral 7 de la ley 19.121, pero solo afecta a los funcionarios de la administración central. E inmediatamente acota y limita los alcances de tal "reserva".
"No puede referir a una opinión respecto de la marcha del servicio público (...) En todo caso esa 'reserva' únicamente abarcaría datos sensibles que el funcionario conoce por el desempeño de su cargo (ejemplo: no divulgar la enfermedad de un paciente determinado) cuya comunicación, además, no contribuye en nada al interés público".
Ohanian es categórico, claro y contundente:
"La Administración no puede pretender regimentar la opinión de sus dependientes y las críticas públicas que de ellos provienen han sido, son y deberán ser toleradas por los gobernantes. El secretismo se ajeno por completo al sentido republicano. Que no sea del gusto de los directores del INCA el hecho de que trascienda una determinada situación interna, no les concede el derecho de sancionar a una funcionaria cercenando su libertad de expresión, pretendiendo de este modo silenciarla".
"El sentenciante -escribe el juez- no concibe que un funcionario público encuentre limitado su derecho constitucional a expresar su pensamiento en un medio de prensa bajo apercibimiento de ser objeto de una sanción administrativa, como le ocurrió a la actora".
Y agrega que no hay nada que limite el derecho del funcionario público "a expresarse personalmente en forma negativa respecto a la gestión de los directores o cargos políticos si está en desacuerdo; o bien denunciando lo que a su entender son fallas del servicio, porque ello conviene al interés general de toda la sociedad de tomar conocimiento de eventos de gran trascendencia".

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Según la dirección del INCA -los mismos que mandaron tapiar la puerta por la que entraba la funcionaria- González debió verter sus críticas y sus denuncias en forma interna, comunicándolas "a sus superiores".
"La sede no comparte en absoluto estas afirmaciones", dice Ohanian en su fallo. "En el Estado de Derecho cualquier funcionario puede dar opinión respecto de lo que entiende es el mal funcionamiento del servicio en el que trabaja. Lo hacen los sindicatos todos los días. Entender que ello está vedado en aras de una 'reserva' inexistente, únicamente tienda a tutelar la buena imagen de los dirigentes, para que su gestión no sea controvertida en público".

***

Ohanian estableció que la dirección del INCA tuvo una "actitud dolosa negligente y temeraria" en este caso y falló a favor de la funcionaria: ASSE deberá pagarle 1.200.000 pesos para compensar el daño moral sufrido.

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En un país donde el secretismo reina, el fallo de Ohanian es histórico y merece el mayor reconocimiento.
Habría que enmarcarlo y colgarlo en cada oficina pública. Habría que entregarle una copia a cada funcionario del Estado, empezando por el presidente de la República y siguiendo por los ministros y cada uno de aquellos que dirigen alguna oficina.
Todos los periodistas hemos chocado mil veces contra el muro del miedo y la censura impuesta desde la burocracia estatal. Miles de funcionarios tienen prohibido por sus superiores hablar con la prensa, incluso de las cosas más nimias: sienten pavor ante la mera presencia de un periodista, temerosos de las sanciones que recaen sobre ellos si hablan, como le pasó a González en el Instituto del Cáncer.
Para hablar, son obligados a tramitar permisos excepcionales con sus superiores, con todo lo que ello implica.
Lo maravilloso del fallo de Ohanian es que establece que esa censura no se basa en nada legal y que, por el contrario, viola las más elementales normas de la República.
Con todo, y luego de la enorme alegría y satisfacción que provoca leer esta sentencia de un juez uruguayo, el fallo deja un triple sabor amargo.
Primero, porque los funcionarios que en este caso actuaron en forma "dolosa, negligente y temeraria", siguen allí, dirigiendo el Instituto del Cáncer u otras dependencias de la salud pública.
Segundo, porque el dinero que se le pagará a la funcionaria perseguida en forma ilegal e injusta no saldrá de los bolsillos de sus perseguidores, como debería ser, sino del nuestro, del de todos los uruguayos. (¿Hasta cuándo seguiremos todos nosotros pagando la irresponsabilidad de la burocracia que mal dirige el estado?).
Y tercero, porque el secretismo -a pesar del notable fallo de Ohanian- vive y lucha. Pocas semanas después, un decreto de la propia Presidencia, firmado por el vicepresidente Sendic y todos los ministros de gobierno, estableció que los funcionarios deben mantener la "discreción" respecto a "datos, hechos y documentos" que conocen como empleados públicos y que es una "falta muy grave, pasible de destitución" filtrar documentos a la prensa.
Es contra la República.
Lean el fallo del juez Ohanian.

3.1.17

Adiós a una joven valiente

Los meses previos a la salida al mercado de la revista Tres, entre 1995 y 1996, fueron increíbles: a una cantidad de periodistas se nos pagó el sueldo durante varios meses sin que la revista se publicara todavía. La idea es que empleáramos ese lapso para crear fuentes, investigar, preparar notas.
Yo dediqué ese tiempo a investigar a la Comunidad Jerusalén, un grupo de la Iglesia católica que orientaba el sacerdote salesiano Adolfo Antelo, un cura carismático, muy popular por oficiar misa por televisión, a través de Canal 4.
Por una casualidad, a comienzos de 1993 me había tocado cubrir ese tema en el semanario Búsqueda, a pesar de que yo era el cronista sindical y pasaba mis semanas confinado en la sede del PIT-CNT, que entonces estaba en la avenida 18 de Julio, y en el bar de enfrente, el Molto Bene, donde siempre había algún dirigente sindical con quien hablar.
En 1993, después de años de recibir denuncias y no darles curso, la Iglesia por fin había decidido investigar lo que ocurría dentro de la Comunidad Jerusalén. Eso motivó el interés de Búsqueda y, como el periodista que se ocupaba de temas eclesiásticos estaba de licencia, me tocó a mí escribir sobre el asunto.
Hice un par de notas sobre el tema. Conté que la investigación abierta se centraba en denuncias de "malos tratos" que algunos ex integrantes de la Comunidad Jerusalén habían realizado. En el segundo artículo, se incluyeron testimonios de varios jóvenes que habían estado en el grupo y habían sufrido los famosos "malos tratos" de Antelo. Quedaba claro que el cura los golpeaba.
Dos años después yo ya no trabajaba en Búsqueda y estaba en el plantel que preparaba Tres.
Cuando llegaron esos meses soñados por todo periodista en los que podía cobrar un sueldo sin las urgencias de publicar todos los días o todas las semanas, le propuse a los directores de la revista, que eran Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit, mi intención de investigar a la Comunidad Jerusalén, porque estaba seguro que aun quedaba mucho que contar.
Sucesivas entrevistas con ex integrantes me sumergieron en un mundo de terror alucinante creado por Antelo dentro de la propia Iglesia y ocultado durante años: las golpizas que sufrían los integrantes del grupo eran tremendas. Antelo les pegaba piñazos y golpes brutales con una pata de palo que llevaba como consecuencia de una amputación y que -parece cómico pero no lo es- oportunamente se quitaba para reventar a sus discípulos. Muchos habían sido fracturados. Las paredes de los locales de la comunidad tenían manchas de sangre. (La reciente publicación del libro El reino del padre Antelo, de Marcelo Di Lorenzo, otro ex integrante de la comunidad, me permitió conocer un nuevo detalle en aquel mundo de horror: Antelo también practicaba el "submarino" con sus víctimas, lo mismo que los torturadores de la dictadura).
Volvamos a 1995. A medida que seguía entrevistando gente y a profundizar en mis preguntas, comenzó a aparecer un asunto nuevo: Antelo también abusaba sexualmente de las mujeres de su comunidad.
Un día se lo conté a Bluth. Me preguntó si alguna de las jóvenes abusadas me había dado su testimonio. Le dije que no, que por el momento lo que tenía era el relato de algunos hombres que habían presenciado manoseos en los genitales y habían visto a Antelo pasar la noche en su dormitorio acompañado de algunas de sus "princesas".
Bluth me respondió tajante, palabras más, palabras menos:
-Si no conseguís una mujer que diga, con nombre y apellido, que Antelo abusó de ella, no vamos a publicar nada de abusos sexuales. El tema es muy grave como para basarnos en fuentes anónimas o testimonios de terceras personas.
A partir de ese momento, mi investigación entró en una fase desesperada. La revista ya tenía fecha de salida para fin de mes y no quedaba mucho tiempo para seguir investigando.
Yo tenía una larga lista de mujeres que habían dejado el grupo y sabía con certeza que varias de ellas habían sido abusadas por Antelo.
Las fui llamando una por una. Ninguna quería hablar. Además de las amenazas de condenarse al infierno eterno que Antelo y sus cómplices lanzaban a todos los disidentes, en este caso se sumaba la vergüenza de tener que contar en público una experiencia traumática y humillante: "Esto no lo puedo hablar con nadie". "No se lo conté ni a mis padres". Algunas me decían que necesitaban pensarlo bien y me pedían que las llamara otra vez en tres o cuatro días. Cuando volvía a telefonearles, me decían que lo habían meditado mucho y que, a pesar de que querían hacerlo o sabían que eso era lo correcto, preferían no hablar.
Ana Coutinho. Comunidad Jerusalén. Revista Tres. AnteloYo iba tachando uno a uno los nombres de mi lista. Tenía tantas jóvenes tachadas que parecía que nunca podría contar las cosas terribles que habían pasado en Comunidad Jerusalén. Comencé a deprimirme.
Un día llamé a una tal Ana Coutinho, otro de los nombres de mi lista. Lo mismo que otras, también me pidió unos días para pensarlo. La volví a llamar por teléfono unos días después, con pocas expectativas.
Me dijo:
-Lo estuve pensando mucho y no es fácil para mí, pero voy a dar mi testimonio...
Quería que a nadie más le pasara lo mismo. Pensaba en las chicas que seguían dentro de la Comunidad.
Por un momento quedé en shock. Cuando reaccioné, nos citamos en la plaza de comidas de un shopping, donde ella dio su testimonio en primera persona, con nombre y apellido.
Recuerdo bien el momento. Ana hablaba sin la excitación que suelen tener los que buscan contar algo en la prensa por ansias de figurar, de ganarse sus 15 minutos de fama. Tampoco estaba apesadumbrada. Contó todo con sobriedad y seriedad, sin aspavientos y sin rehuir preguntas, consciente de los efectos que tendría su declaración. Aceptó pasar unos días después por la redacción de la revista para que se le tomara una foto.
La nota, que se publicó en el primer número de Tres, incluida años después en el libro Un mundo sin Gloriaprovocó un gran impacto. A pesar de que Antelo nunca perdió el apoyo del Vaticano (ni de un variopinto conjunto de influyentes uruguayos que fue desde Canal 4 al semanario tupamaro Mate Amargo), los testimonios en su contra eran categóricos. Fue procesado con prisión y murió en régimen de prisión domiciliaria en un hogar selesiano.
El gesto valiente de Ana Coutinho fue clave para el justo desenlace de esta historia. Me han dicho en la Iglesia que todas aquellas que fueron las "princesas" de aquel hombre enfermo hoy están recuperadas.
Que yo sepa, luego de haber dado aquel testimonio, Ana no volvió a ser noticia. Se dedicó a rehacer su vida y formó una familia. Salvo un par de encuentros casuales, pasaron los años y no supe más de ella.
En diciembre, recibí la llamada de un ex integrante de la Comunidad Jerusalén. Me contó que Ana Coutinho acababa de fallecer, víctima de una enfermedad que se la había llevado en forma muy prematura.
No puedo decir mucho sobre ella. Apenas la conocí. Solo hablé con Ana largo y tendido una única vez, en la plaza de comidas de un shopping. Pero sí puedo decir una cosa: cuando la vida la puso en una encrucijada, por sobre un coro de admoniciones y amenazas, Ana Coutinho tuvo mucho coraje. En medio de una tempestad donde muchos flaquearon, ella desechó la salida fácil y prefirió lo que era mucho más complicado: hacer lo correcto.
Es una medalla que pocos pueden colgarse.

Comunidad Jerusalén. Adolfo Antelo. Padre Antelo


 

3.6.16

Gavazzo. Sin Piedad.

Después de más de dos años de trabajo, se presentó el libro Gavazzo. Sin piedad. La presentación fue radial, realizada en el programa No toquen nada, con el periodista Joel Rosenberg, el politólogo Daniel Chasquetti, y puede escucharse aquí. Lo dicho en los estudios de Océano FM también fue resumido en esta nota del portal 180.

Crítica y reseñas

Crítica en La Diaria.

Crítica en el semanario Brecha: (compartida con autorización).

Reseña en El País.


Entrevistas a propósito del libro:

Con Edmundo y Estefanía Canalda en 2030, en radio El Espectador.

Con Nicolás Lussich, en radio Carve.

Con Efraín Chury Iribarne, en radio Centenario.

Con Gustavo Villa y Luis Custodio en de 8 a 10, radio Uruguay

Con Jorge Traverso, en Tiempo Presente, radio Rural.

Con Álvaro Carballo, en Televisión Nacional

Con Aldo Silva en Fuentes confiables, radio Universal

radio Universal, fuentes confiables, gavazzo sin piedad
Foto: radio Universal












Con Daniel Figares y Pablo Alfano en Rompkbezas, de radio El Espectador.

Con Elio García Clavijo, en Carmelo Portal.

Con Macunaíma en Emisora del Sur.

Con María Inés Obaldía, en La Mañana en Casa, en Canal 10.

Con Christian Font, Soledad Ortega y Federico Paz, en Buen día Uruguay, Canal 4.

Con Magdalena Herrera, en el portal Ecos.


Contratapa escrita por el periodista Jaime Clara:

Gavazzo, libro de Haberkorn, Jaime Clara

10.10.15

Corrección a Jorge Zabalza

Jorge Zabalza fue entrevistado por el periodista Gerardo Tagliaferro, en su ya tradicional espacio en Montevideo.com llamado "Las 40". Allí el periodista le hace 40 preguntas a su entrevistado y en este caso la pregunta 18 fue:
-En el marco de la llamada "tregua" del año 72 estuvieron los trabajos conjuntos de militares y tupamaros en el Florida contra los "ilícitos económicos", por los cuales se llegó a detener gente. ¿Tenés constancia de que tupamaros hayan participado en torturas a detenidos por este motivo?
Zabalza respondió:
-No tengo testimonio directo de eso. Hubo gente que participó en el levantamiento y análisis de las declaraciones. Eso sí lo tengo claro. El que dice eso es el coronel Agosto (en el libro Milicos y tupas, de Leonardo Haberkorn). No he oído a ninguno de los compañeros que estuvo detenido en esos lugares -que fueron el Batallón Florida, el cuartel de La Paloma, el 9.º de Caballería y el Ingenieros I- hablar de que hayan participado en la tortura.
Milicos y tupas, de Leonardo HaberkornLa respuesta de Zabalza es equivocada, lo que dice no es cierto, y eso me obliga a escribir esta aclaración.
Milicos y tupas no fue escrito para denunciar que hubo tupamaros torturadores, que los hubo.
El libro ha tenido lectores atentos y críticos que han captado bien su espíritu general. Invito a los que tengan curiosidad a leer aquí las críticas de Guillermo Zapiola en El País y de Salvador Neves en Brecha, por ejemplo. O la presentación que hizo del libro el historiador Gerardo Caetano.
Pero el tema de los tupamaros torturados-torturadores vuelve una y otra vez.
Y entonces Zabalza dice lo que dice. Y lo que dice no es verdad.
Lo que el hoy coronel retirado Luis Agosto, que en 1972 era capitán, afirma en el libro respecto a la colaboración de tupamaros a la hora de interrogar a los detenidos por supuestos "ilícitos económicos" está en la página 156 del libro.


Cito en forma textual:
"Según el coronel Agosto varios tupamaros ayudaron en la tarea de teatralizar la tortura:
-Los tupas se prestaban para estar en celdas cercanas y gritar en esos momentos. Desde la pieza de al lado a la que usábamos para interrogar a los ilícitos, los tupas gritaban: '¡No, no me mates!, ¡no me mates!', y los tipos se asustaban y declaraban sin que les hiciéramos nada. Los tupas gritaban y los tipos se cagaban y pedían para confesar".
Es decir, lo que Agosto recordó en el libro es que hubo tupamaros que colaboraron para interrogar a los supuestos delincuentes económicos, pero él no dijo que hayan torturado junto con los militares.
Los que sí dijeron eso, y no puedo entender cómo Zabalza lo olvidó, fueron otros tupamaros, asqueados por los recuerdos de aquella situación.
En Milicos y tupas se recoge el testimonio del contador Carlos Koncke, preso en aquel entonces por tupamaro. Su testimonio está en la página 157:

"A mí los militares quisieron llevarme a interrogar, pero yo les dije que de ninguna manera, que eso era cosa de ellos. Pero recuerdo a un tupa que sí aceptó interrogar a los ilícitos, y fue. Yo lo vi. ¡Lo vi yo mismo! Era un tipo muy especial, un verdadero rico tipo. Y cuando volvió se ufanaba: '¡Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!'. Estaba orgulloso de lo que había hecho".

También en el libro se incluye el testimonio de una tupamara que no quiso presentarse con su nombre verdadero, el único caso en el libro. Yo acepté su anonimato porque conozco los problemas que le sobrevendrían si se presentara en público con su nombre, Ojalá se hubiera atrevido a hacerlo, pero no se animó.
La llamé "Mónica" en el libro y su testimonio coincide con el de Koncke. Sus dichos refieren al trato que recibió en el cuartel de La Paloma el contador León Buka, uno de los detenidos durante la tregua entre militares y tupamaros.
El testimonio de "Mónica" está en la página 158:

"Buka fue torturado por gente del MLN. La idea era mostrarle al resto de los compañeros que la cosa iba en serio, que eso era una nueva revolución que se estaba llevando adelante. 'A estos hijos de puta les va a pasar esto de ahora en más'. Ese era el mensaje. Cuando lo devolvían de la tortura, una compañera que sacaba medicamentos de la enfermería le daba analgésicos y Valiums a Buka. '¿Qué estás haciendo?', le decían. 'Estoy ayudando a un pobre tipo' -respondía ella; la tortura nunca es admisible'".

En Milicos y tupas se recoge también el testimonio del tupamaro Pedro Montero, incluido en el libro Ecos revolucionarios (2003), de Rodrigo Vescovi.
Montero coincide con Koncke y con Mónica.
La cita está en la página 158 de Milicos y tupas. Le dijo Montero a Vescovi:

"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura. Recuerdo que dentro del batallón Artillería 2 viví la tortura de civiles de derecha y a eso me opuse. El contador de Peirano fue defenido por mí dentro de Artillería 2 (...) Y lo que no puede ser es que hubiese compañeros nuestros haciendo, digamos, de soporte asistencial a los torturadores y preguntando. Y eso para mí, que me disculpen, no lo paso ni lo dejo pasar, lo denuncio. (...) Era infame".

Espero que la memoria de Zabalza se haya refrescado.
No es el coronel Agosto quien dice en mi libro que hubo tupamaros torturadores.
Son otros tupamaros quienes lo cuentan.

9.9.15

Información, información, información

Soy periodista y, a pesar de todos sus problemas y defectos, creo en el periodismo. Creo que la información, cuando circula amplia y libre, ayuda a que la gente tome decisiones más acertadas y así mejora la sociedad. Y que cuánta más información hay disponible, más posibilidades hay de que los problemas se solucionen.
Pero hay mucha gente que no piensa así. A veces están impulsados por motivos mezquinos: ellos manejan información, la aprovechan y no quieren que otros gocen del mismo privilegio. Otros, en cambio, rechazan la circulación de información por motivos altruistas: quieren hacer el bien sin interferencias, y nos ven a los periodistas como un estorbo.
En este último apartado están algunos de los que se dedican en el mundo a recibir refugiados.
Defensores a ultranza de la "privacidad" de los emigrantes, nos ven a los periodistas como una molestia.
Viene a mi mente una ONG que trabaja con refugiados. En las décadas que llevo trabajando en este oficio no recuerdo ningún otro lugar donde me hayan hecho sentir tan indeseable. Te dicen que no te dirán nada incluso antes de que hayas preguntado algo. Ese es su dogma. Para ellos, el trabajo de un periodista que quiera ir más allá de sus comunicados de prensa es malo por definición. Ponemos en riesgo la privacidad de los refugiados.
Seguramente -no lo dudo- tienen muchos ejemplos de mal periodismo que respaldan su convicción.
Hace unos meses comencé a interiorizarme de cómo marchaba la situación de los sirios que el gobierno a instancias del entonces presidente José Mujica trajo a Uruguay. Hablé con varios de ellos y me contaron muchas cosas. Tenían ilusiones y quejas, alegrías y angustias, situaciones que los hacían felices y otras que no comprendían.
Pensé que contar todo eso sería bueno.
Por ejemplo, la mayoría de ellos trabajaba. Los uruguayos, sin embargo y quizás por asociación con los refugiados de Guantánamo, creía y cree que no.
Algunos, por ejemplo, estaban llevando adelante emprendimientos muy empeñosos, pero de un modo precario. La publicidad los hubiera acercado a gente que podría haberlos ayudado a mejorar.
Y así con otras situaciones que un poco de información hubiera ventilado y descomprimido.
Lamentablemente, ninguno de ellos aceptó hablar en público y contar su caso.
Tenían miedo, desconfianza.
Pregunté por qué y algunos se quejaron de que ciertos periodistas habían publicado informaciones falsas sobre ellos. Otros me dijeron que les habían pedido que no hablaran con la prensa.
¿Quién?
No sé.
Intenté sacar adelante una nota contando la marcha de uno de esos empredimientos empeñosos y precarios, en base a testimonios de uruguayos que lo conocían. Tampoco fue posible. Encontré gente deseosa de contar. Pero cuando pidieron permiso para hablar (en Uruguay siempre hay que pedir permiso para hablar) se lo negaron.
Hoy la situación que yo quise contar ya no existe.
Los emprendimientos laboriosos se han caído.
Las molestias se han agrandado.
La frustración ha crecido.
La falta de comunicación y el silencio informativo hicieron su trágica obra: para un público ignorante de todos los hechos, detalles y circunstancias, gente que creía que todo marchaba color de rosas, el tema apareció de golpe y con la magnitud de una bomba: "¡Los sirios están acampando frente a la Presidencia!". "¡Dicen que quieren irse!". "¡Qué gente desagradecida!"
Esas son las noticias en cuanto a la marcha de su inserción en Uruguay.
En cuanto a la defensa de la Privacidad, la cosa está así: la gente pasa por la plaza Independencia y les saca fotos. Algunos insultan y les gritan: "vayan a laburar". Llueve y los sirios están durmiendo a la intemperie, en la calle, a la vista de todos.
Malos periodistas hay muchos, como también hay malos médicos.
Pero combatir la información es como combatir la medicina.
Sabelo.

Sirios Uruguay

Sirios Uruguay



29.6.15

Una noche en Salto

No es normal que la ciudad de Salto ocupe el centro de la atención continental, pero eso ocurrió el martes 23 cuando Uruguay amaneció con la trágica noticia del accidente protagonizado por el padre de Edinson Cavani que le costó la vida a un joven de 19 años.
El papá del futbolista había bebido y sin embargo conducía una camioneta cuando atropelló y mató al joven motociclista. Para cuando el asunto se hizo público, Luis Cavani ya estaba detenido en espera de ser trasladado ante un juez.
La noticia provocó de inmediato el interés en el resto del mundo, por el impacto que podía tener en el desempeño de Edinson Cavani, uno de los más reconocidos integrantes de la selección uruguaya que estaba disputando la Copa América.
Como mi trabajo de corresponsal en Uruguay de la agencia Associated Press supone no informar de noticias que no estén confirmadas, busqué la confirmación oficial sobre el accidente en el juzgado y la policía de Salto.
Fue así que recibí el comunicado matutino de la Jefatura de Policía de esa ciudad, donde se relatan los acontecimientos de la noche anterior. Todos los días la policía salteña emite esos comunicados, una rutina a la que nadie presta demasiada atención. Si el padre de Cavani no hubiera atropellado al motociclista yo jamás lo habría leído.
Pero lo leí.
Salto es una ciudad importante en Uruguay, pero en términos mundiales o continentales es una ciudad mediana o incluso pequeña. Allí viven unos 100.000 habitantes, lo que la hace unas 13 o 14 veces menos poblada que Montevideo. Pero el comunicado matutino de la Jefatura está lejos de pintar la noche de una ciudad bucólica.
Para empezar, se denunciaron siete robos.
El dueño de una chacra de la avenida Concordia sorprendió a dos hombres que le estaban robando morrones. Pudo detener a uno, pero el otro escapó. Un hombre denunció que otro le puso algo en el vino y aprovechó para robarle la billetera. Otro salteño se presentó ante la policía y relató que ladrones entraron a su casa y lo despojaron de una larga lista de objetos y joyas, también de dos cajas de balas una calibre 22, otra calibre 38 y un rifle. A otro hombre le robaron el celular en su lugar de trabajo. Un comerciante denunció que los ladrones rompieron el techo de su comercio y se llevaron dos cajas registradoras. A otro hombre le entraron al galpón contiguo a su casa y le robaron gran cantidad de herramientas de trabajo.
Además, la policía recuperó una moto robada y logró detener a un menor adicto a las drogas que se encontraba fugado del INAU.
El comunicado abunda en incidentes violentos.
En la calle República Italiana al 1100, una patrulla encontró a un hombre tirado en el piso con un "corte profundo en la cabeza". Lo llevaron a un hospital, pero se fugó antes de poder ser visto por los médicos.
Otro hombre llegó a una dependencia policial y denunció que ocho menores de edad le apedrearon su domicilio en la calle Valentín, provocando daños en el techo de chapa. No era la primera vez que le hacían algo parecido.
Un motociclista agredió a los inspectores que lo detuvieron por circular sin casco y fue detenido.
Un borracho, que quemaba cartones en la calle, intentó arrancar el contador de UTE de la fachada de un comercio, en pleno centro.
Muchos de los actos de violencia consignados en el comunicado ocurrieron en los hogares salteños.
Una mujer denunció que su hijo, menor de edad se peleó con su hermano, y cuando ella intentó calmarlo, él la insultó, la empujó con violencia y luego tomó una madera y rompió todo lo que encontró cerca.
Un hombre denunció que su ex pareja, una mujer, fue a su casa por la noche y lo agredió verbalmente "a los gritos" y "con el más bajo vocabulario". Luego le tiró una piedra en la cabeza.
Una mujer denunció a su esposo por "reiteradas agresiones verbales y físicas". La pareja ya está disuelta, explicó ella, pero siguen viviendo bajo el mismo techo porque él tiene otro lugar donde ir.
Eso es lo que consigna el comunicado. Cabe imaginar cuántos robos no habrán sido siquiera denunciados y cuántos casos de violencia familiar habrán quedado guardados, criando rencor, sepultados por el pudor, la vergüenza o el miedo.
Una noche en Salto. Una noche en la que la única noticia que llegó a los medios fue la del padre de Cavani.
Más o menos lo mismo que pasó en Salto habrá ocurrido también en las otras capitales departamentales que tiene el país. Y habrá pasado multiplicado por 12, 13, 14 o 15 en Montevideo.
Los casos de violencia doméstica -de los que todas las semanas tenemos ejemplos trágicos- merecen un renglón aparte. Hombres contra mujeres, mujeres contra hombres, hermanos contra hermanos y contra sus madres.
Los casos de violencia doméstica en Salto se multiplicaron por dos entre 2011 y 2014, informó el 9 de marzo el diario local El Pueblo. En 2014 hubo 2.673 denuncias.
Y no es solo en Salto. Hace unos días el diario El Observador, citando un estudio presentado en el Palacio Legislativo, informó que las muertes por este tipo infame de violencia en Uruguay son proporcionalmente cinco veces las de Chile y diez veces las de España. ¿Qué es lo que ocurre en este país para que dentro de sus propios hogares los uruguayos se comporten de un modo tan ruin y violento con sus propia familia?
La respuesta -que no debe ser simple- seguro no está en las toneladas de propaganda oficial y publicidad autocomplaciente con la que somos bombardeados día y noche, la machacona y anestesiante prédica de un Uruguay idílico que en realidad no existe.
Más que a la tanda de la televisión, Uruguay se parece a los modestos comunicados que cada día redacta un policía salteño para que nadie lea, salvo que el horror alcance de costado a un futbolista famoso. Habría que leerlos más, porque el primer paso para solucionar cualquier problema siempre es asumirlo.

el.informante.blog@gmail.com

30.5.15

Qatar en el pecho de los dioses del fútbol

Se venden más de un millón de camisetas de Barcelona por año. El equipo es señalado, una y otra vez, como modelo de éxito deportivo y de gestión, omnipresente en las pantallas del televisor. Tres de los diez mejores futbolistas del mundo, quizás tres de los cinco mejores, llevan esa camiseta. Es la que los niños del mundo quieren tener. Es también la que mejor ejemplifica la cínica y perversa relación que el mundo de fútbol tiene con el dinero y la corrupción.
Barcelona Qatar Messi Neymar Suárez Iniesta
Con Qatar en el pecho
La camiseta de Barcelona lleva la marca de Qatar en el pecho (a través de su empresa aérea estatal Qatar Airways). A cambio, la institución recibe 30 millones de dólares anuales.
Qatar es un pequeño estado árabe de tan solo dos millones de habitantes y una fabulosa riqueza de gas y petróleo que lo han transformado en el país de renta per cápita más alta del mundo. También será la sede de la Copa del Mundo de 2022.
¿Cómo un país inexistente en el mundo de fútbol y del deporte en general logró ser elegido como sede de un Mundial?
Pagando sobornos.
La propia Comisión de Ética de FIFA admitó "prácticas sumamente dudosas" para adjudicar el Mundial, pero FIFA se negó a publicar el resultado íntegro de sus investigaciones.
Documentos revelados por el diario británico Sunday Times mostraron que un miembro qatarí del consejo ejecutivo de FIFA, Mohamed Bin Hammam, pagó altas sumas de dinero para obtener el voto de federaciones africanas de fútbol para que Qatar fuera votado como sede del Mundial 2022.
Un informe del Consejo de Europa lo definió la adjudicación de esa Copa del Mundo como "un procedimiento profundamente manchado de ilegalidad".
Y no solo de ilegalidad. También de sangre. Sangre de miles de trabajadores extranjeros de países pobres que han llegado a Qatar para ganarse un salario y han caído en un oprobioso sistema de explotación que ha llevado a cientos a la muerte.
Según un informe publicado por El País de Madrid en julio de 2014, para esa fecha ya habían muerto 672 nepalíes empleados en las obras del Mundial. Las cifras provienen del un organismo oficial nepalí encargado de indemnizar a los familiares de los trabajadores que han fallecido o sufrido un accidente. Organismos sindicales han estimado que para cuando la pelota comience a rodar la cifra de muertos podrían llegar a 4.000.
En Qatar -el país-marca que Messi, Neymar y Suárez llevan en su pecho- están prohibidos los sindicatos y no existe el salario mínimo. Rige un sistema llamado "kafala", según el cual cada trabajador está vinculado a quien lo contrata, quien es su "patrocinador". Quiere decir que cada trabajador depende de la voluntad de su empleador para tener acceso al sistema de salud, y que debe contar con su permiso para salir del país y hasta para cambiar de empleo si lo desea. No hablemos de establecer una demanda por un contrato incumplido.
Muchos inmigrantes viven hacinados en alojamientos o campamentos que a veces carecen incluso de electricidad y agua corriente.
Según la crónica de El País, los nepalíes en Qatar "se alojan en campos de trabajo pequeños e insalubres donde cientos de personas conviven hacinadas compartiendo una cocina y pocos cuartos de baño. Una gran mayoría trabaja de 10 a 14 horas diarias, a menudo soportando temperaturas que alcanzan los 55 grados. Como consecuencia del ritmo de trabajo agotador e inhumano, muchos son incapaces de sobrellevar el cansancio y mueren a causa de un fallo respiratorio o cardíaco".
Son infartos, dice el gobierno de Qatar.
El informe 2014/2015 de Amnistía Internacional sobre Qatar denuncia que ni siquiera se cumplen las escasas leyes laborales locales, que muchos inmigrantes trabajan más horas de las permitidas y no cobran los salarios pactados. "Algunos empleadores no les pagaban el salario, y otros no les expedían permisos de residencia, dejándolos indocumentados y en peligro de ser detenidos", dice el informe. "Pocos trabajadores guardaban ellos mismos sus pasaportes, y algunos empleadores les negaban los permisos necesarios para abandonar el país. Los trabajadores de la construcción estaban expuestos a condiciones peligrosas. La Ley del Trabajo prohibía a los trabajadores migrantes afiliarse a sindicatos o formarlos".
Periodistas extranjeros y activistas de los derechos humanos que han tratado de reportar estos abusos han sido encarcelados, sin mayores explicaciones. La última vez ocurrió hace tan solo diez días con dos periodistas de la BBC.
"Es simplemente inaceptable que uno de los países más ricos del mundo tenga a tantos trabajadores inmigrantes que están siendo explotados sin piedad, a los que se les roba su paga y que se quedan sin medios para sobrevivir", denunció el secretario general de Amnistía Internacional, Salil Shetty.
Hasta Visa, uno de los principales patrocinadores de FIFA, emitió recientemente un comunicado señalando: "Seguimos consternados por los informes que salen de Qatar sobre la Copa del Mundo y las condiciones de los obreros migrantes".
Consternados, pero allí siguen, alimentando el circo.
El resumen del informe de Amnistía Internacional sobre Qatar dice: 
"La población trabajadora migrante seguía sin recibir protección adecuada de la ley y padecía explotación y abusos. Las mujeres sufrían discriminación y violencia. Las autoridades restringían la libertad de expresión, y los tribunales no respetaban las normas sobre juicios justos".
Mientras todos ponen el grito en el cielo por la corrupción en la FIFA, esa es la camiseta que el modelo del fútbol lleva en su pecho.

25.10.14

Vamos a votar

Que todos los defectos, vacíos e imperfecciones;
que todas nuestras decepciones y frustraciones, nuestros desencantos;
que todas las injusticias, los abusos y desvergüenzas;
que todos los engaños: el doble discurso, la demagogia y la hipocresía; 
que todas las verdades a medias y las mentiras a secas;
que todas las agachadas y la vanidad disfrazada de falsa modestia;
que todas las limosnas, la pobreza y la miseria;
que toda la ignorancia, la estupidez y la soberbia;
que todas las estafas, los acomodos, la corrupción y el clientelismo;
que todo lo que tenemos en el debe no nos haga perder de vista que nuestra democracia chata es un privilegio;
que nos fue mucho peor cuando no la tuvimos;
muchísimo peor;
que costó dolor,
sangre,
muerte,
heridas que todavía duelen.
Que nunca nos vuelva a faltar.
Que nunca volvamos a dejarnos ganar por los que creen que no sirve para nada.
Que nunca más oigamos los cantos de sirena de los visionarios, los maniqueos, los totalitarios.
Vamos a votar.
Parece poca cosa, pero es mucho, mucho, mucho.

Golpe de estado, dictadura



15.4.14

Ruleta rusa en la Ciudad de la Costa

Hace unos días el Uruguay entero se conmovió con la muerte de una familia entera, una madre y sus tres hijos chicos, atropellados por un automovilista que perdió el control de su vehículo, en la ruta 8, en Villa García.
La muerte gratuita de tres niños de 1, 3 y 4 años, junto a su madre, una joven de 24, horrorizó a todo el país. Los vecinos luego denunciaron la falta de señalización y de control del lugar, donde los autos circulan a alta velocidad a pesar de ser una zona urbanizada.
A la luz de esta tragedia, vale la pena contar lo que hoy está pasando en la Ciudad de la Costa.
Luego de muchos años de promesas, comenzó a instalarse la red de saneamiento. Las calles que se ven beneficiadas con esta conexión, son también pavimentadas.
¿Qué puede tener esto de malo?
Mucho, porque esta obra tan beneficiosa y tan esperada está siendo llevada adelante con una asombrosa falta de respeto por la vida humana.
Las calles en los balnearios de la costa nunca tuvieron veredas. La gente caminaba por las calles, pero los pozos obligaban a los autos a ir muy despacio. No era una situación ideal, pero tampoco representaba un gran peligro para los peatones.
Ahora, con el saneamiento, cada calle fue dotada a sus costados de dos grandes canales abiertos que recogen el agua de la lluvia. A diferencia de lo que ocurre en el resto de las ciudades del Uruguay, estos canales corren a cielo abierto, no son subterráneos. Las calles se angostaron para colocar estos zanjones. Y se pavimentaron. Pero no se le hicieron veredas.
Canelones Comuna Canaria
Los niños juegan por donde pasan los autos
Ahora los autos pueden ir rápido. Es cierto que se colocaron carteles indicando que la velocidad máxima es 30 kilómetros por hora. Pero nadie fiscaliza y muchos conductores, liberados de la pesadilla de los pozos que los atormentaron durante décadas, obviamente van más rápido. En el medio, entre los autos y las motos, van los niños que van a la escuela, los padres con sus cochecitos de bebé, los adolescentes que andan en skate.
Es INCREÍBLE que los responsables de obras de la Intendencia de Canelones (ampulosamente auto rebautizada Comuna Canaria) no se hayan detenido un segundo a pensar en las vidas de los peatones. ¿Creen acaso normal que la gente deba caminar entre los autos? ¿En qué lugar del mundo se inspiraron para llevar adelante semejante proyecto?
Como era evidente que ocurriría, ya hubo un muerto, una profesora del liceo de Solymar que se dirigía a dar clase. Un muerto por la falta de veredas. Una persona que murió por estar obligada a caminar entre los autos, en calles de lustroso pavimento, con zanjones de desagüe, pero sin veredas.
Las fotos muestran, para los que no frecuentan la zona, las escenas que, como una ruleta rusa, se repiten cientos de veces cada día en la Ciudad de la Costa. ¿Cuántos muertos más tendrá que haber para que la Intendencia de Canelones se dé cuenta que la gente y los autos no puede circular por la misma vía?
Canelones intendencia
Autos, bicicletas, gente, todos mezclados








Ciudad de la Costa- Intendencia de Canelones - Comuna canaria
Un automóvil esquiva a una familia














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21.2.14

"La verdad resplandece y resplandecerá"

El 20 de agosto de 1968 tropas soviéticas ingresaron a Checoslovaquia con el fin de terminar con el socialismo democrático y "de rostro humano" que intentaba florecer en la "Primavera de Praga". El Pacto de Varsovia, controlado por la URSS, envió a ese pequeño país 600.000 soldados, 6.300 tanques, 500 aviones de combate y 2.000 cañones y lanzamisiles para aplastar el movimiento democratizador. Checoslovaquia tenía apenas 150.000 soldados. Por orden de su dirigencia política, no opusieron resistencia a los invasores.
La gente, en especial los jóvenes estudiantes, sí resistieron en la calle. El primer día de la ocupación murieron 58 checoslovacos, incluida una niña de ocho años.


El mayor número de muertos y heridos se registró el 21 de agosto de 1968, ante el edificio de la Radiodifusión Checoslovaca. Los habitantes de Praga intentaron defender la radio estatal. Tres cayeron bajo el fuego de los soldados soviéticos, 12 murieron al explotar un carro de municiones de los invasores y dos al saltar por la ventana de una casa incendiada durante el enfrentamiento.
Ese mismo día El Popular, el diario del Partido Comunista del Uruguay, informaba a sus lectores:
"A pedido de la mayoría del Presidium del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia y del gobierno checoslovaco, han entrado a dicho país tropas del Tratado de Varsovia, pertenecientes a la URSS, Polonia, Bulgaria y Hungría, para salvar las conquistas socialistas del pueblo checoslovaco y la paz mundial gravemente amenazada por los planes del imperialismo yanqui y de los nazis revisionistas de Bonn que querían transformar a Checoslovaquia en una base imperialista.
Se trata de hechos dolorosos pero que resultan imperativamente insoslayables. Los servicios informativos yanquis y sus peleles de la 'gran prensa' en el Uruguay han lanzado una campaña calumniosa para tergiversar el sentido de los acontecimientos".
Tres días después, el 24 de agosto, El Popular publicó un editorial sobre lo que estaba ocurriendo en Checoslovaquia:
"Otra vez más los comunistas uruguayos, enfrentando la grita de los agentes del imperialismo, al apoyar la acción de los países del Pacto de Varsovia, somos fieles a los principios, sin ceder al chantaje de la gran burguesía internacional (...) La decisión de la URSS y los otros estados socialistas es justa porque se ha hecho para frustrar el golpe reaccionario (...) Algunos de estos dirigentes han llegado a decir que en Checoslovaquia se iba a nuevo socialismo, a un 'socialismo democrático'. Pero bien se sabe que cualquier régimen socialista es un millón de veces más democrático que un régimen burgués; que entre uno y otro hay diferencias radicales de principio (...) Aquí se trata de la ayuda al pueblo checoslovaco para derrotar a la contrarrevolución. También hubo que hacerlo en Hungría en 1956 y si no se hubiera hecho hoy habría un estado burgués reaccionario.
Pero la verdad resplandece y resplandecerá. El socialismo en Checoslovaquia será salvado, para bien de toda la humanidad progresista".

Mucha gente joven ni siquiera oyó hablar de Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968, pero quizás les suenen las palabras.
La historia se repite, dijo Marx. La primera vez como tragedia, la segunda como farsa.

Primavera de Praga


8.1.14

Feliz regreso a la obra

“Fue una fortuna”, dice el arquitecto colombiano Julio César Durán Parra, de 38 años, al recordar lo que sintió cuando le ofrecieron dirigir la reforma de la Policlínica del Penal de Libertad. Preso desde 2007 junto a su tío y a su hermano por una causa de narcotráfico, comenzar a trabajar en una obra fue como pasar del infierno al cielo. Llevaba seis años encerrado en una celda de la que salía apenas dos veces por semana para pasar dos horas en un patio de tierra apisonada sin colores, sin un solo árbol, sin siquiera una mota de césped.
Lo mismo le pasó al grupo de presos que trabaja en la reforma. Algunos nunca habían pisado una obra en su vida. Aceptaron la oferta de tomar la cuchara de albañil y el fretacho para poder salir de sus celdas todos los días, mover los músculos, sentir que no se están pudriendo en vida, hacer algo útil y, claro, también achicar sus penas.
Durán Parra soñaba con algo más cuando estudiaba en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Se recibió en 2006 con un proyecto urbanístico para el municipio de Cumaribo. Quería llevar adelante planes importantes y no una reforma como esta que hoy dirige, un reciclaje de 300 metros cuadrados, donde comanda a un plantel improvisado de obreros y tiene también que hacer de capataz, porque no hay quien asuma ese puesto.
Sin embargo, está feliz de pasar los días enteros aquí, en esta pequeña obra de una sola planta, una reforma en medio del lugar más temido del Uruguay, el sitio del país donde nadie querría estar nunca jamás.
El desafío consiste en transformar un viejo edificio de la cárcel de peor fama en la nueva policlínica de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE). Y no es un edificio cualquiera. Es La Isla, una construcción rectangular a unos cincuenta metros del edificio principal, utilizada primero en la dictadura y luego en democracia para confinar a los reclusos castigados. Por La Isla pasaron desde los rehenes tupamaros hasta los delincuentes más peligrosos de las últimas décadas, como el Rambo.
“Como sabían que yo era arquitecto me invitaron a trabajar en el proyecto. Fue algo muy bueno porque llevaba seis años sin poder ejercer y sin poder trabajar en absolutamente nada… seis años sin hacer nada. Y no solo por ejercer, sino por los beneficios de descuento en la pena. Porque es muy satisfactorio trabajar en lo de uno, pero lo más importante es eso: salir lo antes posible de aquí”.
Por cada día trabajado, se le computan dos días de pena.
Durán Parra primero quiso ser geólogo, para imitar a su hermano mayor, al que considera casi un padre en su vida. Sin embargo, pronto descubrió que esa no era su vocación. “Fue un desliz, por admiración a mi hermano. Pero no funcionó. Desde chico tengo una inclinación muy fuerte por las cosas gráficas”, dice.
Se recibió en agosto de 2006 y en agosto de 2007 ya estaba preso en el penal de Libertad. Se ríe con resignación cuando relata que apenas pudo ejercer un año su profesión en su país, y con nervios cuando uno le pregunta por qué se metió en el narcotráfico.
“Son cosas que en mi país, en Colombia…”, dice y deja la frase inconclusa.
El 18 de agosto de 2007, en un operativo policial en el que participaron agentes especiales e incluso dos helicópteros de la Fuerza Aérea, Durán Parra, su hermano Ángel y su tío Gustavo Durán Bautista, junto a dos pilotos brasileños, fueron detenidos en Salto con 485 kilos de cocaína, el mayor cargamento incautado en Uruguay hasta ese momento.
La droga –dijeron las crónicas policiales– iba a ser llevada a Europa disimulada en cargamentos de naranja. Parte del plan era instalar una planta de envasado de fruta en Montevideo, desde donde se enviarían los embarques futuros. Para eso se necesitaba un arquitecto.



***

Durán Parra tiene hoy su escritorio en una pequeña casita al lado de la obra, con vistas al edificio principal del penal. A pocos metros, en la vieja Isla, el más singular de los equipos de obreros del Uruguay trabaja a buen ritmo, casi todos con una sonrisa en la cara.
Presos, narcotráfico, trabajo en la cárcel
Son diez o doce hombres de aspecto variable y edades diversas, unidos por una quimera que los encandiló primero y luego los arrojó allí: ganar dinero rápido, conseguir lo inaccesible, saltearse casillas en la dura tarea de prosperar en Uruguay cuando se arranca desde abajo, incluso desde el medio. Al igual que el arquitecto, todos están presos por narcotráfico: uno vendía pasta base, otro marihuana, otro cocaína. La apuesta no le resultó a ninguno.
A diferencia de lo que suele ocurrir en las entrevistas con presos, aquí nadie alega ser inocente, ninguno dice estar pagando las culpas de un error judicial o de la mala suerte. Solo uno reduce su culpa explicando que él tenía pasta base porque era mujeriego y con ella compraba favores femeninos. El resto no rebaja su responsabilidad.
Estos presos convertidos en obreros admiten sus delitos con sinceridad, como si el hecho de estar trabajando, de estar levantando una obra destinada al bien público, redimiera su presente al punto de permitirles hablar con sinceridad de su pasado.
 “Al principio –cuenta Durán Parra– fue un proceso de aprendizaje, había que decirle a muchos: hagan la mezcla así o háganla asá. Porque por más que la gente tenga voluntad, si no sabe levantar un muro… Pero por fortuna en el plantel hay un par de oficiales que tenían experiencia en el trabajo y con su ayuda los demás han ido aprendiendo algunas cositas”.
Uno de los que conoce el oficio y le enseña a los demás es Juan José Arrarte. Trabajó en una larga lista de obras y empresas importantes de la construcción y ahora ayuda a sus compañeros reclusos.
Lleva preso tres años y cinco meses y todavía le quedan unos meses más: si todo sale bien recobrará la libertad en algún momento de 2014. Le pregunto por qué, si tenía un oficio y buen empleo, cayó en el tráfico de drogas. Sonríe y levanta los ojos dando a entender que la respuesta es obvia: lo encandiló la promesa de ganar mucho dinero. Ahora ya sabe que eso no resulta y disfruta de estar de regreso, transpirando la camiseta en una obra. “Es impagable, no se puede comparar con estar en la celda”. Solo le gustaría tener una certeza que no tiene: que el juez de su causa tome nota de su dedicación actual y su esfuerzo.
Los presos que trabajan en la restauración de La Isla tienen una guardia policial permanente entre ellos. Todos son reclusos de buena conducta y se han ganado su derecho a salir del celdario, pero la confianza no llega a tanto. Uno de los policías, de uniforme negro, está parado a mi lado. Arrarte dice que la guardia trata mejor a los presos que trabajan.
El agente –que hasta ese momento había permanecido callado– asiente:
–Yo para ellos, en lo que pueda ayudar, estoy a las órdenes.
Elbio Richard Santos es otro de los que ya sabía levantar paredes. Dice que tiene 23 años en el oficio y que es sanitario y oficial cañista. Cuenta que trabajó en tres o cuatro de las mayores compañías y luego tuvo su mini empresa. “La verdad, yo no necesitaba meterme en la droga. Pero empecé con el porro para fumar yo, y al final terminé teniendo porro como para un ejército”.
Rafael Carlos Ríos se acerca porque quiere dejar planteada su idea. Piensa con angustia en lo que ocurrirá el día en que la policlínica quede lista. No quiere volver al encierro inútil. Argumenta que con la experiencia que han hecho y todo lo que han aprendido, bien podrían llevarlos fuera del penal para ampliar escuelas, arreglar plazas o levantar comedores populares. Pide que por favor su idea quede planteada.
“Sería bueno que abrieran un poco la cosa, que nos dieran un poco de confianza. Quiero laburar, porque laburando estás todo el día suelto, matás el ocio y te hace bien al cuerpo. Terminás el día cansado y eso no es lo mismo que estar todo el día acostado en una celda reducida, hacinado con otros dos presos”.
Está en la cárcel por vender cocaína. Sabía el oficio de pintor, pero ahora le han ensañado nuevas destrezas. Y quiere aprender más, para poder levantarse su propio hogar. “Yo no tengo casa. Quiero hacerme una. Tengo un bebé ahora. Tengo otros cinco hijos y no pude criar a ninguno. A este sí quiero criarlo… quisiera superarme un poco”.
Daniel también tiene cinco hijos. Es el único que prefiere no decir su apellido. Es de Paysandú. Cruzaba el río Uruguay con cocaína.
Detrás de un muro aparece Julio César Rodríguez Pasquini y se presenta: es oficial finalista y nos pide que por favor llamemos a su abogada, una defensora de oficio con la que hace tiempo no puede contactarse. Dice que su causa es “solo suministro” (él es el mujeriego que conquistaba amores con pasta base) y que ya podría estar libre si su defensora presentara un escrito que nunca presenta. Su único pariente afuera es una sobrina que no lo llama, nadie lo visita y la doctora nunca lo atiende al teléfono. “Acá te dan tres minutos para la llamada, nunca logro hablar con ella. A veces me atienden en la central telefónica y yo disco el interno de ella y siempre se me termina el tiempo antes de poder hablar”.

***

Cada rincón de la obra encierra historias que darían para un libro, pero no hay demasiado tiempo para quedarse a escucharlas. La visita a la obra de autoridades de ASSE, un periodista y una fotógrafa de la revista Construcción ha hecho que la vigilancia sea reforzada. Nos acompañan integrantes del grupo GEO y no podemos ocuparlos el día entero. La recorrida tiene que seguir.
Antes de irnos, Durán Parra se apresura a relatarnos todo lo que la obra implica. Se hizo un camino con vereda para llegar a La Isla que incluye un pequeño puente sobre una especie de cañadón. La Isla no tenía ventanas, y ahora se están agregando. Los pequeños ambientes de las celdas de aislamiento se ampliaron para los nuevos fines del edificio. La vieja instalación eléctrica tuvo que ser toda reemplazada. La sanitaria se renovó en un 50% y las viejas cañerías se cambiaron por otras de PVC. La hidráulica se hizo a nuevo. Se agregaron cañerías y canillas para agua caliente porque antes el edificio solo tenía agua fría. Se incorporó un generador eléctrico. También tendido telefónico y los ductos y conexiones necesarios para colocar aparatos de aire acondicionado. La Isla, en sus viejos tiempos de mini cárcel de aislamiento y castigo, obviamente no tenía calefacción ni sistema de refrigeración.
En términos sanitarios, la nueva policlínica supondrá grandes avances, explica Enrique Soto, vicepresidente de ASSE. Tendrá un área de internación, un lugar donde poder compensar a quien llegue en medio de una crisis. También contará con un espacio para mantener aislado a quien pueda contagiar un mal peligroso. Todo eso hoy no existe. La policlínica actual de ASSE en el penal de Libertad es mucho más pequeña, tiene apenas 70 metros y está ubicada dentro mismo del edificio central de la cárcel.
Hacia allí vamos ahora. Para llegar hay dos recorridos posibles: se puede caminar por el costado del edificio principal de la prisión o ir por debajo de él, porque el penal de Libertad está sostenido en el aire, construido sobre gruesos pilotes de concreto, con seguridad para evitar las fugas subterráneas a través de túneles.
Presos. Trabajo en la cárcel. Penal de Libertad
La vista que ofrece el edificio principal de la cárcel parece salida de una escena de una película apocalíptica sobre el futuro, al estilo Mad Max. Un edifico enorme, de ladrillos, rodeado de alambradas y torres de vigilancia y cientos de ventanas demasiado chicas para ser “normales”. Desde cada una de esas míseras aberturas, trapos de colores, raídos y gastados por años de uso sufrido, flamean al viento atados a los gruesos barrotes. Son toallas, sábanas y frazadas que así se secan luego de ser lavadas: el pampero no las acaricia, las sacude y las extiende, como si ellas también quisieran escaparse de allí.
Anudadas a las ventanas también hay prendas de vestir de todo tipo y color, y banderas de cuadros de fútbol. La mayor es una de Cerro cuyos cuatro ángulos fueron atados cada uno a una ventana distinta, de modo que luce extendida por completo. “También cuelgan de las ventanas el escabio, para que fermente”, dice uno de los guardias que nos acompaña. El escabio son las bebidas alcohólicas artesanales clandestinas que los presos fabrican en sus celdas. Cada vez que hay una inspección de celdas, el escabio es requisado.
–¡¡FLAAAACO!! ¿¿QUIÉNES SON USTEDES?? –grita un preso desde una de las ventanas.
-¡¡¡ESTAMOS TODOS ATRAPADOS EN ESTE PENAAAAAL!!! –grita otro. Y lo repite dos veces, como si el panorama de las caras asomándose detrás de los barrotes no fuera ya muy claro y explícito.
Los que gritan son los que no tienen la suerte de estar trabajando y también, según dicen los guardias, algunos que no quieren hacerlo.
La mayoría de los que nos miran a través de los barrotes elige comentar la presencia de la fotógrafa con frases más bien irreproducibles. Un preso con cierta cuota de estilo y sentido del humor le hace saber:
–¡¡FLAAACA!! ¡¡¡EN CINCO MINUTOS TE ARMASTE UN CLUB DE FAAAANS!!
La guardia aconseja que más vale caminar por debajo del edificio, por entre los gruesos pilares que lo sostienen en el aire, donde los presos no pueden verte. Algunos presos no solo gritan a través de los barrotes, sino que arrojan cosas. Vamos entonces por entre los pilares que sostienen esa mole desangelada y así llegamos a la actual policlínica de ASSE, la que pronto será sustituida por la ex Isla, cuando la reforma se termine.
Médicos y enfermeros tienen cara de pocos amigos. “Esto es una cárcel”, anota una doctora, dejando en claro que preferiría trabajar en otro lado. También tienen dudas sobre la reforma en curso. Se quejan de que La Isla no tiene puerta de emergencia, de que en caso de motín está muy alejada del mundo exterior y de que para llegar hasta ella con una ambulancia o con cualquier otro vehículo hay que bordear necesariamente el edificio principal de la cárcel. No les parece segura.
Las autoridades de ASSE dicen que estudiarán sus reclamos.
La recorrida sigue. Dejamos el edificio principal a nuestras espaldas. Nos acompañan dos efectivos del grupo GEO, Javier Epifanio y Federico Falla, armados a guerra. Los dos son de Rivera, como la mayoría de la guardia carcelaria. Los dos querrían trabajar en otro lado.
–Hablar de afuera es fácil. Estar acá es difícil –dice uno de ellos.
–Todo el tiempo los presos te están midiendo. Todo el tiempo –agrega el otro.
Recorremos otras zonas del penal. Otros equipos de reclusos que trabajan han arreglado otro edificio que será destinado a policlínica para los policías. También un local para recibir visitas, decorado por los propios presos con dibujos animados y motivos cuasi infantiles, quizás pensando en los niños que vienen a ver a sus padres, o simplemente en que los visitantes se lleven una imagen alegre de la cárcel.
El comisario William Ávila, subdirector administrativo del penal, explica que desde hace un año el número de presos que trabaja se ha incrementado mucho, como parte de una nueva política carcelaria impulsada desde el Ministerio del Interior. Doce meses atrás, apenas 100 estudiaban o trabajaban. Hoy la cifra llega a 800, 350 que trabajan y 450 que estudian. “Es un gran logro”, dice Ávila. En total hay 1.300 reclusos en Libertad.
También están los que trabajan en la huerta. Ahora mismo están laborando a pleno sol del mediodía y les indican a los policías que nos acompañan en la recorrida dónde están las mejores cebollas para cosechar. Aquí no todos están presos por narcotráfico, sino que sus motivos de reclusión son diversos.
Leonardo, José Uno y José Dos dejan los instrumentos de labranza y conversan. Un funcionario de ASSE les dice que con lo que aprendieron pueden ir a pedir trabajo a las quintas de las afueras de Montevideo.
José Uno, los brazos de fuertes músculos y con decenas de cicatrices de cortes, anota:
–Pero vas y muchas veces no te pagan lo que tienen que pagar.
Leonardo dice que él no tendrá problemas para conseguir empleo cuando salga. En realidad, nunca los tuvo, porque su padre es dueño de un conocido comercio del centro de Montevideo. Yo mismo he comprado muchas veces allí, le digo. Luego le pregunto cómo terminó en la cárcel, cuando tenía todo a favor en la vida. Responde:
–Y… las malas juntas…
Luego se queda callado. Prefiere no dar más detalles.
Les pregunto a los tres si están contentos con trabajar en la huerta.
–Claro. Acá estás todo el día suelto –dice uno.
–Y cuando te vienen a visitar, le podés hacer un asado a tu familia –agrega otro y señala unos parrilleros cercanos, que pueden usar cuando los necesitan.
José Dos está preso desde hace cinco años y cuatro meses, por rapiña, según relata. Recién hace una semana, cuando apenas le quedan tres meses de condena, lo dejaron salir a trabajar. Se lo nota pálido, como si recién hubiera despertado de un mal sueño muy largo. No puede creer estar al aire libre, bajo los rayos del sol, rodeado de verde. Le cuesta encontrar las palabras para expresarlo.
“Acá estás todo el día suelto”, repite, en voz baja, casi maravillado.
El trabajo –esa carga que tantas veces nos agobia– es una bendición. Quizás no sea demasiado tarde para que estos jóvenes lo descubran.
En cuanto a la nueva policlínica, será inaugurada en diciembre si todo sale bien.
“Forma parte de las políticas sociales de ASSE. Más del 10% de nuestro presupuesto está destinado a fines sociales: atender a presos, adictos a las drogas, enfermos psiquiátricos y adultos mayores”, dice Soto, vicepresidente de los servicios de salud del Estado.
Al despedirnos de los obreros-reclusos que trabajan en la construcción de la policlínica, todos posaron sonrientes para una foto, todo un equipo orgulloso de su obra.
Algún día todos ellos cruzarán las mil alambradas que separan la cárcel del mundo libre. Pasarán por donde ahora familiares con caras tristes hacen cola para entrar a la visita con sus bolsos llenos de provisiones. Dejarán a sus espaldas el cartel que anuncia que quien tira un papel al suelo en la entrada del penal se hace “pasible del correctivo correspondiente”. Ese día, cuando salgan del lugar donde nadie quiere estar, la reforma de la policlínica quizás sea uno de los pocos buenos recuerdos que se lleven de los años pasados allí dentro.
Habrán dejado algo útil para los demás.
No es poco.

Historias uruguayas, crónicas y reportajes de Leonardo Haberkorn
Publicado en la edición noviembre/diciembre 2013 y enero 2014 de la revista Construcción, de la Cámara de la Construcción del Uruguay.
Incluido en el libro Historias uruguayas.
Fotografías: Magdalena Gutiérrez.
el.informante.blog@gmail.com

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