27.3.21

Respuesta a una carta abierta del señor Arredondo


Una columna que escribí en El Observador mereció que un señor que se sintió aludido me escribiera una “carta abierta”.

Su autor es Carlos Arredondo, conductor de “Nuevo tiempo”, un programa de radio Salto.

En términos de educación, no correspondería responderle a Arredondo, quien termina su misiva con la penosa frase: “Reciba Ud. mis salud….No, nada”.

Pero responderé porque lo que está en debate es importante.

Arredondo se sintió aludido cuando yo cuestioné el excesivo espacio que muchos medios del interior dieron a la llamada “Caravana por la verdad”, una recorrida que los líderes de quienes niegan la gravedad de la pandemia hicieron por todo el país, llamando a descreer de los datos oficiales, del test PCR, del uso de tapabocas y de las vacunas. 

Escribe: “¿Es Ud. capaz de darse cuenta del desprecio con el que trató a quienes hacemos periodismo en el interior? Dejando de lado el descomunal despliegue de arrogancia ¿Es Ud. capaz de advertir la humillación a la que intentó exponernos? Me explico: Es cierto que por cuestiones geográficas los medios del interior – y los del norte mucho más – tenemos menos acceso a las personalidades de las diferentes áreas, y lograr una declaración es muchísimo más costoso en términos de esfuerzo y tiempo. Lo que a los medios capitalinos les cuesta una llamada telefónica, a nosotros nos cuestan 4 o 5, y no siempre ganamos la batalla. Se llama CENTRALISMO, Haberkorn, y es una dura pelea que entre otras, día a día debemos dar quienes ejercemos el periodismo en el interior. Me sorprende que no lo sepa, pero más me sorprende la inexistente empatía que demuestra tener con la situación. Mofarse de eso diciendo que nos encandilamos con la novedad y que para nosotros la llegada de Sciuto y su comitiva fue ‘como si los Rolling Stones hubieran llegado al pueblo’, es además de un inmerecido golpe bajo, un bastardeo que no creo que nos merezcamos. Mucho menos si viene de alguien que se mueve en un medio donde todos los medios de comunicación le dedicaron la mayor cobertura de lo que va del año a la llegada de unas cajas con vacunas…(Hablame de encandilamientos!!!)”.

La burla con que la que Arredondo se refiere a la llegada de las vacunas lo pinta de cuerpo entero. 

En cuanto al supuesto desprecio que intenta achacarme por el interior no existe y a esta altura, después de tantos años en los medios, todos lo saben. Porque Arredondo se puso el sayo, porque se sintió aludido, porque fue uno de los que se prestó a desinformar, en lugar de analizar honestamente la situación intenta llevarla a un trasnochado enfrentamiento capital-interior.

Lo difícil que es hacer periodismo en el interior lo conozco muy bien y dejé constancia explícita de ello en la nota en cuestión. Escribí que para los medios del interior es mucho más complicado acceder a políticos o científicos de primera línea. Es cierto. También es difícil para muchos medios chicos montevideanos. Eso, sin embargo, no es coartada para desinformar alegremente.

Muchos medios del interior se han manejado con mucha responsabilidad en este tema. Está implícito en mi nota, pero debí haber reconocido con todas las letras y en forma explícita el profesionalismo de muchos colegas que no se dejaron arrastrar por la novedad. A ellos mis disculpas.

Otra cosa me faltó agregar en la nota: en Montevideo también hubo y hay medios que se prestaron y aun hoy se prestan a amplificar el discurso desinformador, aunque hasta el momento no fue algo masivo como ocurrió con la “Caravana”.

La imagen de los Rolling Stones que usé y ofendió a Arredondo surge de la trasmisión en vivo de la conferencia de prensa de los líderes de la “Caravana” que hizo el medio San José Ahora y que está disponible en Facebook. Allí se ve al principal vocero de la “Caravana” rodeado de micrófonos de prensa, radio y televisión, diciendo, por ejemplo, que el test PCR no sirve, que estamos viviendo una pandemia de falsos positivos, que las cifras reales de infectados de covid son menos del 10% de las informadas, que no hay razón de usar mascarillas, que la vacuna de Pfizer no demostró ser ni eficaz ni segura, que la letalidad del covid es menor al del resfrío común…

El video de la transmisión de San José Ahora con toda su carga de desinformación fue compartido más de 88.000 veces en Facebook, tiene 21.000 calificaciones y más de 10.000 comentarios. A eso me refiero Arredondo. ¿Usted participó? ¿Usted convocó? Hágase cargo.

Tras intentar plantear el problema como un falso duelo capital-interior, Arredondo pasa a su segundo argumento, el más equivocado y dañino.

Escribe: “Pero ¿Sabe una cosa? el desprecio que nos dedicó es lo de menos. Lo peor, y lo más peligroso, es la oda a la censura que su artículo es. Una llamativa, pero firme y clara, reivindicación de la mordaza, pocas veces vista – por suerte – en los medios de este país; por lo menos en la post dictadura. Ud. cuestiona y ridiculiza a los medios del interior porque publicamos la opinión de estas personas, por el simple hecho que esas opiniones van en contra al discurso oficial y Ud. considera que son nocivas a la salud de las personas (…) ¿Puede alguien ser más obsecuente al oficialismo? ¿Me podría explicar por qué las opiniones disidentes no pueden ser publicadas y difundidas? ¿Dónde dice eso? ¿Así hace periodismo Ud? ¿De verdad considera un aporte a la democracia el hecho de publicar solo la versión oficial?”.

Los muchos Arredondos que hay esgrimen que existe una versión oficial y otra versión disidente y que hay que darle espacio a las dos, en pie de igualdad. Algunos honestamente lo piensan, otros lo hacen porque buscan audiencia y también están los que se dejan arrastrar de un modo irreflexivo.

Se olvidan de algo importante: el primer deber del periodismo es difundir información verdadera y confirmada. Nunca hay nada que justifique darle información falsa al público. Eso es el primer mandamiento del periodismo y resulta vergonzoso tener que recordárselo a alguien que está al frente de un espacio de comunicación.

Cuando alguien dice que el test PCR no mide nada, que en China no se está vacunando, o que un resfrío es más peligroso que el covid, no está dando otra versión. Está mintiendo, está dando información falsa. 

Dar las dos campanas no es una regla universal como pretende Arredondo. Por el contrario, no conocer los límites y peligros de ese postulado puede dar lugar a graves errores, que fue lo que ocurrió en este caso.

No podemos como periodistas poner en pie de igualdad a la cátedra de astronomía y a los terraplanistas. No podemos equiparar al cirujano con el chamán. Sobre el futuro de la economía no podemos igualar al economista con el que hace horóscopos. Si vamos a hacer un informe sobre el Holocausto, no vamos a sentar a debatir a un sobreviviente de Auschwitz y a un nazi que niega que hayan existido las cámaras de gas.

Si hacemos estas cosas, Arredondo, no estamos combatiendo la censura. Estamos cometiendo gravísimos errores.

El periodista Arredondo posa con los líderes de la caravana
negacionista de la pandemia.


El brillante periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez lo explicó en forma muy clara en un artículo de 1997 que tituló “La ética del periodista”.

“Cuando Faulkner escribió su defensa de la amoralidad del escritor no estaba pensando en lector alguno. A él le daba lo mismo que se lo leyera o no se lo leyera, y en la entrevista con The Paris Review lo dice sin vueltas: ‘Estoy demasiado cupado para preocuparme por mis lectores. No tengo tiempo para pensar quién me lee'. El periodista, en cambio, está obligado a pensar todo el tiempo en su audiencia, porque si no supiera cómo es, ¿de qué manera podría servirla? Lo que esa audiencia espera del periodismo verdadero es, ante todo, información. No se la sacía con el escándalo sino con la investigación seria. No se la atrae con golpes de efecto; se la respeta con noticias genuinas. Las clásicas dos campanas del periodismo no son la del verdugo y la de la víctima, sino el resumen que la justicia hace de esos dos sonidos”.

Luego agrega: “Ni el bien común ni el periodismo necesitan de esos equilibrios sobre las cornisas de la ética”. 

Eso fue lo que ocurrió con la “Caravana”. Se apostó al golpe de efecto, al escándalo y le dieron información equivocada al público, en un tema de salud pública, de vida o muerte. Faltaron al principal mandato del periodismo.

No tiene que escribir cartas, Arredondo. Tiene que disculparse con su audiencia.

Uno de los más inteligentes columnistas del Uruguay, el exsenador Juan Martín Posadas, dice en su libro Que la noche no tenga razón: "También los periodistas se manejan con aquello de que hay que escuchar a las dos campanas, y le pasan el micrófono, primero al que dice que la tierra es redonda y después al que dice que es cuadrada. La exigencia de un mínimo nivel intelectual y de información es algo que tiene que ver con la autoestima nacional".

Saludos, Arredondo.

A este señor y a este discurso le abrieron el micrófono.



 



25.8.20

Herencia maldita. Historia de los años duros (Presentación)

Historia maldita. Libro Leonardo Haberkorn
Este libro reúne 29 artículos periodísticos aunados por una temática común: el período en el que Uruguay vivió primero sumergido en la violencia política y luego oprimido por una dictadura que se prolongó durante más de un decenio.

Algunos de los artículos son originales y se presentan aquí por primera vez. Otros fueron actualizados o editados para su publicación en este libro. Los restantes se reproducen aquí tal como fueron publicados originalmente en revistas, semanarios, diarios o en mi blog.

Los artículos están organizados en una falsa cronología que debe ser explicada: aquellos en los que predomina la información, están datados en la fecha en la cual transcurren los hechos informados; en cambio, aquellos en los que predomina el análisis o la opinión, están considerados según su fecha de publicación.

Dos de estas notas fueron escritas y desarrolladas junto a dos colegas, Álvaro Diez de Medina y Gerardo Maronna, a quienes agradezco la gentileza de permitirme incluir estos trabajos conjuntos.

Hay crónicas, entrevistas, artículos de opinión y reportajes investigativos. Los hay recientes y otros, en cambio, de cuando hacía mis primeras experiencias en los medios periodísticos. En algún caso dudé si incluir alguno de esos trabajos de principiante. Los mantuve por considerar que, más allá de alguna flaqueza periodística o narrativa, reflejan un momento histórico y completan una línea de continuidad y de presencia de este tema, siempre, a lo largo de los años.

Recuerdo la noche en la cual el Parlamento sancionó la ley de Caducidad. Iba caminando por la rambla rumbo a lo de un amigo que cumplía años, con una radio a transistores al oído, escuchando la sesión del Parlamento. Revivo la infinita tristeza con la que seguí el debate, las ilusiones que se perdían, la certeza de que la herencia se nos haría más maldita y ominosa todavía.

Así fue. El tema no nos ha abandonado nunca. 

Los reclamos por "dar vuelta la página" siempre han chocado y chocan contra un obstáculo insalvable: la falta de verdad histórica. La llamada “historia reciente” carece de un relato totalizador. En su lugar, tiene varios relatos parciales, sesgados, hemipléjicos, mentirosos.

Primero tuvimos una versión apañada por la dictadura: decía que el régimen había sido mucho más benigno que los procesos similares que vivieron Argentina, Chile y otros países de la región, que los muertos habían sido producto involuntario de algunos lamentables “excesos” en los interrogatorios: nunca se había querido matar a nadie.

Las noticias de los vuelos con prisioneros hasta hoy desaparecidos y los restos de Julio Castro con un balazo en el cráneo terminaron por derrumbar una narración que nunca había sido demasiado creíble, pero que aún algunos esgrimen.

Tenemos también un relato que enfoca el golpe de Estado en los sucesos de junio de 1973, ignorando o minimizando lo que pasó meses antes, en febrero, aquel “febrero amargo”, cuando el poder militar tomó las riendas del país y los políticos miraron para otro lado. Por eso casi siempre se recuerda el aniversario del golpe de junio, pero casi nunca el verdadero asalto al poder institucional que comenzó en febrero.

Y, por supuesto, también tuvimos y tenemos el persistente y poderoso cuento de hadas tupamaro, la historia rosa de la guerrilla, la que dice que se rebelaron contra una dictadura, lucharon contra el golpe de Estado y por la democracia, la que oculta crímenes espantosos, algunos de ellos todavía impunes.

Parte de la “herencia maldita” es una falta de verdad que sofoca. 

Espero que estas páginas sean al menos una ventana abierta a un sinceramiento que hace nos hace mucha falta.

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1.6.20

Sobre la noticia dada el domingo por la noche en Séptimo Día

En la edición de anoche de Séptimo Día informé que uno de los tres infantes de Marina asesinados en el Cerro tenía antecedentes penales. 
Desde ese momento, comencé a recibir pedidos de explicaciones y muchos insultos. Se me exigió que desmintiera la noticia, que sería falsa ya que está prohibido ingresar a las fuerzas armadas con tales antecedentes.
Para aquellos que preguntaron o cuestionaron desde el respeto, vayan estas líneas.
La información me llegó media hora antes de que el programa comenzara, de parte de una fuente militar confiable.
Pero las noticias hay que confirmarlas con otras fuentes independientes. Le escribí a varios actores importantes relacionados al caso. Uno de ellos confirmó que el dato era cierto.
Habiendo chequeado la noticia, sobre la marcha tuve que decidir si informarla o no. La función de los periodistas no consiste en dar buenas noticias o simpáticas, sino verdaderas y de público interés.
Lo que quizás me faltó fue explicarme. El vértigo con el que ocurrió todo tuvo algo que ver. También el dolor del momento, el no querer mover el foco del punto principal -el horror del asesinato- me llevó a ser parco. No ahondé en la importancia del dato. Elegí no nombrar al marino, por respeto a su familia, ni el delito.
Salí del canal. La catarata de insultos de las lacras que utilizan las redes sociales para vomitar el asco de su verdadero ser interior seguía derramando su pus.
Dormí bien porque sabía que me había atenido a las buenas normas de la profesión.
Hoy hablé con otras dos fuentes de importancia vinculadas al caso e independientes de las dos primeras: confirmaron la noticia.
También corroboré un punto central que hace a la relevancia de este dato y que necesariamente las autoridades deberán aclarar: está prohibido ingresar a las fuerzas armadas con antecedentes penales. La razón de tal prohibición es evidente: el Estado tiene que tener y ofrecer garantías sobre a quién le otorga armas de guerra, instrucción militar y acceso a sus cuarteles.
Esta disposición, central en lo que hace a la seguridad de la sociedad y el Estado, se violó en este caso.
Haya tenido algo que ver con el crimen o no, no es un tema menor. 
Resumiendo: 
¿La noticia era verdadera?
Sí.
¿La noticia rebaja en algo el horror del triple asesinato?
Por supuesto que no. Siempre estuve, sigo y seguiré estando en la vereda opuesta a los que justifican o relativizan los asesinatos llamados "ajustes de cuentas" o los que, por ejemplo, miran para otro lado ante la saga de muertes en nuestras cárceles. Toda vida cuenta. Toda vida vale. Todo asesinato merece que su culpable sea castigado.
¿La noticia tiene algo que ver con el móvil del crimen?
No lo sé. Lo dije en el programa. Lo repito.
¿La noticia es importante?
Sí. Hay algo funcionando mal en un sector muy importante del Estado.
Callarlo o esconderlo no ayudará a que se solucione.

4.3.18

La "noticia deseada", la "verdad antipática" y el Chueco Maciel

"Es una versión como tantas otras". "Eso es lo que dice él". "¿Por qué hay que creerle a Sosa y no a Viglietti? ¿Por qué esperó 40 años para hablar?".
Esos fueron algunos de los comentarios que he leído y oído en la prensa y las redes sociales respecto a la entrevista a Nelson "Cateta" Sosa, que publiqué en el diario El Observador el sábado 24 de febrero.
Los comentarios parecen responder al fenómeno que el periodista argentino Miguel Wiñazki llama "la noticia deseada": la gente cree o descree en las noticias según coincidan o no con su ideología y sus prejuicios.
Chueco Maciel, Leonardo Haberkorn, Nelson Cateta Sosa
De la entrevista, que más bien es una crónica, queda claro que el Chueco Maciel no se guiaba por ninguna ambición comunitaria, ni repartía nada de lo que robaba. La construcción ficticia que dice lo contrario es desmentida no solo por el testimonio de "Cateta".
Pero como el poder de "la noticia deseada" es cada vez más fuerte, vale la pena repasar los hechos.

1) En noviembre de 2017 el periodista Luciano Álvarez denunció en El País que Nelson "Chueco" Maciel, un delincuente que fue muerto por la policía el 18 de junio de 1971, figuraba como una víctima de la dictadura en una lista de la Secretaría de los Derechos Humanos para el Pasado Reciente, dependiente de Presidencia.
La denuncia hizo que Maciel, que tenía apenas 20 años cuando fue abatido, fuera borrado del listado de inmediato.
El coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, Felipe Michelini, negó que Maciel hubiera estado en la nómina de víctimas de represión.
Michelini faltó a la verdad. Yo mismo vi el nombre de Nelson Maciel en la lista, a la que me dirigí apenas terminé de leer el artículo de Luciano Álvarez.

2) La polémica en torno a la presencia de un delincuente común como Maciel junto con las víctimas de la represión militar interesó al colega Mauro Bettega, de la producción periodística de Nuevo Siglo TV.
Leyendo la prensa del momento en que Maciel fue muerto, Bettega encontró dos artículos muy importantes para entender esta historia, ambos del semanario Marcha.
El primero fue publicado el 25 de junio de 1971 con el título "La otra cara del Chueco Maciel". Se trata de una crónica panegírica firmada por Hugo Alfaro publicada una semana después de la muerte del ladrón.
Alfaro describe el cantegril (el barrio Plácido Ellauri) donde vivían el Chueco, Cateta y los demás integrantes de la banda y desliza una feroz crítica a la sociedad que permite esa miseria. El periodista elabora un retrato del difunto Maciel en base a testimonios anónimos que dice recoger en el cantegril:
"Un tornero que trabaja en La Comercial" dice a través de Alfaro: "Era flor de diablo. Pero, ¿y qué quiere? Aquí no es fácil escapar de la delincuencia. Y el delincuente, a su modo, es un rebelde. Primero roba porque no tiene qué comer, y después roba para vengarse de una sociedad inhumana e injusta".
Alfaro nos dice que "la gente" del cantegril (no hay ni un solo nombre en toda su crónica) "está tratando de convertir la astucia y el coraje del Chueco Maciel en un instrumento para el cambio y -ellos insisten- para la creación del hombre nuevo. Todos eran amigos del Chueco Maciel y se atropellan para exaltar su generosidad. 'Fue un Robin Hood, daba a los demás todo lo que tenía'".

3) Así, con ese nivel de rigor periodístico, Hugo Alfaro -redactor responsable de Marcha- puso el primer mojón en la leyenda de que Maciel fue Robin Hood: "Un tornero". "La gente". "Ellos". "Todos". Todas citas anónimas.

4) El otro artículo que encontró el periodista Bettega fue la carta de un lector de Marcha, publicada en la siguiente edición a la crónica laudatoria, el 2 de julio de 1971.
Se trató de una carta del lector Rodolfo Ponce de León, funcionario judicial que "intervino en todas las actuaciones jurisdiccionales referentes a Nelson Julio Maciel Rodríguez", el Chueco, en la justicia de menores.
Ponce de León señala que conoció al Chueco en 1967 y siempre intentó ayudar a su recuperación. Sin embargo, no fue posible. Cuenta que en la justicia hay informes psiquiátricos sobre Maciel que lo pintan como un individuo que padecía una "absoluta incapacidad para solucionar sus conflictos" y lo califican como "débil mental" y dueño de una personalidad con "rasgos psicopáticos". Recuerda que en abril de 1968 y febrero de 1969 Maciel fue herido a balazos por sus propios compañeros.
"Creemos que calificar a Maciel como 'astuto', compararlo con Robin Hood, y convertirlo en definitiva en una especie de líder o ejemplo para los oprimidos, es para quienes lo conocieron desde antes a él y su cantegril, una historia imperdonable. Se ha dicho que 'la verdad es siempre revolucionaria'; tal vez porque es antipática. Los muertos y la miseria merecen -Alfaro lo sabe- un poco más de respeto".

5) Queda claro que la historia rosa del Chueco Maciel no fue desmentida recién 40 años después, como arguyen algunos de los que cuestionan a "Cateta". ¡Fue desmentida apenas una semana después de que Alfaro la publicara en Marcha y antes incluso de la existencia de la canción de Viglietti!

6) El hallazgo de estos dos artículos por parte del periodista Mauro Bettega hizo que buena parte del equipo que entonces tenía Nuevo Siglo TV (ya no lo tiene, porque la empresa decidió discontinuar la mayor parte de su producción periodística) nos dedicáramos a buscar más datos para completar esta historia. La periodista Belén Danza revisó la prensa del momento. Es muy interesante leer cómo El Popular cubrió la muerte del Chueco Maciel. El diario comunista escribió en su edición del 20 de junio de 1971:
"Acribillado en un tiroteo con la policía en la madrugada del viernes cayó Nelsón Julio Maciel Rodriguez (casado, 20 años) quién cómo infanto juvenil hace más de tres años cobró popularidad conociéndosele como 'Chueco Maciel'. La trágica muerte del joven acechó a las 2:40 del viernes en Juan Acosta (Cerrito). Una media hora antes el 'Chueco' y otros dos jóvenes se desplazaban por el Cerrito de Victoria armados con revólveres al parecer también una arma larga. En Juan R. Rosas y Chimborazo interceptaron al guardia de Amdet, Mario Romero (casado, 43 años). Lo despojaron de unos 9.000 pesos, pero no conformes con eso exigieron a Romero que se dirigiese a su domicilio.
La esposa del trabajador sospechó que algo estaba pasando y no quiso abrir la puerta. El 'Chueco Maciel' y su compañero le dijeron: 'abra o le volamos los sesos a su marido'. A la señora no le quedó otra que franquearles el paso. En la casa el dúo obtuvo otros 40.000 pesos y entre otras cosas una batidora. Antes de irse balearon a Romero, dejándole una herida en la cabeza.
(...)
Los policías comenzaron a patrullar la zona hasta que avistaron a los rapiñeros. Dos de ellos huyeron a la carrera apenas vieron la camioneta policial. Pero Nelson Julio Maciel lanzó un disparo contra la camioneta con el revólver. La respuesta policial fue fulminante. Uno de los cuantos balazos que alcanzaron al joven le perforó el occipital (...).
Rodeado desde su infancia de miserables condiciones, ya los 15 años Maciel Rodríguez era un infanto juvenil que daba dolores de cabeza en los cantegriles. Se fugó varias veces de albergues del Consejo del Niño. Junto a él actuaron varios otros menores en rapiñas y hurtos diversos. Posteriormente pasaron a perpetrar toda clase de tropelías contra sus propios vecinos, particularmente en los cantegriles de Aparicio Saravia, Enrique Castro y adyacentes.
En la temporada de 1969 incursionó en Punta del Este y otros balnearios. Ese año se entregó a la policía y fue procesado por desacato. Pocos meses después salió de la cárcel pero sin otros horizontes que habían signado su infancia y su adolescencia". 
Tal parece que El Popular y Alfaro no escribieron sobre la misma persona.

7) Mi aporte a aquel esfuerzo colectivo del ex equipo de Nuevo Siglo fue ubicar a Ponce de León. Lo localicé y lo invité a dar su testimonio en el desaparecido programa Off the record (uno de los discontinuados de NSTV).
Aquí puede verse lo que dijo el ex funcionario judicial sobre el Chueco Maciel.




8) Una vez que se conoció el segundo testimonio de Ponce de León, el de 2017, comenzó la cantinela de los cultores de "la noticia deseada": ¿por qué hay que creerle?, ¿por qué habla ahora?, ¡esto es una campaña de la derecha contra Viglietti!
En un muro de Facebook leí que uno de los muchos que se negaban a creerle a Ponce de León escribió algo así cómo: la historia del Chueco Maciel es verdadera y quien la conoce es Nelson "Cateta" Sosa, el último sobreviviente de la banda, que vive en Suecia. ¿Por qué la prensa mentirosa y siempre al servicio de la derecha y el imperio no se anima a llamar al Cateta?
En noviembre de 2017 le escribí un mensaje a "Cateta", diciéndole que me interesaba conocer su testimonio y saber cómo habían sido las cosas.
Allí nació la crónica publicada en El Observador.
Quienes la leyeron habrán sabido que de sorpresa visitamos el cantegril con "Cateta" y aparecimos, sin que ella nos esperara, en la casa de Angélica Ferreira, una vieja vecina del "cante". "Cateta" le dijo : "Contale quién era el Chueco Maciel".

"Era solo un chorrito de barrio", responde ella. "Era bajito y siempre andaba de sombrero. Tuvo cosas buenas y malas", agrega. Las buenas no las enumera. Las malas: le pegaba a su mujer y, la peor, una vez dejó que la policía se llevara de los pelos a su propia madre en lugar de entregarse.
"¿Repartía el botín en el cante?", pregunta Cateta. "¡Qué iba a repartir!", se ríe Angélica. "Yo le dije a Viglietti una vez que vino: Hiciste una canción hermosa, pero es mentira".

9) El primer desmentido de Ponce de León fue publicado por Marcha, con una pequeña nota burlándose de él por ser joven. Pocos meses después, basándose al pie de la letra en la nota de Alfaro, Viglietti escribió la canción del Chueco Maciel, que dio nombre al disco Canciones Chuecas y se transformó en un éxito inmediato, un himno para la juventud rebelde.
La nota de Alfaro y la canción de Viglietti calzaban como anillo al dedo a las necesidades revolucionarias del momento: ponían foco en la miseria del cantegril, menoscababan a la policía y a las instituciones, justificaban la violencia como respuesta un régimen oprobioso e injusto. Tanto es así que el 1 de enero de 1972, cuando el MLN toma el aeropuerto de Paysandú y declara la guerra a las Fuerzas Armadas (recomiendo la descripción de este episodio que el recientemente fallecido Aníbal de Lucía hace en Historias Tupamaras), difunde una proclama que menciona en forma explícita al Chueco Maciel: "Cuando un hambriento del cantegril roba para comer (...) lo asesinan, como asesinaron al Chueco Maciel".
Ese verano, la murga La Soberana le cantó al Chueco Maciel: "El Chueco luchaba de noche y de día / la vida expropiaba y la repartía".
Luego, para completar la obra iniciada por Alfaro, Fernández Huidobro haría aparecer en uno de sus libros al Chueco Maciel como simpatizante del MLN.

10) Resumiendo: La leyenda en torno al Chueco Maciel fue iniciada por Hugo Alfaro desde Marcha. Viglietti se basó en ella para su canción. No es que ahora 40 años después alguien haya decidido desmentirla. El primer desmentido a la construcción de Alfaro fue inmediato y se publicó en Marcha una semana después.
No es solo Cateta quien desmiente que el Chueco Maciel haya sido Robin Hood. Por ahora, son tres personas con nombre y apellido: Nelson Sosa, Rodolfo Ponce de León y Angélica Ferreira. Todos son fuentes muy calificadas. Testigos o protagonistas de primera mano. A eso hay que sumarle las notas en la prensa de la época, incluyendo a El Popular, el diario del mismísimo Partido Comunista.
Del otro lado no hay nada. Ni siquiera un solo nombre puso Alfaro.

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