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10.4.12

"Me sale el nazi"



En el siguiente enlance se pueden leer algunos comentarios en Twitter a propósito del partido de básquetbol entre Aguada y Hebraica y Macabi disputado ayer lunes. Menos mal que solo 50.000 uruguayos usan Twitter:
http://storify.com/leohaberkorn/me-sale-el-nazi

Comentario dejado en la página de Storify antes de que se eliminara
 la posibilidad de colocar mensajes.

23.11.11

La manzana mecánica

Se ha hablado mucho de Steve Jobs, su muerte, su legado, su talento. Pero nadie habla de esto. 
Los famosos iPods, iPads y iPhones del mundo no los fabrica Apple, sino Foxconn, la mayor productora del mundo de aparatos electrónicos. La empresa tiene su sede en Taiwán, pero la mayor parte de sus plantas industriales están en China.
Una de ellas es la enorme fábrica de Longhua, cerca de la ciudad de Shenzen, en el sur del país. Es tan grande que para ir de una de sus puertas a otra se necesita media hora de viaje en auto. Allí trabajan, comen y duermen entre 300.000 y 400.000 obreros.
En 2010 el diario británico The Telegraph visitó Longhua. En la crónica que escribió el periodista Malcolm Moore se cuenta que sus empleados la llaman, haciendo un juego de palabras en chino, “Corre hacia tu muerte”.
Moore fue enviado allí porque en 2010 hubo una ola de suicidios. En mayo, el total de empleados que había muerto tras saltar al vacío desde los edificios del complejo fabril ya llegaba a 12. Otros cuatro habían sobrevivido a su intento, y otros 20 habían sido detenidos por personal de seguridad cuando se aprestaban a saltar.
Luego de los suicidios, Terry Gou, el multimillonario fundador de la compañía, anunció que trasladaría a 60.000 empleados a otras de sus fábricas para que pudieran estar más cerca de sus familias. Por las dudas, también se colocaron redes alrededor de todos los edificios, se clausuraron ventanas y las puertas que dan a los balcones.
En mayo de 2011 el diario británico The Daily Mail informó que Foxconn había comenzado a exigir que sus trabajadores firmaran un papel en el cual aceptan que no tienen derecho a matarse. También deben firmar que, si se suicidaban, sus familiares solo tendrán derecho a una indemnización mínima.
Redes anti suicidios en una fábrica de Foxconn
Por esas fechas, Steve Jobs ofreció una conferencia de prensa en Estados Unidos donde declaró, según la BBC: "Foxconn no es una fábrica donde se explote a los obreros".
Sin embargo, El Daily Mail citó un informe de una ONG que estudió el caso de la empresa y concluyó que sus operarios eran sometidos a condiciones de trabajo degradantes tales como:
1) Abuso en las horas extras. A pesar de que existe un límite legal que prohíbe realizar más de 36 al mes, se consiguió el recibo de un trabajador que había hecho 98.
2)    Durante temporadas de zafra, los obreros solo tomaban un día de descanso tras 13 jornadas consecutivas de trabajo.
3)    Quienes no alcanzaban un buen rendimiento eran humillados frente al resto.
4)    Los trabajadores tenían prohibido hablar entre sí y permanecían de pie durante 12 horas seguidas.
La misma investigación demostró que algunos empleados solo salían de la fábrica para visitar a sus familias una vez al año. El director del relevamiento, Zhu Guangbing, le dijo al Telegraph: “Los trabajadores no tienen permitido hablarse entre ellos. Si hablas, se te hace una anotación negativa en tu foja de servicios y tu supervisor te grita. También te pueden multar”. Guanbing agregó que para mejorar la eficiencia y cumplir con el alto número de pedidos los obreros son conminados a repetir la misma tarea, los mismos movimientos rápidos y exactos en la línea de montaje, un mes tras otro. “Los trabajadores con los que hemos hablado dicen que sus manos siguen temblando en la noche, o que cuando están caminando por la calle no puede dejar de hacer el movimiento que hicieron en el trabajo. Nunca son capaces de relajar sus mentes”.
Una obrera le dijo al Daily Mail: “A veces algunos de mis compañeros de dormitorio lloran cuando vuelven de una larga jornada de trabajo”.
La empresa, que también fabrica para otras grandes compañías-Nokia, Samsung, Sony y Dell entre ellas-, admitió violar las normas vigentes sobre horas extras, pero adujo que quienes habían excedido los límites lo habían hecho en forma “voluntaria”.
El promedio de horas semanales trabajadas por cada trabajador en Foxconn en 2010 fue de 70, lo que supone diez horas de labor los siete días de la semana, o casi 12 horas durante seis jornadas, con una sola de descanso.
Tras la crisis de los suicidios, los sueldos de Foxconn recibieron aumentos de entre el 50 y 100%. Sin embargo, continúan siendo bajísimos. El diario chileno Publimentro visitó Chengdu, otras de las fábricas chinas gigantes de Foxconn, y comprobó que un operario que trabaja 12 horas al día, seis días a la semana, cobra unos 315 dólares al mes, horas extras incluidas.
La empresa sostiene que los empleados de Longhua tienen comida y alojamiento sin costo en las gigantescas torres de apartamentos que hay dentro del mismo predio de la fábrica. Hay un servicio de transporte público y lavandería. Hay canchas de tenis y piscinas de uso gratuito. Hay clubes que ofrecen actividades tales como ajedrez, pesca o alpinismo.
Pero los trabajadores que entrevistó el señor Zhu Guanging le dijeron que ellos no tenían tiempo de aprovechar ninguno de esos beneficios. “Los obreros con los que hablamos nos dijeron que nunca habían usado las piscinas. De todos modos, son solo dos para 300.000 empleados y dicen que están bastante sucias”.
Entre mayo de 2008 y agosto de 2009, para incrementar la productividad, Foxconn hizo que sus obreros usaran n-hexane, un químico. Este líquido servía para limpiar las pantallas táctiles de los aparatos inventados por Jobs, y como se evaporaba más rápido que el alcohol, lograba incrementar el ritmo de trabajo y la productividad de las líneas de montaje.
El químico aumentó en millones de dólares los beneficios de Foxconn y Apple, pero resultó ser tóxico para los operarios. Apple reconoció que 137 fueron hospitalizados. Oficialmente todos fueron dados de alta.
Un grupo de intoxicados, sin embargo, aduce que hasta hoy padece secuelas del envenenamiento. Le escribieron varias cartas a Jobs solicitando dinero para medicamentos y una indemnización por el tiempo que han debido pasar sin trabajar. Nunca obtuvieron respuesta.
Jia Jingchuan fue uno de los intoxicados. Desde que fue internado en 2009 se dedicó a enviar cartas a Jobs en las que relataba las patéticas condiciones en las que laboran y viven los operarios de Foxconn. El empresario nunca contestó.
"Siento mucho la muerte de Jobs", le dijo Jia a Yahoo news. "Su empresa ha hecho más fácil la vida de la gente y ha cambiado toda la industria; pero mi salario era tan bajo que no podía pagarme los productos que yo mismo construía".
Un trabajo publicado por un equipo de investigadores estadounidenses, entre ellos dos profesores de la Universidad de Oregon, sostiene que los trabajadores de Foxconn reciben apenas el 3,6% de lo que el público paga por cada iPhone. El margen de beneficio para la empresa por cada teléfono vendido en 2009 fue del 64%.
Steve Jobs murió dejando 6.790 millones de dólares. Un chino de los que fabrica sus iPads debería trabajar 1.800.000 años, 12 horas por día, seis días a la semana, y no gastar un peso, para poder reunir esa fortuna. O dicho de otro modo: si una persona trabajara fabricando los productos de Apple seis días a la semana, 12 horas por día, desde su nacimiento hasta su muerte a los 70 años, y lo mismo su hijo, su nieto, su bisnieto y así sucesivamente, y ninguno nunca gastara un centavo, se necesitarían 25.661 generaciones para poder acumular la fortuna de este talentoso hombre que, dicho sea de paso, siempre desdeñó la filantropía y nunca le donó un peso a causa alguna.
Así de pornográfico es el mundo hoy.
Lo más asombroso es el afán por ocultarlo.
¿O será que el trabajo esclavo ya no conmueve a nadie?

Artículo de Leonardo Haberkorn
el.informante.blog@gmail.com
Sobre este tema ver también: China, el imperio de las mentiras

14.7.10

Imagine, versión uruguaya

Imaginate que 12 presos políticos murieran quemados en una cárcel cubana.
Imaginate que 12 palestinos del Hamas murieran quemados en una cárcel de Israel.
Imaginate que 12 presos políticos hubieran muerto quemados en una cárcel de la dictadura militar.
Imaginate que 12 presos hubieran muerto quemados en una cárcel en un gobierno del Partido Colorado.
Los 12 presos murieron quemados, en un incendio, en la cárcel donde estaban encerrados. Pero no eran cubanos, ni palestinos, ni ocurrió en la dictadura militar, ni bajo un gobierno blanco o colorado. Eran uruguayos y el gobierno del Frente Amplio.
Entonces, tranquilos. No pasa nada.


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8.6.10

Los reyes del doble discurso

Nadie tiene el monopolio del doble discurso. Pero los españoles están bien arriba en el ranking.
Hace poco lo vimos con claridad: mientras el juez Baltasar Garzón investigó las violaciones a los derechos humanos en las dictaduras sudamericanas, fue un héroe mundial, el símbolo viviente de lo avanzada y progresista que es la España de hoy. Eso sí, apenas se puso a investigar las violaciones a los derechos humanos en la dictadura española, lo degradaron, lo echaron y de un modo humillante lo pusieron de patitas en la calle.
Así de avanzada y progresista es la España de hoy.
No es el único caso de flagrante doble discurso. Los dos grandes diarios españoles, El País y El Mundo, siempre llaman a la ETA “banda terrorista”. La “banda terrorista” hizo esto. La “banda terrorista” hizo aquello. Eso sí, jamás emplean esa terminología para denominar a ningún otro grupo terrorista del mundo. No la usan para las FARC, no la usan para Hamas. Al parecer la sangre española tiene un valor comercial más alto.
Solo en base a un notorio doble discurso es posible tratar a “la banda terrorista” ETA y al “grupo integrista” Hamas como si fueran dos cosas de categorías muy distintas. En cuanto a los objetivos de cada grupo, las similitudes son evidentes. Si Hamas lucha por la independencia palestina, ETA lucha por la independencia vasca. En cuanto a los métodos de lucha, las similitudes son mayores todavía: no hay duda de que ETA practica el terrorismo. Su atentado más sangriento ocurrió cuando voló un supermercado en Barcelona en 1987 y mató a 21 personas inocentes. Hamas, mientras tanto, ha puesto bombas en ómnibus y bares. Su atentado más sangriento ocurrió cuando voló una discoteca en Tel Aviv en 2002 y mató a 21 personas inocentes. ¿Por qué uno es terrorista y el otro no? Hay que leer la prensa española para averiguarlo.
En Uruguay conocemos bien otro caso de doble discurso español. Durante décadas España se aprovechó del tratado firmado con Uruguay en 1870 para que todo aquel español que lo necesitara pudiera venir a trabajar aquí, y vinieron cientos de miles. Pero cuando las condiciones económicas se invirtieron –y el trabajo comenzó a abundar allá y a faltar acá- España desconoció olímpicamente los compromisos asumidos y hoy deja entrar solo al uruguayo que ella quiere, aunque el tratado que firmó y usó durante más de un siglo dice lo contrario. Si la actual crisis que ha llevado a que España tenga más de 20% de desocupados se prolonga, ya veremos como el Aznar o Zapatero de turno viene a recordarnos la vigencia del viejo tratado de 1870.
La prensa y la opinión pública en España, mientras tanto, exigen que Israel termine de una vez de desocupar los territorios palestinos, y yo estoy de acuerdo.
Lo curioso es que, al mismo tiempo que esto se reclama, España mantiene bajo su poder los enclaves de Ceuta y Melilla, dos territorios en el norte de África que ocupó siglos atrás y hoy considera que le pertenecen.
Aunque nadie organiza convoyes de ayuda humanitaria, Marruecos nunca ha dejado de reivindicar esos territorios como propios. España se niega, con el argumento de que ocupó ambas posiciones mucho antes del nacimiento del actual Marruecos independiente (con el mismo argumento mañana vuelven a ocupar Montevideo, Buenos Aires, Lima y así hasta México). El primer ministro marroquí, Abbas el Fassi, ha dicho recientemente que la situación de Ceuta y Melilla es igual a la de Palestina. “Marruecos pide a España negociar el fin de la ‘ocupación’ de Ceuta y Melilla”, tituló El País de Madrid. Es decir, Palestina está ocupada, a secas. En cambio Ceuta y Melilla están “ocupadas”, con comillas. Sutilezas del doble discurso.
¿Qué pasaría si un día Marruecos comenzara a disparar cohetes sobre España?
Ojalá eso nunca suceda. Pero si ocurre, me gustaría leer qué escriben El Mundo y El País.


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30.4.10

El sindicato del abuso

No hay nada más vil que un asesinato. Pero, ¿qué tenemos que ver los que usamos los ómnibus y los taxis para ir a trabajar con un criminal que mata a un taxista?
Si parar el transporte ayudara a encontrar al asesino, yo sería el primero en aceptarlo de buena gana. Pero, ¿en qué afecta a los delincuentes y a los criminales que la ciudad entera, un millón y medio de personas, se quede un día entero sin ómnibus y sin taxis?
¿En qué mejora la seguridad pública un paro total del transporte?
¿Cuántos paros del transporte se han hecho en los últimos años? ¿Han tenido alguna otra consecuencia que perjudicarnos a los usuarios?
¿Los delincuentes han dejado de robar taxis u ómnibus gracias a los paros del transporte?
¿Quién le ha dado a los sindicalistas del transporte el derecho de privarnos de ir a trabajar o a estudiar? ¿Con qué derecho que no sea el de la simple fuerza bruta nos obligan a volver a pie a nuestras casas, nos impiden ir a buscar a nuestros hijos a la escuela?
¿Por qué toleramos este abuso una y otra vez?
Nosotros, los que repudiamos a los delincuentes que acosan a los trabajadores del transporte, somos los que pagamos todo el costo de sus "medidas de lucha". Los delincuentes que los acosan se matan de risa en sus casas. No creo que sea un gran problema para un asesino de taxistas quedarse un día sin hacer nada, limpiando el revólver o contando los billetes.
Los sindicalistas del transporte se aprovechan del poder que tienen de un modo que es a la vez necio, bruto y extralimitado. Si en lugar de ómnibus y taxis tuvieran uniformes verdes y ametralladoras estaríamos frente a un problema mucho más grave.
(Ojalá nunca tengamos una central nuclear, pero si la tenemos: por favor, que ninguno de estos señores trabaje en ella).
Los sindicatos del transporte son un símbolo perfecto de un país que piensa mal, que razona al revés. Un país donde se llama "medidas de lucha" a la violación de los derechos ajenos, donde se presume "solidaridad" donde solo hay atropello. Un país que, por prejuicios ideológicos, ni siquiera puede asumir que tenemos un grave problema de seguridad pública. Si no hay problema, no habrá solución. Por eso se hacen paros del transporte: porque una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Artículo de Leonardo Haberkorn
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13.4.10

Víctor Hugo: la historia olvidada

Víctor Hugo Morales acaba de publicar un libro muy entretenido y bien escrito: Víctor Hugo por Víctor Hugo Morales.
Hay muchos puntos interesantes en la obra. Víctor Hugo va mezclando la historia de su propia vida con reflexiones sobre los más diversos tópicos, desde el fútbol a la política, pasando por la música, la historia, internet y los teléfonos celulares (aparatos que no tiene ni quiere tener). Sin embargo, como el reconocido periodista uruguayo ha decidido polemizar en los últimos días en Argentina respecto a la ética periodística, y ha aludido a la actitud que deben tener los periodistas ante un gobierno dictatorial, interesan en especial las páginas que narran sus años de periodista en Uruguay durante la dictadura militar que comenzó en 1973.
En una reciente entrevista en la revista Noticias, Víctor Hugo comparó el comportamiento que deberían tener los periodistas de Clarín con la situación de los comunicadores cuando falta la democracia: “Siempre el periodista tiene formas de decoro. En los tiempos de la dictadura ninguno decía todo lo que pensaba, porque no quería ir preso, porque no estabas dispuesto a dar tu vida, razones lógicas. Lo que no podés es convertirte en un alcahuete, en un promotor de la dictadura”.
En su nuevo libro, Víctor Hugo se presenta a sí mismo como un periodista que transitó por la dictadura militar uruguaya con pesar, sin perder el decoro que hoy exige y colocando algunos aguijones cuando podía, leves y escasos pero recordables:
“Uno repasa esos años y te das cuenta de que solo se luchaba por la superviviencia. Un combate permanente de hasta cuánto podías ceder sin menoscabar tu dignidad personal, cuánto podías callar sin sentirte un gusano, cuánto podías mantenerte al margen…”
“Fueron años de miedo, supervivencia, ingenio y negociación, intentando ver la salida al túnel. Las pequeñas cosas que uno hacía para pelear desde adentro eran apenas travesuras. Hacías una cosita y esperabas a ver qué pasaba. Si no pasaba nada, avanzaban un poco más”.
Luego enumera sus “travesuras”: en el Mundialito de 1980, por ejemplo, usó un jingle distinto al oficial. También padeció “lo que pueden llamarse amonestaciones por cosas que había dicho, por pequeñas jugaditas que hacía en el micrófono que la dictadura más o menos captaba pero no eran demasiado graves”. Una vez un jugador de Defensor de apellido Filipini le hizo dos goles a Nacional y tras el partido Víctor Hugo lo entrevistó. Cuando se despedían, el futbolista dedicó sus goles a su hermano que estaba preso en el penal de Libertad y a los demás detenidos. VHM respondió: “Muy bien recibido, vayan sus saludos”. Lo citaron de una unidad militar, lo tuvieron cuatro horas esperando hasta que por fin lo recibió un coronel que tenía la grabación de aquella entrevista. Víctor Hugo cuenta en su nuevo libro que él le explicó al militar que Filipini lo había sorprendido y que su saludo solo había sido un formulismo. El coronel lo rezongó: le dijo que tenía tarjeta amarilla y lo dejó ir para su casa. Filipini, en cambio, no volvió a jugar en el Centenario.

La política del fútbol

Víctor Hugo irrumpió con fuerza en los medios uruguayos entre 1974 y 1975, cuando murió Carlos Solé. Su ascenso desplazó a un segundo plano a Héber Pinto, el otro gran relator de entonces.
Uruguay vivía bajo una dictadura militar desde 1973. La libertad de prensa había sido sustituida por un duro régimen de censura. No se podía escribir nada que hiciera sombra al gobierno. Por supuesto: estaba prohibido hacer cualquier mención al golpe de Estado, la falta de libertades, los presos políticos, la tortura en cárceles y cuarteles, la proscripción de partidos y dirigentes. Pero también estaban vedados cientos de otros tópicos: cualquier noticia internacional que pudiera asociarse a lo que aquí ocurría, todo aquello sospechoso de izquierdismo, manifestaciones artísticas “foráneas”, toda mención a una larga lista de personalidades proscriptas...
Con ese panorama, los medios de comunicación se tornaron fríos y aburridos. En los noticieros de televisión se leían los comunicados oficiales del gobierno o de las Fuerzas Armadas. La opinión prácticamente desapareció del mapa. ¿Quién iba a opinar si no se permitía hablar de nada? No se podía criticar al gobierno, claro, pero tampoco a las intendencias, los entes, los servicios públicos, la educación, los hospitales, la programación de Canal 5…
Ése era el panorama cuando Víctor Hugo revolucionó el periodismo deportivo. Aunque Héber Pinto (“el relator que televisa con la palabra”) era excelente y muchas de sus imágenes todavía son recordadas por los que pasamos los 40 (“voló como un Caravelle”), Víctor Hugo lo desplazó rápido. Tenía una voz clara y potente, velocidad, inteligencia, imaginación. Sus trasmisiones y su programa nocturno Hora 25 eran dinámicos en extremo gracias a un equipo de producción muy numeroso, una novedad en la radio deportiva uruguaya. “Tenían toda la trasmisión del fútbol del fin de semana guionada y libretada, como nunca antes se había hecho. Se buscaba una sincronización y una prolijidad que no eran características de las emisiones deportivas”, recuerda el periodista Joel Rosenberg en el libro Un grito de gol, la historia de relato de fútbol en la radio uruguaya.
Pero, más importante aún, Víctor Hugo encontró una mina de oro: en un país donde informar era leer comunicados militares, descubrió que no había nada que impidiera informar y opinar sobre los avatares internos de la Asociación Uruguaya de Fútbol, sobre lo que hacían, decían y votaban los dirigentes de sus clubes. A ellos se los podía criticar, incluso con la mayor dureza: nadie lo había prohibido.
Esa apuesta le deparó un éxito demoledor. Uno miraba Telenoche 4 yendo de bostezo en bostezo, escuchando como se leían los comunicados oficiales (“adelante Asadur desde Casa de Gobierno”), hasta que aparecía Víctor Hugo: con su rico lenguaje y su voz potente denunciaba el horroroso manejo de la AUF, acusaba a dirigentes por ineptos y corruptos, exigía responsabilidades. Aquello no era política, claro. Pero, en aquel país anestesiado, se parecía. La gente lo escuchaba porque era el único ámbito en todo Uruguay donde había información, opiniones tajantes, graves acusaciones y un aire de libertad.
“En poco tiempo Víctor Hugo Morales cambió el estilo del periodismo deportivo, confiriéndole un tono editorialista, asertivo, más gritón que razonable, que ganaría no pocos adeptos desde entonces”, dice Luciano Álvarez en su Historia de Peñarol. Y continúa: “Creyéndose más periodista que relator, intuitivamente descubrió que, en aquellos años de dictadura y silencios, la opinión era una mercadería escasa y necesaria. Si se manejaba bien y se aplicaba solo al fútbol, además era inocua para el régimen, y hasta lo ayudaba”.

Los malos de la película

Desde 1973, Peñarol dominaba el fútbol ganando un Campeonato Uruguayo detrás de otro, gracias a su goleador Fernando Morena. A nivel internacional, en cambio, Uruguay había comenzado un serio declive tras el fracaso en la Copa del Mundo de Alemania 74.
El periodismo editorializante de Víctor Hugo Morales necesitaba culpables. Y los encontró en Morena y el presidente de Peñarol, Washington Cataldi.
Víctor Hugo trabajaba en un grupo económico poderoso, tanto como el Clarín de hoy. Relataba en radio Oriental, aparecía en Telenoche 4, el noticiero más visto del país, y a medianoche conducía Hora 25 otra vez en Oriental. Canal 4 y radio Oriental eran de la familia dueña de radio Montecarlo, la más escuchada. A su vez comenzó a escribir en Mundocolor, un vespertino de los mismos propietarios que el diario El País y Canal 12. Tenía un pie en cada uno de los dos mayores conglomerados de medios del Uruguay.
Los ataques de aquel periodista omnipresente eran tremendos. Sus críticas eran de una virulencia extrema, lo que retroalimentaba su popularidad. Al golero de Peñarol, Walter Corbo, otra de sus víctimas favoritas, le decía cosas terribles. Según el propio Víctor Hugo consigna en El Intruso, un libro autobiográfico que escribió en 1979 (¡tenía 31 años!) le dedicaba frases como:
- No, Corbo, eso es para goleros inteligentes.
Los ataques a Morena eran más duros todavía y se prolongaron durante cuatro años de sistemático acoso. Azuzaba a los defensas de los otros clubes para que lo marcaran a “cara de perro”, es decir que lo golpearan. Lo señaló como único culpable de que Uruguay no clasificara al Mundial de Argentina 78. “Lo mató la responsabilidad. Se asustó”, escribió en Mundocolor el 3 de marzo de 1977 cuando la selección perdió en Bolivia y quedó fuera de la Copa del Mundo. Agregó de Morena: “No existió. No luchó. No goleó. No vivió. Se… puso lívido”.
Así escribía aquel VHM.
(Luego se arrepintió. En su libro El Intruso dice respecto a sus críticas a Morena y Corbo: “No había tenido toda la razón. Para muchos, ninguna. Había exagerado, por lo menos”. Y en su nuevo libro anota: "Me parece aborrecible en general el rol de la prensa cuando hostiga. No me gusta asediar ni siquiera a alguien que no me cae bien").
Cataldi, mientras tanto, era su mayor enemigo entre los dirigentes. Aunque los enjuiciaba a todos, Cataldi –el inventor de la Copa Libertadores de América- representaba según Víctor Hugo toda la corrupción del fútbol uruguayo. Yo, que era un adolescente, seguía cada noche el culebrón de Víctor Hugo con esquizofrenia. No toleraba sus injustos ataques a Morena, que era mi ídolo. En cambio, llegué a creer que Cataldi era una especie de monstruo que debía ser eliminado a toda costa para bien del Uruguay.
Esa era la trampa de la propuesta de Víctor Hugo, tan funcional a los intereses de la dictadura. Mientras en el Uruguay pasaban cosas terribles, él construyó un mundo paralelo, donde habitaban unos tipos siniestros y mafiosos, que no tenían nada que ver con el régimen. Eso era exactamente lo que la dictadura necesitaba. Mientras Uruguay se sumergía en una agobiante realidad, la popularidad de Víctor Hugo aumentaba y todos los que crecimos escuchándolo creíamos que el Mal se llamaba Cataldi.
Según lo que cuenta en su nuevo libro, Víctor Hugo siempre tuvo muy presente lo que implicaba la dictadura. No lo creo. Cataldi era uno de los diputados del Parlamento que los militares disolvieron cuando consumaron el golpe en 1973. Lincoln Maiztegui -en el tomo 4 de Orientales, una historia política del Uruguay- recuerda que Cataldi estuvo entre las personalidades que en setiembre del 73 firmaron una carta pública reclamándole a la dictadura el libre funcionamiento de los partidos. Era, desde el golpe de Estado, un ciudadano proscripto, con sus derechos recortados. Claramente, Víctor Hugo nunca lo tuvo en cuenta.

Coincidiendo con Rapela

Lo más significativo ocurrió en 1978 y quedó registrado por el propio VHM en El Intruso.
Cansados de sus “ataques sistemáticos”, en julio de 1978 los dirigentes de la AUF decidieron quitarle a Víctor Hugo la autorización para relatar durante un mes y medio.
En el libro Un grito de gol de Rosenberg, publicado en 1999, el periodista-relator declara que “el régimen militar había apoyado la medida. En este país nadie se hubiera animado a hacer nada si no le hubiesen hecho un guiño positivo los militares”.
Pero tal afirmación es desmentida por él mismo en El Intruso.
Dado que VHM era el periodista más popular del país, la decisión de suspender su derecho a relatar provocó un escándalo. En forma insólita, en un país donde había miles de presos y destituidos por razones políticas y nadie decía nada, de golpe volvió a hablarse de libertad de trabajo. En el diario El País -según consigna el propio VHM en su primer libro-, Julio César Espínola, un integrante del Consejo de Estado (el órgano títere de la dictadura colocado en lugar del Parlamento) dijo al otro día que la medida era “un atropello”. Y el ex presidente de facto Alberto Demichelli afirmó que la Constitución amparaba a VHM.
El mismo día El País publicó una entrevista a Víctor Hugo.
-¿Y su libertad de trabajo? –le preguntó el periodista.
-Voy a luchar por ella, de acuerdo con las leyes de mi país… -respondió.
En otro pasaje, Víctor Hugo afirmó, conmovido:
-En este momento se me ha ocurrido pensar en mi país. Lo único que le faltaba a los dirigentes del fútbol era comprometer su imagen, por una simple revancha.
En aquellos años, políticos como Wilson Ferreira recorrían el mundo denunciando la falta de libertades, los presos políticos, la tortura, los desparecidos. Y a Víctor Hugo Morales le preocupaba la imagen del país porque él no podía entrar al estadio.
El mismo pensamiento tenía el temido general Julio César Rapela, jefe del Esmaco, el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Tal como se relata en El Instruso, el militar recibió a Víctor Hugo y le aseguró que la decisión de la AUF no tenía nada que ver con el gobierno o el poder militar. Por el contrario, el gobierno estaba preocupado por sus consecuencias. “Mire (…) este asunto para nosotros es importante sólo en la medida en que afecte la imagen del país”, le dijo Rapela. “Porque no es posible que se afecte la imagen del país por una cuestión de intereses”.
VHM concurrió a aquella entrevista junto con Carlos Giacosa, el conductor de Telenoche 4. “Ustedes pueden tener la seguridad de que si las leyes los amparan, serán amparados”, les dijo el general.
Finalmente, el 19 de julio de 1978 el presidente de facto Aparicio Méndez revocó la decisión de la AUF y lo autorizó a volver a relatar.
Ante esta decisión Víctor Hugo –según escribió el 20 de julio en Mundocolor- sintió vergüenza. Pero no por haber tenido que ser amparado por un gobierno que violaba todos los derechos que él mismo invocaba.
“Sentí una cierta vergüenza por haber distraído (a) nuestros gobernantes en un tema infinitamente menor al que les ocupa día a día”, escribió.
Agregó: “El gobierno nacional no me ha condecorado, ni respaldado. Debió actuar muy por encima de eso (…) Sería veleidoso suponer que conocen mis crónicas. Por eso las felicitaciones están de más, son casi absurdas. Yo no fui respaldado en mi prédica. Apenas (pero eso sí, grandemente) fui defendido en los mismos derechos que usted goza…”
¡Los mismos derechos que usted goza!
Como dijo el propio Víctor Hugo a la revista Noticias hace un par de semanas: no se trata de ser un héroe frente a una dictadura, pero nadie te obliga a ser alcahuete.

"Un tal Tarigo"

Quizás por todo lo anterior, las referencias a aquel período profesional de VHM sean tan escasas en su nuevo libro. Sus reflexiones sobre el periodismo en la dictadura también son pocas y pobres. Cuando nombra a Enrique Tarigo, un abogado y periodista que –él sí- fue un verdadero héroe en la lucha por la democracia, lo hace en forma casi despectiva: “había un tal Tarigo”, escribe. Y de su actuación personal de aquellos años faltan demasiadas páginas de El Intruso que hoy es mejor no recordar.
No solo a los tupamaros y a los militares les falta sinceridad para hablar de aquellos años. Víctor Hugo podría hacer un ejercicio de memoria e introspección antes de seguir repartiendo y quitando carnéts de dignidad de prensa.

Relato Oculto. Las desmemorias de Víctor Hugo Morales. La dictadura.Artículo de Leonardo Haberkorn. Fue publicado también por el semanario Voces en su edición del 24 de abril de 2010.
Más y más completa información sobre este tema, en el libro "Relato Oculto".

el.informante.blog@gmail.com

16.3.10

La isla de la hipocresía

Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel han firmado un manifiesto que exige al gobierno de Cuba que libere a todos sus presos políticos. La carta, que está disponible en internet, ya ha sido firmada por más de 33.400 personas y por varias celebridades como Mario Vargas Llosa, Fernando Savater y Antonio Muñoz Molina.
Sin embargo las firmas de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel tienen un significado especial porque los tres artistas españoles son personas identificadas con las ideas progresistas y de izquierda. No debería sorprender: es imposible ser progresista y apoyar a una dictadura cruel que encarcela y lleva a la muerte a quienes piensan distinto.
En 2003, entrevistado en radio Caracol de Colombia, ni más ni menos que Pablo Milanés dijo:
“En Cuba hay errores que tenemos derecho a criticar (...) pero cuando uno lo hace se siente solitario. Hay miedo y tensión y es absurdo, porque no se puede seguir siendo revolucionario y teniendo ideas estalinistas de presiones sobre el pensamiento y la libertad".
"A Fidel le critico la falta de libertad de expresión porque hay tantas cosas bonitas aseguradas por la revolución que, cuando ves que es capaz de encarcelar a un agente durante 20 años porque habló dos o tres mierdas, no lo concibes".
Estalinismo. Miedo. Veinte años de cárcel por hablar. No lo digo yo. Lo dijo uno de los máximos íconos de la Revolución Cubana.
Pero parece que las noticias tardan en llegar a América del Sur.
De visita en Cuba, Lula eligió honrar a la dictadura y burlarse de sus presos políticos. Los comparó con los delincuentes comunes que protestan en las cárceles de San Pablo. La reciente muerte en prisión del preso político Orlando Zapata -tras 85 días de huelga de hambre- no logró matizar su hipocresía y su ignorancia.
El brillante periodista brasileño Elio Gaspari recordó esta semana en O Globo un incidente que retrata hasta qué punto llega la hipocresía de Lula, siempre citado como ejemplo en Uruguay:
En 1998 unos peligrosos delincuentes brasileños que habían secuestrado al empresario Abilio Diniz comenzaron una huelga de hambre en la prisión. Lula, entonces en la oposición, llamó por teléfono al presidente Fernando Henrique Cardoso e intercedió por los secuestradores: “Olha, Fernando, você vai levar para a tua biografia a morte desses caras".
En cambio, Lula pasó por La Habana de banquete en banquete sin realizar el más mínimo gesto de apoyo al periodista cubano y preso de conciencia de la dictadura, Guillermo Fariñas, que hoy sigue en huelga de hambre.
Tras Lula, los que se burlaron de los presos políticos fueron los presidentes de Bolivia y Uruguay, Evo Morales y José Mujica.
Evo, haciéndose eco de la campaña de difamación del gobierno cubano, dijo que Zapata era un “delincuente”. Mujica planteó el asunto como una confabulación del mundo rico contra un país pequeño y pobre. “El mundo rico siempre se arroga el derecho de imponer y juzgar a los demás y no acepta la más mínima responsabilidad y juicio en sus propias filas”.
“Sería bueno –agregó- que el mundo rico se diera cuenta que estamos en una humanidad distinta, diversa, contradictoria, con culturas distintas y que todos debemos ser respetados, pero tal vez nos falta mucho todavía”.
Evo no dijo la verdad. Zapata no era un delincuente. No estaba en la cárcel por robar o matar. Fue detenido en 2003 y condenado a tres años de prisión por “desacato”, “desórdenes públicos” y “resistencia”. Luego se lo sometió a cargos de “desobediencia” y “desórdenes en establecimientos penitenciarios”. Por esos “delitos” –todos típicos cargos de una dictadura- Zapata cumplía una pena de ¡36 años de prisión! Son muchos más años de cárcel que los que recibe un asesino múltiple en Uruguay.
Amnistía Internacional dijo: “El hecho de que Orlando Zapata Tamayo, al verse ante una pena de prisión tan prolongada, sintiera que el único camino que le quedaba era matarse de hambre como protesta constituye una denuncia terrible de la constante represión que sufren los disidentes políticos en Cuba”.
Mujica tampoco dijo la verdad. Las protestas por la libertad de todos los presos políticos en Cuba no forman parte en modo alguno de una batalla entre pobres y ricos. Lo más triste de todo es que Mujica lo sabe.
Zapata Tamayo era un humilde plomero y albañil negro, pobre de toda pobreza. Las fotos de su velorio en una modestísima vivienda conmueven a todo aquel que no tenga ciegos los ojos y el corazón. La oposición cubana, por lo demás, se debate en una lucha muy desigual contra el todopoderoso gobierno de la isla. He visto a la blogger Yoani Sánchez pedir a través de su twitter que alguien en algún lugar del mundo pague una carga para el celular de algún periodista independiente, para que pueda seguir informando. Si alguien tiene dinero en Cuba para agasajar a los presidentes e intelectuales amigos, esos son los dueños del circo y no los desgraciados opositores.
Mujica sabe también que los reclamos por la libertad de los presos políticos cubanos no solo vienen de Europa o de Estados Unidos. Somos miles lo que lo reclamamos desde el mundo pobre. Y eso desde 2003 incluye al propio Pablo Milanés, aunque Lula, Evo y Pepe miren para otro lado. Además, ¿desde cuándo pedir por la libertad los presos políticos es un asunto de ricos o de pobres, de blancos o de negros? ¿Cuando Amnistía Internacional pedía durante la dictadura por los presos políticos en Uruguay estaba mal? ¿Cuando también en la dictadura el rey de España abogó por los rehenes tupamaros estaba mal? Nunca pensé que el propio Mujica pudiera tener estas confusiones.
La carta pidiendo por la libertad de los presos políticos en Cuba se puede firmar en http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/p/carta.html
Como Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel, yo firmé.
Claro, también se puede no firmar. Nadie va a meter 36 años preso a los que no firmen. Eso sí: después, por favor, no me vengan a hablar de derechos humanos, izquierda, progresismo y democracia.
Se puede estar en contra de todas las dictaduras, o se puede estar solo en contra de algunas.
Se puede estar siempre en contra de que haya presos políticos, o se puede estar en contra solo a veces.
Es triste y da vergüenza ver la opción elegida por Lula, Evo y Mujica.


el.informante.blog@gmail.com
Respecto a la firma de Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/16/cultura/1268728401.html
Artículo de Elio Gaspari sobre Lula:
http://www.gabeira.com.br/noticias/temas/politica-externa/1979-farinas-qdeclaracoes-de-lula-foram-hipocritasq

5.12.09

El impresentable amigo iraní

Nemat Safavi está condenado a muerte. Hace tres años que está preso a la espera de ser ejecutado. Su crimen: ser homosexual en Irán.
En los últimos 30 años el régimen de los ayatollahs ha ejecutado a cientos o incluso miles de gays, lesbianas y transexuales, según los datos de las ONGs que se movilizan en España para salvar la vida de Safavi.
No es fácil salvar a alguien cuya existencia es negada desde el poder. Porque para el presidente iraní Ahmadineyad los homosexuales no existen. En 2007, estudiantes de la universidad de Columbia le preguntaron por la situación de los gays y lesbianas en Irán: “Nosotros no tenemos homosexuales como en su país”, respondió. “Nosotros no tenemos de eso”.
Según denuncias de la Organización Gay Iraní, una asociación con sede en Canadá que trabaja por los derechos homosexuales, antes de morir los reos pasan por una larga temporada en prisión, igual que Nemat Safavi. Allí son torturados, violados y expuestos al abuso de los otros presos. Antes de ser ejecutados, los homosexuales son flagelados a latigazos en público.
Según el régimen que encabeza Ahmadineyad, Nemat Sefavi merece morir por haber tenido relaciones homosexuales a los 16 años. Fue encarcelado cuando todavía era menor de edad.
Amnistía Internacional, la ONU, el Parlamento Europeo y la Premio Nobel de la Paz Chirine Abedi han solicitado sin éxito a Irán el cese de las ejecuciones de niños y adolescentes.
En 2007 Amnistía publicó un informe titulado Irán, el último verdugo de menores, en el cual denunció varios casos como el de Nemat Safavi. Irán es el país que más menores de edad ha matado desde 1990.
No solo los homosexuales son ejecutados por el régimen teocrático iraní. Muchos otros “criminales” son también castigados con la pena de muerte.
Amnistía Internacional ha denunciado que en estos días una mujer llamada Kobra Babaei corre “riesgo inminente de ser lapidada” acusada de “adulterio estando casada”. Su marido, Rahim Mohammadi, ya fue ahorcado en octubre por el mismo cargo y por el de “sodomía”.
En realidad, Mohammadi y su esposa fueron condenados a morir por el delito de ser pobres. Según Amnistía, ambos se vieron forzados a prostituirse para poder vivir y mantener a su hija de 12 años luego de haber pasado muchos meses sin encontrar trabajo.
Las ejecuciones en Irán se han multiplicado desde las cuestionadas últimas elecciones que en junio mantuvieron a Ahmadineyad en el poder. Al menos 115 presos fueron ajusticiados desde entonces. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos piensan que es una manera de mostrar el poder del régimen. “Es un intento de sembrar la inquietud y expandir el terror entre la población”, dijo a The New York Times Hadi Ghaemi, un ex profesor de física que dirige la Campaña Internacional para los Derechos Humanos en Irán.
Solo China mata más presos que Irán. Pero Ahmadineyad cada año se esfuerza por conquistar el primer lugar. Durante su mandato las ejecuciones se cuadruplicaron: de 86 en 2005 pasaron a 346 en 2008, según Amnistía Internacional.
Además, intelectuales, periodistas y ex funcionarios del régimen reciben duras condenas tras breves juicios televisados a todo el país. El último caso fue el de Ahmad Ahmad Zeidabadi, un periodista reformista condenado a cinco años de cárcel solo por haber participado de las protestas que siguieron a las elecciones de junio. Además, se lo condenó a nunca más poder escribir o hacer política para el resto de su vida.
Algunos presos han declarado que fueron torturados y sodomizados en las cárceles. Tres expertos de la ONU denunciaron que los opositores políticos son torturados para que confiesen los crímenes de los que son acusados. También se denunció que chicas detenidas en las protestas contra el fraude electoral fueron violadas en prisión.
El teólogo islámico iraní Emad Baghi, que debía recibir en Ginebra el Premio Martin Ennals 2009, considerado el Nobel de los Derechos Humanos, no pudo recogerlo porque no lo dejaron salir del país. Fue la primera vez en sus 18 años de historia que un galardonado con el premio Ennals no lo pudo recibir en persona.
Baghi fue premiado por su lucha a favor de la igualdad de las mujeres y contra la pena de muerte y la tortura. Por eso, ha sido detenido 67 veces y vivió encarcelado cuatro de los últimos diez años. Está amenazado de muerte por sostener que la pena capital es contraria a los preceptos del Corán.
En España existe una intensa movilización para que el régimen teocrático iraní libere a Nemat Safavi. Cada jueves de mañana los teléfonos de la embajada de Teherán en Madrid colapsan debido a cientos de personas que se comunican exigiendo la libertad del muchacho condenado a muerte.
En América Latina nadie conoce a Nemat Safavi. Nadie informó sobre la muerte en la horca de Rahim Mohammadi y a nadie le preocupa que su esposa Kobra Babaei sea lapidada cualquier día de estos.
Ocurre que Ahmadineyad es el gran amigo de la nueva camada de presidentes “progresistas” latinoamericanos. Hace unos días, Lula lo tomó de la mano y lo abrazó con efusión. Evo Morales dijo que su gobierno tiene “enormes coincidencias” con el iraní. Chávez definió así al dictador, el mismo que organizó un concurso de chistes para burlarse de Anna Frank: “hermano Ahmadineyad, gladiador de las luchas antiimperialistas, ejemplo de firmeza, de constancia y de batalla por la libertad de su pueblo”.
¿Y los derechos humanos? ¿La tortura? ¿La ejecución de niños? ¿La lapidación de mujeres? ¿Los presos políticos? Bien, gracias.
Está visto que para algunos autoproclamados integrantes del “progresismo” latinoamericano torturar y violar a los presos puede ser malo o bueno, todo depende quién lo haga.
¿Cuál será la actitud del nuevo gobierno uruguayo ante Ahmadineyad?
Por influencia directa de Hugo Chávez sobre el actual gobierno de Tabaré Vázquez, Uruguay carga con el deshonor de ser uno de los dueños de la cadena Telesur, un canal puesto al servicio de la más burda propaganda iraní y chavista.
¿Nuestro apoyo a Ahmadineyad irá más allá todavía?
¿Alguien en Uruguay se animará a pedir por la libertad de Nemat Safavi?

Artículo de Leonardo Haberkorn
Proohibida su reproducción por cualquier medio sin autorización del autor
Derechos exclusivos blog El Informante

14.8.08

China: el imperio de las mentiras

Muchas veces se denuncia que los derechos humanos se violan en Cuba. ¿Entonces por qué nadie dice nada de la violaciones a los derechos humanos en China, donde la oposición también está prohibida, donde también hay presos políticos, donde tampoco existen las libertades civiles?
Muchas veces se crítica a Estados Unidos por aplicar la pena de muerte. ¿Entonces por qué nadie condena a China por matar a miles de personas al año, más que ningún otro país del mundo?
Muchos criticaron al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, porque cerró un canal privado de televisión. ¿Entonces por qué nadie habla de la censura de China, mucho más grave que la de Venezuela?
Muchos critican a Israel por negar un estado independiente palestino. ¿Entonces por qué nadie repudia la ocupación china del Tíbet?
De China sólo se habla bien. China es el país que más crece del mundo, China es un ejemplo de lucha contra la pobreza, China es el futuro, China es el modelo que Uruguay debe seguir para insertarse en el mundo.
El doble discurso es evidente. China, una dictadura implacable, ha logrado silenciar al mundo entero: a unos gracias a su fachada izquierdista, a otros por el poder de su dinero. El recién editado libro China, el imperio de las mentiras, del ensayista francés Guy Sorman, muestra hasta qué punto el mundo es cómplice de un régimen despreciable.
Sorman dedicó todo 2005, el año del Gallo, a recorrer China y entrevistarse con funcionarios y activistas chinos: intelectuales, religiosos, periodistas, universitarios. El resultado es un retrato muy distinto a la China oficial, el país del milagro económico.

Yahoo es cómplice

Sorman da cuenta de muchas cosas que se conocen, pero nadie recuerda. En China las organizaciones sociales, religiosas, culturales, están prohibidas. Eso incluye a los grupos ecologistas, los que luchan contra el sida y las asambleas de copropietarios de edificios de Pekín y Shangai. Quienes promueven estas organizaciones son encarcelados. El único partido político autorizado es el Partido Comunista.
Las religiones son toleradas siempre y cuando no se organicen por sí mismas y estén controladas por el Partido. Hay instructivos respecto a qué se debe creer. Los miembros del culto Falungong son encarcelados sin cargos ni juicios.
La pena de muerte se aplica sin que se sepa a cuánta gente: se estima que entre 3.500 y 15.000 personas son ajusticiadas al año, muchas veces sin haber tenido acceso a un abogado. Muchos tibetanos y uigures, dos pueblos sojuzgados por los chinos, son acusados de complotar contra la unidad del país, crimen que se paga con la pena de muerte.
Gracias a la tan manida “apertura” del régimen, los chinos tienen derecho a criticar al gobierno, a expresarse, siempre que lo hagan a título individual, que no se organicen, que sus opiniones no circulen. La dictadura no se ha hecho más blanda, sino más inteligente, explica Feng Lanrui, una ex dirigente comunista hoy devenida solitaria disidente.
Hay dos prensas en China: una para los cuadros del Partido Comunista, otra para el pueblo. Sorman entrevistó a un redactor de la prensa que leen los dirigentes del gobierno: ellos acceden a información de lo que ocurre en el país y en el mundo. En cambio, el público sólo lee lo que el gobierno autoriza. “Las redacciones de los diarios de China reciben cada diez días una nota precisa que indica los temas para tratar, cómo tratarlos y aquellos que está prohibido siquiera evocar”. Los periodistas deben respetarla para no ser despedidos.
Shi Tao, un periodista de Hunan, fue condenado a diez años de cárcel por haber divulgado “secretos de Estado”: envió por correo electrónico una de las directivas del Departamento de Propaganda. El caso es revelador de la complicidad de las grandes empresas de Occidente con la dictadura china: Tao fue denunciado por Yahoo.
Sorman entrevistó a Pu Zhiqiang, un abogado que defiende a los medios de prensa cuando se pasan de la raya y son llevados a juicio. Pu dice que pierde “casi siempre” y que cuando gana es porque el Partido Comunista le dio a los jueces la orden de que lo dejen ganar, para fingir ante Occidente que se respetan las leyes.
La censura está instalada en todos lados. Google, otro gran ejemplo mundial, aceptó abrir una versión china de su buscador que tiene censurada la palabra “democracia”. Hay mil palabras prohibidas en los mensajes de texto de los celulares: Taiwan, Tíbet, Tiananmen, corrupción, presos políticos, son algunas de ellas. “Verdad” e “idea” son otras dos.
En las universidades el debate ideológico y político está prohibido.

El nuevo apartheid

¿Y el milagro económico? Las cifras de crecimiento de la economía y todas las estadísticas que difunde el gobierno son inverificables. Varios entrevistados las cuestionan con argumentos sólidos.
Sorman dedica buena parte de su libro a explicar cuál es el combustible que impulsa el motor chino.
Millones de campesinos, acosados por la pobreza extrema y el hambre, deben abandonar sus provincias para buscar trabajo en las pujantes fábricas de las ciudades, las que llenan el mundo con sus productos.
Una vez allí, los campesinos son atrapados en el mecanismo que hace posible el “milagro económico chino”: salarios bajísimos, jornadas de trabajo agotadoras y ningún derecho. Los obreros que construyen las autopistas que tanto celebran los occidentales que visitan China, dice Sorman, trabajan 80 horas a la semana y deben vivir en el mismo obraje.
Los campesinos carecen de todos los derechos en las ciudades. Es un verdadero apartheid que nadie denuncia. “Los inmigrantes agrícolas no tienen acceso a la mayoría de los servicios públicos reservados a los habitantes de la ciudad”, explica Sorman. “La vivienda social, la enseñanza primaria, los cuidados médicos, subvencionados por las ciudades o las empresas, están prohibidos para los rurales con el pretexto de que no son contribuyentes o no aportan para esos servicios”.
Imposibilitados de educar a sus hijos, de encontrar una vivienda decente, algunos vuelven al campo, otros vagan de ciudad en ciudad. Algunos quieren irse pero no pueden, porque muchas empresas atrasan deliberadamente el pago de los salarios para retenerlos: el que se va, nunca cobrará lo que le deben. Algunas compañías estatales adeudaban en 2005... ¡dos años de sueldos!
“Los inmigrantes pagan muy caro el desarrollo de China”, dice la socióloga Han Qiui. Sorman concluye que “el desarrollo económico de China se basa así esencialmente en la explotación de los chinos rurales por los chinos urbanos”. El 20% explota al 80%. La ley lo permite. El Partido lo garantiza. El mundo lo acepta.
Por supuesto: toda organización sindical está prohibida. La “santa alianza” entre las multinacionales y el Partido Comunista chino no lo permite. Por eso, dice Sorman, los inversores extranjeros prefieren China a India en relación de 12 a 1. En India los pobres existen, votan, tienen derechos y sindicatos que los defiendan.
El libro tiene un momento memorable. Sorman visita una escuela universitaria para cuadros del Partido Comunista y allí le presentan al maestro Yang, abogado, experto en derechos humanos y vocero de China en todos los foros internacionales sobre sida.
Yang le aclara a Sorman que los derechos humanos figuran en la Constitución china desde 2004. Sorman le pregunta si un ciudadano chino puede invocar esos derechos constitucionales si es llevado a juicio. Yang le responde que la Constitución en China es “la madre del derecho”, pero su texto “es demasiado sagrado como para invocarlo”. ¿Para qué sirve entonces?, pregunta Sorman. “Esclarece el camino de los legisladores”, responde Yang. ¿Los derechos humanos figuran en alguna ley que los ciudadanos chinos sí puedan invocar?, pregunta Sorman. No, responde el maestro, “es demasiado pronto para eso”.

Ejemplo mundial

Muchos en Occidente piensan que China camina lentamente hacia la democracia gracias a la apertura económica.
Sorman argumenta que no será así porque la apertura económica china no es lo que se cree, sino un recurso más del Partido Comunista para reforzar la tiranía y el enriquecimiento veloz de sus miembros.
Los préstamos bancarios, por ejemplo, se otorgan a quienes son recomendados por el Partido, dueño de todos los resortes de la sociedad. Para poder obtener un préstamo hay que congeniar con la dictadura. Más aún: salvo un primer pago del 20%, los préstamos nunca se pagan. El Partido hace que sus amigos no deban abonarlos. Eso sí, cualquier actividad catalogada de disidente hace que el préstamo se ejecute.
Lo mismo ocurre con las privatizaciones: nunca son totales. El Partido otorga el derecho a alguien a explotar una empresa y enriquecerse, pero permanece vigilante y puede revocar la concesión en cualquier momento.
Tras leer el libro, uno no puede sentir sino estupor por los elogios que tantas veces se oyen sobre China. Hay quienes dicen: China es una dictadura espantosa, pero debemos aprender de su apertura económica. El periodista argentino Andrés Oppenheimer suele esgrimir ese punto de vista. El libro de Sorman muestra hasta que punto ambas facetas del sistema chino son inseparables. China “en lo que importa es menos socialista y más inteligente que Uruguay”, escribió el entusiasta Carlos Maggi. Evidentemente, para Maggi lo que importa no es la democracia, el pluralismo, las libertades, el estado de derecho. ¿Qué será “lo que importa” entonces?
Es justamente en ese punto que el libro de Sorman deja un sabor amargo. Tras retratar a un régimen oprobioso, el ensayista francés se pregunta si el mundo debería rechazar las importaciones chinas. Su respuesta es que no. “No, porque China nos enriquece. Si en Occidente podemos adquirir ropa, zapatos, juguetes, artículos deportivos, material electrónico a precios cada vez más bajos, elevando de esta manera nuestro propio poder adquisitivo, se lo debemos a las manufacturas chinas”.
¿Pero no hay una cuestión ética y moral? Sorman deja pasar el punto.
El autor recuerda, por supuesto, la masacre de Tiananmen, el 4 de junio de 1989 cuando el ejército chino aplastó a los estudiantes que reclamaban democracia. La cifra de muertos no se conoce, aunque se supone que fueron miles. Muchos cuerpos no fueron devueltos a sus deudos. Son desaparecidos de lo que nadie habla.
Al principio, la matanza provocó indignación en el mundo pero eso duró poco. Sorman recuerda que poco después de la masacre, Simon Leys vaticinó que “la cohorte de los jefes de Estado y de los hombres de negocios pronto reencontraría el camino de Pekín para sentarse nuevamente en el banquete de los asesinos”.
La profecía resultó cierta.

Publicado en el diario Plan B de Uruguay, año 2007.

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