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17.3.15

Mario Benedetti: la terquedad del poeta

En 1945, Mario Benedetti tuvo que pedir un préstamo para pagar la edición de su primer libro, el poemario La víspera indeleble. El libro no vendió un solo ejemplar. Tres años después pidió otro para publicar su segunda obra. Una vez más, el libro no vendió nada. Cualquiera se hubiera desmoralizado entonces, pero él no: "Yo estaba determinado a ser escritor".

Benedetti pidió un préstamo tras otro para pagar las ediciones de su tercer, cuatro, quinto, sexto y séptimo libros entre 1949 y 1953, y de ninguno vendió un solo ejemplar. "¡Ni uno solo!", se ríe el mayor best seller uruguayo.

Hoy Benedetti lleva vendidos unos cinco millones de libros, según su agente literario, Guillermo Schavelzon. "Pero es sólo una estimación", advierte.

Benedetti, que no vendía nada, vende tantos libros que no se los puede contar.



***

La primera cita es a las diez de la mañana en su apartamento del centro de Montevideo. El ambiente es amplio pero austero. No hay muebles caros ni electrodomésticos ostentosos. Hay sí muchos premios, medallas, estatuillas y 7.000 libros bien ordenados. Hay muchos Benedettis: en cuadros, caricaturas, en fotos con su esposa, con una tía, con su hermano, solo, con el cantante Daniel Viglietti.

Sentado en su living y acompañado por su hermano Raúl y su secretario Ariel Silva, Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti, el poeta vivo más popular de España y América Latina, comienza a recordar.

Nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, una pequeña ciudad en el centro de Uruguay. Cuando él tenía dos años, su familia se mudó a la cercana Tacuarembó. Allí su padre, Brenno Benedetti, que era químico y enólogo, le compró una farmacia a un amigo que resultó ser un estafador: le vendió un local lleno de cajas de medicamentos vacías. El fraude hizo que los Benedetti lo perdieran todo. Debieron irse a Montevideo tan endeudados que al poco tiempo estaban viviendo en un rancho de chapas.

En aquella estafa puede rastrearse el desprecio que Benedetti siente por cualquier forma de corrupción: "Las condeno todas, no hay ninguna que sea perdonable", dice. Benedetti habla con voz suave, sentado en su sillón preferido, al lado de una mesita con libros y revistas de izquierda. Del otro lado del living, su hermano y su secretario prestan atención, cuidan que no ocurra nada raro en la entrevista. Benedetti lleva pantalón, camisa y chaleco. En la primera cita calza suecos y se lo ve triste y achacoso. En la segunda, luce unos zapatos negros bien lustrados, está alegre y de un humor excelente.



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Tras el desastre de Tacuarembó, durante años Brenno Benedetti no tuvo ningún trabajo formal, porque cualquier salario que ganara estaba embargado de antemano por sus acreedores. "Mi madre sostenía la casa, fabricaba muñecos, tejía, pero no alcanzaba", recuerda hoy Mario.

El único modo que tenía su padre de trabajar sin que le retuvieran todo su salario era obtener un empleo público, ya que esos sueldos estaban protegidos por ley. Tras cuatro años de penurias, lo consiguió y la situación de la familia mejoró algo.

"Cuando papá consiguió el empleo público, para festejar me encargaron a mí", dice Raúl, el único hermano de Mario, ocho años menor y dibujante de profesión.

Mario, mientras tanto, fue inscripto en el Colegio Alemán. Su padre, aunque era hijo de italianos, admiraba el rigor científico teutón.

También se mudaron a una casa mejor. Fue el comienzo de una serie de traslados sin fin. Raúl recuerda: "mi madre se aburría del barrio, o decía que la vereda no recibía el sol, o que la cocina ahumaba, siempre encontraba algo".

Benedetti se lo hace contar al protagonista de su novela La borra del café: "Mi familia siempre se estaba mudando". Mario vivió en 21 casas distintas hasta que se casó.



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Los números de Benedetti son abrumadores. Tiene publicados 91 libros que suman 1.266 ediciones. Ha sido traducido a 30 idiomas. Sus versos integran el repertorio de más de 40 cantantes. Su novela La tregua va por las 153 ediciones. Gracias por el fuego lleva 69; Quién de nosotros 40; El cumpleaños de Juan Ángel 42; Primavera con una esquina rota 67; La borra del café 47; Montevideanos 39; La muerte y otras sorpresas 43; Cuentos completos 38; Antología poética 45, Inventario uno 78; El amor, las mujeres y la vida 56; Pedro y el capitán 37. Otras seis obras tienen ya más de 20 ediciones y otras 12 pasan las diez.

Ha tenido éxito como autor de cuentos, novelas, poesía, ensayos, teatro, humor, canciones, crítica literaria y periodismo político. Sus obras han sido llevadas a la radio, al cine, a la televisión. Su curriculum está lleno galardones. Recibió el premio Reina Sofía de poesía, entre muchos otros. Sus versos están en posters, graffitis, postales, discos, letras de rock.

Pese a tantos éxitos, muchos críticos lo menosprecian. "Benedetti es un escritor para consumo de la superficialidad y los aficionados a los lugares comunes", ha escrito, por ejemplo, el periodista y escritor colombiano Eduardo Escobar.

Pero lo que digan los críticos nada le importa a sus millones de admiradores. Cuando Benedetti ofrece un recitado, el auditorio en pleno recita de memoria con él.



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Benedetti cursó toda la escuela en el Colegio Alemán, donde el método educativo era brutal. "Si no hacías los deberes, si escribías mal una palabra o te equivocabas en un ejercicio, te pegaban con una vara de ébano negra", recuerda Kurt Kubler, un alumno menor que él que se hizo su amigo.

Benedetti nunca olvidó el puñetazo que le pegó su maestro como castigo por estar distraído, y lo incluyó en su novela Gracias por el fuego: "Sentí que la cara, empezando por la oreja izquierda, se me rompía, como si la pared color aceituna hubiera estado oscilando mientras yo divagaba, y hubiera ahora terminado por derrumbarse encima de mi oreja."

Los niños estaban divididos en dos clases: los hijos de alemanes eran A, los otros eran niños B. Los A y los B muchas veces se enfrentaban a golpes. Kubler recuerda que Benedetti se defendía bien. "Yo era bastante peleador", se ríe el poeta.

Una vez, en clase de gimnasia, jugaban al rango: un juego que consiste en saltar sobre otro niño que está semi agachado y de espaldas. Cuando Mario tuvo que saltar, el niño A sobre el que tenía que pasar se paró por sorpresa y Benedetti se golpeó en la cara. Cuando le tocó saltar al niño A, pensó que Mario le haría lo mismo. Pero Benedetti era astuto: en vez de pararse, cuando el otro ya saltaba, se agachó más. El niño A se estrelló de un modo que todavía provoca la risa del anciano que recuerda.



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El Colegio Alemán lo marcó de por vida. La poeta uruguaya Idea Vilariño, que lo conoce desde hace medio siglo, cree que aquella formación germánica explica que Mario sea tan reservado, incluso ante amigos cercanos como ella.

Quienes lo conocen dicen que el Colegio Alemán lo hizo trabajador, meticuloso, puntual, riguroso. "Es estricto con sus horarios. Tiene una puntualidad alemana", cuenta Ariel Silva, su secretario.

Se despierta siempre a las 6.30 de la mañana, con despertador. Desayuna frutas y yogur. Luego se mide el pulso para corroborar que tiene 70 pulsaciones por minuto. El paso siguiente es prender el televisor para saber qué temperatura hace y qué ropa ponerse. Después lee La República y La Diaria, los dos diarios montevideanos de izquierda. Ningún otro. No lee El Observador, cuyo director es del Opus Dei. No lee Últimas Noticias, que es de la secta Moon. No lee El País, que, en general, apoyó a la dictadura militar entre 1973 y 1985.

"Mario es muy meticuloso, mira bien dónde se mete, cuida que sus acciones sean coherentes con sus principios a rajatabla", dice su secretario. "Es radical en eso. Mantiene una conducta. No hace nada que tenga que ver con el imperio ni con la derecha".



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Sin embargo, Benedetti hizo el saludo de Hitler. "Faltaban 15 días para terminar primaria y en el Colegio Alemán nos dijeron que a partir de ese día había que hacer el saludo nazi", recuerda. Era 1934 y su padre decidió sacarlo de allí cuando terminara ese curso.

Al año siguiente Benedetti comenzó la secundaria en un liceo público. De esa época son los primeros recuerdos que Raúl tiene de su hermano. Jugaban a la guerra y al fútbol, uno contra uno. Mario era fanático de Nacional, una pasión que mantiene intacta. "Cuando perdía llegaba a llorar de rabia", recuerda Raúl.

En aquellos años, Benedetti tenía una risa contagiosa y un apetito voraz. "Un día se comió 14 milanesas, una atrás de otra, pero no engordaba. Una tía siempre le decía: ‘sos más flaco que un pejerrey sin tripas. Siempre fue brillante, le encantaba leer. Una vez mi padre le prometió que si aprobaba un año con buena nota le compraba toda la colección de Tarzán. Él aprobó con la nota máxima".

Mario leía hasta tan tarde –Tarzán, Salgari, Julio Verne- que su padre le indicaba: "podés leer de acá hasta acá". "A cada rato venía a controlarme y yo estaba siempre entre las páginas que él me había marcado", recuerda el escritor. "Pero era porque las leía seis o siete veces".

Leía y escribía. A los 12 años ya había escrito una novela de espadachines. A los 14 debutó como cronista barrial. Raúl era su socio: "Con papel carbónico hacía un librillo con noticias del barrio y yo, que tenía 6 años, salía a venderlo. Ya tenía alma de periodista".

La infancia terminó de golpe, porque a los 14 años Mario comenzó a trabajar ocho horas diarias como auxiliar contable en una importadora de repuestos de auto. El liceo lo completó como estudiante libre, leyendo de noche, organizándose solo.



***

Cada mañana, después de leer los diarios, Benedetti abre el correo en la computadora con la ayuda de Ariel Silva, su secretario. "Cientos de personas le mandan originales para leer", cuenta Silva. "Él trata de responder a todos, de dar consejos útiles, de enviarles una frase de Cortázar que pueda servirles de inspiración".

Todos los días, cerca del mediodía, llega Raúl. El escritor lo recibe siempre con un poema nuevo. "Mirá lo que escribí", le dice. A veces se queja de que ya no le quedan temas. "¿Y por qué no hacés un poema sobre un piojo eléctrico?", le responde su hermano que no hace caso de las quejas. Después, Mario, Raúl y Ariel almuerzan juntos en el café San Rafael, en el centro de Montevideo, a una cuadra del apartamento.

La caminata al restaurante suele tener interrupciones.

-Don Mario, ¿me firma un libro?

-Don Mario, ¿me deja sacarle una foto?

-Don Mario, yo el primer libro que leí fue La tregua.

Benedetti los complace a todos porque, dice Silva, es muy agradecido de sus lectores.



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Benedetti ha dicho que siente pena de su niñez, especialmente porque sus padres peleaban mucho. Aún no se perdona el día en que, jugando bajo la mesa en la que comían sus padres y una vecina, dio la alarma de que Brenno y aquella mujer se estaban tocando las piernas. Aquel incidente amplió la brecha que ya existía en el matrimonio Benedetti.

Sus padres eran muy distintos. "A mi madre le gustaba coser, hacer juguetes, tejer ropa y llevarla a los hospitales, nada más", recuerda Raúl. "Mi padre, en cambio, tenía otras inquietudes. Estudiaba la Biblia para descifrar sus misterios, para hallar la verdad, creía que en ella estaba la solución a las grandes preguntas. Y en esa búsqueda fue a dar a la Escuela Raumsólica".

La Escuela era una sociedad filosófica liderada por Raumsol, un argentino cuyo verdadero nombre era Carlos González Pecotche y que decía ser un ser superior. Vivía en Argentina pero visitaba Uruguay para difundir su ciencia: la logosofía. Esa disciplina -que hasta hoy tiene adeptos- propugnaba alcanzar un plano superior a través del conocimiento personal y la energía espiritual.




Mario Benedetti y su esposa Luz López, en 1955
Mario Benedetti y su esposa Luz López.

Las familias vinculadas a la escuela logosófica se relacionaban entre sí. Si uno necesitaba un abogado, un médico, lo que fuere, lo buscaba dentro de esa hermandad. Mario no olvida los dolores atroces que le provocó el doctor Dapelo, un dentista tosco pero muy raumsólico.

Los Kubler y los López también integraban esa cofradía y así Benedetti se reencontró con Kurt, su compañero del Colegio Alemán, y con Luz, una chica del barrio que le gustaba.

El reencuentro con Kurt fue a todo deporte. Como los Kubler vivían en una calle cerrada, cada sábado se reunían allí a jugar a la paleta con amigos. "Teníamos entre 15 y 18 años", recuerda Kurt. "Mario decía que éramos el Cadep: Club Atlético de Paleta. Todos trabajábamos, éramos empleados, pero Benedetti era el más capaz, el más inteligente y el que tenía más conocimientos, porque estudiaba mucho. Además, ganaba más porque sabía taquigrafía".

Una tarde, el padre de Kurt les llevó helado. Mario lo tomó y se sintió morir. "Me faltó la respiración, fue horrible. Tuvieron que llamar una ambulancia". El helado tenía nueces y ese día se descubrió que la nuez es la kriptonita de Súper Mario: le causa unos ataques que ya lo han puesto dos veces al borde de la muerte.

El reencuentro con Luz López, en cambio, no vino con el calor del deporte sino con el del amor. No tardaron en empezar a salir; Benedetti se emociona al hablar de Luz: jura que fue su única novia. Se casaron en 1946, pero no tuvieron hijos. "Cuando llevábamos dos o tres años de casados, Luz quedó embarazada, pero una doctora la atendió tan mal que le provocó un aborto y por poco la mata. Tuvimos suerte de que se salvara, pero ya no pudo tener hijos".



***

Mario y Raúl memorizaban los aforismos de Raumsol: "La mente inferior es como un mono: tiene cola y se prende de todo". Hoy se ríen a carcajadas, pero entonces les parecía muy serio. En cada reunión hacían fila para estrecharle la mano al Maestro. Una vez Raúl sintió una descarga eléctrica al saludarlo. "Son sus vibraciones divinas", le explicó su padre.

Kubler aún recuerda con orgullo el día en que Mario y él fueron elegidos para exponer delante del propio Raumsol y toda la feligresía. El Maestro había puesto los ojos en Benedetti, aquel joven puntual, inteligente y que sabía taquigrafía. Un día le propuso o que se fuera a Buenos Aires con él para ser su secretario privado. Sus padres no pudieron negarse. La Divinidad lo había elegido.

Benedetti no sabe cuánto tiempo duró aquella experiencia traumática en el extranjero: un año, dos, quizás más.

Raumsol lo alojó en una pensión llena de chinches, en una pieza compartida con un irlandés que el primer día le advirtió: "No quiero que nadie me hable".

Pero lo peor fue conocer de cerca al Maestro. "Poco a poco me fui desilusionando. Hacía cosas que no tenían que ver con lo que se suponía que era. Sacaba préstamos que no devolvía, estafaba, le hacía creer a la gente que nunca se enfermaba y un día lo encontré aplicándose desesperadamente un medicamento durante un ataque de asma".

Mario fue descubriendo otros trucos de Raumsol: decía saber todas las lenguas pero le pedía que le tradujera la correspondencia en inglés; un día fingió leer una carta en árabe y lo hizo de izquierda a derecha, como si fuera castellano; sus "vibraciones divinas" eran provocadas por un pequeño generador eléctrico. "Yo pensaba que era un tipo superior y resultó ser un fraude".

Quienes integran hoy la Sociedad Logosófica uruguaya dicen que los dichos de Benedetti son apenas un "cuento".

"Miles de personas practican la logosofía en Argentina, Brasil, Uruguay, España, Israel. Frente a esta realidad, apenas está la palabra de Benedetti. Son disparates", dijo Andrés Rettich.

Luis Felipe Monteverde, quien conoció al Benedetti raumsólico, dice: "él era de lo más bien hasta que se puso de lo más mal. Renegó de lo que consideraba lo mejor, no le dio la marca para la logosofía".



***

Cada mediodía alguien se sienta en el café San Rafael a esperar a Benedetti. Los mozos aseguran que se venden excursiones a Montevideo que incluyen la posibilidad de almorzar junto a Benedetti entre los atractivos turísticos.

El San Rafael no es un restaurante sofisticado. Allí se sirven pizzas y churrascos a precios moderados. Cuando Benedetti llega, ya tiene su mesa reservada junto a una ventana. Los admiradores siempre buscan sentarse cerca. Ayer vino a retratarse y pedir autógrafos el agregado cultural de la embajada de Venezuela. Hoy está Samara Margarita Reyes, colombiana, médica, de 29 años. Llegó a Montevideo por Benedetti. "Es mi escritor preferido, más que García Márquez, más que todos. Vine porque quería conocer Uruguay, los lugares que aparecen en sus libros, sus cosas".

Samara se acerca, se presenta, pide sacarse una foto. Benedetti saluda, sonríe, posa. Samara regresa a su mesa. Diez minutos después vuelve con un libro para que Mario autografíe.

- ¿Cómo te llamás?

- Samara Margarita, pero ponga para Margarita, por favor.

En cierta medida, Benedetti debe a Raumsol el ser un escritor tan pop. Porque en aquellos largos meses de soledad en Buenos Aires, mientras la imagen del Maestro caía en picada, Mario se refugiaba en la lectura. Huyendo de las chinches y del amenazante irlandés de la pensión, iba a leer a la plaza San Martín. Allí, un día, descubrió la poesía del argentino Baldomero Fernández Moreno.






Tengo una plaza enfrente, un sauce, un banco.
Un libro abierto y un cuaderno en blanco



Fue una revelación. Aquellos versos no eran crípticos, ni mentaban ninfas, corzos y gacelas, como era usual entonces. Hablaban sobre las cosas del día a día y cualquiera los podía entender. Sintió una fuerte emoción interna, una sensación de que ése era el llamado de su vida. Decidió que él haría eso mismo: escribiría una poesía sencilla, inspirada en lo cotidiano. Y puso manos a la obra.






***

De regreso en Montevideo, Benedetti trabajaba de sol a sol y escribía de noche. Era secretario del jefe de la Contaduría General de la Nación a quien le redactaba los discursos, llevaba los números de la importadora de los Kubler y era taquígrafo en una federación de básquetbol.

Por supuesto, también se hacía tiempo para Luz. Por ella comenzó a tomar lecciones de baile. "Después de clase, llegaba a casa y marcaba en el piso los pasos que había aprendido y se ponía a practicar", recuerda su hermano. Pocos saben que Benedetti terminó siendo un gran bailarín. Una vez la poeta Idea Vilariño lo descubrió bailando tangos en Cuba como un maestro. "Ésta te le tenías bien guardada", le dijo.

En 1945 Benedetti ingresó como auxiliar contable en La Industrial Francisco Piria, una empresa inmobiliaria en la que poco a poco fue ascendiendo gracias a sus armas tradicionales: dominio de los números, responsabilidad, trabajo y taquigrafía. "Entré como empleado de poca monta y terminé como gerente general", recuerda.

Benedetti trabajó quince años en Piria. Hasta 1960 estuvo sumergido en el universo oficinesco, típico de la clase media montevideana: libros contables, máquinas de escribir y papel carbónico. Aunque le iba bien, aquello no era lo suyo. "Yo quería ser escritor. Nada de lo que hacía en la oficina respondía a mi vocación".

Por eso, aún siendo empleado contable, entre 1945 y 1953 publicó aquellos primeros siete libros que nadie compró.

Y aunque paralelamente emprendió una carrera periodística y logró entrar a la redacción de la revista Número y codearse con los intelectuales de la llamada "Generación del 45" (como el crítico Emir Rodríguez Monegal e Idea Vilariño), aquellos fueron básicamente años de fracasos. Benedetti no perdía la fe en llegar a ser un escritor reconocido, pero la vida se le estaba escapando adentro de la oficina.






Aquí no hay cielo
aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.






***

Escribió veinte poemas sobre la vida oficinesca, todos en la línea clara, sencilla y cotidiana que le había inspirado Baldomero Fernández. Cuando ya estaba listo para editar Poemas de la oficina por su cuenta, Rodríguez Monegal le ofreció publicar algunos en el semanario Marcha.

Esa publicación obró el milagro: por primera vez Benedetti consiguió editor. Fue el comienzo de todo. En 1956 Benedetti vendió 500 ejemplares de Poemas de la oficina y el público comenzó a comprar sus otras siete obras que juntaban telarañas en las librerías.

Benedetti siguió trabajando en Piria. Escribía a la hora del almuerzo, siempre inspirado en la oficina. "Lo que observaba allí lo metía. Yo iba al Café Sorocabana y escribía mientras comía un sandwich. Ahí escribí toda la novela La tregua. Demoré, pero como nadie me conocía me dejaban tranquilo".

Kurt Kubler también almorzaba en ese café. "Veía a Mario cada mediodía. Él estaba siempre escribiendo, yo iba hasta su mesa, lo saludaba y, para no molestarlo, le decía ‘vos seguí con lo tuyo’".

Kubler, que hoy tiene 85 años, se emociona al enterarse que así ayudó a que su amigo escribiera La tregua. Esa novela, publicada en 1960, y el volumen de cuentos Montevideanos, de 1959, transformaron a Benedetti en una celebridad en Uruguay debido a sus grandes ventas. Ambas obras son un retrato pesimista –con algunos toques de humor- de la clase media montevideana y su chatura existencial.

La tregua, especialmente, comenzó a agotar edición tras edición en toda América Latina. Esta historia de amor entre una joven y un oficinista veterano, un auténtico best seller sin final feliz, fue llevada al teatro, cine, radio y televisión. Benedetti no recuerda cuántas treguas se hicieron. Le gustó mucho la versión argentina para cine, dirigida por Sergio Renán y protagonizada por Héctor Alterio y Ana María Picchio, nominada al Oscar a la mejor película extranjera en 1974. Odió, en cambio, la versión televisiva que David Stivel grabó en Colombia, en 1981, tomándose la libertad de incluir complicaciones con el narcotráfico.

Pero lo cierto es que con treguas buenas y malas (por ahora el último eslabón de esta saga es la película mexicana filmada en 2003 por Alfonso Rosas Priego), Benedetti fue haciéndose cada vez más famoso.

Podría escribirse que entonces Mario se transformó en Súper Mario, y colorín colorado. Pero faltan todavía un par de piezas importantes en el rompecabezas.






***

El divorcio de Benedetti con la crítica comenzó con sus propios amigos. Su éxito nunca fue del todo bien recibido por varios de sus compañeros de la "Generación del 45". Ellos lo habían aceptado como periodista, pero no como escritor. "Lo ignoraban porque no era el gran poeta o el gran narrador que ellos querían", explicó un catedrático de literatura uruguaya que prefirió no dar su nombre.

Idea Vilariño, que integraba aquel grupo, recuerda que la poesía de Benedetti era lo que menos los entusiasmaba. "Entre nosotros siempre alguien le decía: ¿Pero por qué no te dedicás al teatro? o ¿por qué no insistís en la narración? A mí me parecían excelentes sus ensayos. Pero él prefería escribir poesía. Y nos decía: ‘a la gente le gusta’. Lo cual era verdad".

Benedetti también se acuerda. "A ellos les gustaba menos la poesía que mi prosa, pero no les hice caso. Y la poesía es el género mío que ha tenido más lectores".

Allí empezó un gran misterio que dura hasta hoy. Cómo el bueno de Benedetti es mirado con tanto recelo por la crítica. Cómo el malo de Benedetti cada vez se lee más, si la poesía en general se lee cada vez menos.






***

Aquel Benedetti de los primeros éxitos era distinto al anciano bonachón, de mirada cálida y pequeños ojos ilusionados cuya imagen suele acompañar hoy los posters que se imprimen con sus versos de amor.

Aquel era un Benedetti pesimista, angustiado por la falta de horizontes, por la alienación laboral, por la decepción en la Divinidad y la falta de una utopía que abrazar.

Estados Unidos y Cuba lo cambiaron. Ocurrió en 1959, cuando fue invitado a visitar Estados Unidos. Entonces, en muchos estados aún regía la segregación racial y aquello le resultó asqueroso. Fue odio a primera vista.

"Una vez iba en un ómnibus con otros pasajeros, blancos y negros. Cuando el ómnibus cruzó una frontera estatal los negros debieron mudarse a los asientos de atrás. Fue horrible".

Benedetti visitó una universidad exclusiva para negros. Todos los estudiantes eran negros, pero el rector era blanco.

- ¿Cómo un blanco puede ser rector de una universidad negra?

- Yo también soy negro.

- No, usted tiene la piel blanca.

- No. Soy bisnieto de negros y me considero negro.

"La solidaridad de ese hombre me impresionó mucho".

Lo que vio "en las entrañas del monstruo" lo trasformó en un furioso "militante antiyanqui". Casi simultáneamente ocurrió un hecho que le provocó otro shock: el triunfo de la Revolución Cubana.

Ahora no sólo había un régimen oprobioso, existía también la posibilidad de vencerlo. El líder ya no era Raumsol, sino Fidel Castro.

La revolución se expandía por toda América Latina y Benedetti la abrazó con fervor. Tan seguro estaba de su triunfo, y del remedio que traería para todos los males sociales, que dejó atrás el pesimismo y se hizo un optimista incurable. Y, aunque siempre se mantuvo fiel al estilo sencillo que le había inspirado Baldomero Fernández, su obra cambió. La angustia existencial cedió espacio a las certezas políticas. La incertidumbre dejó lugar a odios concretos (Estados Unidos, el capitalismo) y a dos grandes vías de redención: el amor






Porque te tengo y no
Porque te pienso
Porque la noche está de ojos abiertos
Porque la noche pasa y digo amor






y la revolución






Pueblo
estás quieto
cómo
no sabes
cómo no sabes
todavía
que eres el viento
la marea
que eres la lluvia
el terremoto








***

Benedetti fue un "escritor comprometido" con la revolución. Fustigó las flaquezas de la democracia uruguaya –injusta, corrupta, burguesa- y abonó el terreno a quienes buscaban derribarla a tiros: los Tupamaros. "Se fue generando un clima favorable a la guerrilla, y en esa tarea Benedetti tuvo una influencia importante", explicó Hebert Gatto, estudioso de la ideología tupamara.

Benedetti visitó Cuba por primera vez en 1966 y en 1968 fue nombrado integrante de la dirección de Casa de las Américas, el órgano cultural de la Revolución.

En 1971 publicó la novela El cumpleaños de Juan Ángel, un alegato en favor de la lucha armada. En la obra el protagonista va cumpliendo distintas edades a lo largo de 24 horas. Al final del libro, con 33 años, conoce al líder guerrillero Marcos, que le explica que matar es un agrio deber, y abraza la revolución.

El subcomandante Marcos, líder de la guerrilla zapatista, tomó su nombre de esta obra, la que Benedetti prefiere entre sus 91 libros: "Es una novela en verso, no es algo común".

También en 1971 asumió un cargo en la dirección del 26 de Marzo, el brazo político de los Tupamaros. Recorrió los barrios subiéndose a los estrados en pro de la causa. "Hacíamos un gran esfuerzo porque Mario y yo no éramos políticos y arrancar un aplauso nos costaba mucho", recuerda Daniel Vidart, otro intelectual que integraba la dirección del 26M. El compromiso de Benedetti fue tal que Raúl Sendic, el máximo jefe tupamaro, llegó a vivir escondido en su apartamento.

Pero la aventura duró poco. La guerrilla fue derrotada por el ejército en 1972 y una dictadura militar tomó el poder en Uruguay en 1973, instalando un régimen que se reveló como mucho peor que la criticada democracia burguesa de los años 60. Hubo muertos, torturados, desaparecidos y 12 años de oscurantismo.

Benedetti partió al exilio. Luz, su esposa, debió quedarse en Montevideo para cuidar a las madres de ambos, ancianas y solas.

El exilio no fue fácil. De Argentina (1973-75) Benedetti tuvo que huir porque lo mataban; de Perú (1975) lo deportaron por su actividad periodística. Volvió a Argentina, pero pronto vio que no sobreviviría a la masacre desatada por la dictadura militar de ese país. Regresó a Perú por unos días, pero otra vez la policía comenzó a hostigarlo. Quería ir a Europa pero no tenía dinero: sus libros estaban prohibidos en Uruguay, Argentina y Chile y vivía del sueldo de Luz, que permanecía en Montevideo. Fue a Cuba, donde lo recibieron como a un rey, pero se sentía más lejos de Uruguay que nunca. Tras cuatro años, en 1980 llegó a España. Recién pudo regresar a Uruguay en 1985, cuando volvió la democracia.

Hoy Benedetti se arrepiente de haber aceptado un cargo político: "Muchas veces tuve que defender en público algo que el grupo había decidido, pero en lo que yo no creía. Pasé contradicciones internas muy feas".

No volvió a aceptar un cargo, pero la política ya nunca salió de su obra. Está allí hasta cuando escribe sobre la muerte de Ayrton Senna:




dilapidaba un coraje tan tercermundista
que había que apoyarlo cuando por ejemplo
sometía al primer mundo de alain prost






***

Que muchos de sus poemas son feos, que los buenos son pocos, que dejó de lado la literatura por "la palabra tristemente combatiente", que su sentimentalismo es excesivo, que es kitsch. Eso dicen muchos críticos de Benedetti.

"Los críticos me pegan siempre, y los uruguayos más todavía", responde él. "Claro que tienen todo el derecho de que no les guste lo que escribo, pero también hay razones políticas. Porque los diarios que publican críticas son casi todos de derecha. Pero incluso La República, que es de izquierda, publica una lista de libros más vendidos y yo jamás figuro. Es un poco difícil de explicar. Tengo muchos enemigos que ni siquiera dicen que son mis enemigos".

Pocos días después de la charla, el 18 de mayo, La Diaria, el diario izquierdista del cual Benedetti es suscriptor, publicó una crítica demoledora de su último libro, Nuevo rincón de haikus: "un escritor que ha salido prófugo de la página literaria, que nos ha dejado en ruinas", que "conduce al lector al más vano precipicio".

Idea Vilariño cree que a su amigo "lo critican por celos, por envidia. Muchos quisieron explicar su popularidad diciendo que escribía así a propósito para conquistar al público. Pero no es cierto, él siempre fue auténtico".

Benedetti le ha dedicado un poema a sus detractores, incluido en Inventario tres:






Alguna vez le han dicho
en clave de odio manso
que es / que siempre ha sido
un poeta menor
y de pronto ha notado
que se sentía a gusto
en ese escalafón








A gusto o no, Benedetti no olvida ni perdona: recuerda, por ejemplo, artículos críticos de su obra de hace 20 años. Dice no ser rencoroso, pero se encoge de hombros ante la pregunta de cómo es posible que el famoso literato, récord de ventas, amado por millones, se preocupe por lo que escribió tal o cual periodista. Su secretario interviene: "Es como dice Eduardo Galeano: Benedetti no sabe que es Benedetti".

Schavelzon, su agente editorial, jura que nunca vio revuelos iguales alrededor de un escritor: "Jamás vi colas más largas, en México, en Madrid, en Buenos Aires".

Agrega que la fama y el dinero no lo cambiaron. "Mario es un hombre a la antigua, para él lo más importante son las lealtades. Es uno de los pocos escritores latinoamericanos a quien el éxito no modificó: no cambió su estilo de vida humilde, su forma de vestir, su discurso, ni su mujer. Recuerdo la sorpresa de los periodistas que iban a entrevistarlo a su casa de Madrid, por lo pequeña y sencilla".

Lo cierto es que el ex niño pobre ha devenido un anciano rico. Benedetti dice que no tiene problemas en hablar del dinero que gana. "Me lo he ganado honradamente. No me han comprado a mí, han comprado mis libros". Pero afirma que no sabe cuánta plata tiene, y Schavelzon cuenta que Benedetti nunca revisa los contratos ni las cuentas.

¿Y en qué gasta su dinero? Le gustaba mucho viajar, pero los médicos se lo han desaconsejado. Podría vivir en uno de los apartamentos más caros de Montevideo, con una espectacular vista al mar, pero prefiere vivir en el Centro, sin vista y más barato. "¿Qué hago con mi dinero?, Benedetti le pregunta a su secretario. "Ayudás a mucha gente". Ha donado dinero a las familias de los desaparecidos en la dictadura, pero no quiere que se sepa cuánto.




***

La posición política más polémica de Benedetti es su apoyo férreo al régimen de Fidel Castro. En 1968 calificó al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, quien se había apartado de la Revolución, como "un gusano y no precisamente de seda". Hoy, explica su secretario, "si una revista se imprime en Miami, entonces no le da una entrevista".

Este apoyo ha tenido dos o tres momentos clave. En 1971 el régimen cubano apresó al poeta Heriberto Padilla, acusado de contrarrevolucionario. Estando preso, Padilla "redactó" una carta de arrepentimiento y fue liberado. Un grupo de 61 intelectuales –Sarte, Moravia, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, entre otros- firmó una solicitada descreyendo de tal carta y acusando a Castro de usar métodos de represión stalinistas.

Benedetti publicó entonces un artículo en defensa del régimen en el que afirmaba que entre la revolución y literatura, la prioridad era la revolución.

En 1984, como columnista de El País de Madrid, Benedetti polemizó en dos frentes en defensa del gobierno de Castro. El primer combate fue con los escritores españoles José Ángel Valente y Juan Goytisolo. Benedetti tiene un mal recuerdo de este duelo porque llegó a los insultos: lo acusaron de mentir y le recordaron que era un uruguayo viviendo "en la Corte". Benedetti cree que los españoles no podían tragar que un sudaca fuera columnista del mejor diario de España.

En cambio tiene un grato recuerdo de su polémica de ese año con Vargas Llosa. Aunque uno decía blanco y el otro negro, aquella discusión fue inteligente, respetuosa y sin agravios. Además, el debate fue seguido por el público y la prensa de medio mundo.

Varios años después, los dos Marios se encontraron en un teatro. "Vargas Llosa me esperó y nos saludamos. Cuando nos despedíamos, me dijo, a las risas: ‘tendríamos que hacer otra polémica como aquélla. ¡Acordate la repercusión que tuvo!".

El eje de esa discusión fue Cuba. Vargas Llosa sostenía que, para Benedetti, que un gobierno exilie, encarcele o mate a sus adversarios era "menos grave si se hace en nombre del socialismo". Benedetti hoy elude una respuesta concreta:

-Yo no apoyo todo lo de Cuba. Por ejemplo, he dicho -y se lo he dicho dos o tres veces a Fidel- que me parece muy mal que en Cuba haya pena de muerte, igual que en Estados Unidos. Y él siempre me responde: ‘bueno, vamos a ver, quizás en el futuro...’

-Pero en 2003 un grupo numeroso de opositores fue condenado a penas de 25 años de cárcel y tres personas que habían intentado escapar de Cuba fueron ejecutadas. En ese momento, José Saramago, comunista de toda la vida, dijo ‘hasta aquí he llegado’. Pero usted mantuvo su apoyo.

-Yo estuve en desacuerdo, pero lo que yo digo es que la Revolución Cubana ha hecho tanto –en salud, en educación- que sus errores no alcanzan a anular sus beneficios...

Schavelzon cree que ese respaldo es una muestra de lealtad a quienes lo acogieron cuando no tenía donde ir. "Él siente agradecimiento por cómo los cubanos lo recibieron cuando huía de la dictadura uruguaya, de la argentina, de la peruana. Esa lealtad hace que hoy, cuando las cosas son tan complejas en Cuba, Mario no abra la boca, ni a favor ni en contra".

-¿Es cierto lo que dice Schavelzon?

-Puede ser, ¿por qué no?






***

Desde 1985 Benedetti y Luz vivieron juntos, medio año en Montevideo y medio en Madrid.

En 1992 dijo a la revista española Antrhopos que el exilio "me ha hecho más profundo, me ha traído más comprensión, me ha madurado. Y siento que estoy más abierto a otras realidades, que soy bastante menos esquemático".

Aún así, hoy Benedetti resume la historia política de Uruguay previa al actual gobierno del Frente Amplio como "174 años de gobiernos de derecha". Y un ex compañero de militancia cuenta que ha querido hablar con él para explicarle por qué ya no adhiere a la izquierda, pero nunca logró que lo atendiera. Benedetti lo considera un "traidor".

Hay que decir que su odio a Estados Unidos no lo hizo aplaudir los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en 2001, como hicieron otros. "Me pareció una barbaridad, no creo que esos sean procedimientos para castigar al imperialismo o para inaugurar etapas revolucionarias. Yo no estoy con ese tipo de violencia".

En 2004 Benedetti y Luz estaban viviendo en Madrid. "Un día, Luz se metió en un apartamento equivocado, en el mismo piso pero en el edificio de al lado. Ese fue el primer síntoma del Alzheimer. Después de a poco fue empeorando... Un día la desnudaron para hacerle una tomografía delante de cuatro médicos hombres. Eso le atacó el pudor de una forma horrible y la terminó de enfermar. Ahí decidí volver". Benedetti habla bajito de su peor pesadilla.

En la mitad del vuelo de regreso a Uruguay, Luz se quiso bajar del avión porque se aburría.

"Llegó un momento en que no tuve más remedio que internarla. Es una enfermedad muy cruel, hay veces que te conocen, otras veces que no. Luz estuvo bastante tranquila, pero llegó un momento en que no conocía a nadie... (con un hilo de voz)... y se acabó la cosa...

- Debe haber sido muy duro para usted.

- Imaginate – la voz de Benedetti se quiebra- Después de 60 años...






***

Entre los poemas más reconocidos, recitados y cantados en castellano están varios de Benedetti:






si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos






¿Por qué Benedetti es tan leído, a pesar de la crítica? ¿Por qué sus versos son tan populares? ¿Por qué la gente lo quiere tanto?

Dice Idea Vilariño: "No sé si fueron los temas, o su lenguaje. Para nosotros y para él mismo, siempre fue un gran misterio".

Dice Raúl, su hermano: "No escribe difícil. Escribe para que lo entiendan, y la gente lo entiende".

Dice el catedrático que no quiere que se publique su nombre: "Tiene una cosa espontánea de best seller, que las cosas literariamente no se compliquen, que entretengan. No tiene el don de la obra magnífica, pero tiene una gran versatilidad, un respeto por la artesanía, por el buen humor, y lo hace bien".

Dice Schavelzon: "Benedetti tiene un lenguaje que conecta con la gente, que la gente lee por placer, para encontrarse, para cambiar. No es un narrador o un poeta que escriba para intelectuales. Ése es el secreto. Benedetti lee a sus pares, pero nunca escribe para ellos".






***

Benedetti va a cumplir 87. Ya no es flaco como un pejerrey sin tripas y Raúl, su hermano, quiere que salga a caminar al menos un ratito por día, pero Benedetti no quiere. Sabe lo que le espera.

"Viene gente con libros, a sacarse fotos, a darle un beso. Lo cansan, y lo cansan los periodistas", dice Raúl.

"Yo necesito ir a un lugar donde no me conozca nadie", le dice Mario a su hermano.

"Vos querías ser famoso, ahora jodete", responde Raúl.

"Yo no quería ser famoso, yo sólo quería escribir".

Benedetti escribe todos los días. "En dos minutos escribe un poema. Tiene una facilidad tan grande que te asusta", dice su secretario.

Escribir sigue siendo uno de sus grandes gustos, como los helados de dulce de leche, los partidos de Nacional (por televisión o con la radio de noche en la cama), el café o el vino con amigos y leer de noche (después de medirse la presión otra vez y antes de dormir).

-¿Qué es lo mejor que le pasó en la vida?

-Además de mis amigos, mi hermano y mi esposa, haber podido escribir, hacer realidad el deseo de ser escritor.

-¿Piensa en la muerte?

-Y... a esta edad no hay más remedio.

-¿Siente angustia?

-No, siento curiosidad –dice y se ríe-. ¡Vamos a ver qué me tienen preparado!

Ya lo pidió por escrito. Que lo entierren con un bolígrafo y una hoja en blanco.









Publicado por Leonardo Haberkorn en la revista colombiano-mexicana Gatopardo, setiembre de 2007. Incluido en el libro Crónicas de sangre, sudor y lágrimas (Editorial Fin de Siglo, 2008) y su edición ampliada Un mundo sin Gloria (Editorial Fin de Siglo, 2023).








Mario Benedetti, Leonardo Haberkorn
Foto: Marcelo Hernández.
Con Mario Benedetti en su apartamento en la esquina de Zelmar Michelini (ex Cuareim) esquina 18 de Julio, durante las entrevistas para este artículo.

1.1.15

Feliz Feliz feliz

La revista Bla me encomendó contar la historia de un dominicano en Uruguay. El resultado es la historia de Víctor Feliz Feliz, que ahora es feliz por partida triple. Se publicó en la edición de diciembre de 2014, que puede leerse completa en este enlace.


Hace un año, cuando se acercaba la Navidad 2013, los hijos de Víctor Feliz Feliz comenzaron a pedirle que de regalo por las fiestas les comprara zapatos y ropa nueva, porque de verdad les hacía falta.

dominicanos en Uruguay Haberkorn Bla

Le pedían por favor, porque sus prendas estaban viejas, gastadas, incluso rotas. Víctor sabía que sus hijos no mentían, pero no tenía dinero. Lo que ganaba como obrero de la construcción en su ciudad -Santo Domingo, la capital de República Dominicana-, se le iba todo en abonar el alquiler del hogar familiar y la comida, y a veces ni siquiera alcanzaba para eso. En la empresa donde estaba empleado como segundo oficial albañil le pagaban el equivalente a 162 dólares por quincena, 324 al mes. No le sobraba nada. No tenía un cobre en el bolsillo.
Los hijos de Víctor, que hoy tienen 11, 13 y 15 y entonces tenían un año menos, se pusieron a llorar. Por favor, le rogaban.
A Víctor se le partía el corazón. “Me daba mucha pena. En diciembre no pude comprarles nada, nada”, dice  y deja escapar un “ay”. Todavía duele.
De aquel dolor nació el coraje que le faltaba para decidirse. Varios amigos le decían que tenía que emigrar a Uruguay, donde ellos sabían por otros amigos que ya habían emigrado que los sueldos son mejores, el doble o el triple incluso.
A Víctor le costó tomar la decisión porque no quería separarse de su familia y porque dejar su país tenía sabor a derrota después de 25 años de batallar a diario contra la adversidad.
En esos días de angustia, Víctor repasaba su vida. Sus padres habían muerto cuando él era un adolescente y a los 15 años había tenido que dejar de estudiar y ponerse a trabajar.
“Yo había luchado toda la vida, siempre echando pa´lante, siempre pa´lante, pero allá no podía, no podía”, cuenta. “En mi país se trabaja mucho y el dinero no alcanza para nada”.
Lo que lo decidió a hacer las valijas fue asumir que si no juntaba coraje y partía, el destino de sus hijos terminaría siendo más o menos similar al suyo. No podrían estudiar ni progresar. Vivirían para trabajar y sobrevivir, como él. Pa´lante y pa´lante y siempre en el mismo lugar.
Víctor soñaba con regalarles una computadora, para que aprendieran, para que tuvieran el mundo a su alcance. Pero si no podía comprarles calzado, ¿de dónde sacaría dinero para una computadora?

***

Dominicanos en Uruguay. revista Bla. HaberkornVíctor Feliz Feliz llegó a Uruguay el 6 de junio, hace apenas seis meses, la fecha la recuerda de memoria. Fue uno de los 2.500 dominicanos que llegaron al país en los primeros seis meses de 2014, según datos de la Dirección Nacional de Migración publicadas por el diario El Observador el 1º de setiembre. En 2013 habían llegado 1.870.
“Vine a buscar una mejor vida para mi familia”, dice Víctor. Aterrizó con poco equipaje y menos dinero, con su oficio de medio oficial albañil y sus 39 años, la piel oscura, el pelo corto y con entradas, los ojos chicos, las manos grandes, su boca también grande y con una eterna media sonrisa, reflejo de su optimismo. Víctor es un hombre con mucha fe, muy creyente. “Yo siempre fui una persona de suerte, gracias a Dios”, me dice.
Los primeros días, sin embargo, fueron terribles: hacía mucho frío y las jornadas se le escapaban en trámites burocráticos, gestionar la cédula de identidad uruguaya, sacar el carnet de salud. Víctor iba de oficina en oficina, con un frío tan ajeno que le costaba entender cómo podemos vivir tan al sur. Tampoco comprendía las costumbres de los uruguayos. Sentía en falta las comidas típicas de su país, los platos con arroz, habichuelas rojas o blancas y pollo, los ensopados, el plátano frito. Extrañaba a su esposa y a sus hijos.
Víctor pensaba en regresar a su tierra y a su viejo trabajo. ¿Pero cómo? ¿Con qué dinero? ¿Y para qué? El llanto de sus hijos todavía le dolía en el alma.
La angustia duró hasta que -nuevamente “gracias a Dios”- conoció a Rinche Roodenburg, una holandesa que dirige la ONG Idas y Vueltas, que se dedica a ayudar a los emigrantes que llegan a Uruguay y a los uruguayos que retornan luego de haber vivido años en el extranjero.
Rinche y sus compañeros enseñan a los recién llegados a obtener los documentos uruguayos, los orientan en la búsqueda de empleo, tratan de ayudarlos a adaptarse a las costumbres orientales. “Hacemos talleres de reinserción laboral. Una vez por semana tenemos un psicólogo. Los otros días tomamos un café, los oímos, nos reímos”.
La holandesa recuerda a un dominicano que llamó para postularse a un empleo delante de ella. Lo atendió una mujer y el caribeño comenzó la conversación con el saludo de “buen día, hermana”, un giro que se usa en República Dominicana pero que en Uruguay suena raro, mezcla de exceso de confianza y secta religiosa. “Tratamos de enseñarles ese tipo de cosas”, explica.
Rinche habla de Víctor con cariño y él habla de ella con enorme agradecimiento, dice que ha sido como una madre para él en la República Oriental.
La holandesa sostiene que muchos dominicanos llegan engañados por gente que les vende los pasajes con la promesa de que aquí ganarán sueldos altos en dólares. La realidad es que la mayoría termina trabajando por un puñado de pesos en empresas de vigilancia o limpieza, las mujeres como empleadas domésticas. “Casi todos tienen trabajo y eso ayuda a que no se sientan tan angustiados como cuando llegan. Pero ganan poco y la mayoría está empleada debajo de sus posibilidades. A veces nosotros podemos darles un empujoncito hacia algo mejor”.
A Víctor Feliz le dieron el empujoncito que cambió su vida. Gracias a un contacto de Rinche y a su experiencia laboral en su país, Víctor consiguió empleo como medio oficial en Calpusa, una importante empresa  constructora, un rubro donde los salarios mínimos duplican los de vigilantes y limpiadoras. Desde entonces, su vida dio un giro total. El sueldo de Víctor hoy es de unos 24.000 pesos, más los beneficios sociales. Además, “gracias a Dios”, la compañía le permite usar -sin tener que pagar alquiler- una vivienda que tiene en Santiago Vázquez, donde Víctor vive de lunes a viernes junto a otros compañeros de trabajo. Los fines de semana, por lo general, se queda en la Ciudad Vieja, en casa de compatriotas, haciendo un poco de vida social.
El detalle de la vivienda es importante y no solo por el alquiler que se ahorra. También le permitió a Víctor escapar al destino habitacional de casi todos los dominicanos en Uruguay: una triste pieza de pensión. Eso es así porque aunque consigan un trabajo que les permita pagar un alquiler, es casi imposible que un inmigrante logre obtener las garantías que se exigen como requisito ineludible para poder alquilar.
Hoy Víctor ha multiplicado por tres o por cuatro el dinero que ganaba en su país y se siente feliz de poder girarle a su familia cantidades que nunca había imaginado. Con el dinero que ha cobrado en estos seis meses en Uruguay, su esposa ya pudo comprar una heladera con freezer, un juego de comedor con seis sillas y, por supuesto, las prendas de vestir que sus hijos necesitaban y por las que habían llorado.
En el Facebook de Víctor Feliz Feliz hay una foto de su esposa y sus dos hijos varones, los tres riendo y con ropas nuevas. Víctor colocó la imagen sin ningún comentario. La foto habla por sí sola. Dice felicidad.
“Hoy le mandé la plata a mi señora para que se compre un celular que tenga guasáp, así podemos comunicarnos más y gratis”, cuenta Víctor, con orgullo y alegría. Él mismo anda con dos teléfonos móviles. Uno rústico que se compró al llegar. Y otro inteligente y más sofisticado que pudo comprarse poco después, con internet y guasáp.
“Lo que yo quiero ahora –dice, pensando en el futuro- es que Dios me ayude a tener mi casita allá, porque siempre he vivido alquilando, así me aseguro un techo para la vejez”.

***

Para Víctor, que tiene 39 años, el empleo que consiguió en Uruguay ha sido una bendición y no solo por el sueldo, también por el ambiente laboral de la empresa y sus compañeros de trabajo.
“Todos los uruguayos han sido y son muy buenos conmigo. Nadie me hace sentir diferente. En la casa donde vivo son todos uruguayos y nadie me trata distinto. En el trabajo todos me respetan y a la hora de comer, comemos todos juntos como hermanos. Y yo soy muy morocho, ¡muy morochito (se ríe)!.., y nadie me trata diferente por eso. Siempre me trataron como uno más, como a un hermano”.
Claro no a todos los dominicanos les va tan bien. Víctor lo sabe por los cuentos que escucha de boca de sus compatriotas los sábados y domingos en la Ciudad Vieja.
“Hay muchos que están trabajando pero ganan muy poco, trabajan en empresas de limpieza o como vigilantes, ganan 10.000, 11.000 pesos y tienen que pagar 2.000,  3.000 o 4.000 para vivir en una pieza compartida de pensión. Yo los veo y siento su angustia y preocupación. Algunos me dicen que se quieren ir, pero no tienen para el pasaje. Porque para venirse para acá vendieron todo, algunos pidieron préstamos, otros hasta empeñaron sus casas”.
Lo cierto es que una parte de los que llegan, casi un tercio, se va. En los primeros seis meses de 2014, 724 dominicanos se fueron de Uruguay, según el citado informe de El Observador.
Los hermanos de Víctor viven en una ciudad llamada Barahona, 204 kilómetros al oeste de Santo Domingo. De Barahona es Renny Belisario, un dominicano de los que aterrizaron en Uruguay con menos suerte que Víctor.
Renny tiene 26 años y en su país era empleado de la compañía ferroviaria. Una pelea con su superior lo decidió a emigrar. Llegó hace un año. Hoy trabaja en una empresa de vigilancia y hace de patovica en la puerta de los boliches los fines de semana. Ha llegado a trabajar 15 o 20 días de corrido con tal de poder enviar 5.000 pesos a fin de mes a su mujer y su hija de tres años. Es poco para tanto sacrificio.
“¡Ni una media he podido comprarme aquí trabajando todo un año sin descansar! ¡Ni una media!”, exclama.
Sin embargo dice que él no vino engañado. Sabía lo bajos que son los sueldos en las empresas de vigilancia en Uruguay, donde trabajan muchos de sus compatriotas radicados aquí, y lo cara que es la comida. “Muchos dicen que vinieron porque les mintieron, pero no es cierto. Vienen porque el dominicano es salir detrás de la aventura, y porque tienen la esperanza de ahorrar aquí el dinero para irse a España. Después, cuando la cosa no resulta, dicen que vinieron engañados”.
Renny ha intentado conseguir un empleo mejor pago, sin suerte. “He dejado muchísimos currículums en las empresas de la construcción, pero no me llaman. Lamentablemente los dominicanos no hemos creado una muy buena imagen aquí. Entre algunas mujeres que son prostitutas y otro que hizo una rapiña, algunos piensan que somos todos así”.
Riche, la holandesa de la ONG Ida y Vuelta, cuenta que otro campo laboral donde algunos dominicanos han logrado insertarse, con mejores sueldos que en las empresas de servicios, es el de los restaurantes, como mozos o  ayudantes de cocina.
Renny se quiere volver. Varios de sus amigos dominicanos ya están haciendo planes para irse al Brasil, pero él prefiere regresar a su hogar.
“Si hoy consiguiera el dinero, volvería a mi país”, dice. El asunto es que, mientras mantenga sus actuales empleos, no vislumbra ninguna manera de poder ahorrar el dinero para el pasaje de avión.
Renny extraña mucho a su familia, sobre todo a su hija de tres años. Ese punto de la historia lo iguala a Víctor. Porque la felicidad del señor Feliz no es completa por lo mucho que siente la ausencia de los suyos.
Cuando lo entrevisté, a Víctor Feliz acababan de avisarle que en su país había fallecido su querida prima Sonia. “Así como me ves, yo estoy de duelo. Ella era joven, tenía solo 44 años, pero tenía un cáncer de mama. Y eso me tiene un poco destrozado, lejos, sin poder estar allá con mi gente”.
Puso una foto de su prima y un lazo negro en su cuenta de Facebook con la leyenda: “Siempre te recordaremos, Nenena”.
Pese a ese sinsabor y a diferencia de lo que le ocurre a su compatriota Renny, para Víctor el balance de la aventura uruguaya es muy positivo y para nada se arrepiente de haber venido. Al contrario. Incluso no descarta traer un día a toda su familia, como le reclaman algunos compañeros de trabajo.
Ya tiene amigos uruguayos. Le gusta comer asado y también guiso.
“Ahora tengo muchísimos amigos que me dicen ‘vos de acá no te vas’, y me piden que traiga a mi familia, me dicen que ellos me van a ayudar. El capataz me insiste mucho con eso. Pero vamos a esperar un poco, que el tiempo vaya corriendo y ver cómo van surgiendo las cosas. De verdad estoy muy agradecido con todos”.
Nunca le tocó vivir ni el más mínimo episodio de racismo o xenofobia. Otros dominicanos le han contado que a ellos sí les ha pasado, pero a Víctor no. “Me han dicho que algún racismo hay, pero yo no lo he visto, para nada, al contrario. Todos me tratan como un igual, como un hermano”, dice. “Será que soy una persona con mucha suerte, gracias a Dios”.
Víctor le dio una enorme alegría a Rinche hace unos días, cuando le confió que había logrado hacer realidad uno de sus mayores anhelos: comprar una computadora para sus hijos.
“Mis hijos ya empezaron a tomar clases de informática para aprender a usarla”, me cuenta, feliz.
“Ahora soy feliz por partida triple. Yo era Víctor Feliz Feliz. Ahora soy Víctor Feliz Feliz feliz”, me dice y larga  una sonora carcajada.
En su cuenta de Facebook, que abrió al llegar a Uruguay, dice “localidad natal: Montevideo”, quizás porque aquí nació por segunda vez.
Allí Víctor escribió el 6 de octubre:
“Gracias mi Dios por la oportunidad que me has dado en este país. Y ha todas  las personas que estuvieron conmigo en los momentos difíciles”.
Amén.

18.12.14

El diálogo: contra las medias verdades

El diálogo (Argentina, 2013) es una película, sencilla, valiente y necesaria. Como anuncia el título, se trata de una conversación entre dos personas: Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis.
Son dos veteranos (al momento de la filmación ella tiene 82, él 70) que dialogan sobre la violencia política en Argentina en los años 60 y 70. A veces charlan sobre la base de fotos y películas que ven en una computadora. La cámara los muestra a ellos e intercala imágenes de archivo o tomas de valor más bien simbólico.
El diálogo, Montoneros, Fernández Meijide, Héctor Leis, Mujica
Son dos voces autorizadas para hablar de aquellos años. Graciela Fernández Meijide fue activista destacada en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura y formó parte de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Uno de sus hijos, Pablo, fue secuestrado y desaparecido por fuerzas de la represión.
Leis, mientras tanto, fue militante comunista y peronista en los 60. Tras un pasaje por la cárcel en 1973, integró la organización armada Montoneros hasta que se exilió en Brasil en 1977. Profesor de ciencias políticas, con una maestría en filosofía, se jubiló como docente de la Universidad Federal de Santa Catarina.
Se nota que ambos meditaron mucho sobre su época y sus propios actos. Ya no ven todo en blanco y negro.
“La conducción de Montoneros era muy pobre intelectualmente y con casi ninguna capacidad para entender la realidad”, dice Leis y nos remite a tantas guerrillas sudamericanas que se embarcaron en aventuras violentistas creyendo –en forma equivocada- que el pueblo correría en su apoyo.
El motor de los  Montoneros –continúa- “no era solo militarismo, era aventura también, era una cosa de fascinación con la violencia. La violencia es una droga, literalmente. La violencia seduce: ir con un arma, tirotearse, imagino lo que será torturar, matar en gran escala con una bomba atómica. La violencia seduce y, cuanto más se la practica, más seduce”.
Eso, dice, explica muchos actos de la guerrilla y de los militares.
Meijide cuenta haber visto documentos de Estados Unidos sugiriendo a los militares que llevaran a juicio a sus detenidos. Reflexiona que si Videla y compañía hubieran hecho caso a esa sugerencia, los organismos de derechos humanos habrían tenido dificultades para defender a gente involucrada en hechos de sangre. Pero, inmersos en el espiral de violencia y muerte, los militares prefirieron seguir matando, yendo incluso contra su propia conveniencia.
Leis pone el foco en un tema que es tabú, en Uruguay también. La responsabilidad de los jefes guerrilleros que reclutaron jóvenes y adolescentes y los enviaron a la tortura y a la muerte. “Había un incentivo al heroísmo que era un incentivo a la muerte, esto hay que decirlo bien”, afirma. “Cuando alguien te manda al muere y otro te mata, ¿de quién es la responsabilidad, decime? Es compartida”. (Una pregunta y una respuesta que el extupamaro Luis Nieto comparte en Historias tupamaras).
Leis llora cuando recuerda a chicos menores que él, a los que intentó convencer de que dejaran Montoneros, hoy muertos o desaparecidos. Fernández Meijide llora al recordar cómo se sentía una paria, sin derecho alguno, cuando golpeaba puertas buscando un dato sobre su hijo Pablo, seguramente ya asesinado.
Los dos coinciden en que nadie cuenta la verdad sobre aquellos años. En un momento ven un discurso del presidente uruguayo José Mujica, otro protagonista de esa época, pidiendo no trasladar a los jóvenes de hoy “la mochila” de frustración de los viejos combatientes. Leis se muestra de acuerdo, pero se permite agregar que falta contar muchas verdades para que eso sea posible: “Primero tenemos que entender lo que pasó”.
Cuando termina el documental, Graciela Fernández lleva a Leis en una silla de ruedas. Padecía una enfermedad terminal cuando se filmó la película. Murió en setiembre de 2014. Sus palabras en El diálogo son un legado que vale oro.


Publicado en la edición de noviembre de 2014 de la revista Bla.


El diálogo. Dirección: Pablo Racioppi y Carolina Azzi. Idea original y producción: Pablo Avelutto. 


2.11.14

Diez apuntes sobre las elecciones

Diez cosas que me atrevo a decir sobre las elecciones.
1) Un porcentaje importante de uruguayos nace a la vida política con una camiseta y muere con ella, a pesar de todo. Se quejan, se escandalizan incluso, pero al final votan lo mismo. Eso reduce los costos que los gobiernos pagan por sus errores y horrores.
2) Los que no tienen la camiseta puesta, deciden su voto según motivos varios, pero el principal en el mundo entero es el económico. Desde que asumió el Frente Amplio, crecieron los salarios de empleadas domésticas, obreros de la construcción, maestros, policías, trabajadores rurales y un largo etcétera. Todavía hay muchos salarios muy modestos, demasiados, más de los que algunos dirigentes del Frente Amplio gustan admitir, menos aún en esta hora de euforia. Pero, en promedio, antes eran peores. ¿Alguien que hoy vive mejor cambiará su voto por el escándalo de Pluna? No creo.
Mujica elecciones Uruguay
Vota el presidente Mujica. Foto: Presidencia del Uruguay.
3) Lo anterior explica también el triunfo del Frente Amplio en departamentos donde antes arrasaban los blancos. Un colega que recorre el interior me dijo sobre la alta votación del Frente Amplio en pueblos del interior profundo. "Ahí votan los trabajadores rurales que ahora tienen una ley que reduce a ocho horas su jornada de trabajo, que multiplicaron su sueldo, que ahora se pueden comprar una moto y un teléfono celular, acceden a internet y conocen lo que pasa en el resto del país y en el mundo. De esos pueblos, además, salen muchas de las empleadas domésticas del país".
4) Además de la gente que mejoró su salario, están los que reciben ayuda económica directa. Esos menos que menos van a cambiar de voto.
5) A la hora de definir el sufragio, el único asunto capaz de competir en un plano de cierta igualdad con el económico es el de la seguridad ciudadana. Ese tema también importa y es notorio que una buena parte del electorado no está conforme con la situación actual. Muchos apoyaron el plebiscito para que los adolescentes de 16 y 17 fueran juzgados como adultos si cometían delitos graves no tanto por el proyecto concreto en sí, sino porque reclaman más seguridad.
El plebiscito permitió una cosa curiosa: se podía votar al mismo tiempo al partido que reparte ayudas sociales y mejoró los salarios (Frente Amplio) y por un aumento de la seguridad pública (papeleta del Sí). Hubo miles de estos votos.
Quizás, entonces, el plebiscito terminó por ayudar al Frente Amplio y le dio una válvula de escape al mayor problema que tenía en la elección (y que sigue teniendo hoy todavía).
6) Las encuestadoras y algunos politólogos dicen que la educación es la otra gran preocupación de los uruguayos. Pero la educación, cuyo desbarranque comenzó con los partidos tradicionales y continuó con el Frente Amplio, en el fondo no le importa mucho a nadie. Los padres no marchan por 18 de Julio protestando porque su hijo atravesó todo el liceo y no sabe escribir una carta en castellano, de hablar inglés ni hablamos. Los padres nunca se quejan cuando sus hijos se quedan sin clases porque faltan los docentes ni por el enésimo paro de profesores. Darle una educación de calidad a los pobres para que sus hijos puedan mejorar más allá de los modestos horizontes que hoy se festejan es un enorme debe del Frente Amplio. Pero, mientras haya dinero para parar la olla, nadie lo piensa en esos términos. No nos engañemos: en Uruguay nadie cambia su voto por la educación.
7) Los casos de corruptela y corrupción le importan mucho solo a un electorado ilustrado, minoritario, que sigue las noticias al detalle todos los días. Dentro de ese mundo, hay gente que se molesta y patalea, pero no cambia su voto (ver punto 1). Fuera de ese sector informado, mucha gente ni se entera, más aún si la mayor parte de la oposición decide no hablar de ellos.
Hay muchos ejemplos de como estos casos no deciden las elecciones, no solo en Uruguay sino en el mundo. Menem fue reelecto en Argentina. Berlusconi ganó mil veces. El matrimonio K lo mismo, a pesar de su enriquecimiento. El PT acaba de ganar en Brasil por cuarta vez, a pesar de tener un rosario sin fin de escándalos mayúsculos y muchos importantes dirigentes presos por corruptos.
8) Se habla de que el Frente Amplio tiene una hegemonía cultural que aprovecha en las urnas. Creo que es una verdad a medias. La hegemonía cultural en Uruguay la tiene la izquierda, el progresismo, el igualitarismo, el viejo batllismo original de Don Pepe, el que Jorge Batlle anunció que enterraría y por supuesto no pudo, la idea de que el Estado tiene que ser el escudo de los pobres, como decía José Batlle y Ordóñez. Ese ideal lo aprovechó durante décadas el Partido Colorado, que lentamente, lustro a lustro, se fue corriendo hacia la derecha hasta llegar a la posición que hoy ocupa: es la opción electoral más derechista disponible y por eso vota tan mal. Hoy el partido que más sintoniza el ideal progresista e igualitarista del uruguayo promedio es el Frente Amplio, y los votantes de centroizquierda que resisten en minoría dentro de los partidos tradicionales cada vez son menos. Pero esta elección también mostró una brecha en esa lógica: quedó claro que se puede ser de centroizquierda o de izquierda y no votar al Frente: hubo muchos votos nuevos al Partido Independiente, a la Unidad Popular y al PERI. Hasta el Partido de los Trabajadores, que nunca llegaba a mil votos, esta vez pasó los 3.000. El PI y la UP también resultaron victoriosos en esta elección, en la que todos los que honestamente pueden decir que ganaron están a la izquierda del centro.
9) Los partidos tradicionales hoy no entienden el punto 8.
10) Tomando las palabras del politólogo Daniel Chasquetti "el problema de buena parte del Frente es que tiene poco republicanismo". Es un problema importante y de difícil solución, porque esa falta de republicanismo está en los genes de algunos -no todos- los grupos que componen la coalición. Pero si el Frente no tuviera ese problema, y en vista de los puntos anteriores, le podría ir todavía mejor.

31.10.14

La isla bonita

Se suele analizar lo que ocurre en Uruguay como si fuera una isla, dejando de lado una perspectiva regional. Por eso muchas veces no se lo entiende.

presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay
Sarney, Alfonsín, Sanguinetti
Cuando Argentina y Brasil tuvieron dictaduras militares de derecha, nosotros también tuvimos una dictadura militar de derecha. Los tres países regresaron a la democracia en fechas similares y con presidentes que, aunque con matices, tenían un similar signo ideológico: Argentina con Raúl Alfonsín en diciembre de 1983, Brasil con José Sarney (ante la muerte de Tancredo Neves antes de asumir) en abril de 1985 y Uruguay con Julio M. Sanguinetti en marzo de 1985.
Luego los tres países giraron al neoliberalismo en forma casi simultánea: Carlos Menem asumió como presidente en Argentina en 1989, Fernando Collor de Mello en Brasil en 1990 y Luis Alberto Lacalle en Uruguay también en 1990.
Tras ese período, sucedió otro en el cual los presidentes no fueron exactamente iguales: en 1995 en Argentina continúa gobernando Menem mientras que en Brasil asume Fernando Henrique Cardoso, mucho más centrista que el riojano. En Uruguay regresa Sanguinetti. Pero en 1999 Argentina también se mueve hacia el centro, eligiendo la fórmula De la Rúa-Chacho Álvarez. Solo Uruguay, en este caso, marca una diferencia volviendo a apostar por un presidente liberal o neoliberal, según las definiciones: Jorge Batlle, que asume en el 2000.
Los ciclos se emparejaron muy pronto y los tres países giraron al mismo tiempo hacia la izquierda: Lula asumió como presidente de Brasil el 1 de enero de 2003, Néstor Kirchner en Argentina el 25 de mayo de 2003 y Tabaré Vázquez en Uruguay, algo retrasado, el 1 de marzo de 2005.
Es evidente que lo que pasa en Uruguay guarda mucha relación con lo que ocurre con nuestros dos grandes vecinos, de los que formamos parte en distintos momentos de nuestra historia, antes de terminar siendo un país independiente. La relación es clara y continua. Hay una clave regional para entender nuestra política.
Es curioso -y muy empobrecedor para el debate y el entendimiento- que la prensa, el público y los propios dirigentes de los partidos presten tan poca atención a lo que ocurre en países que nos influyen y explican tanto.
Analizar el Uruguay como una isla no ayuda a comprenderlo.

25.10.14

Vamos a votar

Que todos los defectos, vacíos e imperfecciones;
que todas nuestras decepciones y frustraciones, nuestros desencantos;
que todas las injusticias, los abusos y desvergüenzas;
que todos los engaños: el doble discurso, la demagogia y la hipocresía; 
que todas las verdades a medias y las mentiras a secas;
que todas las agachadas y la vanidad disfrazada de falsa modestia;
que todas las limosnas, la pobreza y la miseria;
que toda la ignorancia, la estupidez y la soberbia;
que todas las estafas, los acomodos, la corrupción y el clientelismo;
que todo lo que tenemos en el debe no nos haga perder de vista que nuestra democracia chata es un privilegio;
que nos fue mucho peor cuando no la tuvimos;
muchísimo peor;
que costó dolor,
sangre,
muerte,
heridas que todavía duelen.
Que nunca nos vuelva a faltar.
Que nunca volvamos a dejarnos ganar por los que creen que no sirve para nada.
Que nunca más oigamos los cantos de sirena de los visionarios, los maniqueos, los totalitarios.
Vamos a votar.
Parece poca cosa, pero es mucho, mucho, mucho.

Golpe de estado, dictadura



17.10.14

Dejen vivir

No veo hordas de colorados persiguiendo a Glenda Rondán o a Alberto Scavarelli por haber abandonado su partido y adherido al Frente Amplio, y por haberlo hecho público y haber participado de actos de propaganda de su nuevo partido.
Y supongo que a todos los que leen les parece bien que así sea, que nadie castigue a Rondán o a Scavarelli por ejercer su legítimo derecho de elegir lo que creen mejor para el país y de hacer lo que se les canta la gana.
Scavarelli al Frente Amplio
Sendic, Vázquez, Scavarelli
Entonces, ¿por qué no dejan que Hoenir Sarthou también elija libremente lo que desea votar? ¿Por qué no aceptan que comunique sus decisiones a quién quiera y del modo que más le guste, lo mismo que los buenos de Glenda y Alberto?
Obviamente, las decisiones políticas de una persona pública como Sarthou pueden ser discutidas. Pero lo que no se puede aceptar es la descalificación moral, el agravio personal, las amenazas y la presión para que se calle.
Ya bastante malo es andar por la vida considerando tener el monopolio de la verdad y la ética, creyendo que el cien por ciento de la verdad se acumula en una sola opción (la propia), como para además erigirse en censor de lo que deciden todos los demás.
Lo que algunos están haciendo con Hoenir Sarthou me recuerda lo muy triste que algunos hicieron, años atrás, con Hugo Batalla.
El fanatismo talibán no sirve para la democracia.
Acepten que la verdad no es una sola, que está repartida.
Crezcan.
Y si no pueden, por lo menos dejen que la gente sea libre.

1.9.14

Aclaración sobre cadena de correos

El 15 de mayo escribí lo siguiente en Facebook:

"A propósito de que The Economist eligió a Uruguay "el país del año" y de la crónica sobre Uruguay que escribió Juan José Milás para El País de Madrid ('Uruguay, el país que sorprende al mundo'), una revista extranjera me pide que escriba un artículo respondiendo si hoy Uruguay es todo eso que se dice, una especie de paraíso en la Tierra. Acepto y agradezco opiniones, cuánto más fundamentadas mejor. Y por favor: manteniendo el decoro, la tolerancia y la educación. Gracias".

Mi propósito era recibir opiniones e ideas que aportaran a la nota que tenía que escribir, y así resultó: recibí cientos de colaboraciones, de los puntos de vista más variados, que se pueden leer en esa entrada, en mi muro de Facebook del día 15 de mayo.
Uno de esos aportes fue un largo escrito del señor Oscar Ventura.
Alguien, no sé con qué intención, si fruto de alguna confusión o de la mala fe, está haciendo desde hacía días circular una cadena de mails con lo escrito por Ventura, como si fuera de mi autoría.
La cadena lleva como título la frase "Imperdible, sin desperdicio" y luego dice que se trata de una "Operación destape".
Como prueba la foto que acompaña esta aclaración, y cualquiera puede comprobar en mi muro de Facebook en la entrada del 15 de mayo, el texto que se me adjudica no lo escribí yo, sino el señor Oscar Ventura.

Uruguay paraíso Ventura

15.8.14

Lo que nos tenía podridos

Esta columna la escribí en el suplemento Qué Pasa, del diario El País, en la edición del 1 de noviembre de 2003, en pleno gobierno de Jorge Batlle (Partido Colorado).
La recuerdo para algunos desmemoriados. Y para que quien así lo desee se ejercite y vea si el Uruguay cambió mucho o cambió poco en los casi once años que pasaron desde entonces.

Lo que nos tiene podridos


El título de tapa de esta edición de Qué Pasa choca. Y duele. Su origen está en la expresión del ex ministro y precandidato presidencial del Partido Nacional, Sergio Abreu, que dijo estar "podrido" del hueco debate sobre el plebiscito de Ancap. Su sentido es claro: no es EL Uruguay lo que nos tiene podridos, sino UN Uruguay.

Suplemento Qué Pasa tapa Uruguay
Ilustración de Noelí Seveso.
El Uruguay que nos tiene podridos no es todo el Uruguay, sino el Uruguay de las batallas electorales vacías, el Uruguay que no se puede poner de acuerdo en nada, el de los corporativismos salvajes. Un Uruguay cuya agenda política la fijan las encuestas y un sindicato de empleados públicos.

Nos tiene podridos el Uruguay del doble, del triple discurso. Un Uruguay donde el mismo senador que redacta una ley junta firmas para derogarla. Un Uruguay en el que los mismos que hablan de la eficiencia del Estado lo han llenado, clientelismo político mediante, de miles de empleados que sobran. El Uruguay de los ñoquis. El Uruguay donde hay funcionarios públicos que cobran su sueldo 11 años sin pasar por el trabajo. El Uruguay que tiene presidentes que le ponen la firma a tamañas aberraciones, y después ni siquiera dignan explicarse.

Nos tiene podridos el Uruguay que gasta sus escasos recursos sin prioridades. Un Uruguay que es incapaz de enseñar a leer y escribir correctamente a sus jóvenes. Un Uruguay con partidos políticos gobernados eternamente por los mismos. Un Uruguay donde las empresas del Estado las dirigen los políticos fracasados. Donde los que realizan negocios ruinosos para el Estado siguen tan campantes.

Nos tiene podrido el Uruguay donde a los que vacían un banco les dan otro para que lo intenten de nuevo. Nos tiene podridos un Uruguay donde siempre todo está mal, incluso pretender llevar 30 turistas a la isla de Lobos. Un Uruguay donde los que bloquean cada oportunidad, después se quejan del desempleo.

Nos tiene podridos el Uruguay frivolón de las lágrimas de cocodrilo. El Uruguay de los intelectuales plagiadores que dictan cátedra. El Uruguay donde el mérito nunca es nadar, sino hacer la plancha.

Es un Uruguay que no invierte en ciencia, que no investiga, que se resigna a que su energía sea siempre el petróleo importado. (Eso sí, nos arrancamos los ojos para ver quién es el dueño de la refinería).

En Qué Pasa no nos resignamos a ese Uruguay.

Hay dos notas centrales en esta edición. Una está hecha en Montevideo y la otra en el lejano pueblo de Pepe Núñez, en Salto. A primera vista, los dos artículos pueden parecer distintos. Pero los dos dicen lo mismo.

15.4.14

Ruleta rusa en la Ciudad de la Costa

Hace unos días el Uruguay entero se conmovió con la muerte de una familia entera, una madre y sus tres hijos chicos, atropellados por un automovilista que perdió el control de su vehículo, en la ruta 8, en Villa García.
La muerte gratuita de tres niños de 1, 3 y 4 años, junto a su madre, una joven de 24, horrorizó a todo el país. Los vecinos luego denunciaron la falta de señalización y de control del lugar, donde los autos circulan a alta velocidad a pesar de ser una zona urbanizada.
A la luz de esta tragedia, vale la pena contar lo que hoy está pasando en la Ciudad de la Costa.
Luego de muchos años de promesas, comenzó a instalarse la red de saneamiento. Las calles que se ven beneficiadas con esta conexión, son también pavimentadas.
¿Qué puede tener esto de malo?
Mucho, porque esta obra tan beneficiosa y tan esperada está siendo llevada adelante con una asombrosa falta de respeto por la vida humana.
Las calles en los balnearios de la costa nunca tuvieron veredas. La gente caminaba por las calles, pero los pozos obligaban a los autos a ir muy despacio. No era una situación ideal, pero tampoco representaba un gran peligro para los peatones.
Ahora, con el saneamiento, cada calle fue dotada a sus costados de dos grandes canales abiertos que recogen el agua de la lluvia. A diferencia de lo que ocurre en el resto de las ciudades del Uruguay, estos canales corren a cielo abierto, no son subterráneos. Las calles se angostaron para colocar estos zanjones. Y se pavimentaron. Pero no se le hicieron veredas.
Canelones Comuna Canaria
Los niños juegan por donde pasan los autos
Ahora los autos pueden ir rápido. Es cierto que se colocaron carteles indicando que la velocidad máxima es 30 kilómetros por hora. Pero nadie fiscaliza y muchos conductores, liberados de la pesadilla de los pozos que los atormentaron durante décadas, obviamente van más rápido. En el medio, entre los autos y las motos, van los niños que van a la escuela, los padres con sus cochecitos de bebé, los adolescentes que andan en skate.
Es INCREÍBLE que los responsables de obras de la Intendencia de Canelones (ampulosamente auto rebautizada Comuna Canaria) no se hayan detenido un segundo a pensar en las vidas de los peatones. ¿Creen acaso normal que la gente deba caminar entre los autos? ¿En qué lugar del mundo se inspiraron para llevar adelante semejante proyecto?
Como era evidente que ocurriría, ya hubo un muerto, una profesora del liceo de Solymar que se dirigía a dar clase. Un muerto por la falta de veredas. Una persona que murió por estar obligada a caminar entre los autos, en calles de lustroso pavimento, con zanjones de desagüe, pero sin veredas.
Las fotos muestran, para los que no frecuentan la zona, las escenas que, como una ruleta rusa, se repiten cientos de veces cada día en la Ciudad de la Costa. ¿Cuántos muertos más tendrá que haber para que la Intendencia de Canelones se dé cuenta que la gente y los autos no puede circular por la misma vía?
Canelones intendencia
Autos, bicicletas, gente, todos mezclados








Ciudad de la Costa- Intendencia de Canelones - Comuna canaria
Un automóvil esquiva a una familia














el.informante.blog@gmail.com

20.3.14

Liberaij. La verdadera historia del caso Plata Quemada. Entrevistas, reseñas, críticas


Liberaij. Plata quemada. Mereles.
Un policía golpea con su zapato lustroso al moribundo Mereles,
cuando lo sacan del Liberaij. La foto la publicó el diario La Razón de Buenos Aires.
En Uruguay nadie la difundió.


Crítica en la revista digital MOOG, a cargo del periodista Luis Melgar:

Crítica en el diario La República, a cargo del periodista Hugo Acevedo:

Entrevista con el periodista Álvaro Carballo, en TNU (ex Canal 5):






Liberaij batalla porteños
Así quedó la cocina del apartamento 9 del Liberaij.
Foto del diario La Razón de Buenos Aires.



Crónica de la presentación de la primera edición del libro, a cargo del periodista Miguel Arregui en El País:

Asalto de San Fernando
Los hijos del agente Francisco Otero, asesinado en el asalto de San Fernando,
donde comenzó todo.
Foto del diario La Razón de Buenos Aires.


Entrevista en el programa Suena Tremendo, en radio El Espectador, con Juanchi Hounie y Diego Zas:

Entrevista con el periodista Jorge Traverso, en el programa Tiempo Presente, en radio Oriental:



Entrevista del periodista Valentín Trujillo en el diario El Observador:


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