25.12.07

Periodismo uruguayo: oficialista siempre

Las denuncias contra el hermano del vicepresidente Nin Novoa revivieron la acusación de que la prensa hace una oposición salvaje al gobierno del Frente Amplio. Pero no es cierto.
La mayor parte del periodismo es oficialista, como siempre desde 1973.
Durante la dictadura el oficialismo era impuesto: no serlo implicaba censura, clausuras, la cárcel y la amenaza de la tortura.
Durante los gobiernos de los partidos tradicionales que siguieron a la reapertura democrática, el oficialismo se debió a muchos empresarios de la comunicación, aliados de los partidos Colorado y Blanco, que “protegían” al gobernante de turno, minimizaban cualquier escándalo que pudiera afectarlo, ocultaban información y presionaban a sus periodistas para que no revolvieran demasiado.
Pero ahora gobierna el Frente Amplio y el oficialismo sigue. Curioso destino el del periodismo uruguayo.
Hoy hay una buena cantidad de medios que se asumen del Frente Amplio, y se les nota. Mientras tanto, a los grandes medios no les resulta fácil pasar a ejercer el periodismo en serio después de décadas de oficialismo más o menos recalcitrante.
Aún si quisieran, la mayor parte de las empresas periodísticas no tienen los recursos necesarios para buscar información de calidad que de verdad pueda cuestionar a un gobierno. Esas redacciones pequeñas, mal pagas, donde la mayoría son casi adolescentes, ¿pueden de verdad investigar los negociados turbios de un gobierno?
No, no pueden.
La mayor parte de los dueños de los medios no están interesados en invertir en mejor periodismo. Han vivido bien siendo oficialistas, ¿para qué cambiar? Un equipo capaz de investigar hoy a un gobierno sale caro y puede molestar mañana a una empresa que pone avisos. Puede generar problemas con UTE, Antel y Ancap. En los medios existe pavor a perder la publicidad de las empresas públicas. Ya lo dijo Visillac, el que se porta mal pierde los avisos.
Además, ha habido un cambio generacional. Los periodistas formados en la dictadura ya no están. Eso es bueno, porque los nuevos cronistas ya no creen que el periodismo sea ponerle el micrófono delante al gobernante de turno.
Pero, a su vez, un alto porcentaje de estos jóvenes periodistas son adherentes al Frente Amplio. Y aunque seguramente se esfuerzan por hacer bien su trabajo, piensan, razonan, preguntan y hablan como frenteamplistas. Por eso se indignaban con el clientelismo de los colorados pero ahora no les dice nada que el Frente Amplio coloque a miles y miles de nuevos funcionarios públicos. Por eso les parece correcto usar “la izquierda” como sinónimo de Frente Amplio (¿y Zabalza?, ¿y el Partido Independiente?, ¿y Juan Andrés Ramírez que insiste en considerarse una persona de izquierda?). Por eso les parece una verdad evidente que éste es el primer “gobierno progresista”, aunque haya muchos motivos –históricos y actuales- como para dudarlo. Nuestros gobernantes adoran a estos jóvenes periodistas. Mujica nunca les pedirá que no sean “nabos”.
No hay prueba más flagrante del oficialismo del periodismo que el modo en que reproduce el lenguaje publicitario del gobierno. Un buen ejemplo es el de la reforma tributaria. Lo que sin duda es un impuesto a los ingresos y no a la renta, es llamado “impuesto a la renta” por todos los medios porque así lo decidió el gobierno. No es algo muy distinto a lo que pasaba en los tiempos de “adelante Asadur desde Casa de Gobierno”.
Cuando la reforma tributaria comenzó a ser criticada en sus flancos más obvios (se considera “ricos” a quienes apenas ganan 15.000 pesos, no se permiten las deducciones que debería admitir un verdadero impuesto a la renta, paga lo mismo un joven soltero que quien mantiene a su pareja desempleada), buena parte de los periodistas (y los humoristas) oficialistas acallaron todo debate repitiendo el eslogan acuñado desde el gobierno: se quejan los ricos porque ahora pagan más.
Adelante, Asadur, te escuchamos.
Poco después de presentar la reforma impositiva, el equipo económico hablaba de que había que esperar tres años para modificarla. Luego el propio presidente Vázquez dijo que ésta no era la reforma tributaria que el gobierno quería. Ahora Astori anuncia que la modificará dentro de seis meses. Es decir, el periodismo uruguayo ha batido su propio récord: ahora es más oficialista que el propio gobierno. Ni siquiera Asadur, con los sables militares agitándose sobre su cabeza, llegó tan lejos.
Eso sí. Algunos medios exhiben sus discrepancias con el gobierno con toneladas de opinión. Pero eso no cuenta, no influye, porque el público está aburrido de tanta opinión. Los miles de editoriales que el diario El País escribió durante años y años, todos los días, contra el Frente Amplio no hicieron otra cosa que alfombrar el camino hacia la victoria de Tabaré Vázquez. Lo que cuenta es la información, y eso es lo que le falta al periodismo uruguayo para dejar de ser oficialista, por decisión u omisión.
No hay que engañarse: en el caso Nin Novoa el periodismo no investigó nada. Apenas ofició de correa de transmisión de una denuncia de unos políticos oficialistas contra otros políticos oficialistas. ¿No es esa otra forma de oficialismo?

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 14 de diciembre de 2007, y en Montevideo.com

12.12.07

Hablando de Svetogorsky

Un puñado de especialistas extranjeros descubrió que el financiamiento de los partidos políticos es un tema que no interesa en Uruguay.


Fui invitado a participar de un seminario sobre financiamiento de los partidos políticos organizado por la ONG Uruguay Transparente. La propuesta era interesante: durante el seminario, unos 30 especialistas extranjeros dictarían conferencias sobre una materia en la que Uruguay está muy atrasados respecto al resto del mundo.
No es un asunto cualquiera. Una democracia en la que no se sabe quién y cómo aporta el dinero que financia las campañas electorales es una democracia turbia, renga, incompleta en el mejor de los casos. ¿Cómo sabemos que un legislador o el mismo presidente no están actuando en favor de quien, en secreto, le donó el dinero que hizo posible que fuera electo?
En esa penosa situación nos encontramos hoy en Uruguay.
Las conferencias se realizarían en el Palacio Legislativo, el 27 y 28 de noviembre. Luego de cada exposición, un panel integrado por un legislador, un académico y un periodista uruguayos debía hacerle preguntas al experto extranjero para que la concurrencia sacara más y mejores conclusiones. Me invitaban a ser uno de los periodistas que haría esas preguntas. Lo consideré todo un honor. Trasparentar el financiamiento de nuestra democracia es un capítulo pendiente y una tarea ineludible si se quiere que Uruguay avance en serio.
La conferencia en la que me tocaba participar era a las 15.00 horas del martes 28. Llegué a las 15.02 minutos y noté algo raro.
La sala del edificio anexo del Poder Legislativo en la que se iba a desarrollar el simposio estaba casi desierta. La mayor parte del centenar de cómodas butacas giratorias, cada una con su respectivo escritorio y micrófono, estaban vacías. Apenas había cuatro o cinco personas desperdigadas en el salón. Dos de ellos dormían, tirados en las butacas y con los pies sobre el escritorio.
Pensé que me había equivocado de lugar y le pregunté a una secretaria, que estaba sentada fuera. Me dijo que no había error. La conferencia era allí. Me pidió que aguardara, la actividad estaba un poco atrasada.
Entré en silencio, tratando de no despertar a quienes dormían.
La sala era moderna, con mobiliario nuevo y alfombrada con una gruesa moquette color granate. Sin embargo, no lucía muy prolija. Aquí y allá había vasos de plástico sin dueño, ejemplares del diario El Observador abandonados sobre los escritorios y unos platitos con sándwiches a medio comer.
A las 15.10 uno de los que dormía se despertó. Algunos de los pocos presentes comenzaron a hablar entre sí: por los acentos de sus voces ninguno de ellos era uruguayo. Un hombre de unos 30 años, anglófono, salió y le preguntó a la secretaria si la conferencia si dictaría o no.
Le dijeron que la actividad estaba un poco atrasada.
A las 15.12 llegó otra persona. A las 15. 18 llegaron dos más.
Los presentes comenzaron a hacer bromas entre ellos: “el seminario ya terminó”, dijo uno. “Por qué no me avisaron”, retrucó otro. Una de las mujeres presentes se quejaba de que la conexión a internet inalámbrica no funcionaba y no podía usar su laptop. Un hombre tomó un ejemplar de El Observador y leyó en voz alta: “No soy un piojo resucitado”. Leía el título de una nota que ocupaba una página entera sobre el trascendente cruce de acusaciones entre las vedettes orientales Mónica Farro y Claudia Fernández. Sentí un poco de pudor por los diarios uruguayos, el periodismo uruguayo y el Uruguay todo. En la sala, no éramos ni siquiera diez y había uno que seguía durmiendo.
A las 15.23 llegó al fin alguien que parecía ser uno de los organizadores, una mujer. La señora se me acercó, me dio la mano y me preguntó:
-¿Usted es Obando?
-No.
-Ahh. No es Obando.
-No.
-¿Usted es uruguayo?
-Sí.
-Entonces no le puedo dar un juego con las ponencias. Son para los extranjeros.
Volví a acomodarme en mi asiento. ¿Quién sería Obando? ¿Dónde estaban el académico uruguayo y el legislador uruguayo que debían hacer las preguntas conmigo?
En la sala había un gran cartel. Según se leía en él, el seminario era auspiciado por Canal 12, radio El Espectador y El Observador. También por la Presidencia de la República y la Intendencia de Montevideo. Pero allí no había un solo periodista o directivo de Canal 12, El Espectador o El Observador. Tampoco ningún funcionario o jerarca de la Presidencia o la Intendencia de Montevideo.
A las 15.26 llegó otra persona, recogió unas cosas que tenía en la sala, se despidió de los demás y se fue. También entró un mozo que se llevó los sándwiches a medio comer y no dejó nada a cambio.
A las 15.28 llegaron dos hombres que unos cinco minutos después anunciaron que empezaría la conferencia.
Se suponía que iba a hablar un periodista colombiano premiado por sus trabajos sobre el financiamiento de la política en su país y la influencia de los paramilitares, pero comenzó a hablar un hombre sobre las leyes que regulan los aportes a los partidos en el Perú.
En la sala, no había más de diez o doce personas, contando al que todavía dormía. Quizás uno de ellos fuera el señor Obando, no estoy seguro. Pero en cambio puedo dar fe que entre el público presente no había ningún legislador uruguayo, ni ningún dirigente político. Tampoco había ningún periodista. Y no había ningún académico que yo conociera. Sólo había un puñado de especialistas extranjeros aburridos y que ya habrían descubierto que en Uruguay el modo en que se financian los partidos políticos no le interesa a nadie. Cada país tiene la democracia que se merece.
Tomé mis cosas y me fui sin hacer ruido. Nunca hice las preguntas que tenía preparadas.
Que el puerto de Montevideo no pueda tener un scanner como la gente, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Que el contrabando sea un mal endémico, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué la DGI sea tan diligente con Tienda Inglesa y tan lenta con Tenfield, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el monopolio que domina la televisión abierta haya sido beneficiado por los políticos con el gracioso oligopolio de la televisión por cable, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué Cutcsa sea celebrada por líderes de todos los partidos como una empresa modelo cuando ni siquiera coloca sus horarios en las paradas, ¿tendrá algo que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Qué el ministro Danilo Astori defienda tanto al señor Bengoa, ¿tendrá que ver con el financiamiento de los partidos políticos?
Es lo que tiene la falta de transparencia. Alienta la suspicacia.
Paré un taxi. Subí. Como antes, como siempre, en la radio hablaban de Svetogorsky.
Qué raro.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 7 de diciembre de 2007.

18.11.07

El apartheid uruguayo

En Uruguay rige el apartheid, un sistema legal oprobioso que discrimina a los ciudadanos en dos categorías, una –privilegiada- con más derechos que la otra, que es explotada en beneficio de la primera.
Tenemos un apartheid como el que tuvo Sudáfrica, sólo que acá los ciudadanos de segunda no son los negros.
Lo percibí con claridad en un seminario sobre políticas demográficas que organizaron el Fondo de Población de las Naciones Unidas y el Instituto Rumbos.
Estaba exponiendo la socióloga y demógrafa Carmen Varela. Su presentación se centraba en cómo en Uruguay existen pocos estímulos y casi ninguna asistencia para quienes deciden tener hijos.
Varela hablaba de la licencia maternal. Las mujeres embarazadas tienen 12 semanas, la mitad antes del parto y la otra mitad después. Pero hay un detalle: tras la licencia, las empleadas públicas tienen el derecho a optar por trabajar medio horario hasta que el niño cumpla los seis meses de edad. Las empleadas privadas no: una vez finalizada la licencia maternal, tienen que volver a cumplir con su horario completo, sin alternativas.
Yo pensé que en un país cuya Constitución dice que todos somos iguales ante la ley, el dato tirado sobre la mesa por Varela provocaría un escándalo. Pero no fue así. A mi lado, la senadora socialista Mónica Xavier seguía tomando apuntes con calma y el diputado colorado Washington Abdala, que llegó tarde y quizás se perdió ese detalle, permanecía atento a los mensajes que llegaban a su celular.
Varela continuó y marcó otro punto de nuestro sistema de apartheid. Si un empleado público tiene un hijo, la ley le otorga tres días para faltar al trabajo y estar junto a su familia. Pero si un empleado privado tiene un hijo, la ley no le otorga nada y no puede ausentarse ni cinco minutos de su empleo.
La Constitución miente. No somos iguales. Hay madres clase A y madres clase B. Padres clase A y padres clase B. ¿No era así el apartheid?
Miré a mi alrededor, pero este tema no parecía preocupar a nadie. Pensé que quizás las demógrafas Adella Pellegrino y Wanda Cabella, ambas presentes, dirían algo. Porque ellas han publicado un muy completo informe sobre la emigración que muestra como la gente se sigue escapando del Uruguay tanto o más que en 2002, más allá de los cantos de sirena del ministro Astori. El estudio de Pellegrino y Cabella revela que en los empleados privados la tendencia a emigrar es mayor que en los públicos. Es lógico: a nadie le gusta ser ciudadano clase B en un sistema de apartheid. Pero las demógrafas no dijeron nada al respecto. Las dos pidieron la palabra, pero hablaron sobre otros temas. En Uruguay hay asuntos más importantes que el simple hecho de que unos ciudadanos tengan más derechos que otros.
Volví a observar a la concurrencia. En la sala había parlamentarios, docentes e investigadores de la Universidad de la República, economistas del Instituto Nacional de Estadísticas, funcionarios del Banco de Previsión Social. Me pareció ser el único empleado privado y comencé a sentirme mal. Afuera había una mesita para servirse café, igual que cuando te sacan sangre.
Pidió la palabra Elvira Domínguez, integrante de la dirección del BPS en representación de los empresarios. Dijo que si alguien pensaba sancionar leyes que otorgaran más beneficios a las familias con hijos (algo que le parecía justo), por favor cuidara de no gravar más al sector privado, cuya capacidad de contribución está al límite.
Luego Domínguez puso las cifras crudas del apartheid sobre la mesa: según datos oficiales del BPS, el sueldo promedio de un empleado público (administración central, empresas públicas y municipios) es de 15.624 pesos. El de los trabajadores privados es 8.129.
En ese momento alguien debió pararse y gritar: ¡Abajo el sistema de castas! ¡Abajo el apartheid! ¡No a la explotación del hombre por el hombre! ¡Igualdad! ¡Igualdad! ¡Igualdad! Pero nadie dijo nada. La senadora Xavier continuaba tomando apuntes, Abdala seguía mirando su celular. Los demás cambiaron rápido de tema. ¿No tendré algún antepasado Haberkorn nacido en España?
He comenzado a recopilar más información sobre nuestro sistema de segregación legal con el objetivo de pedir asilo político en alguna embajada extranjera. Los datos están todos allí, en las páginas oficiales de internet de los ministerios y organismos públicos.
Los empleados públicos ganan más y trabajan menos. Lo normal es que trabajen 40 horas por semana. En los privados lo normal es 48. A los empleados de UTE que cumplen 48 horas de trabajo semanales se les paga un 20% de sobresueldo por el esfuerzo.
Los funcionarios públicos no sólo cobran más y trabajan menos, también padecen riesgos menores: el trabajo precario, las rebajas salariales, el seguro de paro y el desempleo no existen para ellos.
La lista de privilegios de los que gozan es mucho más extensa que lo mencionado en el seminario. Para empezar: la demógrafa Varela cometió un error en su exposición: no todas las mujeres embarazadas tienen 12 semanas de licencia maternal. Las empleadas públicas tienen 13. Al parecer los mecanismos biológicos de las mujeres son diferentes según el lugar donde trabajen.
En cuanto a las licencias por enfermedad, la discriminación contra los empleados privados alcanza grados de escándalo. Si un empleado público se enferma, cada día de licencia médica lo cobra igual que si hubiese trabajado. En cambio, cuando un privado tiene licencia médica, apenas cobra el 70%. Los trabajadores públicos cobran el sueldo todos los días que están enfermos. Los trabajadores privados no cobran nada por los tres primeros días que están en cama. Los trabajadores públicos enfermos cobran el 100% de su sueldo, no importa cuanto ganen. Si uno de los 100 gerentes de Antel con un sueldo de 70.000 pesos falta por enfermedad, el seguro le cubrirá el 100% de su salario. Pero los trabajadores privados tienen topeado este beneficio: aunque ganen mucho, solo pueden cobrar unos 5.000 pesos. Es evidente que en Uruguay, más allá de toda la cháchara igualitaria, la salud de algunas personas vale más que la de otras.
Los trabajadores públicos tienen un nivel de estudios superior al de los privados: el apartheid uruguayo se los garantiza, ya que ellos tienen derecho a 30 días de licencia extras para preparar exámenes. Un trabajador privado solo tiene derecho a que su patrón lo eche si se le ocurre faltar para dar un examen.
Los trabajadores públicos no trabajan los feriados laborables. Si se casan tienen 15 días de licencia. Si se les muere un familiar cercano tienen diez días de licencia por duelo con goce de sueldo. Si deciden iniciar su trámite jubilatorio tienen 30 días de licencia con goce de sueldo para hacer el papeleo con mayor comodidad.
Muchos funcionarios públicos cobran primas por hogar constituido y en las empresas públicas reciben pagos extraordinarios si se casan y cuando tienen un hijo.
La licencia anual de los empleados públicos es mayor que la de los privados. El trabajador privado tiene un descanso de 20 días corridos sin contar los domingos. En cambio un trabajador público tiene 20 días corridos, sin contar los domingos, los sábados y los feriados laborables.
La lista sigue. Es larga. Es oprobiosa. Clase A y clase B. No hay derecho a preguntarse luego por qué decenas de miles de jóvenes uruguayos tienen como máxima ambición en su vida la de ser auxiliares de suplentes en la lavandería del Banco de Seguros del Estado. Los que salen sorteados se quedan a disfrutar de su puestito clase A en nuestro apartheid clase Z. Los que pierden se van a España.
Tenemos el país que hemos fabricado. Astori puede seguir cantando sus maravillas (como todos los ministros de Economía mientras a Argentina le va bien) y los publicistas pueden seguir haciendo avisos diciendo lo lindo que es ser uruguayo, tomar mate y caminar por la rambla. La verdad es que nadie quiere quedarse acá para verlo.
Mario Benedetti, el intelectual que sin duda más sabe de empleados públicos, dijo dos cosas al respecto.
La primera es que Uruguay es la única oficina del mundo que alcanzó la categoría de República. La segunda es que, dado su abrumador número, sólo los empleados públicos podrían hacer una revolución en Uruguay.
La primera afirmación es meridianamente cierta. La segunda es muy ingenua y equivocada: los empleados públicos jamás harán una revolución porque no la necesitan. Tienen el mando. Tienen la ley. Tienen el poder.
Los trabajadores privados tenemos menos: un poco de rabia, cansancio y el pasaporte.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 9 de noviembre de 2007

10.11.07

No soy gorilo, soy periodisto y progresisto

En tiempos tan progresistas como los que corren, el idioma debe cambiar y hacerse políticamente correcto. Por eso a los ciegos no se los llama ciegos sino “no videntes”, a las prostitutas se las denomina “trabajadoras sexuales”, los niños que viven en la calle son niños en “situación de calle” y no hay gente con retardo sino con “capacidades diferentes”. Ya no se sufre de estreñimiento sino de "tránsito lento". El cambio de denominación no hace mejor las cosas, pero se supone que quedan más prolijas. Se puede decir “tuberculoso” pero nunca jamás “sidoso”: hay que decir “seropositivo”. El mundo es así: unos trabajan para conseguir la vacuna y la cura del sida, otros corrigen el idioma.
El último grito idiomático de lo políticamente correcto, impulsado por grupos y organizaciones feministas, es el de rechazar los genéricos masculinos.
Este movimiento comenzó hace algunos años. Uno de sus primeros logros fue conseguir que la palabra “edil”, que se usaba en forma indistinta como sustantivo femenino y masculino (la edil Mengana o el edil Fulano), dejara de emplearse como genérico para mujeres y hombres. Ahora, en el caso de una mujer, hay que decir “la edila”. Es una conquista fundamental en la lucha por la igualdad de géneros. La palabra “edil”, bajo su apariencia de igualdad sexual, representaba todo el machismo idiomático subyacente en nuestra cultura. Quizás lo justo sería dar un paso más y eliminarla del todo. Borrarla de la faz de la Tierra. Si el curul es mujer, que sea la edila. Y si el curul es hombre, que sea el edilo.
Ahora que lo pienso: también hay que eliminar la palabra “curul”: deberían ser el curulo y la curula. El curulo Pirulo y la curula Pirula.
Un hito histórico en la lucha por abolir los genéricos masculinos ocurrió en 2006, cuando un varias organizaciones de mujeres se manifestaron contra el nuevo eslogan de la Intendencia de Montevideo: “Montevideo de todos”.
Estos grupos, verdadera vanguardia del Progresismo Idiomático, realizaron una “intervención pública urbana” que consistió en modificar varios carteles de la Intendencia y, con pegotines, cambiar el eslogan sexista “Montevideo de todos” por el nuevo “Montevideo de todas”.
¡Bien hecho! Prioridades son prioridades.
Estos grupos militantes del Progresismo Idiomático remitieron una carta al intendente Ricardo Ehrlich, reproducida en La Diaria. La misiva decía en un pasaje: “En las palabras ‘Montevideo de todos’, las mujeres montevideanas nos sentimos excluidas”.
La carta fue respondida por el director de prensa del municipio Gonzalo Eyherabide quien, citando a la Real Academia Española, argumentó que es “técnicamente correcto” representar con “el masculino, lo femenino y masculino a la vez”.
Hago votos desde aquí para que Eyherabide nunca llegue a ser edilo o curulo, porque no lo merece. Es difícil comprender cómo un funcionario progresisto puede esgrimir argumentos tan vetustos y retrógrados.
Los dichos de Eyherabide fueron respondidos por Lucy Garrido, de la organización Cotidiano Mujer: “Estamos en contra de ese genérico al que hace mención el director de Prensa de la IMM y por el cual invoca a la Real Academia Española”. ¡Bien dicha, Lucy!
Lamentablemente, en forma simultánea, la Comisión de Mujeres del Centro Comunal Zonal 12 propuso que el eslogan municipal fuera cambiado a “Montevideo Nuestra”.
Creo que es un razonamiento tristo y una idea trista: el machismo idiomático se ha infiltrado en los grupos feministas. Por eso abogan por consignas tibias y no se atreven a luchar por cambios revolucionarios de verdad. El eslogan de la capital progresista de un país progresisto debería ser “Montevidea nuestra”. Porque, ¿por qué Montevideo se llama así y no Montevidea? Aunque el origen cierto del nombro de nuestra ciudad se desconoce, es evidente que fue un cretino machisto el que eligió un nombro terminado con “o”. Hay que cambiarlo por una “a”. Ya no se soporta más al sexisto de El Sabalero cantando “qué será Montevideo, tan querido y tan lejano”. Ni que hablar del “Montevideo, qué lindo te veo”, ese himno machisto que entonan todos los hombres sexistos cuando se emborrachan en las tabernas.
Pero aún con la oposición de mentes retrógradas como la del intendente Ehrlich, la de Eyherabide y la del Sabalero, la destrucción del sexismo idiomático avanza.
Antes, qué horror, si uno decía “los niños” se refería a todos los niños, cualquiera fuera su sexo. Por eso en el Día del Niño también las niñas recibían sus regalos. Ahora, gracias a la lucha idiomática encabezada por las ONGs feministas, esas convenciones asquerosamente machistas han comenzado a caer. Hoy ya no se dice “los niños” sino “los niños y las niñas”. ¡Qué las niñas devuelvan todos los regalos que recibieron en un día que no era el de ellas!
Este cambio idiomático revolucionario, que seguramente provocará enormes beneficios a la infancia uruguaya, día a día cobra más vigor. Cada vez es más frecuente encontrar en la prensa artículos donde el genérico “niños” es sustituido por “los niños y las niñas”. Esta Verdadera Revolución de la Lengua acaba de ser adoptada por el mismísimo Parlamento nacional. El Senado votó días atrás una ley que prohibe el castigo físico a “niños, niñas o adolescentes”.
Uruguay avanza y avanzo.
El lunes 29, La Diaria publicó un librillo de la organización Mujer y Salud en Uruguay. El folleto es el desideratum en cuanto a la tan esperada abolición de los genéricos masculinos.
Ya desde el título, se elimina “paternidad”, uno de los genéricos masculinos más asquerosos. Dice: “Significados sobre maternidad y paternidad en adolescentes”. Y, si uno y una siguen leyendo, se dan cuenta de que ya no está bien decir: “los adolescentes”. Ahora hay que decir: “los y las adolescentes” o “mujeres y varones adolescentes”. Tampoco se puede usar más el genérico “educadores”. Ahora es: “educadores/as”.
Lo que antes de la Revolución Idiomática Progresista se podía tilular: “Significado de la paternidad”, ahora debe ser: “Significado de la paternidad y maternidad de los niños, las niñas, los y las adolescentes”.
Estos cambios son necesarios, justos, genialos e imprescindiblos: me doy cuenta porque no soy ningún gorilo. Sepan desde ya, queridas compañeras, que como periodisto progresisto siempre contarán con mi apoyo.
La abolición del sexismo machisto en el idioma de las mujeres y el idiomo de los hombres, los niños y las niñas, los y las adolescentes, adolescentes varones y mujeres, los padres y las madres, los educadores/as, los trabajadores sexualos y las trabajadoras sexualas, edilos, edilas, curules, curulos, es una causa y un causo que apoyo con el más fervoroso de los aplausos.
Tiene solo dos pequeñas contras. La primera es que al escribir se gasta más papel. No importa: cuánto más papel se gaste, más plantas de celulosa se instalarán y nuestras autoridadas y nuestros autoridados ya nos han garantizado que el agua de los ríos y de las rías mejora con cada nueva planta que se instala. La segunda contra es que, al escribir y al hablar, ahora se pierde un poco más de tiempo. Pero eso tampoco importa. En Uruguay lo que nos sobra es tiempo.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 2 de noviembre de 2007.
Prohibida su reproducción sin autorización del autor.
el.informante.blog@gmail.com

El karma del Uruguay


Un discurso de 1994 de Jorge Batlle, inédito hasta hoy, permite reflexionar sobre la decadencia del Partido Colorado y del sistema político uruguayo.

Tengo en mi casa una grabación inédita de un discurso que Jorge Batlle hizo en 1994.
Lo recordé hace unos días cuando, tras la irrupción de El Peluca y su Movimiento Plancha, un publicista que trabajó para el Partido Colorado me preguntó qué había hecho ese partido para merecer un presente tan penoso.
Este publicitario cree que los colorados son víctimas de un “karma” negativo. Yo pienso que no, que existen hechos concretos que explican porqué la sala de Convenciones del Partido Colorado se usa hoy para que 20 o 30 planchas bailen cumbia villera sobre las mesas. Aquella vieja grabación es un buen ejemplo.
La campaña de 1994 era dramática porque el país estaba dividido en tercios casi iguales. Los que luchaban por la Presidencia eran Julio M. Sanguinetti (por el Partido Colorado), Alberto Volonté (Partido Nacional) y Tabaré Vázquez (Frente Amplio). Pero había otros candidatos ya que regía la ley de lemas y cada partido podía tener varios postulantes que acumulaban sus votos. Juan Andrés Ramírez también era candidato por el Partido Nacional (aún no había abierto la caja de Pandora y representaba con entusiasmo al presidente Luis A. Lacalle), y Jorge Batlle lo era por el Partido Colorado. De hecho, se decía que la suerte de Sanguinetti dependía de los votos que pudiera arrimarle Batlle.
También se decía que, debido a su vieja enemistad, Batlle –que no tenía verdaderas posibilidades de ganar la Presidencia- no estaba ayudando mucho a que Sanguinetti triunfara.
Sanguinetti había cerrado un acuerdo con el Partido Por el Gobierno del Pueblo y por eso su candidato a vicepresidente era Hugo Batalla. El Foro Batllista también había incorporado a la Cruzada 94 del senador Pablo Millor. Un equipo con centro, izquierda y derecha, como ya no se ve en los partidos tradicionales.

De terror

El acto fue en Santa Catalina, detrás del Cerro, en una casa frente a la playa. Yo trabajaba en el semanario Búsqueda y mis jefes me habían pedido que fuera a ver cuál era la verdadera actitud de Jorge Batlle en la campaña: ¿estaba trabajando por el triunfo o por la derrota de su partido?
No demoré mucho en darme cuenta.
El día anterior habían debatido en televisión Sanguinetti y Tabaré Vázquez, que era intendente de Montevideo. Y Batlle comenzó criticando a Sanguinetti por no haber sido más duro con Vázquez.
“Sanguinetti viene cayéndose como un piano. Como un piano se cae. Lo de ayer fue de terror. ¡De terror! Haberle perdonado la vida a Tabaré Vázquez fue de terror. ¡Si me lo dan me lo como crudo!” La gente aplaudió.
Batlle acusó a Vázquez de ser un cínico y a Sanguinetti de no hacerlo notar. A Vázquez, dijo, “ayer había que pasarlo por la máquina de picar carne”. Y Sanguinetti “tendría que haberle dicho que no puede hablar de conducta política una persona que no tiene conducta personal, que no tiene conducta personal. Porque notoriamente no la tiene. Es un lobo con piel de cordero. Es un autócrata, un autoritario, un déspota”.
A continuación, Batlle exhibió cuál era el plan de su sector, la Lista 15, tras la elección:
“Pueden pasar dos cosas: o que ganemos o que tengamos como mínimo tres o cuatro senadores. Y si tenemos tres o cuatro senadores nos quedamos sentados en nuestra casa, porque somos los que mandamos, porque ni el gobierno blanco ni el gobierno colorado podrán ni respirar sin venirnos a ver a nosotros. ¡Y no podrán!” Fue interrumpido por fuertes aplausos: al uruguayo le encanta mandar, no dejar ni respirar al otro y, sobre todo, quedarse sentado en casa.
Batlle apuntó luego al eje del proyecto de Sanguinetti: la alianza con Hugo Batalla. Dijo que aquello era como un pequeño Frente Amplio.
“El frenteamplito ese que ha inventado Sanguinetti, al día siguiente de la elección se disuelve. ¡Porque para que Sanguinetti junte a Millor con Batalla tiene que tomarse una bolsa de Plidex! (Hilaridad general). Millor al otro día de la elección se va a ir a la extrema derecha y le va a cobrar a Sanguinetti hasta la respiración. Y Batalla, que nunca sabe dónde está (risas) y tiene la virtud de ser gitano, y cambiarse de lugar cada cinco años, con la vejez se va a cambiar de lugar cada cuatro meses. ¿Entonces quién puede confiar que Batalla te va a dar el voto para algo?”
Luego contó un chiste, burlándose de las indecisiones de Batalla. La señora de Batalla quería comprar un apartamento con cuatro dormitorios y un baño. Y no encontraba ninguno así. Todos los de cuatro dormitorios tenían dos baños. Al final, el empleado de la inmobiliaria le dice: ¿Para qué quiere un apartamento así? ¿Por qué tiene que tener un solo baño? ¿Por qué no puede tener más de uno? La esposa de Batalla le responde: porque si tiene dos baños, mientras el Hugo se decide, se hace.
Hilaridad. Aplausos.

Amistá
Entonces Batlle me vio. Me preguntó qué hacía. Me dijo que eso no era un acto político, sino una “cena de familia”, lo que al parecer justificaba su feroz doble discurso: era candidato por el Partido Colorado, pero en los hechos estaba demoliendo su principal fórmula presidencial. Le dije que el acto era público ya que había sido anunciado en un diario. Pero Batlle insistió en que era una reunión privada, una cena familiar en la que uno hablaba y los demás aplaudían. Y, sin más vueltas, me echó.
Cuando volví a la redacción de Búsqueda, unos emisarios de Batlle ya habían arreglado todo para que nada de lo dicho en la “cena familiar” se publicara. Uno de mis jefes me dijo que no escribiera nada. Recuerdo que Gabriel Pereyra, el periodista de El Observador y Canal 10 que entonces trabajaba allí, se enojó tanto que dejó lo que estaba escribiendo por la mitad y se fue dando un portazo.
Pocas semanas después dejé ese trabajo y, con los años, me olvidé de la grabación.
Hoy pienso que la vieja cinta sirve para que mi amigo publicista pueda explicarse por qué el Partido Colorado vive un presente tan patético. Todo está allí. El doble discurso, la política de tierra arrasada, los líderes que destruyen todo y no construyen nada, la máquina de picar carne.
¿Qué queda hoy del batllismo tras décadas de liderazgo compartido entre Sanguinetti y Batlle?
Ninguno de los grupos políticos fundados por otros dirigentes ha sobrevivido. De Libertad y Cambio, de Enrique Tarigo, no queda nada. De los que fueron sus dos jóvenes más notables, Luis Hierro López debió pasarse oportunamente al Foro Batllista para seguir en carrera. En cambio, Ope Pasquet fue condenado a décadas de ostracismo por persistir en su independencia.
De la Corriente Batllista Independiente no queda nada: Víctor Vaillant es senador del MPP.
La Cruzada 94 de Pablo Millor desapareció. Y todo el aporte de Batalla y el Partido por el Gobierno del Pueblo se perdió íntegro.
Tanta destrucción tampoco sirvió para potenciar a los sectores orientados por los dos grandes líderes.
En lo que fue Unidad y Reforma y luego Foro Batllista, los viejos referentes fueron muriendo -Hierro Gambardella, Paz Aguirre, Cigliutti- y detrás no quedó nadie. ¿Quiénes fueron creciendo alrededor de Sanguinetti? Sólo Abdala, que se juramentó soldado y recitó la obediencia debida.
En la Lista 15 la situación es similar. Batlle tiene el mérito del haber espantado a los dos mejores candidatos que podría tener su partido: Alejandro Atchugarry y Eduardo Zaindesztat.
Mientras gente como Atchugarry, el Z y el propio Pasquet son alejados del partido y hasta repudiados, en su lugar se promueven candidatos que, podrán ser buenas personas, pero carecen de vuelo propio porque llevan décadas diciendo que sí a todo. Porque al mismo tiempo que los colorados apostaban a la publicidad y al periodismo amigo, el partido vació de contenido sus instituciones y sus programas, premió no el talento sino el amiguismo, fomentó la mediocridad y la hipocresía. (¿No les suena conocido a lo que hoy ocurre en otro partido?).
El resultado es que hoy el Partido Colorado tiene unos pocos soldados y ningún general que pueda dar una orientación sabia. Por eso los colorados hacen cosas tan inexplicables. Critican a Zaidensztat cuando la mayoría de la gente lo elogia (¡se venden camisetas con la cara del Z!). Creen que la renovación vendrá con un hijo de Bordaberry que defiende a su padre y minimiza la dictadura. Pasquet, tras décadas de pelear solo, apoya a Bordaberry. Jorge Batlle sigue hablando. La Sala de Convenciones del Partido se cede para una reunión familiar plancha: El Peluca baila cumbia villera mientras Hierro y Abdala sonríen para la foto.

Bye bye
No son sólo Sanguinetti, Batlle y el Partido Colorado. En su novela Concierto para doble discurso y orquesta, César Di Candia recrea un personaje, el senador Ramón Artigas Ternero De Noronha, que refleja bien un tipo de político muy uruguayo: el que sólo acepta a los obsecuentes, el que destruye todo ante el más mínimo signo de independencia, el profesional de la carne picada.
El personaje podría ser de cualquier partido. Podría ser comunista (el partido de la familia Arismendi) o socialista (el partido donde nada crece a la sombra de Gargano). Podría estar entre los líderes del MPP que organizaron una conferencia de prensa, con información falsa, sólo para destruir el prestigio de Atchugarry. Podrían ser todos los cretinos que obligaron a abandonar La Teja a Batalla, quien había sido ni más ni menos que el abogado de Seregni y Sendic en plena dictadura.
Son hechos aberrantes de los que se habla poco: otros periodistas amigos se han encargado de minimizarlos.
Toda nuestra mezquindad y nuestra falta de sentido común están allí. Toda nuestra sed de destrucción y nuestra incapacidad para el trabajo positivo. Nuestro sistema es binario: blanco o negro, amigo o enemigo. Y todavía los sabihondos se preguntan por qué la gente se sigue yendo.
La factura le llegó primero al Partido Colorado porque llevaba cien años en el gobierno. A los demás les va a ir llegando de a uno.
Uruguay paga.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 26 de octubre de 2007

18.10.07

Cuando el Che mandó parar y no le hicieron caso

El Che Guevara llegó a Uruguay el 2 de agosto de 1961, cuando caía la banda del “Mincho” Martincorena. Venía para participar participar de la asamblea de Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) en Punta del Este. Era el ministro de Industria de Cuba.
En 1997, cuando trabajaba en la revista Tres, revisé la prensa entera para reconstruir aquella visita del Che. Lo que encontré (se publicó el 9 de mayo de ese año) fue sorprendente.
Guevara llegó a Uruguay junto con Dick Farney pero, a diferencia de lo ocurrido con “el astro de la canción brasileña”, los diarios grandes no informaron de su llegada.
Recién dos días después El País escribió: “las convenciones internacionales nos obligarán a recibir por unos días, en tierras de Artigas, a esa excrecencia”.
El Día dio la noticia el 12 de agosto, cuando el CIES ya había empezado a sesionar: “Arribó al país, el pasado 2 de agosto, uno de los principales verdugos del pueblo cubano (...) Esta fiera ensangrentada, cuya crueldad sufre todo un pueblo amigo, no bien llegó a Punta del Este, se instaló en una residencia reservada al estilo de un Hitler, un Mussolini, un Kruschev”.
La presencia del Che provocó un enorme entusiasmo en la juventud izquierdista. Un grupo de muchachos se fue caminando desde Montevideo a Punta del Este sólo para verlo. El hoy actor Pepe Vázquez era uno de ellos.
La conferencia del CIES se inauguró el 4 de agosto y el periodista Walter Arias Zunino describió así en El Día la presencia del Che: “Con un gesto hasta de burla, siguió desde el palco los acontecimientos en una posición indolente, escudado y agasajado por los esbirros que lo rodean. Barbudo, de cabellos no muy cuidados, pese a que el uniforme que vestía estaba ordenado, recientemente planchado, a ojos vistas, dejó el Che una sensación de desprolijidad y ordinariez”.
El 8 de agosto, Guevara habló por primera vez en la conferencia. Estados Unidos ofrecía financiar obras de saneamiento en América Latina y él se burló de “la revolución de las letrinas”.
Habló más de dos horas. El País dijo que habrían bastado diez minutos. “Guevara no pasa de ser una mediocridad”, señaló el cronista M.A. El Día apenas consignó que la sala estaba llena de colados que miraban al Che con las “caras extasiadas”. Entre los extasiados estaba Ángel Rama, que escribió en la izquierdista Marcha que el Che era un “improvisado fiscal” que demolía todas las mentiras.
Guevara también defendió la revolución pero, sorprendentemente, no la consideró un camino excluyente: “Hemos previsto y diagnosticado la revolución social en América (...) Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar a través de este desarrollo armónico, por préstamos a largo plazo con intereses bajos, como anunció el señor Dillon, a 50 años de plazo, también nosotros estamos de acuerdo”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha citaron ese párrafo.

Desagravio al mate

Lejos de todo aquel maniqueismo, el presidente del Consejo Nacional de Gobierno (Uruguay tenía gobierno colegiado), Eduardo Víctor Haedo, invitó a Guevara a tomar mate en La Azotea, su casa en Punta del Este. El Che fue todas las mañanas mientras estuvo en el balneario.
Las fotos son muy conocidas. Pero el presidente del gobierno uruguayo fue muy criticado por tomar mate con el Che. El Día dijo que Haedo se regodeaba reuniéndose con “seres inferiores”, “rufianes internacionales, la expresión más baja del crimen”. Benito Nardone (“Chicotazo”), también integrante del Consejo Nacional de Gobierno, organizó días después un gigantesco acto de desagravio al mate.
El 9 de agosto, Guevara dio una conferencia de prensa en el hotel Playa. El País y El Día no publicaron una línea, Marcha sí. La crónica la escribió Eduardo Galeano. Cuenta que cuando al Che le preguntaron cuándo habría elecciones en Cuba, respondió:
-Hasta ahora el pueblo nunca pidió elecciones.
-¿Y eso cómo lo sabe?
-Bueno: lo decide un millón de personas en la plaza pública.
Galeano narra que en su crónica omitió “mucha cosa boba que el Che apenas si se dignaba a contestar a la pasada y que no vale la pena ni reproducir aquí”. Como la conferencia fue, años después, reproducida en libros y en la revista La Maga, podemos saber cuáles fueron esas omisiones. Una de ellas fue una pregunta del diario El Heraldo de Florida.
-Doctor Guevara: ¿me puede decir las razones por las cuales a los trotskistas de Cuba se les han quitado los medios de expresión, se les ha confiscado la imprenta?
-¿A los trotskistas? Mire, hubo una pequeña imprenta que publicaba un semanario que tuvo algunos problemas con nosotros, y tomamos algunas medidas administrativas, porque no tenían ni papel, ni permiso para usar papel, ni imprenta ni nada; y simplemente resolvimos que no era prudente que siguiera el trotskismo llamando a la subversión.
El 16 de agosto, el Che habló por última vez en la conferencia del CIES y pronosticó “guerras civiles” en toda América Latina, guerras de las cuales Cuba “no será responsable”, guerras que comenzarían inevitablemente en las zonas más agrestes e inaccesibles del campo: el Che Guevara nunca creyó en la guerrilla urbana.
Ángel Rama escribió en Marcha que aquel fue un “discurso profético”: “Todos vimos pasar una historia futura que se desmorona sobre nosotros en forma implacable”.

Algo que cuidar

Guevara llegó a Montevideo el 17 de agosto de 1961 para hablar en la Universidad. César Batlle Pacheco, integrante del Consejo Nacional de Gobierno, pidió que se lo declarara “indeseable” porque el mismísimo “Mincho” Martincorena era un santo al lado de “un señor que ostenta en su vida 580 o 590 asesinatos conocidos”.
Una multitud entusiasmada fue al paraninfo a oír al Che pregonar la revolución.
Según una reproducción que hizo años después Cuadernos de Marcha –en 1967- el discurso de Guevara fue interrumpido 39 veces por el público: 30 por “aplausos”, tres por “gritos”, dos por “aplausos prolongados”, tres por “grandes aplausos” y una por “silbidos”: reforma agraria (aplausos), créditos de la Unión Soviética (grandes aplausos), bloqueo norteamericano (silbidos). En cambio, hubo un extenso pasaje que transcurrió en silencio. Sin interrupciones.
Dijo:
“Y nosotros –les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto- nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa. Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América (...) y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas.
Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí en el Uruguay (...) De tal forma que eso es algo que no se logra, ni mucho menos, en los países de América.
Ustedes tienen algo que cuidar, que es precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya explotación del hombre por el hombre”.
Recién ahí el público volvió a aplaudir. Pero sobreponiendo su voz a los aplausos, el Che siguió: “...lo que no en todos lados sucederá lo mismo, sin derramamiento de sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha reprodujeron este pasaje.
Para unos, la cita no coincidía con la imagen de “fiera ensangrentada” que habían publicitado. Para otros, era muy incómoda porque ya comenzaba el coqueteo con la lucha armada; demoler la democracia uruguaya era la consigna.
Unos y otros apostaban a la radicalización. Todo era blanco o negro.
Nada de lo que nos pasó fue casualidad.

Ingenuo y equivocado

Cuando Guevara se iba de la Universidad se oyeron disparos. Las balas, con seguridad destinadas a matar al Che (se ha acusado a la CIA del atentado) asesinaron a Arbelio Ramírez, un profesor de historia de 43 años.
El atentado, que nunca se aclaró, sirvió a la izquierda radicalizada para sepultar en el olvido el llamado del Che a cuidar la democracia uruguaya. Apenas un año y diez meses después de su discurso en la Universidad, los tupamaros asaltaban un club de tiro en Colonia Suiza en procura de armas para su revolución.
No había ninguna dictadura en Uruguay. Tampoco era presidente Jorge Pacheco Areco, como se le ha hecho creer a los jóvenes. El gobierno seguía siendo colegiado, con mayoría del Partido Nacional y presidido por Daniel Fernández Crespo.
El líder tupamaro Mauricio Rosencof dijo en aquella nota en la revista Tres que él ya sabía que el Che no apoyaba la lucha armada en Uruguay. Pero él seguía a Raúl Sendic, que ya soñaba con ella ¡a mediados de los años 50!
Eleuterio Fernández Huidobro ha dicho que la visión del Che sobre Uruguay era equivocada e ingenua.
Qué curioso. A juzgar por los resultados a la vista, yo pensaba que los que se habían equivocado eran otros.
Por que la lucha armada en Uruguay demostró ser “un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional” y cuyas consecuencias aún estamos pagando. No había una dictadura que lo justificara, como advirtió el Che en la Universidad. La democracia era la misma que hoy, con una sola diferencia.
En aquellos años 60, para que los montevideanos pudieran ver un ejemplo vivo de miseria había que traer a un cañero desde Artigas: por eso Sendic organizaba las marchas cañeras.
Hoy, luego de la revolución tupamara y todo lo que vino después, con Rosencof, Mujica y Fernández Huidobro en el gobierno, para ver pasar la miseria basta con pararse cinco minutos en cualquier esquina.

Publicado en el diario Plan B el 12 de octubre de 2007.

6.10.07

Paco Casal según Mario Bardanca

Se hablará mucho del libro Yo, Paco del periodista Mario Bardanca.
No se trata de una biografía de Francisco "Paco" Casal. No se cuenta cómo fue la infancia del dueño del fútbol, ni cuál fue su primera novia. La obra se centra en cómo dirigen el fútbol Casal y su empresa Tenfield. Es un “libro de opinión”, según se dice en la contratapa. Bardanca opta por escribir desde la oposición. Lo que podrían ser los aspectos positivos de la gestión de Casal no se exploran. El periodista, por ejemplo, no visita a esas familias que salieron de la pobreza gracias a Paco. El punto es apenas laudado con una frase: “Los incondicionales que lo rodean se llenan la boca repitiendo hasta el hartazgo que es el gran benefactor del fútbol”. El propio Casal le dice a Bardanca: “la plata que yo genero se invierte acá. Yo le hice ganar millones de dólares a mis jugadores y ellos después reinvierten en propiedades”. Un punto interesante que no es investigado.
Francisco Paco Casal - Mario Bardanca - TenfieldBardanca es sincero: no oculta su antagonismo con Casal y así escribe su libro. Pero pudo ahorrarse algunas expresiones que denotan un sesgo excesivo. A Sergio Gorzy lo nombra siempre como “empresario” y jamás dice que también es periodista. A la FIFA la llama “multinacional”. A Paco lo llama “el brasileño Casal”, porque nació en San Pablo donde apenas vivió siete meses. “Paco viene poco a su país de adopción”, dice Bardanca sobre la visitas de Casal a Uruguay. Decir que alguien que desde bebé vive en Uruguay es un “uruguayo adoptivo” suena a necedad y a rencor. Recordar una y otra vez que alguien es brasileño, sin que venga al caso y como si eso tuviera algo de malo, suena a racismo y xenofobia.

Una genialidad

El libro no agrega grandes revelaciones sobre Casal. Su mayor mérito es hacer una minuciosa recopilación de denuncias que estaban desperdigadas aquí y allá, y que los grandes medios han ocultado en forma sistemática. Bardanca recurre para ello a un valioso archivo al que le suma un buen número de entrevistas propias.
En el libro van apareciendo todos los escándalos del fútbol de los últimos años. Hugo De León cuenta que cuando era técnico de Nacional las citaciones de los jugadores de la selección las enviaba Tenfield. El ex presidente de Liverpool Fidel Russo cuenta como el futbolista Néstor Correa rechazó por consejo de Casal un pase por el que hubiera cobrado 200.000 dólares de prima y que le aseguraba un sueldo de 20.000 dólares durante tres años. Casal le ofrecía una mejor oferta que nunca llegó. El ex presidente de Bella Vista Rodolfo Echinope narra cómo Alejandro Lembo rechazó otra oferta por consejo de Paco. En una reunión en la casa de Lembo, la madre del futbolista se desesperaba. Una oportunidad así se da una vez en la vida, le decía a su hijo. Pero Lembo no oía la voz de su madre, sólo la de Paco.
Bardanca denuncia en su libro que mucha personas han sido proscritas por no aceptar los designios de Casal o de Tenfield. Como Fernando Morena, al que nadie contrata como técnico: “Cuando se iniciaba 2007, la flamante directiva de Central Español pretendió contratarlo, pero antes de cerrar cualquier acuerdo decidieron llamar a Tenfield para pedir la aprobación. Atilio Garrido atendió el teléfono; le bajó el pulgar”.
El libro muestra que todo el sistema se sostiene con la complicidad de los canales de televisión, que al principio se enfrentaron a Casal pero luego se asociaron con él. Según se relata, Carlos Muñoz y Alberto Kesman se integraron al programa Pasión, el principal de Tenfield, por una “directiva de sus empleadores, los dueños de los canales”.
Buena parte de la credibilidad del periodismo deportivo habría sido así dilapidada por los propios empresarios sólo para complacer a Casal. El autor comenta: “Una genialidad de Paco: montó el espectáculo, era dueño de los principales actores y pagaba los críticos”.
Bardanca cuenta que el propio Nelson Gutiérrez, principal de Tenfield, le confesó que al contratar a Muñoz y Kesman se pretendía también controlar la opinión de todos los periodistas de sus equipos: “Pensamos que ellos –por Muñoz y Kesman- les iban a bajar línea a ustedes”, le habría dicho Gutiérrez a Bardanca. Y también: “Queremos saber de qué lado estás, porque a los que están en contra les arrancamos la cabeza”.
En Canal 10, donde Bardanca trabajaba, “las críticas al sistema no eran toleradas. los intereses empresariales del canal –de los tres privados, el más cercano a Casal- trajeron aparejada la censura estricta y permanente”.
“La sociedad con Casal dejó de lado una ‘regla de oro’ en la comunicación: la libertad de expresión”.

Culpable de todo

Creer que la libertad de expresión dejó de ser la “regla de oro” en los canales privados cuando llegó Paco Casal es, cuanto menos, una ingenuidad de Bardanca. Y no es la única.
Bardanca también sostiene que si Peñarol expulsara a Paco de su registro social, le asestaría un golpe mortal: “Nada vulneraría más su vanidad, nada afectaría más su omnipotencia como la expulsión de los cuadros sociales del principal club de sus amores”.
Con esa visión naif de las cosas, Bardanca festeja la elección de “Enrique Espert como presidente de Daecpu”, la gremial de los dueños de conjuntos de Carnaval, actividad que Tenfield también televisa. “Ahora se negocia en pie de igualdad”, celebra. Sobre Espert nos dice que es un “recio competidor de Paco en la venta de futbolistas” y nada más.
Casal aparece como el responsable de todos los males. Incluso el comienzo de la decadencia histórica del fútbol uruguayo se sitúa en la llegada de Paco. “Desde que Francisco Casal desarrolló su control hegemónico, el fútbol uruguayo cayó en picada. A partir de los años noventa, Uruguay no volvió a ganar, salvo la Copa América en la que fue anfitrión”.
En ese y otros temas, Bardanca simplifica demasiado, omite muchos elementos, adolece de contexto. Nunca se menciona, por ejemplo, que el de Casal no es el único monopolio existente en Uruguay, sino que todo el país está edificado sobre decenas de monopolios y oligopolios, privados y también públicos. Sobre la pasividad del gobierno del Frente Amplio ante el dueño del fútbol, Bardanca se pregunta: “¿Será que no se involucran porque Paco colaboró con algún sector de la coalición en la campaña electoral?”.
Pero el tema no se desarrolla y la pregunta queda sin respuesta.

Los gozos de Casal

Lo mejor del libro es la charla de ocho horas entre investigador e investigado en la que emerge un vívido retrato de Paco Casal.
En la charla, Casal justifica todo su accionar en defensa de los derechos de los futbolistas, explotados en beneficio de dirigentes y periodistas. La lucha de clases según Paco Casal.
“Héber Pinto, Kesman, Da Silveira, hace cuarenta años que veranean en Punta de Este. Tuve que aparecer yo para que el jugador de fútbol pueda hacerlo”, dice Casal (el libro no aclara que Pinto falleció en 2006). En otro pasaje dice: “Yo voy a terminar con los dirigentes de Carrasco”. Y también: “Los Damiani, los Del Campo... me piden fortunas y pagan miserias”.
Bardanca da cuenta de muchas veces que Casal irrumpió, con permiso o sin él, en lugares a los que nadie lo había invitado: la asamblea de la AUF, la concentración de la selección, la directiva de Peñarol. Paco no necesita que lo inviten. Él entra y listo. ¿Acaso no es el dueño?
En una reunión de la directiva de Peñarol, Casal se molestó porque el anciano presidente del club criticaba a sus jugadores, y entonces lo golpeó. “Yo una vez le pegué una cachetada a Damiani”, le cuenta con aparente orgullo a Bardanca. “Estaba el finado Goldie, el finado Espino, el finado Errico. Estaba Domínguez (...) Damiani se sentaba en la cabecera de la mesa del Consejo y yo al costado. Empezó a putear a los jugadores y no banqué... lo cacé y le encajé un cachetazo (...) Quedó enterrado en la silla”.
Paco puede porque es el dueño del dinero. “Yo soy el tipo más rico del Uruguay. El que me sigue más cerca, no sé, debe ser el ‘Coco’ Zeinal... y para alcanzarme le deben faltar 150 ó 200 millones”, dice en la entrevista.
También es el dueño los medios. Le dice a Bardanca que tiene que abandonar el “mesianismo” para volver a la televisión abierta (¡lo más increíble es que Bardanca le contesta!). Afirma que va comprar Canal 12. Que le bastaría una llamada para que echaran a Ricardo Gabito de sus empleos. Que cuando estuvo peleado con los canales privados, éstos enviaron a sus principales periodistas como emisarios. “Kesman, Muñoz y Da Silveira fueron (...) y me dijeron que si yo les sacaba los goles a los canales privados me iba a ir mal. Los eché. Los mandé a la c... de la madre”. Luego cuenta que negoció con los canales, los hizo sus socios y contrató a los periodistas que habían sido sus opositores. Se los metió a todos en el bolsillo. “Esos son los ‘polvos morales’ que más disfruto”, le explica a Bardanca.
Y de esos ha tenido muchos, según cuenta. En un momento Bardanca le dice que no entiende cómo pudo reconciliarse con Damiani y hasta sacarse una foto con él. Casal lo interrumpe: “Pero vos no entendés nada (...) no te das cuenta de que en esa foto yo me lo estoy...”
Y luego agrega, por si no quedó claro: “¡Esos son los polvos de los que yo te hablo!”. El sexo según Paco Casal.
Hay mucho goce en su vida. Hay mucha gente dispuesta a satisfacerlo: empresarios y periodistas de pacotilla, políticos distraídos, dirigentes que se dejan sopapear, futbolistas que depositan el cerebro y el alma en consignación en la sede de Tenfield.
Paco Casal es el dueño del Uruguay, o al menos así se siente. “Yo hago un acto en la plaza Lafone y convoco más gente que Tabaré Vázquez”, dice.
Los políticos le temen. Los canales de televisión se arrodillan delante suyo. Ya fue condecorado en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Palacio Legislativo. “Gracias Paco”, se leyó en el tablero del estadio Centenario.
No tenemos monarquía, pero tenemos rey.
Cada país tiene el rey que se merece.
Y viceversa.

Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, 5 de octubre de 2007

Hoy estoy raro y no entiendo por qué


Consumir la prensa uruguaya me provoca un inexplicable desasosiego y muchas preguntas sin respuesta.

No entiendo. Antes los programas que producía cada canal de televisión eran su máximo orgullo. Ahora Canal 12 levanta la emisión de su principal programa periodístico, Código País, porque hay un “repechaje” en el programa argentino Bailando por un Sueño. Y Canal 4 cambia el día o la hora de emisión de su mejor programa, Los Informantes, según lo que ocurra en el también argentino Gran Hermano.
Por más que lo pienso no lo entiendo. Si los canales sienten tan poco aprecio por sus propios programas, ¿para qué los hacen?
Es curioso, además: después hay gente que se ofende cuando los argentinos nos tratan como una provincia. ¿Pero acaso no es ése el mensaje que transmite la forma de actuar de nuestros medios de comunicación más masivos? La televisión brasileña une al Brasil de punta a punta: le dice al gaúcho que toma mate amargo muriéndose de frío en Bagé y al negro que cree en los orixás y cocina con aceite de palma en el calor sofocante de Bahía, que los dos son parte de un mismo país. La televisión uruguaya nos dice: somos una provincia de Buenos Aires.
Canal 10, en cambio, es el “canal uruguayo”. Canal 10 llora las recientes muertes de Barret Puig y Ángel María Luna, dos periodistas uruguayos de meritoria trayectoria que trabajaron durante años en su pantalla. Acto seguido su nuevo periodista estrella, Ignacio Álvarez, muestra en su programa Pan y circo un video de una modelo argentina clase C mientras se introduce un pene de proporciones en la boca, en un primer plano algo pixelado. La consigna ya no es “periodismo puro y duro”. Ahora es simplemente: “puro y duro”.
Quedo desconcertado. ¿Cuándo fue que el periodismo se casó con la pornografía? ¿Esa es la semilla que sembraron Barret Puig y Ángel María Luna? No sé cuándo, pero es evidente que en algún momento me perdí algo. Algo grande. Hay demasiadas cosas que no entiendo.
¿Cuándo fue que comenzó a estar bien que los periodistas hagan publicidad? Hace 20 años, Carlos Giacosa fue estigmatizado por sus avisos de Galaxy, pero ahora todo cambió. ¿Está seguro Aldo Silva de que las AFAP cuidarán de nuestro dinero y alguna vez cobraremos las fortunas que nos retienen? ¿O el dinero de nuestros aportes será dilapidado y desaparecido, como el que nuestros padres y abuelos aportaron al BPS? Yo no podría asegurarlo.
Las agencias de publicidad usan periodistas porque se supone que dicen la verdad, por obligación profesional. Como la publicidad miente (no es cierto que nueve de cada diez estrellas usen el mismo jabón) y el público se da cuenta, a los publicitarios les sirve usar periodistas para confundir: si el mensaje es publicitario no tiene porqué ser cierto, pero si lo dice Aldo Silva, ¿no será verdad?
Son muchos los periodistas que de golpe se han puesto a hacer avisos. ¿Qué pasará cuando el público pase a asociar al periodismo con la mentira publicitaria? Es curioso que una cronista tan incisiva como Fernanda Cabrera no se lo haya preguntado.
Marcelo Jelen escribió sobre este tema en La Diaria. Es una rara excepción, porque los periodistas ya no discuten sobre asuntos tan aburridos. Antes en las redacciones se hablaba de política, periodismo y fútbol. O de libros y música. Ahora se habla de lo que pasó en “La Casa”. ¿Qué casa? Trato de participar en las conversaciones pero no puedo. ¿De qué casa me hablan? A veces dudo si podré seguir ejerciendo el periodismo por mucho tiempo. Tengo pesadillas: sueño que me dedicó a la pornografía. Me hago famoso diciendo “ja-pi” en la tele. Hago publicidad de Cutcsa, la nueva empresa modelo del periodismo uruguayo. Me despierto sobresaltado: mis compañeros me dicen que hay novedades en “La Casa”. ¿¡Qué casa!?
Por fin comprendo de qué casa me hablan leyendo las páginas de “cultura” y “espectáculos” de los diarios uruguayos, Plan B incluido: todos los días incluyen “noticias” sobre lo que ocurre en “La Casa de Gran Hermano” y “Bailando por un sueño”.
Otra vez no entiendo. Que haya programas de entretenimiento está bien, claro. Pero, ¿cuándo fue que cualquier nimiedad que ocurre dentro de un programa televisivo de entretenimiento se transformó en noticia? Con el criterio de los actuales editores de “cultura” y “espectáculos”, hace 20 años se habrían publicado las siguientes primicias: “Olmedo suspende grabación de No toca botón porque amaneció con diarrea”, “Gasalla discute con Naboletti porque nunca paga los bizcochos” o “Mucama despedida por Doña Florinda asegura que sus pechos son de silicona”.
Sigo sin entender. Aún aceptando que cualquier flatulencia expelida dentro de las paredes de “La Casa” o cualquier comentario libretado en “Bailando por un sueño” pueda pasar como noticia: ¿es necesario publicar algo sobre estos programas TODOS LOS DÍAS? ¿Es que ya se reseñaron todos los libros y discos? ¿No hay otros estrenos en el cine y el teatro? ¿Ya no hay exposiciones, conferencias, charlas, museos, programas de radio, revistas, blogs, páginas de internet sobre los cuales informar y comentar?
Por supuesto: existe todo eso y mucho más. Pero los medios presentan una visión cada vez más angosta del mundo en el que vivimos. Se reproducen a sí mismos. Recalientan una y otra vez el mismo guiso ya recalentado, que no tiene gusto a nada. Si la insípida Paris Hilton eructa en público, usted lo tendrá en la tele, la radio, internet y en la página de “cultura” y “espectáculos” de su diario preferido. Y luego el comentario del eructo, la crítica, la autocrítica, el desmentido de la autocrítica y el desmentido del desmentido. Por último el llanto. El llanto de Paris Hilton. El llanto de Abigail. El llanto de Wanda Nara. El llanto de Adela Dubra. Hoy todos lloran en televisión. Ni esa originalidad le ha quedado a Jorge Batlle.
Me exprimo la cabeza y todavía me cuesta entender. Canal 10 le acaba de ofrecer un puesto en su programa Pan y Circo a Abigail, el simpático travesti que concursó en “Bailando por su sueño”. ¿Ahora todos somos periodistas?
Abigail dijo que no. Aceptó una propuesta más artística y no hará periodismo. Abigail debería darle un curso a los directivos de Canal 10. Sabe cantar, bailar y su sentido común funciona.
Pero ella dijo que no y muchos otros dijeron que sí. Las pantallas, el éter y las páginas están llenos de no periodistas que ejercen el periodismo. Es el nuevo periodismo sin periodistas. Es genial. Es divertido. Es barato. Solo la calidad cayó un poco. ¡Cuidado! Hay un misil en Gualeguaychú listo para ser disparado contra Botnia. Ah, es una pieza de museo. Bueno, son detalles, cositas, no hay que dramatizar. ¿Al final Uruguay se fue del Mercosur?
Prendo la tele. La uruguaya Claudia Fernández, otra estrella de la televisión nacional, dice que su novio la está esperando con un frasco de gel en la mano, porque él le gusta entrar por la puerta trasera.
Pienso un poco y entiendo. Por fin entiendo.

Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 7 de setiembre de 2007

Acusan a Fernández Huidobro de venderse a la derecha

En Uruguay no existe la izquierda fuera del Frente Amplio. Wilson Ferreira era de derecha. Hugo Batalla era de izquierda pero un día se hizo de derecha. Pepe Batlle, Domingo Arena y Grauert: todos de derecha. El sinónimo de Frente Amplio es “la izquierda”.
La gran novedad es que ahora también se puede ser de derecha dentro del Frente Amplio.
El nuevo integrante de la derecha uruguaya es el senador Eleuterio Fernández Huidobro. Está dicho en un artículo publicado en Brecha a propósito de su alejamiento de los Tupamaros. La nota incluye un largo análisis del docente en ciencias políticas Álvaro Rico, el único analista entrevistado en el artículo, que explica qué hay detrás de la renuncia de Fernández Huidobro.
El análisis de Rico es el siguiente: el alejamiento de Fernández Huidobro del MLN era previsible porque el ex guerrillero ya había girado hacia la centro-derecha. ¿Por qué? Porque Fernández Huidobro ahora sostiene que los principales problemas del Uruguay son su desmesurada burocracia, la chatura cultural y la forma de hacer política. Y eso coincide con lo que dice la derecha. Incluso, qué horror, qué espanto, Fernández Huidobro coincide con Ignacio de Posadas en denunciar a la burocracia excesiva como un gran problema nacional. ¡Eso ya es demasiado!
Eleuterio Fernández Huidobro: confiese que se vendió a la derecha. ¡Confiese! ¡Confiese!

Herejía y jogging

Rico no es un analista más: es uno de los docentes seleccionados en los cursos de historia reciente implementados por el gobierno. Su análisis es revelador de cómo piensan muchos académicos e intelectuales de izquierda en Uruguay.
Que dos políticos tan diferentes como Fernández Huidobro y De Posadas coincidan en denunciar un mismo problema del país, debería al menos llamar la atención. ¿No será que la burocracia efectivamente es un problema grave?
Para Rico, está claro que no.
En cualquier país civilizado del mundo, la coincidencia entre políticos de signo opuesto debería ser festejada como una oportunidad para buscar respuestas comunes a los problemas, soluciones de consenso y de fondo. En Uruguay no. En el análisis de Rico y de miles que razonan como él, la mera coincidencia con el adversario político ya es motivo suficiente para descalificar a quien se atreve a admitir semejante herejía. (¡Confiese Fernández Huidobro!, ¡Confiese!).
Con ese modo de pensar, es imposible el acuerdo entre distintos sectores políticos. Es izquierda o derecha. Blanco o negro. No en vano Uruguay carece de políticas de Estado en todos y cada uno de los temas de importancia.
Rico en Brecha lamenta que Fernández Huidobro centre su atención en asuntos como la excesiva burocracia, y no denuncie los conflictos económicos y de poder. Dice: “No se trata de negar la incidencia de los factores culturales, pero a un hombre de izquierda se le debe exigir otro análisis. Lo que hace es desideologizar todo, no hay choque de intereses y el problema es el individuo que no puede consigo mismo”.
Según entiendo, para Rico las personas de izquierda son más lúcidas: por eso hay que exigirles “otro análisis”. Entonces es raro que él, que es un auténtico izquierdista, no vea que detrás de la excesiva burocracia sí hay “choques de intereses”, conflictos económicos y de poder.
La burocracia tiene poder. ¿O es casualidad que en Uruguay un basurero y un portero de Ancap ganen mucho más que un maestro?
La burocracia plantea un conflicto económico: se come una gran parte del dinero del Uruguay. Un ejemplo como hay millones: el mismo día en que se publicó el análisis de Rico, el vicepresidente Rodolfo Nin Novoa informó que la guardería del Palacio Legislativo, que atiende a un reducido número de hijos de burócratas privilegiados, gasta más de 600.000 dólares año.
También hay “choques de intereses”. Cada vez que importamos petróleo, Uruguay se desangra y la burocracia de Ancap engorda. ¿Por qué será que nunca hemos desarrollado ninguna alternativa energética propia, salvo la construcción de las represas hidroeléctricas, todas levantadas por dictaduras?
Para Rico, el nuevo Fernández Huidobro, el Ñato light, “desideologiza todo”. Ése es otro gran pecado. (¡Confiese Fernández Huidobro! ¡Confiese!). Lo mejor es no “desideologizar” nada. La ideología ante todo. En Uruguay una idea nunca es buena o mala, es de derecha o de izquierda.
Hace algunas semanas el diario izquierdista francés Liberation publicó un artículo titulado: “¿Hacer jogging es de derecha?”. Liberation se hace la brillante pregunta porque el nuevo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, es de derecha y le gusta salir a correr. Una especialista consultada por Liberation dijo: “el jogging, por supuesto, está del lado del resultado y del individualismo, valores tradicionalmente atribuidos a la derecha”. Correr “más que un modo de andar es un modo de pensar”. Mitterrand caminaba. Caminar es de izquierda. Correr de derecha. Luchar contra la burocracia es como hacer jogging: derecha pura.
Uno no sabe qué es peor: si el cinismo de la derecha que nos quiere vender este mundo cada vez más desigual como un paraíso mággico, o la incapacidad de la izquierda para proponer una alternativa, algo que no sea el mismo discurso maniqueo de siempre.

Solo en la tatucera

Lo peor es constatar que una vez que Fernández Huidobro emprende una guerra sensata, sus posibilidades de ganar son las mismas de siempre: ninguna.
A la enorme burocracia uruguaya la criaron y la cebaron colorados y blancos, pero cuando (muy tarde) se dieron cuenta de que el monstruo había cobrado vida propia, que su apetito es insaciable, y tímidamente quisieron enfrentarla, fue el Frente Amplio el que acudió a su rescate.
El Frente Amplio llegó al poder con el voto agradecido de la burocracia. Fernández Huidobro debería contar cuántos miembros de la privilegiada burocracia uruguaya están sentados en el Parlamento y en los directorios de las empresas públicas en representación del Frente Amplio. (¡Cuente Fernández Huidobro! ¡Cuente!).
Mientras el Ñato libra su nueva guerra, solitaria como siempre, su gobierno está designando miles y miles de nuevos burócratas. Y aumentando los impuestos a un buen porcentaje de trabajadores para poder cerrar las cuentas.
A pesar del cambio prometido, a pesar de todo el entusiasmo que provocó en 2004 el triunfo del Frente Amplio, las opciones a las que se afilian hoy los uruguayos siguen siendo las mismas dos de toda la vida: conseguir un puestito en el Estado o emigrar. Al final Liberation tenía razón: los que consiguen un puesto en el Estado se hacen de izquierda: comienzan a caminar tranquilos por la vida. Los que no, debemos ser de derecha porque corremos. Corremos para llegar a fin de mes. Corremos para pagar la nafta más cara del mundo. Corremos para pagar el IRPF. Corremos para pagarle a los burócratas. Corremos lejos. Hasta España no paramos.

Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 31 de agosto de 2007

31.8.07

Los nuevos presidentes "progresistas" de la región prometieron transparencia pero sus gobiernos padecen un escándalo detrás del otro. ¿Y Uruguay?

La corrupción es la nueva ola

Solemos hablar de la política uruguaya como si fuera un fenómeno muy original. Incluso hay medios que informan de la política local como si fuera autónoma de la marcha del mundo, no le dan al público ninguna información internacional de peso. Quizás eso explique al mismo tiempo la chatura de nuestras elites y la pobreza de nuestra percepción de la realidad. Somos la aldea que se cree mundo, el perro de Pavlov de la política mundial.
La verdad es que la política uruguaya de original no tiene nada. Perón y Luis Batlle fueron enemigos sí, pero mientras eran presidentes Argentina y Uruguay impulsaron la misma política de nacionalización y estatización de los servicios públicos.
Nuestra historia reciente es la menos original de todas. Tuvimos una guerrilla mesiánica en los años 60, como en casi toda América Latina. Quien mire mucho TV Ciudad puede llegar a creer que los tupamaros fueron algo excepcional. Haber hecho un túnel para escaparse de la cárcel fue su máxima hazaña. La minúscula guerrilla brasileña logró secuestrar al mismísimo embajador de Estados Unidos en 1969 y canjearlo por 15 presos políticos, y en Brasil nadie habla de ella.
Después, en los 70, tuvimos nuestra dictadura militar filofascista igual que en Argentina, Brasil, Chile y Paraguay. Durante años se pregonó la idea de que nuestra dictadura había sido "a la uruguaya", menos salvaje, menos asesina: se había respetado la vida de los líderes guerrilleros presos, los muertos habían sido involuntarios "excesos" en los interrogatorios. Ahora sabemos que hubo ejecuciones, presos traídos desde otros países para fusilarlos, mujeres embarazadas secuestradas para robarles a sus hijos y luego asesinadas.
En los 80 recuperamos la democracia, igual que toda la región. Hasta el perfil de los presidentes elegidos en uno y otro país –Alfonsín, Sanguinetti, Sarney- resultó parecido: políticos tradicionales, cultos, de centro. En todo el continente se recuperó la democracia, con todas las virtudes y los mismos vicios que había tenido antes de los golpes de Estado.
En los 90 tampoco fuimos originales: Uruguay apostó al neoliberalismo, como casi toda América del Sur. Fueron los años de Lacalle, Menem, Collor de Mello. Más o menos radical, más o menos prolongado en el tiempo, el modelo vino con una lluvia de casos de corrupción y se fue con un rotundo fracaso.

Un escándalo por día

Justamente el hastío de la gente con las promesas nunca cumplidas por los adoradores del mercado provocó la penúltima ola: la de los presidentes "progresistas". La llegada al gobierno del Frente Amplio coincidió con los triunfos electorales de opciones similares en Argentina, Brasil y otros países del continente.
Por supuesto que en cada una de estas olas hay matices: Sanguinetti no se animó a juzgar a los militares como Alfonsín. Lacalle no bailaba con odaliscas como Menem. Tabaré Vázquez es el único presidente part time del universo progresista (y seguramente del universo todo). Fuera de estos matices, las coincidencias siempre son muchas. Todos los nuevos presidentes "progresistas", por ejemplo, llegaron al poder prometiendo abatir la corrupción. Pero la nueva ola que está recorriendo la región dice lo contrario.
Primero fue Lula. Aunque el Frente Amplio (con el apoyo de periodistas y académicos amigos) ha puesto mucho empeño en disimularlo, el gobierno de Lula ha exhibido una corrupción a la altura de los peores ejemplos de la historia sudamericana, lo que es mucho decir. Compra de votos en el Parlamento, coimas que encubren un financiamiento ilegal del Partido de los Trabajadores, enriquecimiento del hijo del presidente, son apenas parte de una serie de escándalos sin fin.
Ahora la ola llegó a Argentina: la secretaria de Medio Ambiente reparte contratos millonarios entre familiares y amigos, una bolsa con decenas de miles de dólares aparece en el despacho de la ministra de Economía, la empresa Skanska que contrata con el Estado se ve envuelta en un escándalo de coimas. Sólo falta un romance entre Kirchner y Cecilia Bolocco.

La valija

Si se necesitaba algo más para confirmar la ola de corrupción "progresista", la bolsa con 790.550 dólares que un venezolano cercano al gobierno de Hugo Chávez quiso introducir en forma clandestina en Argentina completó el panorama.
¿Y Uruguay forma parte de la ola, como siempre? Hay datos preocupantes al respecto. El venezolano de la valija, Guido Antonini, se fue de Argentina hacia Uruguay. ¿Qué hizo aquí? Se sabe que solía visitar Montevideo como lobbista y que se alojaba en hoteles reservados por Pdvesa. ¿Para qué venía? ¿Tiene eso que ver con los negocios que el gobierno uruguayo está haciendo con Pdvsa?La noticia, para peor, coincidió con otra sobre un misterioso cargamento de municiones bélicas venezolanas embarcado hacia Uruguay sin que se sepa bien porqué. ¿Todo es pura casualidad?
Se ha dicho que el dinero que quiso introducir Antonini en Argentina serviría para financiar grupos políticos pro Chávez. ¿Está Venezuela solventando grupos políticos uruguayos? Es posible. El modo en que se financia nuestra política es un completo misterio: mantener este secreto es una de las pocas coincidencias de los tres principales partidos.
Mientras la prensa argentina dice que los funcionarios del gobierno de Kirchner implicados en el escándalo Antonini son "recaudadores", la prensa uruguaya no dice nada. De este lado del Plata, con provinciana hipocresía, hacemos de cuenta que política y dinero nunca se juntan. ¿De dónde sale la fortuna que se gasta en televisión en cada campaña electoral? ¿Quién la aporta? ¿Bajo qué condiciones? ¿Es casualidad que los grandes beneficiarios de la reforma tributaria sean los grandes supermercados? La falta de transparencia tiene eso, alienta la suspicacia.
En la nueva ola "progresista" sudamericana se dice que hay dos o tres izquierdas distintas. A quien más se parece Tabaré Vázquez es a Lula. Como Lula, Vázquez no era un político tradicional. Como Lula, no llegó a la presidencia en su primer intento. Como Lula, encausó a su partido detrás de sus líneas menos radicales. Como Lula, apostó a la política económica de sus antecesores. Como Lula, es amigo de Estados Unidos. Como Lula, el bajo tenor izquierdista de su gobierno frustra a muchos de sus votantes.
Lula encontró la forma de ser reelecto a pesar del desencanto militante y la brutal exposición de toda la corrupción de su gobierno: repartir mucho dinero a los pobres a través de planes de asistencia social y crear miles de nuevos empleos públicos.
Vázquez ya conoce el desencanto radical. Vázquez ya reparte mucho dinero entre los pobres. Vázquez ya está creando miles de nuevos empleos públicos. Es de esperar que las coincidencias terminen aquí. Que Uruguay no se sume a la nueva ola que recorre el continente.

PUBLICADO EN EL DIARIO PLAN B, VIERNES 17 DE AGOSTO DE 2007

10.8.07

El deporte es otra cosa



La forma en que Peñarol despidió a Gregorio Pérez y contrató a Gustavo Matosas revela lo profundo de la decadencia del fútbol uruguayo

Jesse Owens destrozando la teoría de la superioridad de la raza aria en diez segundos, delante del mismísimo Adolfo Hitler, en el estadio Olímpico de Berlín. Muhammad Alí (Cassius Clay) rehusando ir a la guerra de Vietnam, obligando al mundo a mirar hacia África, enseñando que hay cosas más importantes que ser campeón del mundo. Chilavert levantado uno a uno a sus compañeros caídos después de la derrota contra Francia en la Copa del Mundo de 1998.
Muchas de las grandes lecciones de dignidad y coraje de los tiempos modernos las han dado los deportistas y el deporte. Por eso es doblemente triste observar en qué se ha transformado hoy el fútbol uruguayo.
Albert Camus, el genial autor de El Extranjero, dijo que todo lo que sabía sobre moral y los deberes de los hombres lo había aprendido en una cancha de fútbol. Hoy en el fútbol uruguayo solo se puede aprender de traición y mentiras, de deshonra y corrupción. No importa cuantos papagayos se compren para repetir lo contrario: el hedor de la cloaca se siente de lejos. Si una prueba faltaba, el escandaloso despido de Gregorio Pérez de Peñarol y la no menos escandalosa contratación de Gustavo Matosas son pruebas fehacientes de lo profundo del pozo.


1

El 13 de junio la directiva de Peñarol recibió a Gregorio Pérez. El técnico puso su cargo a disposición del club porque no había logrado ser campeón. También le pidió a los dirigentes que se unieran en pro de Peñarol. Los dirigentes le respondieron que querían que siguiera dirigiendo al equipo y lo ovacionaron. "El técnico aurinegro recibió el apoyo de toda la directiva", dijo Plan B en su crónica. "Me manifestaron que querían que yo siguiera", relató Pérez y anunció que se tomaría unos días para decidirlo. El directivo de Peñarol Vito Atijas dijo a Plan B que el consejo directivo "apoyó la gestión de Gregorio Pérez": "su cargo nunca estuvo en cuestionamiento". Otro integrante de la directiva, Carlos Ricagni señaló: "Ojalá que Gregorio siga porque es un señor con todas las letras".
Dos días después de esa reunión hubo otra, más glamorosa. Paco Casal –dueño de los derechos de televisación del fútbol y de las fichas de los principales jugadores uruguayos- convocó a los dirigentes de Peñarol a la sede de su empresa Tenfield.
Según narró El País, Casal les dijo que quería "fortalecer deportivamente" al club, consiguiéndole "figuras de mayor nombre" para mejorar el espectáculo televisivo. El "coordinador institucional" de Peñarol (una especie de presiente suplente nombrado a pesar de que no figura en los estatutos) Juan Pedro Damiani, el hijo del contador, dijo a El Observador que la reunión no tenía nada que ver con la continuación de Pérez como técnico. "No se habló de jugadores ni el empresario puso objeción alguna a la continuidad de Gregorio Pérez", dijo El País. El dirigente Ricagni relató que conocer a Paco fue toda una experiencia: "Encontré un hombre experiente, consejero y sabio que nos dio importantes recomendaciones para hacer un nuevo Peñarol". Tocado por el aura de un ser tan removedor, Ricagni agregó que tras esa reunión nacía un nuevo Peñarol. "El cielo está abriendo", dijo.

2

El lunes 18 Gregorio Pérez dijo en El Observador que al fin decidió aceptar el pedido de la directiva y continuar en Peñarol.
El mismo día, Últimas Noticias tituló: "Gregorio no se va" y anunció que los dirigentes de Peñarol reforzarán el plantel, tal como les pidió el técnico. La nota incluyó una lista de jugadores representados por Casal que podrían llegar al club.
El viernes 22 El País informó de otra nómina de refuerzos que llegarían a Peñarol de la mano de la nueva amistad con Paco: Fernando "Petete" Correa sería el primero.
Sin embargo, el sábado 23 los dirigentes se reunieron con Gregorio Pérez en Los Aromos y todos los jugadores que iban a llegar a Peñarol desaparecieron. Según las crónicas, en la reunión en Los Aromos, los dirigentes de Peñarol le dijeron a Pérez todo lo que se le dice a un director técnico cuando se quiere provocar su renuncia. Le dijeron que el club no tiene un peso. Que no contratará a nadie. Que se olvide de los jugadores de los que habían hablado. Que no se podrá retener a ninguno de los futbolistas que están en el club, ni a Silvio Mendes, ni a Juan Castillo, ni a Julio Mozzo. Le dijeron que deberá enfrentar los campeonatos que vienen con juveniles. Sólo faltó que le insultaran a la familia.
Ricagni definió la reunión en El País: hubo "transparencia y sinceridad, y así se logran grandes cosas".
Inocente, bueno, Gregorio Pérez no pensó mal. Dijo que se iba preocupado. Notó sí que en la reunión anterior en la sede del club los mismos dirigentes le habían hablado de nuevas contrataciones "pero ahora fue muy distinto".
¿Por qué había ocurrido un cambio tan radical? ¿Por qué antes habían hablado de refuerzos y ahora de golpe no se podía contratar ni siquiera uno? Gregorio no sospechó. "¿Esto le cambia los planes o sigue en el cargo?", le preguntó El País. "No, yo ya estoy embarcado en este proyecto que es Peñarol. Así que hay que seguir", respondió y se fue a su casa a llamar a futbolistas, socios que pudieran dar una mano, a hacer una lista de los juveniles que podían ser ascendidos para pelear el campeonato.

3

El lunes 25 El Observador aclaró el misterio. Según el periódico, en la reunión que diez días antes los dirigentes de Peñarol habían tenido con el "consejero experiente y sabio" Paco Casal éste les había exigido que echaran a Gregorio Pérez y que en su lugar contrataran a Gustavo Matosas.
"Paco le bajó el pulgar y tambalea Gregorio", decía el título de la nota. "Según pudo saber El Observador, el empresario se disgustó con Gregorio porque éste arregló su nuevo contrato con la institución sin antes hablar con él".
"A Gregorio no lo quiero en Peñarol", le habría dicho el sabio consejero a los dirigentes del club.
Además, una anónima "fuente aurinegra" explicaba en el artículo que la reunión realizada en Los Aromos con Gregorio Pérez, ese oasis de "transparencia y sinceridad" según la definición de Ricagni, había sido un intento de provocar la renuncia del técnico.
¿Por qué los dirigentes de Peñarol actuaron de un modo tan bochornoso y contradictorio con lo que habían hecho diez días antes? El Observador lo explicó así: "Los dirigentes de Peñarol quedaron con las manos atadas luego de la conversación con Casal. Si se queda Gregorio no habrá grandes inversiones. Si se va, pueden llegar algunos refuerzos del exterior".
Al día siguiente, cada uno de los ignominiosos anuncios de El Observador comenzaron a confirmarse.
Damiani hijo llamó por teléfono a Gregorio Pérez a su casa. Pérez estaba ultimando un plan para que Peñarol pudiera enfrentar del mejor modo posible su futuro inmediato y creyó que lo llamaban para que fuera a la sede a presentar el proyecto. Pero Damiani le dijo que estaba despedido.
"Fue una sorpresa muy grande porque hace unos días me habían ratificado en el cargo frente a toda la prensa", le dijo Pérez a Plan B.
El jueves 28 se cerró el círculo: Gustavo Matosas fue contratado como nuevo director técnico de Peñarol.

Final

Los hechos hablan solos. Los actuales dirigentes de Peñarol quedarán en la historia como los protagonistas del episodio más vergonzoso en la centenaria historia del club.
¿Por qué lo hicieron? Unas declaraciones de Damiani hijo a El Observador quizás lo expliquen. El periodista le preguntó al dirigente por la nueva relación de Peñarol con Paco Casal, tras años de guerras perdidas. Damiani hijo respondió: "Queremos generar una buena relación con él. Es una persona muy importante en este fútbol: tiene la televisión y los jugadores, es decir que no le falta nada. Estamos en el CTI pero se puede salir".
Lo ocurrido demuestra hasta qué punto el "experiente y sabio" Casal influye en el fútbol uruguayo. Ya sabíamos que según los humores de Tenfield, los periodistas son invitados a subir o a bajar del avión en el que viaja la selección, las radios echan a sus relatores, el canal oficial Tveo, La Meca del progresismo, cambia a sus informativistas. Eso ya lo habíamos visto. Ahora –según nos dice El Observador- Casal logró que Peñarol despidiera a uno de sus héroes, "un señor con todas las letras" al que sólo diez días atrás la directiva había ovacionado. Y también logró hacer que el sustituto elegido fuera su preferido. Y también logró que todo esto ocurriera de un día para otro. Es curioso como la prensa uruguaya habla con naturalidad de noticias que le darían vuelta el estómago a un guerrillero checheno.
¿Qué otras cosas puede lograr Casal?
¿Qué otras cosas ya ha logrado?
¿No le da un poquito de pudor a Gustavo Matosas asumir así la dirección técnica de Peñarol?
Viendo todo lo ocurrido en los últimos días, ¿habrá sido casualidad que justamente Gregorio Pérez perdiera las finales del campeonato uruguayo y las ganara justamente Gustavo Matosas? La crónica de El Observador me sembró la duda.
El deporte, para ser deporte, necesita de ciertas condiciones y garantías. Los equipos, los deportistas, tienen que medirse en igualdad de condiciones, con respeto a los reglamentos y con la certeza de que nadie tendrá ventajas sobre los otros. Cuando estas condiciones no existen, el deporte tampoco: la competencia pasa a ser otra cosa: un circo, un tinglado montando para la TV, un negocio millonario. Más o menos así eran los Titanes en el Ring de Martín Karadagian, aunque mucho más divertidos y honestos.
¿Este es el baño de jabón y cepillo de alambre que el ministro Héctor Lescano dijo que necesitaba el fútbol? ¿Este es el nivel de higiene que satisface al gobierno?
¿No es obligación del Ministerio de Educación y Cultura velar por el cumplimiento de los estatutos de las instituciones deportivas? ¿Así ejerce el ministro Brovetto esta responsabilidad?
En los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, en medio de la monstruosa puesta en escena nazi, con todo preparado para demostrar la superioridad de la raza aria y con el mismísimo Adolfo Hitler en la tribuna, el negro Jesse Owens pudo ganar cuatro medallas de oro.
En el fútbol uruguayo 2007, bajo un gobierno democrático y progresista, ¿se puede ganar contra Paco Casal?
La respuesta, que la sabemos todos, está soplando en el viento.


PUBLICADO EN EL DIARIO PLAN B, 6 DE JULIO DE 2007

9.8.07

Energía nuclear: la madre de todas las dependencias

Energía nuclear es lo que Uruguay necesita. Para eso es necesario derogar la ley que prohibe su uso. Con este discurso están insistiendo algunos políticos, científicos y periodistas. 
Entre los políticos, quien lanzó el tema al ruedo fue el senador blanco Sergio Abreu. Luego se sumaron su correligionario Ruperto Long, y el colorado Isaac Alfie. También el escritor Carlos Maggi y el ingeniero Álvaro Bermúdez, ex director nacional de Energía.
También al gobierno parece haber llegado la ola nuclear. Meses atrás, el subsecretario de Industria y Energía, Martín Ponce de León, había rechazado la posibilidad de instalar en Uruguay una central nuclear por la suma de sus inconvenientes: “Un tipo de central como la nuclear en todo caso está muy lejos en el horizonte de la razonabilidad técnico-económica”, declaró. Pero otros gobernantes no parecen tan firmes en su oposición. El ministro Jorge Lepra aprovechó su viaje a Finlandia para visitar centrales atómicas y el presidente de UTE, Gerardo Rey, dijo en estos días, al término de un seminario sobre políticas energéticas, que el gobierno no descarta la instalación de una central nuclear a mediano plazo.
Los argumentos a favor de que Uruguay abrace el uso del átomo como solución energética son varios y se centran en una realidad que no es local sino mundial: el uso del petróleo como fuente de energía está destruyendo al medio ambiente, está cambiando el clima de la Tierra y amenaza con agotar las reservas energéticas muy pronto. El actual modo de vida se encamina hacia un colapso. Los optimistas dicen que el petróleo se agotará o se tornará demasiado caro para seguir usándolo a partir de 2030 o 2040. Los pesimistas dicen que eso puede comenzará a ocurrir poco después de 2010.
Ante ese panorama tan desalentador, algunos sostienen que la solución es la energía nuclear, que no genera anhídrido carbónico y, por lo tanto, no recalienta el planeta.
Incluso algunos ambientalistas han dado marcha atrás en su oposición a la energía atómica. “Soy ecologista y ruego a mis amigos del movimiento que abandonen su equivocada objeción a la energía nuclear”, dijo el científico británico James Lovelock, un luchador contra el calentamiento global.
En algunos lugares del mundo, este relanzamiento de la opción nuclear ha dado lugar a un debate de fondo sobre las políticas energéticas, el modelo de desarrollo y el cuidado del medio ambiente.
En Uruguay, sin embargo, el debate nuclear exhibe la misma pobreza con que se discute, por ejemplo, sobre el transporte público o las políticas educativas.
Para empezar, mientras Abreu, Long, Alfie, Maggi y compañía recorren día tras día los medios con su prédica atómica, la otra campana no suena. Nadie entrevista a quienes sostienen que lo nuclear no es solución. Muchos argumentos de fondo de esta polémica son soslayados o tratados con un nivel de desinformación alarmante.
Días atrás, el senador Abreu fue entrevistado en una radio. Tras su fuerte alegato atómico, un oyente llamó a la emisora y comentó que es raro que se proponga construir un reactor nuclear cuando Uruguay desaprovecha toda su potencial energía eólica. Como Abreu ya no estaba en el estudio, el periodista respondió en su lugar: la energía eólica, dijo, no sirve para alimentar ciudades (no sabe, por ejemplo, que Dinamarca genera el 20% de toda su electricidad con la energía del viento). Luego otro oyente comentó que los niveles de seguridad que ofrece Uruguay no son los ideales para tener un reactor nuclear funcionando a la vuelta de la esquina. El periodista descalificó el argumento señalando que, razonando así, tampoco podría funcionar la planta de Botnia (no sabe, evidentemente, que el desastre de Chernobyl liberó una cantidad de radiación que algunos calculan fue equivalente al lanzamiento de entre 200 y 400 bombas de Hiroshima, algo que Botnia nunca podrá lograr ni siquiera en la más catastrofista de las visiones).
Este es el nivel del debate y así es como la prensa ayuda a aclarar el tema.

El gran salto

Los políticos uruguayos nunca se preocuparon por trabajar sistemáticamente a favor de la independencia energética del país. Mientras que el mundo lleva décadas aprovechando las energías derivadas del viento, el sol, la biomasa, en Uruguay todo eso se ha desaprovechado olímpicamente durante años sin que Abreu, Alfie y Long recorrieran los medios haciendo notar su molestia. Nuestra siesta lleva décadas y promete seguir. Mientras en el mundo se investiga cómo usar la energía del hidrógeno y la del mar, acá seguimos discutiendo qué hacer con la refinería de Ancap.
Las únicas obras destinadas a dotar de una parcial autonomía energética al Uruguay –sus represas hidroeléctricas- fueron todas ellas obras de gobiernos dictatoriales. La represa de Rincón del Bonete fue realizada durante la dictadura de Gabriel Terra. Salto Grande y Palmar son obras de la dictadura militar. Eso también habría que enseñarlo en los cursos de historia reciente.
A la democracia uruguaya nunca le interesó dotar de autonomía energética al país. Por alguna razón (¿cuál será?) la única política energética nacional ha sido la de importar petróleo, derrocharlo en abundancia y luego volver a importarlo.
Encontrar petróleo nunca interesó de verdad. La investigación de nuestro subsuelo ha sido dotada de recursos irrisorios. No es casualidad que seamos el único país de América del Sur donde nunca se encontró petróleo.
Tampoco hemos invertido nada en desarrollar alternativas propias a la importación de combustible. Batlle y Ordóñez quiso hacerlo. Ordenó al Instituto de Geología (antecesor de Ancap) que investigara la invención de un combustible derivado del alcohol. Pero terminaron fabricando caña, whisky y grapa.
Ni siquiera se llevó adelante nunca una política tendiente a ahorrar el petróleo que tan caro nos cuesta. Tenemos en Montevideo un sistema de transporte colectivo tan espantoso que todo aquel que puede es compelido a usar su propio auto. En Uruguay no se usan los ríos para transportar mercaderías, un sistema mucho más económico que el transporte carretero. Al ferrocarril se lo dejó fundir ex profeso para así gastar más combustible usando miles de camiones. La leña, que podría alimentar las calderas que hoy funcionan a petróleo, se la damos, más barata, a Botnia. Alguien, en Finlandia, decidió que eso era mejor para nosotros.
Con este panorama, no es raro que Uruguay sea tan pobre y dependiente: cada día nos levantamos y trabajamos para eso. Tenemos, eso sí, una compañía importadora de petróleo rica, que alimenta una casta de funcionarios privilegiados, mientras el resto del país paga la nafta más cara del continente. Todo lo que Uruguay recibe de sus exportaciones de carne lo gasta en importar petróleo.
Hoy cuando no llueve y las represas que construyeron las dictaduras militares se quedan sin agua, no tenemos otra alternativa que comprar más petróleo y quemarlo. Cuando la sequía de 2003, el entonces presidente Jorge Batlle anunció el plan energético nacional: “el buen Dios se va a ocupar”.
Los partidos políticos que han generado este desastre energético se han despertado de golpe. Tienen la solución mágica. El país que debe todas las materias –estudio del subsuelo, prospección petrolera, racionalización del consumo, uso del alcohol, aprovechamiento del viento, de la energía solar, de la biomasa, estudio de nuevas tecnologías- ahora tiene una solución milagrosa: saltearse todas las previas e ir directo a la energía nuclear.

Lo nuclear

La energía nuclear es resistida en todo el mundo. Pero para un país atrasado tecnológicamente como Uruguay, las dificultades para abrazar el sueño atómico son todavía mayores.
Para empezar, las centrales nucleares necesitan uranio para funcionar y Uruguay carece por completo de este mineral, al igual que el petróleo. Se habla de posibles yacimientos, sin que se haya descubierto nada por el momento.
Es cierto que las centrales nucleares no necesitan grandes cantidades de uranio, pero también es cierto que las reservas mundiales de este mineral son muy escasas. Se calcula que se agotarán en menos de 100 años: igual que el petróleo.
Los costos de levantar una central nuclear son enormes: para un país que ya domina la tecnología nuclear se estima que una central tipo cuesta unos 1.500 millones de dólares; para un país que desconoce todo sobre este tema el costo de multiplica por una cifra que nadie se atreve a mencionar. Los plazos de construcción son eternos. La tecnología que se usa debería ser importada en un cien por ciento. Lejos de independizarnos una central atómica nos generaría una nueva dependencia, muy cara por cierto. Construir una central nuclear en nombre de la autonomía energética es una paradoja, como declarar la guerra por la paz. La energía atómica refuerza nuestras dependencias tecnológica y de combustible.
Pero, con todo, estos son apenas “detalles” respecto a dos enormes problemas que presenta la energía nuclear: su seguridad y el manejo de sus residuos.
“¿Dígame una cosa, la energía nuclear es mala palabra? ¿Por qué está limitada por ley? ¿Cuál es el tema? ¿El tema de la seguridad? ¿Chernobyl? Si tenemos una planta de energía nuclear a 400 kilómetros de Montevideo en Argentina (...) Si le pasara algo a la planta de Atucha, el ser uruguayos y no tener a Atucha no nos libra del problema”, dijo el senador Abreu en 2005, en radio Carve, cuando comenzó su campaña atómica. Según Abreu, la seguridad “está controlada porque las plantas nucleares se controlan y hay energía nuclear en el mundo entero”.
Lo que es tan fácil para el senador Abreu no es tan claro para el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) que en 2003 publicó un informe de referencia, titulado The future of nuclear power, en el cual plantea que los problemas de seguridad de las plantas atómicas y sus residuos siguen siendo dos graves problemas que impiden su uso masivo.
Chernobyl no fue el único accidente nuclear, una mera excepción, como hoy se pretende que el público crea. Hubo muchos otros. La fama de Chernobyl deriva de su extraordinaria magnitud. Chernobyl impregnó de radiactividad una superficie de 160.000 kilómetros cuadrados, el Uruguay entero.
Abreu argumenta que tener la central atómica argentina de Atucha tan cerca nos expone a los mismos riesgos sin gozar de los beneficios energéticos. No es cierto.
Para empezar: es obvio que la multiplicación de centrales multiplica los riesgos de un accidente producido por un error humano o una falla en la central.
Segundo: las distancias geográficas cuentan. Hoy, 20 años después de la tragedia de Chernobyl, existe una zona de exclusión alrededor de la vieja central soviética donde la vida está prohibida porque la radiación es tan alta que todavía es un riesgo mortal echarse en el pasto o cultivar verduras. Esa zona muerta, donde las grandes ciudades están abandonadas y desiertas, se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de Chernobyl. Atucha está a 100 kilómetros de Nueva Palmira, 170 de Colonia y Mercedes y 360 de Montevideo. Un accidente en Atucha sería sí una catástrofe en Uruguay, pero sería mucho peor tener una central nuclear en nuestro propio territorio. Cualquiera puede hacer las cuentas.
Pero la energía nuclear plantea un problema todavía más grave: cómo manejar sus residuos, que mantienen su radioactividad letal durante 10.000 años.
¿Cómo los manejará Uruguay? ¿Los residuos atómicos serán cuidados tal como se cuidan los libros de la Biblioteca Nacional? ¿La eficiencia será la de la Dirección de Meteorología? ¿El nivel de seguridad será el del Comcar? ¿Los controles serán como los del Banco Central?
Otra pregunta que los propagandistas de lo nuclear no responden en cómo se calcula el costo económico de manejar residuos letales que seguirán en actividad dentro de 10.000 años.
La basura nuclear es hoy más peligrosa que nunca, porque son el bien más buscado por los grupos terroristas.
Por eso es que quienes hoy pregonan la construcción de nuevas centrales nucleares piden que los países del tercer mundo las construyan, pero que los residuos sean vigilados, manejados y retirados por Estados Unidos u otra potencia.
Álvaro Bermudez, ex director de Energía, en un alegato a favor de lo nuclear realizado en radio El Espectador señaló: “Lo más interesante son las ofertas que están haciendo ahora países como Rusia y Francia, que incluyen la posibilidad de no tener que manejar esos residuos personalmente. Ofrecen encargarse del combustible nuclear y de retirar los residuos”.
Es decir que si se construyera una central nuclear en Uruguay dependeríamos de la “buena voluntad” de alguna potencia para que venga a retirarnos los peligrosísimos residuos atómicos. ¿Qué se nos pediría a cambio de semejante favor?
Lo peor es que esta dependencia no se prolongará durante una década, ni durante dos, ni durante un siglo, ni durante mil años: es una dependencia de 10.000 años. Linda forma de lograr la autonomía energética.
Hace unos días, la ministra de Medio Ambiente de España, Cristina Narbona, dijo que la energía nuclear “no sólo no es la solución” al desastre ambiental mundial sino una parte importante del problema, debido al peligro que representan justamente sus residuos radiactivos.
Narbona observó que los almacenes de residuos que existen en las centrales nucleares españolas están “al límite” de su capacidad y recordó que en dos años Francia devolverá a España los residuos nucleares allí depositados, un problema grave y sin solución definitiva en el que algunos ahora quieren embarcar al Uruguay.
Detrás de la energía nuclear se mueven intereses económicos muy poderosos. Su interés es vender una tecnología de miles de millones de dólares y que, al mismo tiempo, genera una dependencia hasta el fin de los días.
Uruguay ya vivió esta historia con el petróleo: alguien (¿cómo habrá hecho?) nos convenció de que nuestra única alternativa energética era importarlo, derrocharlo y volverlo a importar. Y en eso estamos.
Ahora, que el petróleo se termina, nos quieren convencer de que abracemos la energía atómica, cuyos residuos nunca podremos manejar, porque el hombre todavía no sabe cómo hacerlo.
En España, tres periodistas -Rafael Carrasco, Miguel Jara y Joaquín Vidal- acaban de publicar Conspiraciones tóxicas, un libro de editorial Planeta.
La obra relata cómo distintos lobbys logran que se tomen decisiones políticas que benefician a unos pocos y perjudican a millones. En una entrevista que les realizó el diario El Mundo, los tres periodistas acusaron a los políticos “por ser tan permeables a la acción de los lobbies industriales”. “Las presiones son enormes”, dicen. “En el libro contamos numerosos casos de presiones exitosas de la industria nuclear”.
En la entrevista les preguntan: “¿Por qué no se ha tomado más en cuenta la aplicación de fuentes de energía renovables?” “Sin duda alguna, por la acción eficaz de los lobbies del petróleo, nuclear y demás”, responden.
No es un problema sólo de España. El lobby del petróleo escribió nuestro triste presente. El lobby nuclear quiere escribir nuestro incierto futuro.




Artículo de Leonardo Habekorn
Publicado en el diario Plan B, 15 de junio de 2007
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