En Uruguay no existe la izquierda fuera del Frente Amplio. Wilson Ferreira era de derecha. Hugo Batalla era de izquierda pero un día se hizo de derecha. Pepe Batlle, Domingo Arena y Grauert: todos de derecha. El sinónimo de Frente Amplio es “la izquierda”.
La gran novedad es que ahora también se puede ser de derecha dentro del Frente Amplio.
El nuevo integrante de la derecha uruguaya es el senador Eleuterio Fernández Huidobro. Está dicho en un artículo publicado en Brecha a propósito de su alejamiento de los Tupamaros. La nota incluye un largo análisis del docente en ciencias políticas Álvaro Rico, el único analista entrevistado en el artículo, que explica qué hay detrás de la renuncia de Fernández Huidobro.
El análisis de Rico es el siguiente: el alejamiento de Fernández Huidobro del MLN era previsible porque el ex guerrillero ya había girado hacia la centro-derecha. ¿Por qué? Porque Fernández Huidobro ahora sostiene que los principales problemas del Uruguay son su desmesurada burocracia, la chatura cultural y la forma de hacer política. Y eso coincide con lo que dice la derecha. Incluso, qué horror, qué espanto, Fernández Huidobro coincide con Ignacio de Posadas en denunciar a la burocracia excesiva como un gran problema nacional. ¡Eso ya es demasiado!
Eleuterio Fernández Huidobro: confiese que se vendió a la derecha. ¡Confiese! ¡Confiese!
Herejía y jogging
Rico no es un analista más: es uno de los docentes seleccionados en los cursos de historia reciente implementados por el gobierno. Su análisis es revelador de cómo piensan muchos académicos e intelectuales de izquierda en Uruguay.
Que dos políticos tan diferentes como Fernández Huidobro y De Posadas coincidan en denunciar un mismo problema del país, debería al menos llamar la atención. ¿No será que la burocracia efectivamente es un problema grave?
Para Rico, está claro que no.
En cualquier país civilizado del mundo, la coincidencia entre políticos de signo opuesto debería ser festejada como una oportunidad para buscar respuestas comunes a los problemas, soluciones de consenso y de fondo. En Uruguay no. En el análisis de Rico y de miles que razonan como él, la mera coincidencia con el adversario político ya es motivo suficiente para descalificar a quien se atreve a admitir semejante herejía. (¡Confiese Fernández Huidobro!, ¡Confiese!).
Con ese modo de pensar, es imposible el acuerdo entre distintos sectores políticos. Es izquierda o derecha. Blanco o negro. No en vano Uruguay carece de políticas de Estado en todos y cada uno de los temas de importancia.
Rico en Brecha lamenta que Fernández Huidobro centre su atención en asuntos como la excesiva burocracia, y no denuncie los conflictos económicos y de poder. Dice: “No se trata de negar la incidencia de los factores culturales, pero a un hombre de izquierda se le debe exigir otro análisis. Lo que hace es desideologizar todo, no hay choque de intereses y el problema es el individuo que no puede consigo mismo”.
Según entiendo, para Rico las personas de izquierda son más lúcidas: por eso hay que exigirles “otro análisis”. Entonces es raro que él, que es un auténtico izquierdista, no vea que detrás de la excesiva burocracia sí hay “choques de intereses”, conflictos económicos y de poder.
La burocracia tiene poder. ¿O es casualidad que en Uruguay un basurero y un portero de Ancap ganen mucho más que un maestro?
La burocracia plantea un conflicto económico: se come una gran parte del dinero del Uruguay. Un ejemplo como hay millones: el mismo día en que se publicó el análisis de Rico, el vicepresidente Rodolfo Nin Novoa informó que la guardería del Palacio Legislativo, que atiende a un reducido número de hijos de burócratas privilegiados, gasta más de 600.000 dólares año.
También hay “choques de intereses”. Cada vez que importamos petróleo, Uruguay se desangra y la burocracia de Ancap engorda. ¿Por qué será que nunca hemos desarrollado ninguna alternativa energética propia, salvo la construcción de las represas hidroeléctricas, todas levantadas por dictaduras?
Para Rico, el nuevo Fernández Huidobro, el Ñato light, “desideologiza todo”. Ése es otro gran pecado. (¡Confiese Fernández Huidobro! ¡Confiese!). Lo mejor es no “desideologizar” nada. La ideología ante todo. En Uruguay una idea nunca es buena o mala, es de derecha o de izquierda.
Hace algunas semanas el diario izquierdista francés Liberation publicó un artículo titulado: “¿Hacer jogging es de derecha?”. Liberation se hace la brillante pregunta porque el nuevo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, es de derecha y le gusta salir a correr. Una especialista consultada por Liberation dijo: “el jogging, por supuesto, está del lado del resultado y del individualismo, valores tradicionalmente atribuidos a la derecha”. Correr “más que un modo de andar es un modo de pensar”. Mitterrand caminaba. Caminar es de izquierda. Correr de derecha. Luchar contra la burocracia es como hacer jogging: derecha pura.
Uno no sabe qué es peor: si el cinismo de la derecha que nos quiere vender este mundo cada vez más desigual como un paraíso mággico, o la incapacidad de la izquierda para proponer una alternativa, algo que no sea el mismo discurso maniqueo de siempre.
Solo en la tatucera
Lo peor es constatar que una vez que Fernández Huidobro emprende una guerra sensata, sus posibilidades de ganar son las mismas de siempre: ninguna.
A la enorme burocracia uruguaya la criaron y la cebaron colorados y blancos, pero cuando (muy tarde) se dieron cuenta de que el monstruo había cobrado vida propia, que su apetito es insaciable, y tímidamente quisieron enfrentarla, fue el Frente Amplio el que acudió a su rescate.
El Frente Amplio llegó al poder con el voto agradecido de la burocracia. Fernández Huidobro debería contar cuántos miembros de la privilegiada burocracia uruguaya están sentados en el Parlamento y en los directorios de las empresas públicas en representación del Frente Amplio. (¡Cuente Fernández Huidobro! ¡Cuente!).
Mientras el Ñato libra su nueva guerra, solitaria como siempre, su gobierno está designando miles y miles de nuevos burócratas. Y aumentando los impuestos a un buen porcentaje de trabajadores para poder cerrar las cuentas.
A pesar del cambio prometido, a pesar de todo el entusiasmo que provocó en 2004 el triunfo del Frente Amplio, las opciones a las que se afilian hoy los uruguayos siguen siendo las mismas dos de toda la vida: conseguir un puestito en el Estado o emigrar. Al final Liberation tenía razón: los que consiguen un puesto en el Estado se hacen de izquierda: comienzan a caminar tranquilos por la vida. Los que no, debemos ser de derecha porque corremos. Corremos para llegar a fin de mes. Corremos para pagar la nafta más cara del mundo. Corremos para pagar el IRPF. Corremos para pagarle a los burócratas. Corremos lejos. Hasta España no paramos.
Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 31 de agosto de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario